domingo, 30 de junio de 2013

Superman Supermercado

Muy comentada ha sido la forma en que los productores y encargados de "El Hombre de Acero" (Man of Steel), el nuevo filme que recrea la historia de Superman, han promovido la película en Estados Unidos con el objeto de obtener el siempre anhelado éxito de taquilla. Estableciendo paralelismos entre el supuesto carácter mesiánico del personaje -especialmente acentuado en esta entrega- y la figura de Jesús, se han dedicado a establecer contactos con pastores y líderes de las más diversas iglesias evangélicas, varios de quienes han caído en el juego y hasta han utilizado los púlpitos y los sermones dominicales para recomendar la realización, considerándola un ejemplo de edificación cuando no un virtual método alternativo para iniciarse e incluso acercarse a la biografía del Salvador, al menos en el caso de los niños y los neófitos que no llevan mucho tiempo en el camino del cristianismo o que por diversas causas -trabajo, carencia de comprensión lectora- no tienen el hábito de tomar una Biblia.

Superman siempre es candidato a transformarse en figura ideal, en todos los sentidos que puede abarcar el término. Pero en especial, en el marco de la atracción física que siempre llama la atención de los niños y los más jóvenes, quienes motivados por la apariencia de un personaje determinado lo terminan transformando en su modelo de referencia casi obligado, al extremo de que todo lo que haga dicho sujeto será imitado por ellos al menos en la medida de lo posible. Una tendencia de la que no están exentos los consumidores de tiras cómicas, aunque entre este público tales inquietudes se expresen a través de códigos propios y unívocos, como sucede en cada quehacer de la vida por lo demás. El extraterrestre de Kripton es un tipo muy bien parecido, de rostro angelical, caído del cielo (o del espacio, que para el caso es lo mismo) y que posee una reciedumbre mediante la cual es capaz de solucionar los entuertos más difíciles, incluso superar a la muerte: en una anterior versión fílmica consiguió revivir a una muchacha de la cual se había enamorado invirtiendo la rotación terrestre; y él mismo, en una de sus más célebres entregas en papel, logró resucitar tras ser abatido por un rival tanto o más extraordinario. Es un vencedor innato que permite que muchas personas se proyecten a través de sus hazañas, lo que permite a sus creadores y escritores alentar un espíritu de superación que es muy acorde al discurso político oficial de su país de origen: Estados Unidos, y no sólo en los aspectos belicistas (si bien ganó gran parte de su popularidad en la Segunda Guerra Mundial, desbaratando las estratagemas de los alemanes y los japoneses), sino también en el aspecto del éxito económico resumido en el eslogan de "el gran sueño americano".

Justamente, Estados Unidos es un país donde la fe evangélica cuenta con una importante influencia en la sociedad, y entre sus practicantes más notables se encuentran los cristianos del llamado "cinturón bíblico" que son celosamente conservadores en especial en asuntos de moralina. Y aunque entre las cosas a evitar para ellos se encuentren las tiras cómicas -llenas de historias de monstruos diabólicos mediante las que se elaboran sendas alegorías sociales-, la verdad es que a varios les bastaría una descripción detallada de Superman para convencerlos casi de que es Jesucristo enfundado en vestimentas de gimnasio. Nos hallamos ante el superhéroe por antonomasia, aséptico, asexuado y que no tiene la más mínima línea de imperfección. Su imagen puede ser empleada como modelo incluso para el resto de los relatos de historietas, con el afán de que sus respectivos autores enmienden el rumbo y regresen al correcto camino. No es, por ende, tan difícil descubrir las explicaciones del por qué un alto número de hermanos ha mordido el anzuelo preparado desde Hollywood. Toda vez que en su sentimiento interior desean que la industria cinematográfica abandone las sendas pecaminosas y se acerque al Salvador, ya que ninguno se atreve a pedir la aniquilación de una actividad que, con toda la carga negativa que puede sobrellevar, no obstante ha sido uno de los modos más eficaces en los cuales la nación bendecida por Dios a causa de la fe de sus padres fundadores ha conseguido prosperar a nivel mundial. 

