domingo, 22 de diciembre de 2013

Protección del Medio Ambiente o Derecho a la Vida

Una de las excusas más recurridas por ciertos grupos de cristianos para no manifestarse con fuerza contra el daño al medio ambiente, a diferencia de lo que ocurre con otras contingencias como el aborto o el matrimonio homosexual, es que la destrucción del equilibrio ecológico sería una de las señales que anuncian la segunda venida de Cristo, que estaría precedida por una corrupción a todo nivel y de la más completa amplitud, la cual entre otras consecuencias, acarrearía un colapso del planeta en términos de hábitat natural. En consecuencia, los hermanos antes mencionados concluyen que los creyentes en general debemos preocuparnos por lo que suceda después del juicio final, cuando, de acuerdo a lo obrado en nuestras vidas, recibiremos un paraíso mucho mejor que esta tierra inestable que se halla condenada a perecer.

Si a esos cristianos se les propusiera organizar una protesta en rechazo a una legislación civil que flexibilizara la práctica del aborto, tengan por seguro que estarían prestos no sólo a marchar por las calles, sino a apoyar e incluso ejercer medidas de presión para que tal legislación finalmente se revoque. Y argüirán para justificar su actitud el ya consabido pretexto de la defensa de la vida. Pues bien:  en una situación como el daño medioambiental, ¿no se está atentando también contra la existencia humana? La contaminación atmosférica ha generado millones de muertes por enfermedades respiratorias, a las cuales debemos sumar los decesos por cáncer a la piel relacionados de manera directa o indirecta con el deterioro de la capa de ozono, fenómeno ligado a su vez a la emisión de gases. Este mismo fenómeno es el mayor responsable del efecto invernadero y el llamado calentamiento global, que no será la única, pero sí una de las principales causas de las alteraciones climáticas cuya muestra más palpable es la ocurrencia cada año más frecuente de desastres como severos huracanes y violentas sequías, que luego han provocado cifras considerables de fallecidos y damnificados. La tala indiscriminada y el mal empleo del suelo han significado la pérdida de cientos de hectáreas cultivables, aportando al desencadenamiento de hambrunas y a la existencia de poblaciones enteras que no cuentan con acceso a un recurso tan esencial como el agua. Vuelvo a interrogar, ¿hay algún punto de los descritos aquí, en que no esté involucrada la ya citada defensa de la vida?

Y citando el asunto del matrimonio homosexual: sólo cabe recordar a la gran mayoría de creyentes que lo vetan usando, entre otros argumentos, aquello de que la unión de dos personas del mismo género, al no poder reunir las condiciones necesarias, por causas obvias, para la reproducción, iría en contra de la preservación de la especie y por ende se opondría al mandato dejado por Dios para el hombre y la mujer del Edén y que se encuentra registrado en el Génesis (crezcan y fructifiquen). Es un subterfugio discutible, si se toma en cuenta que forma parte de la ley del Antiguo Testamento derogada por Jesús y que además su segunda mitad (llenen la Tierra y sométanla) se ha interpretado como un cheque en blanco para efectuar las modificaciones más dañinas a la naturaleza sin rendir cuentas porque el propio Señor eximiría a sus hijos de ello. Sin embargo, y retomando lo dicho al inicio de este párrafo, precisamente el equilibrio ecológico tiene como principio y finalidad la conservación de la humanidad, a través de la manutención del resto de las criaturas, ya que todas se necesitan de modo mutuo para subsistir. Quien no entiende eso simplemente es incapaz de comprender la Creación divina, y eso implica que se debe sospechar de su conversión y de la aceptación de Jesús en su corazón.

Por último, los subterfugios mencionados al comienzo de este artículo llevan también implícito un error teológico respecto de la Parusía. Pues la fecha de tal acontecimiento sólo Dios la sabe, y en consecuencia al hombre no le corresponde fijar un día y una hora exactos, pero tampoco cuenta con la facultad de realizar esfuerzos para adelantar dicho fenómeno, ya que se está tomando una atribución que sólo le compete al Señor. Menos, si tales acciones -incluso las que se efectúan por omisión- acaban produciendo un efecto negativo sobre otros seres humanos. Lo que corresponde es guiar a los incrédulos y a los impíos hacia el evangelio, y una manera de comenzar es justamente tomar conciencia del daño medioambiental y hacerle saber, aunque se trate de hermanos de fe, al del lado que el perjuicio hacia el planeta es un acto de ignominia.

                                                                                                                                       

domingo, 1 de diciembre de 2013

Distintas Formas de Eutanasia

Un debate de altas proporciones ha ocasionado la iniciativa de algunos parlamentarios belgas, apoyados por los informes médicos específicos, de permitir la eutanasia para menores de edad, incluso niños, si se encuentran en una situación de enfermedad terminal. Desde luego que los representantes de los principales grupos religiosos se han colgado al cuello de quienes han promovido tal idea, y cosa que no se había visto antes y tal vez no volverá a suceder al menos por un buen tiempo, clérigos católicos, reformados, judíos y hasta musulmanes se han unido en un coro contra una propuesta que lo más probable es que de ser finalmente aprobada, señale un antes y un después en las legislaciones mundiales que definen el llamado "buen morir".

En lo personal, no resisto a la tentación de comparar la actual coyuntura de Bélgica con lo que ha acaecido hace algunas semanas atrás en otros países del mundo, incluyendo casos igualmente interesantes en la propia Europa. Por ejemplo, en Estados Unidos, un matrimonio residente en una comunidad amish se resistió a que una de sus hijas, de seis años, recibiera un tratamiento contra la leucemia que la aqueja, alegando que este tipo de procedimientos no siempre resulta exitoso y que por ende su consecuencia más palpable es el sufrimiento que en esta ocasión se causaría sobre una pequeña niña. Días antes, se supo que los miembros del denominado cinturón bíblico holandés -personas que a unos cuantos kilómetros del barrio rojo de Amsterdam viven como si estuvieran en las primeras décadas de la Reforma- mediante una declaración oficial expresaban su rechazo al empleo de las vacunas, sosteniendo que a los lactantes se les inoculaban sustancias que les podrían provocar efectos colaterales, que aunque no les dejasen secuelas, de todas maneras se hallaban dentro del umbral ético por implicar dolor sobre un inocente. En ambas situaciones, a través de las redes virtuales, cristianos de distintos sitios elogiaron la valentía de unos hermanos que se estaban oponiendo a la "dictadura secular" (primero científica y luego judicial, cuando las cortes respectivas fallaron a favor de los médicos y los servicios de salud). Los mismos creyentes que ahora lanzan sus diatribas en contra de la iniciativa gestada en Bruselas, y por idénticos medios de comunicación.

Veamos. En el caso de Bélgica se citan los alegatos característicos cuando se busca atacar la eutanasia más clásica. A saber, que se está atentando contra la naturaleza y por añadidura contra el plan divino; que se está incentivando el egoísmo y la cobardía de ciudadanos que no han tenido experiencias vitales importantes porque sólo han conocido los lujos de una sociedad de bienestar; que se estimula a no enfrentar la adversidad; que se está promoviendo una cultura de la muerte donde quien aplica el suicidio asistido no toma en cuenta que es una suerte de verdugo. Sin embargo, los padres amish mostraban también la intención de evitar el dolor de su hija, pero de paso el suyo propio, que entre otras consecuencias, incluía el intermitente abandono de su comunidad en la instancia de verse obligados a visitar a la niña a un centro asistencial, donde además permanecería un largo tiempo hospitalizada (quizá sin la opción de regresar a su entorno más íntimo, si el tratamiento finalmente fracasa). La misma sensación que experimenta un habitante del centro de Europa cuando tiene que salir periódicamente de su entorno familiar para acompañar a un vástago que padece una enfermedad terminal -y que por lo mismo ya no puede volver a casa-. Aparte de que el cáncer infantil es, con o sin terapia, muy complicado en términos de padecimiento físico, a lo que se une el desgaste mental de un muchacho que debe estar postrado en un recinto clínico. En el caso de los progenitores religiosos, querían impedir tal bochorno retornando a su pequeña al hogar. Mientras que el individuo más secular desea un idéntico futuro consintiendo que su hijo acepte la muerte indolora. Independiente de la diversidad de circunstancias que se reúnen en cada coyuntura, ¿no es evidente que a la larga quedan en igualdad de condiciones?

Muy bien. Se rebatirá que la injerencia de la medicina y la mentalidad secular está llevando la situación demasiado lejos. Pero cabe recordar, en el marco del mandato cristiano del respeto a la vida, que cualquier forma, ya sea natural o artificial, que consiga preservarla, mientras no atente contra la existencia de otros -para abordar los casos polémicos de tratamientos con células madre, entre otras cosas-, no sólo es una instancia legítima sino también obligatoria. Es verdad que el mantenimiento artificial e irracional de la vida es condenado, como aquellas personas con muerte cerebral a quienes se les insiste en conectar a respiradores mecánicos. No obstante, si un padre impide que a su hijo se le aplique un procedimiento que le entrega la opción de sobrevivir, puede que incluso falle contra el mandato bíblico de proteger al niño que tiene a cargo. Y de la misma forma que quien permite que se acelere su deceso, mediante estratagemas no naturales, Dios acabará pidiéndole cuentas.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Biblia No Ficción

Polémica generó durante la semana, en Estados Unidos, la venta de ejemplares de la Biblia calificados como "libro de ficción" en el marco de la famosa dualidad impuesta para los textos en ese país, usada ante todo con criterios exclusivamente comerciales. Bastó que un pastor fotografiara la palabra impresa en el etiquetado, para que se desatara una protesta de alcances nacionales en la que no sólo participaron los cristianos evangélicos. Finalmente, Cost Co., la cadena de ventas mayoristas desde donde se ofrecían las copias de las Escrituras identificadas con la odiosa definición, envió un comunicado ofreciendo disculpas y delegando toda la responsabilidad del incidente en un grupo de operadores y empaquetadores de poca monta, de quienes no dio nombres. Como esta clase de empresas suele proceder, por lo demás.

El calificativo "fiction" en contraposición al "non fiction" puede contener dos significados. En el sentido amplio del término, alude a la literatura propiamente dicha; es decir, a todos aquellos textos que pueden ser cuentos, novelas, poemas ("ficción lírica") u obras dramáticas. Mientras que en su antónimo se engloban los escritos que pretenden entregar una opinión de un determinado tema, como los ensayos, artículos, crónicas o tratados. No obstante, en su acepción más estricta, la "fiction" incluye solamente las obras de corte fantástico, algo alentado por el promedio de formación de la gente común -a quienes van dirigidos precisamente estos etiquetados-, los cuales suelen asociar el vocablo con "ciencia-ficción". Esta última definición es la que causó más escozor entre los cristianos, no sólo por tratarse de aquella con la que el consumidor medio está más familiarizado, sino porque además remite a los relatos que no son ni buscan ser realistas, de los cuales la Biblia, a decir verdad, muestra escasos ejemplos (las parábolas, que son el tipo de narración más conocido, están protagonizadas por personas fáciles de encontrar en la Palestina del siglo I). Si se lo emplea para describir a las Escrituras, entonces queda la sensación de que uno está alimentando a los escépticos y a los malintencionados que no dudan en colocar varios de sus pasajes a la misma altura que las historias de hadas o magos.

