domingo, 25 de septiembre de 2011

Ratzinger en Su Tierra Natal

En su reciente visita a Alemania, su país de origen, el papa Joseph Ratzinger, alias Benedicto XVI, pronunció un discurso que, si por esas cosas de la vida llega a quedar en la posteridad, de seguro lo será como un patético ejemplo del uso de la estrategia del "divide y vencerás". En la sede del antiguo convento agustino de Erfurt, donde Martín Lutero ejerció buena parte de su monacato, se deshizo en elogios para el fundador de la Reforma, declarando que era una persona completamente espiritual, cuyos planteamientos siempre estuvieron centrados en el estudio de Cristo. En resumidas cuentas, una operación perdón muy parecida a la que años atrás orquestó su antecesor, Karol Wojtyla, con el propósito de ser difundida por los medios masivos de comunicación y de esa forma recibir felicitaciones por un "gesto que ennoblece". Una farsa de la cual participó el propio pontífice ahora en ejercicio, quien en ese tiempo era segundo en el mando y el asesor de mayor confianza de su entonces superior. No obstante, acto seguido, de la misma boca desde la cual salían reconocimientos en apariencia sinceros, se espetaban epítetos de grueso calibre contra los movimientos evangélicos latinoamericanos, acusándolos de irracionales, incultos, inestables, faltos de dogmas y con baja densidad institucional.

Uno entiende que cuando se alaban ciertas características del enemigo, o a un grupo específico de contendientes, siempre se debe dejar en claro que todas maneras existe un lado oscuro que es preciso continuar combatiendo. De otra forma no tendría sentido luchar. Eso es lo que ha intentado Ratzinger en su afán por emular a Moisés y separar aguas entre las distintas iglesias evangélicas, aunque sin la ayuda de Dios de por medio. Por ende, como buen demagogo autoritario, optó por una interpretación histórica fácil de realizar y con la cual se puede convencer a un buen número de gente. Pues bien es sabido que desde siempre se ha buscado abrir una brecha entre las congregaciones reformadas que podríamos llamar "tradicionales" y los movimientos que quien no cuentan con muchos conocimientos, denomina a todo evento como "pentecostales", siendo que existen muchas variantes al interior de ellos, algunas de las cuales se acercan mucho a las reparticiones más clásicas. De más está aclarar que dicha segregación, aunque a primera vista parezca lo contrario, empero es bastante artificial y no se condice con la realidad. Ya que las comunidades que tanta cefalea le provocan a Benedicto, hunden sus raíces en organizaciones que son contemporáneas al mismo Lutero, como los presbiterianos, los metodistas, los bautistas -y no "baptistas"- o incluso los cuáqueros y los menonitas. Y todavía más: en las últimas décadas, ambos brazos del cristianismo evangélico, lejos de distanciarse, se han venido estrechando con una renovada fuerza, aceptando el uno que el otro parte de un idéntico tronco.

Pero en estas comparaciones antojadizas por parte del papa, se oculta un trasfondo de carácter político y económico. Para la iglesia católica, Europa es una causa perdida, ya sea producto de la influencia cultural de la Reforma -la democracia occidental y la liberación de las costumbres son fenómenos que están conectados de manera indisoluble con los postulados de la gesta iniciada por Lutero-, que se ha extendido a países que no son de mayoría evangélica, o la tendencia hacia la secularización o el agnosticismo (dato interesante para analizar: Ratzinger también aplaudió dicha conducta, aseverando que un agnóstico puede estar más cerca de Jesús que un cristiano que vive afirmándose como tal), o incluso el avance de propuestas religiosas alternativas, como el islam o los credos orientales. Es poco lo que el romanismo está en condiciones de restaurar allí, salvo por algunas naciones periféricas como España, Italia o Irlanda; pero acudiendo a un enfoque menos teológico o dogmático que moralista o sociológico. Entonces, no le queda sino volcar su mirada al tercer mundo, donde las tasas de natalidad siguen siendo altas y todavía existe un buen número de habitantes sumidos en la pobreza y la ignorancia. Cobrando especial sentido la situación de América Latina, que debido a su proceso de colonización aporta una considerable masa de fieles para el papismo. Muchos de los cuales están siendo arrebatados por los movimientos evangélicos emergentes, los que Benedicto insiste en calificar como "sectas pentecostales", y sobre quienes está tratando de forma permanente separar aplicando una versión distorsionada de la paja y el trigo mencionados por Jesús. En fin: qué más se puede esperar de un sujeto que se siente el vocero de Dios en la tierra...