El problema es el grado de ingenuidad que ostentan estos hermanos. Las pretensiones de Hollywood se hallan lejos del afán de difundir la palabra o de divulgar valores morales, estando a cambio ligadas al simple propósito de hacer dinero. Para eso, y con una acertada estrategia comercial, han recurrido a un sector importante de la sociedad norteamericana, que además cuenta con un aceptable poder adquisitivo y al cual la industria del entretenimiento a ratos parece dejar de lado -no es así del todo-. Los evangélicos, por desgracia, han caído en la trampa publicitaria, embaucados por las declaraciones del director del filme (Zack Snyder, especializado en películas de horror, entre las que se cuenta la nueva versión de "El Amanecer de los Muertos) y de ciertos productores de la Warner. No se entienda esta opinión como un llamado a boicotear la realización ni a rechazarla y a considerarla réproba. Sino de que, al igual que es muy nocivo censurar obras, es endiosarlas atribuyendo características que no tienen y que no pretendieron ya en sus mismos orígenes aunque sus responsables después aparezcan en los medios de comunicación afirmando lo contrario.


domingo, 23 de junio de 2013

Los Pies A Ambos Lados del Bósforo

Desconozco el desarrollo que al momento de redactar este artículo han tomado las protestas que durante todo junio han constituido la noticia más relevante sobre Turquía, a pesar de que ese país en el mismo tiempo ha entregado otros acontecimientos igualmente dignos de mencionar en la prensa internacional. Puede que se hayan soterrado y estén dando paso a una forma de organización que busque prolongarse, ante la escasa, cuando no nula, respuesta de las autoridades gubernamentales a las demandas de los manifestantes, salvo en lo que concierne al control policial. Sin embargo, esta coyuntura constituye una prueba más de la situación de ambigüedad cultural que vive la sociedad de esa nación, que partiendo de una representación simbólica de su ubicación geográfica, parece que es incapaz de decidir entre la liviandad de costumbres que ofrece el occidente europeo secular, versus la religiosidad musulmana, en muchos casos extrema, de sus vecinos asiáticos.

Turquía es un país que ha sido calificado, en las últimas décadas, como un modelo de modernidad que las naciones donde el islam es amplia mayoría debieran seguir. No sólo porque en su territorio existe un importante nivel de libertad de cultos y además hay históricas minorías de cristianos y judíos que han sido reconocidas como parte del paisaje nacional, sino también debido al papel preponderante que en el pasado jugó en la expansión y posterior mantenimiento del discipulado de Mahoma, al sostener durante muchos siglos el imperio otomano, que rigió en casi todo el Medio Oriente y el norte de África. A modo de reforzamiento de tesis, cabe recordar que en estos lares los seguidores de Jesús se consolidaron allá por el año 100, tras las sucesivas disputas que los forzaron a abandonar Israel. Hay muchas ciudades emblemáticas al respecto, algunas incluso mencionadas en la Biblia, como Antioquía, Esmirna (Izmir), Ankara (la antigua capital de los gálatas) o Estambul, que aunque no aparece en las Escrituras su entorno fue decisivo en el avances de la iglesia primigenia y medieval. Son cuestiones que los hombres más prominentes del occidente evangelizado de seguro tienen en consideración al momento de hablar en términos positivos de este lugar. A lo cual añaden los sucesos políticos internos de 1926, que remataron en la fundación de una república multi partidista de características contemporáneas.

