lunes, 28 de enero de 2013

De la Depresión a La Represión

Aprovechando la gran cantidad de movilizaciones sociales que se han suscitado durante el último tiempo en Chile, las cuales han sacado a la luz una serie de situaciones propias de un país que propicia el crecimiento económico -encarnado de modo casi exclusivo en la prosperidad económica de sus fortunas más prominentes- por encima del bienestar general; los sicólogos y siquiatras se han hecho presentes con la intención de pescar en río revuelto y así sacar una tajada de los beneficios del debate. De esta forma, han planteado la inquietud que les provoca la enorme cantidad de ciudadanos diagnosticados con depresión, con el agravante (que les sirve para exponer sus elucubraciones con un tono más lastimero) de que la proporcionalidad aumenta conforme nos acercamos a los sectores más desposeídos y vulnerables -en todos los términos incluyendo éste- de la población. Rematando sus preocupaciones con la exposición de un dato que les permite llamar mejor la atención de los auditores: la notoria ausencia de terapeutas en los consultorios y hospitales públicos, precisamente los centros de salud donde acude la gente más propensa a padecer estos trastornos.

Uno puede discutir la validez o no de eso denominado depresión en cuanto enfermedad o incluso estado clínico o de salud, más todavía si las características que existen para definirla son vagas y no se retrotraen a anomalías específicas de una determinada zona del organismo humano, como sí ocurre con otras patologías. Sin embargo, lo que queda al descubierto de inmediato al momento de analizar estas supuestas buenas intenciones, es un interés personal y colectivo que se circunscribe al ámbito gremial de los propios sicólogos y que es cualquier cosa salvo una actitud con fines altruistas. Dicha conducta subyacente queda descubierta en el mismo instante en que se formula la propuesta. Pues, si desde la postura de los terapeutas se supone que las estructuras de injusticia social que dominan todos los campos del quehacer de los chilenos -no sólo el económico con sus múltiples variantes- son las causantes de sus desajustes mentales; entonces, ¿por qué no se hace un esfuerzo por cambiar o siquiera buscar una modificación a esos sistemas que tanto daño provocan, ya sea a través de la protesta pública o de otros medios, en lugar de limitarse a recoger a las víctimas como lo haría un camión basurero? La verdad es que aquí sólo cabe la posibilidad de un trabajo fácil, de una falsa filantropía, que se remite al eslabón más débil de la cadena y abandona la auscultación sobre las principales causas del problema. En definitiva, un tipo de procedimiento atolondrado y poco reflexivo, semejante al que se da en los ciudadanos pedestres cuando se aborda en caliente el asunto de la delincuencia, opinando que se deberían construir más cárceles y que cabría reimplantar la pena de muerte, en vez de preguntarse por qué un individuo como todos los demás terminó por transformarse en un malhechor.

Este contraste entre discurso y realidad se hace más patente aún, cuando se efectúa un paseo por los centros públicos de salud y se constata la falta de profesionales en cualquiera de las especialidades de esa área, con todas las consecuencias posibles para aquellos que se atienden ahí. ¿No han pensado estos sicólogos y siquiatras, siquiera por unos segundos, que dichas personas primero requieren de solucionar sus impedimentos físicos, antes que se les despierte el interés por unas advertencias que al fin y al cabo son meras especulaciones seudo filosóficas, falsamente intelectuales y pretendidamente médicas? Y a pesar de tales antecedentes insisten en que los pocos recursos disponibles se predispongan para financiarlos a ellos. ¿Nadie ha sacado como conclusión de que, al solucionar los desajustes somáticos, también desaparecerán o cuando menos se reducirán los mentales? Los terapeutas, lo más probable es que no, ya que desean de cualquier manera justificar su labor. Pero cualquier otro sujeto provisto de un mínimo de sus facultades, incluso quienes han sido calificados de locos, notará que estas anomalías precisan de una resolución más integral que la simple intromisión de los guardianes de los manicomios.