Supongo que en lo de Ratzinger hay su cierta cuota de chauvinismo. Mezclado con eso que algunos llaman "expresiones de buena crianza". Él es alemán al igual que Lutero, quien además desarrolló gran parte de su labor en lo que después fue territorio de la RDA. La misma zona de la cual proviene la actual canciller, Angela Merkel, que además es hija de un pastor luterano, congregación que se opuso de manera tenaz al comunismo en el antiguo sector oriental. La mencionada Merkel, por cierto, continúa siendo evangélica, aunque su gobierno es sostenido por la conservadora CDU, partido político muy ligado al catolicismo germano, surgido a partir del socialcristianismo, ideología creada en Italia en base a la encíclica Rerum Novarum. O sea, como reza un dicho muy usado en América Latina, "al final todo queda en familia", entendida como un grupo reducido de personas que comparten estilos de pensamiento y clase social, además de ser gobernantes o sujetos muy influyentes en un determinado país. Un factor que le hace la existencia aún más fácil a Benedicto, pues lo vuelve todavía menos susceptible de recibir réplicas indignadas. Claro: es muy sencillo pedir disculpas y en seguida llamar a voltear la página a sabiendas de que la pelota del perdón cristiano se le entrega al interlocutor, y más cuando se tiene en cuenta que las atrocidades por las cuales se efectúa el acto de contrición ocurrieron hace al menos dos siglos atrás y no se han repetido en el tiempo simplemente porque no queda nada que atacar. Ahora los ojos se ponen en otros lugares y en otras congregaciones, que están haciendo lo mismo que sus hermanos de Europa llevaban a cabo en el siglo dieciséis.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Edito y los Homosexuales

Bastante polvareda ha levantado la intervención del obispo Edito Espinoza, uno de los tantos oradores del tedeum evangélico que se celebró, como corresponde al protocolo, el domingo inmediatamente anterior a fiestas patrias. En su presentación, el pastor condenó con una inusual vehemencia los proyectos de ley de acuerdo de vida en pareja, que buscan regular, para efectos legales, las relaciones estables entre personas que no han contraído matrimonio, incluyendo las de tipo homosexual. De paso se refirió a los parlamentarios, de quienes aseveró que "tal vez actúan frente a la ciudadanía, pero a espaldas de Dios", insinuando que era inaceptable elegir a congresistas que una vez en el cargo estaban dispuestos a aprobar, o siquiera a discutir, iniciativas réprobas desde el punto de vista del cristianismo más conservador. Sin embargo, las palabras que sacaron más roncha fueron las que este siervo dirigió contra quienes optan por la tendencia gay, a quienes comparó con los violadores y los abusadores sexuales de niños y de animales, sosteniendo poco menos que eran la punta de lanza de una conspiración que buscaba desterrar la fe en favor de una suerte de utopía sodomita.

Está bien. Las expresiones del pastor Espinoza poco contribuyen a la imagen de los evangélicos chilenos en el resto de la población del país, por lo que su discurso hasta podría ser considerado como un mal testimonio. En muchos momentos de su sermón, lejos de predicar, deliró. Y lo peor es que empleó el acento y el lenguaje característicos de los hermanos de las iglesias de barrio, que constituye un rasgo distintivo de los hermanos reformados en general, por lo que, aparte de las burlas y los remedos de rigor, su intervención hizo que afloraran entre la población viejos estereotipos acerca de los "canutos", que parecían desterrados o superados. Que es una religión de fanáticos ignorantes, estúpidos y de bajo nivel educacional, cerrados al universo que los rodea, violentos, intolerantes y con conductas propias de las sectas. En síntesis, el regreso de determinados prejuicios que en cierta forma son la única respuesta posible a un cúmulo de declaraciones que a su vez están basadas en convencionalismos irreflexivos, que en algún sentido se ponen de manifiesto en la malograda presentación hecha por el obispo Edito.