Por otra parte, si uno recorre la Biblia, incluso de un modo rápido, notará que cuenta con demasiadas páginas en las que prima la "non fiction". Hay textos explicativos, como las cartas paulistas y apostólicas; otros como las profecías, que si bien fueron redactadas originalmente en versos, no pueden ser catalogadas de lírica. También nos encontramos con tratados judiciales, como el grueso del Pentateuco. Y por supuesto están las biografías de Jesús y sus discípulos, y la historia de Israel contenida en el Antiguo Testamento, acerca de la cual, hay consenso en el mundo intelectual que es verídica al menos de la época de Saúl en adelante. Argumentos suficientes para aseverar que emplear la categoría de "fiction" para referirse a las Escrituras, es una equivocación en relación con el significado de ambos y cada uno de los conceptos. Sí existen determinados libros bíblicos y pasajes específicos cuyo contenido es estrictamente literario, pero que debieran ser etiquetados de manera y específica en lugar de utilizar un determinado vocablo para la totalidad del conjunto.

Debido a lo cual, y a modo de conclusión, podría asegurarse que no corresponde entregarle a la Biblia ninguno de los calificativos descritos en los párrafos anteriores. Pues contiene elementos que caben en cualquiera de las dos condiciones. Además, que los textos provenientes de la Antigüedad clásica son anteriores a una norma orientadora que a obedece a criterios estrictamente comerciales, alejados por ende de los parámetros literarios, históricos, exegéticos o filológicos; diseñados otrosí para un consumidor de un determinado país, que producto de su éxito y su expansión en el mundo moderno ha impuesto muchas de sus características internas en el exterior. Una obra que ha permanecido por encima de las demás durante varios siglos o milenios, admite que se le extraigan conclusiones que pueden, ahora recién sí, en el marco de la ficción como de la no ficción.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Cuando La Opulencia Es Pecado

Se reitera hasta el cansancio que la acumulación de riqueza, en sí, no constituye un pecado. Es cierto. Pese a que el propio Jesús insistió en que es más fácil que un camello atraviese una entrada estrecha que una persona acaudalada ingrese al reino de los cielos. Y es que en los tiempos bíblicos -y durante la casi totalidad de las décadas siguientes- se llevaron a cabo algunas conversiones entre ciudadanos más pudientes, quienes enseguida contribuyeron con sus bienes materiales y su influencia social de una manera decisiva a la propagación y consolidación de la doctrina del camino.

Desde luego que la acumulación de caudales por sí sola no es maligna. Los padres de la Reforma, y también los del cristianismo, incluso la presentaron como una muestra de las bendiciones de Dios para quien trabaja de manera responsable y constante, tanto en los asuntos terrenales como en los espirituales. El problema se genera cuando dicha actitud es excesiva, de idéntico modo en que ocurre con las comidas y las bebidas. Primero, porque el nuevo millonario corre el riesgo de enviciarse con el cada vez mayor flujo monetario, llegando al extremo de vivir sólo para el afán de ganar cada día más dinero, no existiendo en su pensamiento ni en su accionar espacio para cualquier otra actividad. Pero en especial, debido a que se ve y se siente obligado a gastar buena parte de lo obtenido como una forma de demostrar su opulencia, y de paso, y en cierta manera, justificar lo acaparado durante años. Una muestra necesaria que cuando se torna exagerada constituye una ofensa para los más desposeídos, quienes a su vez experimentan la sensación de estar frente a un bravucón engreído que se mofa de ellos ya que se supone que son más flojos o pertenecen a una raza inferior.

El boato del otro, entonces, arrastra a conductas como la envidia y el resentimiento. De acuerdo: dichas actitudes no se hallan en la mentalidad del rico, sino en la de aquellos que observan recelosos sus posesiones. Sin embargo es menester que el acaudalado se pregunte hasta qué punto ha aportado para generar todo ese malestar. En tal sentido, la provocación, aunque tenga un origen involuntario -pero iniciado a partir de una actitud consciente-, en términos teológicos se transforma en incitación a la tentación, lo cual sí constituye pecado. Fuera de que el acaparamiento, y muchas veces con justificaciones bastante sólidas, suele ser percibido como el resultado de conductas incorrectas o reñidas con los valores más elementales. Un caldo que acaba desencadenando comportamientos violentos, expresados tanto en el delito común -los asaltos que afectan a los más adinerados, y donde debido a diversas causas los atracadores suelen proceder con un alto nivel de agresividad- como en las protestas sociales. Ambas, conductas cuyos ejecutantes presentan como un acto legítimo de retribución y una manifestación imprescindible contra un sujeto que de seguro ha conseguido lo que ostenta mediante prácticas oscuras.

Es por ello que Cristo insta al joven rico a repartir sus excedentes entre los menos afortunados -no que lo entregue todo y se quede prácticamente en la miseria, como muchos, con distintas intenciones, han solido interpretar- porque de ese modo se rodeará de personas que lo admirarán y no le lanzarán amenazadoras miradas de sospecha. Es también la lógica que impera tras el cobro de impuestos en forma proporcional a la acumulación de caudales de cada ciudadano: que algunos no se enriquezcan más de la cuenta y sus ostentaciones terminen ocasionando más mal que bien, incluso para ellos. Y por supuesto, está presente en aquellos millonarios que han optado por crear fundaciones a las que han destinado por completo sus ganancias, quienes no se han amilanado ni han huido llorando ante las recomendaciones del Señor, y se han preocupado más por sumar tesoros en el cielo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Maternidad y Moralidad Irresponsables

Un reciente informe de organismos internacionales expresa la preocupación de una gran cantidad de expertos respecto a las altas cifras de embarazo adolescente que registra casi la totalidad de los países latinoamericanos, que además en algunos lugares ha aumentado en los últimos años. Los factores que de acuerdo con los especialistas han contribuido al mantenimiento de esta tendencia son los mismos de siempre: pobreza, marginalidad, falta de información y la fuerte presencia de la iglesia católica que en la región constituye un marcado referente que adquiere características culturales y folclóricas. Causas que, aparte, se entremezclan formando un importante círculo vicioso.

Desde siempre, los curas han venido afrontando los impulsos erógenos de los adolescentes con una moralina invariable que funde -y confunde- los términos paternidad responsable y sexualidad responsable. Para ellos la única opción posible es la abstinencia y ante el atisbo de la más mínima discusión se aprestan a excluir cualquier otra. Lo cual, no es necesario agregar, descarta cualquier posibilidad siquiera de preguntar por los preservativos o los métodos anticonceptivos. Dado que cuentan con una omnipresente presencia social, que abarca especialmente a las autoridades y los círculos de poder, suelen traspasar su línea de pensamiento a la esfera y a las políticas públicas de cada país, donde las autoridades tampoco muestran un gran interés por modificar el estado de cosas. Sumemos a esto que las alternativas espirituales -los evangélicos principalmente, que detentan un crecimiento exponencial e imparable- no han sido capaces de hilvanar una propuesta diferente: porque existen puntos coincidentes, estas congregaciones están arraigadas en los círculos más desposeídos o sus integrantes -incluyendo a pastores y líderes-, más allá de la conversión y el cambio de credo, aún se hallan inmersos en parte en ese folclor latinoamericano nombrado anteriormente y debido a la manera en que se los ha inculcado creen que se trata de principios universales y bíblicos.

Con este modo de actuar, los curas -y muchos pastores- imaginan que los adolescentes controlarán sus cuerpos en base a los principios de la virginidad o la castidad. Las estadísticas demuestran que no es así. Sin embargo, entonces aparece la mano que se presume acogedora. Lo cual se expresa en discursos igualmente moralizadores que destacan la supuesta belleza de la maternidad, aún cuando se desarrolle en un contexto adverso como ocurre en el caso de una menor de dieciocho años que aún no concluye su escolaridad ni ha terminado de solidificar su personalidad, fuera de no contar con profesión u oficio y vivir en un contexto económico de insuficiencia. La idea de este predicamento es bastante delicada, pues expone al bebé como la posibilidad de redimir culpas, pero también como el resultado del pecado de sus padres -en particular de su madre-. En cierto sentido, además, el panorama poco alentador de marginalidad que le espera al niño se justifica en cuanto constituye un castigo para sus progenitores, quienes han traspasado barreras muy delicadas, como son las que se relacionan con la sexualidad. En definitiva se trata de un inocente condenado a demostrar con su futura miseria que hay límites que no se deben trasponer.

Bajo tales circunstancias cabe formularse la siguiente pregunta. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de paternidad o de sexualidad responsables? Siempre se inculca la idea de que tener un hijo es a todo evento algo maravilloso, cuando somos testigos de que no siempre acontece así. Parece ser que la actitud de responsabilidad debe ir orientada al empleo de métodos anticonceptivos y afines por el lado de los adolescentes -que varios desechan debido a la influencia mediática y formativa del catolicismo, que los considera un pecado mayor que sólo sostener coitos- y al compromiso del resto de la sociedad en base a entregar información en torno a ellos. Fuera de cambiar el objeto del desincentivo, de los preservativos, por el embarazo, acerca del que se debe insistir en que en determinadas coyunturas es un hecho negativo, horrendo y nefasto. Un chico que se acuesta con infinidad de parejas, pero que se vale de un condón cada vez, es bastante más valioso que otro que deja preñada a la única compañera con la cual disfrutó. Y los penitentes que vayan a llorar a la capilla más cercana.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El Patrón Tercermundista

Más allá de lo insufrible que puede resultar el espacio televisivo "Morandé Con Compañía", existe cierta incongruencia de parte de los ciudadanos colombianos que reclaman en contra de uno de los segmentos humorísticos de ese programa, "El Patrón del Pan", que es una parodia de la telenovela "El Patrón del Mal", la cual a su vez pretende ser un relato biográfico del infame narcotraficante Pablo Escobar. Pues se quejan de que se toma a la ligera un periodo muy oscuro en la historia de ese país, cuando la misma fisonomía del personaje mostrado en la serie original -uno de los tantos factores que ha ocasionado su éxito internacional- constituye un potencial que da pie a comentarios de sobremesa y a imitaciones de carácter sarcástico que acto seguido son capaces de tornarse libretos para producciones remedadoras de nula calidad.

Desconozco los rasgos más sobresalientes del auténtico Pablo Escobar; pero ya que "El Patrón del Mal" busca, como fue mencionado, ser un esbozo biográfico de su persona, no nos queda sino aceptarlo como base de nuestras opiniones. Nos hallamos ante un mafioso rechoncho, de voz nasal, baja estatura y bigotes propios de un proxeneta de algún barrio perdido en una ciudad de mediados del siglo veinte. Muy lejano a la imagen de sobriedad que nos legaron imágenes como las de la familia Corleone en los filmes de Ford Coppola. Lo cual revela al colombiano como otro delincuente del Tercer Mundo, apartado del glamour de don Vito y su hijo Michael -que los lleva a relacionarse incluso con la jerarquía católica-, inmerso en un ambiente repleto de campesinos ignorantes y forzado, por la geografía tropical en donde comete sus fechorías, a desarrollar un carácter exaltado y exuberante que hace dudar hasta de su virilidad. Más aún: su conocido recitado amedrentador -"yo le mato a equis, ye y zeta, y si tiene mascota también se la mato y si su abuelita se murió se la desentierro y se la vuelvo a matar"- ha llamado la atención tanto por su estructura como por ser emitido en un tono vocal agudo, mezcla que después ha dado motivación a ser remedada de modo risible y ridículo. Cabe recordar que Sonny, uno de los vástagos de don Vitorio, acabó acribillado precisamente gracias a su comportamiento impulsivo, y que el propio patriarca de esa saga condensaba todas sus amenazas en una tan breve como inolvidable sentencia: "le haré una oferta que no podrá rechazar", bastante más efectiva que la sarta de fanfarronadas histéricas expelidas por el vendedor de cocaína.