Sin embargo, parece que los turcos no son capaces por completo de liberarse de las trabas sociales y culturales que les impone su religión mayoritaria, incluso con varios de ellos cediendo a la tentación de plegarse a los preceptos del islam más extremista, que sucesivos acontecimientos de los últimos quince años -como el ataque a las Torres Gemelas y hasta la mal denominada primavera árabe- han reforzado en el panorama internacional, presionando a los sectores más moderados que a su vez temen ser tachados de tibios o de infieles por ciertos grupos que no trepidan en usar la violencia y el terrorismo en el afán de encauzar a sus hermanos de fe. De hecho, el actual gobierno conservador, contra quien ha sido dirigida buena parte de los reclamos, lleva diez años en el poder, el que ha retenido tras ganar sucesivas elecciones. Lo interesante es que el partido que lo sustenta, que es medianamente confesional, está basado en el modelo de las colectividades europeas de derecha, algunas de las cuales, como los populares en España, suelen ser muy observantes de las imposiciones morales del credo cristiano más fuerte en sus respectivos países. Estos alumnos, enseguida, han aprendido bien la lección y la han aplicado a una escala musulmana, con todas las variaciones exageradas que ese traspaso puede implicar. Así, notamos que en épocas recientes, la administración de Turquía -y éstas son cuestiones que han sido mencionadas en las manifestaciones- ha limitado la venta de bebidas alcohólicas, ha intentado restringir la uso del aborto -cuya práctica ya es acotada en relación a otros sitios del primer mundo-, ha buscado establecer clases de religión islámica obligatorias en las escuelas, se ha estado metiendo con la vida personal y las vestimentas de las personas y hasta ha llegado a emplear la censura audiovisual, como ocurrió meses atrás con un capítulo de The Simpsons. Normas alentadas por su lado mahometano, pero que algunas de ellas de hecho se están implantando en Europa, aunque con una intensidad bastante menor. Claro, en el viejo continente se arguye que son útiles al momento de preservar un determinado orden que debe expresar toda comunidad que se precie de civilizada. Idéntico subterfugio que presentan los encargados a ambas orillas del Bósforo, sólo que en su caso se transforma en la perfecta simbiosis que les permite pasar por modernos y a la vez acallar a las voces críticas de los clérigos más fanáticos, aunque de nuevo sea el ciudadano pedestre el exclusivo perjudicado.

A propósito de ese ejemplo de modernidad del que los propios gobernantes turcos se ufanan, es interesante señalar que estas protestas se originaron luego de que un puñado de ecologistas fueran desalojados de modo brutal por la policía de un parque de Ankara donde habían establecido una acampada, en reclamo por la intención de las autoridades de demolerlo en favor de la instalación de un centro comercial. Es decir, manifestantes "modernos", grupos de verdes que han proliferado en el primer mundo y que se han transformado casi en el único receptáculo permitido de la disidencia, luego de que las demandas obreras y sociales sean vistas en una alta cantidad de esferas como residuos del marxismo y el comunismo, corrientes de pensamiento y sistemas políticos que habrían fracasado en 1989. Una marcha de trabajadores no habría tenido el mismo efecto, aún si la represión de los agentes hubiese sido más irracional a nivel de generar un escándalo en el extranjero. Que los musulmanes más extremistas repudian y no dudan en colocar en la réproba casilla de los infieles. Quizá por eso fue que la coyuntura llamó la atención internacional, pues agredir de manera injustificada a unos defensores de la naturaleza constituía una clara señal de que el islam retrógrado estaba colmando los espacios sociales.

