domingo, 13 de diciembre de 2015

Con Las Rodillas Sangrantes

Pasó otra celebración de la Inmaculada Concepción, y como es costumbre, vimos los santuarios católicos marianos repletos de peregrinos que cuales gusanos humanos se arrastraban por el asfalto, desde un punto de partida previamente demarcado, hasta el altar donde yacía la correspondiente imagen de la Virgen, destrozándose las rodillas en el trayecto, un hecho que bien podría provocar una infección o una atrofia en las extremidades. Personalmente, me llamó la atención una cuña periodística donde el sacerdote encargado del recinto de Lo Vásquez, el más conocido y visitado de estos lugares, declaraba algo así como que bajo el punto de vista de la teología católica, no podía compartir estas extremas demostraciones de fe, pero que igualmente las respetaba y las comprendía, dos palabras memorizadas que se suelen usar en estas ocasiones como forma de salir del paso.

Resulta hasta agradable escuchar por fin a un cura advertir que estas manifestaciones no corresponden al cristianismo en general ni al catolicismo en particular -el que finalmente también es creyente en Jesús-. Sin embargo -y dejando de considerar el hecho de que, por un investido que deja las cosas claras, hay cientos e incluso miles que no obran de la misma manera-, ¿qué se esconde detrás de ese "respeto y comprensión", dos términos vagos empleados la mayoría de las oportunidades, en ésta también, como simples muletillas, vaciados de sus contenidos al extremo que si a su emisor se le pide elaborar un significado contextual de ellos, lo más probable es que no sepa qué responder? Si por eso entendemos la aceptación de estas costumbres consideradas heterodoxas, tenemos entonces que dentro de la iglesia romana se permiten expresiones ajenas a las auténticas, y que los líderes espirituales, si no las alientan, al menos las toleran. En circunstancias que, de acuerdo a esa misma teología a la cual apelaba el sacerdote, quien viene con modos de alabanza extraños acaba siendo condenado y prueba de aquello son los anatemas que desde la institución han sido lanzados contra visiones alternativas de la fe, como la Reforma o la doctrina de la liberación, que han sido tachadas de herejías, sectas o desviaciones incompatibles, y a sus defensores, les ha traído la hoguera, la cárcel o en los últimos tiempos, la excomunión.

Por lo tanto, es menester interrogar a un cura o a un teólogo católico acerca de la permisividad en esta clase de conductas, cuando en situaciones surgidas en contextos distintos, pero comparables, la vara de medición es otra. Tal vez la respuesta se halle en los réditos económicos que dejan actividades como la de Lo Vásquez, las cuales no sólo se pueden evaluar en el marco del beneficio pecuniario inmediato. Porque aparte del dinero que los fieles depositan en el santuario por concepto de ofrendas -que no es menor-, están todos los artilugios que los pequeños comerciantes venden dentro o alrededor de los templos, personas que de seguro también son católicos y deben destinar una fracción de ganancias a aumentar las limosnas, fuera de que están obligados a pagar los permisos correspondientes si pretenden instalarse al interior del recinto. Objetos que van desde lo más usado en estos menesteres -flores. rosarios, lápidas para inscripciones- hasta los más variados chiches para entretenerse durante el rato. Por otro lado, la institución romana, como tal, con esta clase de eventos masivos proyecta una imagen de arraigo popular mayoritario, lo que en términos sociológicos y mentales es muy importante, en especial en la actualidad cuando la curia se ha visto remecida por escándalos de orden sexual y financiero, y se discuten una serie de reformas legales y políticas que le podrían acarrear una merma considerable en sus privilegios. Lo que se llama un negocio redondo.

Si los sacerdotes realmente estuvieran del lado de sus feligreses y predicaran el verdadero evangelio, entonces hablarían al unísono y con absoluta claridad acerca del grueso error que cometen las personas que efectúan estas prácticas creyendo que con ellas se acercarán a la salvación. Primero, no sólo Jesús, sino que en cualquier parte de la Biblia, podemos ubicar textos que condenan toda forma que implique una mutilación corporal o que conduzca indirectamente al deterioro del organismo, y más son rechazadas sin con ellas se pretende hacer gala de un fervor cristiano. Por otra parte no olvidemos que la fe en el Señor es ante todo práctica, y aunque demande sacrificios, en caso alguno están relacionados con una autodestrucción física que al penitente, a la corta y a la larga, le hará más mal que bien (por el dolor de las rodillas, la eventual atención médica y el riesgo de infección). El paralelo tendencioso que se suele hacer entre estas expresiones y las conductas de ciertos evangélicos, que saltan y gritan en momentos de supuesto éxtasis, no resiste análisis, ya que ellos no terminan dañados en su humanidad, fuera de que se trata de demostraciones no aceptadas por todos, y la verdad, a algunos los deja en el más completo ridículo, además de ir contra del mandato de orar en silencio y no imitar a los hipócritas. Lo que es válido también para quienes se arrastran detrás de los tontos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Javier Soto O Del Sometimiento a Las Autoridades

Una vez más el auto proclamado pastor Javier Soto protagonizó un escándalo en tribunales. Tras recibir a condena que lo obliga a firmar en forma semanal por unos meses a causa de los insultos y amenazas que profirió en plena calle a miembros de la comunidad homosexual, en la misma sala de la corte lanzó sus diatribas en contra de todos quienes se encontraban allí presentes, incluyendo al juez que lo sentenció, aseverando -lo más suave- que arderán en el infierno por utilizar el ordenamiento legal para oponerse a la auténtica justicia, que es la del Señor. Pese a que su reacción le podría haber significado ahí mismo una detención y encarcelación por desacato -delito que se halla tipificado-, el magistrado optó por no actuar, lo cual le permitió continuar acosando verbal y hasta físicamente a los dirigentes gay, ya fuera del edificio ministerial.

Durante mucho tiempo, los evangélicos latinoamericanos defendieron y siguieron de manera incondicional el principio del sometimiento a las autoridades civiles basado en una interpretación particular del capítulo trece de la carta a los Romanos. La premisa era válida para toda clase de gobernantes, también los más injustos -que han abundado en esta parte del globo-, incluso si dictaban leyes o defendían conductas que se podían interpretar como actos de persecución. Dicho proceder anulaba toda posibilidad de protesta, resistencia y en ciertos casos hasta disidencia, pues se suponía que esas personas estaban ahí por voluntad de Dios y por ende el creyente arriesgaba contradecirlo a Él, lo cual constituía una situación de desobediencia. Lo cual era muy significativo en un grupo de territorios dominados no por gente inspirada en la Reforma sino de tradición católica, quienes se escudaban en los mismos sacerdotes para cometer sus abusos (purpurados que por cierto en muchas ocasiones eran cómplices). La idea era que estas demostraciones de mansedumbre tarde o temprano iban a conmover o al menos llamar la atención de quienes tomaban las decisiones, e iban a terminar reconociendo la verdadera preeminencia del Señor.

Sin embargo, en el último tiempo esos mismos evangélicos han hecho una curiosa y a la vez notable excepción, cuando se trata de regular la situación de los homosexuales. Si una autoridad determinada habla favorablemente de ellos, de inmediato los líderes más vistosos saltan condenando la opinión y advirtiendo a tal o cual dirigente que acabará en el averno y que si continúa así podría conducir hasta a la misma sociedad que rige a la perdición. En los últimos años hemos sido testigos de cómo agrupaciones de iglesias han convocado movilizaciones masivas en contra de iniciativas que no sólo buscan el reconocimiento de las parejas gay, sino también de aquellas que buscan frenar los actos de hostilidad discriminatoria, incluso de los intentos por derogar leyes punitivas hacia esa práctica. Algunas de esas manifestaciones, de carácter muy desafiante y airado. En algunos casos, acompañados por representantes de otros credos, de quienes hace sólo unos años se decía que el auténtico cristiano no debía tener contacto a fin de no ser contaminado con falsas doctrinas. Y entre todas estas expresiones públicas aparecen lobos solitarios como el inefable Javier Soto, a quien muchos hermanos aplauden y hasta alientan a mantener su conducta, pese a que su accionar se basa en el odio, la irracionalidad y el insulto incluso -lo vimos hace unos días- contra magistrados y parlamentarios, precisamente "lo establecido por Dios".

Algunos creyentes han justificado su accionar aseverando que a veces la misma autoridad no acata el plan divino y por ende se opone a quien lo colocó ahí, lo que a la postre puede redundar en la destrucción de la comunidad. Puede tratarse de una postura honesta, pero más de alguno está expresando con ello un cambio de opinión respecto de un asunto que, porque el Señor mismo lo ordenó, debiera ser inmutable. Además hay que recordar que durante siglos los gobernantes latinoamericanos se han destacado por obrar de manera ajena a lo indicado por Jah y los evangélicos nunca han levantado la voz. Incluso en épocas actuales. ¿Por qué los homosexuales se han transformado en una piedra de tope, que lleva hasta a modificar preceptos considerados mandatos celestiales? Es una contradicción que da para reflexionar.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Los Terroristas Que Devoraron París

¿Qué han hecho los gobiernos franceses para que el pueblo de ese país deba ser injustamente castigado por un grupo de fanáticos religiosos? La verdad es que bastante. Y no todo se circunscribe al colonialismo decimonónico ni a la actitud rastrera de las legislaturas más recientes, que han secundado a sus pares de Estados Unidos en cuanta invasión militar han concretado o planeado estos últimos, varias de ellas, por cierto, en territorios con una población mayoritariamente islámica, que a causa de diversas circunstancias sociales, históricas o políticas, está dispuesta a respaldar a cualquier líder carismático que represente a las variantes más extremistas de su credo, que a la larga, como en cualquier orden de cosas, son capaces de producir cohesión e identidad.

Sólo hay que retroceder a la época en que las diversas dependencias francesas, en especial las de África y Asia, comenzaron a luchar por su independencia. A diferencia de los británicos, que salvo el caso de la India -que de todas formas se resolvió de forma pacífica gracias a la voluntad de Gandhi- se desprendieron de sus enclaves mediante acuerdos que se plasmaron en organismos internacionales como la Commonwealth, las sucesivas administraciones galas dieron reiterada cuenta de su anacronismo y su falta de habilidad en estos asuntos. En muchos de esos territorios se liberaron cruentas guerras, donde los mandos y los soldados de la metrópoli se caracterizaron por las sucesivas violaciones a los derechos humanos, existiendo casos emblemáticos como lo ocurrido en Argelia, donde actuó Jean Marie Le Pen, fundador del Front National, el partido de tendencia fascista que se ha declarado enemigo del islam y de la inmigración. Dado que los movimientos de emancipación arrastraban una marcada carga izquierdista -muchos de ellos fueron alentados por la Unión Soviética- entonces los regentes europeos, ya perdidos los conflictos, propiciaron una suerte de desquite, invitando a los supuestos perseguidos por las autoridades de las naciones ya autónomas a vivir en la misma Francia.

Entonces llegaron personas que ya no tenían cabida en las antiguas colonias porque su condición de colaboradores o de simples empleados de la metrópoli les impedían incluso vivir en sus tierras de origen (lamentablemente así era la Guerra Fría), pero también, sujetos que profesaban un islam muy tradicional y que a causa de sus sistemas de creencias no se sentían a gusto en las zonas emancipadas, que como ya se señaló, pasaron a tener administraciones de corte izquierdista que se inclinaron hacia el laicismo, cuando no abiertamente al ateísmo, lo cual redundó en el hostigamiento a aquellos que se identificaban como más devotos. Varios de estos últimos fueron acarreados por los mismos gobernantes franceses, para trabajar en las diversas fábricas automotrices que proliferaban allí, y que requerían de altas cantidades de mano de obra. Después, cuando tales industrias se cerraron o se trasladaron a sectores donde existían escasos o nulos derechos laborales, dichos individuos quedaron en el aire, marginados del resto de la sociedad y viviendo en una situación de desempleo frecuente. Ante la lenta pero progresiva transformación en gueto, la religión apareció como factor cultural identificador y fue así que el tradicionalismo se transformó en extremismo, con premisas que debían se lo más elementales posibles, pues estábamos frente a gente con un bajo nivel de instrucción. Acumulación de ira: de parte de los legisladores de Francia que debieron tragarse las derrotas bélicas, de los inmigrados que debieron huir de sus zonas natales producto del cambio de las circunstancias políticas, y enseguida de sus descendientes paridos en suelo europeo ante el rechazo de sus, lo quieran o no, coterráneos, aunque no coetáneos. Y como corolario, la ira divina, motivación de los ataques terroristas recién acaecidos en París.

