lunes, 29 de marzo de 2010

El Cristiano Ante los Impuestos

Conocido es aquel pasaje de Romanos 13 que el apóstol Pablo inicia con su lapidario "sométase toda persona a las autoridades superiores". Su fama radica, de todas formas, en la innumerable cantidad de veces que ha sido recordado por los grupos conservadores, incluyendo los ligados a las más diversas confesiones cristianas, en especial, cuando ostentan alguna clase de poder. Y lo curioso, es que la única interpretación correcta que se le puede dar, precisamente es la que menos citan dichos grupúsculos, al punto que, cuando a cualquiera de sus representantes se le corrige en su opinión, reacciona con un gesto inicial de extrañeza, que a los pocos segundos se torna una actitud de rechazo e indignación.

Porque en realidad, este texto -al igual que prácticamente todas las cartas paulistas-, es una respuesta a una consulta bastante puntual de los hermanos que, en este caso, formaban parte de la comunidad de las catacumbas. Ellos preguntaban si los conversos, que se supone habían encontrado el reino de Dios, debían seguir tributando a un gobierno secular como era el imperio romano, que además en esos años profesaba el paganismo. El "apóstol de los gentiles" exhorta de manera enérgica a mantener tales obligaciones, incluso advirtiendo que los monarcas latinos permanecen ahí por exclusiva voluntad del Padre y que contrariarlos también significa, de manera indirecta, oponerse a Él. En dicho sentido, el pasaje complementa esa sentencia dictada por el mismo Jesús y que reza que "al César lo que es del César". Si el Estado requiere de los impuestos de sus ciudadanos para mantenerse en pie, negárselos es muy parecido a quitarle la comida a un hambriento o la bebida a un sediento. Por ende, el renacido tiene la obligación de seguir proporcionando al aparato público los medios necesarios para su subsistencia. De ese modo, su existencia garantiza un nivel de ordenamiento que frena el desbande y la barbarie. En ningún momento, puede compararse a la sujeción irracional a un mandatario autoritario o injusto -en otros sitios de la Biblia, como el Apocalipsis o los libros de Jueces y Reyes, se declara que eso es intolerable y abominable a los ojos de Dios-, pues el andamiaje estatal, cuando es fuerte y está bien respaldado, puede hacer justicia en casos de agresión o de discriminación contra los cristianos. A propósito de lo último, aquí se derriba otra falacia: la que asegura que Pablo, como escribió sus epístolas bajo el imperio de los augustos, está forzando a todos a no resistir frente a una tiranía. Es cierto que los hijos del camino padecieron miles de tormentos en el circo de los leones; pero tales persecuciones acontecieron mucho tiempo después que estas cartas fueron redactadas. Por el contrario, en la época en que se confeccionaron, realmente el Estado romano se comportaba como un muro de contención contra los actos violentos que recibían los cristianos de parte de los judaístas.

Hoy en día, una buena porción de hombres acaudalados, varios de ellos especialmente devotos y observantes, les recitan este texto a sus subalternos y les espetan que "se sometan a sus autoridades" porque "no se resisten a mí, sino a Dios". En cambio, ni siquieran aceptan ni comprenden su auténtica motivación. Cuando se les habla de un aumento de los impuestos, se incorporan de un salto, con el fin de aplicar todo su poder de disuasión y su tráfico de influencias para evitar que tal iniciativa se concrete. Ignoran la exigencia detallada por Pablo, que, a modo de retribuir las bendiciones obtenidas, deben donar una suma de sus ganancias en favor de sus más cercanos. Y qué mejor que el Estado, que se supone, por sus atribuciones y su conformación, sabe donde distribuirlas, tanto en bienestar social como en seguridad interior, esto último, condición imprescindible a la hora de sellar nuevos negocios. Más aún: si por las más diversas causas, un tipo que se ha enriquecido desea socorrer a quienes están más necesitados, la estructura pública se convierte en el medio más eficaz para canalizar sus inquietudes. Por cierto, si los magistrados y administrativos actúan dentro de los márgenes del derecho, pues aquí no se considera la cuestión de un mandato injusto o tiránico. Pero todos lo que tenemos cerebro, sabemos que los Estados democráticos que prefieren la paz y la diplomacia, son candidatos a entrar dentro de los cánones paulistas.

