domingo, 18 de agosto de 2013

La Posibilidad de Vida Extraterrestre

El asunto de la posibilidad de que exista vida en otros planetas -no necesariamente inteligente- es un asunto que siempre ha provocado escozor entre los cristianos, en especial los de cuño más conservador. Muchas congregaciones la rechazan de plano, aduciendo justificaciones de índole puramente emocional en ciertos casos carentes de una cuota aceptable de racionalidad. Se ataca la idea tras observar a los diversos movimientos seudo científicos y con pretensiones místicas que la sostienen, los cuales desde luego deben ser considerados como idólatras si uno se atiene en forma exclusiva a los preceptos bíblicos. A ello se han agregado determinadas afirmaciones de estos grupos que algunos creyentes han sentido como una ofensa y una provocación, por ejemplo insistir en considerar a Jesús como un alienígena, situación que es una perogrullada si se considera que al tratarse del hijo de Dios no pudo sino venir de fuera del planeta; pero que a algunos cristianos les retrotrae a la caricatura de los hombrecillos verdes y los monstruosos reptiles que el cine de clase B y las historietas hicieron popular en la década de 1950, y que estaban diseñados a propósito para generar repulsión en el receptor.

Hay una lógica que siguen los detractores de estos temas que quizá ellos mismos nunca han imaginado, pero que de igual modo ordena y dirige su modo de proceder. Cuando el pensamiento occidental estaba regido por la tesis del sistema geocéntrico -aquel que aseguraba que todos los cuerpos celestes probables giraban alrededor de la Tierra-, se podía avalar con argumentos no teológicos el principio cristiano que ubica al hombre como centro de la creación. Por eso dicho predicamento fue defendido por la iglesia católica al extremo de llevar a la inquisición afirmaban cosas opuestas como Galileo Galilei. Sin embargo, tras verificarse que vivíamos en otro "mundo errante", que daba vueltas en derredor de una estrella deshabitada, la humanidad se vio forzada a aceptar el primero de una serie de golpes a un orgullo que contaba con el más impenetrable de los amparos, como es el dogma religioso. Dicho así, en términos generales, porque otros credos también apoyaban esta teoría basándose en una simple mirada al cielo que constataba que el Sol "caminaba" a través de la bóveda del firmamento. Para colmo, luego se descubrió que todo formaba una ínfima parte de una enorme galaxia, que además era sólo una de las millones que pululaban por el universo en permanente expansión. La única barrera que aún no se ha conseguido flanquear es precisamente la existencia de vida extraterrestre, asunto que, pese a la vasta cifra de especulaciones surgidas al respecto -serias y de las otras- aún no ha logrado ser corroborado -o rechazado- desde el ámbito científico.

Al respecto, hay un antecedente muy interesante acerca de lo que puede ocurrir con los distintos sistemas de creencias de ser hallada finalmente vida alienígena. Es lo que atañe al descubrimiento de América. El que existiesen poblaciones enteras que jamás oyeron hablar del Dios cristiano resultó tan desconcertante para la población europea que se puede incluir como una de las diversas causas que aceleraron tanto la Reforma de Lutero como el tránsito hacia lo secular que caracterizó al Renacimiento. De hecho, nada más se supo que lo visitado por Colón era un continente desconocido hasta entonces, la iglesia romana intentó apaciguar los ánimos aseverando que los indígenas americanos eran descendientes de las llamadas tribus perdidas de Israel y que estas tierras recién exploradas eran el verdadero sitio del paraíso terrenal. Muchos a propósito aseveran que de confirmarse que en efecto hay extraterrestres más allá del sistema solar lo primero que caería en tela de juicio sería la fe. Para quienes sostienen su cotidianidad en la Biblia una hallazgo de tal envergadura abriría una grieta repleta de interrogantes tanto o más infinita que el mismo universo. ¿Habrán escuchado estos seres la palabra de Dios? Si no es así, ¿cómo han sobrevivido todo este tiempo sin conocerla? Y si es de modo opuesto, ¿quién se las comunicó? ¿Murió Cristo en más de una oportunidad por los pecadores de distintos mundos? Si estos sujetos son de un aspecto físico completamente desconocido para los humanos, ¿qué acaece con el principio de "imagen y semejanza"? Aún si se tratara de individuos carentes de inteligencia propondrían la interrogante respecto de su lugar en la creación. No faltaría quien tuviera la sensación de que las Escrituras no dan respuestas.

