domingo, 27 de diciembre de 2009

El Pino y el Nacimiento

Pese a que toleran su instalación en las casas, los curas jamás han mirado con buenos ojos la tradición de adornar pinos en Navidad. Consideran que es una costumbre distractora respecto a lo que celebra en esta fecha, que es la llegada a la tierra del hijo de Dios. Pero además, las circunstancias les han permitido atacar con un nuevo argumento, que por su formulación, se oye con mayor fuerza en América Latina: los abetos son una imposición extranjera, de potencias colonialistas, como Europa o Estados Unidos. Y sólo por esos aspectos enajenantes, deben o debieran ser repudiadas.

Desde luego, esa aseveración, sólo explica, si es que llega a hacerlo, una mínima parte de la realidad. Pero incluso aceptándola, tendríamos que analizar la calidad de la contrapropuesta del catolicismo. Y en tal sentido, los sacerdoten piden a sus fieles que recreen un pesebre, una cuestión que en los últimos años se ha vuelto una tendencia, a saber por la gran cantidad de nacimientos que pueden encontrarse en las plazas públicas y los paseos peatonales, lugares donde, en estas fechas, antes sólo se veían guirnaldas y bolas de color. Y la reconstrucción del establo donde María dio a luz ya está siendo adoptada por hogares que no profesan el romanismo, entre ellos, muchos habitados por familias evangélicas. Sin embargo, cabe preguntarse qué elementos pueden observarse en tales diseños, y si se ciñen a los relatos bíblicos y a los hechos históricos.

En primer lugar, es interesante hacer notar que muchos pesebres incluyen un asno, animal inexistente en la Palestina del siglo I y que, por ende, no podía ser testigo del maravilloso alumbramiento. El asunto se torna delicado cuando el grueso de los villancicos católicos mencionan que María llegó a Belén montada en un burro. Pero detengámonos en aspectos más interesentas, como el de los denominados "reyes magos": según el romanismo, son tres, cada uno tiene un nombre específico y aparecen en el mismo nacimiento junto con los pastores, los padres de Jesús y el mismo Señor bebé. Aunque, si leemos los evangelios, ellos sólo nos dan a conocer que se trataba de "magos de oriente", no de monarcas, además de no dar ningún nombre ni calcular algún número. Entre los papistas, se arguye que esos detalles forman parte de la "tradición", que para ellos es una fuente de verdad revelada. Sin embargo, la mentada tradición está constituida por una serie de textos que datan del siglo IV, de carácter estrictamente literario, no histórico, y por ende muy poco fiables. De hecho, la gran y prácticamente única explicación para la popularidad de estas supuestas certezas, es que los regalos otorgados al Mesías por estos magos justamente son tres: oro, incienso y mirra.

En realidad, todos estos pesebres datan del siglo VI, cuando los pueblos bárbaros establecen su supremacía en Europa y para los ministros, por eso mismo, se torna imperiosa su cristianización. María, José y el niño Jesús tienen los rasgos característicos de los germanos, los animales que aparecen en los nacimientos son los que habitan la zona de las Galias, y hasta los establos a escala son recreaciones de sus homónimos del Medioevo europeo. No podía ser de otra manera si consideramos que en esa época se inicia la imaginería de los íconos, también elaborada para estos pueblos. Por ende, la próxima vez que veamos un muñeco acostado en uno de estos nacimientos, debemos tener en cuenta que se trata de una interpretación particular, no de una reconstrucción auténtica. Y hay que tomarlo como lo que es: el estilo de expresión de una religión en particular.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Los Hermanos del Klan

En algunos medios de comunicación, han sido destacados dos hechos que guardan relación con el todavía vigente conflicto racial existente en Estados Unidos. El primero, es la reciente elección de un alcalde negro en Philadelphia, no la gran urbe de Pennsylvania, sino una pequeña ciudad de ocho mil habitantes sita en el estado de Misisipi, tristemente célebre porque, en 1964, allí fueron asesinados tres activistas a favor de los derechos de los afroamericanos, a manos del infame Ku Klux Klan, hecho que fue registrado en el filme "Misisipi en Llamas" de Alan Parker. El otro, es la elección de un antiguo miembro de esa organización, hoy absolutamente arrepentido, como pastor de una congregación de Oklahoma compuesta en su totalidad por fieles de raza negra. Los dos sucesos, y no podía ser de otro modo, han sido vistos como dos significativos avances en la lucha por terminar de una vez por todas con el supremacismo anglosajón en el país norteamericano, y de paso, han graficado de nuevo el enorme trabajo de las iglesias evangélicas en aras de conseguir la paz definitiva entre distintos grupos étnicos.

Sin embargo, estas consideraciones no deben impulsarnos a tener una visión parcial de la historia, donde los cristianos reformados estadounidenses aparezcan como héroes unidos en un solo cuerpo. Porque basta echar una rápida ojeada al pasado para darse cuenta que no es así. Es cierto: el Movimiento Por Los Derechos Civiles, máxima expresión del combate al racismo, fue fundado por un pastor bautista, Martin Luther King, quien tuvo el encomiable acierto de acoger dentro de esa institución a todos quienes deseaban de manera pacífica acabar con estas absurdas discriminaciones, sin importar su credo religioso o su color de piel. También, esta iniciativa tuvo la capacidad de aglutinar a las diversas congregaciones negras ubicadas por todo Estados Unidos, las cuales son la consecuencia del revivalismo del siglo XIX. Dichas comunidades, incluso mucho antes de la aparición del reverendo King, legitimaron la fe de estos hermanos ante un gran número de sus pares blancos, quienes terminaron aceptándolos. Pero en su lucha, este movimiento debió enfrentarse no a instituciones tradicionales como el catolicismo, ni a agrupaciones más recientes como por ejemplo la Cienciología; sino a organizaciones que también estaban conformadas por cristianos evangélicos, entre las cuales, precisamente se encontraba el malafamado Klan.

Dicho organismo, que hoy nos parece siniestro y terrorífico, surgió al interior de aquellos templos conformados por blancos quienes se guiaban por la interpretación más estricta y extrema de la predestinación calvinista, la cual prácticamente anulaba toda posibilidad de dedicación misionera. Por cierto, según sus planteamientos, en el reino celeste no había lugar para negros, que practicaban cultos africanos tan extraños como el islamismo, el animismo o el vudú. Entonces, se sintieron con la obligación de limpiar su entorno de todo atisbo de pecado, en especial de uno que es considerado particularmente grave, como es atribuirse la condición de mensajero o comunicador del plan salvífico, en circunstancias que no se pertenece al círculo desde donde deberían darse a conocer los discipulados, o no se cumple con todas las prerrogativas necesarias para predicar, entre las que se encontrarían, de acuerdo con estos hermanos supremacistas, las apariencias cutáneas. Y ya sabemos lo que sucede cuando alguien, en aras de hacer "un servicio a Dios", busca por todos los medios eliminar a sus congéneres. De hecho, los crímenes del Klan eran llevados a cabo en ceremonias solemnes, en las cuales los sujetos se vestían como jueces de un tribunal apocalíptico, formaban un círculo en una zona rural determinada y le prendían fuego a una enorme cruz, mientras entonaban alabanzas -quizá burlándose de la música gospel- a la par que ahorcaban lentamente a sus víctimas. En definitiva, que todo pareciera una ejecución sumaria de carácter místico.

No olvidemos que en el seno de esas iglesias se acuñó la sigla "wasp" ( white anglo-saxon protestant: blanco, anglosajón y protestante). El movimiento de Luther King se vio enfrentado a una sociedad que no sólo los excluía, sino que además no los consideraba hijos de Dios, aunque asistieran a un templo cristiano. Por ello, los afros agrupados en Derechos Civiles debieron, antes que nada, superar esa idea de que la gracia sólo les llega a quienes cuentan con un determinado linaje o provienen de un cierto origen. En un país, más aún, que siempre se ha autopraclamado seguidor de la doctrina de Jesucristo, al punto de adornar sus dólares con la sentencia "in God we trust". Para los Panteras Negras, la organización de Malcom X, estas vallas eran superfluas, pues profesaban el credo musulmán, por lo que no les resultó difícil elaborar una propuesta más confrontacional y admitir el uso de la violencia. Cosa que les está vedada a los evangélicos, pues la Biblia insiste en que los emisarios de Dios, para que finalmente sean aceptados como tales, deben ser pacificadores. Y eso es algo que Luther King se vio obligado a demostrar. Y lo logró, inspirado, lamentablemente, en líderes no cristianos, como Gandhi, que sin embargo le permitieron insuflar una buena dosis de espiritualidad en un cuerpo que estaba plagado de enfermedades y desviaciones.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Iglesia Universal y Daño Colateral

He sido testigo de cómo algunos hermanos, al pasar frente a una dependencia de la Iglesia Universal del Reino de Dios - la del ministerio "Pare de Sufrir"-, se burlan con acentuado denuesto de esa congregación, tal como lo harían si se toparan igualmente a bocajarro, con un templo mormón, un salón del reino jehovista o una capilla católica. Lo curioso, es que ellos pertenecen a movimientos como Restauración 2000 o el Centro Cristiano, que suelen ser agrupados en la denominación "nueva alabanza": grupos que se caracterizan por montar cultos de aproximadamente dos horas de duración, en los cuales el mensaje o el estudio bíblico apenas se distinguen, cuando no desaparecen por completo, entre experiencias de éxtasis, manifestaciones apoteósicas y canciones con arreglos pop al estilo de Marcos Witt. La paradoja viene, entonces, porque la mencionada iglesia universal es una de las tantas expresiones de aquella conducta, que comenzó a masificarse a comienzos de la década de 1990, coincidiendo con el fin de la guerra fría y la irrupción de las sectas sincretistas inspiradas remota y superficialmente en las religiones orientales.

Si uno presencia una ceremonia de los "universalistas" y la compara con la de cualquier otra de las congregaciones citadas en el primer párrafo, puede llegar a concluir que se trata de celebraciones casi gemelas. Incluso, sería capaz de descubrir varias similitudes con las iglesias más tradicionales, que han incorporado elementos de la nueva alabanza en sus reuniones. El único aspecto, de hecho, que encontraría distinto, es la particular devoción que los "pare de sufrir" tienen por las reliquias, equivalente a la veneración de imágenes en el romanismo, aunque sus orígenes y justificación no resisten comparación alguna, pues en la situación que nos atañe, parece provenir de una distorsión en la lectura y la enseñanza del Antiguo Testamento. Pero volviendo al punto: no resulta difícil hallar las semejanzas entre esta institución y aquellas que surgieron de la misma raíz, pero que con el paso del tiempo, y pese a las polémicas mediante, han sido aceptadas como parte de la ortodoxia evangélica. De hecho, muchos hermanos aún no se tragan ese asunto del "disparo espiritual", popularizado por Restauración 2000. Y no obstante, están dispuestos a dialogar con los defensores de esa práctica, incluso a escuchar sus consejos. Mientras que la Universal debe permanecer en la bóveda de las doctrinas impuras y ser denunciada en los púlpitos por lo mismo.

Desde los albores de la Reforma, la praxis del cristianismo evangélico ha estado marcada por movimientos renovadores -porque no se les puede calificar de revolucionarios- que han intentado insuflar una dosis de espiritualidad a un cuerpo que consideran envejecido y falto de entusiasmo y de ideas. Para ello, han recurrido a aspectos relacionados con la emotividad, como la alabanza -ojalá efusiva- y los arrebatos místicos. La motivación de estas personas es simplificar la vida espiritual, aduciendo que demasiada intelectualidad -entendida como la alta exégesis bíblica- desvía el interés y colma el alma con datos inútiles y vanos engreimientos. Es decir, un modo de recuperar el entusiasmo, eso sí, diseñado a la medida de sus creadores. El problema es que, a despechos de los beneficios significativos que esos periodos históricos han aportado a la práctica misional, el abadono de los estudios académicos, ya sea formales o informales, ha traído como consecuencia que, en cada caso, se desprendan ramas que después constituyen un dolor de cabeza a la hora de predicar la palabra. Ya entre los disidentes de Lutero, aparecieron los unitaristas, un grupo arriano que aún tiene una membresía importante en Europa y Estados Unidos. Cuando un siglo más tarde, las iglesias rurales, como los cuáqueros, los menonitas o los moravos, declararon que las experiencias de éxtasis eran más importantes que la propia Biblia, vieron nacer a ese engendro que son los amish. Avanzando en el tiempo, en el revivalismo decimonónico, nos encontramos con el surgimiento, entre pentecostales, cuadrangulares y asambleas de Dios, de los mormones, los jehovistas y los adventistas. Después, las conversiones masivas en África y Asia tuvieron como astillas al Ejército de Resistencia del Señor o la Iglesia de la Unificación -la llamada "secta Moon"-. Y finalmente, el nuevo milenio nos ha regalado el "Pare de Sufrir".