En conclusión, se puede aseverar que existe un contenido étnico que potencia las bromas en contra del personaje -tanto el real como el recreado por esta telenovela- Pablo Escobar. De más está agregarlo, que contiene prejuicios de índole racista. Incluso en el empleo de la palabra que se escogió para definirlo. "Patrón" es un término propio de países tercermundistas y bananeros, y muy de curso en América Latina. El vocablo describe a un hacendado rural que cuenta con un mínimo de poderío local el cual consigue sostener a causa del abuso de campesinos iletrados que son sólo un poco más brutos que él. No ocurre lo mismo con el "Padrino", un tipo dotado de altos niveles de inteligencia y sagacidad, que sabe pensar y servirse los platos de manera fría, que se desenvuelve en un medio repleto de peces bastante gordos a quienes convence de diversas formas -extorsión, soborno, diplomacia- pues nunca le será suficiente con la mera demostración de fuerza. En un territorio pobre, atrasado, aislado, donde las autoridades -públicas y privadas- suelen ser de facto, no se requiere ir más allá de las armas y el dinero. En cambio, en una zona con leyes consolidadas, la supervivencia queda reservada para los más listos y aquellos que son capaces de ofrecer múltiples opciones. El colombiano contaba con el permiso para hacer alardes porque no tenía competidores y además era el eterno ganador en único juego permitido (de hecho su caída comenzó a gestarse cuando llegaron otros más vociferantes y con más arrojo al momento de oprimir el gatillo -es decir que le perdieron el miedo-, entre quienes se encontraban los representantes del Estado). Sin embargo, de haber asomado sus narices en New York, habría terminado, no quizá con una bala en la cabeza, pero sí en la cárcel, y no en una de cinco estrellas como la que se mandó a construir en Envigado precisamente.

Esos elementos han sido tomados por la serial original y desde ahí surgen los comentarios burlescos. Me da la impresión que los creadores de la telenovela están conscientes de esto y es un rasgo que explotan, como forma de menoscabar la personalidad de Pablo Escobar a través de la humillación y el humor, aunque fueren sugeridos. El problema es que cuando las parodias acaban saliendo a la luz pública, dan cuenta que este mafioso no es atacado por sus fechorías, sino porque se trataría de una suerte de criminal mediocre, producto del entorno en donde prosperó. Y tal inferioridad finalmente es otro ladrillo en la pared de imágenes estereotipadas que se construyen en zonas del primer mundo respecto del latinoamericano estándar. Lo negativo de ello es que uno termina estableciendo distancia de delincuentes como el colombiano, que es lo que a la larga se pretende; pero igualmente se ensalza todavía más, no sin un dejo de romanticismo, la figura del capo que nos han legado los países más desarrollados, la que peor aún, se torna un modelo a seguir tal como ciertos estilos de la moda o determinadas bandas de pop.

                                                                         

domingo, 27 de octubre de 2013

El Satánico Señorito Potter

La abulia que provoca la insistencia de parte de hermanos, pastores y líderes en general, en acusar de satanismo a la saga de Harry Potter, está ya a un paso de transformarse en vergüenza. En especial, porque se hacen eco de un rumor salido de nadie sabe dónde, pero que fue oído por primera vez de boca de un ministro, quien también desconocía la fuente original, antecedentes que lo tornan apto para ser considerado como verdad revelada, proveniente de una iluminación -ni siquiera inspiración- divina. Que además, es respaldado por declaraciones de Joseph Ratzinger, el renunciado papa Benedicto XVI, quien en un momento de su pontificado advirtió acerca de las incitaciones a la brujería que contenía la serial de libros. Y si alguien que en los círculos evangélicos es tachado de apóstata o falso cristiano, finalmente reconoce una denuncia formulada por sus adversarios religiosos, entonces contribuye a reforzar la vehemencia y la terquedad de éstos.

¿Qué lleva a ciertos hermanos a olvidar la difusión del mensaje de salvación y concentrarse en un escándalo sensacionalista, que contiene más superchería que la que en teoría exhibe el libelo que tanto se esmeran en señalar? Lo que ellos arguyen es que los textos de Harry Potter tratan con liviandad o peor aún elogian la hechicería, principalmente debido a su trama. Un ensalzamiento que es absorbido por los niños, puesto que se trata de libros enfocados a un público infantil. Sin embargo, es preciso indicar que toda la literatura fantástica implica dosis de magia, al menos en el sentido más amplio del término. La impresión que da es que los detractores de esta saga están conscientes de tal factor, y le hincan el diente bajo la convicción de que los acontecimientos sobrenaturales, aunque estén supeditados a un relato que todos, hasta los más pequeños, sabemos que es ficticio, no pueden ser aprobados si ya se conoce o intuye que no vienen de Dios. Por lo cual este rechazo en particular forma parte de un conjunto donde caben, entre otras expresiones, el cine de género o la pintura vanguardista. No obstante, un buen número de estos reprobadores es capaz de emitir opiniones positivas de otras novelas de igual tenor, por ejemplo, "Las Crónicas de Narnia", debido de modo casi exclusivo a que su autor era un ferviente -y honesto- cristiano reformado. Pero ocurre que ahí también hay una bruja mientras que el león héroe de la narración -que sería una representación alegórica de Jesucristo- se refiere a una "magia antigua" que termina derrotando al mal.

Tal vez el asunto se pueda explicar de otra manera. La mayoría de estos pastores quizá pretendan conseguir protagonismo o llamar la atención recurriendo a uno de los artilugios más conocidos para aquello, y que se ha tornado muy frecuente en las últimas décadas como consecuencia del auge de las comunicaciones. Dicha estratagema consiste en colgarse como una rémora de un éxito coyuntural que por el momento está atrapando una gran cantidad de miradas. Sucedió en el pasado con la música rock, contra la cual varios antecesores de estos hermanos organizaban mítines y solicitaban espacios en la radio y la televisión con el afán de prevenir a la multitud acerca de una música que pervertía los valores tradicionales, incitaba al desenfreno y la rebelión y por supuesto le rendía culto a Satanás. Hoy, cuando ese estilo es más recordado como un clásico, pero sin la fama ni la popularidad de antes, sus eventuales detractores también han tendido a abandonarlo, aunque más de alguno mantendrá la idea de que las fuerzas celestiales han triunfado. Con la saga de Harry Potter debe acontecer lo mismo, y de seguro que quienes despotrican contra ella sienten que están cumpliendo una suerte de misión sagrada, recompensada en el hecho de que han captado los micrófonos y se han dado a conocer entre la gente. Lo que es obviamente patético, y no porque entre los incrédulos estas acciones generen burlas y chistes. Además de que en toda esta parafernalia montada por quienes están llamados a efectuar otras cosas, hay importantes granos de envidia, algo que no es una virtud de cristianos precisamente. Y no salgan respondiendo que intentan sacar a un personaje inaceptable para que el público al fin logre observar al auténtico Dios, porque detrás del hechicerito de anteojos redondos sólo se hallan ustedes, malas copias de Lord Voldemort.

De acuerdo con la crítica literaria, parece ser que los primeros tomos de la saga son aceptables desde el punto de vista artístico, mientras que la segunda mitad de ellos sólo se dedica a repetir los tópicos. Ha sido suficiente para que su autora (una mujer, algo que tal vez enfurece todavía más a sus detractores, quienes en su mayoría han sido formados en un ambiente conservador a ultranza donde la voz femenina tiene que estar sujeta a los dictámenes de su padre o de su marido) se empape de dinero. Y para que determinados predicadores quieran lo suyo, argumentando que las cosas del Señor no pueden ser tapadas por una sarta de novelones cada quien más cercano al infierno. El problema es que si su fuerza no es suficiente para detener al carruaje, al final acabarán siendo arrastrados a ese lugar. Por ello, lo más saludable es soltar ese carro, que sólo provoca lesiones producto del roce con el suelo, y empezar a hablar de quien corresponde, quien es Jesucristo, superior a todos los magos.

domingo, 13 de octubre de 2013

Los Desbordes de la Princesa

¿Qué es lo que provoca tanta sorpresa, más bien escozor, de los recientes escándalos protagonizados por Miley Cyrus?. Más que nada, el contraste de ver a una antigua estrella adolescente de la factoría Disney, en este caso específico, salida del espacio conocido como Hanna Montana -un punto de referencia para las niñas que recién están abandonando la pubertad, en todos los ámbitos imaginables, incluso en el relacionado con su maduración y su consiguiente inserción social-, efectuando piruetas insinuantes en cada evento al cual es invitada. Las cuales generan una preocupación adicional, al menos en el campo moral, ya que no parecen estar acompañadas por contenido alguno, lo que ocasiona la sospecha de que se está frente a un severo caso de explotación sexual.

¿A qué padre no le gusta exhibir a sus hijos o hablar de ellos cada vez que puede? Todos sabemos que los niños son floreros de mesa que se transforman en triunfos en la mentalidad de quienes los engendraron o adoptaron. Por eso algunos les celebran los comportamientos más absurdos. Y la gran mayoría ve en ellos la máxima proyección de sus aspiraciones, tanto las logradas como las frustradas. Es común toparse con un progenitor que llega a fastidiar a la audiencia mostrando vídeos de sus vástagos que ha registrado en su teléfono móvil, o con una ronda de adultos que cual espectadores del circo romano observar a un pequeño sin dejar de sonreír. Son lo más maravilloso, y por ende el resto de la gente debe estar enterada de tan magnánimo acontecimiento. Una actitud que se replica al interior de las comunidades eclesiásticas, a través del bautismo infantil -y los festejos derivados-, la presentación de bebés o los testimonios de papás chochos que insisten en que han recibido la mayor de las bendiciones.

¿Qué pasaría, enseguida, si existiera la posibilidad de extrapolar todo eso a gran escala? ¿Digamos en un programa de televisión de cobertura nacional e incluso internacional? Si mi hijo es algo maravilloso no debo ser egoísta ni negarlo al mundo entero. Menos si se trata de un espacio sustentado en los valores tradicionales de la familia. Adaptado a las condiciones modernas, de acuerdo; pero eso a la larga lo torna más sublime. Precisamente la lógica de seriales como Hanna Montana o de cualquiera de su tipo que haya surgido desde la factoría Disney. Es una lógica de espectáculo. Sin embargo, su procedimiento es muy similar al de aquel padre risueño que muestra fotografías o vídeos de su retoño para que los demás contertulios lo admiren y de paso también lo consideren a él, cuando menos como una persona capaz de mantener las buenas costumbres, que finalmente son las de los dioses. Además de que los progenitores también ganan fama y fortuna, claro está.

El problema es que los chicos crecen y más de alguno no mira la maduración como sinónimo de podredumbre. Y cuando deciden ser ellos mismos, en varios casos recurren a la instrucción que les han impartido en sus anteriores años de vida. Es lo que está sucediendo con la Cyrus, cuya obscenidad huera de hoy es el resultado de la oquedad intelectual a la que se vio sometida cuando debía propagar unos valores dogmáticos mostrando una obligada cara de felicidad. Es consecuencia de la formación que recibió, de donde ha extraído las herramientas que le han permitido definirse y abrirse camino en el exterior, que es el propósito final de la instrucción que la familia, la escuela o la sociedad le entrega al niño. En tal sentido, los padres y el resto de los forjadores de Miley -hablando tanto del fenómeno como de la persona que hay detrás- debieran sentirse orgullosos.

domingo, 6 de octubre de 2013

Pagan Santos Por Pecadores

Nuevamente un vómito de Jorge Bergoglio ha sido primera plana en la prensa internacional. El papa Francisco ahora aseveró, contradiciendo trece siglos de historia y un sinnúmero de declaraciones magisteriales -que no olvidemos, son verdad revelada-, que los personeros de la iglesia católica no puede definir a su institución como santa, porque todos ellos, sacerdotes, laicos, obispos, teólogos, misioneros: son pecadores. De paso le tiró un rapapolvo impensado incluso por el más optimista, a la avejentada curia romana, a la cual calificó de lepra. Las ventajas de ser sumo pontífice, en especial luego de que Vaticano I estableciera el principio de la infalibilidad.