Por ende, si una persona adinerada desea ir en auxilio de quien se halla desprotegido, la mejor manera de satisfacer sus intenciones y de paso, dejar a un destinatario feliz y agradecido, es primero que nada, pagando sus contribuciones y confiando sus donaciones en manos de una institución experta. En ningún caso, quedan anuladas las iniciativas caritativas privadas, ni siquiera cuando están diseñadas para el lucimiento del donante. Pero, como insiste el mismo Señor, quien tiene la mayor idoneidad a la hora de distribuir los recursos, el Estado, cuando no obliga a someterse a sus dictámenes incomprensibles de manera autómata y rastrera.

domingo, 21 de marzo de 2010

Irlanda: Pecado, Perdón y Penitencia

Vaya que le han dado tribuna a Joseph Ratzinger y su lacrimógeno clamor de perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes en Irlanda. Mejor dicho, cometidos por la autoridad religiosa de Irlanda, incluida la curia y los laicos con alto poder de influencia, quienes, al final, son los exclusivos y excluyentes integrantes de la comunidad católica. Una institución que ha sobrevivido a través de los siglos merced a los viejos zorros que la han dirigido, entre los cuales, como es de suponerse, los que acumulan mayores méritos son los papas. Aquella pléyade de ovejas gordas y becerros de oro, descendientes de familias igualmente acomodadas, que abrazan el romanismo porque tienen miedo a perder su estatus y notan que pueden adquirir nuevas prebendas. Quienes, cuando se da la oportunidad, empuñan las armas, a veces empuñan el arma genital, o muestran arrpentimiento y se ofrecen como mediadores.

No es necesario detallar los tres elementos que han caracterizado la historia social y política del país de los duendes: su aislamiento geográfico merced a su condición insular, su pobreza endémica y su sujeción alienante, en todos los sentidos que puede usarse esa palabra, a las dos principales confesiones cristianas imperantes en Europa occidental, pues, debemos admitirlo, los reformistas también han plantado sus semillas malignas aquí, y eso último va mucho más allá de Cronwell, el Ulster, la Orden de Orange o la dominación británica -legalmente restringida al norte desde 1926, pero que en términos económicos subsiste hasta hoy-. Lo interesante es descubrir cómo tal combinación de factores le permitió a la iglesia romanista ejercer una influencia nefasta sobre ese pueblo, la cual además, permaneció incontrarrestable durante siglos. En esa isla poco habitada y con altos niveles de población rural, los curas siempre tuvieron la libertad absoluta para desplegar todo el abanico de abusos que les conocemos, que no se limitan únicamente al campo sexual; sólo que en proporciones infinitamente más grandes que en cualquier otro territorio. Siempre se nos habló de la férrea integridad católica de los irlandeses, que por decisión propia rechazaban el aborto y el divorcio (eso último fue aprobado hace unos cuantos años atrás, tras un plebiscito donde sólo el 52% de los votantes se manifestó a favor); eran felices en medio de su miseria, y habían resistido con heroico patriotismo a la herejía luterana -más bien habría que decir presbiteriana- que los ingleses trataron de imponerles a través de masacres y bloqueos comerciales. Eran, si no el más, al menos uno de los lugares donde el credo papista se había convertido en una fortaleza impenetrable. Sólo que, a diferencia de España, Francia o México, su nivel de influencia diplomática siempre fue nulo, por consiguiente pocos datos nos han llegado de su historia, que los libros no toman en cuenta, debido que jamás fue protagonista de algún acontecimiento universal en materia de asuntos eclesiásticos.

