domingo, 30 de enero de 2011

Egipto o La Rebelión Sin Religión

Si existe una característica común entre los gobiernos de países árabes y musulmanes como Túnez, Egipto, Marruecos, Jordania o el Líbano, es que todos están encabezados por mandatarios que, o llevan mucho tiempo atornillados en el poder, o en el mejor de los casos no se hacen a la idea de dejarlo. Y para mantener una soberanía que no se asemeja a una democracia, pese a todos los disfraces con que sus responsables la intentan vestir, recurren a los mecanismos de siempre: una violenta represión que descansa en una abultada y a la vez eficiente policía política, que incluye desde informantes inmersos en la población civil, hasta un número jamás determinado, pero que se supone alto, de cárceles clandestinas a donde los sospechosos son arrastrados sin juicio previo, y ya encerrados en esos recintos, torturados y abusados con la más absoluta impunidad por parte de sus captores.

Sin embargo, tales factores no explican por sí solos cosas tan anómalas para la mentalidad occidental, como que el presidente egipcio sea el mismo durante tres décadas, llegando a desafiar una época como la actual, donde estas situaciones obligan a las grandes potencias a ejercer su labor de guardia moral internacional sobre naciones menos "civilizadas". Tampoco lo es el hecho que nos enfrentemos a Estados tercermundistas y subdesarrollados (sin ir más lejos, Paraguay y España, en fechas recientes, soportaron dictaduras militares por más de treinticinco años, y en ambos casos, regentadas de principio a fin por un solo hombre). Ni que en esta parte del globo la religión mayoritaria -en varios casos, la única posible- sea el islam, de quienes los no musulmanes solemos citar sólo su variante más intolerante y extremista, quizá porque tendemos a conformarnos con la información que nos ofrecen los medios masivos de comunicación. Muy por el contrario, la causa de tales aberraciones políticas está en los propios países que condenan dichas conductas y acto seguido se jactan de ser más desarrollados, también en términos de cultura social; y en la misma diplomacia a la que se suele acudir para frenar este tipo de atrocidades, ora mediante una forma de presión "pacífica" -bloqueo comercial, resoluciones perjudiciales en la ONU- o directamente a través de una operación bélica. Pues estas legislaturas de duración indefinida se ubican en zonas de importancia estratégica y por lo mismo sus dirigentes son proclives a aliarse con sus pares de Estados Unidos o Europa. Lo cual implica un paquete de exigencias ideológicas impuesto por las nuevas amistades, que en cualquier caso, apenas esconde las reales intenciones de carácter económico que tienen éstas.

En tal sentido, hay un elemento común que atraviesa a estos jerarcas, y es el hecho de que todos manifiestan un tendencia laica y secular -aunque no laicista y secularizante, que eso a la larga les puede significar el rechazo definitivo de su propio pueblo- frente a una masa que profesa el islamismo de manera unánime, religión que además no le hace asco a las posturas integristas y radicales. Y en un mundo jalonado por los terroristas suicidas, la presencia cada vez más pronunciada -y amenazante- de musulmanes en países occidentales, la intifada palestina, los atentados de Al Qaeda y otras organizaciones islámicas, y la teoría, bastante alarmista, maniquea y malintencionada, del choque de civilizaciones: ese aspecto es muy valorado, aunque acabe contradiciendo los principios de la democracia que tanto predican sus defensores. No es de extrañar, que en el hoy por hoy convulsionado Egipto, la oposición más estructurada al régimen de turno corra por cuenta de los Hermanos Musulmanes, entidad fundamentalista por donde las hay, si bien ellos han sido los grandes ausentes en la actual rebelión civil, que irrumpió de la mano de los estudiantes universitarios y las mutuales laborales. Y en las regiones adyacentes, los clérigos que representan a este credo cuentan con la más absoluta libertad cuando se trata de atacar a los escasos fieles de otras creencias, o incluso a los mismos correligionarios si no siguen las normas más estrictas descritas en el Corán o la charia -que en estos lugares, suele no ser oficial-; pero corren el riesgo de ser secuestrados y sometidos a apremios ilegítimos si critican a la administración pública. Sin ir más lejos, en el mismo Egipto, para la víspera de Navidad, una célula islamista atacó una iglesia copta -rama cristiana autónoma que data de los años del imperio romano- matando a varios fieles. Dicha disidencia, es el equivalente a lo que los ortodoxos rusos, los curas católicos polacos o los luteranos de la RDA llevaron a cabo contra los sistemas comunistas tras la cortina de hierro. O lo que oficinas eclesiásticas chilenas procedentes del romanismo, como la sobrevalorada Vicaría de la Solidaridad, hicieron contra la tiranía de Pinochet.