De hecho estos sujetos siguen una trayectoria muy similar. Crecen en un ambiente familiar dominado por los más estrictos principios religiosos, salen de sus hogares hacinados a muy temprana edad, por su situación de aislamiento se ven obligados a transitar el mundo del hampa, hasta que caen en la cárcel donde corren el riesgo de ser atrapados por ciertos maestros espirituales que canalizan la ira hacia una motivación con pretensiones místicas. Son personas que sufren las mismas carencias y un idéntico desprecio al de los habitantes de las barriadas pobres de cualquier otro país, con la diferencia que son o pueden llegar a ser extremistas musulmanes. Pero potenciales criminales llevados a la metrópoli porque se tenía la intención de hacer algo bueno a través de ellos, como era evitar que devinieran en víctimas de lo que se consideraba eran ogros temibles, como los regímenes socialistas o anti imperialistas. Muy similar a lo hoy se busca presentar como una cruzada para llevar la democracia a sitios exóticos y en teoría oprimidos como Siria, acción que a la larga sólo ha servido para la creación del infame Estado Islámico, finalmente referente más visible para estos delincuentes escondidos tras la máscara de Muhamaad.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Comida Saludable Para Especular

No fue muy atendida la advertencia de la Organización Mundial de la Salud, respecto a que ciertos tipos de carne muy apetecidos por las personas, provocarían cáncer. Aunque se trata de resultados no confirmados, bien podría ser un factor de motivación para aquellos paladines de la comida saludable que intentan colocar restricciones en todo lo que ellos no consumen, como una manera de hacer efectiva su predicación -muy antojadiza y plagada de segundas intenciones- sobre seres humanos que esperan cualquier cosa de sus autoridades salvo prohibiciones que, a causa de su formación cultural y su nivel de educación, les resultan absurdas.

Cuando un alimento comienza a ser atacado porque produce obesidad, enfermedades cardíacas o diabetes, se producen dos hechos. Primero, los legisladores que ponen el grito en el cielo y el tema en la agenda periodística comienzan a presionar para que se proscriba tal producto o en la mejor de las situaciones gravarlo con un impuesto relativamente alto. La idea de emplear este garrote es que los ciudadanos pedestres caigan en la cuenta de lo que están ingiriendo es maligno, frente a lo cual siempre existirá un representante público para protegerlos. Enseguida, comienzan a recomendar dietas o comidas que han sido certificadas como saludables o inocuas para el organismo. El asunto es que no suelen colocar el mismo celo en la libertad de precios que en la del consumo, por lo que aquellos fabricantes que son elogiados tienden a especular con lo que ofrecen y entonces los costos suben. Dado que lo otro debe pagar un tributo extra -que puede ser aumentado si su valor continúa siendo inferior- entonces las alzas dejan a ambos elementos siempre en igualdad de condiciones, lo que deriva en un interminable círculo vicioso.

He aquí un interesante dilema. Por diversas circunstancias -disminución del aparato estatal, mayor otorgamiento de libertades a los negocios privados- no se pierde el tiempo ni el dinero en educar a la población acerca de lo que le hace bien a su cuerpo y lo que se lo destruye. Se requieren demasiados recursos públicos, cuando no en su defecto, obligar a las compañías a prestar atención a las recomendaciones de los entendidos. Lo único que se atina a aplicar son garrotazos, al estilo de la enseñanza más primitiva imaginable. Y es curioso que en una sociedad donde cada día se imponen las versiones más irracionales del capitalismo, al final estas iniciativas punitivas guarden relación con el bolsillo. Pero no el de quienes poseen las mayores fortunas ni de quienes redactan las leyes, sino de las masas populares, a las cuales se les pretende hacer creer que hay quienes velan por ellos, imponiéndoles lo que finalmente constituye una simple moralina. A tales grupos estos escándalos artificiales los afectan de un doble modo: en su capacidad adquisitiva y además en su estima, porque desde la cumbre se les envía el mensaje de que son unos irresponsables consigo mismos que merecen ser castigados.

Las autoridades dictan decretos y gravámenes pero jamás se preocupan por dar un acceso más expedito, en todos los ámbitos -no sólo el monetario- a los alimentos que no son nocivos para la salud.  Y en consecuencia, los supuestos beneficiarios de estas diatribas ven disminuida su capacidad de satisfacer una necesidad básica. Además, y a causa de la forma en que están planteadas estas legislaciones, se redunda en que el impuesto de un elemento no recomendable debe ser revisado, y si con él aún resulta más barato que uno que no es dañino, pues se debe aumentar. Mientras tanto, las comidas aceptables son objeto de un alza de precios debido a las intenciones especulativas de los fabricantes. Al término de la jornada, sólo ganan quienes hacen las reglas.

martes, 20 de octubre de 2015

Un Sacramento Extraño

Siempre me ha resultado un enigma la confirmación, ese sacramento que la iglesia católica administra a los fieles que tienen entre quince y veinte años, y que a simple vista se percibe como una primera comunión aunque a mayor escala. Por su parte, los textos romanistas no ayudan mucho a aclarar las cosas. En prácticamente todos ellos, esta celebración es explicada en términos bastante abstractos, sin recurrir a ejemplos comparativos basados en el diario vivir, lo cual hay que admitirlo, no suele ocurrir cuando son examinados otros quehaceres del papismo. Una tendencia que también caracteriza a los sacerdotes y los profesores de religión, que siempre tratan de saturar las lecciones en torno al tema con una seguidilla de términos extraídos de la alta teología, con el afán de disminuir el interés de la audiencia mediante el aburrimiento, y así aprovechar el momento provocado de letargo para pasar al próximo capítulo.

La verdad es que casi todos los sacramentos católicos cuentan con un equivalente en las iglesias evangélicas, y es necesario reconocerlo, una importante base bíblica, aún cuando esto último se use como base para llegar a interpretaciones peculiares. La gran excepción a la norma la constituye la confirmación, si bien ciertas congregaciones surgidas al inicio de la Reforma -luteranos, anglicanos, presbiterianos- la mantienen al menos como simple rito. Pero tal parece que esta celebración derivara de antiguas costumbres paganas, relacionadas con las ejercicios de paso a la era adulta o las llamadas fiestas de quince -edad que entonces se consideraba suficiente para casarse y procrear-. En tal sentido, se trataría de un procedimiento semejante al que dio origen a las denominadas "fiestas de guardar" que fueron superpuestas sobre ancestrales conmemoraciones que obedecían a viejas mitologías. Para el caso que ahora analizamos, un clásico proceso de iniciación fue re interpretado como una antesala de la madurez plena tanto en la fe como en el desarrollo personal, tras la cual se estaba habilitado para efectuar actividades que daban cuenta de que se estaba en el punto más avanzado del camino a la salvación, donde ya se era capaz de instruir a otros, ya sea contrayendo matrimonio y formando una familia o recibiendo la ordenación sacerdotal.

No sería la única motivación. Con este sacramento, la iglesia católica consigue una cifra de siete, es decir, el llamado número divino. Y se asegura que cualquier persona sólo cumpla con seis -al verse obligado a elegir entre matrimonio u ordenación-, es decir, el denominado número de hombre, que jamás alcanzará la perfección divina por más que lo intente (esfuerzos que por cierto, toda doctrina cristiana considera valiosos e imprescindibles). Sin embargo, las demás actividades están reconocidas en más de una ocasión en las Escrituras. Siempre es posible hallar textos que hablan acerca del bautismo, el perdón de los pecados, la oración por los enfermos, la recreación de la santa cena (que es lo que se pretende con la comunión) o la consagración de líderes espirituales. No sucede, y desafío a probar lo contrario, con la mentada confirmación. Tal vez ahí esté la causa de que, aún cuando en todas las demás discusiones igualmente se recuerden elementos de la alta teología dogmática, aquí sean los únicos componentes presentes, más todavía, con un lenguaje propio de la mayor solemnidad intelectual. O que los curas y laicos especializados repitan de memoria frases hechas sin dejar la posibilidad -ya en la naturaleza o en la manera cómo dan a conocer sus lecciones- del más insignificante análisis. Suena cliché, pero es preciso reiterarlo: no se puede explicar lo inexplicable.

Y ese mismo embrollo, o alguna causa desprendida de él, debe ser lo que algunas congregaciones surgidas al calor de los primeros años de la Reforma, las impulsa a considerar la confirmación, ya como simple rito o derechamente como sacramento. Quizá el asunto radique en que recién estaban abandonando el tronco principal y que les resulta incomprensible que una celebración que llevaba siglos efectuándose y que había sido importante en sus vidas, se perdiera para siempre. Después de todo, romper de modo radical, incluso con la por entonces ya insostenible iglesia católica, podía equivaler a alejarse demasiado del tronco principal y por ende de la esencia del cristianismo, significando luego caer en la falsa doctrina. No obstante que cada vez está más claro que lo que se debe hacer es huir lo más lejos posible de una concepción abiertamente heterodoxa -aunque sus practicantes lo nieguen y busquen siempre demostrar lo contrario- para arrimarse al auténtico árbol que es la Biblia.

jueves, 24 de septiembre de 2015

El Último Estallido del Bomba

La muerte de Eduardo Bonvallet, quien al parecer se suicidó -no motivado, eso sí, por una supuesta depresión, como algunos interesados lo han intentado presentar, sino por los costes que le acarreaba el tratamiento contra el cáncer-, ha encendido la discusión acerca del real aporte que representó este antiguo futbolista devenido en comentarista deportivo, el cual ganó fama por sus comentarios violentos e insultantes, aunque varias veces asertivos, acerca del universo que rodeaba al balompié criollo, en una época -la década de 1990- donde aún no se superaba del todo el trauma provocado por el escándalo del Maracaná, y la hinchada reclamaba la obtención de triunfos en un deporte que, guste o no, es el más popular en Chile, y que al igual que en muchos otros países -y en especial, los sudamericanos- tiene el potencial para transformarse en un fenómeno social.

 El llamado fenómeno Bonvallet está muy relacionado con los años en los cuales este personaje irrumpió en los medios de comunicación. A mediados de la última década del siglo pasado, la sociedad chilena vivía un profundo letargo, ocasionado por los pactos efectuados entre la clase política y los sectores pudientes respecto al rol jugado por la dictadura de Pinochet en el crecimiento económico, que a través del consumo -o mejor dicho, el consumismo-, proveía a las masas de una válvula de escape y un elemento de evasión. Eran los tiempos de un consenso impuesto pero a la vez incuestionable, ya que al menos en la superficie era eficaz, al conseguir que en su seno conviviesen los resabios de la tiranía con el esplendor monetario e incluso los denominados valores tradicionales (en el jaguar de Latino América, la iglesia católica aún experimentaba un poder fuerte que impedía el desbande, baste recordar que no existía ley de divorcio). Este ambiente chato, donde sólo cabía sonreír y dar la mano como un buen vendedor de artilugios, era propicio para la aparición de un individuo que se atreviera a hablar de modo vehemente en torno a algún tema específico, pero sin tocar en lo más mínimo aspectos más estructurales o emblemáticos.