Entonces, esta nación permaneció en la memoria internacional como un agujero oscuro, más que negro. Veíamos que todos los curas que eran designados allá, iban y volvían con una amplia sonrisa en sus labios, que nos dejaba estupefactos y llenos de preguntas. De hecho, el abuso que padeció el pueblo irlandés a manos de quienes supuestamente tenían la labor de guiarlos en la espiritualidad, es una tragedia nacional como para Chile puede serlo el golpe militar de 1973, para España la Guerra Civil, para Alemania el nazismo o para Estados Unidos la Guerra de Secesión o la Guerra de Vietnam. Con la diferencia que esos conflictos se han prolongado por un lapso de tiempo bastante más corto. Por lo mismo, es que las palabras de arrepentimiento expresadas por Ratzinger, huelen más, parafraseando al apóstol Pablo, a metal que retiñe. Lo ocurrido ahí no se va a reparar con confesiones, por muy honestas que éstas sean, e incluso tampoco con compensaciones pecuniarias. En Irlanda, el catolicismo debiera entregar por motivación propia todos sus bienes dispersos en esa isla, sin que eso signifique que la reparación excluya el resto de su patrimonio, por lo demás de un tamaño inconmesurable, pues como ya ha sido señalado, acá la capacidad tributaria está muy lejos de la de otros arzobispados. Y es preciso señalarlo, porque el pontífice se ha colocado el parche antes que la herida le sangre. En uno de sus discursos, ha reconocido que estas agresiones son constitutivas de delito y luego merecen una sanción; pero acto seguido, ha llamado a los jueces y a la opinión pública a actuar con misericordia: la misma que él y su séquito desconocen cuando tratan el caso de una mujer que ha abortado, a la cual excomulgan y hasta son capaces de perdeguir a través de los propios tribunales civiles. Además, ¿de qué misericordia estamos hablando? ¿de una que permita eludir la cárcel, ruta obligada e imprescindible para violadores y pedófilos?

En medio de todo este ritual de contrición, muchos han criticado que las declaraciones papales se restinjan a los horrores sufridos por los irlandeses, dejando fuera al resto de los países europeos, latinoamericanos o africanos, donde hay bastantes arzobispados repletos de esta clase de criminales. Es natural: Irlanda es católica practicante a rajatabla, pero sus arcas no son tan abundantes como las de Alemania, España o los EUA. ¿Qué cuesta echarse al buche a una comunidad que poco dinero aporta al Vaticano? Además, como ya se acordó, la isla no cuenta con poder de influencia alguno, y las medidas que se tomen en torno a sus curas no se extenderán por un proceso lógico a naciones vecinas. No es de extrañar que la iglesia traiciones nuevamente a un aliado incondicional al que la faltan recursos: lo hizo en la Edad Media con los templarios, en la Guerra de los Treinta Años con Francia y en tiempos más recientes, con los disidentes de Lefebvre. Si hay algo que caracteriza a los zorros es su felonía. Y de esta calaña abundan dentro del papismo.

martes, 16 de marzo de 2010

La Conspiración de los Payasos

He escuchado decir que el terremoto que afectó a la zona central chilena el veintisiete de febrero, así como su similar que en enero devastó a Haití, pudieron ser provocados artificialmente, mediante un supuesto mecanismo de origen norteamericano, que sería identificado con la sigla HAARP. Se trataría de una repartición secreta del gobierno de Estados Unidos, destinada a ocasionar temblores violentos en aquellos países que son susceptibles a estos fenómenos, a fin de atemorizar a sus respectivas autoridades, con el propósito de convertirlas en aliados incondicionales de la nación gringa, y de esa manera, penetrar de manera más sencilla en esos territorios siniestrados, favoreciendo los intereses de las grandes multinacionales con asiento en California o New York.