Por el contrario, un placebo parcial y momentáneo, al igual que los estupefacientes, sólo conseguirá evadir el problema por un lapso breve de tiempo, pero éste retornará después con mayor vigor. Es, como se dice en el habla popular de Chile -sostenida por los mismos que hoy son blanco de los sicólogos- una solución de parche. Destinada en primera y única instancia a satisfacer las ansias de concretar un buen negocio con escasa sino nula inversión, pues habrá más cupos para practicantes de una falsa ciencia a costillas del Estado. Y que cuenta con ciertas ventajas al momento de tratar de llegar a buen puerto, en especial ahora que el país es administrado por un gobierno derechista y conservador, ya que los terapeutas son muy apetecidos a la hora de ejercer un control social. Ya los veo hablar con sus eventuales pacientes (qué va: para ellos no existe más que el monólogo) y exigirles que dejen de observar el entorno y sean felices con lo que tienen, que lo demás es vana preocupación. De qué otra forma procederían, si consideran la manifestación pública como un trastorno propio de un inadaptado social. Y para quien no se someta están las píldoras, similares a las drogas adictivas a la hora de minar la personalidad.

domingo, 20 de enero de 2013

La Ciudad, El Obispo y Los Perros

Cómo son las cosas en Chile. Un sacerdote que ha abusado de niños, incluso los casos de extrema gravedad como el infame Fernando Karadima, siempre cuenta con alguien que sale en su defensa, incluso cuando ya no se pueden ocultar sus fechorías, por último para rogar a la opinión pública que siquiera por un momento recuerde los aspectos positivos del pedófilo, que siempre los habrá, aunque se reduzcan a algunas prédicas puntuales y uno que otro discurso vehemente en defensa de la moral. Sin embargo, un obispo que llama la atención acerca de un delicado problema de sanidad pública, como son los perros callejeros, y que sobre lo mismo formula una opinión contraria a la que al parecer es mayoritaria, corre el riesgo de un turba le destroce la catedral y de que a él mismo lo intenten agredir, borrándose de una plumada aquello de que en este país existe un respeto reverencial por las tradiciones, en especial las que están relacionadas con la iglesia católica.

Debo enfatizar que Bernardo Bastres me produce los mismos sentimientos que cualquier otro cura. Que como ya lo habrán notado leyendo mis artículos, no son los mejores. Empero, a cualquiera le llama la atención el hecho de que el prelado se haya visto obligado a refugiarse en una habitación secundaria de la catedral de Punta Arenas, como en los tiempos más convulsionados del anticlericalismo y del rechazo a la intromisión eclesial en los asuntos públicos. Y todo porque el sacerdote, descansando en versículos bíblicos -usados de manera correcta, cabría añadir- exigió la eliminación de los perros callejeros que pululan por la capital de Magallanes, cuyo número se calcula en trece mil y que ya han sido responsables de varios ataques a personas, en especial a niños, en ciertas ocasiones con consecuencias fatales. Importante es agregar que pocos días después de que el purpurado emitiera sus palabras, cuarenta de estos perros aparecieron muertos, se presume que por envenenamiento. Eso bastó para que se lo acusara como instigador y hasta como autor intelectual de la matanza, y que se lo tachara en distintos sitios de internet de asesino, al punto de intentar algo impensable en Chile, como es irse a las manos con alguien vestido con sotana. Porque debemos admitirlo: más allá de que haya perdido buena parte de su influencia merced a los abusos infantiles, la iglesia católica continúa siendo intocable en este país, y prueba de ello es que hasta ahora ninguno de sus consagrados, ni siquiera los más abyectos violadores de niños, habían estado tan cerca de recibir golpes físicos. Todavía más: ni en esas situaciones los ciudadanos comunes se han atrevido a acusar a los involucrados sin antes contar con evidencia irrefutable, lo cual no ocurre con otros colectivos. Tampoco les pasó algo por el estilo a quienes suelen saturar los medios de comunicación con sus irritantes prohibiciones moralinas. Pese a los acontecimientos recientes siempre permaneció aquel temor a lo divino (o de acuerdo a la forma en que se le mire, un irracional miedo al cuco).

