domingo, 30 de agosto de 2009

Los Falsos Angelitos

Hace unos días, se conmemoró el primer aniversario del accidente en la ruta Arica-Putre, donde nueve adolescentes, todas alumnas del Cumbres, el exclusivo colegio dependiente de los Legionarios de Cristo, fallecieran tras desbarrancarse el ómnibus que las traía de regreso de una gira de estudios, eufemismo conque los establecimientos de pago suelen nombrar a esos viajes a sitios remotos y distantes que sólo personas con un determinado ingreso social pueden hacer, y en los cuales, de más está decirlo, se va a cualquier cosa menos a llevar a cabo un proceso de aprendizaje. Por cierto, el recordatorio fue suntuoso, como corresponde a una instancia vinculada al catolicismo y la alta sociedad, que se debe diferenciar del resto de los ciudadanos incluso al momento de enfrentar la muerte: se inauguró un monumento en honor a los "angelitos", enclavado a un costado de la curva fatal. Para que todos quienes visiten a futuro el lago Chungará o empleen ese camino para cruzar hacia Bolivia, se den cuenta del tipo de occisos que se están remembrando. Y para que cualquier sujeto pedestre, aunque nunca tenga acceso a ese estilo de vida, forzosamente sepa que los ricos y papistas también lloran; y que producto de esas dos condiciones, tienen acceso a mejores bendiciones y privilegios: entre otras, obligar a que el resto del mundo se haga parte de sus sufrimientos.

Y a propósito que el término "angelitos" -en su versión básica e infantil propia del catolicismo medio, que está presente en todos los estratos sociales- fue mencionado, podríamos analizar algunas opiniones de los deudos de las niñas y contrastarlas con los dogmas papistas, que, producto de la relación de verticalidad propia de esta iglesia, deben ser aceptados sin chistar por curas y laicos. Para empezar, ninguna congregación cristiana admite que los fenecidos se convierten en serafines o querubines como premio a su bondad, ya que una cosa son esas creaturas y otra muy distinta son los humanos. De hecho, tales ideas provienen del animismo y de algunas de sus variantes, como el espiritismo. En la teología católica, existe la veneración a los santos porque se supone que pueden interceder por los vivos, en lo que constituye una interpretación de los capítulos 8 y 9 de la segunda carta a los Corintios. Pero los así denominados siguen siendo hombres. Y atención, porque su muerte física no significa el pase inmediato al cielo. Pues según el romanismo, las almas de los fallecidos llegan todas a un mismo destino: el purgatorio, lugar intermedio entre el infierno y el paraíso, y, según corresponda, antesala para uno o para otro. Si desean salir de allí, deben entonces ejecutar las obras de ayuda por sus similares que aún se encuentran en la tierra. Y si alguna tiene un carácter espectacular -comúnmente denominado "milagro"-, entonces el papa, gracias a facultades otorgadas, declarará beato o santo al benefactor, con lo que ahora sí se ganará el boleto que le permitirá disfrutar en plenitud del más allá. ¿ Que son escasos los devotos que ostentan estos títulos? No se preocupe: queda la resurrección, donde serán salvos los más descuidados y remolones.

Y si escudriñamos las noticias, nos enteraremos a poco andar que ninguna de estas muchachas ha sido galardonada con tales calificativos. En conclusión, se hallan en el purgatorio, compartiendo estancia con Hitler, Ted Bundy y Marcial Maciel ( el papa también puede declarar a alguien como réprobo, con lo cual lo envía al infierno). Menos aún, cobijan a sus familiares desde las alturas en condición de ángeles. Pero los padres siguen repitiendo que ganaron un ser incorpóreo encima de las nubes, casi del mismo modo, como cuando presumen de sus propiedades y su cuenta bancaria ante sus amigos. Y lo curioso, es que el arzobispo, así como varios obispos intermedios, y curas rasos que pertenecen tanto a los Legionarios como a otras órdenes, les llevan un inefable amén en todas las declaraciones seudo teológicas que emiten en la prensa. Los mismos sacerdotes que, cuando un evangélico proclama que un recién fallecido está gozando de la presencia del Señor, le lanzan toda la artillería inquisitoria encima acusándolo de blasfemo, hereje, y, para resumir ambas palabras y hacerse más entendibles al público común, de estúpido ignorante. Parece ser que cuando un devoto tiene mucho dinero, el que además suele emplear para alimentar a los curas y construir capillas y erigir monumentos, puede, en retribución, disfrutar incluso de ciertas concesiones doctrinales. El problema es que el postulado ortodoxo continúa ahí, no sólo en el cristianismo en general -lo cual ya debiera ser un motivo para enmendar la conducta-, sino también en las encíclicas papales y las constituciones de los concilios. Como verdad revelada; ergo, divina. Y ya sabemos lo que pasa con quienes no la obedecen o intentan mutilarla.

