domingo, 27 de octubre de 2013

El Satánico Señorito Potter

La abulia que provoca la insistencia de parte de hermanos, pastores y líderes en general, en acusar de satanismo a la saga de Harry Potter, está ya a un paso de transformarse en vergüenza. En especial, porque se hacen eco de un rumor salido de nadie sabe dónde, pero que fue oído por primera vez de boca de un ministro, quien también desconocía la fuente original, antecedentes que lo tornan apto para ser considerado como verdad revelada, proveniente de una iluminación -ni siquiera inspiración- divina. Que además, es respaldado por declaraciones de Joseph Ratzinger, el renunciado papa Benedicto XVI, quien en un momento de su pontificado advirtió acerca de las incitaciones a la brujería que contenía la serial de libros. Y si alguien que en los círculos evangélicos es tachado de apóstata o falso cristiano, finalmente reconoce una denuncia formulada por sus adversarios religiosos, entonces contribuye a reforzar la vehemencia y la terquedad de éstos.

¿Qué lleva a ciertos hermanos a olvidar la difusión del mensaje de salvación y concentrarse en un escándalo sensacionalista, que contiene más superchería que la que en teoría exhibe el libelo que tanto se esmeran en señalar? Lo que ellos arguyen es que los textos de Harry Potter tratan con liviandad o peor aún elogian la hechicería, principalmente debido a su trama. Un ensalzamiento que es absorbido por los niños, puesto que se trata de libros enfocados a un público infantil. Sin embargo, es preciso indicar que toda la literatura fantástica implica dosis de magia, al menos en el sentido más amplio del término. La impresión que da es que los detractores de esta saga están conscientes de tal factor, y le hincan el diente bajo la convicción de que los acontecimientos sobrenaturales, aunque estén supeditados a un relato que todos, hasta los más pequeños, sabemos que es ficticio, no pueden ser aprobados si ya se conoce o intuye que no vienen de Dios. Por lo cual este rechazo en particular forma parte de un conjunto donde caben, entre otras expresiones, el cine de género o la pintura vanguardista. No obstante, un buen número de estos reprobadores es capaz de emitir opiniones positivas de otras novelas de igual tenor, por ejemplo, "Las Crónicas de Narnia", debido de modo casi exclusivo a que su autor era un ferviente -y honesto- cristiano reformado. Pero ocurre que ahí también hay una bruja mientras que el león héroe de la narración -que sería una representación alegórica de Jesucristo- se refiere a una "magia antigua" que termina derrotando al mal.

Tal vez el asunto se pueda explicar de otra manera. La mayoría de estos pastores quizá pretendan conseguir protagonismo o llamar la atención recurriendo a uno de los artilugios más conocidos para aquello, y que se ha tornado muy frecuente en las últimas décadas como consecuencia del auge de las comunicaciones. Dicha estratagema consiste en colgarse como una rémora de un éxito coyuntural que por el momento está atrapando una gran cantidad de miradas. Sucedió en el pasado con la música rock, contra la cual varios antecesores de estos hermanos organizaban mítines y solicitaban espacios en la radio y la televisión con el afán de prevenir a la multitud acerca de una música que pervertía los valores tradicionales, incitaba al desenfreno y la rebelión y por supuesto le rendía culto a Satanás. Hoy, cuando ese estilo es más recordado como un clásico, pero sin la fama ni la popularidad de antes, sus eventuales detractores también han tendido a abandonarlo, aunque más de alguno mantendrá la idea de que las fuerzas celestiales han triunfado. Con la saga de Harry Potter debe acontecer lo mismo, y de seguro que quienes despotrican contra ella sienten que están cumpliendo una suerte de misión sagrada, recompensada en el hecho de que han captado los micrófonos y se han dado a conocer entre la gente. Lo que es obviamente patético, y no porque entre los incrédulos estas acciones generen burlas y chistes. Además de que en toda esta parafernalia montada por quienes están llamados a efectuar otras cosas, hay importantes granos de envidia, algo que no es una virtud de cristianos precisamente. Y no salgan respondiendo que intentan sacar a un personaje inaceptable para que el público al fin logre observar al auténtico Dios, porque detrás del hechicerito de anteojos redondos sólo se hallan ustedes, malas copias de Lord Voldemort.

De acuerdo con la crítica literaria, parece ser que los primeros tomos de la saga son aceptables desde el punto de vista artístico, mientras que la segunda mitad de ellos sólo se dedica a repetir los tópicos. Ha sido suficiente para que su autora (una mujer, algo que tal vez enfurece todavía más a sus detractores, quienes en su mayoría han sido formados en un ambiente conservador a ultranza donde la voz femenina tiene que estar sujeta a los dictámenes de su padre o de su marido) se empape de dinero. Y para que determinados predicadores quieran lo suyo, argumentando que las cosas del Señor no pueden ser tapadas por una sarta de novelones cada quien más cercano al infierno. El problema es que si su fuerza no es suficiente para detener al carruaje, al final acabarán siendo arrastrados a ese lugar. Por ello, lo más saludable es soltar ese carro, que sólo provoca lesiones producto del roce con el suelo, y empezar a hablar de quien corresponde, quien es Jesucristo, superior a todos los magos.

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