Todas estas heterodoxias, han sido fundadas por hermanos a quienes se les insistió que el "escudriñar las Escrituras" era un mandato menor que no tenía ninguna utilidad si antes no se hablaba en lenguas irreconocibles o se lloraba mientras se saltaba. Sin un guía que les indicara el camino a seguir en caso de una duda -las que son mayores en el caso del recién converso, dada su condición de neófito- empezaron a interpretar las cuestiones en base a sus propios conocimientos, que muchas veces, no eran más que prejuicios e impulsos. El resultado fueron las conductas erráticas que al final se canalizaron en alguna de las iglesias recién nombradas. Para el hermano cuya congregación terminó siendo considerada como parte del tronco mayor - en muchas ocasiones, producto de un consenso acordado a la rápida y para salir del paso-, la discusión se termina reproduciendo la actitud descrita al inicio de este artículo: es decir, se recurre al escarnio, como un supuesto servicio a Dios. El problema es que esos comentarios sarcásticos, en más de una ocasión, tienen más bien el propósito de ocultar las similitudes que hay entre un credo y otro, junto con el miedo de ciertos cristianos, que sienten estupor al notar que obran de manera muy parecida a aquello que desprecian.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Los Ruidos Molestos

Si bien el rechazo que en varias iglesias evangélicas se promueve contra los bailes, tiene, como todas las proscripciones ancestrales, una connotación relacionada con la potencial competencia del cristianismo con otras religiones; los hermanos, con el transcurso de los siglos, y en especial a partir de la era victoriana, le han asignado una significación evidentemente moral. Se considera que la conducta escandalosa, propia de quienes asisten a tales eventos, mezclada con ciertas actitudes propias de este ambiente - exceso de alcohol, sexo con una pareja ocasional-, contradice los principios de templanza y austeridad sostenidos por los patriarcas de la Reforma. Además de dejar al cristiano con una situación impresentable ante el resto de las personas, la llamada "nube de testigos", pozo donde se encuentran todas las almas a convertir.

Pese a ello, los pastores y evangelistas, al menos una buena parte de ellos, han insistido en que el cristianismo no es un albergue para amargados, sino que, muy por el contrario, el redimido cuenta con una inmesurable alegría de corazón, lo cual le permite hallarse en permanente fiesta. Sin embargo, las únicas ocasiones adecuadas para expresar ese apoteósico gozo son las reuniones dentro del templo, que incluyen la escuela dominical, el culto de los domingos por la tarde, las celebraciones a mitad de semana - al menos dos-, los encuentros de las instituciones internas -sociedad femenina, unión de caballeros, grupo juvenil-y, cuando la comunidad así lo decide, la prédica callejera. A este abanico de subdivisiones se pueden agregar los encuentros entre congregaciones y las campañas que incluyen un predicador visitiante. En todos ellos, existe espacio libre para que cada hermano demuestre su nivel de efusividad y su compromismo con la causa de Cristo, ya sea cantando, llorando, danzando o simplemente gritando: cuando se opta por semejantes muestras de fe, la idea central es meter la mayor bulla posible. Y en ciertas iglesias, estas manifestaciones se presentan de manera indiscriminada en todos y cada uno de los servicios antes mencionados.

Para demostrar aún más fidelidad, algunas comunidades se han valido de instrumentos electrónicos y altoparlantes. Con ello, fuera de aumentar los decibeles, fuerzan a que el resto del barrio escuche sus alabanzas y se entere de sus experiencias de éxtasis, abriéndose la posibilidad de un arrepentimiento. No obstante, en la mayoría de los casos, sólo generan malestar y luego repudio entre los vecinos, que se sienten atacados por ruidos bastante difíciles de soportar. Se trata de iglesias sitas en sectores residenciales, que no han invertido en la compra de aislantes acústicos, cuyo entorno es preferentemente popular, donde debido al ingreso económico de los pobladores, las casas están más cerca unas de otras, escasez de distancia que el mismo templo tiene con respecto a las viviendas. Lo peor, es que en determinados casos, el ruido de megáfonos, panderos y tambores de batería, se expande por varias cuadras a la redonda, igualando a ese puñado de hermanos, que desde luego tienen las mejores intenciones, con el bullicio de una discoteca o un concierto de música rock. Todo esto, además, en una ubicación de la ciudad donde no se lleva a cabo dicha clase de espectáculos, y por lo tanto, no está preparada para recibirlos. Todavía más, efectuados a veces por más de tres horas, en un día domingo por la tarde, cuando las personas se recogen, agotadas por el trajín del fin de semana y juntando energías para la jornada laboral del lunes. Es entendible que, por diversos factores - condición de culto central, alta presencia de fieles, santificación del día de descanso-, ése culto despierte una mayor atracción. Pero si se reflexiona un minuto, hasta el menos espabilado cae en la cuenta de que se está dando una imagen negativa hacia varones y mujeres que no conocen a los evangélicos, y lo más probable, tengan una noción parcial, supersticiosa o equivocada del cristianismo. En palabras simples, se ahuyenta a quienes se debiera permitir acercarse a Dios.

Si se piensa tan sólo un poco, se notará que de nada sirve prohibir los bailes seculares ni condenar toda su amalgama de excesos. Aquí se produce una cuestión de moral, incluso en la moralina más básica. Pero también, una inconsecuencia que se puede analizar en el ámbito de la ética más profunda, al dañar, sobre encima con la palabra de Jesús, al resto de los mortales. Lo peor de todo, es que cuando algunas iglesias son víctimas de un justo reclamo por parte de los vecinos, y reciben alguna reprimenda de la autoridad por eso, sus hermanos contratacan aseverando que no se debe hacer caso a la "ley humana" porque supuestamente, se opone a la de Dios. Curioso, porque ellos mismos insisten en las reuniones, que la Biblia ordena obedecer las normas terrenales como un modo de prepararse para las prerrogativas celestiales. Ya han aparecido ciertas voces alarmistas, señalando que estos llamados de atención son indicios de una persecución apocalíptica contra los cristianos, la cual estaría a la vuelta de la esquina. Si continúan así, el único desastre calamitoso que verán será el de su propia soledad, en medio de una membresía que disminuirá paulatina pero sostenidamente, en aras de resolver la contaminación acústica.

domingo, 29 de noviembre de 2009

La Condena a la Embriaguez

Cuando una persona de carácter secular se nos acerca, y de manera capciosa, nos reprocha la supuesta tirria que los cristianos le tenemos a las bebidas alcohólicas, en circunstancias que el propio Cristo se valió de una durante la Última Cena; casi siempre le respondemos con esa sentencia establecida por Pablo en su carta a los Efesios 5:18, donde el apóstol exhorta a "no embriagarse con vino, en lo cual hay disolución", y a renglón seguido, como contrapropuesta, indica " ante todo, ser llenos del Espíritu Santo". Con ello, dejamos en claro en la Biblia no existe condena alguna a los mostos ni a ningún otro tipo de bebestible, sino sólo a la borrachera, lo cual desde luego es cierto. Pero aún así, la aplicación de este texto no es completamente correcta: si bien, para llegar a la perfecta interpretación, falta un minúsculo y a simple vista insignificante tramo, defecto en caso alguno atribuible a cierta falta de voluntad del hermano, sino a su poco acceso a conocimientos de índole exegético-histórica que, en cualquier caso, son esenciales para entender determinados detalles y luego presentarse con una preparación más sólida ante las almas a convertir.

En primer lugar, hay que dejar en claro que esta condena no contiene implicancias morales, aunque muchos quieran abordarla desde esa perspectiva. Ya hemos acotado que la Biblia no es un tratado de ética y quien la ausculte buscando normas de buena conducta, lo más probable es que salga más escéptico y confundido que cuando entró. Muy por el contrario, la proscripción de la embriaguez debe ser analizada en el marco de la competencia que el cristianismo primitivo tenía con las religiones contemporáneas, en el ejercicio de captar almas en pro de la salvación de la humanidad. En el mundo antiguo, eran muy comunes los llamados "cultos de la disolución", como el de Osiris en Egipto o Dionisios en Grecia y su equivalente Baco en Roma. Tales profesiones, instaban a sus miembros a llegar a estados de pérdida de conciencia, entendida como la disociación o desconexión con el mundo real. La idea era despejar la mente de las preocupaciones propias de este "valle de lágrimas", para que a su vez, los individuos pudieran comunicarse con los dioses. Las ceremonias eran colectivas, y se asemejaban bastante, por ejemplo, al uso ritual de la coca por parte de los indígenas americanos, o a nuestras modernas terapias de relajación, que por cierto, también provienen de una raíz religiosa, que en este caso se ubica en el Lejano Oriente. La diferencia, que existe entre estos eventos y los de la Antigüedad clásica, es que aquellos constituían una suerte de respuesta, o incluso, de protesta frente al determinados aspectos de las viejas creencias mitológicas, que hoy podríamos tachar de clasistas y discriminatorios. Más aún: las deidades veneradas en estos casos, o habían sido drásticamente castigadas por rebelarse contra el orden establecido ( Osiris fue conminado a permanecer como el dios de la morada de los muertos, por sus propios pares, tras desafiar a los mandamases del panteón egipcio), o eran despreciadas dentro del mismo círculo divino ( caso de Dionisios, evitado constantemente, por tratarse de un ebrio). Lo cual explica que grupos etáreos con un rol menor dentro de su respectiva sociedad, fueran los protagonistas y a veces los directores de estos cultos. En tal sentido, el caso de las dionisiadas es emblemático, puesto que las organizaban unas sacerdotisas, las ménades, en una cultura, la griega, de ideología abiertamente misógina.

El cristianismo, y basta hojear durante un momento los evangelios para darse por enterado, desde sus inicios, siempre insistió en un afán de búsqueda de la igualdad social, resumida en la correcta superación, por parte de los pobres, y la sincera comprensión, del lado de los ricos. En consecuencia, ya se producía un factor de competencia entre estos rituales y la doctrina de Jesús. Frente a una posible confusión, Pablo aclara que la disolución no es el camino correcto, pues es una conducta que, cuando no es irracional por sí sola, persigue la obtención de ese estado mental. Y al contrario, la fe debe ante todo contar con el concurso de las facultades intelectuales en su total nitidez, pues, como dice el mismo apóstol " el sacrificio vivo ante Dios, es nuestro culto racional". Sin embargo, la Biblia no se cierra ante probables experiencias de éxtasis, las cuales, de hecho, son intrínsecas a la práctica de las enseñanzas del Mesías. Incluso, uno de esos acontecimientos es el que les permite a los discípulos predicar sin miedo y con una buena dosis de carisma durante Pentecostés, según relata el libro de Hechos, empleando muy bien el fenómeno de la glosolalia. Pero, ¿ cómo se debe proceder al respecto? Con el método que es propio e identitario de los cristianos: la "llenura del Espíritu Santo". Que no proviene de vulgares demiurgos sino del único y más grande, que respeta la volición humana y cuyos resultados son provechosos y duraderos, nunca incoherencias pasajeras que se olvidarán cuando pase el efecto del mosto. Finalmente, si estamos seguros con el Espíritu Santo, ya no hace falta la embriaguez.