Es de esperar que estos alzamientos que parecen esparcirse por el Medio Oriente, no deriven en repúblicas islámicas integristas, como pasó en Irán (que con todos sus defectos, aún así puede exponer más muestras de democracia que estos países). O como lo que ahora está sucediendo en Irak, donde los radicales chiítas actualmente llenan los vacíos dejados por la dictadura de Saddam Hussein, que por cierto fue apoyado por Estados Unidos, debido a algunos planteamientos laicistas y de contención que propuso. Un temor bastante fundado, si se considera que las protestas son espontáneas, motivadas por hechos puntuales y comunes a estos eventos-el alza en el precio de los alimentos y los servicios básicos, el aumento del desempleo- y por su naturaleza no concluyen en el ascenso de un líder sobresaliente. Tampoco es deseable que todo decante en la segunda opción posible: que el cuestionado jerarca realice algunas modificaciones cosméticas pero que la esencia de su régimen se mantenga -como parece suceder en la misma tierra de los faraones, donde el presidente remplazó a todo el gabinete, pero no da indicios de dejar la adminstración-. Ya en Chile o en Europa del Este se han conocido malas experiencias, tanto por agradecerle a una iglesia determinada más de lo que se merece, como por buscar la superación de la extinta tiranía mediante el consenso. Ojalá -"lo que quiera Alá"- esto no termine siendo aprovechado por los fanáticos y oportunistas de costumbre.

domingo, 23 de enero de 2011

El Demonio Fuma

Parlamentarios izquierdistas ubicados dentro de la Concertación acaban de presentar un proyecto de ley con la finalidad de prohibir toda opción de fumar en los recintos cerrados, incluyendo restaurantes y locales nocturnos. Más que nada, buscan imitar el ejemplo de su símil español, el PSOE, que amparándose en los alarmistas de siempre, decidió aprobar esa medida tan drástica, sólo cuatro años después de sancionar una anterior iniciativa de tono aparentemente definitivo y conciliador, como era segregar estos establecimientos en áreas para fumadores y no fumadores, algo que también sucedió en Chile por esas mismas fechas. Aunque hoy, a diferencia de sus pares ibéricos, los socialdemócratas criollos se encuentran en la oposición, eso no reviste un mayor inconveniente, pues el gobierno conservador, o al menos su ministro de salud, resolvió respaldar la iniciativa, con lo cual los progresistas son coronados como un adversario constructivo proclive a las propuestas y no a las protestas, pues esto último sólo divide a la población e impide que el ejecutivo se preocupe de las "reales necesidades de la gente". Entonces, para no ser señalados como aguafiestas o molestosos, presentan una propuesta inédita en el territorio nacional, en vez de levantar la voz contra la paupérrima situación de los hospitales públicos, que va de mal en peor, en especial en las zonas afectadas por el terremoto del veintisiete de febrero de 2010, donde los nosocomios sufrieron graves daños, forzando la demolición de varios de ellos, que aún no tienen calendario de reconstrucción.

Parece que todo político que busca acomodarse en el sistema, requiere de una reserva moral que lo respalde, tanto para ascender como para después mantenerse. Y los socialdemócratas no constituyen una excepción. Más aún, su pliego de proscripciones es fácil de distinguir de otras listas porque presenta una serie de elementos originales y exclusivos: los chistes o comentarios sospechosos de sexismo o racismo, los eventos deportivos que intentan censurar porque implicarían maltrato animal -como sucede en la mencionada España con la tauromaquia, también resistida por colectivos de izquierda-, o la adicción al tabaco. El consumo de cigarrillos, además, ha sido alentado por una imagen publicitaria que lo asocia con el machismo el triunfo social en el sentido del capitalismo liberal estadounidense y posturas económicas, religiosas y morales de cuño conservador. Si consideramos que las mayores, o al menos más conocidas, tabacaleras del mundo surgieron en suelo norteamericano, justo en la época en que ese país empezaba a consolidarse como potencia internacional merced a sus victorias militares y la imposición, muchas veces forzada, de su despiadado e insensible modelo financiero, tenemos un cóctel explosivo que puede detonar en la cabeza caliente de cualquiera que alguna vez se haya manifestado en contra del imperialismo y en favor de los más desposeídos. Pero no en quienes han abrazados los ideales revolucionarios o siquiera reformistas con honestidad: después de todo, las fotografías de guerrilleros barbudos, melenudos o con amplios bigotes, o bien de los intelectuales que los secundan, con el pucho metido en la boca son abundantes y se puede asegurar que constituyen un rasgo identitario. Sino en los izquierdistas de güisqui, ropas costosas y reuniones en clubes exclusivos, que no se atreven a criticar en lo más mínimo el sistema monetario, aún en época de crisis, so pena de que sus nuevos amigos -a su vez hijos de los amigos de sus padres y antiguos compañeros de escuela- los califiquen de comunistas añejos e irracionales, además de negarles el saludo y expulsarlos de sus asociaciones.