Desde luego que tal explicación no resiste ni el más ingenuo de los análisis. Y sólo basta saber de qué modo se producen los temblores de tierra para descartarla. Además, debido a la globalización y a la expansión de las medidas capitalistas sugeridas por Milton Friedman, los estadounidenses ya no necesitan recurrir a acciones de fuerza para introducir su así llamado imperialismo. Pero estas conjeturas tan disparatadas, sirven de motivo para discutir toda esta parafernalia de las conspiraciones internacionales, que se ha puesto de moda en las últimas décadas. Que los hombres de negro, que los extraterrestres, que los iluminados, que las sectas secretas formadas por ciertos líderes mundiales, que seres traspuestos e incorpóreos que han sido ocultados por ahí... Lo curioso de todos estos disparates, es que son creídos y difundidos por sujetos que se autodenominan librepensadores: término que, en concreto, significa que siempre serán los últimos en afiliarse a una iglesia tradicional, aunque el Apocalipsis esté ocurriendo enfrente de sus ojos. En sus mentes, se alojan todos los prejuicios y clichés que fomentan el rechazo a las confesiones más significativas, sean éstas cristianas o no.

Sin embargo, ignoran que tales fantasmas fueron creados precisamente en el seno de los credos que ellos detestan. En efecto, las primeras alarmas -falsas, claro está- que advertían de pactos malignos y antisociales fueron encendidas desde el Medioevo por la Inquisición, tribunal que, en favor de ocultos y oscuros propósitos de la curia católica, inventó las alianzas de brujas, los afanes destructivos de los herejes, e incluso, fabricó acusaciones antojadizas contra miembros de su propia comunidad, como los templarios, de los cuales se llegó a decir que practicaban sacrificios humanos. No obstante, el antecedente más inmediato de las elucubrucaciones que han surgido en el último tiempo, es la denominada "conspiración satánica", expresión acuñada por algunos predicadores evangélicos norteamericanos allá por 1970, época en que proliferaban los movimientos sociales y las obras artísticas que llamaban abiertamente a rebelarse contra los convencionalismos que imperaban en ese entonces. Tales ministros pusieron especial atención en las creaciones de la música popular, punta de lanza de aquellas manifestaciones. Y concluyeron, más en base a su propia formación que a una investigación exhaustiva, que todas las estrellas de rock y pop de entonces tenían una negociación secreta con el diablo, quien les facilitaría la posibilidad de acceder a la fama, a cambio de glorificarlo en sus canciones, a él y a todo lo que representa, cosa que los fans, jóvenes en su mayoría, a través de la influencia de sus ritmos, reprodujeran en el diario vivir lo que recomendaban las letras de tales temas. Así apareció toda esa teoría de los mensajes al revés y el concepto de la subliminalidad. Al final, con sus campañas del terror sólo consiguieron asustar y ahuyentar a los potenciales feligreses, de peor manera que lo que podrían haberlo hecho los demonios con sus réprobas prácticas.

Dicha conspiración es la madre de todos los acercamientos contemporáneos al tema. Incluso, se pueden distinguir elementos similares: campaña del terror mezclada con banalidad, abundancia de terminología seudocientífica, cúmulo de conclusiones no reflexionadas pero emitidas de tal forma que son capaces de convencer a un receptor ingenuo o desinformado. Más aún: a propósito de que estas teorías provienen de las iglesias reformadas más conservadoras de Estados Unidos, es interesante constatar que cargan con un evidente tufillo a integrismo religioso y a falso intelectualismo muy propio de la disgregación que caracteriza a las sociedades cruzadas por el nuevo liberalismo económico. Ahí donde, ante la competencia feroz, es urgente disponer de salvavidas de consumo rápido, lo que significa que deben ser ramplones, de escaso contenido y repletos de sentencias definitivas. En épocas más antiguas, el miedo era ocasionado por la autoridad sobreprotectora que tenía una especial debilidad por dejar caer la espadas; hoy, es provocado por la desprotección y la inminente posibilidad de sucumbir a cada instante.

martes, 9 de marzo de 2010

Creer Después de la Prueba

En los días posteriores al violento terremoto que asoló la franja central chilena, algunos periodistas televisivos les hacen, no sin un dejo de sorna, preguntas capciosas a los creyentes, respecto del hecho supuestamente contradictorio, de que un ser superior infinitamente bueno como es Dios permita el sufrimiento. En la calle, muchos ciudadanos de a pie se formulan la misma interrogante. Especialmente, al transitar por las plazas de las ciudades y localidades más destruidas, y observar que en una esquina, los restos de lo que fue un imponente templo virtualmente cuelgan de la nada, pareciendo clamar por una pronta demolición.