Muchos de estos cultos se convirtieron en fiestas populares y nacionales en las culturas que los vieron nacer, y de hecho, algunas celebraciones han sobrevivido hasta nuestros días, como el año nuevo, relacionado con los ciclos de siembra y cosecha, muy importantes en las sociedades antiguas, que eran exclusivamente agrarias. El Israel veterotestamentario no fue la excepción y en su calendario podemos toparnos con varias conmemoraciones de toda índole, que además eran muy regadas. En esa época, se consideraba un orgullo que el hijo llevara a su padre ebrio hasta la casa, misión que, por ese calibre, le encomendaban casi siempre al primogénito. Recién el profeta Isaías ( 5:11), por el siglo VIII a.c., pronuncia ayes contra los que "se levantan de mañana para ir tras los licores"; pero porque estos sujetos se preocupaban de organizar apoteósicas comilonas semanales, y luego debían ocupar el horario que debían estar en el templo, en pasar la resaca; o bien, no les quedaba tiempo para dedicarlo a Yavé. En definitiva, porque se esmeraban en ofrecerles banquetes a sus amigos y descuidaban al Adonay. Como en todo orden de cosas, el alcohol no es mano; y la embriaguez no es un acto inmoral, pero sí de apostasía.

lunes, 23 de noviembre de 2009

De la Mano con el León Rugiente

Felizmente, Karol Godzilla no estará en Bellavista. Al menos por el momento. El Consejo de Monumentos Nacionales, en un acto de cordura, decidió detener su erección, argumentando que la estatua de trece metros rompía el entorno arquitectónico del sitio donde iba a ser instalada, además de que, una vez puesta en su base, generaría una notoria contaminación visual y por consiguiente un importante daño ambiental. En resumen, que era fea e inmoral desde el punto de vista estético, conclusión que podía sacarse con una pizca de sentido común. De paso, los reclamos de miles de ciudadanos, quienes justificadamente se sintieron atropellados en sus derechos por un grupúsculo de empresarios que siempre recurre a la iglesia católica cuando todo se le viene encima, encontraron oídos limpios, lo cual les permitió rendir frutos.

Dichas protestas fueron lideradas por artistas, arquitectos, intelectuales y académicos de la hace rato venida a menos Universidad de Chile, en este último caso, más que nada porque el mastodóntico homenaje a Wojtyla atentaba contra sus intereses, pues los impulsores del proyecto pensaban instalarlo frente a una de sus dependencias. De las personas comunes y corrientes que participaron en las medidas de presión, en su mayoría no profesaban religión alguna, salvo un puñado de católicos hastiados del camino que está tomando su curia, y que hace un buen rato han concebido la idea de la fe como un acto absolutamente personal. Sin embargo, en este debate hubo un importante grupo que estuvo ausente, o al menos, no levantó la voz de manera que fuese atendida por los medios de comunicación. Se trata de las iglesias evangélicas. Siempre, los pastores y los demás hermanos han buscado diferenciarse del romanismo dejando en claro que ellos no permiten la idolatría, entendida como la veneración a las imágenes. Tal disidencia, se expresa de manera más plausible, aunque estableciendo una asociación indirecta, en el rechazo público a las masivas fiestas folclóricas de religiosidad popular, como La Tirana, Todos los Santos, la Inmaculada Conncepción o San Sebastián de Yumbel. Uno puede estar o no de acuerdo en que estas manifestaciones sólo sirven para mantener cautiva a una masa amorfa que no cuenta con los recursos suficientes para acceder al más mínimo conocimiento teológico, el que por otra parte a los curas no les interesa impartir. Pero en el caso que motiva este artículo, se trataba a todas luces de un ídolo gigante, que intencionalmente iba a ser visible desde varios rincones de Santiago, la capital y ciudad más poblada del país. Propuesto, además, por sujetos adinerados y luego sumamente poderosos, lo cual, hacía que fuese varias veces más peligroso que una columna de míseros penitentes que caminan de rodillas.

Y esto es lo curioso. Porque al interior de los templos, se insiste en que el papismo está permeado por fuerzas malignas y por lo tanto, lo más recomendable es huir de ellas como de la peste. En muchas congregaciones, se busca recalcar que cualquier intento de ecumenismo, incluso de diálogo, significa tomarle la mano al león rugiente, y que este acto, significará para el cristiano evangélico, su inmediata perdición, porque si no termina devorado por la fiera, transmutará su fe hacia un híbrido que bien puede considerarse apostasía. Más aún: quien así obra es un débil de corazón, incapaz de declarar a los cuatro vientos que es una persona renovada y por ende distinta a todo lo demás. Sin embargo, hemos visto en el último tiempo, a los mismos pastores y predicadores que dentro de las comunidades perseveran en este discurso radical, a veces, atribuyéndose la facultad de auscultar la vida privada de sus dirigidos, marchando al lado o detrás de obispos y sacerdotes rasos cuando éstos estampan su no rotundo en aspectos que en la actualidad están generando un debate nacional, como la anticoncepción, la píldora de emergencia o el aborto en situaciones urgentes. La pronunciación altisonante que tienen los curas, que casi siempre hablan como padrinos de una temible mafia, al parecer es capaz de acallar hasta a quienes dentro de su casa ejercen la más absoluta autoridad. Y no vengan a decir que las prácticas en cuestión son rechazadas por la Biblia, porque no ocurre así. Simplemente, se han genuflectado ante el enemigo - de ellos y de Dios-, al que no se atreven a combatir pues ahora se encuentra respaldado por tipos con nombre y apellido: los magnates que ostentan un alto poder económico.

La plaza donde se planea, todavía, colocar la apoteósica estatua, se llamaba José Domingo Gómez Rojas. Era un poeta de tendencia anarquista -al estilo clásico-, estudiante de la Universidad de Chile, que producto de las torturas a las que fue sometido tras una detención, enloqueció y acabó sus días en un manicomio. Gestiones políticas y eclesiásticas consiguieron que hace algunos años, se la rebautizara como Juan Pablo II. Pero retomando el tema del vate Gómez Rojas, muy pocos saben que fue evangélico. Personalmente, me enteré de esta condición a través de los foros abiertos en internet para oponerse al monumento a Wojtyla, los cuales, por cierto, fueron creados no precisamente por hermanos reformados. Es uno de los tantos casos de desconocimiento de la historia y de falta de respeto por aquellos que han hecho posible que la bella gesta iniciada por Lutero persista hasta nuestros días, y quienes, además, han aportado sus conocimientos y habilidades a la mejora del mundo, como la Biblia precisamente lo prescribe. ¿ Cuántos cristianos evangélicos saben de Luther King, Desmond Tutu, Johan Sebastian Bach o los cuáqueros? Pues todos ellos compartirán el paraíso el día de la resurrección, porque no se quedaron enclaustrados en su propio celo y salieron a acoger y a ayudar al pecador.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Lo Que Se Juega en Diciembre

Resulta patético escuchar a los candidatos de ambas coaliciones, hablar de los próximos cuatro años del país, recordando, o simplemente echando encima, un suceso acaecido hace ya más de dos décadas atrás. De un lado, la Concertación, claramente avejentada, insistiendo en que ellos recuperaron una democracia secuestrada por uno de los peores tiranos latinoamericanos, y que contra todos los pronósticos, han sabido gobernar desde entonces: por lo que no importa que tal demostración de autoridad se haga sobre la base del sistema que legó el mismo déspota al que aseguran haber defenestrado, con toda la carga intrínseca y extrínseca de injusticia social y atropello a los derechos humanos que contiene. Y del otro, la derecha siempre hipócrita, que se ha encarado de preservar la obra del dictador, oponiéndose a toda iniciativa legal que implique cambios en su estructura: pero que en esta pasada tiene la desfachatez de mostrarse con una careta aparentemente afable, merced a un presidenciable que asegura haber votado contra el líder espiritual de su sector, sin dejar de actuar como uno de sus discípulos más incondicionales.

Y en medio y a la vez sobre ambos, la iglesia católica, la institución que más profita de los sucesos acaecidos entre 1988 y 1989 en Chile. Ninguno de los cuatro candidatos se abstuvo de visitar al cardenal o al presidente de la conferencia episcopal, a fin de que esos gallinazos les dieran su bendición y no llamaran a los feligreses a castigarlos en el sufragio: porque les quedarán pocos seguidores, pero éstos concentran buena parte del poder económico y la influencia mediática, y si su confesor se los exige, son capaces de dejar sin recursos monetarios y de utilizar diarios, radioemisoras y televisoras en perjuicio de cualquier ciudadano odioso o díscolo. Según declararon ambas partes tras finalizar cada reunión, el abanderado expuso su programa de gobierno y el investido lo oyó atentamente aunque no sin abstenerse de hacer unas esporádicas sugerencias, que al parecer, fueron recibidas y comprendidas de la manera más amistosa, porque no se detallan al instante de posar para los gráficos. El único que habla en la conferencia posterior al encuentro, es el purpurado, que se limita a descartar que en ningún acápite se presentó " una iniciativa que atentara contra el derecho a la vida, sobre todo del que está por nacer", así como "ningún intento por dañar los valores esenciales de nuestra patria". En resumen, que no se mencionó el aborto, ni siquiera en los casos más urgentes, así como la anticoncepción y el divorcio -aunque parece que los frailes nunca salen de su cuarto, pues hace tiempo que tales cuestiones están aprobadas, a menos que busquen alentar una campaña para impedirlas de nuevo-, la igualdad para parejas de convivientes y homosexuales; e incluso, se suavizó la protección a los trabajadores, no vaya a ser que un magnate devoto acuse influencias socialistas en la sacristía. De esta forma, el inquisidor aprueba el balido de las ovejas y declara que preferir a una u otra en las urnas, no constituye amenaza de cometer pecado. Los temerosos presidenciables, entretanto, respiran aliviados, pues esta suerte de graduación los libera de todo ataque por parte de los medios de comunicación, orquestados desde las propias catedrales.

Los aspirantes a la presidencia no se han enterado, o mejor, no se quieren enterar, de que el viejo referente de nuestra política, la dictadura de Pinochet, es un cadáver retórico que está tan sepultado como el mismo jerarca. Los militares ya no asustan, menos, si en estos últimos cuatro años han sido testigos de un gobierno encabezado por una integrante de sus filas, y que ideológicamente hablando, se ubica en las antípodas del déspota golpista. Hoy, el enemigo común del pueblo tiene nombre y apellido: la iglesia católica. Los curas, como los soldados de antaño, frenan las libertades, emiten declaraciones favorables a la desigualdad social y se preocupan de excluir del tejido comunitario a quienes piensan de manera distinta. También manejan una buena cantidad de lucrativos negocios, especialmente en el campo de la educación, un factor de peso a la hora de someter a las masas a un pensamiento único o totalitario. Es contra estos nuevos monstruos que se debe luchar, pues, mientras permanezcan en la cúspide de la influencia, nadie puede aseverar que en Chile existe democracia. Sin embargo, los que optan a la primera magistratura le hacen un flaco favor a las conciencias, al sentido común y al progreso del país, al permitirse dominar por un aparato que, es probable, ya no se valga de las armas de fuego para atemorizar a la población; pero sí tiene una buena cuota de municiones en la batalla mediática, en la cual, la victoria es un hecho consumado, incluso antes de entrar en combate, si quienes son llamados a oponer resistencia, se encuentran paralizados por el miedo.