domingo, 16 de junio de 2013

De Farmacias y Botillerías

En su afán de aparecer como preocupados por el diario devenir de los ciudadanos, más aún en un año de elecciones generales, las autoridades políticas han vuelto a recurrir al sombrero del mago para sacar un nuevo conejo relacionado con la moralina, los cuales en este país constituyen una buena muletilla cuando sus dirigentes buscan salir de apuros, pues no sólo consiguen desviar la atención durante un tiempo suficiente, sino que además, debido a esos recovecos sospechosos por los que empiezan a deambular los acontecimientos una vez que adquieren vida, al final siempre acaban teniendo éxito. El chivo expiatorio en esta ocasión son las botillerías de barrio, acerca de las que algunos han reflexionado que su número es abultado y para sacar esa conclusión entregan como dato el hecho de que en ciertos sectores existe una proliferación de ellas y en contraste no su puede apreciar ninguna farmacia. De modo adicional, se ha intentado establecer un vínculo entre la compra de bebidas alcohólicas ofrecidas por estos locales -que por causas obvias, deben ser consumidas en otro lugar- y los asaltos y homicidios por riñas o ajustes de cuentas que cada fin de semana se sufren en los arrabales medios y bajos de las principales concentraciones urbanas -y cuya frecuencia, en todo caso, hace rato que merece atención-, y que se tornan alimento para la crónica roja de las ediciones de los diarios del día lunes.

Antes que nada, es justo auscultar la mentalidad de origen a partir de la cual las autoridades insisten en condenar el consumo de alcohol, y que ya ha provocado la aprobación de legislaciones restrictivas como la reforma promulgada en 2005 que desde entonces obliga a los servidores de esta clase de bebidas a cerrar como máximo a las tres de la madrugada. Porque dicha animadversión está basada en la caricatura del borracho clásico: aquel padre de familia irresponsable que gastaba casi la totalidad o al menos un buen monto de su sueldo en trago, y que llegaba a casa después de la medianoche, en un insoportable estado de ebriedad, molestando a su esposa e hijos en un momento en que éstos ya estaban dormidos, generando un conflicto que producto de su propio estado de intemperancia lo impulsaba a cometer hechos repudiables como golpear a su cónyuge a abusar de sus vástagos. Un cúmulo de aberraciones que permanecían impunes gracias a los prejuicios sociales de la población de entonces, que si no justificaba estas agresiones, cuando menos callaba, alentada por la influencia mental del patriarcado y el poco acceso femenino al mercado laboral que forzaba a las señoras a depender de las remuneraciones del marido (aunque éste sólo destinara una ínfima cuando no nula cantidad de lo ganado al hogar). Incluso, los parlamentarios que propusieron la iniciativa mencionada al comienzo de este párrafo, en muchos de sus discursos utilizaron las situaciones recién descritas como principales argumentos.

No obstante, es preciso acotar, pues los acontecimientos así lo avalan, que ese arquetipo de ebrio, aunque no ha desaparecido por completo, al menos se bate en franca retirada. Hoy en día un altísimo número de habitantes tiene conciencia respecto del maltrato contra la mujer, y muchas de ellas trabajan contándose además no pocas profesionales. Tampoco la sociedad actual es tendiente a tolerar el abuso hacia los niños. De la escasa cifra que ofrece hoy esta variante de borrachos, un gran porcentaje son ancianos o jubilados, que tratándose además de hombres formados bajo las viejas convenciones, se tornan en esta edad muy dependientes de sus esposas en las tareas domésticas, sin contar que los años de disipación de seguro les están cobrando la factura. Por otro lado, las cantinas que dichas personas solían frecuentar, ubicados en oscuras o aisladas residencias de madera o adobe, donde se vendía vino de mala calidad en vasos metálicos, a su vez han ido abandonando el paisaje urbano. En su lugar se han instalado bares y restaurantes que ofrecen toda clase de alcoholes, conocidos o exóticos, para el deleite de un paladar entrenado. El tipo de consumidor modelo también ha variado: ahora son jóvenes y adultos jóvenes que toman por igual independiente de su género (el alcoholismo femenino ha experimentado un fuerte crecimiento), que ingieren tragos centrados sólo en el afán de diversión colectiva y que salvo en el caso puntual de los automovilistas pasados de copas procuran no dañar a sus semejantes en especial cuando son notoriamente más débiles.