Y dicho sujeto arribó en la persona de un ex futbolista frustrado que formó parte del seleccionado que tuvo una desastrosa participación en el Mundial de 1982 -por lo demás el último de un equipo chileno hasta entonces-. Porque Bonvallet podía lanzar los escupitajos que se le ocurrieran sobre ciertos dirigentes del balompié -algunos que por lo demás eran muy merecidos-, pero al fin y al cabo se trataba de un discurso que no contaminaba otras áreas del quehacer nacional. Es más: mirándolo desde una determinaba perspectiva, hasta se puede aseverar que lo complementaba. Si éramos el tigre económico en una región económicamente depauperada, ¿cómo era posible que en un deporte tan arraigado en la cultura popular, que como todos los juegos, y al igual que el asunto monetario, implicaba competencia, conociera en esta parte del mundo un desarrollo tan paupérrimo, que no se condecía con el éxito conseguido en otras áreas? Argentina y Brasil aún no salían de sendas crisis financieras, y aún así y con diversos escándalos internos de corrupción nos superaban en algo tan sencillo como embocar una pelota en un arco rival. No era algo presentable para una sociedad triunfante. Y en tal sentido, la apelación al chovinismo como argumento de motivación que de forma majadera hacía Eduardo Guillermo aquí adquiría su justificación. Mira el vecindario; date cuenta que vives mejor, que eres el mejor, y luego sale a ganar.

El problema llegó cuando Bonvallet acabó por transformarse en ese vencedor que siempre anheló. Entonces, se creyó el cuento, como solía decir él mismo, y empezó a opinar sobre áreas ajenas a las que lo habían colocado en el sitial donde estaba. Allí demostró que como buen engendro de la década de 1990 era incapaz de cuestionar el engranaje imperante en ese entonces, y no por temor, sino simplemente porque no se le ocurría. Más aún, sus declaraciones se tornaron en muestras de apoyo de los aspectos más desagradables que caracterizaban al territorio chileno por esos años. Así, se declaró un iluminado de la iglesia católica, aplaudió la censura cinematográfica y se manifestó en contra de la ley de divorcio -la misma que después usó para separarse de su primera esposa-. Atacó con injustificada dureza a intelectuales y políticos que mostraban una costumbre más relajada en términos morales, replicó con comentarios machistas y racistas las reivindicaciones de los grupos emergentes que empezaban a sacar la voz, y como corolario, realizó una vergonzosa y complaciente al nivel de lo insufrible entrevista a Pinochet, aún cuando su propia madre fue una militante socialista que sufrió la represión y la tortura tras el golpe de 1973. Supongo que lo habrá visto como un sueño, una meta a concretar: un peldaño final en su planteamiento de logros. En resumen, un personaje más de la farándula, cuyo aporte no pasó más allá de ese ambiente, el único donde se puede asegurar que fue importante.

jueves, 27 de agosto de 2015

Y Las Abejas Qué

Con una más que comprensible preocupación, los científicos y expertos advierten cada día con mayor ahínco acerca de la disminución de la población de las abejas, tanto las que viven en estado silvestre como aquellas que son mantenidas en granjas apicultoras. Las causas más mencionadas para explicar este fenómeno son el aumento de las construcciones, el cambio climático y la contaminación. Sin embargo, la mayor gravedad radica en las consecuencias que puede acarrear esta situación, de continuar en el tiempo. Pues estos insectos realizan una función clave para la vida en la Tierra, como es la polinización, sin la cual la extinción de la totalidad de las especies que habitan el planeta, sería un hecho consumado.

Un asunto que el grueso de la humanidad aún no dimensiona. Al respecto, resulta sorprendente el silencio de los ciertos grupos como el de los llamados defensores de los derechos de los animales, los mismos que salen cual auténticas jaurías dispuestos a linchar a quien hable en favor de la eliminación de los gatos y perros asilvestrados, o que rayan las paredes de la ciudad y se tatúan el cuerpo con el lema "carne es crimen". ¿Por qué ocurre esto? ¿Acaso porque las abejas, al ser insectos, no entran en la categoría de animales, al menos los propiamente tales? ¿O debido a que son demasiado pequeñas en comparación con las ballenas, los cerdos o las especies de la jungla africana, también acaban siendo insignificantes? Tal vez ahí esté una explicación para esta dualidad de criterios. La muerte de un rinoceronte por un disparo, es relativamente lenta y espectacular. El bruto patalea y se desangra por varios minutos, lo que genera bastante más conmoción y choque emocional que el deceso de un minúsculo alado cegado por la emanación de un gas tóxico invisible e inodoro, en consecuencia imposible de palpar. Además de que ya estamos acostumbrados a apretar mosquitos y afines entre las palmas o contra una pared con el propósito de quitarlos de encima, o de pisotearlos, ejercicios mucho más rápidos y por lo tanto bastante más eficaces a la hora de buscar evitar sentimientos encontrados.

Todo lo cual no significa más que otro punto en contra de los adoradores de bestias. Al final, estos colectivos e individuos se reducen a la protección de aquellas especies cuya existencia les resulta explicable desde el punto de vista que les genera su propia comodidad económica y social. A las mascotas, porque alternan directamente con ellas y las pueden ver y poseer. Y a los animales exóticos, porque los han observado a través de la televisión de pago, medio de entretenimiento al que acceden gracias a su poder adquisitivo, y que ha sido diseñado atendiendo a sus necesidades y características como grupo de consumidores. Allí los rinocerontes o jirafas son expuestos usando un lenguaje emotivo, que sea asequible en términos comerciales, y que además provoque una sensación en el espectador que no se sustraiga de los cánones de lo denominado "políticamente correcto". Por ello, más que entregar información científica acerca de la sabana africana -que en cualquier caso sí se hace-, lo que existe en esos programas es una intención manifiesta de encauzar al receptor en una determinada corriente de pensamiento, que aparenta ser disidente, pero que finalmente es seguida por una amplia mayoría. Un observador completamente pasivo no sólo por estar frente a una cámara de televisión, sino que aparte desconoce la dinámica de los lugares sobre los que les están narrando, y que para demostrar afinidad con la cultura y el conocimiento, precisamente sintoniza estos espacios.

Lo que lleva a concluir una sola cosa. Que los pro animal son unos sabihondos engreídos. O dicho en un solo término -y con la intención manifiesta de ser políticamente incorrecto- unos ignorantes, en el sentido de un sujeto que cree saberlo todo -o que se atribuye la facultad de opinar sobre todo- sólo porque cuenta con suficiente dinero para darse ciertos lujos -entre ellos mantener un puñado de mascotas en estado saludable- y pagar un sistema de televisión cerrada que según él "le permite conocer el mundo". Al final estas personas son incapaces siquiera de comprender un problema biológico -y ecológico- de envergadura, porque no lo observan a simple vista o a través de las pantallas con alta definición. No pueden acariciar a una abeja (¡pican! ¡qué horror!) del modo que lo hacen con un perro, un gato o un caballo. Y eso se traduce en una carencia de empatía. La misma que después aseguran tener.













domingo, 9 de agosto de 2015

El Triunfo De Satanás

Un repudio generalizado ha provocado entre los círculos cristianos -y varios seculares- a nivel internacional, la instalación de una representación escultórica del diablo en pleno frontis del parlamento del estado norteamericano de Oklahoma, junto a otro monumento donde están escritos los diez mandamientos. Las protestas son provocadas por el hecho de que la estatua es el resultado de una propuesta de una conocida iglesia satanista estadounidense -el Temple of Set-, quien a su vez reclamó que, dado que ya existía en el frontis de un edificio público una obra de carácter religioso -el mencionado homenaje al Decálogo- ellos también tenían el derecho a aportar con lo suyo, en el marco de la libertad de culto. Algo que finalmente fue atendido y aprobado por las autoridades locales.

Durante cinco décadas, los cristianos, en especial los evangélicos de Estados Unidos y América Latina, se deshicieron en esfuerzos para advertir sobre los supuestos mensajes satánicos que escondían producciones como la música rock y el cine de horror. Actuaban con un denuedo rayano en la desesperación, al percatarse que una cantidad no menor de jóvenes consumía, a veces de un modo aparentemente compulsivo, estos álbumes y películas, obras creadas con el propósito de incitar el consumo de drogas, la sexualidad desenfrenada e irresponsable, la subversión de los valores tradicionales y -como corolario de todo ello y siguiendo un proceso lógico que debía acabar en una perfecta simbiosis- la alabanza y la servidumbre autómata al príncipe de las tinieblas. Y gastaron todas sus energías en denunciar el verdadero significado de metáforas, siglas o portadas de discos, poniendo énfasis en cuestiones como el llamado "backward masking" (las frases al revés escondidas en los negativos de las grabaciones, que existieron, pero no en la manera que estas personas las presentaban). Todo con un estilo altisonante que buscaba producir en el oyente una sensación de que un grave peligro se avecinaba -el mismo que en la actualidad se emplea para atacar a la homosexualidad, así como la actitud tolerante que diversas sociedades están manifestando hacia esa práctica-, y basándose en descubrimientos que no eran resultado del rigor empírico, sino de portentosas revelaciones, que más bien eran conclusiones obtenidas usando procedimientos propios de la alquimia y el prejuicio social.

Mientras que una serie de auténticas amenazas empezaban a gestarse sin contar con la debida atención de los llamados a prestárselas. El extremismo islámico, la persecución contra los cristianos en África y Asia, la objeción cada vez más significativa contra la fe en países del primer mundo, que no sólo ha significado un escenario favorable para cuestiones como la eutanasia o la tendencia homosexual, sino que además ha ocasionado que algunos creyentes soporten juicios por incitación al odio al recordar que ciertas conductas aceptadas por la sociedad actual son consideradas en la Biblia como pecado. Todas, cosas que crecían ante la desidia de pastores y hermanos centrados de manera tan exclusiva como compulsiva en un puñado de insignificantes sectas y sus supuestos acólitos que en realidad no lo eran (muchos conjuntos de pop y rock reclamaron con completa honestidad cuando se los incluyó, de una u otra forma, en la denominada "conspiración satánica"). Hoy, los grupos musicales y directores cinematográficos que en algún momento fueron tachados de satanistas, así como las instituciones que se han declarado como tales, serían carne para las ejecuciones y atentados de los fanáticos musulmanes, y de verse en una situación así lo más seguro es que harían causa común con los hijos del camino apoyándose mutuamente -lo cual por cierto sucede en Oriente Medio con los zoroastristas, los bahaístas, los muyazidíes y hasta los representantes del islam moderado, realidad inconcebible siquiera un lustro atrás-. Pero en esta parte del globo, ya nos agotamos y nos encontramos sumidos en la mayor inercia, disfrazada de una mala interpretación del concepto de la resignación. Lo que nos impulsa a esperar lo que vendrá -que huele más a destrucción que a regreso de Cristo- escuchando y hasta tarareando canciones de reguetón, un ritmo y estilo musical cuyos textos son muchos más explícitos que los del ahora viejo rock, pero que como son fáciles de comprender, no dan origen o reacciones destempladas propias de alguien que no es capaz de interpretar el verdadero significado de una letra bien hecha.

