domingo, 25 de diciembre de 2016

Regale Un Pañal en Navidad

Cuando todavía no se soluciona desde el punto de vista judicial la colusión del papel higiénico, un nuevo tongo liderado por el magnate Eliodoro Matte Larraín sale a la luz, esta vez relacionado con los pañales. El modo de operar fue idéntico: la compañía encabezada por el sujeto recién mencionado, poseedora de un cuasi monopolio del producto afectado, presionó a una internacional que le comenzaba a plantear una incipiente competencia, aprovechando el desconocimiento que los propietarios de ésta tenían de la dinámica de los grandes empresarios locales. Luego, cuando la situación amenazaba con ser descubierta, los mismos que crearon al monstruo salieron en los medios de prensa haciéndose las víctimas, orquestando un falso sentimiento de culpa acompañado por una tan vergonzosa como impresentable delación de la contraparte, a fin de dar la sensación de que se colabora con los organismos respectivos.

Un dato que es interesante de recordar es la vinculación que los grandes empresarios han tenido desde siempre con la iglesia católica, la cual, hasta la actualidad, se ha traducido en la entrega de altas sumas de dinero a esa institución y la defensa pública de los llamados "valores tradicionales" que ella promulga, en especial los que están relacionados con la moralina más plausible, como el rechazo a los métodos anticonceptivos, el sexo no matrimonial y la insistencia en la familia en su sentido más convencional: esto es, padre, madre y al menos un número aceptable de hijos. Y este apoyo lo ejecutan de manera explícita -a través de declaraciones y muestras de simpatía con determinados sacerdotes y obispos- o implícita, mediante la publicidad de sus distintos negocios. En esto último, son comunes los avisos donde parejas sonrientes -casi siempre con sus anillos de compromiso en el anular- de sectores medios hacia arriba, junto a niños pequeños tratan de irradiar felicidad merced a su estado y a la adquisición del artículo promovido en los afiches y comerciales. En tal aspecto mejor ni hablar de lo concerniente a los pañales, donde además se da la opción de inculcar los roles ancestrales asignados a ambos géneros -siempre la mujer es la que aparece mudando al bebé, algo justificado por el asunto del apego maternal, supongo-. Aunque claro: las distintas agencias y empresas han olvidado que estos artilugios también son utilizados por los ancianos que por diversas circunstancias no son capaces de controlar sus esfínteres. Pero en fin: a los viejos hace rato que se les murió la mamá y además su piel arrugada no es compatible con cierta estética publicitaria.

Entonces surge la interrogante. ¿Cuál es el propósito de que estos sujetos -empresarios y curas- busquen incentivar, cuando no forzar, al resto de las personas a tener descendencia? Esta recomendación es el punto de partida de aquella que sostiene que un hijo lo es todo -y que quien no lo tiene es nada- y por ende hay que colmarlo de las mayores comodidades a fin de que se pueda desarrollar en absoluta armonía con la sociedad y el consumo. Algunas superfluas, como el televisor último modelo o la televisión pagada para su mayor entretenimiento, o el juguete más caro para expresar orgullo frente a sus compañeros de escuela. Pero otras, claramente de elemental necesidad, como el vestuario, la alimentación, la juguetera en general y en el caso de los menores de dos años, los pañales. Este último producto, por sus características, tan desechable como imprescindible, y que se debe comprar constantemente, a veces con menos de un día de diferencia. Por lo tanto, si nos encontramos conque dicho artículo es facilitado por una agrupación monopólica, con la capacidad de fijar los precios, ya sea por la falta de alternativas o a través de la presión matonesca, las ganancias se elevan a niveles atmosféricos si los nacimientos se continúan sucediendo de manera copiosa. Ganan los magnates y los sacerdotes, que siguen recibiendo suculentas donaciones.

Uno de quienes más ha alardeado de tales valores es justamente el grupo Matte, con vínculos bastante estrechos con la iglesia católica. A la luz de lo descubierto la última semana, uno no puede dejar de preguntarse si detrás de esta capa de moralidad se oculta un afán por tornarse más rico y poderoso, a costa de las vidas humanas más pequeñas y de las que están por nacer, por usar una frase tan recurrente por estos sujetos. ¿Finalmente es ése el propósito de los hijos? ¿Mantener el sistema económico, en específico una de sus variantes, cual es el consumo? No puedo dejar de recordar, mientras escribo estas reflexiones, en la paupérrima situación que están viviendo los niños internados en hogares del SENAME, sobre quienes hemos conocido cosas inenarrables este año. Pues mientras el Estado se carga a los infantes más pobres, los privados hacen lo propio con los de las capas medias y más pudientes. A escala eso sí: porque en este asunto de la colusión de precios no se han llegado a producir desenlaces fatales, al menos que se sepa. Sin embargo en ambos casos los más pequeños sufren la codicia y la desidia de quienes aseveran cuidarlos y sólo los toman en cuenta como dato. Y todo ello en vísperas de Navidad.

domingo, 11 de diciembre de 2016

La Iglesia Verdadera

Uno de los argumentos más recurrentes usado por los romanistas para asegurar que son la única iglesia reconocida por el Señor, a despecho de lo que puedan representar para el cristianismo agrupaciones como por ejemplo los ortodoxos o los evangélicos, es que ellos, tras la legalización llevada a cabo por Constantino, fueron quienes definieron tanto la estructura como los dogmas y la expansión de la fe, todo gracias a una invitación que les formuló el emperador, al tratarse del colectivo más expandido y mejor organizado de entonces. Trabajo que permitió erradicar doctrinas erradas como los docetistas, gnósticos, arrianos o nestorianos.