En el intermedio se encuentran las botillerías, que por su ubicación en los barrios populares vienen a constituir un remplazo natural de las ya anacrónicas cantinas, demostrando la proliferación de un consumo más libre, en el sentido de no permanecer restringido a un jefe de hogar irresponsable o abusivo, que encontraba refugio en un lugar con poca iluminación donde les estaba impedido el ingreso a su esposa, y que se sentía envalentonado gracias a los mostos a ejercer su labor de macho dominante. Si tal búsqueda de la embriaguez se da en la actualidad en plazas o en sitios eriazos, ni sus practicantes ni los dueños de estos negocios -en los cuales se pueden ofrecer otros productos además del alcohol, como gaseosas de fantasía alimentos e incluso materiales de escritorio- deben cargar con la responsabilidad de pagar por acontecimientos del pasado. En especial, cuando por muchas décadas los únicos que se preocuparon por la rehabilitación de esos clásicos ebrios fueron grupos como los evangélicos y los partidos de izquierda, que en aquella época eran despreciados precisamente por quienes hoy rasgan vestiduras. Además, si el asunto es que sobran estos locales y faltan aquellos que expendan medicamentos, entonces legislen respecto de las anomalías que las cadenas farmacéuticas están hoy cometiendo contra los usuarios, y entre cuyas consecuencias está justamente la falta de estos negocios en determinados sectores. Sólo así podrán combatir aquella ironía popular que cataloga a las botillerías, a propósito de lo anotado en el primer párrafo, de "farmacias de turno".

domingo, 9 de junio de 2013

Marchando Por La Familia

Ante los crecientes casos de países que aprueban legislaciones favorables a las parejas homosexuales, incluyendo el denominado matrimonio igualitario, muchas congregaciones y líderes espirituales cristianos han convocado a masivas marchas "en pro de la familia", que en algunos casos, por cierto, han cumplido con creces las expectativas que sus organizadores se plantearon, como ocurrió la semana pasada en Brasil, donde unas cincuenta mil personas se reunieron en uno de estos desfiles de protesta. La estrategia detrás de estas manifestaciones callejeras no es otra que imitar el procedimiento de las agrupaciones que tradicionalmente suelen alentarlas, como los colectivos de izquierda y reivindicativos en términos de igualdad social, aunque con una finalidad muy diferente y determinadas circunstancias opuesta. Se copia la forma para dar a conocer un distinto fondo, en la lógica de hacer uso del derecho a expresarse que tanto pregonen los defensores incondicionales de la democracia, el progresismo o las libertades individuales: aunque en el caso específico el ejercicio de la libre opinión implique un intento por frenar las conquistas de otras asociaciones.

La palabra familia ha sido tanto el cliché como el chiche de los grupos reaccionarios -ya ni siquiera conservadores- al menos desde la época en que las diversas instituciones eclesiásticas empezaron a perder sus grados de influencia en la sociedad. Se trataba de un eficaz modo de evitar ser tildado de fanático religioso al momento de insistir en los llamados "valores tradicionales" (en la hipótesis de que su desacato implicaría la disolución de la humanidad), recurriendo a un elemento que lejos de permanecer encerrado en los templos o las escuelas de teología es posible de hallar en la vida cotidiana. Que por sus características, además, encaja casi a la perfección con el sentimiento moralizador integrista, ya que rebelarse contra lo establecido necesariamente requiere ponerse en conflicto con las generaciones anteriores, por naturaleza depositarias del estatus vigente. Dicho de forma simbólica, proponer nuevos caminos es como desobedecer a los padres sólo que a gran escala. Quienes apoyan la preservación de los antiguos regímenes están conscientes de esto; pero enseguida, tanto ellos como sus detractores tienen una consideración relativamente positiva por esta ideología, debido al moldeamiento que su práctica ha generado en la especie. Entonces, los primeros aprovechan esta coyuntura para acusar a los segundos de atacar un modelo ancestral de estructuración social que ha sido clave para la supervivencia: en resumen, que buscan destruir a sus semejantes. Y los aludidos, increpados con estos argumentos, y quizá en el afán de demostrar sus niveles de tolerancia, replican que no están tratando de aniquilar nada, sino que se abren a distintos tipos de familia, entre las cuales por qué no pueden darse las encabezadas por una pareja del mismo género.