Hasta ahora, los diferentes descubrimientos acerca de la composición del universo parecen inclinar la balanza contra la idea de la existencia de vida extraterrestre (bueno: tampoco existen pruebas científicas acerca de la existencia de Dios). Sin embargo, ello no asegura que el péndulo no girará ya desde el día de mañana. Cabría cuestionarse acerca de que si, como cristianos, estamos preparados para el advenimiento de un momento como ése. Y una teoría que sostiene que los alienígenas no existen porque no son mencionados en la Biblia, ayuda bastante poco. Las Escrituras no hablan de las galaxias ni de América, y cuando estos hallazgos fueron confirmados, una parte importante de los creyentes, en especial quienes rechazaban la aparición de estos elementos amparados sólo en una fe no reflexiva, se vieron en un considerable aprieto espiritual. Es de esperar que una revelación como la descrita en este artículo, cuyo tamaño es por supuesto mayor, no aseste un golpe de gracia definitivo al cristianismo, que ha salido de anteriores crisis merced a hombres muy firmes en sus creencias, pero que además no se cerraban a nuevas realidades ni profundos debates.

domingo, 11 de agosto de 2013

Feliz Día, Niños Abusados

En los últimos minutos que le quedan a este día del niño, uno no puede dejar de ver a esos infantes atiborrados de regalos sin hacer un contraste con lo que les sucede a los menores que se encuentran bajo la tutela del aparato público, los cuales, de acuerdo a informes fidedignos que además las mismas autoridades intentaron ocultar, llevan décadas sufriendo abusos en aquellos orfanatos donde se supone han sido enviados con el propósito de garantizarles protección. Muchachos que, y esto también ha sido revelado en los escritos ya mencionados, durante todo este periodo perfectamente pudieron haber sido criados por ambos o uno de sus padres, cuando no por un familiar directo. Pero que fueron sometidos al arbitrio de un funcionario judicial que obró de acuerdo a prejuicios más que a un criterio.

La verdad es que en esta polaridad de situaciones, que afecta a niños que en muchos casos tienen la misma edad, idéntica contextura física y sueños similares, una vez más se puede constatar el carácter clasista de la ideología de la familia, que además está ligada de un modo muy íntimo al liberalismo económico en sus versiones más salvajes e inhumanas. Sólo aquellos padres que son capaces de gastar una aceptable suma de dinero en los centros comerciales luego reciben una autorización consuetudinaria para criar a sus hijos como a ellos les plazca, incluyendo la aplicación de castigos. Por su parte, estos chicos adquieren un derecho tácito a ser el centro de atracción y a pasear los obsequios recibidos con orgullo frente a sus amigos y con especial presunción frente a quienes les tocaron progenitores con menor poder adquisitivo. Una conducta que por cierto no deja de lado anomalías con el matonaje escolar. Lo peor es que quizá los muchachos menos afortunados ni siquiera salgan durante estos días a la vereda, menos por una vergüenza que por una recomendación de sus mismos criadores; no vaya a ocurrir que pase una funcionaria pública y se conmueva ante su precaria realidad, decidiendo iniciar los trámites para que ese menor sea finalmente llevado a un hogar de acogida. Mire que los regalos costosos y relacionados con artículos de último modelo no sólo aseguran la dicha infantil, sino que de manera adicional generan circulación monetaria y por ende aumenta el ritmo de crecimiento del país.

El recién destapado escándalo de los abusos en los orfanatos devela a un Estado que actúa como ese padre castigador, estúpido e ignorante que las mismas autoridades públicas incentivan a erradicar mediante diversas campañas publicitarias y medidas que incluyen precisamente a estos vapuleados centros para menores. Se califica de modo punitivo primero a los progenitores originales, antes que nada por carecer de capacidad adquisitiva, hecho que sirve para desatar una serie de sospechas. Ya asentados los prejuicios, se buscar colocar cercos en la vida del niño pobre, pues se acepta que sólo por su origen se halla más propenso a cometer acciones antisociales y reñidas con la justicia. En suma el aparato público se comporta como la caricatura del imbécil que azota a su hijo menos como consecuencia de una travesura sino como una forma de corrección preventiva. Y cuando la mentalidad del pequeño ha sido deformada y dañada de manera irreparable, los agentes gubernamentales efectúan un abandono, justamente el pretexto debido al cual fue arrancado de su núcleo familiar y encerrado en un hogar común. O aprovechan las circunstancias y se dedican a la explotación infantil, otro subterfugio empleado para apartar a los chicos de sus parientes cercanos.

Todo ello en un país cuyas autoridades tienen una visión idealizada y carente de realidad acerca de la maternidad -derivada precisamente de su particular posición social-, donde el aborto es ilegal bajo cualquier coyuntura y el uso de anticonceptivos y las personas que no han engendrado hijos, si bien son aceptadas igualmente son miradas con recelo. Si la madre opta por continuar con un embarazo se salva del linchamiento y el escarnio. Pero será el niño quien de ahora en adelante estará obligado a cargar con la culpa, no de una concepción concretada en circunstancias irresponsables (porque finalmente la preñez libra de todo mal), sino de haber nacido en un entorno estimado como vulnerable. Si no encuentra quien le dé regalos entonces será víctima de golpes y violaciones. Por su bien.

