domingo, 7 de julio de 2013

El Virus de Baal en La Tirana

El brote de gripe aviar -ese virus de origen asiático que es capaz de matar a seis de cada diez infortunados que lo contraen- registrado en la región de Tarapacá, ha provocado la movilización de las autoridades sanitarias, que ya están empezando a distribuir vacunas entre la población. Reacción que algunos consideran tardía, pues en un par de semanas ya se han documentado doce fallecimientos a causa de esta enfermedad. Y que al parecer, está motivada por la reciente celebración de La Tirana, la fiesta mariana que cada dieciséis de julio se conmemora en la zona, atrayendo un invaluable flujo de turistas algunos incluso provenientes del extranjero, que no sólo arriban con el propósito de extender o pagar mandas, sino además de gozar de los placeres mundanos que caracterizan a cualquier carnaval, cuente o no con la venia eclesiástica. Al menos el plan de contingencia fue diseñado con la finalidad de evitar la temida suspensión de las actividades, decisión que habría afectado no sólo a los comerciantes menores y medianos, sino de modo especial al mercader mayor, que en este caso es la iglesia católica.

Ya sería una majadería tediosa preguntar si existe un real sentido espiritual cristiano en el marco de una festividad que, producto del estado de animosidad del común de sus participantes y del objeto al cual se le rinde supuesto culto, le sirve a la institución patrocinadora básicamente como sustento económico y eficaz propaganda -que a la larga también implica réditos monetarios-. Tampoco es necesario detenerse en el relato legendario que justifica el mantenimiento de esta celebración, que poco y nada tiene, no ya de espiritual, sino siquiera de edificador (un mozuelo español que para asegurar una noche con una noble indígena que odia a los peninsulares por lo que éstos le hicieron a sus familiares, la trata de impresionar enseñándole los recovecos más excitantes del catolicismo). Al fin y al cabo, los propios representantes del romanismo hablan de una fusión entre tradiciones precolombinas y la costumbre occidental de adorar a la Virgen (que no María) a la que luego clasifican en un estamento aparte, al que denominan "religión popular". Sin embargo, igual cabe detenerse a reflexionar en esta situación de pánico, legítimo de todas formas, que ha generado un minúsculo virus -que los biólogos ni siquiera consideran un ser viviente-, al extremo de que los auto proclamados representantes del Señor en el planeta han optado por solicitar auxilio a la terrenal medicina ante la posibilidad cierta de experimentar una pérdida pecuniaria millonaria.

Porque resulta que todo el poder espiritual con que asegura contar la iglesia católica, al menos su división chilena, empero acaba resultando incapaz de contrarrestar a una entidad tan pequeña que resulta invisible al ojo humano. Como los marcianos que sucumben ante las bacterias en La Guerra de los Mundos. Pero de todas manera allí se trataba sólo de una cultura ajena cuya única característica extraordinaria era que poseían una muy avanzada tecnología, que igual se vio sobrepasada por el desconocimiento acerca de las condiciones biológicas del sitio que intentaban ocupar. Me refiero a que no dispensaban del poder absoluto dado por el más supremo de los seres, al contrario de lo que se ufanan los curas al hablar de su institución. De acuerdo: durante las décadas el romanismo se ha deshecho en disculparse por inducir a errores de índole científica que acabaron en la condena de prominentes pensadores (Wojtyla pidió perdón por el trato dado en su momento a Galileo) y el Vaticano hasta ha llegado a aceptar teorías que en muchos círculos cristianos se consideran aberrantes, como la evolución de Darwin. Continúan oponiéndose de manera contumaz al uso de anticonceptivos, una resistencia que por sí sola transforma en una contradicción este inusual descanso en los médicos. No obstante queda flotando una pregunta en el aire a modo de desafío: ¿cómo es posible que la fiesta religiosa y por ende espiritual más importante del país, donde se supone la multitudinaria congregación de almas debiera aumentar los grados de presencia divina, empero debe ser custodiada por un cordón especial de seguridad sanitaria?

Lo más probable es que los sacerdotes católicos teman terminar en la misma vergüenza que experimentaron sus similares de Baal delante del profeta Elías y todo el antiguo pueblo de Israel. Con ello, quedaría constatado lo señalado al inicio del segundo párrafo respecto a la dinámica interna de la fiesta de La Tirana. Lástima que haya que pensar en la salud de los ingenuos penitentes y que el gobierno chileno en teoría sea laico. Aunque la movilización del aparato público tiene su punto positivo, ya que los gastos no los asume la iglesia católica que además sigue obteniendo suculentas utilidades.

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