Tal vez, éste es uno de los factores por los cuales las elecciones a celebrarse en diciembre, resulten particularmente aburridas y no despierten el interés o el entusiasmo de otros comicios. Muchos votantes sienten que aquí manda una organización en las sombras, que desde abajo, alza sus manos cubiertas de títeres, que escupen diatribas en su nombre, o en el mejor de los casos, hablan bien de ella con una nerviosa o poco creíble sonrisa. A propósito, es interesante retrotraerse a casi cuatro años atrás, cuando la actual gobernante, recién electa y a un mes de asumir la legislatura, fue visitada por el arzobispo de Santiago, quien virtualmente irrumpió en su hogar para lograr que de la boca de la involuntaria anfitriona, saliera una declaración donde se comprometía a no tocar el tema del aborto. Por el tenor de las declaraciones del fariseo, dio a entender que tampoco se avanzaría en la corrección de otras anomalías, ya externas al campo de la moralina sexual. Estoy seguro que, más allá de la sorpresa inicial, un candidato que pusiera a curas y obispos en su lugar, y a despecho de la sorpresa inicial y el desagrado de algunos, llamaría más la atención e, independiente de cómo le vaya en esta pasada, podría generar un movimiento significativo que, en el corto o mediano plazo, igual podría conquistar los terrenos más vedados, y acto seguido, conseguir que el pueblo diga con orgullo que ahora sí se ha logrado la democracia en Chile.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Lamiendo Las Antenas de los Marcianos

La creencia de que los extraterrestres vienen a traernos paz y amor, o en su defecto, a destruir una civilización que no pasó la prueba, está basada en una cosmovisión que puede rastrearse en el tiempo hasta la más remota de las religiones, pasando luego por los relatos míticos, las concepciones orientales, la Biblia y el islam. En todos los casos antes mencionados, subyace la idea de que la tierra replica a escala lo que acontece en los cielos, en una relación donde aquélla aparece subordinada a éste. No existe, de hecho, cosmogonía que a renglón seguido no asegure que, en caso de que los hombres sean superados por sus propios problemas, ya fuesen éstos de índole social, política, económica o moral, los dioses estarán prestos a solucionarlo todo directamente o enviando un emisario, bajo la condición, eso sí, de que los mortales se genuflecten ante sus seres superiores y reconozcan su incompetente inferioridad. El sistema ya mencionado, el que garantiza la intervención de supuestos mesías alienígenas, es una curiosa, aunque al mismo tiempo burda, adaptación de una humanidad influenciada por los hallazgos científicos y tecnológicos, así como por la velocidad que han venido ganando las comunicaciones, a la perenne necesidad de aceptar que hay algo más allá de una vida, que pese a todos los avances, sigue percibiéndose como desgraciada e impredecible.

Lo curioso, es por la forma en que los modernos terrícolas, desencantados ( en el sentido de la magia) por la serie de eventos y decubrimientos que han echado por el suelo una serie de supersticiones que hasta hace muy poco eran consideradas verdades absolutas, y han hecho tambalear de paso a las expresiones religiosas más fuertes, se valen de estas especulaciones para recobrar una espiritualidad que de otro modo no obtendrían, pues su orientación empirista y pretendidamente objetiva, choca contra los sistemas de creencias clásicos, o al menos eso es lo que ellos mismos afirman. Lo burdo, es porque su actitud tiene una intención ejemplarizadora y luego pedagógica, de llamar al resto de la población a sacudirse de vulgares supercherías en aras del progreso y el bienestar común. Y entre esos odiosos prejuicios, se encontarían, muchas veces en una posición claramente visible, los credos surgidos en torno a la Biblia, el Corán o los Vedas. En tal sentido, los alienígenas pacificadores o inquisidores, dependiendo de la situación, acuden al auxilio cuando la ciencia es incapaz de cubrir ciertos vacíos que se suponía, debía sortear con relativa tranquilidad. Por ejemplo, ciertas culturas antiguas que escapan a la visión del desarrollo social que se desprende de la teoría evolucionista de Darwin, como los egipcios o los indoamericanos. En cuántas ocasiones hemos escuchado decir, incluyendo a conspicuos intelectuales, que las pirámides faraónicas fueron construidas por seres inefables del espacio exterior, porque no se puede entender de buenas a primera, que simples humanos hayan apilado un bloque de piedra sobre otro en un ángulo de cuarenticinco grados, sin estuco o cemento de por medio. No prestan atención a esa explicación, muy asertiva por lo demás, que reza que ese pueblo conoció un cálculo matemático que lamentablemente no se conservó para la posteridad ( las matemáticas, primer paso si se quieren obtener logros científicos, siempre han estado vinculadas de manera interdependiente con las religiones), simplemente, porque es inconcebible que una nación ubicada en los albores de la historia haya elaborado complejos mecanismos numéricos, como tampoco es aceptable que los amerindios, que caminaron en forma paralela al tronco europeo occidental, sin nunca enlazarse con él, hubiesen sido capaces en esas condiciones de desplegar una organización política que los motivó a construir tan impresionantes monumentos.

Incluso, nos podemos encontrar con situaciones que rozan lo risible, o que constituyen una mezcla de ridiculez y publicidad proselitista, como esa perogrullada de J. J. Benítez, acerca de la condición extraterreste de Jesucristo. Lo interesante de la perorata de este escritor ( o seudo escritor, ya que es un declarado bestselerista), es que con simples retruécanos y juegos de palabras, consigue pasar por un autor sesudo, un erudito informado o un investigador riguroso, con una supuesta tesis filosófica digna de comentar, cuando menos en el ámbito del café. En este caso, la ridiculez corre por cuenta de sus eventuales destinatarios, a quienes todos los supuestos atributos antes mencionados, les caen de golpe y a una, y los empujan a concluir que se hallan frente a un sabio iluminado. Y para abrochar de forma concluyente la venta de algún libro, lo remata todo con unas gotas de falsa teología, aseverando que antiguamente no se tenían datos acabados acerca del universo, por lo cual en esas épocas se estaba más dispuesto a admitir que los ovnis podían ser dioses o sus hijos. De nuevo aflora el planteamiento evolucionista de Darwin, aunque esta vez deformado en su intención original, para acomodarlo a un precario sistema de creencias que no tiene asidero en ninguna rama del conocimiento, tal como antes lo hacían los sacerdotes y brujos con las sequías y las inundaciones, y más tarde los obispos y papas para mantener al común de la gente en el oscurantismo. En resumen, se recurre a la seudociencia, para manipular la realidad apoyado en el poder, que aunque en este caso no implica una subordinación legal, no por eso deja de ser menos dañino.

Si no se han hallado pruebas científicas, al menos en el sentido estricto del término, acerca de la existencia de Dios, tampoco las hay de vida extraterrestre. Por consiguiente, si acusamos a las religiones tradicionales de estar atrasadas y ser contraproducentes en la materia, con igual energía debemos llamar la atención sobre estos movimientos cuya raíz claramente no es empírica. Y si algún intelectual acaba rindiéndose ante propuestas que resultan novedosas y diferentes, al menos, en relación con todo aquello contra lo cual ha luchado, sólo se le pide que reconozca que estas elucubraciones siguen el camino de la fe y por ende son equivalente a esos credos anquilosados que tantos dolores de cabeza le han causado y por lo mismo desprecia. Son como esa entidad pequeña que emplea un nombre parecido a la mayor, pero que se mantiene independiente, por lo que a veces genera confusión. Nadie está negando la posibilidad de vida en otros mundos, incluso inteligente. La Biblia no rechaza esa posibilidad, aunque algunos aseveran lo contrario, porque creen que de ser así, habría que reinterpretar la doctrina de la salvación. Pero sí, se hace imprescindible advertir acerca del surgimiento de nuevos integrismos, que merced al uso de un lenguaje novedoso o sacado de una convincente locución comercial, cazan incautos para después cauterizarles el cerebro, y a través de un discurso liviano y descafeinado, escupen diatribas intolerantes contra quienes no piensan como ellos, en un trabajo de hormigas, por tratar de voltear la balanza de la verdad absoluta a su favor.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La Solidez de Canterbury

Producto de la serie de medidas de corte éticamente liberal que está tomando la Iglesia Anglicana, como ordenar mujeres y homosexuales confesos - en una congregación que por ejemplo, hasta comienzos del siglo XX no permitía que los zurdos ocupasen cargos dirigenciales-, un sector minoritario de sacerdotes ha protestado de manera enérgica, amenazando con renunciar a la institución. La iglesia católica, con esa avidez y sagacidad propias de los oportunistas que muestran una careta de bondad y correcta moralidad, pero a quienes en realidad sólo les interesa la posición social y el dinero, se ha pretendido cuadrar con los disidentes y les ha ofrecido predicar dentro de su propio seno, como forma de consolidar una alianza de conservadores puros y beatos, pero jamás santos, para hacerle frente al pecaminoso mundo posmoderno, cuyo comportamiento está infectando también a los templos. Incluso, han propuesto pasar por alto el hecho de que los purpurados anglicanos son casados, ya que sólo el romanismo defiende la idea del celibato obligatorio. Aunque, en sentido estricto, hacer una salvedad o incluso un ajuste dogmático no sería necesario, porque en el papismo sí existe un puñado de curas que tienen esposas o que son viudos, que son reservados para aquellos lugares donde hay más laicos que vocaciones religiosas.

Cuando uno escucha el término anglicanismo, se le vienen a la mente dos estereotipos reduccionistas acerca de esta iglesia, que en todo caso, no están tan alejados de la realidad. El primero, que se trataría de un catolicismo sin pontífice - si aplicamos el sentido estricto de tal definición, que sólo le da cabida al prelado de Roma- y el siguiente, que surgió de un capricho de un rey británico, Enrique VIII, que buscaba divorciarse de su esposa para casarse con su amante. Es efectivo que los fieles de Canterbury son católicos de cara, pero enseguida son evangélicos de corazón, que es lo que definitivamente importa. Y si le deben la vida a un incidente protagonizado por un monarca celópata y, empleando términos actuales, machista ( no olvidemos que Enriquillo tuvo seis esposas y mandó ejecutar sumariamente a cuatro de ellas por supuestas infidelidades, entre ellas a la propia Ana Bolena, causa de la separación matrimonial y eclesiática), cabe señalar que en estos años los soberanos tenían poder absoluto y podían manejar a sus súbditos como les pluguiera. Hubo nobles en esa misma época, que producto de las tensiones políticas ocasionadas a partir de la Reforma, llevaron a cabo matanzas mucho más numerosas y crueles, y como muestra, sólo se requiere mencionar, en la misma Inglaterra, a la ultracatólica María Tudor ( Mary Bloody), que llenó el país de hogueras, o al "protector" Oliver Cromnwell, que en nombre de los puritanos masacró a los católicos irlandeses, e incluso trató de arremeter contra los propios anglicanos, debido justamente a esa idea de que son católicos con sede propia, expresada más arriba.

Un pensamiento que también invade a los romanistas, aunque ellos se manejan en clave despectiva, al considerar a Canterbury como un templo marginal y muestra del no-deber-ser, aún guardando, supuestamente pues estamos considerando la visión católica, los dogmas teológicos esenciales. Es la misma actitud que se desprende de llamar protestantes a los evangélicos, u orientales a los ortodoxos, así como de la indiscriminada utilización que hacen del término secta. En la práctica, además, se traduce en concebir a los anglicanos como una congregación que, tras un mero movimiento de caderas, dejará atrás sus años cismáticos y volverá al redil del Vaticano, para acto seguido, valerse de su testimonio para iniciar la absorción de todas las demás iglesias cristianas independientes. Creen que la organización británica está cimentada exclusivamente en un reyezuelo sediento de sangre y agresor de mujeres -como si los papistas las hubiesen tratado con un mínimo de respeto- que aceptó algunas normas de los hermanos separados - como la eliminación del culto a las imágenes- sólo para alardear de que era ducho en cuestiones doctrinales. De hecho, así es como se enseña en las escuelas y universidades regidas por curas.