¿Y qué sucedió para que de la noche a la mañana un tumulto, similar a los zombis de Romero, se abalanzara nada menos que contra un obispo, y tratara de morderlo de idéntico modo que los perros que ocasionaron esta discordia? Quizá la explicación certera se encuentre en un eventual choque de fanatismos. Por un lado, el catolicismo más estructural e institucional, cuyos representantes, y ésta no fue la excepción, acuden a esa ascendencia malsana que poseen sobre la sociedad chilena, con el afán de imponer sus apreciaciones con la misma prepotencia de los inquisidores de antaño (y de la actualidad). Por el otro, los auto proclamados defensores de los derechos de los animales, quienes tienen sus propios movimientos religiosos a sus espaldas como Nueva Era, y que aparecen cada vez que se produce un problema de estas características, con sus diatribas sustentadas en la emotividad más elemental y renunciando al menor atisbo de asidero científico. Bartes actuó como suelen hacerlo los curas: desde la testera de quien se siente como el único poseedor de la verdad pues está ahí por mandato divino. Sin embargo su peor enemigo no fue el desprestigio en el cual ha caído la institución que representa a causa de los pecados de sus colegas. De acuerdo: es un antecedente a considerar; pero por debajo de lo que significa enfrentarse a otro grupúsculo que a su vez también se cree depositario de la certeza absoluta e irrefutable. ¿Por qué, si de colocar ejemplos se trata, no se atacó a algún prelado de la misma manera, cuando una pandilla de neonazis asesinó al joven gay Daniel Zamudio, si los integrantes del clero criollo venían formulando de modo sistemático sendas declaraciones en contra de la homosexualidad, oponiéndose no sólo al matrimonio, sino a cualquier instancia civil que regulara sus relaciones? Se los podría haber acusado igualmente de instigadores, si se comparan las circunstancias que desencadenaron ambos incidentes.

Y no obstante, todos quienes aborrecían a la iglesia católica por diferentes motivaciones, permanecieron inactivos durante este tiempo. Más allá de los insultos que se lanzaban en las conversaciones de sobremesa o en los comentarios virtuales, nadie llegó a una situación que, según el derecho canónico, acarrea la excomunión del feligrés que la ejecuta. En cambio, los defensores de los animales aunaron en su seno la fuerza suficiente como para arrastrar tras de sí el odio acumulado contra el romanismo y canalizarlo además en una persona específica, en circunstancias que esa misma reverencia tradicional hacía que los escupitajos fuesen dirigidos a la "Santa Madre" en términos generales sin dar nombres, al menos de altos cargos. ¿Una nueva señal que indica el retroceso total y definitivo de los papistas? No, pues lo que estamos presenciando es en realidad la sustitución de un extremismo religioso por otro. Sustentado también por gente de buena situación económica y social. Algunos de quienes son vecinos de sujetos que abandonan mascotas que luego pasan a engrosar la lista de callejeros, y lo saben y empero no se atreven a denunciarlo por temor a perder sus contactos y ser objeto del repudio de sus pares. Lo cual se torna en más que una simple conjetura, en especial si se considera que existen pruebas muy fuertes en relación a que determinados participantes del ataque a la catedral a Punta Arenas habrían estado involucrados en la matanza de los perros.

lunes, 14 de enero de 2013

Perdidos En Su Ascendencia

Varios medios de comunicación de orientación cristiana han divulgado la noticia de la masiva emigración a Israel de los Bnei Menashe, un pequeño grupo de judíos residentes en el estado de Assam, en el noreste de la India. El hecho no habría ido más allá de otro operativo de parte del gobierno hebreo efectuado en el marco de la Ley de Retorno aprobada en ese país hacia 1950, de no ser porque este puñado de personas reclama ser descendiente de una de las llamadas "tribus perdidas", en concreto de la Manasés, cosa que avalan basados en una serie de relatos legendarios surgidos en su propio seno. De acuerdo con dichas narraciones, una porción de los desterrados por el imperio asirio se habría embarcado al este hace dos mil años y tras varias peripecias, naufragio incluido, llegaron a las tierras de Buda, donde se mantuvieron todo este tiempo.