Pues Bergoglio está incurriendo en un error teológico bastante grave, que en otra época le habría conducido a la hoguera. O que en esta misma actualidad, de no tener el cargo que ostenta, le habría significado la excomunión. Esto, debido a que ya en el Nuevo Testamento se esclarece que santos son todos los cristianos realmente convertidos, y así lo recalca Pablo en los capítulos octavo y noveno de la segunda carta a los Corintios. Una premisa reconocida por la iglesia católica desde sus orígenes como tal y que además sirve como justificación para venerar y pedirle favores a los miembros de la institución ya fallecidos, los cuales, de acuerdo a los milagros que se supone son capaces de conceder, son más tarde beatificados o canonizados. Finalmente, y por extensión, la propia mancomunidad es santa al estar compuesta al menos de modo mayoritario por sujetos de esas características. Y no se trata de una sentencia exclusiva del romanismo. Muy por el contrario, todas las comunidades que se denominan a sí mismas cristianas están obligadas a aceptar dicha afirmación porque se halla claramente estipulada en la Biblia.

De lo que sí carece el universo cristiano, y también las Escrituras lo señalan así, es de justos. Lo vuelve a estampar el mismo Pablo: ni siquiera hay uno. Y no existen porque "todos pecaron". Por lo tanto, éste es el término que se debe contrastar con el de pecadores, en lugar del de santos. Los últimos se encuentran en las comunidades y buscar obrar el bien, ayudándose mutuamente, y cuando al interior de su congregación las cosas marchan de manera satisfactoria, atender y auxiliar a los no convertidos. De repente fallan porque son humanos. Pero eso no les quita el título entregado por el mismísimo Señor, que permite establecer la diferencia entre los hermanos de verdad y quienes sólo exhiben una careta. Tal vez quepa algo positivo en estas desventuradas declaraciones del papa, en el hecho de que por fin la máxima autoridad del romanismo habría reconocido que su institución no predica el auténtico mensaje de salvación. Sin embargo, lo más probable es que se trate de una consecuencia colateral inesperada y no deseada, fruto de una opinión formulada para una galería a la cual no le interesa la doctrina teológica pero que sí necesita de un gesto de la estructura eclesiástica a fin de recuperar la confianza en ella y volver a depositar los siempre bienvenidos donativos monetarios.

Hace rato que algunos -incluso hermanos evangélicos y otros no católicos- se han dejado obnubilar por las opiniones de un pontífice al que perciben más cercano a la masa popular y a la realidad de la calle que sus predecesores. No obstante, es preciso advertir que Francisco no es más ni menos mediático que Wojtyla o Ratzinger, quienes usaron su carisma y su simpatía para introducir de manera sutil ese conservadurismo reaccionario y patológico que muchos de quienes en su época los apoyaron hoy sindican como causa basal de la serie de aberraciones que en el último tiempo se le han descubierto al catolicismo. No vaya a ser que Bergoglio nos adormezca lo suficiente como para después enviar el zarpazo definitivo. La historia de la iglesia romana está poblada de esa clase de acontecimientos.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Por La Patria

Cuando los chovinistas y los incautos hinchan el pecho hablando de la patria -en términos generales, pero haciendo referencia a la suya particular- nunca dejan de colocar a Dios por testigo de la grandeza de su terruño. Es de alguna manera, un argumento que les permite aseverar que están frente a algo inmenso que se debe defender y preservar casi como una obligación innata a la naturaleza humana. De paso les permite asociar ese concepto con los llamados valores universales tradicionales, como la familia y las buenas costumbres, englobando una conducta deseada que para ellos establece la diferencia entre la condenación y la salvación y no sólo en el aspecto religioso.

Sin embargo cabría formularse la interrogante. ¿Es realmente el Señor el garante de la patria? Dicho de otro modo, ¿es la nación un concepto al que todos sus habitantes deben someterse por mandato divino? Veamos: el axioma patriótico implica la aceptación de una serie de símbolos representativos cuya sola presencia implican un grado de idolatría, como la bandera y los escudos de armas. Más aún: el hecho de ser mostrado como una instancia superior que rige a la totalidad de las personas, quienes se hallan resignadas a observarla desde abajo, puede ser calificado como un elemento que se coloca a la altura de Dios, aunque se insista que fue el mismo Creador quien la instituyó, pues aún así opaca su gloria (al respecto, cabe recordar la enorme cantidad de dictadores y gobernantes megalómanos que aseveran estar ahí por decisión del Altísimo, tergiversando el capítulo trece de la carta a los Romanos). Por otro lado, otorgarle una connotación superior a un determinado terruño, y a la población nacida en él, es una clara contradicción al principio de universalidad y de igualdad que posee el evangelio, donde, como lo recalcó Pedro, "no se hacen acepciones".

No obstante, si nos remitimos a la Biblia, nos damos cuenta de las consecuencias desastrosas que para varones y mujeres incluso temerosos del Señor trajo la reverencia a una determinada patria. Ya en el Antiguo Testamento, y aunque Israel fuese reconocido como la nación escogida. Cuando la población le reclamó a Yavé la erección de una monarquía, el mismo redactor de las Escrituras reconoce que tal petición tenía la intención de unir a los habitantes de la vieja Palestina en un solo país, con la finalidad disimulada de poder guarecerse bajo un paraguas que entre otras cosas protegiera a la gente del propio Dios. Y los soberanos dejaron bastante que desear. Sólo se requirió de tres ellos para dividir el reino en dos y que ambas parte se enfrascasen luego en luchas fratricidas -efectuando alianzas con imperios extranjeros para sacar ventaja- que acabaron enviando al pueblo al destierro. Ni las oraciones humildes por sabiduría les sirvieron. Después trataron de regresar al reinado unificado tras las rebelión de los macabeos, sólo para conocer un siglo y medio de paz antes de que se produjese la invasión romana. El seguimiento ciego e incondicional a un territorio representativo los envió al despeñadero, cosa que no acaeció cuando se era una simple conjunción de tribus donde cada clan tenía una similar cantidad de hectáreas.

 Por su parte, el Nuevo Testamento aclara que Jesús vino a buscar pueblos, no patrias. Incluso, cuando Israel era un simple pueblo le fue mejor en términos espirituales que tras transformarse en una nación con sus propios símbolos y gobernantes absolutos. Enseguida, la adoración a un determinado país ha sido descartada del mensaje cristiano por tratarse de una práctica que atenta contra la predicación universal e incondicional de la palabra, además de esconder concepciones idólatras y paganas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Tesoros Lejos del Cielo

El llamado evangelio de la prosperidad (no me atrevo a decir teología, pues esa palabra encierra un rigor reflexivo del que los entusiastas de esta tendencia carecen) está ganando cada vez un mayor terreno entre las iglesias evangélicas, al extremo de que en algunos países se calcula que dos de tres hermanos asisten a un templo en donde se imparte de manera constante esta visión del mensaje cristiano. Recintos que, en concordancia con dicha doctrina, son enormes, cuentan con una alta cantidad de asistentes y sus líderes presentan una más que aceptable solvencia económica.

¿Qué motiva a un predicador cualquiera a tomar este camino, llegando a un fundar una congregación que se dedique a su difusión? Primero, la existencia de un discurso reducido en términos intelectuales, fácil de comprender por la multitud y que apela a sensaciones puramente emotivas. Basado, además, en una distorsión de conceptos tales como gracia, salvación y misericordia. Se parte haciendo una asociación antojadiza e irreflexiva entre la bonanza pecuniaria y las implicaciones que acarrearía la fe en el único Dios verdadero que aparte es el ser más poderoso imaginable. Por estar del lado del Señor, una entidad muchísimo más potente que los genios, las hadas o el azar, se piensa que por arte de magia los problemas terrenales serán solucionados. Para colmo, la no concreción de esa clase de satisfacciones es una señal de que el individuo no es un convertido de verdad, y está recibiendo un merecido castigo producto de una falta parcial de fe. De cierto modo, el "cree en Él y serás rico" es asimilado al "cree en Él y serás salvo". Una proclama que en boca de un líder carismático es capaz de convencer a una masa de gente desvalida que por lo general no conoce del cristianismo más allá de las fiestas religiosas populares.

A esto se añade una motivación de carácter exclusivamente práctico, que también tiene más de emotividad -y de impulsividad- que de espiritualidad. Si un feligrés prospera en términos monetarios, será capaz de otorgar ofrendas mucho más suculentas, que engrosarán las arcas de su congregación, pero igualmente de su líder. Quien a su vez estará en condiciones de transformarse en su propio ejemplo de prosperidad, demostrando las supuestas bendiciones construyendo un templo más grande y aumentando su nivel de vida. Entonces sus dirigidos sentirán el deber de agradecerle por haberlos sacado del atolladero, presentándole más dádivas conforme ven aumentados sus ingresos, y atrayendo a conocidos que obrarán del mismo modo si llegan a abandonar su condición de desdicha. Negocio redondo. O mejor dicho, círculo vicioso. Amparado en el principio pragmático que subyace en todas las iglesias evangélicas -y que es necesario que sea así- donde las prebendas pecuniarias se consideran imprescindibles para resolver cuestiones puntuales como el mantenimiento del edificio del culto y de sus encargados. Fuera de que, como se supone que es Dios quien está dejando caer su gracia, entonces se torna un mandato mostrar gratitud apartando una cantidad proporcional de lo ganado que en teoría es para Él. En situaciones normales, dicho porcentaje está representado por el diezmo, sin embargo es común que esta clase de predicadores exija más, argumentando que las dispensas divinas son infinitas.

Por eso es que algunos de estos líderes se comportan de un modo muy similar al de sus pares de las llamadas sectas destructivas, quienes les suelen ordenar a los iniciados entregar todos sus bienes a la congregación. El problema es que, al igual que como sucede en los gobiernos teocráticos, la administración no la ejerce Dios o los dioses sino hombres comunes y corrientes con investiduras -muchas veces auto proclamadas- de sacerdotes, pastores o ministros. Y lo grave es que el poder que adquieren esta clase de predicadores lo estimula a verse a sí mismos como dioses, llegando a eclipsar al verdadero.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi Difunta Esposa de Ocho Años

Conmoción internacional ha provocado la muerte, en Yemen, de Rawan, una niña de ocho años que falleció producto de las lesiones sexuales provocadas por su marido de cuarenta, durante la noche de bodas. La muchacha, como por lo demás es común en varios países tercermundistas, fue entregada contra su voluntad por sus familiares al hombre que finalmente le ocasionó el deceso, en un matrimonio legal de acuerdo a la normativa del territorio donde fue acordado. Por eso, lo más probable es que el sujeto no vaya a prisión por este homicidio: de hecho, ya se dictó sentencia respecto del caso y sólo ha sido condenado a pagar una multa.