Más allá de su discutible fundación, y de una expansión deudora del nacionalismo británico, la iglesia anglicana tiene hoy identidad propia y eso es algo que no podrán permear ni los intereses más abyectos del romanismo, ni unos reaccionarios que creen que el cristianismo es otra religión esclavizante y represiva. Más que católicos sin papa, son evangélicos con contados tintes católicos. Ha sido una congregación que se ha mantenido el tiempo, al contrario de lo sucedido con otras organizaciones nacionales, como la galicana, que nunca se atrevió a dar el salto, o las de los países nórdicos, que acabaron volviéndose luteranas. Es cierto que con las actuales modificaciones a sus estatutos, están buscando una diferenciación más clara y plausible de las demás instituciones, y que en tal sentido, la ordenación de homosexuales resulta inaceptable si se leen y comprenden correctamente la Biblia y el mensaje de Jesús. Pero aún es más peligroso que un cártel que por milenios ha demostrado ser mucho más ruin y repugnante, venga a promover una supuesta salvación, tratando de desarticular su estructura. Al menos los anglicanos no parecen haber mordido el anzuelo, porque sólo unos cuantos han aceptado un llamamiento que huele más a canto de sirenas, y los que han permanecido en el tronco, ven este éxodo en clave positiva, al limpiarse de elementos nocivos para el futuro de Canterbury.

sábado, 24 de octubre de 2009

Perro Vago en el Senado

Hace una semana, más o menos, el Senado aprobó una ley que permite la eliminación de los perros vagos sin temor a que el ejecutor sea encartado por otra normativa, la que condena el maltrato animal - y que meses atrás, a su vez también fue modificada, ampliando los delitos respectivos y aumentando las penas por tal acción-. El proyecto sólo necesita unos cuantos trámites para ser promulgado. No obstante, y pese a que fue votado favorablemente por una alta mayoría de parlamentarios, uno de esos honorables, en concreto el PPD Guido Girardi, ha anunciado que hará todo lo posible por impedir que la iniciativa acabe viendo la luz, cuando menos, del modo en que hoy está redactado, así fuese pidiendo un veto presidencial o recurriendo al odioso Tribunal Constitucional, el mismo al cual criticó ácidamente cuando restringió la repartición de la píldora de emergencia. Parece que este doctor, cuya vida política ha estado jalonada por bochornos entre oscuros y tragicómicos, tiende a olvidar al poco tiempo lo que en principio sostuvo con denodado ahínco; pues, cuando el caso de la prohibición del mencionado anticonceptivo, esgrimió entre otros argumentos, que la decisión de los jueces constitucionalistas era un atentado a la democracia, porque iba contra la opinión de la mayoría.

Primero que nada, cabe recordar que el señor Girardi es antes que un senador centroizquierdista, un fanático religioso, en este caso, de los ecologistas y neoeristas, lo cual calza muy bien con su pensamiento político, del mismo modo que les sucede a los derechistas con el catolicismo. Y como todos los extremistas de esa calaña, tiene una postura irracional que aplica a un determinado sector o hecho de la sociedad, a fin de demostrarle a sus testigos una supuesta reserva moral y de paso, dejar la sensación de que su credo sirve para algo, como antesala de una futura y masiva promoción. Así, mientras los papistas buscan crear una imagen de pureza y santidad en torno a ellos, valiéndose de la condena al uso de contraconcepcionales, so pretexto de defender la naturaleza humana y la vida de quien está por nacer; los sectarios que integra el congresista de marras desean que se les reconozca por su infinita bondad hacia seres inferiores y no racionales, que por lo mismo deben ser protegidos incluso más que los bebés. En tal sentido, los perros callejeros no tienen la culpa de haber sido abandonados por amos irresponsables y luego retirarlos de circulación es un crimen: que sigan mordiendo transeúntes y esparciendo enfermedades parasitarias a través de sus excrementos - tratándose de canes, el ano es más peligroso que el hocico-. Si existe la ya citada naturaleza humana, ésta es la naturaleza animal.

Pero ocurre además que Girardi es médico de profesión y en el ya analizado escándalo de la pastilla del día siguiente, empleó otro argumento de peso que ahora al parecer también dejó desvanecerse en el aire: la distribución del fármaco es un asunto de salud pública. En concreto, porque es inaceptable que una mujer víctima de un coito no protegido, ya sea producto de una violación o cualquier otra índole, tenga que cargar con un embarazo no deseado y después con un niño que simpre le estará remembrando lo horrible de su experiencia. Pues bien, aquí se genera una situación similar: el perro que deambula por la calle puede atacar a un peatón y matarlo, o dejarlo con secuelas tan graves como las que marcan a la fémina ultrajada; fuera de que sus fecas son un considerable foco infeccioso. También, es preciso acotar que el can que ha atacado a una persona está definitivamente embravecido y de ahora en adelante no modificará su conducta, por lo cual, si se le da la oportunidad, volverá a desgarrar a otra persona. Por ende, su destino final es el sacrificio. La ley contempla proceder de tal forma aplicando la eutanasia, una muerte indolora que por esas características en otras latitudes está permitido aplicarla a los humanos cuando éstos padecen una enfermedad incurable e inhabilitante, si ellos así lo piden. El mismo Girardi, tal vez por provocar al romanismo -después de todo, los fanáticos siempre acaban peleando entre sí, como método para imponer su particular verdad-, ha hablado muchas veces en favor de dicha eutanasia, al menos en su variante pasiva ( rechazo por parte de un enfermo terminal al correspondiente tratamiento médico), que todos sabemos, no es un suicidio asistido. Pero parece que hoy le tocaron su correspondiente fibra sensible, y ha reaccionado con la misma histeria que lo hacen los curas.

Al igual que en situaciones como el divorcio, los anticonceptivos o la eutanasia pasiva, donde debe imponerse el criterio científico - exacto o fáctico- ante convencionalismos desconectados de la realidad y que en muchas oportunidades esconden oscuros propósitos, aquí lo único imprescindible es la comprobación empírica. Y ésta señala claramente que la mantención de los perros vagos en las calles deviene en una situación de insanidad que, por consecuencia lógica, remata en un grave problema de salud. Hay países donde la proliferación de canes abandonados, sin control alguno, ha ocasionado que la rabia sea endémica, y que estén desesperados porque no ven una forma de salir del atolladero. Cualquiera con el mínimo de razón es capaz de notar que aquí, más que debate, lo que existe es un lío relacionado con la intolerancia religiosa, que sufren por igual católicos, musulmanes, ecologistas y cualquiera que obedezca ciegamente a un credo o ideología, incluso a un paradigma o tesis. No hay compasión que valga, como tampoco por el embrión o feto que se haya concebido tras un coito irregular. Menos, si quienes nos exigen lástima tienen poder político y económico, y quieren blanquearse ante la opinión pública como un modo de ganar adeptos.

domingo, 18 de octubre de 2009

La Revancha de las Religiones

Desde el año 2005, Polonia es gobernada por Lech Kaczynski. Este político accedió al poder gracias a que las elecciones correspondientes fueron ganadas por su partido, el Ley y Justicia, de tendencia ultraconservadora, reaccionaria incluso, muy apegada a la iglesia católica. Como sabemos, ese país fue uno de los tantos que en la época de la Guerra Fría perteneció geográfica y políticamente a Europa Oriental, sector del continente donde se mantenían las dictaduras comunistas. Debido al carácter ateo -más bien habría que decir ateísta- de los llamados socialismos reales, las religiones fueron perseguidas en los territorios donde éstos se aplicaron, formando otro eslabón en la cadena de violaciones a los derechos humanos en las mencionadas regiones. Desde luego -era un asunto de supervivencia- los credos más representativos de cada lugar, que después de todo contaban con una férula que se arrastraba de hace varios siglos, se pasaron a la disidencia, y con su correspondiente dosis de victimización, se mostraron ante la población como unos héroes que luchaban denodadamente contra la opresión tiránica. En la romanista Polonia, esto se vio reforzado desde 1978, cuando un connacional, Karol Wojtila, fue elegido papa. Y tras la caída del Muro de Berlín, el catolicismo local, ahora ingenuamente elevado a un altar, comenzó de manera subterránea pero paulatina a recuperar lo perdido, hasta que uno de sus discípulos, el nombrado Kaczynski, accedió a la primera magistratura. El tipo, como sucede en todas partes, no ha dejado de relucir lo peor del papismo, que en términos generales, de por sí ya es bastante abyecto. Quiere acabar con los derechos reproductivos y la anticoncepción y restablecer la pena de muerte, eliminada justo después del fin del comunismo, como el símbolo del inicio de un periodo democrático de absoluto respeto por la vida. Además, ha montado una decidida persecución contra los homosexuales y los consumidores de drogas. Y como guinda de la torta, no ocultó su interés por fortalecer la familia y recurrió al nepotismo: designó a su hermano gemelo, Jaroslaw, como primer ministro. Pero, para demostrar que no es un simio cavernario, ha buscado la integración a la Unión Europea y a la OTAN, que junto a la insufrible moralina antes descrita, conforman las directrices de su partido.

¿ Qué tiene esta colectividad, que pese a todo, permanece incólume en el palacio de gobierno? La respuesta es simple y en gran parte, está desarrollada en el párrafo de arriba. Polonia vivió cuarenticinco años de comunismo en su variante más represiva posible, y siguiendo los consejos de Karl Marx, los jerarcas redujeron la praxis religiosa a su más mínima expresión, como antesala para su aniquilación definitiva. Esto, y su carácter totalitario, transformó al estalinismo en una suerte de credo ideológico, donde los dioses fueron sustituidos por el culto a la personalidad -casi siempre en favor del despótico gobernante- y la devoción forzada al paradigma. En definitiva, una religión destronando a otra. Situación que acaeció en prácticamente todos los países que adoptaron este vía política y económica de administración, y que, por un proceso lógico, hizo que sus habitantes se aferraran a una válvula de escape que tuviera características similares y por ende resultara en un adecuado contrapeso. Así, los templos pasaron a constituir receptáculos de protesta, y en cada zona, su iglesia mayoritaria coordinó a la oposición. Aconteció con los ortodoxos en Rusia, con los musulmanes en otras ex repúblicas soviéticas, con los evangélicos en la extinta RDA, y con los mismos católicos en otros lugares como la ex Yugoslavia ( los sacerdotes romanistas de Croacia y Eslovenia, fueron los más entusiastas en exigir la secesión en perjuicio de la ortodoxa Serbia). Sin embargo, al retorno del multipartidismo, dichas instituciones se esmeraron en recobrar por completo su sitial, apoyadas en el aval de haber luchado contra una imposición perversa. No tardaron, gracias a aquel cimiento, en conseguir sus propósitos. Y cuando al fin los obtuvieron, regresaron con sus costumbres ancestrales, más insanas que el mismo comunismo, que habrá costado cien millones de vidas en la centuria que se aplicó, pero que es un grano de arena ante los asesinatos que las mencionadas organizadas cometieron en el mileno de existencia que tienen, en esos territorios y en otros. De este modo, la ortodoxia rusa ha logrado que ahí se prohíba el ejercicio público de toda otra expresión religiosa; el catolicismo polaco ha llevado a cabo las aberraciones antes descritas ( que también acometía el estalinismo), y en la Alemania reunificada, Angela Merkel, hija de un pastor luterano que ejerció en el Este, pretende perseguir a todos los que participaron en la administración de ese régimen, así fuese como simples funcionarios burocráticos.

Ahora. En Europa Oriental, la religión fue, o al menos pareció ser, una parte del sector oprimido de la población. Así se muestra, por ejemplo, en los filmes de Andrei Tarkovski, Seregei Prokofiev o Kryzstof Kieslowski. Sin embargo, lo que ocurrió con la iglesia católica chilena fue diferente. Jamás estuvo de parte de los más violentados durante la dictadura de Pinochet, aunque un sector marginal de curas sí. Y pese a ello, tras nuestro retorno a la democracia -que por esas ironías de la historia, ocurrió de manera paralela a la de los antiguos socialismos reales- se ha abogado haber sido el estandarte de una lucha épica, y en consecuencia, se ha valido de esos ambiguos antecedentes para actuar con prepotencia sobre el resto de las personas. Su intento de imponer una férrea moralina, es equivalente al que ocurre en los lugares ya vastamente citados. Pero por estos lares, ni siquiera sufrió un despojo sobre el cual pueda justificar sus requerimientos. Muy por el contrario, los mandamases de la dictadura militar siempre le otorgaron regalías materiales y sociales al romanismo, cuya culminación fue la invitación a Chile del mismísimo Karol Wojtila, ese papa con rostro de doctor Jekyll y mentalidad de míster Hyde, que se valió del errático comunismo para reimplantar sobre el mundo las irracionales prerrogativas de la siempre asquerosa iglesia católica. Trabajo en el cual, por desgracia, le fue bastante bien.