El empleo del vocablo por los reaccionarios tiene una finalidad clara y es imposible siquiera atisbar -no sólo porque sea extremista, sino además por su baja calidad expositiva- una doble lectura. La familia implica un padre varón, una madre mujer y en el peor de los casos un número medio de hijos. Aquellas parejas sin vástagos -aunque no sea por voluntad propia-, los hogares que cuentan con un sólo progenitor o las uniones de facto, más notorio si son homosexuales, quedan excluidas del concepto y por ende la humanidad debe luchar contra ellas, pues le va su existencia en eso. Lamentablemente, se trata de un razonamiento simplista hasta la exageración, que no permite observar las diferentes realidades que cohabitan incluso en el seno de los modelos que asegura resguardar. Por ejemplo, ¿qué sucede con aquellos casos de niños que han sido víctimas del abuso, incluso sexual, de sus mismos padres? Yendo a situaciones más concretas: ¿dónde queda aquí la hija del austriaco Joseph Fritzl, a quien su padre violó y mantuvo encerrada durante dieciocho años, sólo por desobedecer una orden?; ¿o las pequeñas que también durante esta semana fueron encontradas en el sótano de una casa, completamente desnutridas, dejadas ahí por sus padres, quienes así lograban dedicar más tiempo a los juegos de vídeo? Es un hecho que a los que han padecido tales aberraciones no se les puede hablar de una defensa de la familia, al menos en el sentido que los manifestantes de Brasil y otras partes del orbe lo expresan. Más aún: ese modo de actuar y pensar no sólo ignora tales anomalías, puesto que considera el sistema como infalible, sino que además con esa sola conducta las alienta, al insistir en que la tendencia es buen porque sí y por ende lo que acontezca en su interior jamás será maligno.

Cuesta admitirlo. Pero son múltiples los casos de parejas homosexuales que han mantenido niños a cargo y lo han hecho de manera elogiable. Incluso, los factores que podrían ocasionar dificultades en el desarrollo de esos menores de edad son de carácter netamente externo, como la insistencia de quienes no aceptan esta clase de hogares. Y lo interesante es que uno de los pretextos que los grupos reaccionarios utilizan para tratar de imponer su visión de los asuntos es que una familia protege de las malas influencias provenientes del exterior. Parece que ha llegado la hora de preocuparse por las irregularidades señaladas en el párrafo anterior, pues los objetados ya las han superado.

domingo, 2 de junio de 2013

Qué Puedo Hacer: Todo el Mundo es Gay

La atención que los gobiernos occidentales le han venido dando a los colectivos homosexuales en los últimos años, ha significado a su vez que diversas iglesias cristianas -no la totalidad de ellas, pues hemos sido testigos de cómo algunas de ellas aceptan entre sus filas a personas que han manifestado dicha tendencia, incluso permitiendo que ocupen cargos en el organigrama de la comunidad- reaccionen de manera negativa ante lo que sus miembros consideran que es el paso decisivo hacia la disolución total de la humanidad como la conocemos. La piedra de tope la está constituyendo la constante aprobación, en distintos países, del matrimonio o en su defecto el reconocimiento de las parejas compuestas por personas del mismo género. Un fenómeno que curiosamente ha aglutinado a la alta mayoría de las confesiones en torno a una lucha que se considera imprescindible en el afán de mantener viva en el planeta la fe en Jesús.

