domingo, 20 de abril de 2014

En el Arca Todo Cabe

Mucho se ha escrito acerca de la última película de Noé dirigida por Darren Arofnosky, en especial dentro de los círculos cristianos. Se ha dicho que el filme se vale de fuentes de dudosa procedencia, como apócrifos de origen hebreo, e incluso de textos provenientes de movimientos que surgieron en paralelo al cristianismo primitivo, y que rivalizaron con éste, como el gnosticismo. Desde luego que son debates que se circunscriben al ámbito teológico, y no consideran la calidad artística de la producción, toda vez que para muchos de los reclamantes, cuando se trata de recrear pasajes bíblicos, ambos elementos deben estar unidos y mantener una relación de mutua dependencia. Aunque de todas formas, los críticos coinciden en que esta realización va de lo regular a lo aceptable, y que no va a trascender lo suficiente, restringiendo sus exhibiciones futuras a uno que otro pase en televisión durante la Semana Santa.

El arca de Noé habrá sido de dimensiones colosales, pero el espacio que se le dedica a esa gesta en Biblia está muy acotado, reduciéndose a una mera anécdota incluso dentro del libro que la contiene, el Génesis. Siendo realistas, todo lo que se narra acerca del diluvio y la construcción de la embarcación no da para más que un cortometraje o un segmento de un filme largo, como de hecho estos acontecimientos fueron tratados en "La Biblia en el Principio" de John Huston. Quizá haya sido la manera en que se abordó en dicha producción este pasaje de las Escrituras, lo que finalmente motivó la realización de una obra bastante más extensa. Pues la viñeta cuenta con una extraña dosis de ironía y comicidad, en contraste con su par bíblico que jamás abandona el tono solemne. Tal vez se eligió esta historia para introducir tales elementos a fin de distender una película que podía terminar siendo tediosa debido a sus palpables pretensiones de seriedad, opción que se eligió lo más probable para no generar protestas entre la gran cantidad de personas que consideran estos sucesos como verdad revelada y sagrada. Entonces, en un afán de evitar tanto la censura como la mala taquilla, se decidió romper levemente con el estilo en un fragmento menor. Sin embargo, ni los guionistas ni el director consideraron la mediana popularidad que la epopeya de Noé tiene dentro de las iglesias, donde se suele recurrir a ella enseñándola en el formato de un cuento para niños. Un cúmulo de factores que debe haber dejado con sangre en el ojo a varios.

Por otro lado, el género cinematográfico conocido como péplum, que encasilla a las películas que tratan historias bíblicas o se ambientan en la Antigüedad clásica o la Edad Media, no se caracteriza por sostener una fidelidad con los relatos de las Escrituras que se busca recrear. Por ejemplo, en los filmes de origen católico se incluyen citas de textos apócrifos redactados entre los siglos III y IV, que en esa organización son admitidos como fuente inspirada mediante la denominada tradición. La muestra más evidente de ello es "Un Niño Llamado Jesús", basado casi exclusivamente en los protoevangelios. Pero también hay momentos en "Jesús de Nazareth" en los cuales también se sucumbe a esta tentación. Mientras que las producciones oriundas de Hollywood o de sus afines, desarrolladas en el seno de un país de tradición evangélica, prefieren rellenar el guion con escenas cuyo aporte a la trama es escaso, quizá temiendo que el agregado de secuencias de propia cosecha capaces de despertar interés, provoquen el reclamo de agrupaciones más conservadoras y religiosas, quienes llamarían la atención acerca de un elemento ausente en la Biblia pero con la fuerza suficiente para generar distracción y llegar a hacer creer a los espectadores que forma parte de la verdad revelada (como una encuesta reciente hecha en naciones anglosajonas, que dio a conocer que muchos niños creían que personajes como Superman o Harry Potter aparecían en el Nuevo Testamento). El Noé de Arofnosky, según entiendo, cuenta con influencias de los dos casos expuestos aquí, por lo que se trataría de una curiosa muestra de globalización, que igualmente afecta a los distintos seguidores del cristianismo.

Muy hermosa será la epopeya del arca de Noé. Pero en la Biblia, e incluso en el ámbito del Génesis, las historias de los patriarcas antediluvianos son una simple introducción a lo que realmente importa, que es la gestación del pueblo de Israel, y a partir de ahí, de la expansión del mensaje de salvación universal a través del cristianismo. Los relatos que anteceden a Abraham constituyen un mero recordatorio de que Dios existe y estaba ahí antes de la formación del mundo. Sin embargo, deben ser tomados como la antesala a lo que de modo indiscutible es más valioso. Así lo entendió el autor de la Torá y así lo debemos comprender nosotros en la actualidad. Que la gesta de Noé se le siga inculcando a los niños: totalmente de acuerdo. Pero con la conciencia de que la infancia es una etapa primigenia de la existencia, donde entre otras cosas se debe preparar a los muchachos para la edad adulta.