Hay, como insiste la propia Biblia, saber distinguir a los sujetos de rostro afable que a diario golpean nuestra puerta con el propósito de ofrecernos en evangelio extraño. La iglesia católica, y la religión en general, cuando es eso y no un auténtico cristianismo, jamás será una instancia de libertad y mucho menos de verdad. Y dichas entidades fueron siempre lo primero y nunca lo segundo. Por eso el comunismo arraigó de tal manera en Europa Oriental, y por eso Sudamérica se pobló en su momento de oscuras tiranías militares ( no olvidemos que la oligarquía latinoamericana defiende una religiosidad observante y practicante a ultranza). Y como se supieron poner al alero de los más perjudicados cuando valía la pena hacerlo - aunque más por un interés de obtener beneficio propio, que otra cosa-, no necesitaron modificar sus instintos más básicos, que, en caso contrario, los habría conducido a la desaparición. En definitiva, no aprendieron nada, porque la humanidad les tomó compasión y los siguió mimando.

domingo, 11 de octubre de 2009

Miguel Servet o las Hogueras de Calvino

Como ya ha sido anotado adecuadamente, Miguel Servet (1511-1553), fue un reformador español, amigo personal de Casiodoro de Reina. Escapado varias veces de la Inquisición católica, realizó una parada de descanso en Ginebra, y ahí terminó en la hoguera de Juan Calvino. Las acusaciones fueron esencialmente dos: sus objeciones contra el dogma de la Trinidad -por las cuales ya había polemizado con el francés- y su prescripción de la preferencia del bautismo para los adultos, esto último, pilar de las iglesias evangélicas en la actualidad. También, aunque no fuera mencionado en la sentencia, le jugó en contra su tesis de la circulación de la sangre y la manera que ésta se irriga a los pulmones, que, por cierto, es la correcta respecto de ese ítem. Y por último, documentos de la época, comprobarían que otro pecado réprobo de Servet habría sido su tolerancia a la multiplicidad de opiniones y al disenso, incluso en temas doctrinarios: algo que jamás gustó al propio Calvino, que en la ciudad suiza, había impuesto una férrea dictadura sostenida en la moralina.

Veamos: a poco de instalarse Juan Calvino en Ginebra, invitado por las familias más pudientes, que en masa habían abrazado la fe reformada, y gracias a su astucia y verborrea, se hizo del gobierno -Suiza cuenta con una tradición en que las ciudades gozan de amplia autonomía- y prohibió los centros nocturnos, el teatro, los circos y en general, todo tipo de diversiones. La única distracción posible era la asistencia a la iglesia -al menos tres veces por semana- que desde luego era obligatoria y contaba incluso con apoyo de la fuerza pública: durante las horas de culto, un cuerpo de policía especializado recorría las calles persiguiendo a todo aquel que se encontrase deambulando en ellas, para detenerlo y traerlo al templo más cercano; dichos patrulleros no tenían, por cierto, escrúpulos en ingresar a las mismas viviendas si percibían un movimiento sospechoso dentro de ellas. Por otro, las formas de libertinaje sexual eran severamente castigadas, hasta con varios años de cárcel. En conclusión, tendió a crear un Estado teocrático de características represivas sobre todo en los aspectos culturales, imitando con eso lo que los papas hacía con la población civil de Roma. De hecho, por aquella época, Ginebra fue catalogada con el irónico sobrenombre de "la Roma de los herejes".

A este ambiente llegó a caer Miguel Servet, huyendo de un proceso inquisitorio católico en Lyon, donde al final fue ejecutado, pero en efigie, esto es, se quemó un muñeco con su figura, que era un modo en que los papistas expresaban su impotencia cuando un librepensador se les arrancaba de las manos. No sabemos si lo hizo por accidente, o porque en realidad buscó protección. Como fue anotado en el párrafo de cabecera, ya había sostenido una fuerte reyerta argumentativa con Calvino, quien, producto de su conducta agresiva e intolerante, justamente era un enconado enemigo de esta clase de debates. Tras la publicación de "Restitución del Cristianismo" el francés le envió al español una copia de "Institución del Cristianismo" que Servet devolvió con una importante cantidad de correcciones, entre las cuales estaban las mencionadas aprehensiones contra el dogma trinitario y el bautismo infantil. Aseguran ciertas fuentes que Calvino montó en cólera y se juró ante el mismísimo Dios atrapar a ese falso maestro y destruirlo con sus propias manos. Y lo hizo de una manera tan sutil como cobarde: le envió una carta anónima, en la que se presentaba como "un amigo luterano" a un importante cardenal católico, lo cual abrió el citado proceso de Lyon. Lo que se sabe es que en Ginebra Servet permaneció oculto y fue descubierto en medio de una celebración litúrgica, tras lo cual, los propios fieles lo detuvieron y lo enviaron al mismo Calvino, quien organizó un juicio contra él calcando los procedimientos de la Inquisición romanista, con las consecuencias ya por todos sabidas, y que tiene el dudoso honor de ser el único caso de un disidente abrasado por los católicos en efigie, pero por los evangélicos en figura real. Cuando aterrizo en este vergonzoso desenlace, me pregunto: ¿ en qué habrá estando Calvino cuando veía a su hermano consumirse por las llamas? De seguro, el papa no le iba a quitar la bula condenatoria de encima, porque al fin y al cabo se trataba de la ofrenda de un hereje. ¿ Habrá creído, entonces, que Dios lo iba a acoger, porque incineró a un heterodoxo incorregible, y sin necesidad de formar parte de una estructura decadente y empecatada, como entonces ya era la iglesia católica? Mírame, Señor, que yo también puedo matar a los que tergiversan tu mensaje, y sin recurrir a santos ni a íconos. No soy como ellos: soy mejor que ellos porque te alabo de la manera correcta.

De más está decir, que el Señor debió haberle contestado de una manera distinta, aunque Calvino haya seguido escuchando, o queriendo escuchar, otra cosa. Agredir físicamente al más débil o a quien está bajo nuestra autoridad es un grave pecado y el que lo comete, desde luego, debe rendir cuentas. Si Servet defendía doctrinas reñidas con el cristianismo verdadero, como el arrianismo, lo que correspondía era guiarlo por la auténtica senda, jamás evitar que tome la que mejor le parezca. Si persistió en su error, era un asunto de él con Dios: sus hermanos ya habían cumplido la tarea. La única consecuencia de este asqueroso proceso, fue que en Europa se empezó a mirar a los evangélicos como unos católicos sin imágenes religiosas: o sea, parecidos y hasta idénticos en todo lo demás. Con eso se truncó la reputación de la Reforma, como un movimiento que traería aires de democracia a las estancadas sociedades de aquellos años. De aquí para adelante, el cristianismo volvería a ser considerado por los círculos intelectuales como una superstición oscura y sólo apta para fanáticos, estigma del que no ha podido zafarse hasta el día de hoy.

domingo, 4 de octubre de 2009

Thomas Müntzer y los Hermanos Masacrados

Ahora que ha comenzado octubre, mes de la hispanidad y de la gloriosa Reforma a partes iguales, no está de más analizar un suceso oneroso acaecido en Alemania el 15 de mayo de 1525, y en el cual el propio Martín Lutero está involucrado. Se trata de la matanza de los campesinos liderados por Thomas Müntzer, un predicador que, como tantos otros en las tierras germanas, se entusiasmó con las ideas libertarias expresadas en las noventicinco tesis, y la opción, a todas luces viable, de alabar a Dios sin que un papa o un sacerdote imponga un determinado ritual. No obstante, este hermano, de confesión anabaptista, osó llegar mucho más allá y se unió a un levantamiento popular que exigía un trato digno de parte de los terratenientes y señores, de acuerdo con el mensaje caritativo impulsado por el mismo Jesús y, rectificado, en la teoría del Estado protector, por el apóstol Pablo.

Cuando los campesinos iniciaron su revuelta, allá por 1524, los príncipes del Sacro Imperio -autónimo de Alemania hasta el siglo XVIII- estaban indecisos sobre cómo responder. Varios eran partidarios de una represión militar, pero una minoría estaba a favor de instaurar una instancia de diálogo. Finalmente, Lutero contribuyó de manera decisiva a inclinar la balanza en favor de la primera opción, en una carta a los archiduques titulada " Contra los Campesinos Asesinos y Saqueadores" donde aconsejaba su total exterminio. Dicho y hecho: por su principio de que la religión de los nobles debía ser la del pueblo, en los círculos cortesanos el monje agustino gozaba de una alta estima, incluso entre quienes permanecían leales a Roma. Con sus declaraciones, consiguió unir a los regentes de ambos credo contra un enemigo común: los modestos y desarmados siervos rurales, que sólo reclamaban lo que la propia Biblia afirma que le pertenece al obrero. Y sucedió lo que era de esperar: en la batalla de Frankenhausen, acontecida en la fecha anotada en el primer párrafo, seis mil sublevados murieron. Müntzer fue capturado y, tras insufribles torturas, decapitado el 27 de mayo del mismo 1525.

En las iglesias, se suele presentar, para estas fechas, una película biográfica sobre la vida de Lutero, que incluye esta determinación. El iniciador de la Reforma es mostrado con una expresión de resignación y conmiseración hacia quienes mandó destruir, consolándose en el discutible argumento de que todo lo obrado era necesario. Personalmente, siempre he sido muy escéptico, en especial cuando a alguien se lo quiere mitificar. Pero leyendo el mensaje antes citado que le escribió a los príncipes, la verdad es que resulta muy difícil aceptar que Lutero tuvo una actitud de caballerosidad espiritual con los caídos. En la misiva hay un notorio desprecio hacia estos campesinos humildes a los cuales achaca toda clase de crímenes, muy similar a quienes han ordenado otras matanzas obreras masivas a lo largo de la historia. Además, si su compasión era sincera, su labor -y esto es un mandato que las Escrituras prescriben para todo cristiano- entonces debió haber sido la de mediador, de pacificador, si nos ceñimos a los términos de las bienaventuranzas. En consecuencia, lo que le correspondía, como cabeza espiritual, era evitar la masacre, no alentar su ejecución. Y lo peor es que, cuando en los templos se menciona este horroroso hecho ( casi siempre, por lo demás, de pasada y a la ligera), se lo califica como un mero gaje del oficio, generado por culpa de unos empleados que, de seguro debido a su falta de educación, tenían una irremediable dureza de cerviz.

Cuando se menciona el sufrimiento de los reformados que debieron aguantar las represalias de la iglesia católica, como contrapartida se dice que, si bien del lado evangélico ocurrieron crímenes, estos fueron focalizados, hacia no más de diez personas, por lo general intelectuales o gobernantes que querían mantener el romanismo por la fuerza aunque todo el pueblo opinase lo contrario. No es así. También de esta vereda se alentaron los genocidios, como los Oliver Cromnwell sobre los católicos de Irlanda, por ejemplo. Pero lo más vergozoso, es que muchos de estos actos deleznables fueron cometidos contra los mismos reformados, cuando formaban parte de una facción autónoma, que pese a ello no guardaba ninguna diferencia doctrinal. Eran como las denominaciones de la actualidad. Y sin embargo, los que tenían las armas de su parte no dudaron en emplearlas contra quienes deseaban ser tan libres como ellos, para más tarde, congraciarse con los inquisidores. Dividir la cas, pecar contra el propio cuerpo, parecía ser la consigna. Casos hubo muchos y uno de los más graves fue éste, donde seis mil cristianos de verdad fueron abatidos a instancias de un hermano de fe, el que supuestamente, los debía guiar por la senda del amor.

domingo, 27 de septiembre de 2009

La Hazaña de Casiodoro

Cuando empiezo a escribir este artículo, en casi todo el mundo es o ya ha sido 29 de septiembre. Una de las mayores efemérides tanto para el mundo cristiano como aquel que se relaciona con la lingüística hispana. En un día como éste, pero en 1569, Casiodoro de Reina publicó en la ciudad suiza de Basilea la primera versión completa en español de las Sagradas Escrituras. La Biblia del Oso, con el paso del tiempo, Reina-Valera ( debido a la revisión que Cipriano de Valera dio a imprenta en 1602), es hoy reconocida con justicia, como uno de los aportes monumentales al enriquecimiento de la lengua castellana, en un momento clave para su expansión, aparecida, además, treinta y seis años antes que la primera parte del Quijote, lo cual aumenta de modo superlativo su importancia. Y desde luego, para quienes hablamos este maravilloso idioma, fue el primer gran hito a la hora de acceder al mensaje de salvación.