Los acontecimientos han sido la ocasión para que una vez más los habitantes de países occidentales, desde los libre pensadores hasta los cristianos más devotos, coloquen en el grito en el cielo y exijan a las autoridades internacionales un mayor control sobre lo que para unos son culturas atrasadas y para otros lugares apartados de la fe en Dios. Y en el caso específico que atañe a este artículo, existen antecedentes anexos que permiten señalar con el dedo a determinados sistemas de creencias que hace un buen rato pertenecen a la categoría de los sospechosos de siempre. Para comenzar, Yemen es una nación islámica a ultranza, situada al sur de la península arábiga, que de tarde en tarde entrega noticias acerca de aberraciones similares o incluso peores que la que estamos analizando ahora. Suficiente para que de nuevo se despotrique en contra de la religión fundada por Mahoma, llegando algunos a desear su exterminio. Es cierto: allá la situación de la mujer está más que depauperada, y una de las causas más importantes reside precisamente en las interpretaciones más escandalosas que los musulmanes le hacen a sus textos consagrados y las cuales son conocidas y reprobadas al menos por todos quienes no profesan dicho credo. Pero ocurre que la propensión a desposar a niñas pequeñas está presente también en el hinduismo -que nos han legado el sobre valorado Kamasutra- e incluso en civilizaciones indígenas americanas respecto de quienes, por cierto, los más agnósticos y escépticos del primer mundo intentan que mantengan sus tradiciones, debido a una obligación por respetar la diversidad y como una muestra de la resistencia a los vicios de la sociedad contemporánea.

De estas conductas no han estado ausentes los cristianos. Sólo hasta hace medio siglo, en el occidente más avanzado era común ver casadas, quizá no a niñas de ocho años, pero sí a púberes de catorce, que no dejaban de ser menores de edad. Incluso en la actualidad en algunos países de América Central se producen matrimonios entre chicos de ambos géneros que apenas cuentan con trece años. Sin contar la práctica, todavía vigente en ciertos lugares, de obligar a contraer el vínculo a muchachos que han generado un embarazo adolescente, enlaces que por lo demás nunca sobreviven más allá de un lustro (y qué más da: te divorcias y al poco tiempo te consigues o te consiguen una nueva pareja, para así seguir transmitiendo los valores de la familia). Más aún: abundan los padres de culto semanal que presionan de modo incesante a sus hijas e hijos para que se unan en connubio lo antes posible, ya que la soltería prolongada constituye una muestra de falta de bendición divina o de que existen puntos dudosos en la espiritualidad individual. No faltan los líderes que recalcan esta suerte de prescripción consuetudinaria desde los púlpitos, a veces con imprecaciones muy agresivas en contra de quienes prefieren continuar en solitario. Para colmo, en determinadas congregaciones se les otorga mayor participación a los casados, por una cuestión de costumbre, aunque en algunas ocasiones se les explica a los demás que ésa es precisamente la motivación. Ya ni siquiera es necesario mencionar a aquellas denominaciones que colocan como condición el estar casado para dirigir una iglesia.

Todas estas conductas deben ser revisadas y no reducidas a su mínima expresión, sino que directamente eliminadas. Quizá en ningún país cristiano una niña de ocho años corra el riesgo de morir en su noche de bodas, pero estoy seguro que ahora mismo contamos con distintos casos de mujeres malmaridadas, hasta de varones que han caído en tal condición. Sólo por complacer a un adulto o a una comunidad que aseguraban que sus preceptos eran palabra revelada, abogándose el derecho de hablar en nombre de Dios sin entender que el Altísimo escucha a la totalidad de las personas por igual sin elaborar la menor acepción.

domingo, 1 de septiembre de 2013

El Evangelio de los Matones

Durante la semana se conoció la noticia de que, en Brasil, una iglesia evangélica fue obligada a pagar una millonaria indemnización a un antiguo empleado por concepto de "daño moral", después de que éste denunciara al pastor y a los demás encargados del templo por el constante acoso laboral que sufría, el cual tenía características semejantes a las del matonismo escolar. En la mayoría de las ocasiones, los miembros de la congregación se mofaban del trabajador porque no estaba convertido, y lo trataban como un ser inferior debido al supuesto de que no había conocido al Señor. Una conducta que incluso derivó en agresiones físicas.

Desconozco el tipo de doctrina que se estaba impartiendo en esa comunidad. Al parecer, se trataba de una mega iglesia tendiente a difundir el "evangelio de la prosperidad", las cuales por cierto pululan en el país de la zamba y son una de las principales causas del aumento cuantitativo de los cristianos reformados en aquel lugar. Un tipo de enseñanza que por sus características resulta propicio para que se den incidentes de ésos que define el anglicismo "bullying": ya sea por el contenido doctrinal -el progreso económico y social es una muestra de la fidelidad espiritual del beneficiario, pues Dios le está retribuyendo producto de su celosa observancia- o por la prepotencia de sus predicadores, que actúan con una mezcla de fanatismo religioso y triunfalismo, calificando a quienes no consiguen ganancias pecuniarias como personas que están siendo castigadas porque no han aceptado de verdad al Señor en su corazón. En resumen, efectúan una diferencia entre ganadores ("victoriosos") y perdedores que en términos de uso práctico es equivalente a la caricatura de los adolescentes de las escuelas norteamericanas.

Sin embargo, este tipo de actitudes no es patrimonio de un grupo de hermanos en particular. Es muy común que al interior de las iglesias, se señale con el dedo a aquellos miembros que por ejemplo, no expresan su creencia de un modo más vistoso o efusivo, a veces entendidas esas manifestaciones en términos puramente de emotividad histérica. En otros casos se califica como "débiles en la fe" a quienes prefieren abstenerse de comer determinados alimentos o que por distintos motivos prefieren no participar en las reparticiones que se aprecian como más llamativas dentro de una comunidad, como los coros, las alabanzas o la organización de las celebraciones. Integrantes que disfrutan de formas específicas de arte, que cuentan con estudios superiores o que practican actividades más intelectuales son mirados con una dosis de recelo y cualquiera que pasa a su lado les advierte del cuidado que significa seguir una profesión o un oficio que en teoría genera el escepticismo y estimula a las personas a abandonar a Dios. En más de una ocasión los interlocutores hablan con una sorna que es muy propia de un matón carismático que es capaz de liderar a una masa determinada para que obedezca sus imposiciones. Por lo general, se trata de componentes que tienen algún grado de autoridad al interior del templo, ya sea oficial o informal, dada esta última por su presencia e intromisión en los variados quehaceres de la comunidad. Quienes en muchas ocasiones están convencidos de que poseen una suerte de mandato divino para censurar a quien consideran recién iniciado o todavía no distanciado de los "pecados de la carne".

Nadie aquí está cuestionando la debida corrección en contra de un hermano que con sus actitudes le está generando un desprestigio a la iglesia. Sin embargo, hay que distinguir estos sucesos de otros que sólo constituyen un maltrato, conducta estimulada por una combinación de vanagloria y prejuicios. De esto último, abunda de manera visible en las congregaciones. De lo primero, si bien se insiste en tener cuidado, al final igual está soterrado sólo de una manera distinta a lo que se imagina. Muchos de esos agresores son los que de verdad deberían experimentar una represión. Ojalá esta llegue de parte de los mismos cristianos, y no tengan que ser, al igual que en Brasil, jueces civiles quienes marquen las pautas.

domingo, 18 de agosto de 2013

La Posibilidad de Vida Extraterrestre

El asunto de la posibilidad de que exista vida en otros planetas -no necesariamente inteligente- es un asunto que siempre ha provocado escozor entre los cristianos, en especial los de cuño más conservador. Muchas congregaciones la rechazan de plano, aduciendo justificaciones de índole puramente emocional en ciertos casos carentes de una cuota aceptable de racionalidad. Se ataca la idea tras observar a los diversos movimientos seudo científicos y con pretensiones místicas que la sostienen, los cuales desde luego deben ser considerados como idólatras si uno se atiene en forma exclusiva a los preceptos bíblicos. A ello se han agregado determinadas afirmaciones de estos grupos que algunos creyentes han sentido como una ofensa y una provocación, por ejemplo insistir en considerar a Jesús como un alienígena, situación que es una perogrullada si se considera que al tratarse del hijo de Dios no pudo sino venir de fuera del planeta; pero que a algunos cristianos les retrotrae a la caricatura de los hombrecillos verdes y los monstruosos reptiles que el cine de clase B y las historietas hicieron popular en la década de 1950, y que estaban diseñados a propósito para generar repulsión en el receptor.

Hay una lógica que siguen los detractores de estos temas que quizá ellos mismos nunca han imaginado, pero que de igual modo ordena y dirige su modo de proceder. Cuando el pensamiento occidental estaba regido por la tesis del sistema geocéntrico -aquel que aseguraba que todos los cuerpos celestes probables giraban alrededor de la Tierra-, se podía avalar con argumentos no teológicos el principio cristiano que ubica al hombre como centro de la creación. Por eso dicho predicamento fue defendido por la iglesia católica al extremo de llevar a la inquisición afirmaban cosas opuestas como Galileo Galilei. Sin embargo, tras verificarse que vivíamos en otro "mundo errante", que daba vueltas en derredor de una estrella deshabitada, la humanidad se vio forzada a aceptar el primero de una serie de golpes a un orgullo que contaba con el más impenetrable de los amparos, como es el dogma religioso. Dicho así, en términos generales, porque otros credos también apoyaban esta teoría basándose en una simple mirada al cielo que constataba que el Sol "caminaba" a través de la bóveda del firmamento. Para colmo, luego se descubrió que todo formaba una ínfima parte de una enorme galaxia, que además era sólo una de las millones que pululaban por el universo en permanente expansión. La única barrera que aún no se ha conseguido flanquear es precisamente la existencia de vida extraterrestre, asunto que, pese a la vasta cifra de especulaciones surgidas al respecto -serias y de las otras- aún no ha logrado ser corroborado -o rechazado- desde el ámbito científico.

Al respecto, hay un antecedente muy interesante acerca de lo que puede ocurrir con los distintos sistemas de creencias de ser hallada finalmente vida alienígena. Es lo que atañe al descubrimiento de América. El que existiesen poblaciones enteras que jamás oyeron hablar del Dios cristiano resultó tan desconcertante para la población europea que se puede incluir como una de las diversas causas que aceleraron tanto la Reforma de Lutero como el tránsito hacia lo secular que caracterizó al Renacimiento. De hecho, nada más se supo que lo visitado por Colón era un continente desconocido hasta entonces, la iglesia romana intentó apaciguar los ánimos aseverando que los indígenas americanos eran descendientes de las llamadas tribus perdidas de Israel y que estas tierras recién exploradas eran el verdadero sitio del paraíso terrenal. Muchos a propósito aseveran que de confirmarse que en efecto hay extraterrestres más allá del sistema solar lo primero que caería en tela de juicio sería la fe. Para quienes sostienen su cotidianidad en la Biblia una hallazgo de tal envergadura abriría una grieta repleta de interrogantes tanto o más infinita que el mismo universo. ¿Habrán escuchado estos seres la palabra de Dios? Si no es así, ¿cómo han sobrevivido todo este tiempo sin conocerla? Y si es de modo opuesto, ¿quién se las comunicó? ¿Murió Cristo en más de una oportunidad por los pecadores de distintos mundos? Si estos sujetos son de un aspecto físico completamente desconocido para los humanos, ¿qué acaece con el principio de "imagen y semejanza"? Aún si se tratara de individuos carentes de inteligencia propondrían la interrogante respecto de su lugar en la creación. No faltaría quien tuviera la sensación de que las Escrituras no dan respuestas.