Ése, en definitiva, ha sido el triunfo del diablo, si es que tuvo algo que ver en los actos irreflexivos que los cristianos ejecutaron en completo uso de sus facultades y con libre albedrío. En cualquier caso, le bastó desviar la atención para que los incautos optaran en la más completa autonomía por una determinación equivocada, incluso contando, al menos se supone, con el apuntalamiento de las fuerzas divinas, que debían actuar como una guía, no a seguir, sino a obedecer. La estatua de la discordia se transformará, es lo más probable, en un polo de atracción turística, mientras tanto los creyentes como los agnósticos, ateos y satanistas o cualquier otro habitante del planeta no sepa qué hacer con los musulmanes fanáticos ni otros peligros afines. Sin embargo, el peso más grande cae sobre los hijos del camino, que están llamados a ser la luz de ese mundo, en especial en lo que se refiere a asuntos espirituales.

domingo, 26 de julio de 2015

Hijo de Gay

Inmediatamente después que la Corte Suprema de Estados Unidos declarara que el llamado matrimonio igualitario debía ser permitido en todo el territorio, aparecieron en las redes sociales testimonios de jóvenes entre dieciocho y veinte años, hijos de parejas homosexuales, quienes adquirieron esa condición mediante la adopción o la inseminación artificial, los cuales no dejaban bien parados a sus progenitores. La acusación más suave que les formulaban era responder con falta de tino, incluso con agresión y violencia, cuando se les preguntaba el por qué su hogar no estaba conformado por un padre y una madre, como ocurría en la mayoría de los demás. Además, reclamaban la imposición de restricciones propias de familias autoritarias, como impedirles, sin una explicación, acercarse o entablar amistad con niños que pertenecían a ambientes que sus custodios consideraban homofóbicos, respecto de los que ellos mismos constatarían, cuando tuvieron la oportunidad, no eran como se los habían descrito. No faltan aquellos que han confesado estar en permanente conflicto tras ser obligados a asistir a todas y cada una de las marchas por el orgullo gay posibles, donde observaron cosas incomprensibles para su edad. Y más de uno recordó que sus encargados fallecieron de sida, o de otra enfermedad relacionada con el libertinaje sexual. Un cóctel de malas experiencias que ha sido aprovechado por los colectivos cristianos, que los han presentado como ejemplo de las terribles consecuencias que se avecinan tras la aprobación del connubio entre congéneres.

Estos testimonios son relativamente importantes ya que son emitidos, en el inicio de su etapa adulta, por representantes de la primera generación criada en hogares homoparentales, la cual fue posible gracias al relajamiento que se dio en algunos estados norteamericanos a mediados de los años 1990 -y que se puede considerar como el antecedente más directo de lo que está ocurriendo ahora-, cuando ciertos cuerpos legales permitieron la adopción a solteros y el acceso a las mujeres sin pareja a la inseminación artificial mediante un donante anónimo. Son parte, por ende, de un contexto en el cual las relaciones homosexuales no eran discutidas con el nivel de tolerancia y normalidad que existe en la actualidad, por lo que la confusión de los muchachos respecto a lo inaudito e incomprensible que les resultaba vivir en una casa con dos padres o dos madres, en lugar de un integrante de cada género, como es lo habitual -entonces y ahora-, podría considerarse sesgada al formarse en una coyuntura distinta a la contemporánea. Sin embargo, ante todo es menester señalar que los vástagos con antecedentes familiares conflictivos es un elemento abundante en la historia de la humanidad, y se cuenta con una enorme cantidad de casos muy famosos acerca del particular. Los que abarcan los más diversos tipos de personalidades y recintos, incluyendo los cristianos. De hecho, hoy se puede citar la situación de la cantante estadounidense Kate Perry, hija de pastores evangélicos, quien no pierde la oportunidad de hablar en términos bastante negativos del modelo paternal que le inculcaron. O la de jóvenes que se han suicidado luego de que sus custodios creyentes los rechazaran por tener determinadas inclinaciones, no sólo en el plano sexual.

Quizá lo más adecuado sea analizar el problema desde otro ámbito. Por ejemplo, de la excesiva importancia que se le da a la familia, en círculos cristianos como seculares. Si bien es cierto que en varias ocasiones se da esa imagen idealizada que se tiene de ese tipo de estructura, no es menos verdad que en dos de tres casos no acontece así. Una realidad que debiera hacer reflexionar en especial a los creyentes, quienes insisten, a veces hasta la majadería, en que todo ser humano está obligado a honrar a su padre y a su madre, incluso en las peores circunstancias. Mandato que quienes alaban a estos chicos que han reclamado por internet contra sus progenitores homosexuales, no están cumpliendo, y no es la primera vez que se permiten una excepción a una regla tan primordial como inquebrantable. Más aún: cuando un convertido advierte que dentro de su hogar y a causa de su decisión, arriesga el vilipendio y hasta la agresión física de parte de sus custodios, lo que les recomiendan sus ahora hermanos es orar además de resignarse y aguantar en silencio, que debido a esa actitud en algún momento los demás tendrán que conmoverse, y acto seguido aceptarán igualmente al Señor. ¿Por qué es menester, entonces, excluir de un predicamento tan absoluto, a cierto grupo de personas, que al fin y al cabo contaban con las mismas intenciones? Desconozco si estos muchachos que se muestran descontentos con la formación recibida, han renacido. ¿Pero no se les podría recomendar a ellos, idéntico proceder que si se tratara de un idólatra, un católico romano, un ebrio, un irresponsable, un castigador compulsivo o un violador? Hay algunos que frente a cualquiera de dichos eventos, repiten una sola afirmación, con una convicción, una estrechez mental y una falta de comprensión de las particularidades, que realmente asombra tanto como indigna. ¿No cabe la posibilidad de que un gay, a la larga humano como todos los casos recién expuestos, se arrepienta al observar los sufrimientos que le ha causado a su vástago, y se arrepienta, pida perdón y continúe por el buen camino?

Si esos padres actuaron de modo inadecuado con sus propios hijos -y los testimonios de éstos parecen indicar que así fue-, entonces que se aplique la justicia y que reciban las sanciones que correspondan. Hecho que también debe acaecer con los cristianos y otros tipos de progenitores abusivos, que a veces llegan a niveles horrendos. En muchas ocasiones la Biblia no se emplea con el propósito de hacer el bien, sino todo lo contrario. Y los que obran de tal forma se pueden hallar incluso en las viñas divinas, aunque no la fe, sino un mero prejuicio, nos impida descubrirlos.

lunes, 13 de julio de 2015

A Mayor Restricción Más Fumadores

El control del consumo de tabaco hace rato que ya entró en el círculo vicioso, a propósito de cómo algunos consideran al hábito de fumar. Cada día los legisladores añaden más restricciones, y no obstante es una conducta que se expande de modo sostenido en el tiempo, no sólo entre las personas que ya la adquirieron, quienes la practican con mayor frecuencia a la par con el aumento de las trabas, sino entre las nuevas generaciones, que se inician a una edad cada vez más temprana, no en los albores de la adolescencia sino que en plena pubertad.

Lo que sucedió durante las últimas semanas no fue la excepción. Ante un nuevo informe, elaborado por expertos tanto locales como extranjeros, que corroboraba la situación descrita en el primer párrafo, los congresistas anunciaron una reforma a la ley anti tabaco, advirtiendo del aumento en los impuestos a los cigarros y mayores impedimentos para encenderlos en lugares públicos (no edificios donde funcionan reparticiones estatales, sino sitios como calles, plazas, universidades o recintos culturales y deportivos). Con ello pretenden corregir las supuestas fallas en el actual marco jurídico, que por cierto es considerado el cuarto más restrictivo del mundo, pero que de todas maneras no es capaz de inhibir la tendencia a echar humo. Aunque en esta ocasión los reclamos no se limitaron a unas cuantas voces disidentes siempre acalladas por los medios de comunicación debido a representar una postura contraria a la salud de las personas y por ende al bienestar social. Ya que British American Tobacco, la multinacional que controla el noventa y tres por ciento del negocio en el país, amenazó con cerrar sus fábricas y oficinas, ya que los nuevos tributos le resultarían insalvables. Un incidente que casi todos interpretaron como una bravata, incluyendo a los políticos, que para el caso de empresas que se dedican a otros rubros y proceden de idéntica manera cuando ven que les tocan el bolsillo, suelen retroceder, realizar concesiones y llamar al diálogo y el entendimiento. 

Y la verdad de las cosas es que se trató de una bravata. Por mucho que el anunciado cierre despertara en algunos el temor acerca del hecho de que al menos un centenar de trabajadores perdiera su fuente de empleo, a los cuales habría que sumar los agricultores que se dedican al cultivo del tabaco, imposibilitados ya de sobrevivir con el producto que les ha servido de sustento durante toda su existencia. Porque si la empresa actuara así, tendría que retirar la maquinaria que utiliza en la elaboración de los cigarrillos, lo cual implica un gasto que por causas obvias no se recuperará. Por otro lado, ellos, desde Chile, fabrican cigarros que exportan a diversos países de América Latina, donde no tienen las exigencia tributarias y penales que aquí, lo cual a la postre les sirve para equilibrar la balanza. Y por último, los impuestos no se los cobran a la compañía directamente, sino que se grava con un determinado porcentaje el precio de venta, siendo los consumidores quienes en definitiva llevan sobre sus hombros la sobrecarga tributaria. Lo que irónicamente transforma esta campaña de tintes moralizadores en un negocio rentable. Para el privado, porque especular con el valor final de su ofrecimiento -el que no sufre restricciones de ninguna clase-, y para el Estado, porque puede obtener recaudaciones más suculentas, haciéndose además la víctima, ya que uno de los alegatos en contra del tabaquismo son los enormes recursos que deben ser destinados a salud pública, consecuencia de la proliferación del cáncer pulmonar y otras enfermedades.

Y he aquí el meollo del asunto. Se prefiere la prohibición porque es lo más barato que existe, ya que no demanda la utilización de grandes fondos, y además genera una ganancia en imagen, al aparecer ante los medios de comunicación como un paladín preocupado por la salud de los demás. No cabe la posibilidad de educar a la población respecto a los riesgos que implica el consumo de tabaco, ni de llevar adelante estudios que expliquen las causas del imparable y porfiado aumento. En eso último es preciso recordar que se suele fumar para distender el estrés y el trajín de extenuantes jornadas de trabajo, en un país como Chile donde aquello es norma, así como la desigualdad y la inseguridad laboral y social. Pero claro: dar estos pasos requiere inversión y abrir una nueva opción a cuestionar el modelo económico. Situación que los organismos competentes no están dispuestos a que se ocasione, toda vez que lo que se busca es justamente ahorrar unos centavos en la asistencia médica, en especial en los casos de cáncer. Pero por otro lado, ¿qué pasará con los agricultores que siembran tabaco? ¿No sería prudente capacitarlos en otros cultivos? Al menos tendrían una excusa para dejar de cosechar esa odiosa planta, y hasta podrían permitir que se concretara el sueño húmedo de varios: que la British American Tobacco cumpla con sus intimidaciones y acabe haciendo las maletas.

domingo, 28 de junio de 2015

El Desembarco del Matrimonio Homosexual

Muchos grupos cristianos han quedado consternados con el reciente fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos, que como respuesta a un alegato judicial, dictaminó, en voto dividido, que el matrimonio homosexual debía estar permitido en todos los territorios del país, incluso aquellos en los cuales había sido expresamente prohibido mediante leyes internas. Con ello, el máximo tribunal norteamericano, una vez más, se erige como el dictaminador final en un sistema federal que, al menos en determinados aspectos, concede un grado de autonomía que resulta infranqueable para otros organismos públicos.

Debo reconocer que la decisión de los jueces estadounidenses me sorprendió, cuando menos hasta cierto punto. Sin embargo, también es preciso aclarar que al momento de darse a conocer la resolución, ya una treintena de estados habían admitido el connubio gay, y en muchos de ellos hasta se habían celebrado bodas. Por otro lado, en sitios como Texas, un territorio tenido como conservador a ultranza (lugar de origen de los Bush y eterno feudo de los republicanos), cortes locales habían permitido que dos personas de idéntico género contrajeran vínculo en sus más diversas acepciones. Lo de este fin de semana sólo a ratificar una tendencia, por mucho que un alto número de creyentes aún mantengan los ojos abiertos de par en par, buscando explicaciones -entre ellos mismos y frente al Señor- respecto de cómo se les pudo escapar la que consideraban como la última reserva de la sana doctrina y los valores tradicionales -palabra que suelen emplear como sinónimo de espirituales-. Algo que no se condice mucho con la realidad, si consideramos que antes España, y hace pocas semanas Irlanda, tenido por una fortaleza católica impenetrable, ya han aprobado el matrimonio entre congéneres. Y en el Eire, lo que lo hace más interesante, después de ser aceptado por amplia mayoría en un referendo popular.