Como todas las declaraciones acerca de hechos de la historia que pretenden ser absolutas y definitivas, ésta tiene algo de verídico pero también bastante de leyenda y falacia (o ambas cosas a la vez). En efecto, luego de que Constantino se convirtiera, al menos teóricamente, en seguidor del camino, buscó la asesoría de algún grupo que le permitiera ordenar y estandarizar esta fe, pues como todo gobernante absoluto que se precie de tal, no quería que la diversidad de criterios resquebrajara un paradigma en el cual, además, había decidido confiar, derivando en propuestas divergentes entre sí, que llegaran a enfrentarse públicamente al extremo de fomentar la rebelión contra las autoridades políticas. Dicha ayuda la encontró en los católicos, un colectivo relativamente antiguo -y por ende con peso histórico, lo cual se vuelve un factor muy importante en estos casos- que aparte estaban muy afincados en Europa, constituyendo la casi totalidad de los creyentes de la península italiana y en especial de Roma, aún por esa época capital del imperio -y cuyo templo era muy significativo para los cristianos- y lo que tal vez más llamó la atención del augusto, poseían una estructura organizativa que usaba como referencia la del imperio, colocando por ejemplo, un obispado por provincia, y un sacerdote menor por cada comuna.

 Sin embargo, dentro del imperio romano existían agrupaciones de cristianos diferentes a los católicos, que no eran practicantes de las falsas doctrinas que empezaron a declinar conforme la fe fuera alcanzando un mayor estatus político. Así, en el sector oriental se encontraban los antioqueños y alejandrinos, que habían creado dos valiosas escuelas de teología. Por otro lado, cabe señalar que esa zona siempre fue reticente a aceptar las decisiones de sus pares europeos, en especial cuando se trataba de aspectos que los identificaban de modo particular pero que no formaban parte de la doctrina legada por Jesús o los autores del Nuevo Testamento. Una situación que permaneció soterrada por varios siglos hasta que el dogma del filioque la reflotó en todo su esplendor y dio origen a la iglesia ortodoxa. Pero que en la misma Antigüedad dio señales de que el catolicismo, incluso el primitivo, no marcó una presencia sofocante allí, ya que en varias partes sobrevivieron las congregaciones de cuño nestoriano como los coptos, los etíopes o los armenios, que por cierto subsisten hasta hoy, y cuya existencia de para intuir que fueron toleradas como una suerte de excepción no deseada pero necesaria, pasando por alto las controversias teológicas (que en este caso son inherentes al cristianismo en general y no a una de sus divisiones, ya que hablamos de la unión hipostática). Es verdad que el concilio de Nicea significó una baja en la influencia de los colectivos mencionados en este párrafo, merced a la definición de aspectos esenciales para el paradigma del camino (y en ese sentido, cabe agradecerle a los viejos romanistas por ser capaces de convocar a los auténticos seguidores a aquella asamblea). No obstante, si en alguna ocasión los papistas quisieron imponer sus términos, salvo la cuestión de los arrianos, fue más bien en el marco de sus propias peculiaridades, antes que en principios comunes, en los cuales había pleno acuerdo.

El hecho de que una iglesia posea una imponente importancia histórica, la puede convertir en monumento y punto de referencia. Pero ni aún así quiere decir que su actitud actual es la correcta o que está cerca del reino. La propia Biblia ha dado cuenta de que la salvación se puede ganar o perder en el último momento de la vida, independiente de cómo el ser humano haya guiado su existencia hasta entonces. Nosotros lo sabemos gracias a la posición social que hoy ostentan las congregaciones evangélicas clásicas, como luteranos, presbiterianos o episcopales. Además, la iglesia católica contemporánea dista mucho de sus orígenes, pues en el trayecto ha ido sumando doctrinas extrañas e incomprensibles que incluso se hallan en abierta oposición con lo establecido en las Escrituras o en los primeros concilios. El factor ancestral no debe ser temido, aunque sí admirado y estudiado, esto último para darse cuenta de los errores que el romanismo ha venido cometiendo de manera sistemática en los últimos siglos, y que sonrojarían a sus antepasados del 325. Y con esta información en la mano, refutar argumentos que parecen infranqueables.