Hasta ahora, los diferentes descubrimientos acerca de la composición del universo parecen inclinar la balanza contra la idea de la existencia de vida extraterrestre (bueno: tampoco existen pruebas científicas acerca de la existencia de Dios). Sin embargo, ello no asegura que el péndulo no girará ya desde el día de mañana. Cabría cuestionarse acerca de que si, como cristianos, estamos preparados para el advenimiento de un momento como ése. Y una teoría que sostiene que los alienígenas no existen porque no son mencionados en la Biblia, ayuda bastante poco. Las Escrituras no hablan de las galaxias ni de América, y cuando estos hallazgos fueron confirmados, una parte importante de los creyentes, en especial quienes rechazaban la aparición de estos elementos amparados sólo en una fe no reflexiva, se vieron en un considerable aprieto espiritual. Es de esperar que una revelación como la descrita en este artículo, cuyo tamaño es por supuesto mayor, no aseste un golpe de gracia definitivo al cristianismo, que ha salido de anteriores crisis merced a hombres muy firmes en sus creencias, pero que además no se cerraban a nuevas realidades ni profundos debates.

domingo, 11 de agosto de 2013

Feliz Día, Niños Abusados

En los últimos minutos que le quedan a este día del niño, uno no puede dejar de ver a esos infantes atiborrados de regalos sin hacer un contraste con lo que les sucede a los menores que se encuentran bajo la tutela del aparato público, los cuales, de acuerdo a informes fidedignos que además las mismas autoridades intentaron ocultar, llevan décadas sufriendo abusos en aquellos orfanatos donde se supone han sido enviados con el propósito de garantizarles protección. Muchachos que, y esto también ha sido revelado en los escritos ya mencionados, durante todo este periodo perfectamente pudieron haber sido criados por ambos o uno de sus padres, cuando no por un familiar directo. Pero que fueron sometidos al arbitrio de un funcionario judicial que obró de acuerdo a prejuicios más que a un criterio.

La verdad es que en esta polaridad de situaciones, que afecta a niños que en muchos casos tienen la misma edad, idéntica contextura física y sueños similares, una vez más se puede constatar el carácter clasista de la ideología de la familia, que además está ligada de un modo muy íntimo al liberalismo económico en sus versiones más salvajes e inhumanas. Sólo aquellos padres que son capaces de gastar una aceptable suma de dinero en los centros comerciales luego reciben una autorización consuetudinaria para criar a sus hijos como a ellos les plazca, incluyendo la aplicación de castigos. Por su parte, estos chicos adquieren un derecho tácito a ser el centro de atracción y a pasear los obsequios recibidos con orgullo frente a sus amigos y con especial presunción frente a quienes les tocaron progenitores con menor poder adquisitivo. Una conducta que por cierto no deja de lado anomalías con el matonaje escolar. Lo peor es que quizá los muchachos menos afortunados ni siquiera salgan durante estos días a la vereda, menos por una vergüenza que por una recomendación de sus mismos criadores; no vaya a ocurrir que pase una funcionaria pública y se conmueva ante su precaria realidad, decidiendo iniciar los trámites para que ese menor sea finalmente llevado a un hogar de acogida. Mire que los regalos costosos y relacionados con artículos de último modelo no sólo aseguran la dicha infantil, sino que de manera adicional generan circulación monetaria y por ende aumenta el ritmo de crecimiento del país.

El recién destapado escándalo de los abusos en los orfanatos devela a un Estado que actúa como ese padre castigador, estúpido e ignorante que las mismas autoridades públicas incentivan a erradicar mediante diversas campañas publicitarias y medidas que incluyen precisamente a estos vapuleados centros para menores. Se califica de modo punitivo primero a los progenitores originales, antes que nada por carecer de capacidad adquisitiva, hecho que sirve para desatar una serie de sospechas. Ya asentados los prejuicios, se buscar colocar cercos en la vida del niño pobre, pues se acepta que sólo por su origen se halla más propenso a cometer acciones antisociales y reñidas con la justicia. En suma el aparato público se comporta como la caricatura del imbécil que azota a su hijo menos como consecuencia de una travesura sino como una forma de corrección preventiva. Y cuando la mentalidad del pequeño ha sido deformada y dañada de manera irreparable, los agentes gubernamentales efectúan un abandono, justamente el pretexto debido al cual fue arrancado de su núcleo familiar y encerrado en un hogar común. O aprovechan las circunstancias y se dedican a la explotación infantil, otro subterfugio empleado para apartar a los chicos de sus parientes cercanos.

Todo ello en un país cuyas autoridades tienen una visión idealizada y carente de realidad acerca de la maternidad -derivada precisamente de su particular posición social-, donde el aborto es ilegal bajo cualquier coyuntura y el uso de anticonceptivos y las personas que no han engendrado hijos, si bien son aceptadas igualmente son miradas con recelo. Si la madre opta por continuar con un embarazo se salva del linchamiento y el escarnio. Pero será el niño quien de ahora en adelante estará obligado a cargar con la culpa, no de una concepción concretada en circunstancias irresponsables (porque finalmente la preñez libra de todo mal), sino de haber nacido en un entorno estimado como vulnerable. Si no encuentra quien le dé regalos entonces será víctima de golpes y violaciones. Por su bien.

lunes, 5 de agosto de 2013

Misioneros con Vaqueros y Obesidad Mórbida

En una de las múltiples -e intrascendentes- intervenciones verbales del papa en su reciente visita a Brasil, abogó por la existencia de "misioneros que vistieran pantalones vaqueros y comieran en el Mc Donalds". Al igual que el resto de sus discursos éste le significó aplausos de la galería y elogios de la prensa. No debiera ser de otra manera. Nos encontramos en medio de una reunión entre un líder y sus partidarios incondicionales, relación que se torna más estrecha cuando se trata de una religión. Tengan por sentado que con cualquier otro pontífice, incluyendo los más ultramontanos Wojtyla y Ratzinger, habría acaecido lo mismo, y en efecto ocurrió así en varias ocasiones. Lo interesante en este caso es que esta declaración, al igual que otras, pasó inadvertida frente al "quién soy yo para juzgar a un homosexual", opinión que fue exhibida como la muestra más cabal del definitivo golpe de timón que aseveran los portavoces de la iglesia católica será dado al interior de dicha institución con su recién estrenada máxima autoridad. Como si el mismo Jesús no hubiese dicho palabras similares, que por cierto están recogidas en los evangelios.

Pero regresemos a las palabras que dan origen a este artículo. Por supuesto que han sido espetadas en sentido metafórico, con la intención de hacer un llamado a los feligreses, en especial a los más entusiastas, a dejar de pensar que los mejores lugares para desarrollar una vocación religiosa son los claustros o los confesionarios. Se les insiste en la idea de que se puede evangelizar en la calle, prescindiendo de los hábitos y no teniendo más conocimientos que el de cualquier hijo de vecino (de ahí la comparación con las vestimentas). En síntesis, que sean personas que se esfuercen por conocer la realidad cotidiana con el propósito de mejorarla. Una sugerencia que, hasta cierto punto, es motivada, en clave negativa, por los diversos escándalos que han sacudido a la iglesia católica en el último tiempo, y que guardan una íntima relación con esa praxis secretista que caracteriza a los consagrados del romanismo, la cual no lo debemos olvidar, ha sido un procedimiento avalado por la institución madre prácticamente desde que existe. Frente a este cúmulo de malas experiencias, se propone, en cierto modo, imitar lo obrado durante las décadas más recientes por las comunidades evangélicas, las mismas que tanto este pontífice como sus antecesores tratan en forma despectiva de "sectas pentecostales" acusándolas de distorsionar el mensaje cristiano en buena medida producto de la ignorancia de sus dirigentes a quienes curiosamente el propio papismo acusa de falta de estudios. Pero que vienen exponiendo un éxito cuantitativo y cualitativo considerable, al extremo que en su seno se han allegado más ciudadanos de formación católica que en los grupos agnósticos, ateos, espiritistas o indigenistas.

Tal vez esa aparente ambigüedad esconda un mensaje coherente. En particular porque en otro de sus discursos emitidos en Brasil, Francisco llama a estos misioneros a intentar recuperar para el catolicismo -la única iglesia verdadera- a quienes se han convertido a las distintas congregaciones evangélicas existentes en América Latina. Sin embargo, y al margen de estas anécdotas, cabría preguntarse si realmente Bergoglio cree que sus buenas intenciones -más bien palabras de buena crianza- tendrán algún resultado. Sobre todo al momento de romper siquiera por milímetros la pétrea y hermética estructura de su institución, de carácter eminentemente vertical y repleta de jerarquías y ritos que deben ser respetados porque constituyen un mandato divino, además de constituir la esencia y el espinazo de la organización. Ya hay indicios en la investigación llevada adelante contra los administradores del llamado Banco Vaticano de que eso no es cosa fácil. No obstante, y a la luz de esos antecedentes, ¿es honesto el papa cuando formula tales proposiciones, si debido a la sola naturaleza del romanismo siempre devendrán en quimeras imposibles? Si lleva adelante las medidas que muchos esperan, desaparecerá la estructura del catolicismo tal como la conocemos, y que es la misma que lo elevó al pontificado. Fuera de que los denominados laicos deben someterse a protocolos muy rigurosos al momento de querer divulgar el mensaje de salvación así como sus eventuales aplicaciones. De partida están forzados a seguir un estricto aprendizaje teológico que incluye declaraciones magisteriales e interpretaciones de la Biblia que los educandos tienen que saber prácticamente de memoria, pues a veces una coma mal puesta puede conducir a una denuncia por herejía. ¿Estarán en realidad dispuestos los purpurados a dejar la labor proselitista en manos de autodidactas neófitos que podrían obtener réditos positivos, pero igualmente caer en graves errores doctrinales?

La respuesta simplemente es no. Por lo que los dichos de Francisco, si no son palabras hueras espetadas con el afán de conseguir el aplauso fácil, sí constituyen un engaño, algo que es más probable si se atiende a la historia del catolicismo y justamente a esa preparación que distingue a los sacerdotes y los teólogos del resto de los fieles. De hecho, de concretarse sus sugerencias la iglesia romana estaría más cerca de transformarse en "una ONG piadosa", algo que precisamente este papa ha manifestado que desea evitar. Por lo que no se le debe tener fe a esos eventuales misioneros de vaqueros y Mc Donalds, esa asquerosa cadena de locales de comida rápida que ha sido una de las responsables del disparo de la obesidad mórbida a nivel mundial, y que representa una serie de anomalías muy lejanas del espíritu cristiano.

lunes, 29 de julio de 2013

Intolerancia y Un Asalto a la Catedral

Desde luego que existen argumentos sólidos para repudiar la irrupción que un centenar de activistas en pro del aborto llevó a cabo en la Catedral de Santiago, donde, no conformes con interrumpir una misa, destruyeron distintos objetos que había en el lugar y además sacaron unas bancas a la calle con la clara intención de prenderles fuego. Aquí van dos. Primero, se trata de un hecho que podría haber sucedido en un recinto de cualquier otra confesión religiosa (y si entendemos la lógica de quienes concretaron el asalto, entonces varias estarían en su mira). Luego, guste o no, el templo afectado posee un valor agregado de carácter patrimonial que trasciende los márgenes del catolicismo, incluyendo los ideológicos, justamente los que eran apuntados por los manifestantes.

Sin embargo, a los integrantes de la iglesia católica, desde el más anónimo de los penitentes hasta el propio presidente de la Conferencia Episcopal, quien además oficiaba la misa que fue interrumpida, les cabe efectuar un examen de conciencia y preguntarse acerca de las causas que impulsaron este incidente. Que no se reducen a un acto de vándalos incapaces de aceptar la libertad de culto, como han mencionado las autoridades eclesiásticas y han repetido a coro sus símiles políticas (toda vez que resulta un contrasentido hablar de tolerancia por la conciencia religiosa, en circunstancias de que nos referimos al único credo oficial del Estado, situación garantizada por la propia Constitución). Por supuesto que se trata de un acontecimiento violento y en varios aspectos condenable. Pero que en buena medida es una reacción a los juicios agresivos que los prelados han venido formulando hace varias décadas en contra de quienes no piensan igual que ellos. Destinatarios que por cierto están en todo su derecho de sentirse ofendidos y enseguida de presentar sus descargos. Atributos que les son negados por los sacerdotes, quienes por su sola investidura se consideran los poseedores de una verdad absoluta, condición que impide la más mínima posibilidad de debate.