La verdad es que la más que exagerada preocupación de los hermanos, rayana en un miedo irracional a lo desconocido o a los cambios, resulta por algunos momentos incomprensible. Es cierto que no se debe ocultar la realidad descrita en la Biblia en el sentido de que determinadas conductas son pecado por donde se las mire y que por lo tanto quienes la practiquen, a menos que se arrepientan y tomen otro tumbo, de modo irremediable se condenarán. Pero en cuanto al asunto del matrimonio igualitario y la obtención de derechos por parte de los homosexuales, muchos lo ven como la antesala del fin del mundo, o por lo menos como una señal de una pronta reducción de los espacios públicos y privados a los cristianos. Un temor que no es inédito en la historia, al contrario de lo que varios podrían concluir. De hecho, las aprehensiones que diferentes movimientos formularon respecto a los hallazgos científicos y las nuevas teorías filosóficas aparecidas en el Renacimiento son un interesante antecedente, así como las ideas progresistas del siglo XIX que tuvieron su fuente de inspiración en los avances tecnológicos experimentados en aquella época . Ni hablar de la generalizada búsqueda por lo secular que marcó el siglo XX. Todas, etapas de la civilización en las cuales se imaginó -tanto en clave negativa como positiva- que los creyentes se iban a transformar en un anacronismo. De más está decir que dichas predicciones no se cumplieron y que, si bien estos avatares en efecto se tradujeron en una merma de la fe, los mayores aportes a tal descrédito vinieron de parte de los propios discípulos del camino, que para frenar los focos de apostasía utilizaron recursos vetados por las Escrituras, como la coacción de libertades e incluso el genocidio

¿En dónde se encuentran las causas de este exacerbado temor? Una de ellas podrían los vaivenes a los que ha sido sometida la población en las últimas tres décadas,  la cual ha vivido una constante inseguridad tras las sucesivas crisis económicas. Otra es el crecimiento de grupos extremistas que se ha suscitado en diversas religiones (fenómeno del que el cristianismo no ha estado ajeno), en especial el islam, cuyos feligreses más exaltados buscan imponer su sistema de creencias en todo el mundo, aspiración para la que no trepidan en concretar mortíferos ataques terroristas como los que afectaron a Estados Unidos en 2011, equivalentes a los antiguos tribunales inquisitorios y los juicios contra brujas y herejes que en el pasado distintos credos llevaron adelante en occidente. Atentados cuya difusión -y por ende su capacidad de provocar terror- se ha visto favorecida por el enorme desarrollo de las comunicaciones en el marco de la llamada aldea global. Tales amenazas ocasionan que cualquier insinuación de un grupúsculo que divulgue postulados opuestos a los del cristianismo, aunque se trate de uno con baja capacidad de disuasión por intermedio de acciones físicas como los homosexuales, sea agrandada por los receptores a un tamaño que no corresponde a la realidad. A lo que finalmente se debe añadir el rechazo a la tendencia gay subyacente en casi todos los credos más influyentes en la actualidad, incluyendo los mismos discípulos de Cristo en sus más diversas acepciones y también los musulmanes. Existe una imagen consensuada que presenta a estas personas como los pervertidos más insaciables, con una conducta similar a la del hombre del saco.

Mi llamado para los cristianos, al menos en este tema, es a la calma. No se va a terminar la fe porque más países aprueben el matrimonio homosexual, como no sucedió con la creación de los Estados seculares ni con la deposición de las normas legales que prescribían la más estricta moralidad. En tal sentido el peor daño, como ya acaeció en el pasado, podría provenir de los propios hermanos, al manifestarse con conductas reaccionarias que rozan la violencia, ya sea verbal o física. Y si ocurre que se termina el mundo tal como lo conocemos... bueno: es preciso recordar que dicho acontecimiento no es el presagio de la aniquilación absoluta, sino todo lo contrario, se trata del antecedente directo de la Segunda Venida del Señor. Más provechoso es preocuparse por el sufrimiento que algunos creyentes están hoy experimentando en lugares dominados por religiones extremistas, pues intentar detenerlo sí que acarreará felicitaciones el día que nos hallemos en el Paraíso.