Sin embargo, también cabría cuestionarse el interés que los medios de comunicación han colocado en los dichos de este líder espiritual, cobertura que ha ayudado a fomentar los contraataques descritos en el párrafo anterior. En el tedeum evangélico hablan pastores de las más diversas congregaciones y tendencias, y quienes no alcanzan a intervenir, lo hacen el diecinueve de septiembre en su símil católico, que gracias a un pequeño apéndice puede arrogarse el mote de ecuménico. Todos ellos entregan sus propias opiniones acerca de la actualidad, y por lo tanto sus aportes al debate incluyen los más variados temas. Y por supuesto que este año no fue la excepción. ¿Qué intención hay, entonces, en recalcar una participación que no se extendió más allá de nueve minutos, además efectuada por un pastor de mediana influencia en el círculo eclesiástico? Los curas, en su respectiva reunión, han arrojado escupitajos muchos más virulentos sobre el particular, con el agravante de que vienen repitiendo la misma conducta desde hace un buen tiempo (aunque al parecer ahora hicieron una excepción, esencialmente porque están apremiados con la baja credibilidad que han estado experimentando, debido a los innumerables escándalos de pedofilia). La diferencia es que emplean un lenguaje rebuscado que en los oyentes incautos o poco documentados puede pasar por intelectual y teológico. Por su parte, las grandes cadenas periodísticas, que en su mayoría son dirigidas por sujetos de confesión romanista, abordan esta clase de sermones como un acontecimiento pintoresco, valiéndose del morbo que las caracteriza para entregar una imagen distorsionada de los reformados, cercana a los postulados de quienes les ofrecen la comunión.

Y conste que nadie aquí está defendiendo la poco feliz intervención del pastor Espinoza. Que amenaza, producto de la influencia de determinados sectores, pero también de la negligencia de los mismos hermanos, por transformar los viejos convencionalismos en una, si no en la voz oficial. Por otro lado, el proyecto de ley deja en claro que no se trata de crear una forma de matrimonio homosexual, ya que su principal preocupación son los bienes patrimoniales y no el establecimiento de un nuevo tipo de vínculo. Además, el acuerdo de vida pretende igualmente regular la situación de las parejas de convivientes; en especial, solucionar las precarias condiciones en que se encuentran los hijos de éstas. Por ende, no atenta contra la familia, una conducta que tanto le quita el sueño al predicador, sino que todo lo contrario: protege a una clase de hogar que en muchas ocasiones nada tiene que envidiarle a los cónyuges de papel. Incluso, se podría aseverar que es el mismo obispo Edito quien agrede con sus expresiones a estas personas, incitando de paso que tipos de origen externo, a su vez, empiecen a hablar en clave negativa del pueblo evangélico, fomentando una incipiente hostilidad. Con una actitud así, en lugar de salvar almas, hasta podríamos alejar a quienes ya hemos ganado.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Los Héroes Suicidas

A propósito de la conmemoración del décimo aniversario de los atentados del once de septiembre de 2001 en Estados Unidos, donde miembros de Al Qaeda arrojaron aviones de pasajeros contra las Torres Gemelas y el edificio del Pentágono, se me viene a la cabeza una curiosa forma de analizar el destino del vuelo 93 de la United Airlines, que al parecer estaba dirigido contra la Casa Blanca y en concreto, contra el entonces presidente norteamericano, George W. Bush. Todos sabemos que aquella nave terminó en un descampado en Pennsilvania, de acuerdo a los datos recopilados -pues al igual que ocurrió con los otros malogrados aparatos, en éste tampoco se registraron sobrevivientes-, porque los secuestrados decidieron tomar la iniciativa y frenar la acción de los terroristas, lo cual incidió en que el artefacto se precipitara a tierra.

No quiero aquí ahondar en los detalles que desencadenaron el particular siniestro de este avión. Algunos llegaron a especular que nave militar estadounidense lo habría interceptado y derribado, teoría que desde el principio se mostró como inverosímil pasando a engrosar la lista de las conspiraciones descabelladas que se han tejido en torno a estos atentados. Otros plantearon que los mismos pasajeros sacaron a los extremistas de los controles (al igual que sus camaradas que se apropiaron de los otros tres artefactos, los miembros de Al Qaeda degollaron a la tripulación antes de tomar el mando de la nave), conscientes de que ya no habría ningún piloto disponible y que por ende su acción los llevaría a una muerte segura. Ahora, de acuerdo a la información extraída de la caja negra, la hipótesis más aceptada es que uno de los terroristas, al prever el fracaso inminente de la misión, decidió conducir el aparato hacia abajo y contentarse con cargarse a los infieles que llevaba a bordo. Hoy esta última conclusión funge como una versión oficial, y así es tratada en la innumerable cantidad de telefilmes dedicados al acontecimiento que las cadenas de cable están exhibiendo por estos días.