En todos los rincones por donde han pasado estos socialdemócrtas, su huella se deja sentir. A la par que se muestran partidarios de la legalización del aborto, del matrimonio homosexual y de la eutanasia, o de combatir el sida con el uso del preservativo en lugar de "anacrónica" abstinencia, pretenden instaurar sus propias prohibiciones, que suelen afectar al control de plagas -por el mencionado asunto del maltrato animal- o a los fumadores. O de manera indirecta, a las personas vinculadas a los locales de esparcimiento, entre quienes se cuentan propietarios, trabajadores y también clientes y comensales. Como forma de demotrar que, al contrario de la inquisición, ellos se basan en supuestas verdades científicas, colocan sobre la mesa infomes que aseveran que el uso sostenido del tabaco provoca enfermedades tan dañinas como cáncer -que por su gravedad es equivalente al citado sida-, no sólo en quienes lo consumen, sino al entorno que lo rodea. Sin embargo, es preciso señalar que si bien los cigarrillos pueden ser la causa directa de tumores malignos en el organismo, la relación con el efecto no es absoluta, pues no todos los adictos, incluso entre los más compulsivos, desarrollan la enfermedad, mientras abstemios absolutos sí han incubado afecciones en la laringe o el pulmón. Y con respecto a los denominados "fumadores pasivos", ciertos expertos han tachado ese alegato como llana y pura seudociencia. Así, los progresistas se sitúan a la altura de esos reaccionarios que se oponían a la llamada "píldora del día después" arguyendo que era cancerígena. Como siempre, la moralina trae aparejada la campaña del terror.

El problema es que los "avances" anotados al inicio del párrafo anterior, es probable que jamás se den en Chile. Y no porque hoy sean los conservadores quienes ostentan el gobierno. Sino a causa de los mismos socialdemócratas criollos, que precisan mantenerse callados y quietos si pretenden ser invitados a fiestas exclusivas para ricos y famosos. No es difícil obrar así cuando se tienen los mismos apellidos de los adversarios políticos, y en definitiva, la inclinación ideológica no surge por un convencimiento sincero, sino porque se vislumbra que en tal o cual bando existe una mínima opción de agarrar poder. La prioridad en este país no es derribar a un mandato de izquierdas o de derechas, sino desbancar a esas familias que desde la colonia han ejercido el dominio sobre estos territorios. De otra manera, continuaremos siendo meros espectadores de un teatro barato y de pésima calidad al cual estamos obligados a asistir. Un juego de canasta emitido en todo momento a través de la televisión. Y que cuando se desborda, trae consecuencias nefastas para la población común o los pequeños y esforzados propietarios -como podría sucederle ahora a los dueños de restaurantes y locales nocturnos-, pero que jamás los afecta a ellos, menos aún a sus negocios.

domingo, 16 de enero de 2011

Profeta Venga el Burro

Después de unos años tras bambalinas, Hugo Muñoz, alias "el profeta de Peñalolén", ha vuelto a aparecer en los noticiarios. Ese sujeto obeso y barbudo, que merced a su carisma, y a pesar de sus nulos conocimientos teológicos, ha conseguido liderar una secta con un número bastante abultado y al parecer siempre creciente de incautos fieles, coyuntura que en la actualidad le permite desenvolverse en su vida privada con relativa holgura. En especial, si recordamos el factor que indudablemente lo volvió conocido: su férrea defensa de la poligamia, donde por supuesto da el ejemplo, al procurarse para sí mismo siete esposas (en realidad, una cónyuge y seis convivientes -o si se prefiere emplear el lenguaje del Antiguo Testamento, concubinas- pues el cuerpo legal sólo permite un matrimonio por persona a la vez) Es justamente esta última anécdota la que lo ha regresado a las primeras planas, aunque en sentido negativo y no deseado por el propio victimario: pues tres de sus parejas huyeron del hogar que sostiene en una parcela de agrado, acusando agresiones constantes hacia ellas y sus hijos -que son también vástagos de este estrambótico maestro religioso-. Las mujeres no se quedaron en el simple escándalo y recurrieron a los tribunales de justicia, que han dado curso a sus demandas. El problema es que el inculpado no se ha asomado a presentar sus descargos, permaneciendo de hecho prófugo del sistema penal.