Estos cuestionamientos, en todo caso, no son masivos. Y por otro lado, es natural que sucedan. Más aún, en un país como Chile, donde la confesión cristiana dominante, el catolicismo, está cada vez más distante de los preceptos enseñados por el mismo Jesús. Pero lo más interesante es escuchar a esas mentalidades autodenominadas "progresistas", que rechazan la fe dogmática, acusándola de ser parte del oscurantismo y el anacronismo, pero que no se atreven a declarar un ateísmo abierto por temor a los curas, cuando no simplemente al qué dirán. Varios se inscriben en la lista de los agnósticos, un término tan vasto que al final se transforma en el refugio perfecto de los pusilánimes. Pero otros dan el paso siguiente y aceptan, siquiera como una referencia cultural -lo cual en última instancia se erige como un informal sistema de creencias, al contar aquella persona con una vacuidad personal en asuntos religiosos-, cultos exóticos en su mayoría de filiación ecologista y oriental, o en su defecto se inclinan por ancestrales paradigmas de origen indígena. Incluso, no falta quien ha repetido la monserga de volver a adorar a la Pachamama o de adoptar las concepciones acerca de la tierra propias de los pueblos prehispánicos, en donde dicho elemento tenía un carácter divino.

El problema es que, si estos profesantes deciden caminar hacia allá porque encuentran que la fe cristiana está caduca y no responde de forma satisfactoria las interrogantes planteadas en este artículo, entonces se verían envueltos en una contradicción aún mayor. Pues un sismo es un fenómeno que en sí es exclusivamente atribuible a la naturaleza, aunque el error humano a veces puede aumentar sus nefastas consecuencias. Y para colmo, es subterráneo, por lo que es la misma madre Gea la principal culpable. He escuchado decir a muchos ecologistas o neoeristas, que la Pachamama está enojada por el mal uso que de ella hacen las personas. ¿Pero en qué quedamos? ¿No que Dios era demasiado castigador como para ser adorado por las mentalidades más avanzadas? ¿No que las pruebas rompían la lógica del mensaje cristiano, volviéndose un vulgar subterfugio? Se supone que la armonía y el equilibrio son características interdependientes a la tolerancia. Y eso es algo que está presente tanto entre quienes exaltan a la naturaleza como en aquellos que alaban a un ser omnipotente. Que el planeta destruya a sus habitantes porque no lo tratan como a él le parece adecuado, es tan nocivo como el fundamentalismo más recalcitrante.

Ahora: admito que desconozco parte de la dinámica de estos cultos, que quizá contengan aspectos donde la educación a través del escarmiento sea vista como positiva. Pero eso no favorece a sus defensores. Al menos, no responde el planteamiento debatido aquí. Pues insisto: sus simpatizantes modernos, los presentan como una alternativa a un dogma cristiano que consideran fomenta la aniquilación. Si no son unos llanos ignorantes respecto del tema, en el mejor de los casos se entusiasman más de la cuenta con algún detalle que resulta novedoso o atractivo, cuando no ambas cuestiones a la vez. Y las preferencias que se fomentan en ese tipo de causas, son fútiles desde el punto de vista religioso y menos aún sirven para enriquecer el debate.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El Supuesto Castigo Divino

Desde el primer momento, resulta contradictorio emplear el término "castigo divino" para describir a un ser que, según los principios del cristianismo, es tan misericordioso como todopoderoso. De acuerdo: el Antiguo Testamento nos detalla minuciosamente sus variados e incontables estallidos de cólera, mediante un narrador que siempre está de acuerdo con los desquites resultantes. Pero cabe señalar, en base a la lógica de la Biblia, que la época veterotestamentaria es testigo de una revelación inconclusa y por ende imperfecta, resumida además, en una sistema de creencias (y espero que no se me malinterprete, pues en ningún caso busco denostar a la religión judía) igualmente incompleto, todo lo cual no puede entenderse a cabalidad si no se considera el acontecimiento final: la muerte y resurrección de Jesús.