No faltará el que diga que se trata de personas que están padeciendo un dolor, y que, por muy acaudalados que sean, lo que se precisa es consolarlos y permitir que evacúen todo sin formularles objeciones. Pero cuando, en otros aspectos, y con representantes de un estamento social distinto, se dan estas situaciones, los curas no trepidan en sacar el rosario de bolsillo -porque jamás muestran la Biblia-, y a veces ya no condenan: simplemente insultan. En cuántas ocasiones nos hemos debido tragar sus palabrotas llenas de convicción en temas como el aborto o la anticoncepción, escupidas con una insufrible prepotencia sobre nuestros rostros. Contra la mujer violada que decide abortar bajo las indecorosas condiciones que ofrece la ilegalidad, y que acto seguido va a la cárcel por ello, no hay la misma misericordia ni una palabra de aliento. Es más: hasta en el deceso de un miembro del pueblo llano, el oficiante de la misa se encarga de recalcar que el finado tendrá ahora una mejor oportunidad de acercarse al cielo, pero no señala que ya está en él. Las autoridades eclesiásticas sobreprotegen a sus hijos, al vez que reniegan de Dios.

lunes, 24 de agosto de 2009

Simpatía y Compasión

Cuando ha recién pasado el cuadragésimo aniversario de Woodstock, no estaría de más recordar el cuarentenario de otro festival de rock, que hizo transitar al movimiento jipi, desde la visible decadencia, a una crisis terminal, de la cual ya no habría retorno. Se trata del tristemente célebre concierto de Altamont, California, llevado a cabo el 6 de diciembre de 1969, organizado por los Rolling Stones, y donde intervinieron bandas como Santana, Jefferson Airplane o Crosby, Stills, Nash & Young. Al igual que lo de agosto, este evento iba a tener su propio registro y fue así como tres cineastas decidieron filmar la película correspondiente. Pero lo que iba a ser una nueva propuesta de paz y amor, se convirtió en un testimonio de violencia, cuando un integrante de los "Hells Angels", la odiosa pandilla de motociclistas contratados para cuestiones de seguridad, asesinó a un espectador de raza negra, al parecer, porque pensaba agredir con un cuchillo a otros asistentes y a los propios Stones, que estaban cantando en ese momento. La banda de Jaegger y compañía se ganó, producto de este incidente, y ya en forma definitiva, el mote de peligroso y de adoradores de Satanás, calificativo con el que han debido cargar por el resto de su existencia. Erróneamente, además, se divulgó el rumor de que en el momento del ajusticiamiento, estaban interpretando la canción "Simpathy For The Devil", cuestión que ha sido desmentida por los mismos documentos históricos.

Y es que ésta ha sido una de las tantas falsedades que se han tejido en torno al primer corte del "Beggars Banquet", que es un pelo de la cola -no la del "patas de cabra" en todo caso- ante toda su leyenda oscura. Algo que se arma, por ejemplo, a partir de cuestiones tan insólitas como un error de traducción, pues el título vertido al español es "Compasión por el Diablo" y no "Simpatía...", como casi siempre se busca considerar. Esta sutileza es clave para entender su texto. Primero, el diablo se presenta como "un hombre rico y con clase" que crucificó a Jesús, pero que también promovió los conflictos armados y las masacres en nombre del cristianismo, y por extensión, de los credos más influyentes. Lo que lleva implícita una protesta contra los círculos eclesiásticos tradicionales, pues el mensaje bíblico apunta siempre a quienes ostentan riqueza y poder desmedidos, como sujetos dispuestos a entorpecer el mensaje de salvación. Por otro lado, este diablo, ha sido además el orquestador de grandes rebeliones populares, como la Revolución Rusa o las que se desprendieron de la Reforma luterana de 1517. Dos movimientos que, en el seno de los representantes del cristianismo "oficialista", fueron vistos como desviaciones intolerables, por lo que siempre se recomendó su exterminio. Nos encontramos ante la imagen clásica del demonio traicionero y a la vez astuto que cambia de bando en el instante preciso para salvaguardar sus propios intereses; pero que, para pasar desapercibido, se vale de la conducta de quienes dicen actuar en nombre de Dios. La conclusión final es que toda la historiografía sacra, desde sus orígenes y en todos los rincones del mundo, no es más que un engaño, montado por una minoría de tartufos que sólo quieren proteger sus parcelas. De ahí que pregunte insistentemente: "¿es que aún no entiendes mi juego?"