Pero, ¿ quién fue Casiodoro de Reina? En términos generales, un monje de la orden de San Jerónimo ( bautizada así en honor a Jerónimo de Estridón, el autor de la Vulgata), notable escritor y traductor, nacido sólo tres años después que Lutero clavara sus noventicinco tesis en la abadía alemana. Muy pronto simpatizó con la Reforma y, en una muestra de consecuencia, empezó distribuir el Nuevo Testamento vertido por Juan Pérez de Pineda, un reformado algo anterior a él. Debido a esto, se ganó la ira de la Inquisición, por lo cual debió emigrar a Ginebra, ciudad que ya era gobernada por Juan Calvino. Pero allí no encontró la paz ni la armonía que se espera rija entre los hermanos, pues el francés había instaurado un tribunal eclesiástico cuyos procedimientos y sanciones eran similares a los del oneroso Santo Oficio católico. En él, finalmente, cayó su amigo y compatriota Miguel Servet, quien, efectivamente, había manifestado algunas aprehensiones respecto del dogma de la Trinidad; pero que finalmente fue condenado por defender la teoría de la circulación de la sangre. Cuando las llamas de la hoguera hereje abrasaron a su coterráneo, de seguro le retrotrajo a su memoria los idénticos horrores que presenció en su natal España, en ese caso, de la mano del romanismo. Y lo más probable, es que de inmediato se haya dado cuenta, con pavoroso estupor, que a fin de cuentas el crimen era el mismo, sólo que no reconocido por el Papado. La solución fue simple: abandonar esa nueva Roma y dirigirse a Frankfurt, donde sí podía cumplirse la promesa de este movimiento: libertad de conciencia y la opción de alabar a Dios sin trabas que en última instancia sólo distraían del real propósito.

Ya en la ciudad germana, Casiodoro se dedicó a escribir y fue así como dio a conocer un libro donde detallaba minuciosamente las atrocidades de la Inquisición española, que sirvió para que muchos gobernantes europeos se informaran sobre lo que ocurría en el que era entonces el más vasto imperio global. Poco después, inició la colosal obra que motiva este artículo, la cual acabó, ya está dicho, en 1569. Salvo un periplo en Amberes, Reina residió en Frankfut hasta su muerte, ocurrida el 15 de marzo de 1594, poco después de ser nombrado pastor auxiliar en una congregación. Previo a su fallecimiento, había publicado algunos tratados de teología, además de un estatuto para ir en ayuda de los más pobres.

Hoy, cuando las prensas editan innumerables ejemplares de esa seminal Biblia ( que ha tenido varias revisiones más, pero que igualmente ha mantenido incólume su esencia), y hasta es posible hallarla en más de una dirección de internet, al menos cada 29 de septiembre, recordamos con gran afecto a este monje que debió huir de dos regímenes para lograr transmitir el mensaje salvífico a los hispanohablantes. Uno de ellos, administrado por otro personaje importante en esta saga, aunque en más de una ocasión cometió actos deleznables. Algo que resulta de igual significación al momento de revisar la historia y de demostrar admiración cada vez que se abre una copia de las Sagradas Escrituras emitida por las Sociedades Bíblicas Unidas. Para aceptar que los héroes, incluso en los asuntos de Cristo, sufren humillación, también de sus propios pares.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Mucho Más Que un Informe

El informe publicado en 1969 por John Rockefeller III, acerca de la situación social en América Latina, ha sido motivo de controversia desde sus orígenes. Primero, porque supuestamente fue elaborado por asesores del conservador presidente norteamericano Richard Nixon, quien, recién asumido en su cargo, se encontró conque el subcontinente era víctima de una creciente oleada de sublevaciones y demandas que afectaban de modo directo los intereses de su país, pero en especial, a los magnates que financiaron su candidatura. En la mencionada investigación, se hacía hincapié en que uno de los factores que podían estar alentando estas rebeliones, era la iglesia católica, importante y tradicional punto de cohesión de las pobladas al sur del Río Bravo, y que en las décadas más recientes, había tomado una posición crítica respecto de los gobiernos de la región, así como de las clases altas, que en muchos casos, contribuían decisivamente en su sustento económico. La recomendación, al menos en este punto, de los redactores, era incentivar la penetración masiva de misioneros y evangélicos conservadores -léase reaccionarios- que con un mensaje simple captaran adeptos a sus filas y así dejaran de formar parte de movimientos disidentes. Los mismos pastores y hermanos que cada domingo vemos predicar con denuedo en las calles y caminos de nuestras naciones, soportando la adversidad climática y los ataques de los sacerdotes y laicos lacayos que ven en sus rostros la imagen del demonio.

Y es que, desde la emisión del bullado informe, el papismo ha encontrado un nuevo subterfugio para llevar a cabo su agresiva e histórica intolerancia, en un subcontinente donde, además, ese comportamiento, al menos en determinadas zonas, ha pasado a formar parte de la cultura. Podía dejarse de lado eso de "la herejía maligna", que finalmente era un término más teológico, que muy pocos por estos pagos entendían. También, se evitaba el concepto de "sectas destructivas" - o su variante academicista: "sectas protestantes"-, lo cual permitía solapar hasta cierto punto el lenguaje; aunque los curas no siempre suelen ser reservados y de tarde en tarde emplean tal vocablo. Ahora había un hecho: un papel encima de la mesa para debatir y ganar, aunque no se presentara ninguna otra clase de argumentos. Nadie tomaba en cuenta -nadie del catolicismo romano, se entiende, porque no les convenía- que los evangélicos existen desde mucho antes de 1969, cuestión igual de válida para grupos afines, como los jehovistas, los adventistas o los mormones. Y en muchos países, ya mostraban una consolidación popular y una masificación galopante. Además, varias iglesias ya habían formado parte de reivindicaciones sociales, en algunos casos, con consecuencias trágicas para los involucrados; pero en otros, con envidiable éxito. Por cierto, si bien existían muchos predicadores europeos, también se contaba con un buen número de estadounidenses, la mayoría, del mismo tronco supuestamente reaccionario del que se desprendieron quienes llegaron a partir de 1970.

¿ Por qué, pese a toda esta amalgama de supuestas evidencias, los evangélicos siguen creciendo? La respuesta es simple: porque le han dado una esperanza a los pobres latinoamericanos, eternas víctimas de la opresión de sacerdotes y terratenientes que, no lo olvidemos, son también importantes feligreses. Es cierto: muchos misioneros no aprecian los movimientos reivindicativos e insisten en el cambio propio antes que el social, el que en varias ocasiones no es necesario y ni siquiera pertinente. Y esa conducta se ha traspasado a los conversos, gracias al carisma de quien les comunicó el mensaje. Pero lo que recibieron fueron conceptos prácticos para salir del marasmo, una pequeña cantidad de herramientas para hacerlo -que al fin y al cabo, es mejor que nada- y una mano solidaria, la de los líderes espirituales, que en el instante de la peor adversidad siempre se encontraba allí. Elementos ausentes en la otra vereda, donde la tímida y ambigua teología de la liberación no pasó de ser un objeto de discusión universitaria para unos cuantos centenares de elegidos, todos estudiantes de centros católicos exclusivos desde la enseñanza elemental a la superior. Y con todo, sus defensores sucumbieron ante el cúmulo de sanciones irreflexivas que les llovieron desde el Vaticano, para quien, al parecer, Dios no es amor ni perdona al pecador.

Si el informe Rockefeller recomendaba en uno de sus capítulos llenar América Latina de pentecostales para que nadie se preguntara por las causas de su pobreza, claramente sus redactores se equivocaron. Y con ese error, demostraron el trato de patio trasero que Estados Unidos tiene para el subcontinente, una actitud -como todo lo que muestra afanes imperialistas- sólo posible debido a la ignorancia y el desconocimiento del otro. La misma forma de obrar de la iglesia católica, que en cinco siglos ha arrasado con las civilizaciones ancestrales para clavar la cruz papal, aún con rastros de sangre en su base. Al menos, los pastores y hermanos se dan el trabajo de conocer al prójimo, de ver realmente al hermano. Porque sólo así se puede llegar a ver a Dios.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El Imperialismo Religioso de España

En el artículo anterior, acotamos que uno de los argumentos más recurrentes de los curas latinoamericanos a la hora de atacar a las iglesias evangélicas coterráneas, es acusarlas de ser una consecuencia solapada del "imperialismo yanqui", que es como se le define a los múltiples intentos nocivos de la administración estadounidense para mantener bien sujetado a su patio trasero, y de esa forma satisfacer sus propios intereses. Los conversos al cristianismo reformado, según esta visión, serían una suerte de tontos útiles, que lejos de representar una muestra de la misericordia divina, resultarían de la aplicación de las sugerencias contenidas en el informe Rockefeller. Por ello, concluyen afirmando que el evangelismo hallable en esta parte del globo, es menos una muestra auténtica de fe que una simple alienación, no sólo por las ocultas y mezquinas intenciones descritas, sino también porque se trataría de imponer una cultura y una concepción de la vida y el entorno absolutamente foráneas, sin conexión alguna con la realidad geográfica e histórica de América Latina.

No es necesario agregar que, según ellos, la vereda de enfrente, es decir los atributos de autenticidad, los representa exclusivamente el catolicismo. Mejor dicho, su supuesta variante latinoamericana, concepto que más bien huele a eslogan publicitario y que no despierta ninguna credibilidad, ni siquiera en sus defensores más acérrimos, ya que es bien sabido que el romanismo siempre se ha presentado como un movimiento de decisiones unívocas emanadas desde la infalibilidad papal, que por extensión, se debe entender a su vez como infalibilidad eclesiástica. Es cierto que en el subcontinente se dan ciertas expresiones, como las fiestas religiosas populares, que pueden presentarse como pruebas serias al momento de comprobar la tesis; pero tales celebraciones se consideran manifestaciones culturales antes que demostraciones genuinas y ortodoxas del espíritu: de hecho, hay sacerdotes y teólogos que, a la hora de abordar este tema, prefieren hablar de religión popular y no de religiosidad popular, que es el término de uso más frecuente. Por otra parte, también se puede contrargumentar recordando que la iglesia católica no es parte del folclor ancestral lationamericano, ya que fue impuesta a espada por los conquistadores.

Pero en fin. No es del saqueo histórico de españoles y portugueses, amparado por Roma, de lo que deseo discutir en este artículo, pues ese tema daría para un ensayo bastante más extenso y es probable que se reiteren acotaciones señaladas un número incontable de veces. Lo que busco anotar aquí, es que, mientras los curas se lavan la boca con esto del imperialismo yanqui, durante todo el siglo XX y en paralelo a esos supuestos sucesos, ellos han alentado una suerte de imperialismo ibérico. Esta situación queda demostrada al observar la inmensa cantidad de clérigos traído a América Latina desde España, algunos de los cuales han definido de manera categórica el pensamiento de los feligreses. Varios de ellos, trasladados luego de descubrírseles un caso de pedofilia o una relación impropia con una mujer -que a veces, suelen causar mayor escándalo en los círculos eclesiásticos- y que por estos lares acaban participando de comunidades de base, convirtiéndose en curas obreros e incluso formando parte de grupos insurgentes. Estos casos aumentaron exponencialmente desde 1939, cuando Francisco Franco se hace con el poder en la península, con lo cual los ordenados debieron empezar a considerar una nueva posibilidad de pecado: la disidencia ideológica. Y si bien es cierto que muchos sacerdotes fueron exiliados por criticar al régimen, todos habían sido formados en los mismos seminarios que sus pares más conformistas, por lo que al final habían aprendido el mismo modo de procedimiento. Cabe señalar, además, que esa dictadura fortaleció los lazos entre España y América Latina, como una reminiscencia irredentista por el antiguo imperio colonial hispánico. Y este acercamiento se realizó mediante mecanismos que eran del gusto del autoritario generalísmo, como la uniformidad de la lengua - por la década de 1950, la RAE definitivamente censuró las propuestas ortográficas de Andrés Bello y obligó mediante presiones diplomáticas a los países que aún las usaban, a dejar de hacerlo- y la penetración de la iglesia católica, lo cual, por ejemplo, redujo considerablemente la influencia que la masonería tenía en las administraciones de varios Estados.