Opiniones a favor o en contra, es innegable que el llamado matrimonio igualitario ha llegado para quedarse y que se continúe instaurando, al menos en los países occidentales, es un proceso a todas luces irreversible. ¿Qué hacer, entonces, como cristianos ante este avance que parece tan avasallador? Por supuesto, no entregarse a la corriente internacional ni aplicar ese principio -extrapolado desde los Estados Unidos y tan fiel a su visión del capitalismo- del "si no puedes contra ellos úneteles" que ciertas iglesias evangélicas están empleando, admitiendo en las congregaciones a homosexuales confesos, a veces con sus parejas, incluso en condición de dirigentes o pastores. Porque eso, en verdad, sí que constituye un "echarse con hombres" en todos los sentidos literales y metafóricos que esa frase de Pablo puede adquirir. Sin embargo, tampoco es correcto continuar con esa actitud virulenta que sólo se basa en repetir versículos bíblicos como cotorras, de manera desesperada y agresiva, a modo de insulto, en contra de quienes proclaman públicamente su tendencia sexual o su apoyo a quienes así obran. Tal conducta ha demostrado ser un fracaso, y es francamente patético y vergonzoso observar a hermanos que insisten con esa estrategia, con la esperanza de que el otro abandone su opción ante el peso de un mazazo verbal lleno de palabra divina. Además de que no se condice con el amor ágape descrito en el capítulo trece de la carta a los Corintios, por citar de nuevo al apóstol Pablo. Es más: aunque ese lenguaje no sea coprolálico ni contenga vocablos malsonantes, a la larga, por la forma y el contexto en el cual es emitido, igual acaba siendo soez.

El matrimonio gay está ocasionando el mismo impacto que en su tiempo generaron el relajamiento moral, el relativismo cultural o la aprobación de cuerpos legales en favor del aborto y el divorcio. En ninguno de esos momentos el cristianismo desapareció. Experimentó zozobras debido a la situación del momento. Pero los hermanos de entonces supieron sortearlas y fueron capaces de mantener el barco a flote pese a que las nuevas modas y tendencias finalmente se instalaron y hoy corren en paralelo a la fe. Lo mismo está ocurriendo ahora. Y la manera de salir de esta tormenta, aparte de la ayuda de Dios, es demostrar con hechos y con testimonio que somos mejores, y que tenemos argumentos más allá de la condena repetitiva para enfrentar los argumentos de los homosexuales. En definitiva, saber usar la palabra. Algo que, la propia Biblia lo dice, es la obligación de un cristiano.

martes, 16 de junio de 2015

Una Farsa Llamada Caitlyn

Finalmente, William Bruce Jenner, el atleta olímpico norteamericano que en 1976 ganó el oro del decatlón en los Juegos de Montreal, ha completado su proceso de transformación en mujer y se ha presentado en sociedad con el nombre de Caitlyn. Bueno: casi lo ha terminado. Porque aún falta una intervención quirúrgica que modifique sus genitales. Detalle que al protagonista de esta historia no sólo parece no importarle, sino que todo da a entender que ni siquiera lo considera en su bitácora de vida, ya que ha optado por mostrar su nueva imagen en las portadas de las más diversas revistas de espectáculos y farándula de su país de origen, prácticamente como una meta definitiva de un largo camino que inició hace un par de décadas y acerca del cual sus compatriotas estaban bastante enterados, pues tras dejar el deporte activo, actuó en varias películas y series de televisión, vigencia que le permitió ofrecer a los medios especializados los avances parciales de su cambio, a su correspondiente tiempo.

Si Caitlyn, ex William Bruce, hizo todo esto con la intención de permanecer en la memoria de los espectadores, hasta mucho tiempo después de sus hazañas deportivas -que no fueron tantas, si comparamos su currículo con el de otros atletas estadounidenses- entonces se anotó un extraordinario acierto. Lo mismo si su intención fue la de provocar o sólo de llamar la atención. Para empezar acaparó portadas en medios de todo el mundo y pudo conceder una buena cantidad de entrevistas, además de recibir incontables elogios por una "valiente actitud". También desató la ira de los detractores de las prácticas homosexuales, quienes ven en la manera positiva en que en las últimas décadas se han tomado estos comportamientos, un peligro letal para la sociedad. De hecho, ya un conocido pastor bautista de los Estados Unidos declaró, en el púlpito y durante un sermón, que odiaba a Jenner con todas sus fuerzas y que desearía verlo muerto. Lo que a la larga significa más agua para el molino, dado que en la actualidad se valora más una supuesta salida de armario que un discurso con pretensiones moralizadoras, para colmo violento e irreflexivo. Ese reverendo finalmente sólo pisó el palito. Otro más que lo hace.

Pero, ¿hay algún grado de honestidad en la decisión de este deportista devenido en actor, y ahora transformista, pues no lo olvidemos, aún no altera sus órganos genitales? Antes de su aparición en público con nueva identidad, Caitlyn disfrutó de todos los placeres heterosexuales que puede darse un varón. Se casó, tuvo tres hijos a los cuales crió como un padre ejemplar, tuvo actividad sexual no sólo con su esposa, y al igual que cualquier persona de cuerpo apolíneo, en sus años mozos debió haber disfrutado de un sinfín de admiradoras -no sólo en términos eróticos, se aclara-. Es cierto que tomó este camino hace ya un par de décadas, y que la determinación de proceder de forma gradual podría deberse a una serie de factores -formación, prejuicios sociales, timidez, temor al rechazo- que también están presentes en los llamados homosexuales de armario. Sin embargo, en el intermedio agrandó su familia, continuó actuando como un padre ejemplar, mientras en diversos medios de comunicación, a la vez, liberaba información acerca del proceso que había optado por realizar, dejando al menos entrever el destino final que éste tendría. ¿Por qué optó por comunicar a la opinión pública que había llegado a la meta, justo en el momento que lo gay está de moda, con estas discusiones acerca del matrimonio entre congéneres y otros asuntos de los cuales se ha hecho amplio eco la prensa? Una victoria que se puede calificar de  ambigua si volvemos a considerar el asunto de la operación de los caracteres sexuales primarios. Da la sensación que Jenner sólo habló en el momento oportuno. Y con bastante oportunismo.

Caitlyn dio "el último paso" poco después de divorciarse. En un matrimonio que llevaba varios años y cuyas causas de ruptura no han sido reveladas, pero que por los trascendidos, estarían ajenas a la confesión de homosexualidad del protagonista. ¿Hubo en este suceso, algún impulso para dar por terminado el proceso y declararlo como tal? ¿Pensaba que iba a perder su vigencia, ya que había pasado los sesenta años, y aparte de la lejanía de sus éxitos deportivos, su carrera como actor amenazaba con ir en declive? Un dato interesante es que la terapia hormonal de Jenner no sólo le ha permitido verse como una mujer, sino además una dos décadas más joven. Bueno, la revista que lo publicó en esa foto donde aparece con remera de tenista y pantalones cortos ajustados -que dan a notar lo que aún lleva entre las piernas, motivo por el cual tuvo que mantenerlas separadas- en su nombre en español lo dice todo: feria de las vanidades.

domingo, 31 de mayo de 2015

Charlie Chanta

Cada cierto tiempo, internet nos impulsa a desviar la atención acerca de temas más relevantes, con alguna tontería de origen desconocido y ciertos elementos de originalidad. En estos últimos días, esa distracción la ha provocado el llamado "desafío Charlie Charlie", un juego con pretensiones espiritistas que algunos aseguran en realidad se trata de la promoción de una película próxima a estrenarse. El asunto consiste en dibujar un esbozo de plano cartesiano en una hoja de papel, escribir la palabra "sí" en el recuadro superior derecho y el inferior izquierdo, y el término "no" en los dos restantes, y colocar sobre todo esto, alineado con las rayas que marcan la cruz, dos lápices de igual tamaño e idéntico formato, uno encima del otro. La cuestión es que se busca invocar a un supuesto demonio, pronunciando su nombre -el mismo que tiene el divertimento- y enseguida preguntando si está aquí. Se supone que si el lápiz que se encuentra arriba se mueve en diagonal, hacia los cuadrados que contienen la respuesta afirmativa, significa que el ente diabólico de marras está junto a los convocadores. Un pasatiempo cuya simpleza y novedad lo hace atractivo, pero que en realidad es bastante insulso. Suficiente para que un puñado de adolescentes, en distintas partes del mundo, haya sufrido crisis de ansiedad que llegaron a requerir atención hospitalaria, después de ver que el palillo indicador se desviaba a la contestación positiva.

No se puede calificarlo de otra manera. Estamos siendo testigos de una nueva sarta de estupideces, de ésas que sólo en un medio como internet pueden llegar a adquirir fama mundial. El lápiz superior se mueve porque está suspendido sobre el inferior, de una forma inestable y con una base casi insignificante. Cualquier intervención externa, como una brisa, la respiración, o incluso el relieve de la mesa o la hoja, son capaces de desviar su dirección, y si uno lo coloca con cierto denuedo, lo más probable es que sea en diagonal. Es muy parecido a cuando se jugaba con esas palomas de plástico que se vendían en las ferias, cuando se colocaba el pico de dichos juguetes sobre un dedo y éste era bamboleado de tal forma que el objeto se balanceara, llegando a imitar el vuelo de un ave real. Algo que puede explicar, no ya un profesor de física, sino un docente de enseñanza elemental. De hecho se trata de un principio que se imparte en los primeros cursos de la escuela. Sin embargo, al parecer los medios de comunicación se han decantado por la prensa amarilla, quizá como estrategia económica. Incluso muchos han optado por prevenir a los padres ante la ocurrencia de los ataques de pánico mencionados en el párrafo anterior, recurriendo a parapsicólogos, seudociencia donde las haya, quienes han advertido a su vez que entretenimientos como éste pueden llegar a "liberar fuerzas ocultas" que serían las auténticas causantes de estas bochornosas crisis de angustia.

Lo más vergonzoso de constatar, no obstante, ha sido la actitud de ciertos portales y canales cristianos, quienes en atención a la supuesta magia oculta que conllevaría el dichoso juego, se han hecho eco de tales declaraciones y con ello han contribuido a alimentar el mito de algo que finalmente es un mero pasatiempo. De acuerdo: lo han abordado en clave negativa. Pero finalmente no marcan diferencia alguna y sólo han aumentado los motivos para sentir miedo, el cual por cierto es irracional e injustificable. ¿Por qué en lugar de insistir con el peligro de invocar supuestas fuerzas diabólicas, mejor no contactan a un físico o a alguien con mínimos conocimientos en ciencia, que explique cuál es la verdad que hay detrás de todo este escándalo? Hay muchos creyentes que son titulados universitarios. Hasta el proselitismo que algunos pretenden llevar adelante aprovechando el tema, sería más eficaz. Con desmentidos basados en evidencias empíricas, el famoso juego empezaría a perder su encanto y caería prontamente en el olvido, desapareciendo las crisis de angustia y las anunciadas posesiones demoníacas que serían la causa de tales alteraciones. Sin embargo, debido al -para variar- miedo, en este caso a desviarse de los en determinadas teorías rectos caminos demarcados en la Biblia, se prefiere infundir una campaña del terror en los niños, a través de padres y en general adultos ignorantes, irresponsables y estrechos de mente, que quizá no ocasionen estados de ansiedad en chicos que conocen la doctrina, los cuales provienen de un entorno con el que ya están familiarizados. Pero que entre aquellos surgidos de esferas seculares, puede resultar peor el remedio que la enfermedad.