Ahora, a este fenómeno de la cerradura hermética (dejada así por uno de los contrincantes, quien además se atribuye la decisión de mantenerla o no así), se añade un hecho coyuntural: el embarazo de una niña de once años que fue violada en reiteradas ocasiones por su padrastro, más encima con el consentimiento de su madre biológica, en uno de los seis países en donde el aborto es ilegal en todo aspecto, incluso en los llamados casos terapéuticos -aquellas preñeces que es imprescindible interrumpir porque tanto la vida de la madre como la del feto se hallan en inminente riesgo-. La iglesia católica siempre ha procurado que las cosas permanezcan así y para ese cometido se ha valido, acudiendo a prácticas muy oscuras y reñidas con la ética, de sus importantes influencias políticas y económicas. Para colmo los sacerdotes insisten en calificar al malparto como un crimen que reviste la mayor gravedad al extremo de señalar que está exento de la misericordia divina (no ocurre lo mismo con el abuso sexual), lo cual se contradice por cierto con las enseñanzas de los evangelios. Una conducta irracional e irreflexiva que a la larga se transforma en una provocación. Estímulos a la ira que los curas vienen efectuando desde hace un buen tiempo, y que a la larga agotan la paciencia de los ofendidos más pacíficos, desencadenando respuestas como la dada por los manifestantes de la Catedral. De acuerdo: se puede argüir que los romanistas no han empleado la violencia física directa. Pero eso es porque no la requieren, ya que cuentan con un círculo de ciudadanos preponderantes que los apoyan, y hasta ellos mismos han acumulado una gran cantidad de poder.

Más allá de que lo obrado por los atacantes fuera acertado o no; o del grado de simpatía que pudiesen despertar los partidarios del aborto (a mí más bien me generan antipatía): lo cierto es que la iglesia católica está cosechando lo que ha sembrado. Una advertencia entregada por el propio Jesús en los evangelios. Y así están creciendo las semillas del odio y la intolerancia. Algo que no guarda relación con los niveles de fe papista existentes en el país, sino con la represión propugnada por un puñado de sujetos que hablan de libertad cuando les conviene a ellos, y de obediencia incondicional cuando se refiere a los demás. De hecho estas agresiones acaecen en sitios donde el romanismo ha ejercido una férula que va más allá de lo permitido, como sucedió en la España de la guerra civil Y no son lugares donde el catolicismo sea minoría, precisamente.

                 

domingo, 21 de julio de 2013

Espionaje a la Moralina

No sólo los indignados de costumbre han levantado la voz ante el escándalo de las redes oficiales de espionaje que está sacudiendo a la sociedad norteamericana, en donde se ha descubierto que tanto otros países como los ciudadanos del mismo Estados Unidos han sido vigilados a partes iguales. En esta ocasión, a las protestas se han sumado los representantes de las distintas iglesias evangélicas de la nación, en especial las más conservadoras, que se supone siempre expresan una opinión neutral o levemente favorable a este tipo de prácticas. ¿Motivos? Resulta que se ha sabido que algunos seguimientos han afectado a los miembros y líderes de estas congregaciones, que han caído en la sospecha debido a su férrea oposición a ciertas políticas que el actual gobierno estadounidense desea implementar, como el matrimonio homosexual, la ampliación del acceso al aborto o la experimentación con células madre extraídas de embriones.

A estas alturas, los pastores y hermanos norteamericanos deberían caer en la cuenta de que los intereses del César no necesariamente coinciden con los de Dios. Incluso en la mayoría de los casos difieren. Y no están obligados a pegarse la palmada en la frente porque ya sean "lo bastante grandecitos" como se dice en el habla popular, ni porque se pueda reunir una amplia gama de pruebas históricas al respecto. Sino debido a que se trata de una advertencia formulada por el propio Jesús, quien como buen hijo del Señor ya vislumbraba las ambiguas consecuencias que podía acarrear el confundir la fe con el servicio público (sin dejar de admitir que ambas cosas son benéficas para el ser humano y por lo tanto en ninguna manera resultan incompatibles). Algo que también se aplica a naciones como Estados Unidos aunque hayan sido construidas bajo los valores morales, sociales y culturales que ellos buscan preservar. Que sean un estandarte contra la corrupción del libertinaje o que se desvivan por el ideario de una comunidad perfecta en términos conservadores no los torna inmunes a una eventual persecución de una autoridad surgida de las instituciones oficiales aunque dicho aparato fuera edificado por personas que compartían gran parte de su visión del mundo y la humanidad. Esperar algún signo contrario es pecar de ingenuo. Así, porque la supuesta inocencia no es un fruto de la ignorancia sino que nace de una incapacidad de afrontar la realidad.

Por otro lado, cabe señalar que desde que existen los llamados "servicios de inteligencia" los sucesivos gobiernos de Estados Unidos los han utilizado para espiar a los connacionales que son rotulados como peligrosos. Casos descubiertos abundan en la historia, sobre todo durante los últimos cien años. Y no caigamos en el simplismo de detenernos en el bochorno de Watergate, que a estas alturas hay un consenso universal en el sentido de catalogar ese hecho como perteneciente a la delincuencia común (si bien costó calificarlo así en un principio: Nixon al final se vio obligado a renunciar porque no por el soplo en sí, sino porque lo negó frente a la comisión investigadora, que no tardó en hallar la verdad). Por ejemplo, a los dirigentes afroamericanos, incluido Luther King, que luchaban contra la segregación racial, se los vigiló durante las décadas de 1950 y 1960, seguimiento del que también fueron víctimas los grupos pacifistas en el decenio de 1970, lo cual alcanzó ni más ni menos que a John Lennon (de acuerdo, era extranjero; pero residía en New York de modo completamente legal). ¿Vimos alguna vez a las congregaciones que hoy rasgan vestiduras manifestarse al respecto? Lo más probable es que en las sobremesas hogareñas y hasta en los sermones desde el púlpito, hubiesen expresado su apoyo, ya que se trataba de mecanismos que intentaban impedir la intromisión de ideas extrañas y foráneas que trataban de distorsionar la formación cristiana de los ciudadanos. Quién no asegura que entre las filas de estos hermanos no se encontrase algún agente. Ahora, cuando el sistema que en el pasado aplaudieron se gira en su contra, están dispuestos a reconocer que no era tan bueno.

Tampoco hay que dar señas de un optimismo bobalicón ante un cúmulo de circunstancias que muestran una determinada realidad, pero que no es la que intentan presentar ciertos círculos de influencia o de poder. La mayoría de los personajes más conspicuos, al menos en territorio norteamericano, han fustigado a la administración de Barack Obama porque se escapa, aunque se trate de aspectos formales, a lo que se venía sucediendo en la política estadounidense. Este escándalo de espionaje es muy útil para darle fuerte en un aspecto que el propio gobernante aseveró iba a ser determinante en sus legislaturas, en el sentido de que con él Estados Unidos iba a resultar menos belicoso y más diplomático. Por cierto que un presidente de convicciones opuestas no sólo no va a descartar estas prácticas sino que lo más probable es que las aplique con mayor fuerza. No se trata de efectuar una apología de un mandatario que por lo demás hasta cierto punto se merece los ataques que le han venido efectuando en base a este tema. Sino de que las iglesias evangélicas comprendan de modo cabal que el propio Cristo estableció diferencias claras entre Dios y el César. Y que este último puede volverse contra ellos pese a que sea un hermano de fe, si sus intereses chocan con sus aspiraciones, incluso poniéndolos a nivel de esos inescrupulosos pecadores que tanto se han esmerado en combatir.

domingo, 14 de julio de 2013

El Pecador Karadima y el Justo Pizarro

En una entrevista concedida a un semanario, el sacerdote Eugenio Pizarro llamaba a la población a no ensañarse con el "pecador Karadima", pues "Jesús vino a salvar a esas personas y no a los justos". La vehemencia de la respuesta ha causado sorpresa entre los lectores, al tratarse de un cura reconocido por su trabajo en sectores populares que años atrás lanzó una candidatura presidencial apoyado por grupos alternativos de izquierda entre se encontraba el Partido Comunista, lo que le acarreó un conflicto muy importante con la autoridad eclesiástica que lo mantuvo suspendido durante un año de sus labores pastorales. En honor a la verdad, a pesar de que la defensa mancomunada sea una costumbre muy arraigada al interior de la iglesia católica, uno de todas formas esperaba una respuesta alejada del tono seco y cortante propio de los investidos que se mueven en los estratos más altos y reaccionarios de la sociedad, en especial porque había antecedentes, tímidos pero estaban ahí, al respecto. No fue éste el caso y más aún, el padre Pizarro aprovechó la ocasión para repetir ese discurso acerca de asuntos como el aborto y la homosexualidad tan lleno de clichés y moralina que también es impronta de sus colegas que ejercen su ministerio entre las clases acomodadas, si bien al mismo tiempo reclamó por lo que considera una falta de atención por parte de las jerarquías clericales y quienes las apoyan con aportes económicos a los padecimientos que a diario afectan a las capas más desposeídas del país.

Dejemos de lado las diferencias que algunos optimistas del romanismo suelen establecer entre los purpurados y los curas de parroquia, que al fin y al cabo la iglesia católica es una e indivisible y cuenta con una estructura de verticalidad que le otorga garantías para actuar como un único cuerpo (no el de Cristo, en todo caso). Comparemos mejor las intenciones -honestas aunque ingenuas- que tiene Eugenio Pizarro al colocar a su colega de votos junto a quienes requieren de misericordia divina, con las palabras de Jesús de las cuales extrae sus argumentos. El Salvador reconoce como justos a los fariseos y los escribas, que representaban la salvaguarda de la religión hebrea en el siglo I, personas que eran muy piadosas y observantes, y que procuraban que el resto de las personas los viera así, por lo que vivían haciendo alarde de que cumplían de manera ortodoxa con las prerrogativas rituales y externas del credo mosaico, asunto que impulsó al propio Señor a tacharlos de hipócritas. En contraste con ellos colocaba a los integrantes del pueblo raso, quienes estaban obligados a soportar la vanagloria de los auto proclamados "doctores de la ley", pero que a consecuencia del menoscabo de que eran parte terminaban por reconocer su ignorancia y decidían seguir las enseñanzas del mismo Verbo, porque querían aprender, algo que sus líderes espirituales les negaban pues no los consideraban aptos. En aquella masa amorfa, donde había prostitutas, mendigos e inválidos (maldecidos en el Pentateuco, ya que se pensaba que la miseria y los defectos físicos eran el resultado del pecado de los antepasados) publicanos (estafadores amparados por el imperio romano pero delincuentes de poca monta al fin) u obreros iletrados, surgieron los primeros discípulos del camino, que fueron importantes al momento de prolongar el evangelio tras la ascensión del hijo de Dios.