Y cuando se llega al último versículo del Apocalipsis, y se comprende honestamente lo que se ha leído: se cae en la conclusión clara y categórica de que Dios no castiga. Puede enviar pruebas, lo cual se encuentra perfectamente bien tipificado. Pero hasta la salvación o condenación eterna del hombre, es producto del libre albedrío de éste y no de una fuerza incontrarrestable que a cada rato le está enviando catástrofes dolorosas como un modo de reprimirlo y enmendarlo. Llevándolo a terrenos más, por decirlo de alguna forma, intelectuales, esta relación es más comparable a aquello que los especialistas en educación infantil denominan "consecuencias lógicas", a través de las cuales el sujeto se hace responsable de sus actos en vez de actuar de manera autómata delineado por una entidad que se impone sólo porque cuenta con mayor autoridad y poder. Más aún: es probable que tal método de enseñanza y aprendizaje, jamás hubiese sido posible de no contar la humanidad, al menos la occidental, con una formación cultural cristiana. Aunque se trate de la variante del cristianismo más estricta y represiva imaginable, y de que sus teóricos, para redondear correctamente la estructura, debiesen recurrir a elementos filosóficos orientalistas.

Y es que sólo así se puede contar con personas reflexivas que al fin y al cabo, son las más propensas a expresar fe: un acto que tiene componentes emocionales, pero que en su praxis requiere de la razón. El cristianismo es, en definitiva, una forma compleja de pensamiento -que no es lo mismo que algo poco comprensible o poco legible-, donde es necesario el esfuerzo, siquiera mental, para elaborar una defensa coherente y convincente del sistema de creencias. Logros que no obtienen recibiendo latigazos sobre la espalda. De hecho, analicemos los desastres naturales, que para los incondicionales de esta teoría, son las muestras más palpables de un castigo divino. Las inundaciones, sequías y huracanes, cuando menos su nivel de destrucción entendido en forma directamente proporcional a la pérdida de vidas humanas y el número de afectados; en muchos casos tienen como principal causa a la mano del hombre, que ha sobrepoblado el planeta, contaminándolo y arrasando con vastas extensiones naturales (en muchos casos, innecesarias para su subsistencia, como las llamadas "parcelas de agrado" que eliminan terrenos agrícolas), lo cual deja a una gran cantidad de poblaciones acorraladas en áreas muy pequeñas y férreamente delimitadas. Los movimientos telúricos, por su parte, cuentan con la desgracia, para nosotros, de ser repentinos e impredecibles; pero aún así, la alta concentración de habitantes en espacios reducidos, unido a la baja calidad de las construcciones, genera un daño que casi siempre se puede evitar.

Recordemos que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios exige que sus fieles sean una comunidad de sujetos activos y que estén siempre dispuestos al movimiento y a la acción, cosas que no suceden sin una cuota, por mínima que fuese, de innovación. Cualidades que no se adquieren mediante el uso del castigo, que termina creando seres temerosos e incapaces de atreverse a romper moldes, algo que está en el mensaje del "nuevo nacimiento" que significa la conversión del corazón. Además, la aplicación de esta forma de enrielamiento elimina la posibilidad del arrepentimiento y del reconocimiento del error, pues lo torna innecesario. No cabe la opción del perdón, pues el yugo siempre tira al esclavo por el camino que el amo estima conveniente. Y puedo aseverar que no es ése el camino de salvación.