Pero también -y quizá sea esto lo que más irrita a un cristiano medio, aunque no esté consciente tal vez de ello- es que la canción es una ácida crítica contra el perdón religioso. Según la doctrina del Sermón del Monte, uno debe estar dispuesto a indultarlo todo, "setenta veces siete", como sentencia el propio Cristo. Entonces, Lucifer -para emplear el nombre utilizado en el texto- solicita la compasión que se le entrega, prácticamente como un derecho, a todo criminal, así sea el ratero encarcelado y sentenciado a muerte, como el gobernante genocida, este último, además, no solamente absuelto, sino también elogiado por obispos y ministros. Es cierto que la Biblia afirma categóricamente que el perdón debe administrarse con justicia y racionalidad, pero eso es algo que las iglesias han olvidado, en aras de intereses que guardan escasa cuando no nula relación con el mensaje salvífico. El mismo que insiste en que cada ser humano, salvo que se encuentre en una situación de incapacidad mental, es exclusivo responsable de sus actos y no debe echarle la culpa a otro a un ser extra terrenal. Finalmente, el diablo -dentro de su astucia, sin embargo-, se defiende de las calumnias que le han levantado, porque aunque haya alentado, promovido o insinuado, son después de todo los hombres en su libre albedrío quienes han ejecutado, cosa que por sí solo jamás habría podido hacer en el planeta.

Lejos de mostrarle cruces, "Simpathy For The Devil", debe ser vista como una invitación a la reflexión y a la corrección por parte de los cristianos. En clave negativa, claro está, porque la canción adolesce de errores de interpretación propios de una persona que se ha familiarizado con el ritualismo litúrgico, pero que prácticamente carece de conocimientos de teología. Pero con todo, resulta bastante mejor que ciertos balbuceos espetados por seudos músicos que hablan del verbo, el sustantivo y otras verborreas. Es cierto que el sesentismo quería acabar con la religión, personificada en las denominaciones cristianas tradicionales; pero esto se debió a los errores históricos en los cuales incurrieron las diferentes congregaciones. Los que, por la manera en que se aborda este tema, al parecer se siguen repitiendo, aunque sea de manera residual.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Woodstock en Su Justa Medida

El quince de agosto, cuando muchos católicos conmemoran la supuesta asunción de María, los devotos de la década del sesenta celebraron su propia efeméride: el cuadragésimo aniversario del recital de Woodstock, un evento que se ha impuesto a la posteridad como la cúspide y a la vez como la muestra más reprentativa del movimiento jipi, al menos, en sus aspectos que por consenso se consideran positivos. En esta oportunidad, y para resaltar que los protagonistas de esos años están, cuando menos físicamente hablando, envejecidos, no se efectuó una réplica rememorativa como las de 1994 y 1999 -esta última, quizá por la fiebre que caracterizó al fin de siglo y de milenio, con réprobos y preocupantes hechos de violencia-, sino que optaron por fumar un cigarro -no siempre de marihuana, porque algunos ya la consideran pecaminosa- y hablarle del maravilloso pasado a sus nietos, en su cómoda casa, sentados frente al televisor, viéndose en la entrevista que concedieron horas antes para la nota periodística.

En la actualidad, se tiende a tratar a Woodstock como el feliz y esperado desenlace de un cuento de hadas. Uno que, al menos a primera vista, no incluyó brujas malas ni monstruos horribles. Sin embargo, cabe recordar que el jipismo había comenzado en 1965, con la organización de varios encuentros antibelicistas en San Francisco. Luego, se sucedieron una serie de acontecimientos que marcaron la historia de manera más imborrable que el festival de marras, como el llamado "verano del amor" de 1967, año en que casi todas las bandas importantes de rock editaron discos que cambiarían definitivamente el curso de la música, la popular desde luego, pero también muchos aspectos estructurales de la docta. Por esas fechas, se realizó otro festival musical, Monterey, que por el momento en que se efectuó, así como la influencia de los artistas que participaron en él, es un modo de comprender la época mejor que el mismo Woodstock. Además, la explosión artística que hizo posible los mensajes de paz y amor recorrió toda la década y tenía antecedentes a considerar desde mucho antes. Por ejemplo, The Beattles, un estandarte para esa generación, había grabado su primer álbum en 1962, y eran conocidos en el ambiente subterráneo, no sólo de Inglaterra, sino de Europa en general, ya de bastante antes.