Hay una serie de detalles en los cuales no se ha reparado. El nombre Charlie es tan común en el mundo angloparlante, desde donde surgió este desafío, que incluso se utiliza de modo caricaturesco y banal. Por ejemplo, los norteamericanos denominaban a los vietnamitas como "Víctor Charlie" en la conocida guerra -las iniciales coincidían con "Viet Cong"-, y también están Charlie Brown y Charlie Hebdo. Por otro lado, cabría preguntarse qué sucedería si el lápiz superior se moviera hacia la opción "no". Implicaría una enorme paradoja, puesto que la prueba de que el ente está ausente, debiera ser la permanencia estática, en vez del desvío a la respuesta negativa, ya que él mismo lo estaría manipulando. Bien: queda la posibilidad de que la inclinación se deba ahora sí a un agente externo, pero en tal situación el juego perdería parte de su magia y por ende su confiabilidad, al no resultar tan exacto como sus partidarios lo entienden. En fin: son interrogantes que uno es capaz de formular con un mínimo de raciocinio y educación. Elementos, por desgracia, muy escasos en la actualidad, y que de manera sostenida están siendo sustituidos por, acertaron, internet.

domingo, 24 de mayo de 2015

Puñetazos A La Otra Mejilla

Aparte del público que suele congregar el boxeo, un número significativo de cristianos le prestó atención a la llamada "pelea del siglo" entre el filipino Many Pacquiao y el norteamericano Floyd Mayweather. La conversión del primero, que asiste regularmente a una iglesia evangélica en su país natal, y las constantes menciones a Dios de parte del segundo, quien al parecer tuvo alguna formación pentecostal, permitieron que un grupo de espectadores atípico a esta clase de eventos aumentara la cantidad de televisores encendidos, permitiendo que los organizadores del combate se embolsaran una suma de dinero aún mayor por concepto de patrocinios.

Al menos, la fe del asiático parece ser honesta. Él entra en la categoría de los nacidos de nuevo, ya que aceptó al Señor hace dos años, cuando se hallaba sumido en los vicios característicos de un deportista de extracción popular que luego no es capaz de controlar un éxito tan fulgurante y repentino, como es la adicción al alcohol y las drogas; los que por cierto ya superó. No se puede aseverar lo mismo del estadounidense. Él cita a Dios como cualquier individuo que ha tenido una formación cristiana, incluso superficial, como una manera, ya sea de impresionar a la audiencia, convencerse a sí mismo de que es un creyente más allá de sólo haber escuchado la mensaje durante la infancia, o de cubrir su carencia de habilidad para elaborar un discurso coherente con frases cliché que, pese al descrédito en que viene cayendo la espiritualidad más clásica, no dejan de ser de buena crianza. Los espectadores cristianos que vieron el pugilato también estaban al corriente de esta disparidad de caracteres, y en consecuencia sus vítores se dirigieron hacia Pacquiao, quien, y de más está decirlo, podía ser tomado como un hermano en el sentido teológico del término.

Sin embargo, finalmente fue Mayweather el que ganó. Por puntos. Pero fue el norteamericano quien recibió el cinturón dorado y para los efectos prácticos eso es lo que cuenta. Un grueso importante de evangélicos aceptó la determinación. Otros se plegaron a quienes objetaron el fallo, alegando que los jueces eran en su mayoría compatriotas del estadounidense, quien además se encontraba en su propio país. Son por cierto, aprehensiones legítimas, y no sólo por causas obvias, en especial tras revisar el despliegue de Pacquiao -de quien después se supo que combatió lesionado de un hombro- y al atenerse al hecho de que estas anomalías son comunes en el boxeo, y que han estado presentes en la disputa de innumerables títulos mundiales. No obstante, llama la atención la conducta que tuvo un tercer grupo de creyentes, que comenzaron a destacar las diversas ocasiones en que Floyd hablaba en forma positiva del Señor. Entonces descubrieron una cuestión interesante: que él también era cristiano, si bien no tan demostrativo como su rival. No se dieron el tiempo de examinar los contextos en los cuales Mayweather había expelido sus frases. Más aún: ni siquiera tomaron en cuenta que su nuevo referente no era tan introvertido ni reservado como lo presentaban para justificarlo. Al menos no en temas seculares. Y eso quedó demostrado días después del pugilato, cuando, a modo de respuestas por las críticas a su obtención del campeonato, le lanzó fuertes epítetos a su contrincante a través de las redes sociales, los cuales no se condicen con el trato que un convertido debe dispensar a los demás, en particular cuando quien está al frente es otro hermano de fe.

Estos creyentes, en realidad, en su fueron interno sintieron que Dios había perdido la pelea o que no auxilió a su hijo más fiel. Un pensamiento del que se encontraban obligados a pedir perdón o cuando menos a simular. Y a modo de sublimación, aparecieron las diatribas de Mayweather, una persona acerca de la cual nadie sabe si alguna vez se congregó en una comunidad evangélica. No les importó presentar la imagen de un Señor dividido. Al final ganó. Y también fue segundo.

domingo, 17 de mayo de 2015

Briganti o De La Justificación del Crimen

Al menos a nivel de autoridades, se ha condenado de manera unánime la actitud de Guiseppe Briganti Weber, el tipo que asesinó a balazos a los estudiantes universitarios Diego Guzmán y Exequiel Borvarán, según sus propias declaraciones, porque intentaron rayar el frontis del edificio de propiedad familiar, hecho ocurrido en Valparaíso, en el marco de las protestas en pro de la mejora de la calidad de la educación. Un repudio que no ha sido respaldado por la totalidad de la población, pues al menos en las redes sociales, abundan los comentarios que no sólo justifican estos crímenes, sino que además califican a su ejecutor de héroe, por defender la propiedad privada de actos vándalos que no son controlados por esos mismos representantes del Estado que aparecieron al unísono rechazando el doble homicidio. Elogios enunciados en el contexto de esos discursos irracionales que aseveran que la delincuencia se halla en franco aumento y que los organismos encargados, antes que de la seguridad de las personas honestan, se ocupan de los derechos de los malhechores.

Hay un aspecto de carácter empírico que salta a la vista al recopilar los aspectos generales de las biografías de los tres jóvenes involucrados en este trágico suceso. Briganti era sujeto con antecedentes policiales que ya registraba diversas detenciones, que si bien no terminaron con su trasero en la banca de un tribunal, son suficientes para catalogarlo como delincuente común, con especialidad en el tráfico de drogas y el porte ilegal de armas (en el allanamiento que se hizo inmediatamente después de los homicidios, se encontró cocaína entre sus pertenencias, y además se descubrió que el revólver que usó no estaba inscrito, algo que incluso sus padres, con quienes vive, desconocían). Fuera de que no concluyó su escolaridad regular, a pesar que sus progenitores tenían la capacidad de inscribirlo en un buen colegio de pago, dedicándose por ende a subsistir con rentas. Se trata de un individuo que, recordando el refranero popular, no le ha trabajado un centavo a nadie. Situación muy diferente a la de los muchachos ultimados. Diego Guzmán había terminado su carrera y prácticamente sólo le faltaba la ceremonia de entrega de título. Mientras que Exequiel Borvarán, si bien producto de su edad -dieciocho años- llevaba sólo tres meses de universitario, era un asiduo participante de diversas organizaciones sociales, entre ellas una comunidad religiosa (católica) de Quilpué. Un puñado de datos que no obstante resultan decisivos al momento de determinar quién era el antisocial y quiénes significaban un real aporte a la comunidad.

Entonces, ¿por qué un grueso, no mayoritario pero sí importante, de la ciudadanía se coloca del lado de Briganti, cuando no es sino otra muestra de esos delincuentes que según muchos de ellos aprovechan la desidia de las instituciones encargadas y siguen cometiendo fechorías sabiendo que permanecerán impunes? Y eso último dicho con un alto nivel de intención, porque quienes defienden a este asesino conforman precisamente el núcleo más abundante de aquellos que andan de modo constante con el discurso de la inseguridad. Podríamos hacernos eco de una sentencia muy repetida durante estos días, que asevera que no faltan quienes privilegian la propiedad privada por sobre la vida. Es un argumento de gran contundencia y que por supuesto aparece como una de las causas que justifican el actuar del criminal (y que el mismo Guiseppe debió haber considerado para tomar su fatal determinación). Sin embargo las explicaciones no se agotan ahí. Nos hallamos en presencia de un sujeto con dos apellidos exóticos de origen europeo, hijo de padres con un pasar económico relativamente acomodado, dueños de un edificio ubicado en el centro de una ciudad importante y destinado a los alquileres. Que además residía junto a sus progenitores, aspecto que proporciona la imagen de una correcta familia. Factores que siempre impulsan a los tribunales -y a una sociedad con las características de la chilena- a no considerar a tales personas como delincuentes, pese la reciedumbre de las pruebas (en este caso, los antecedentes policiales que presentaba el homicida previos a su más recientes desliz, y que empero siempre fueron insuficientes para recibir alguna condena). Por otro lado, hay que echarle un vistazo al contexto en que se suscitó todo esto. Los chicos universitarios protestaban exigiendo una mejora en la calidad de la educación, Cuestión a la que se ha comprometido la administración de turno, con el envío de una serie de proyectos de ley resistidos por un sector de la ciudadanía, que los ve como afines a la ideología de los miembros de esta legislatura, pero que otrosí sienten que serán perjudiciales para los beneficiarios pecuniarios del actual sistema de enseñanza, quienes siente amenazada su particular propiedad privada, la misma que los cacos violentan para robar, culpando desde luego, a este mismo gobierno del supuesto aumento descontrolado del delito.

Al analizar el actuar de Guiseppe Briganti, y las loas que sus partidarios le dedican en la red, no se puede dejar de pensar en ese manido eslogan de la "puerta giratoria", que estos sujetos -incluyendo al propio pistolero- emplean como caballo de batalla para introducir en la población la idea de que los delincuentes están haciendo de las suyas y que para colmo los organismos competentes sólo se dedican a protegerlos de eventuales linchamientos. Pues bien: si tal conducta existe, este tipo es a todas luces uno de sus principales beneficiarios. La diferencia es que estamos en presencia de un malhechor que, por su origen social y sus características y las de sus víctimas, termina siendo querido precisamente por quienes han lanzado ésa que a la postre no es más que una estrategia publicitaria. Y que acaba por justificar el hecho de salir a matar, ya no al sospechoso de un desafuero, sino a alguien que está entre esa situación y la de pensar distinto. Cuando eso acaece, la línea es tan delgada que resulta imperceptible, lo cual, por supuesto, a los promotores de ese accionar les conviene.

domingo, 3 de mayo de 2015

Poderosos Caballeros

A muchos les resulta irritable, e incluso a algunos deleznable, la actitud del magnate británico Richard Branson, el propietario del grupo Virgin, quien ha utilizado su enorme fortuna e influencia social en el afán de favorecer a personas y colectivos que tienen una postura más relajada en el campo de la moralina más tradicional, ya se trate de aborto, libertinaje sexual, homosexualidad o críticas a grupos religiosos o que se oponen a dichos comportamientos. De hecho, la propia imagen corporativa de ese conglomerado -fundamentada casi exclusivamente en su marca comercial- se orienta casi en su totalidad en ese sentido, y así lo atestiguan tanto la publicidad como las estrategias de venta que sus encargados emplean.