No nos dejemos engañar. América Latina siempre ha sido un conejillo de indias para las propuestas externas, y éstas no son patrimonio de un credo a de una determinada civilización. Si hasta nuestros pueblos aborígenes eran oriundos del Asia o de la Polinesia. Y si como dicen algunos curas, la irrupción del evanagelismo es ante todo un logro de un estudio elaborado por un multimillonario tacaño y rastrero con los afanes expansionistas de su país: la verdad es que habrían caducado como le sucedió a las tiranías militares de la década de 1970. Por último, nadie es inmune a las ideas extranjeras, ni siquiera a las extranjerizantes; y examinarlas puede ser más beneficioso que reivindicar una supuesta autarquía que, al igual que como ocurre con las pandillas de neonazis, habla de respetar lo nacional vestida con casacas de cuero importadas y canciones hechas en un idioma que ni sus mayores apologistas entienden.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La Liberación Marginada

Cuando los sacerdotes y, en general, los católicos latinoamericanos quieren hostigar al pueblo evangélico con argumentos rebuscabos, y de ese modo aparentar una supuesta solemnidad académica, recurren a la manoseada monserga del imperialismo norteamericano, o, para colocarse a tono con el tenor de sus discursos, imperialismo yanqui. Sacan a colación el Informe Rockefeller, a partir del cual Estados Unidos habría fomentado el ingreso a su "patio trasero" de misioneros conservadores en todos los ámbitos -político, económico, social, cultural, moral-, como forma de desestabilizar los sistemas locales que no difunden una buena opinión de sus actuaciones y de sus consorcios. Como contraste, estos mismos curas y laicos romanistas presentan la autodenominada "teología de la liberación", un movimiento intelectual, aseguran ellos, que piensa el mensaje salvífico desde la realidad latinoamericana, abarcando, comprendiendo y procurando superar -que a fin de cuentas, de eso se trata la conversión- las escandalosas situaciones de pobreza y opresión aún vigentes en este lado del mundo, ocasionadas tanto por agentes internos como externos, y entre estos últimos, la odiosa sujeción a la influencia estadounidense. Justamente, lo contrario de lo que estarían buscando las comunidades evangélicas, debido no sólo a su procedencia, que en todo caso ya constituye un hecho determinante y absoluto; pero también, a causa de un discurso que repite las instrucciones de sus fundadores y no se inserta en los avatares diarios del subcontinente

Del Informe Rockefeller y las falsedades que se han tejido en torno a él, trataremos en un próximo encuentro. Por ahora, nos abocaremos a deglosar las expectativas que al menos un sector de católicos latinoamericanos
se han creado en torno a la teología de la liberación, tanto en su parte teórica como en sus consecuencias prácticas más plausibles, cuales son los curas obreros y la llamada opción por los pobres. En primer lugar, es importante señalar que no existe ningún teórico ni defensor de esta corriente de pensamiento que no haya sido sancionado por el Vaticano. Y sus máximos exponentes, hasta hoy son víctimas de la excomunión. Y desde la década de 1960, época en que florecieron estas tesis, hasta la actualidad, los papas han mantenido las condenas. No sólo contra los teóricos en particular, sino también contra el paradigma en general. Luego, cabe recordar que una sentencia pontificial es verdad revelada y por su intermedio dogma de fe para toda la iglesia católica aunque el resto de sus miembros opine lo contrario. En resumidas cuentas, la teología de marras está proscrita y acto seguido no forma parte del catolicismo, sino que es una religión distinta. Que al provenir desde el mismo seno del cristianismo, en este caso entendido como la congregación con sede en Roma, debe ser catalogado de herejía. Un pecado cuya gravedad se hace visible en las mencionadas excomuniones.

Sin embargo, los obispos se relamen los bigotes mostrando a la teología de la liberación como un logro del catolicismo latinoamericano y por ende, como un aporte de dicha subdivisión a la iglesia romana en general. No sé si por "catolicismo latinoamericano", entenderán algo distinto al rito religioso tradicional, con características propias pero que aún así reconoce incondicionalmente la autoridad del papa, como de hecho sucede con algunas comunidades de Armenia o Etiopía. Lo esencial a acotar aquí, es que excomulgar es en sentido etimológico e incluso teológico, sinónimo de exorcizar. Cuando el romanismo aplica tal medida, expulsa de su cuerpo los supuestos demonios que le están causando daño. O en su defecto, a quienes actúan aparentemente impulsados por fuerzas diabólicas. Enseguida, cae de cajón que ningún feligrés puede valerse de un endemoniado empedernido, ni de lo que opina bajo tal estado de intemperancia, para defender el mensaje salvífico, siquiera para atacar a un enemigo tanto o más diabólico. Finalmente, los cardenales y sacerdotes varios de este lado de América, que se valgan de elementos réprobos para guiar a las almas, deben rendir cuentas so posibilidad de que caigan de cabeza en el infierno, ahora o en la resurrección.

Personalmente, me parece que la teología de la liberación no atenta contra los valores esenciales del cristianismo. No pretende inventar un nuevo evangelio para determinado sector geográfico o racial, como sucede con el Islam o el rastafari; sino corregir a ciertos elementos nocivos a los cuales el propio Jesús se enfrentaría. Además, es necesario acotar que no es un movimiento de aparición espontánea, ya que deriva de la teología de los evangélicos negros estadounidenses, que a su vez, proviene de la teología social nórdica del siglo XIX, también de origen evangélico. A lo que sí se contrapone este paradigma, es a la estructura organizacional de la iglesia católica, por muchos factores y que van más allá del simple hecho de parecerse a otras confesiones cristianas. Por eso es que se le combatió con tanta energía desde el Vaticano, como antes se había hecho con la Reforma o la ortodoxia oriental. Porque dio a conocer errores y horrores del papismo que se vienen repitiendo a través de la historia, ya que conforman su núcleo ideológico. Y la persecusión nunca la han padecido, por ejemplo, y ya que los citamos, los islamistas o los muchachos del regay.

domingo, 30 de agosto de 2009

Los Falsos Angelitos

Hace unos días, se conmemoró el primer aniversario del accidente en la ruta Arica-Putre, donde nueve adolescentes, todas alumnas del Cumbres, el exclusivo colegio dependiente de los Legionarios de Cristo, fallecieran tras desbarrancarse el ómnibus que las traía de regreso de una gira de estudios, eufemismo conque los establecimientos de pago suelen nombrar a esos viajes a sitios remotos y distantes que sólo personas con un determinado ingreso social pueden hacer, y en los cuales, de más está decirlo, se va a cualquier cosa menos a llevar a cabo un proceso de aprendizaje. Por cierto, el recordatorio fue suntuoso, como corresponde a una instancia vinculada al catolicismo y la alta sociedad, que se debe diferenciar del resto de los ciudadanos incluso al momento de enfrentar la muerte: se inauguró un monumento en honor a los "angelitos", enclavado a un costado de la curva fatal. Para que todos quienes visiten a futuro el lago Chungará o empleen ese camino para cruzar hacia Bolivia, se den cuenta del tipo de occisos que se están remembrando. Y para que cualquier sujeto pedestre, aunque nunca tenga acceso a ese estilo de vida, forzosamente sepa que los ricos y papistas también lloran; y que producto de esas dos condiciones, tienen acceso a mejores bendiciones y privilegios: entre otras, obligar a que el resto del mundo se haga parte de sus sufrimientos.

Y a propósito que el término "angelitos" -en su versión básica e infantil propia del catolicismo medio, que está presente en todos los estratos sociales- fue mencionado, podríamos analizar algunas opiniones de los deudos de las niñas y contrastarlas con los dogmas papistas, que, producto de la relación de verticalidad propia de esta iglesia, deben ser aceptados sin chistar por curas y laicos. Para empezar, ninguna congregación cristiana admite que los fenecidos se convierten en serafines o querubines como premio a su bondad, ya que una cosa son esas creaturas y otra muy distinta son los humanos. De hecho, tales ideas provienen del animismo y de algunas de sus variantes, como el espiritismo. En la teología católica, existe la veneración a los santos porque se supone que pueden interceder por los vivos, en lo que constituye una interpretación de los capítulos 8 y 9 de la segunda carta a los Corintios. Pero los así denominados siguen siendo hombres. Y atención, porque su muerte física no significa el pase inmediato al cielo. Pues según el romanismo, las almas de los fallecidos llegan todas a un mismo destino: el purgatorio, lugar intermedio entre el infierno y el paraíso, y, según corresponda, antesala para uno o para otro. Si desean salir de allí, deben entonces ejecutar las obras de ayuda por sus similares que aún se encuentran en la tierra. Y si alguna tiene un carácter espectacular -comúnmente denominado "milagro"-, entonces el papa, gracias a facultades otorgadas, declarará beato o santo al benefactor, con lo que ahora sí se ganará el boleto que le permitirá disfrutar en plenitud del más allá. ¿ Que son escasos los devotos que ostentan estos títulos? No se preocupe: queda la resurrección, donde serán salvos los más descuidados y remolones.

Y si escudriñamos las noticias, nos enteraremos a poco andar que ninguna de estas muchachas ha sido galardonada con tales calificativos. En conclusión, se hallan en el purgatorio, compartiendo estancia con Hitler, Ted Bundy y Marcial Maciel ( el papa también puede declarar a alguien como réprobo, con lo cual lo envía al infierno). Menos aún, cobijan a sus familiares desde las alturas en condición de ángeles. Pero los padres siguen repitiendo que ganaron un ser incorpóreo encima de las nubes, casi del mismo modo, como cuando presumen de sus propiedades y su cuenta bancaria ante sus amigos. Y lo curioso, es que el arzobispo, así como varios obispos intermedios, y curas rasos que pertenecen tanto a los Legionarios como a otras órdenes, les llevan un inefable amén en todas las declaraciones seudo teológicas que emiten en la prensa. Los mismos sacerdotes que, cuando un evangélico proclama que un recién fallecido está gozando de la presencia del Señor, le lanzan toda la artillería inquisitoria encima acusándolo de blasfemo, hereje, y, para resumir ambas palabras y hacerse más entendibles al público común, de estúpido ignorante. Parece ser que cuando un devoto tiene mucho dinero, el que además suele emplear para alimentar a los curas y construir capillas y erigir monumentos, puede, en retribución, disfrutar incluso de ciertas concesiones doctrinales. El problema es que el postulado ortodoxo continúa ahí, no sólo en el cristianismo en general -lo cual ya debiera ser un motivo para enmendar la conducta-, sino también en las encíclicas papales y las constituciones de los concilios. Como verdad revelada; ergo, divina. Y ya sabemos lo que pasa con quienes no la obedecen o intentan mutilarla.

No faltará el que diga que se trata de personas que están padeciendo un dolor, y que, por muy acaudalados que sean, lo que se precisa es consolarlos y permitir que evacúen todo sin formularles objeciones. Pero cuando, en otros aspectos, y con representantes de un estamento social distinto, se dan estas situaciones, los curas no trepidan en sacar el rosario de bolsillo -porque jamás muestran la Biblia-, y a veces ya no condenan: simplemente insultan. En cuántas ocasiones nos hemos debido tragar sus palabrotas llenas de convicción en temas como el aborto o la anticoncepción, escupidas con una insufrible prepotencia sobre nuestros rostros. Contra la mujer violada que decide abortar bajo las indecorosas condiciones que ofrece la ilegalidad, y que acto seguido va a la cárcel por ello, no hay la misma misericordia ni una palabra de aliento. Es más: hasta en el deceso de un miembro del pueblo llano, el oficiante de la misa se encarga de recalcar que el finado tendrá ahora una mejor oportunidad de acercarse al cielo, pero no señala que ya está en él. Las autoridades eclesiásticas sobreprotegen a sus hijos, al vez que reniegan de Dios.