Muchos expertos coinciden en que, lejos de ser el triunfo definitivo de los idealistas rebeldes de esos años, Woodstock es la primera señal de su decadencia. Nixon había llegado al poder en Estados Unidos, demostrando que los grupos conservadores podían llevar a la presidencia al hijo de un campesino modesto, los mismos a quienes los jipis decían defender, porque eran los que, debido a su nula posibilidad de acceso a los estudios superiores, terminaban desembarcando en Vietnam. El recital, amén de ser muy masivo, sin embargo reunió a personas de clase alta o media más pudientes, partiendo de forma definitiva esa integridad social que caracterizó a las utopías entonces en boga. Muchos, de hecho, ya no eran jóvenes melenudos que recorrían las carreteras norteamericanas protestando contra la guerra y teniendo sexo con quien encontrasen a su paso: varios estaban casados, tenían familia y cargos gerenciales en grandes empresas, los cuales, la mayoría de las veces, heredaron de sus propios padres. Por eso es que se ve a tantos niños en las imágenes que nos dan a ver del mentado festival. Por otro lado, las propuestas musicales ostentaban una trascendencia de la que puede decir que era, en el mejor de los casos, discutible. Al escenario, subieron bandas y solistas olvidables, otros de segundo orden ( Santana, Joe Cocker), que se consagraron porque no había una competencia destacable; algunos que estaban visiblemente minados por los excesos y que murieron al poco tiempo víctimas de ellos ( Jimi Hendrix, Janis Joplin) Pero lo más curioso es que Woodstock no fue capaz de asimilar a las nuevas propuestas y fue así como los conjuntos emergentes, que darían que hablar en el futuro, quedaron fuera ( Jethro Tull, Led Zeppelin, Yes), mientras otros fueron vetados, como The Doors, lo cual le demostró a la humanidad que hasta los más libertinos son capaces de censurar a un integrante que es demasiado revoltoso. Otra notoria ausencia fue la de Rolling Stones, hecho más plausible del carácter nacional, en este caso estadounidense, del evento.

Si hay un mensaje que dejó Woodstock, éste podría ser la comprobación definitiva del triunfo de la generación de los sesenta, cuando menos en los países desarrollados. No el de sus utopías, sino el de sus personas individuales, que consiguieron vivir el resto de su existencia de la manera que ellos querían, y sin embargo no terminar en la vera de la sociedad por esto. La moraleja que nos han legado es la siguiente: ganamos, y ahora reclamamos nuestro premio: pasar a gobernarlos como nuestros padres quisieron hacerlo con nosotros. Y nos hacen recordar sus triunfos de deporte elitista como una época tan maravillosa e irrepetible, de igual forma que lo hacían sus progenitores con las hazañas bélicas o la síncope del yaz. En definitiva, la archiconocida monserga que reza que todo tiempo pasado fue mejor. Por lo mismo, lo -valga la redundancia-, mejor, no es recordar Woodstock, o el mayo francés, o las guerrillas izquierdistas; sino crear los nuevos espacios y preparar la próxima revolución, que destrone a los rebeldes de antaño pero privilegiados en el presente.

domingo, 9 de agosto de 2009

La Familia Vendiendo Cruces

El nueve de agosto recién pasado, se conmemoró el cuadragésimo aniversario del horrendo asesinato de la promisoria actriz Sharon Tate, a la sazón esposa de Roman Polansky, y de un grupo de amigos que la visitaban en su casa, a manos de la secta seudo cristiana "La Familia", liderada por el gurú Charles Manson. Fue un crimen simbólico en muchos aspectos. Pero en especial, marcó lo que sería el inicio del fin de todo lo que representó la década de 1960, a sólo seis días, además, de que se efectuara Woodstock. Los defensores de las utopías recibieron un duro golpe, al notar que eran tan vulnerables como sus conservadores padres; y tal cual ocurrió con sus progenitores cuando ellos arremetieron, ahora también se les venía el edificio abajo. Por decirlo de algún modo, los idealistas despertaron de un sueño infantil, y entraron a la adultez acompañados por una cruel advertencia: desafiar el orden establecido, la religión tradicional y los dioses, podía acarrear graves consecuencias. Aunque tales dioses efectivamente no existan y el mentado orden sólo pueda imponerse mediante un temor irracional. Aunque todo fuese nada más que miedo al cuco, dicho cuco siempre iba a contar con un defensor capaz de ejecutar sus peores sentencias.