lunes, 5 de agosto de 2013

Misioneros con Vaqueros y Obesidad Mórbida

En una de las múltiples -e intrascendentes- intervenciones verbales del papa en su reciente visita a Brasil, abogó por la existencia de "misioneros que vistieran pantalones vaqueros y comieran en el Mc Donalds". Al igual que el resto de sus discursos éste le significó aplausos de la galería y elogios de la prensa. No debiera ser de otra manera. Nos encontramos en medio de una reunión entre un líder y sus partidarios incondicionales, relación que se torna más estrecha cuando se trata de una religión. Tengan por sentado que con cualquier otro pontífice, incluyendo los más ultramontanos Wojtyla y Ratzinger, habría acaecido lo mismo, y en efecto ocurrió así en varias ocasiones. Lo interesante en este caso es que esta declaración, al igual que otras, pasó inadvertida frente al "quién soy yo para juzgar a un homosexual", opinión que fue exhibida como la muestra más cabal del definitivo golpe de timón que aseveran los portavoces de la iglesia católica será dado al interior de dicha institución con su recién estrenada máxima autoridad. Como si el mismo Jesús no hubiese dicho palabras similares, que por cierto están recogidas en los evangelios.

Pero regresemos a las palabras que dan origen a este artículo. Por supuesto que han sido espetadas en sentido metafórico, con la intención de hacer un llamado a los feligreses, en especial a los más entusiastas, a dejar de pensar que los mejores lugares para desarrollar una vocación religiosa son los claustros o los confesionarios. Se les insiste en la idea de que se puede evangelizar en la calle, prescindiendo de los hábitos y no teniendo más conocimientos que el de cualquier hijo de vecino (de ahí la comparación con las vestimentas). En síntesis, que sean personas que se esfuercen por conocer la realidad cotidiana con el propósito de mejorarla. Una sugerencia que, hasta cierto punto, es motivada, en clave negativa, por los diversos escándalos que han sacudido a la iglesia católica en el último tiempo, y que guardan una íntima relación con esa praxis secretista que caracteriza a los consagrados del romanismo, la cual no lo debemos olvidar, ha sido un procedimiento avalado por la institución madre prácticamente desde que existe. Frente a este cúmulo de malas experiencias, se propone, en cierto modo, imitar lo obrado durante las décadas más recientes por las comunidades evangélicas, las mismas que tanto este pontífice como sus antecesores tratan en forma despectiva de "sectas pentecostales" acusándolas de distorsionar el mensaje cristiano en buena medida producto de la ignorancia de sus dirigentes a quienes curiosamente el propio papismo acusa de falta de estudios. Pero que vienen exponiendo un éxito cuantitativo y cualitativo considerable, al extremo que en su seno se han allegado más ciudadanos de formación católica que en los grupos agnósticos, ateos, espiritistas o indigenistas.

Tal vez esa aparente ambigüedad esconda un mensaje coherente. En particular porque en otro de sus discursos emitidos en Brasil, Francisco llama a estos misioneros a intentar recuperar para el catolicismo -la única iglesia verdadera- a quienes se han convertido a las distintas congregaciones evangélicas existentes en América Latina. Sin embargo, y al margen de estas anécdotas, cabría preguntarse si realmente Bergoglio cree que sus buenas intenciones -más bien palabras de buena crianza- tendrán algún resultado. Sobre todo al momento de romper siquiera por milímetros la pétrea y hermética estructura de su institución, de carácter eminentemente vertical y repleta de jerarquías y ritos que deben ser respetados porque constituyen un mandato divino, además de constituir la esencia y el espinazo de la organización. Ya hay indicios en la investigación llevada adelante contra los administradores del llamado Banco Vaticano de que eso no es cosa fácil. No obstante, y a la luz de esos antecedentes, ¿es honesto el papa cuando formula tales proposiciones, si debido a la sola naturaleza del romanismo siempre devendrán en quimeras imposibles? Si lleva adelante las medidas que muchos esperan, desaparecerá la estructura del catolicismo tal como la conocemos, y que es la misma que lo elevó al pontificado. Fuera de que los denominados laicos deben someterse a protocolos muy rigurosos al momento de querer divulgar el mensaje de salvación así como sus eventuales aplicaciones. De partida están forzados a seguir un estricto aprendizaje teológico que incluye declaraciones magisteriales e interpretaciones de la Biblia que los educandos tienen que saber prácticamente de memoria, pues a veces una coma mal puesta puede conducir a una denuncia por herejía. ¿Estarán en realidad dispuestos los purpurados a dejar la labor proselitista en manos de autodidactas neófitos que podrían obtener réditos positivos, pero igualmente caer en graves errores doctrinales?

La respuesta simplemente es no. Por lo que los dichos de Francisco, si no son palabras hueras espetadas con el afán de conseguir el aplauso fácil, sí constituyen un engaño, algo que es más probable si se atiende a la historia del catolicismo y justamente a esa preparación que distingue a los sacerdotes y los teólogos del resto de los fieles. De hecho, de concretarse sus sugerencias la iglesia romana estaría más cerca de transformarse en "una ONG piadosa", algo que precisamente este papa ha manifestado que desea evitar. Por lo que no se le debe tener fe a esos eventuales misioneros de vaqueros y Mc Donalds, esa asquerosa cadena de locales de comida rápida que ha sido una de las responsables del disparo de la obesidad mórbida a nivel mundial, y que representa una serie de anomalías muy lejanas del espíritu cristiano.