Repasemos la historia y de paso el Antiguo Testamento. Cuando en el 711 el reino de Efraím o del Norte, uno de los dos que surgieron como consecuencia de la partición del viejo Israel que a su vez fue producto del vacío de poder acaecido tras la muerte de Salomón, sucumbió ante el asedio de la ya mencionada Asiria, los conquistadores, con el propósito de evitar una eventual rebelión, actuaron según la costumbre de las civilizaciones de la Mesopotamia y ordenaron el destierro de un buen número de la población, en especial de las capas altas y medias de la sociedad. Dado que la Biblia no retoma en pasaje alguno el destino de estas personas, lo cual da a entender que el país entero como entidad, idiosincrasia y grupo humano fue destruido, es entonces que se comienza a hablar de las diez tribus perdidas (o diez y media, si se considera como tal a los levitas residentes). Este silencio no se produce respecto de los habitantes de Judá, la monarquía del Sur, que sufrió una situación similar en el 589, ahora a manos de Babilonia, herederos de los asirios, ya que estos últimos mantuvieron su integridad e incluso una fracción de ellos retornó siete décadas después, cuando los babilonios fueron aniquilados por los persas y su soberano, Ciro, autorizó dicho regreso, aunque una cantidad importante de ciudadano prefirió quedarse en los lugares donde fueron asignados, ya que lograron prosperar y sentar raíces ahí. Algunas de estas colonias, no obstante, y en particular aquellas que se ubican en sitios apartados o poseen rasgos físicos que los diferencian en modo notorio del judío medio, son las que de tarde en tarde alegan ser descendientes de las mentadas tribus perdidas, debido a que el aislamiento y el rechazo de sus pares los fuerza a buscar justificaciones exóticas -que tienden a cuajar más en el mito que en la investigación científica- a las cuales aferrarse.

En este asunto hay que ser prácticos y aceptar que lo más probable es que los componentes del reino de Efraím hayan desaparecido por completo, quizá inmediatamente después de la ocupación asiria. De quienes debieron partir al exilio -que a diferencia de lo ocurrido con el Sur poco más de un siglo después, no fue total- una buena parte olvidó sus orígenes y se mimetizó con los pueblos de destino, tesis bastante cercana a la realidad si se considera que los norteños no contaban en su territorio con el templo de Salomón -cuyos enormes sacrificios derivados de su construcción entre otras causas dieron origen a la secesión- y que desde su misma independencia se inclinaron por la idolatría, como lo prueba los dos becerros dorados que ordenó construir Jeroboam. El minúsculo porcentaje que pudo haberse mantenido fiel al culto de Yavé -que existía; recordemos que Amós y Oseas provenían del Norte- a su vez debió haber sido absorbido por los sureños que empezaron a vivir su propio drama tras el 589. Respecto a quienes se les permitió permanecer en su territorio -los sectores más populares, que por regla general no cuentan con recursos propios para sostener una cultura, cuya identidad además se había tornado difusa- se sabe que un grupo mayoritario escapó hacia Judá, fenómeno que es atestiguado por el aumento, ratificado por los profetas y los libros históricos de la Biblia, de los santuarios locales dedicados a los baales. Los que se quedaron, entretanto, acabaron mezclándose con los individuos traídos por los asirios en sustitución de los expatriados, amalgama de la que surgieron los samaritanos, cuyas tradiciones incluían tanto la religión ancestral israelita como la inclusión de ritos paganos con antecedentes tanto dentro como fuera del mencionado Efraím. Más aún: es probable que la ojeriza samaritana en contra de la reposición del templo de Jerusalén tenga entre sus causas un resabio de la rivalidad que siempre se suscitó entre las dos monarquías.