Precisamente, de la situación de las religiones, sobre todo en el Occidente de tradición cristiana, y su implicancia en el movimiento de Manson, es que quiero tratar en este artículo. Para la década de los sesenta, tales credos habían sido fuertemente desacreditados y eran los que más estaban padeciendo las rebeldías de jipis y guerrilleros izquierdistas. Católicos, evangélicos y otros grupos, como representantes más visibles de todo lo que se impone "porque sí", porque a alguien o a algo se le ocurrió que era bueno, vaya a saber el mortal común por qué motivación -que es mejor que no averigüe, si no quiere ser silenciado de la manera más violenta posible; fueron el primer y más fácil blanco de coléricos, airados y en general, de una mayoría social -porque trascendió a una mera generación- que ya no deseaba ser mandada por los mismos y lo mismo de siempre. Y esto, pese a que por aquel entonces el poder real de las iglesias más notorias, al menos en varios países del primer mundo, estaba claramente debilitado o restringido ( tal vez por lo mismo, al final del decenio, encontramos las mismas caras gobernantes que vimos en el punto de partida; cuando no, estos mismos rebeldes acabaron comportándose como lo que intentaban atacar). Sin embargo, aquí, después de todo, también se trata de mostrar una imagen, tanto si se carece de argumentos sólidos, como si el público destinatario no está muy dispuesto a escucharlos.

La relación que se dio aquí fue a partir de la inferioridad de condiciones. Estaban los sesentistas abajo, y su objeto de rechazo, al menos aparentemente, en el poder. Hacia 1969, sin embargo, tenemos que algunos de los disidentes habían escalado posiciones y llegado a ostentar los mismos privilegios de quienes pretendían derribar. Uno de esos ascensos destacables, sin duda era el de Sharon Tate. Tenía todos los atributos del arquetipo femenino de la época -joven, esbelta, hermosa y artista- fundido a las comodidades reservadas para una persona conservadora y bienpensante -recién casada, embarazada y viviendo en una mansión. Enfrente, Charles Manson, un hombre de alto coeficiente intelectual, pero analfabeto, además hijo de una prostituta que lo cedió al nacer, y cuya existencia hasta entonces se dividía entre maltratos, orfanatos y encarcelaciones. De seguro, Manson y sus secuaces escucharon a quienes aseveraban que se podía cambiar el mundo con sólo proponérselo, y se entusiasmaron con tales pregones. Pero la felicidad les llegó a quienes caminaban al lado, mientras que ellos continuaban en la desdicha, a pesar del enorme despliegue de esfuerzos. Quizá, estos delincuentes fueran los primeros en oler la hipocresía que caracteriza a quienes acumulan riquezas sin mirar alrededor, impregnada en los mensajes de paz y amor que vociferaban los rebeldes entre las fumarolas de marihuana. Y como contrapartida, acabaron mezclando lo más oscuro de la época con lo igualmente siniestro de la sociedad más tradicional. Así, motivados por el principio de que cualquiera podía crearse sus propios espacios y ser conocido, fundaron su propia religión, y acto seguido, en el nombre del más castigador de los dioses, comenzaron a impartir la justicia del más terrible de los apocalipsis.

Cuando Manson y sus discípulos ingresaron a la mansión de los Polansky-Tate, ese fatídico nueve de agosto de 1969, los roles sociales se habían invertido. La librepensadora -mujer, lo cual lo hace más simbólico- se hallaba en la cúspide y el líder religioso deambulaba por el último eslabón de la cadena. Y el homicida procedió de igual forma que los fanáticos de antaño. Arrastrando tras de sí, empero, a una secta nueva, organizada al calor de los tiempos que corrían. Los miembros de "La Familia" reclamaron lo que les había sido permanentemente negado, como todos los que cuestionaban el orden establecido en ese decenio. Y lo hicieron contra individuos acomodados y existosos, como los mismos rebeldes les recomendaron que actuaran.