La verdad es que lo obrado por sir Benson no es diferente a, por poner un ejemplo, lo que hace unos meses atrás efectuó el dueño de la cadena de supermercados norteamericana Hobby Lobby, de confesión pentecostal, quien presentó un recurso judicial -que ganó- con el cual buscaba eximirse de subsidiar los anticonceptivos a sus empleadas, algo incluido en el plan de prestaciones de salud propuesto por el presidente Barack Obama, en el marco de la responsabilidad compartida entre empresarios y trabajadores. A su favor, esgrimió que la contra concepción, aparte de no constituir un asunto médico indispensable para la supervivencia del paciente, consistía en un hecho contraproducente con la defensa de la familia y los valores cristianos, al menos, los que el propietario del negocio en cuestión propugnaba. De igual modo, hemos visto en América Latina, a un sinnúmero de acaudalados que destacan su ligamiento con la iglesia católica -muy fuerte aún en el subcontinente- para acto seguido apoyar las posturas reaccionarias de los curas en múltiples temas. Así como a jeques de países musulmanes que con su sola presencia, a través de la adquisición de conglomerados occidentales, incentivan la adhesión a de ciudadanos comunes y corrientes a las distintas versiones del islam, también las más extremistas. Y por supuesto cabe agregar a los millonarios ecologistas, como Douglas Tompkins, o a ricos chinos e indios que han contribuido a dar una imagen positiva de sus naciones de origen, a pesar de los muchos aspectos execrables que muestran.

Lo que ocurre es muy simple. Desde la década de 1980, el nuevo liberalismo se ha venido imponiendo, no sólo en la dinámica económica, sino -y en especial desde la caída de los socialismos reales- en el mismo funcionamiento de la sociedad. Esto, acarreado por una serie de consecuencias derivadas justamente de la aplicación de este paradigma, como son el aumento de la pobreza, de la desigualdad social y la concentración de la riqueza en un grupo cada vez más reducido y apartado del resto, quienes por cierto no paran de aumentar su caudal. Toda esta combinación de factores les ha dado la posibilidad a los componentes de esos clubes exclusivos, incluso sectarios, de hablar e imponer sus visiones personales del mundo, algunas de ellas ni siquiera producto de una reflexión, sino basadas en prejuicios ancestrales, de la misma forma en como ellos y ciertos dirigentes políticos y religiosos logran que impere el actual sistema pecuniario. Ya la voz principal no la tienen los intelectuales, los círculos universitarios (instituciones venidas a menos en el último tiempo), los artistas o los deportistas. Son los empresarios más acaudalados quienes se hacen escuchar y a los cuales se les hace caso, no sólo en cuestiones propias de los rubros donde ejercen. Las declaraciones, reflexiones e incluso libros escritos con gran esmero valen la nada misma si junto a ellos no se encuentra un tipo lo suficientemente adinerado que los sustente y los aliente. En lo que se ha transformado en una especie de mecenazgo ideológico.

El problema es que, sin una estructura de exposición, discusión y debate de auténticas ideas detrás, esto se torna en falta de seriedad y manejo en temas, algunos, esenciales para el desarrollo humano. Los ricos pueden tenerlo todo, pero no tienen por qué saberlo todo. Y en varios de los casos presentados en este escrito, lo que se busca imponer no pasa de convenciones heredadas, conflictos emocionales o sentencias no comprobadas. No sólo en los aspectos de índole económica. En la actualidad, más que nunca se hace cierta la sentencia de Quevedo: "poderoso caballero es don dinero".

domingo, 26 de abril de 2015

Los Empresarios Necios

En medio de la catástrofe provocada por las inundaciones en la región de Atacama, muchos han sacado a relucir el hecho de que algunas construcciones afectadas por los desbordes de los ríos, se hallaban a una distancia muy poco prudente o incluso bordeando el lecho de éstos, mientras otras se encontraban asentadas en zonas de declives o en laderas de cerros, lo cual las tornaba proclives a anegarse o a recibir de lleno una avalancha. Y no se trataba de auto edificaciones o barrios surgidos de manera informal, sino de complejos creados por respetables empresas inmobiliarias, en su mayoría destinadas a los subsidios estatales de vivienda, pero también casas para sectores medios y profesionales de respetables ingresos.

Más allá de una serie de factores (la especulación, el exceso de confianza respecto de cauces acuáticos que llevaban años secos, el abaratamiento de costos mediante la preferencia por terrenos ubicados en lugares de mayor riesgo), esta coyuntura hace imposible no retrotraerse a una sentencia estipulada en los evangelios, muy conocida a causa del refranero popular, que la repite para las más diversas situaciones de orden secular. Esto es, que el necio construye su casa sobre arena, mientras el sabio lo hace sobre rocas. Algo que para muchos resulta un cliché repetitivo, pero que va más allá de la simple perogrullada. Pues como imbéciles se definen una serie de actos censurados en la Biblia, acerca de los cuales en las mismas Escrituras se deja en claro que alejan a la persona del reino celestial. Así, estúpido es el empresario malintencionado, que decide construir en una zona de fácil inundación exclusivamente por motivaciones pecuniarias, sin importarle lo que suceda con sus clientes. También es el desesperado dueño de ese predio dispuesto a cualquier cosa por vender, sabiendo el destino final que tendrán esas hectáreas y las consecuencias de aquello. De igual modo es réproba (condenable a las penas del infierno) la conducta de ingenieros, arquitectos y demás gente especializada que debido a sus estudios saben lo que pasará con el proyecto en el que colaboran, y que sin embargo callan a fin de no perder el trabajo y las consiguientes remuneraciones.

Y no obstante, por otro lado, ¿qué actitud toman los predicadores y en general los hermanos cristianos, ante estos acontecimientos? ¿Serán capaces de ir donde se encuentran dichos individuos, y espetarles los pecados que han cometido y los males que a causa de ello han ocasionado? Lo hacen a cada rato en las plazas públicas y las barriadas de pueblos y ciudades, cuando denuncian a los homosexuales o a quienes están a favor de ellos, así como a quienes oyen cierto tipo de música o se regocijan en lo que se conoce como la inmoralidad. En ciertas oportunidades, no se conforman con gritarlo en las calles, sino que van a hostigar a los mismos que consideran agentes de todo lo que se opone al plan divino, casi siempre sujetos vinculados a los oficios relacionados con el espectáculo, o dirigentes políticos por quienes nunca votarían. Valentía, imitación de Jesús, le dicen. ¿Y acaso cuestiones como las descritas en el párrafo anterior, que tienen una responsabilidad indirecta en lo acaecido en el norte, no son aberrantes? ¡Desde luego que también son abominaciones! Más aún: se trata de actos cometidos por personas que se definen a sí mismos como cristianos y que mantienen una estrecha colaboración con determinadas iglesias, la mayoría con la católica, de acuerdo. Pero se presentan como creyentes al fin. Y no falta el ciudadano de fe evangélica que decide marchar junto a ellos cuando le piden ayuda para engrosar la fila de manifestantes en una protesta contra el aborto, el llamado matrimonio igualitario o el relajamiento de las costumbres. Olvidando los calificativos que espetó o al menos rezongó respecto de los romanistas cuando dialogaba con los suyos, tachándolos de idólatras que jamás se iban a salvar.

Hay que tener la fuerza y el arrojo para enfrentar a esos individuos y recordarles que lo que están haciendo es contrario al mandato del Señor, y no sólo por pasar por alto un principio bíblico por lo demás muy conocido. Decirle sin tapujos a un empresario inmobiliario que es un necio que construye sobre arena, y que ese término engloba otros, como sinvergüenza, desalmado o abominable, y que si no se arrepiente y enmienda sus errores -retribuyendo además conforme al mal cometido, tal como hizo Zaqueo- no estará celebrando con Jesús en el paraíso. Ya existe suficiente valor en esos hermanos que cada domingo -y a veces otros días de la semana- se instalan a predicar en las calles y plazas, soportando el sol, el frío, la lluvia y las sonrisas burlescas de ciertos ciudadanos pedestres. Ahora sólo hace falta comprender que no sólo los amanerados o los fornicarios son pecadores.

domingo, 19 de abril de 2015

Henchir La Tierra Hasta Reventarla

Quienes aseguran que un cristiano de verdad debe por obligación casarse y engendrar un número mediano o alto de hijos, citan como principal fuente de sustento aquel mandato que el Señor les diera a Adán y Eva en el jardín del Edén, donde los llamó a crecer y multiplicarse, además de llenar y sojuzgar la Tierra. Hasta cierto punto, una justificación bastante eficaz, tratándose de un pasaje ubicado en el mismo inicio de la Biblia, que por otro lado es muy conocido incluso entre quienes no están familiarizados con las Escrituras.

No obstante, igual caben ciertas aprehensiones. Se trata de un mandato del Antiguo Testamento, contenido en el libro del Génesis, perteneciente a la Torá: por ende forma parte de la vieja ley, no del todo derogada, pero sí altamente superada, por el otorgamiento de la gracia a través de la resurrección de Jesucristo (soltero durante su vida terrenal, misma condición que mantuvo el apóstol Pablo, quien en sus cartas prácticamente sentó las bases de la estructura eclesiástica cristiana). Antecedentes que, en el mejor de los casos, le quitan su condición obligatoria. Luego, se trata de una afirmación pronunciada en y para el inicio de los tiempos, cuando la población planetaria era escasa, por lo que dejar una descendencia, siquiera moderada, tenía algún sentido. Y finalmente, es una exigencia establecida antes de la caída y la consecuente expulsión del paraíso, lo cual torna inevitable entenderla en el contexto en donde se emitió.

En el primer caso, basta agregar que este mandato daba origen a una serie de leyes igualmente enunciadas en el Pentateuco, en especial en el libro de Levítico, que prácticamente impedían que una persona que alcanzara el rango que en el viejo Israel determinaba la mayoría de edad, siguiera existiendo -porque caía en la sospecha de estar realizando alguna de las diversas actividades sexuales calificadas de "abominación"- sin haber contraído matrimonio, el que además era impulsado por ciertas convenciones de carácter económico, social y religioso, jamás por lo que hoy se conoce como enamoramiento. Una conducta que después Jesús les reprochó a sus contemporáneos en el marco de sus objeciones al legalismo y el ritualismo, críticas recogidas por Pablo, quien aunque recomendaba "mejor casarse que abrasarse" empero no dejó de tomar el connubio como una mera alternativa (que él no siguió). Por otra parte, en la actualidad es más que evidente la existencia de una sobre población en el mundo, que pese a los mecanismos de control de la natalidad continúa aumentando, y que de acuerdo a los expertos, en medio siglo o menos va a sobrepasar la cantidad de recursos que el planeta posee para sostener tal número de humanos. En consecuencia, la Tierra, más que sojuzgada, está siendo explotada al máximo y más allá aún, con la consiguiente provocación de un deterioro generalizado a la creación que podría derivar en el colapso total y la inmediata extinción de la vida, suceso contrario al plan divino. A lo que debe sumarse el egoísmo y la codicia individuales, defectos propios de la naturaleza caída, que invierten la bendición anunciada en el Edén, ya que la descendencia se transforma en un arma que permite hacer daño de modo familiar o colectivo.

En una situación como la actual, engendrar hijos, lejos de representar el cumplimiento de un mandato del Señor, podría resultar un acto pecaminoso y no producto de los llamados tabúes sexuales. Con un planeta que se mantiene -y es mantenido- a duras penas entre la destrucción ecológica y los conflictos sociales, cargarlo con más humanos -que por sí no son malignos, pero sí tienen una propensión a hacer el mal- hasta llega a ser contraproducente con los expresado en Génesis 1:28. La gente es responsables de guerras, masacres, injusticias varias; pero por lejos, su característica más delicada es que es capaz de engendrar más gente.

domingo, 12 de abril de 2015

Oh My Fuck

Muchos medios de comunicación y portales de internet han destacado que, de acuerdo a las cajas negras recuperadas y a los llamados desde teléfonos móviles de varios pasajeros del vuelo 9525 de Germanwings, siniestrado en Francia a causa de una acción suicida del copiloto, lo que más se pronunció en esos angustiosos minutos dentro del aeroplano fue el nombre de Dios, en las más diversas lenguas y las más desesperadas frases. Incluso, se destacan las últimas palabras del piloto, quien por un menester personal debió abandonar por unos minutos la cabina, y al regresar, notando que su compañero había cerrado el acceso y se disponía a dirigir el aparato a tierra, le gritó: "¡por el amor de Dios, abre la maldita puerta!". Una serie de datos que los sitios cristianos y los creyentes en general no han dejado de recalcar, insistiendo en que las personas, cuando se hallan en una situación límite, siempre se acuerdan del Señor, el mismo que están dispuestos a negar en otras ocasiones. Más aún: no faltan -independiente de su fe o no- aquellos que recuerdan ese dicho que asevera que "todos son ateos hasta que se empieza a caer el avión".