domingo, 6 de abril de 2014

El Bautizo de Córdoba

Muchos comentarios (pero no un escándalo, como habría sucedido hace sólo un par de años) generó el bautizo efectuado a una bebé en un templo católico de Córdoba, Argentina, hija de una pareja de lesbianas, la cual fue concebida por una de las dos mujeres mediante inseminación artificial. Los sacerdotes que estaban a cargo del recinto confirmaron en los medios de prensa que autorizaron la administración del sacramento aún conociendo la estructura familiar que rodeaba a la recién nacida, en parte cumpliendo las máximas de Jesús respecto al trato hacia los niños, así como también aceptando el principio cristiano de que el pecado es de exclusiva responsabilidad individual y al contrario de lo afirmado en el AT no se traspasa a las generaciones más jóvenes; y lo más probable, remembrando aquella sentencia emitida por el papa Francisco, también argentino, quien señaló que no era nadie para juzgar a un homosexual, declaraciones que se desprenden de otro principio prescrito a los creyentes, pero que a la luz del caso que nos convoca, no deja de esconder un cierto grado de ambigüedad.

Cuando el rechazo a la tendencia homosexual comenzó a perder terreno, a mediados de los años 1960, y en concordancia con la contingencia social que se dio tanto en esa década como en la siguiente, empezó a su vez a cobrar fuerza una versión exagerada de la caricatura del afeminado, que remató en esa imagen del marica chillón y avasallador que acompañó al auge de la llamada onda disco, y que se reflejó en la actitud de agrupaciones musicales como Village People, y con pretensiones más artísticas, Queen. Eran los tiempos de decadencia máxima de todo el ideario surgido con la denominada revolución de las flores, pero en donde igualmente las conductas libertinas llegaban a su mayor apogeo, representadas en aquellas discotecas como la Studio 54 donde se bebía, se consumían drogas y se copulaba con cuanto desconocido saliera al paso, sin importar su condición social o género. Entonces, la moda consistía en demostrarles, no sin un dejo de arrogancia, ya no a los grupos conservadores, sino a los individuos más recatados que sus normas culturales se batían en retirada. En esa vorágine de hedonismo, la homosexualidad era vista como la guinda de la torta. Y los gay de la época estaban conscientes de ello y lo explotaban, quizá porque les permitía obtener mucho dinero y además ser la ropa atractiva de la vitrina. Por lo que asumían con gusto y una sensación de triunfo dicho rol, que los transformaba en símbolos de un destape que no sólo abarcaba el libertinaje propiamente tal, sino que también algunos comportamientos definidos en círculos mojigatos como depravación.

Pero hacia 1981 apareció el sida, que en sus inicios cargó con el mote de ser una enfermedad de homosexuales, y estas conductas comenzaron a ser miradas con recelo, una situación que, dándose la lógica, afectó en especial a sus representantes más plausibles. Fue entonces que los gay experimentaron un breve periodo de repliegue que les sirvió para elaborar una nueva estrategia que impidiera que se produjera un retroceso en la aceptación de su tendencia. De esas divagaciones de orden quizá más intelectual -una actividad que requiere de necesarias dosis de recato- se desprendieron propuestas como el matrimonio igualitario, la adopción de niños y en el caso de las lesbianas el embarazo por inseminación, iniciativas todas que han ocasionado bastantes quebraderos de cabeza entre algunos grupos religiosos. El gay podía llegar a ser un correcto padre de familia, institución símbolo de la moralidad, los buenos modales y el conservadurismo. Las salidas de armario, por su parte (efectuadas por personas de trayectoria reconocida por todas las capas de la sociedad, y que por lo tanto no corrían riesgos muy alto a la hora de tomar esa determinación), aportaron a la causa a personas que pertenecían a círculos reconocidos y respetables, como empresarios, políticos o profesionales. El ámbito de estos sujetos ya no se restringía a estilistas, peluqueros u otros oficios vinculados a la frivolidad del espectáculo. Muy por el contrario, entre ellos había una gran cantidad de integrantes de cuello y corbata, capaces de debatir sin siquiera provocar en el interlocutor una evocación mental de los estereotipos clásicos. Hechos que permitieron que también asomara la cabeza el por entonces poco atendido lesbianismo, recordando esas convicciones que asocian a lo femenino con el diálogo, pero además con la renuncia al avasallamiento y a la arrogancia.

Esta homosexualidad de pareja estable (que ha impulsado a condenar de modo enérgico, por ejemplo, a los bisexuales) es la que conquista terreno en la actualidad y la que se halla detrás de estos supuestos cambios de mentalidad que para los colectivos gay se han transformado en importantes logros. Por ello, no es extraño que en la iglesia católica, con su propio papa a la cabeza, se manifieste un cierto nivel de tolerancia y hasta de simpatía hacia situaciones como la de la pareja de lesbianas expuesta aquí. Una organización reaccionaria como quien más, pero que ha sido debilitada producto de una serie de golpes recibidos que han resultado bastante más poderosos que una epidemia viral. Y entre dos agrupaciones que después de todo tienen un determinado grado de afinidad, quizá no ideológica pero sí emocional o circunstancial, ambas disminuidas en sus fuerzas, surge la solidaridad mutua con la intención de recuperar la reciedumbre y volver al sitial de prestigio a imponer sus términos. Ha ocurrido siempre así incluso entre los que en apariencia eran los enemigos más enconados. Pero en fin: parafraseando el dicho, el diablo los junta para formar con ellos al anticristo.