domingo, 2 de agosto de 2009

Alá es Él

Por respeto, los israelitas del Antiguo Testamento evitaban pronunciar el nombre de pila de Dios, Yavé o -traducido al griego- Jehová. En su defecto, acudían a nominaciones de tipo calificativo, como Adonay ( el Señor), o Shadday ( el Altísimo), cuando no a curiosas sutilezas, como Ángel de Yavé o Jah. Otro nombre alternativo fue aportado por una divinidad cananea: Él, el mismo que ha dado origen a nuestro moderno pronombre, y que además, nos ha legado esa representación caricaturesca de Dios como un anciano de barba blanca ( así se dibujaba al alusivo original). Dicha identificación, por otra parte, está presente a su vez, en varios nombres humanos: Elizabeth ( " juramento de Dios", y cuyo equivalente en español es Isabel), Elías o Eliel. Y también, como dato anecdótico, en una frase pronunciada por Cristo en la cruz ( "Eli, Eli lama sabactani").

Quiero analizar este calificativo, porque implica algunos aspectos de carácter histórico, teológico y de estudio de las religiones. Como ya se señaló, su uso devino en la costmbre de denominar a Dios como Él ( y por extensión, a emplearlo en otras posiciones gramaticales, como Su o Mí). Su significado al final se fundió con el de Yavé, pasando los dos a ser sinónimos de Ser o Existencia ( " El Que Es", para quienes gustan de las oraciones definitorias). De paso, delineó la estructura de los pronombres tanto en las lenguas semíticas como las indoeuropeas, y así tenemos que, por ejemplo, el árabe cuenta con su propio derivado que es "Al", que aparece en muchos topónimos ( Al-Kuwait, Al-Arabiyah), y vocablos que pasaron de ese idioma a Occidente a través del español ( alpiste, alcalde, alcohol). Y que incluso, está en el nombre de Alá, que también quiere decir " El Que Es". Él, Alá y Yavé tienen finalmente el mismo sentido.

Saco a colación esto, porque, a la hora que enfrentamos a un musulmán, lo tratamos como un sujeto que adora a un dios distinto al de nosotros, cuando, en realidad, alaba al mismo Dios cristiano, independientemente de que su propuesta sea la correcta o no. El Islam, nunca debemos pasarlo por alto, se planteó en sus inicios como una reforma al evangelio adaptada para el pueblo árabe y, por consiguiente, para todos los pueblos que habitaban la zona del Medio Oriente en el siglo VI. Lo cual, por cierto, implica no sólo su cultura ancestral, sino también su condición social, de etnia secundaria y empobrecida que buscaba una integridad y un mayor protagonismo en su región. Cabe anotar que, según los islamistas, el mensaje salvífico ha sido difundido en determinadas épocas por cinco profetas diferentes, los cuatro primeros, hallables en la Biblia ( Adán, Noé, Abraham y Jesús, que ellos, por motivaciones obvias, no consideran el " hijo de Yavé"); el quinto, Mahoma, es el fundador de la religión, y enseguida -cae de cajón- el más perfecto de todos, en un orden progresivo que remata en la revelación total. De igual forma, al tratar este credo, debemos considerar que Alá no es otro que Jehová, jamás un ídolo autónomo o un demonio maligno.

En conclusión, cuando estemos discutiendo con un musulmán, o incluso cuando estemos dando a conocer las concepciones del Islam, tenemos que considerarlo de igual modo que a un católico, un ortodoxo o un mormón. Esto es, como alguien que ensalza a Dios de una manera, al menos desde nuestra perspectiva teológica, equivocada. Nunca al nivel de un budista, confuciano o hinduista. Un error que, por desgracia, cometen los cristianos a menudo, y que ha alimentado la intolerancia respecto de la contraparte. Hasta cierto punto, esto ocurre por la poca información que manejamos respecto del Islam, casi siempre circunscrita a los atentados suicidas. Pero nadie se detiene a indagar en sus causas fundacionales, ni en su aporte a las ciencias ( en especial a las matemáticas, con la invención del álgebra), ni en el hecho de que sus primeros cultores fueron denodadamente dialogantes con sus contemporáneos que seguían a Cristo. Tal vez, porque dentro del cristianismo occidental, también existen personajes a los cuales les conviene esta constante e interminable lucha, y sacan provechos políticos y económicos de ello.