Lo interesante es detenerse en la conducta de los pasajeros, que fue la que finalmente los llevó a la muerte. Ignoro cuántos de ellos eran cristianos, y en especial, cuántos eran evangélicos conservadores o pertenecientes a alguna de las variantes del llamado "cinturón bíblico", que por cierto es la misma corriente que profesa el ex presidente Bush, destinatario final de este atentado. Sin embargo, un aspecto que diferencia a los musulmanes fervientes de los hijos del camino fervientes, es que estos últimos descartan a todo evento la auto inmolación como forma de entregar un testimonio de fe. Bueno: en realidad es una actitud que debe ser rechazada, por un asunto de doctrina, por cualquiera que se defina como seguidor de Jesús. Y sin embargo, las personas del vuelo 93, independiente de las causas que hayan posibilitado el siniestro final del avión, llevaron a cabo una cadena de acciones que remataron en su propia eliminación. De haber logrado sacar a los terroristas del control de mandos, que al parecer era la idea original, sólo habrían sido los detonantes de que el artefacto se cayera. Y si bien los antecedentes más fidedignos dan a entender que fue un miembro de Al Qaeda el responsable postrero del accidente, de todas maneras éste obró presionado por la rebelión de sus rehenes. En definitiva, los viajeros cometieron un suicidio indirecto, necesario para evitar un desenlace aún más fatal, que es el detalle que termina instalándolos en el pedestal de los héroes.

¿Es admisible, bajo el punto de vista del dogma cristiano, la conducta de los pasajeros del vuelo 93? Desde luego que sí, ya que un mandato esencial para todos los hijos del camino, es evitar la propagación del mal; y si éste se ha desatado, impedir que su daño sea aún mayor. Para lo cual es legítimo valerse de todas las estratagemas posibles, salvo aquellas cuya ejecución a su vez genere nuevas variantes del mal. Excepción que claramente no se daba en el caso que nos atañe, ya que las únicas víctimas colaterales iban a ser precisamente los terroristas islámicos, quienes ya habían decidido morir. Pero lo curioso es que, finalmente, una acción no sólo heroica, sino también gloriosa, pueda emerger desde una conducta que en el marco teórico es unívocamente tildada de reprochable. Que además, era una característica esencial de los villanos de este cuento, que fueron humillados en su misma ley. Es a lo que pretendo llegar. La doctrina, por mucho que abunde en sentencias teológicas que deben ser acatadas en tanto verdad revelada -a nadie se le ocurriría cuestionar a estas alturas, por ejemplo, la Trinidad-, adquiere su razón de ser cuando es aplicada al contexto ambiental en el que cada ser humano vive. De ahí que en la Biblia se insista que más importante que las cualidades son los frutos y que aunque las buenas obras no constituyen un boleto de salvación, de igual modo la fe sin obras es insípida. Eso es algo que debiera considerar la gente que pertenece al llamado cinturón bíblico o que profese cualquier versión conservadora o estática del evangelio, que tiene una opinión fija sobre asuntos morales o culturales. A veces las sacudidas fuertes hacen que el espíritu se mueva, y amplíe su radio de influencia, tornándose atractivo para personas que pertenecen a distintas etnias o tienen diversas orientaciones sociales y políticas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Dónde Está Patricio Frez

El pueblo chileno se conmovió, hace una semana, por el cobarde crimen del joven Manuel Gutiérrez, asesinado por un policía cuando paseaba por la calle acompañado por un grupo de parientes y amigos. Al dar la noticia, muchos medios de comunicación añadieron el hecho de que el muchacho era miembro muy activo de una iglesia pentecostal, lo cual aumentó el grado de consternación entre los habitantes del país, y de algún modo, permitió que se esclareciera un delito que las propias autoridades civiles y de Carabineros en un comienzo se habían empeñado en ocultar, con el propósito de obtener ventajas políticas. Uno acepta que determinados colectivos sociales, como los mapuches o los estudiantes, se transformen en focos de polémicas o conflictos. Pero jamás se esperaría eso de los cristianos evangélicos, cuya perseverancia ha sido admirada por todas las capas y tendencias de la población, salvo quizá una poderosa pero cada vez más replegada minoría de católicos integristas.