Si extrapolamos esta coyuntura a la época actual, tenemos que Fernando Karadima pertenecía al conglomerado de los justos, de acuerdo a la interpretación desplegada en el párrafo anterior. Se trataba de un sacerdote muy observante en asuntos rituales y morales, que si bien no llegó a ser obispo, gozó de altas cuotas de poder en todos los ámbitos, ya que estableció contactos con personas pudientes -lo cual le permitió efectuar con soltura sus fechorías-, creó una suerte de financiera bastante solvente en torno a la parroquia donde ejercía, y formó a una no despreciable cantidad de curas, entre quienes se cuentan cinco obispos actualmente en servicio activo. Desde el púlpito, les daba a entender a los fieles que eran impíos incorregibles simplemente porque no habían llegado al mismo grado de sapiencia que él -demostrado en forma externa por la investidura y por sus supuestos conocimientos en teología-. Actuación muy similar, por cierto, a la que sostenía con las víctimas de sus abusos sexuales, a quienes intimidaba valiéndose de su posición de ascendencia. Por contraste, estos infortunados sufrieron durante años el síndrome de quienes reciben esta clase de agresiones, a los cuales el victimario, como una manera de impedir las denuncias públicas en su contra, trata de intimidar traspasándoles la culpa, diciéndoles que están recibiendo una corrección producto de sus malas acciones. O sea que se trata de marginados y relegados a una segunda clase, en una circunstancia muy parecida a la experimentada por el pueblo raso en la Palestina del siglo I. Que ya por el hecho de tratarse de laicos frente a un cura -coyuntura que pesa entre los feligreses del catolicismo- se sitúan en un escalafón inferior. Los tachados de pecadores que tienen hambre y sed de justicia.

El problema de la defensa que ofrece Eugenio Pizarro es que guarda un terrorífico parecido con lo que expresó tiempo atrás una devota católica de clase alta, por entonces presidente de la Junta Nacional de Jardines Infantiles, quien aseveró que Karadima era una buena persona que fue impulsada a actuar por el diablo. Por otro lado resulta imposible evitar dejar de indignarse con las fechorías de ese sacerdote. No sólo por la cantidad de personas a las que afectó y lo reiterado en el tiempo, sino por las consecuencias que le significaron al agresor, que no se asemejan en caso alguno a una reparación legal o, ya que tanto les interesa a los curas, moral. El tipo no ha pasado un día en la cárcel y aunque permanece recluido en un convento por orden del Vaticano, con ello continúa recibiendo los beneficios de un investido -de uno con un amplio historial de influencias, además-. En resumen, no para de ser un fariseo justo al estilo de quienes Pizarro se refiere con tanto denuesto. Y junto a los cuales debe incluir a su protegido aunque no le parezca.

domingo, 7 de julio de 2013

El Virus de Baal en La Tirana

El brote de gripe aviar -ese virus de origen asiático que es capaz de matar a seis de cada diez infortunados que lo contraen- registrado en la región de Tarapacá, ha provocado la movilización de las autoridades sanitarias, que ya están empezando a distribuir vacunas entre la población. Reacción que algunos consideran tardía, pues en un par de semanas ya se han documentado doce fallecimientos a causa de esta enfermedad. Y que al parecer, está motivada por la reciente celebración de La Tirana, la fiesta mariana que cada dieciséis de julio se conmemora en la zona, atrayendo un invaluable flujo de turistas algunos incluso provenientes del extranjero, que no sólo arriban con el propósito de extender o pagar mandas, sino además de gozar de los placeres mundanos que caracterizan a cualquier carnaval, cuente o no con la venia eclesiástica. Al menos el plan de contingencia fue diseñado con la finalidad de evitar la temida suspensión de las actividades, decisión que habría afectado no sólo a los comerciantes menores y medianos, sino de modo especial al mercader mayor, que en este caso es la iglesia católica.

Ya sería una majadería tediosa preguntar si existe un real sentido espiritual cristiano en el marco de una festividad que, producto del estado de animosidad del común de sus participantes y del objeto al cual se le rinde supuesto culto, le sirve a la institución patrocinadora básicamente como sustento económico y eficaz propaganda -que a la larga también implica réditos monetarios-. Tampoco es necesario detenerse en el relato legendario que justifica el mantenimiento de esta celebración, que poco y nada tiene, no ya de espiritual, sino siquiera de edificador (un mozuelo español que para asegurar una noche con una noble indígena que odia a los peninsulares por lo que éstos le hicieron a sus familiares, la trata de impresionar enseñándole los recovecos más excitantes del catolicismo). Al fin y al cabo, los propios representantes del romanismo hablan de una fusión entre tradiciones precolombinas y la costumbre occidental de adorar a la Virgen (que no María) a la que luego clasifican en un estamento aparte, al que denominan "religión popular". Sin embargo, igual cabe detenerse a reflexionar en esta situación de pánico, legítimo de todas formas, que ha generado un minúsculo virus -que los biólogos ni siquiera consideran un ser viviente-, al extremo de que los auto proclamados representantes del Señor en el planeta han optado por solicitar auxilio a la terrenal medicina ante la posibilidad cierta de experimentar una pérdida pecuniaria millonaria.

Porque resulta que todo el poder espiritual con que asegura contar la iglesia católica, al menos su división chilena, empero acaba resultando incapaz de contrarrestar a una entidad tan pequeña que resulta invisible al ojo humano. Como los marcianos que sucumben ante las bacterias en La Guerra de los Mundos. Pero de todas manera allí se trataba sólo de una cultura ajena cuya única característica extraordinaria era que poseían una muy avanzada tecnología, que igual se vio sobrepasada por el desconocimiento acerca de las condiciones biológicas del sitio que intentaban ocupar. Me refiero a que no dispensaban del poder absoluto dado por el más supremo de los seres, al contrario de lo que se ufanan los curas al hablar de su institución. De acuerdo: durante las décadas el romanismo se ha deshecho en disculparse por inducir a errores de índole científica que acabaron en la condena de prominentes pensadores (Wojtyla pidió perdón por el trato dado en su momento a Galileo) y el Vaticano hasta ha llegado a aceptar teorías que en muchos círculos cristianos se consideran aberrantes, como la evolución de Darwin. Continúan oponiéndose de manera contumaz al uso de anticonceptivos, una resistencia que por sí sola transforma en una contradicción este inusual descanso en los médicos. No obstante queda flotando una pregunta en el aire a modo de desafío: ¿cómo es posible que la fiesta religiosa y por ende espiritual más importante del país, donde se supone la multitudinaria congregación de almas debiera aumentar los grados de presencia divina, empero debe ser custodiada por un cordón especial de seguridad sanitaria?

Lo más probable es que los sacerdotes católicos teman terminar en la misma vergüenza que experimentaron sus similares de Baal delante del profeta Elías y todo el antiguo pueblo de Israel. Con ello, quedaría constatado lo señalado al inicio del segundo párrafo respecto a la dinámica interna de la fiesta de La Tirana. Lástima que haya que pensar en la salud de los ingenuos penitentes y que el gobierno chileno en teoría sea laico. Aunque la movilización del aparato público tiene su punto positivo, ya que los gastos no los asume la iglesia católica que además sigue obteniendo suculentas utilidades.

domingo, 30 de junio de 2013

Superman Supermercado

Muy comentada ha sido la forma en que los productores y encargados de "El Hombre de Acero" (Man of Steel), el nuevo filme que recrea la historia de Superman, han promovido la película en Estados Unidos con el objeto de obtener el siempre anhelado éxito de taquilla. Estableciendo paralelismos entre el supuesto carácter mesiánico del personaje -especialmente acentuado en esta entrega- y la figura de Jesús, se han dedicado a establecer contactos con pastores y líderes de las más diversas iglesias evangélicas, varios de quienes han caído en el juego y hasta han utilizado los púlpitos y los sermones dominicales para recomendar la realización, considerándola un ejemplo de edificación cuando no un virtual método alternativo para iniciarse e incluso acercarse a la biografía del Salvador, al menos en el caso de los niños y los neófitos que no llevan mucho tiempo en el camino del cristianismo o que por diversas causas -trabajo, carencia de comprensión lectora- no tienen el hábito de tomar una Biblia.

Superman siempre es candidato a transformarse en figura ideal, en todos los sentidos que puede abarcar el término. Pero en especial, en el marco de la atracción física que siempre llama la atención de los niños y los más jóvenes, quienes motivados por la apariencia de un personaje determinado lo terminan transformando en su modelo de referencia casi obligado, al extremo de que todo lo que haga dicho sujeto será imitado por ellos al menos en la medida de lo posible. Una tendencia de la que no están exentos los consumidores de tiras cómicas, aunque entre este público tales inquietudes se expresen a través de códigos propios y unívocos, como sucede en cada quehacer de la vida por lo demás. El extraterrestre de Kripton es un tipo muy bien parecido, de rostro angelical, caído del cielo (o del espacio, que para el caso es lo mismo) y que posee una reciedumbre mediante la cual es capaz de solucionar los entuertos más difíciles, incluso superar a la muerte: en una anterior versión fílmica consiguió revivir a una muchacha de la cual se había enamorado invirtiendo la rotación terrestre; y él mismo, en una de sus más célebres entregas en papel, logró resucitar tras ser abatido por un rival tanto o más extraordinario. Es un vencedor innato que permite que muchas personas se proyecten a través de sus hazañas, lo que permite a sus creadores y escritores alentar un espíritu de superación que es muy acorde al discurso político oficial de su país de origen: Estados Unidos, y no sólo en los aspectos belicistas (si bien ganó gran parte de su popularidad en la Segunda Guerra Mundial, desbaratando las estratagemas de los alemanes y los japoneses), sino también en el aspecto del éxito económico resumido en el eslogan de "el gran sueño americano".

Justamente, Estados Unidos es un país donde la fe evangélica cuenta con una importante influencia en la sociedad, y entre sus practicantes más notables se encuentran los cristianos del llamado "cinturón bíblico" que son celosamente conservadores en especial en asuntos de moralina. Y aunque entre las cosas a evitar para ellos se encuentren las tiras cómicas -llenas de historias de monstruos diabólicos mediante las que se elaboran sendas alegorías sociales-, la verdad es que a varios les bastaría una descripción detallada de Superman para convencerlos casi de que es Jesucristo enfundado en vestimentas de gimnasio. Nos hallamos ante el superhéroe por antonomasia, aséptico, asexuado y que no tiene la más mínima línea de imperfección. Su imagen puede ser empleada como modelo incluso para el resto de los relatos de historietas, con el afán de que sus respectivos autores enmienden el rumbo y regresen al correcto camino. No es, por ende, tan difícil descubrir las explicaciones del por qué un alto número de hermanos ha mordido el anzuelo preparado desde Hollywood. Toda vez que en su sentimiento interior desean que la industria cinematográfica abandone las sendas pecaminosas y se acerque al Salvador, ya que ninguno se atreve a pedir la aniquilación de una actividad que, con toda la carga negativa que puede sobrellevar, no obstante ha sido uno de los modos más eficaces en los cuales la nación bendecida por Dios a causa de la fe de sus padres fundadores ha conseguido prosperar a nivel mundial. 

El problema es el grado de ingenuidad que ostentan estos hermanos. Las pretensiones de Hollywood se hallan lejos del afán de difundir la palabra o de divulgar valores morales, estando a cambio ligadas al simple propósito de hacer dinero. Para eso, y con una acertada estrategia comercial, han recurrido a un sector importante de la sociedad norteamericana, que además cuenta con un aceptable poder adquisitivo y al cual la industria del entretenimiento a ratos parece dejar de lado -no es así del todo-. Los evangélicos, por desgracia, han caído en la trampa publicitaria, embaucados por las declaraciones del director del filme (Zack Snyder, especializado en películas de horror, entre las que se cuenta la nueva versión de "El Amanecer de los Muertos) y de ciertos productores de la Warner. No se entienda esta opinión como un llamado a boicotear la realización ni a rechazarla y a considerarla réproba. Sino de que, al igual que es muy nocivo censurar obras, es endiosarlas atribuyendo características que no tienen y que no pretendieron ya en sus mismos orígenes aunque sus responsables después aparezcan en los medios de comunicación afirmando lo contrario.