¿Cuál, entonces, podría ser el origen de estos Bnei Menashe? El dato más optimista indicaría que se trataría de una conversión masiva acontecida entre el siglo II antes de Cristo y el siglo III después de Cristo. Aunque las investigaciones más relevantes sitúan sus comienzos en épocas todavía más recientes, usando como argumentos dos hechos dignos de destacar, como es el que sus componentes presenten rasgos prácticamente similares a las etnias indias de la zona, además de que la mayoría eran cristianos antes de emigrar (en efecto, el gobierno israelí les exigió convertirse a todos al judaísmo como requisito para acogerse a la Ley del Retorno, religión que ni siquiera estaba confirmada entre los más ortodoxos, que profesaban un monoteísmo de características bastante peculiares, que para algunos no se podía comparar con la fe judía aún en un marco de distorsión). No se descarta la circunstancia de que algún grupo de hebreos con sangre norteña en sus venas haya realizado una labor de proselitismo incluso desposando nativos. Sin embargo, es preciso ser majadero e insistir en que ante todo aquí existe el intento de aferrarse a un argumento tanto legendario como exótico con el propósito de ser reconocido. Pues, ¿de qué manera una persona criada en remotas aldeas de la India, que practica una adoración parecida al judaísmo, puede presentarse ante un rabino y solicitar ser considerado como un hermano de votos, si no es declarándose un sobreviviente de algo que por la falta de información general ha despertado la curiosidad y la fascinación, como es el caso de las tribus perdidas? Una lástima tratándose de los judíos, un pueblo que no se identifica mediante los lazos de consanguinidad. Pero en fin: sólo buenos deseos para quienes acaban de iniciar una nueva vida en la Tierra Prometida.

lunes, 7 de enero de 2013

Los Pecados de la Seguridad

A pocos ha dejado indiferente la reciente decisión de Barack Obama, quien acaba de designar a quienes espera -porque necesita la ratificación del Congreso- sean los próximos Secretario de Defensa y director de la CIA, dos cargos muy importantes al momento de tratar la seguridad exterior de Estados Unidos. En especial, porque tanto Chuck Hagel como John Brennan cargan con sus propias controversias a cuestas. El primero es un republicano disidente que tras apoyar la invasión a Irak y las políticas de Bush en el marco de la denominada "guerra contra el terrorismo", luego se fue distanciando de manera paulatina y sostenida de esos predicamentos hasta tornarse uno de los más reconocidos objetores de ellos, al extremo de que hoy es un asesor del actual presidente. El segundo, en tanto, es sindicado como uno de los principales engranajes en la elaboración de esas aberraciones penitenciarias que los norteamericanos instalaron en Guantánamo y Abu Gharib, donde prisioneros acusados sin pruebas concluyentes de integrar grupos violentos y responsables de atentados han soportado en algunos casos hasta diez años de interminables sesiones de tortura.