Por desgracia, no se puede hablar con el mismo entusiasmo de los hermanos de fe. Bueno: ellos forman parte del mencionado pueblo chileno, y por lo tanto también debieron haber expresado su repudio por este homicidio, al punto que más de alguno habrá pedido orar en su respectiva congregación por la familia de este joven cristiano y por la comunidad en la cual participaba. Sin embargo, se echó de menos, a propósito que en el párrafo anterior se habló de colectivos, una actitud en bloque de las iglesias evangélicas, que se encuentran, al menos la gran mayoría, agrupadas en el Consejo de Pastores y en la Mesa Ampliada. En el sepelio de Manuel Gutiérrez, se pudo observar una importante cantidad de periodistas, e incluso organismos de derechos humanos y representantes de movimientos estudiantiles y laborales -la muerte se produjo durante la huelga nacional de dos días convocada la semana pasada, con el propósito de apoyar las protestas en favor de una mejora en la paupérrima calidad de la educación-, aparte de los demás asistentes al templo que frecuentaba (y que no eran pocos). Pero los directivos de las federaciones eclesiáticas, recién citadas, o siquiera líderes de otras entidades, brillaron por su ausencia. Y es una lástima, porque en otras instancias menos relevantes que ésta, llegan a demostrar una presteza que ya se la quisiera el más desesperado.

Como por ejemplo, ocurrió hace unas semanas atrás en una marcha convocada para expresar el rechazo a un proyecto de ley enviado por el presidente al Congreso con el propósito de extender los derechos legales conyugales a las llamadas "uniones de hecho": parejas que conviven sin haberse casado, entre las que se cuentan las conformadas por homosexuales, piedra de tope de aquellos manifestantes. Si bien no contó con el respaldo oficial -del Consejo y la Mesa recordados en el párrafo anterior-, empero consiguió una importante atracción mediática merced a que había sido planificada, entre otros, por Patricio Frez, un conocido y medianamente influyente locutor y director de radio y televisión, converso al evangelio desde hace unos años. A él lo secundó un nutrido aunque pequeño séquito de pastores con sus respectivos dirigidos, venidos de distintas denominaciones. Más aún: días más tarde, cuando el primer mandatario firmaba el mencionado despacho del proyecto, una hermana pudo colarse entre los invitados a la ceremonia y -con una libertad que ya se la quisieran otros grupos de descontentos- espetarle al jefe de gobierno que estaba autorizando el pecado. No obstante, esa ferviente chiquilla, el mismo Frez, o los líderes a quienes tanto espanto les provoca una iniciativa que parece favorecer a los sucios sodomitas, jamás se dieron cita en los funerales de Manuel Gutiérrez, como mínimo para entregar las condolencias y de paso una palabra de aliento. O en el mejor de los casos no lo anunciaron con una idéntica parafernalia. En circunstancias que este deceso era ocasionado por un pecado, bastante más grave, en el que también se hallaba involucrada la primera autoridad de la república.

Medios de comunicación nacionales y extranjeros han destacado la conducta ejemplar del círculo íntimo de Manuel Gutiérrez, en el sentido de que sólo piden que se conozcan las identidades de los asesinos y que sean conducidos a los tribunales de justicia. Entre los últimos, se cuenta el español Protestante Digital. Pero ningún dirigente de las iglesias evangélicas chilenas ha expresado cuestiones similares, menos exigir que se aclare la muerte de un hermano. Y si lo han hecho, ha sucedido de manera solapada, de tal manera que la masa de la opinión pública apenas se ha enterado. Lo cual constituye un asunto de preocupación. Porque este crimen era para salir a expresar el mayor repudio posible. O al menos así cabe esperarse de quienes observan con tanto celo la conducta individual de las personas. Es penoso que sean personas seculares las que defiendan con tanto ahínco lo que debiéramos proteger los cristianos evangélicos. Dichas personas, entre las que se pueden hallar a homosexuales y a parejas de convivientes.