Desconozco el nivel de espiritualidad o religiosidad que mantenían los malogrados integrantes del vuelo de Germanwings. Mucho menos si alguno se convirtió durante esos instantes en que se dio cuenta lo cerca que se hallaba de la muerte. Sin embargo, sí se puede inferir, a la luz de esa misma coyuntura mostrada con tanto sensacionalismo en los medios de prensa, que la mayoría de ellos tenía una formación centrada en los valores de la civilización occidental, que incluye, siquiera de modo vago, aspectos básicos de la Biblia, Jesús y el cristianismo, así como una, cuando menos breve, historia de las iglesias que lo conforman. Resumiendo, fueron criados en una determinada cultura, la cual echa cimientos fundamentales en los más diversos ámbitos, por cierto también el religioso. En tal sentido, muchos han (hemos) aprendido y hasta veces asimilado frases que se usan como muletillas en momentos en que la adrenalina, las emociones o la impotencia, o las tres cosas a la vez, no da tiempo siquiera a pensar un parlamento original. Y entre ellas, más de una interjección que cita al Señor. Que de acuerdo: son reservadas para instantes tan extremos como el que experimentaron los pasajeros y los tripulantes de ese avión. Pero que se emplean por su fuerza lingüística, que de acuerdo, aumenta porque el nombre de Adonay está de por medio; no obstante, no pasan de tratarse de clichés tomados cuando la situación supera lo descriptible con palabras, y que en caso alguno constituyen una prueba de arrepentimiento, bastante menos de redención.

Además, cabe recordar que todas esas expresiones están tan ancladas en la vida cotidiana, que no faltan quienes se permiten sacarlas de contexto y llevarlas a un ambiente de burla o de comedia. Así por ejemplo, la exclamación "¡oh Dios mío!" (o su versión en inglés: "¡oh my God!") es utilizada en la pornografía. Por otro lado, hay parlamentos, como el del piloto, que en este afán por buscar gente que sólo en momentos difíciles se acuerda del Señor -y enseguida, supuestamente, le clama- resulta contraproducente, pues incluye una maldición dentro de su estructura, recurso lingüístico prohibido a los creyentes por tratarse de una forma de insulto. Lo que en resumen nos lleva a concluir que estas personas, al no dimensionar la importancia del nombre que compone las interjecciones que emiten, están cometiendo el pecado de tomarlo en vano. Y aunque es bien cierto que se les puede perdonar porque de acuerdo a las circunstancias no se encontraban en condiciones para usar completa y satisfactoriamente su raciocinio, de cualquier modo estamos en presencia de aullidos espetados en medio de la desesperación, alejados de una elaboración consciente, y que por lo tanto no se deben considerar como un testimonio de conversión. Más aún: ni siquiera sirven como demostración de que tarde o temprano la persona acabará acordándose de su creador.

Habría sido más honesto que los integrantes de este vuelo hubieran empleado lo que en lenguaje castizo se conoce como "malas palabras". Desde luego que en el caso de un cristianos se trataría de una contradicción. Pero el auténtico creyente no se desespera ante una situación así. Sino que se queda tranquilo, confiando en el Señor, con el último consuelo de que en el peor de los casos al menos tiene la certeza de que estará con Él en el paraíso. No necesita gritarlo a los cuatro vientos sin reflexionar, ni se siente impulsado a hacerlo en situaciones límites. Porque ya lo tiene en su mente y en su corazón.

domingo, 22 de marzo de 2015

Fin de Semana de Pirados

En sólo un fin de semana, cuatro jóvenes murieron intoxicados producto de sobredosis de drogas o sustancias afines. Con ello se sobrepasó la cifra de fallecidos por causas similares del año pasado. Y quizá lo más triste de todo, es que entre los decesos había muchachos que no superaban los quince años.

Lo que más llamativo lo constituyen las sustancias que estos muchachos inhalaron y que los llevaron a la muerte. Dos hermanas, por ejemplo, aspiraron gas licuado contenido en un cilindro portátil, de ésos que se usan como combustible para las cocinillas. Mientras una pareja, junto a otros dos amigos (estos últimos sobrevivieron, aunque se encuentran hospitalizados con riesgo vital) se inyectó morfina, un componente más conocido por su aplicación, irónicamente, en las faenas médicas, pero cuya estructura y efectos son parecidos a los de la cocaína y la heroína. En ambos casos confluyen una serie de factores. Primero, la desesperación de una persona que, por diversos motivos, sufre una severa crisis de ansiedad que lo impulsa a drogarse con lo que tenga a mano. Luego, la ignorancia, y en idéntica medida la falta de educación, que caracteriza a un grueso de la población chilena, la cual, queda comprobado, debe estar instruida incluso respecto de ámbitos reñidos con la legalidad. Y finalmente, las consecuencias de la carencia de oportunidades, pero también de la pobreza y la desigualdad, que padecen muchos chilenos y que terminan haciendo la diferencia hasta al momento de buscar pirarse.

En lo cual también hay parte de culpa del Estado. Los aparatos públicos prácticamente carecen de una red, al menos eficiente, que auxilie a los adictos, incluso a los que se acercan de modo voluntario a pedir ayuda. Las únicas políticas al respecto han sido represivas, como aumentar las penas por porte de sustancias prohibidas y hacer punibles situaciones que son propias del consumo privado pero jamás del tráfico, caso emblemático lo que ha venido ocurriendo con las personas encarceladas por porte de algunos gramos de marihuana. O bien medidas más sutiles -y propensas a ser elogiadas desde el punto de vista práctico- como la eliminación de los solventes volátiles del neoprén, que impulsó a los chicos que consumían ese pegamento a pasarse al tolueno, la bencina o el gas. Por otra parte, las proscripciones sin ton ni son reducen la proliferación de drogas pero a la vez encarecen su precio, lo que arrastra a los dependientes a buscar salidas alternativas. Los que poseen mayor información y cuentan con mejores recursos económicos se contactarán con conocidos en el extranjero y traerán píldoras sintéticas que legalmente no se pueden perseguir porque no se hayan registradas y las entidades encargadas además las desconocen. Pero los que pertenecen al pueblo raso -la alta mayoría- se verán obligados a adquirir un medicamento o un elemento que por distintas circunstancias circula en el ambiente. Y por lo general, esos últimos casos son los que derivarán en consecuencias más graves, porque los compuestos ingeridos no fueron diseñados para la evasión.

                                                 
Es una situación similar a lo que está acaeciendo en el norte de Europa con el cocodrilo, una droga que produce una quemazón en los músculos que puede llegar a ser fatal, y que se popularizó tras la recesión económica que afectó a esa región y las férreas medidas anti drogas que tomaron los gobiernos en cuestión. No falta quien se pregunta por qué lo hacen sabiendo que colocarán en riesgo su vida. La respuesta es simple: cuando el adicto está desesperado, o ingerirá una dosis anormal o se arrojará del piso más alto de un edificio. Es como los reos cuando, apremiados por la falta de alcohol, elaboran el pájaro verde, un brebaje que mezcla barniz con restos de comida. Es ahí donde las instituciones deben estar alerta. Y evitar conducir a la muerte a un pobre desgraciado asegurando que realizan todo lo posible para salvarlo.

domingo, 8 de marzo de 2015

Día de la Mujer: Poco Que Festejar

Muchas mujeres -y no pocos hombres, aunque algunos de ellos sólo lo hicieran impulsados por un entusiasmo ambiental- han aplaudido el anuncio de la presidente de crear un ministerio que trate los asuntos del género, aún cuando se trata de una iniciativa puramente cosmética, pues el actual servicio nacional es una de las carteras del gabinete. La propuesta ha sido lanzada en el momento propicio: durante un discurso pronunciado este ocho de marzo, día en que se conmemora la inmolación del más de centenar de trabajadoras que perecieron en el incendio de la fábrica Triangle en New York, producto de que no lograron escapar a causa de que los empleadores mantenían las puertas cerradas en el afán de evitar eventuales fugas desde el sitio laboral.

¿Hay algo más que celebrar fuera de la concreción del mencionado Ministerio de la Mujer, que al fin y al cabo es sólo un cambio burocrático? La verdad es que muy poco. Primero que nada, y recordando el incendio en la empresa neoyorquina, aún los salarios femeninos son inferiores a los que gana un equivalente varón, si bien la diferencia es escasa y se circunscribe a algunas ocupaciones. Sin embargo, lo más cuestionable surge al momento de revisar la orientación a donde ha sido dirigida la igualdad de género en las últimas décadas, la cual además, y aunque muchas y muchos no quieran o les dé vergüenza reconocerlo, ha sido supervisada y encauzada por la iglesia católica y los círculos de empresarios más acaudalados, dos grupos de entidades con bastante poder en el país. Lo cual se ha intentado enganchar con un discurso de supuestos progresistas y socialdemócratas, una mezcla escasamente verosímil en realidad, pero que ha sido presentada a la opinión pública de un modo tal que la mayoría piensa que es, si no un logro perfecto, al menos un gran avance.

Partamos por la maternidad. Se ha aumentado la cobertura en salas cuna y se ha ensalzado a la madre trabajadora, a la par que el rechazo de carácter reaccionario al embarazo adolescente ha sido reducido a una expresión insignificante. Por supuesto que son transformaciones que no se pueden dejar de elogiar. Sin embargo, la omnipresencia de la iglesia romana a su vez ha permitido que se eche pie atrás en intentos por repartir anticonceptivos e impartir clases de educación sexual en las escuelas, factores que han resultado determinantes en el aumento de la preñez entre las jóvenes secundarias. A esto se suma el bombardeo publicitario donde de modo constante se muestran imágenes de féminas acompañadas de niños pequeños -en muchas ocasiones recostadas en el tronco de un varón-, lo que constituye un claro incentivo. Ante tal situación, el progresismo ofrece un premio de consuelo y entrega míseras ayudas económicas que no alcanzan para mantener a un bebé, y luego alienta a estas personas a demandar a los padres biológicos -cuya coyuntura monetaria no es mejor- a fin de que paguen la pensión alimenticia (incluso con la opción de sacar una gran tajada). Ya no se repudia a la púber con un feto, pero las posibilidades de que acaben concibiendo son mayores, y eso no es sino una manera diferente de imponer el conservadurismo. Mientras que las más adultas deben resignarse a ingerir fármacos para aliviar su supuesta neurosis, en circunstancias que los medicamentos son la droga adictiva femenina por excelencia, a la vez que el alcohol y las sustancias prohibidas son la masculina.

No se ha visto al actual servicio nacional de la mujer, en una actitud más enérgica frente a los arbitrarios planes femeninos que ofrecen las aseguradoras y las instituciones privadas de salud, así como de las administradoras de fondos de pensiones. Tampoco suele estar presente en los casos de abuso sexual, si bien sí lo hacen en las situaciones de violencia doméstica -que son más ambiguas-. Y en cuanto a políticas de planificación, lo más cercano a eso es insistir en ampliar los derechos para el aborto, que claramente no es un método anticonceptivo. Y que no constituye sino otro triunfo del catolicismo. Porque se trata de algo que todos sabemos finalmente no se aprobará -o se conseguirá con un alto número de restricciones- y debido a que su insistencia es el resultado de la intolerancia de los curas, quienes han provocado que al otro lado surja una posición igualmente extremistas en el afán de contrarrestar. Las féminas más famosas -Violeta Parra, Gabriela Mistral- no se hicieron famosas por lo que tenían entre las piernas. Así como tampoco lo fueron las trabajadoras sacrificadas a fuego hace ya más de un siglo.