Veamos cada situación de modo separado. En lo que se refiere al aspirante a Secretario de Defensa, su mayor dificultad radica en los sentimientos encontrados que se persona provoca en la oposición republicana debido a su cambio de opinión, ya que como anotamos, de gran partidario y colaborador en las acciones bélicas de Bush pasó a ser uno de sus más visibles detractores, y no conformándose con eso, además accedió a ser consejero de un mandatario que representa al partido oponente (y que en algún momento fue elegido por quienes siempre rechazaron las determinaciones de W.). Por lo tanto sus antiguos camaradas -y me parece que actuales pues aún no ha renunciado a la colectividad- lo miran como un traidor, lo cual es comprensible si estamos hablando de convicciones políticas, donde para muchos el acabar abrazando una postura completamente opuesta a la defendida al comienzo constituye una grave falta moral   -cabe recordar el significado y las connotaciones de la expresión "darse vuelta la chaqueta" muy usada en el lenguaje coloquial chileno-. Sin embargo, es interesante observar que Hagel optó por cambiar de vereda tras experimentar un proceso gradual, en donde jugó un rol muy preponderante la sensación de desengaño. Lo cual significa que no se trató de un capricho, una broma de mal gusto o una reacción ante una eventual exclusión de algún puesto deseable -que tenía de sobra por lo demás-. Sino de un acto bastante racional, de cabeza fría, donde se cotejaron una serie de antecedentes que culminaron en una conclusión formulada con total madurez. Ésa es una cuestión que en particular debe provocar prurito entre sus viejos amigos: que un miembro del círculo más íntimo sea capaz de explicar con argumentos convincentes las causas de su salida voluntaria, tanto que es difícil rebatirlo.

Por otro lado, la situación de John Brennan se nota a la legua como diferente. Él ha sido señalado como un torturador, que ejerció dicho oficio en un sistema carcelario que se encuentra a distancia sideral del más tibio acuerdo de derechos humanos. Se trata, desde luego, de un nombramiento que contradice y desdice las intenciones de Obama. No sólo en contraposición con la biografía de Hagel, sino en relación con el mismo programa político que el actual presidente presentó con la finalidad de ganar ya dos elecciones y de la idiosincrasia colectiva de sus votantes. Pero además es inexplicable en base a la circunstancias coyunturales que podrían instalarlo al mando de la CIA. Pues el director saliente se vio obligado a renunciar tras un escándalo sexual, ya que se descubrió que se había involucrado con una de sus secretarias, devaneo inaceptable para una sociedad de cultura evangélica como la norteamericana. Bien es verdad que el mencionado bochorno en torno al lío de faldas pudo haber sido agrandado con el propósito de sacar a una persona de alto rango que no era del agrado del actual gobierno, que al fin y al cabo estos subterfugios se dan también en las sociedades más puritanas. Pero eso no quita la inevitable necesidad de una reflexión. ¿Es más réproba una infidelidad matrimonial que administrar apremios ilegítimos otrosí de manera sostenida en el tiempo? ¿Una relación por fuera es peor que la tortura y el mantenimiento de presos sin juicio ni derecho a defensa? Urge que quienes aplauden una decisión que demuestra que en aquellos países donde arraigó la reforma no se tolera el menor desorden y se procede de acuerdo a cánones estrictos de disciplina, se pronuncien sobre el particular.

De las próximas deliberaciones del parlamento norteamericano, sólo espero que se confirme la designación de Hagel y en cambio se revierta la de Brennan. El primero, además, ha continuado con su acertada actitud de colocar paños fríos en materia de relación internacional y ha tomado distancia tanto de la actitud de Israel frente a los palestinos como de la obsesión de ciertos personeros de Washington por invadir Irán. Lo cual ha impulsado a algunos ha tacharlo de anti israelí y de pro iraní, calificativo este último que en la práctica equivale a pro musulmán. Dada la naturaleza de esos ataques y considerando los sectores de la sociedad norteamericana de donde provienen, significa que el tipo va por buen camino. Atributos que no se le pueden otorgar al eventual futuro director de la CIA, aunque su prontuario sea del agrado justamente de quienes desaprueban las gestiones del otro sujeto. ¿Qué busca Obama? ¿Dejar contentos a ambos extremos? Ya fue a la reelección y por lo mismo no requiere, al menos para su figura, de captar votos. Quienes podrían situarse en dicho embrollo, en cambio, son los congresistas, pues serán sometidos a sufragio popular a fines de 2014. Por ello tienen la respuesta definitiva, tras la que se podrá concluir si en dos años más el presidente se verá enfrentado a su propia era del pato cojo.