Uno, o al menos alguien civilizado, partidario de los ideales democráticos y libertario -que no es lo mismo que liberal-, está dispuesto a aceptar toda clase de costumbres, por muy extrañas que parezcan, siempre y cuando no perjudiquen el buen desenvolvimiento de los demás ni dañen la convivencia social. Por eso, si de pronto al vecino se le ocurre tener varias parejas sexuales de manera simultánea, o decide declararse homosexual, tales excentricidades no deben ser acalladas mediante el empleo de la censura ni mucho menos de la fuerza. Es cierto que esos ejemplos y varios más constituyen aberraciones desde el punto de vista cristiano. Pero perseguirlas equivale a intentar aniquilar al que piensa distinto, como sucede en las dictaduras, tiranías o incluso en pasajes oscuros de la historia eclesiástica, como la inquisición. Cada uno es libre de usar su cuerpo como mejor prefiera. Sin embargo, parece que entre quienes optan por estos comportamientos exóticos, cundiera una suerte de vergüenza por las aprehensiones de sus semejantes y por el qué dirán. Le tienen tanto miedo a ejercer su derecho a expresarse, como aquellos tipos que se inhiben y se mantienen encerrados en la pacatería moral. Y en medio de su alienación, inventan una coraza que acaba siendo bastante más sospechosa y aberrante que la conducta heterodoxa que la determinó.

Me explico. Hagamos el ejercicio de despojar a Hugo Muñoz de sus delirios mesiánicos y reduzcámoslo a lo que en realidad es: un vulgar hombre de mediana edad y extracción social baja, que cuenta con un apetito sexual insaciable y que como cualquier varón común y corriente, fantasea con la posibilidad de tener varias mujeres. La pregunta que surge entonces, es: ¿por qué necesita armar todo un aparataje religioso para justificar su comportamiento?. Algo muy similar a lo que sucede con los rastafaris, que atraen al público por su discurso en favor de la marihuana, que viene avalado por un credo diseñado por ellos mismos, mezcla de múltiples declaraciones de principios, donde el fumar hierba es un mandato divino (en teoría, del mismo Dios que alaban los cristianos), tras el cual se esconden una serie de prohibiciones poco comprensibles, como la abstinencia de sal. Además de tratarse de un sistema con marcados aspectos reaccionarios y conservadores, como la sujeción femenina, más extrema que la de los integrismos católico o musulmán. Del mismo modo, el profeta de Peñalolén se ha dirigido con vehemencia a ciertas minorías, como los homosexuales -es un homofóbico a ultranza-, fuera de que fustiga el empleo de anticonceptivos y se opone de forma tenaz a las relaciones no matrimoniales, incluyendo la opción del noviazgo sin coito. Las golpizas que le daba a sus parejas y a sus hijos son parte de este contexto, pues de seguro se siente amparado por versículos vétero testamentarios. Le habría resultado mucho más sencillo seguir una especie de poligamia laica, agnóstica o no religiosa. Pero entonces, debería lidiar con el rechazo general de la opinión pública, que no trepidaría en considerarlo un hombre malo y depravado. Y entre estos tipos, criados en lo que suele denominarse "la fe del carbonero", el principio "vox populi, vox dei" pesa una enormidad.

De acuerdo. Aquí también experimenta un fuerte rechazo, en especial de los grupos eclesiáticos y los fieles de iglesias más convencionales. Pero me refiero a que, al ponerse bajo el alero de una religión -aunque sea fundada por él mismo- le está otorgando una justificación divina a su accionar, que le permitirá rodearse de un buen número de fieles que le donarán una importante fracción de sus ganancias, con lo que el susodicho líder puede vivir de manera cómoda en un lugar apartado del campo, educando a su abundante prole como le parezca. Y a menos que sus esposas no lo denuncien por malos tratos, cada cierto tiempo tendrá tribuna en los tabloides amarillistas, lo que se traduce en publicidad sin costo y en consecuencia una posibilidad rentable de captar adeptos. Si a eso le añadimos la inclusión de elementos del conservadurismo más irracional y fascistoide, entre los cuales se encuentra el mencionado maltrato, el resultado es un guía espiritual que pretende salvarguar la espiritualidad de la comunidad, y que sólo le ha devuelto a ésta un regalo de los dioses que por diversas circunstancias se había olvidado. Hugo Muñoz puede ser considerado como un hazmerreír, pero se halla al mismo nivel de quienes usan la Biblia para autorizar la acumulación desmedida de riquezas o la obediencia y la no resistencia a gobernantes injustos. El problema es que no proviene de una clase social acomodada y por ende no puede simular su método de hacer dinero.

domingo, 9 de enero de 2011

Ratas Sagradas

Por ahí, un programa de televisión, con ínfulas documentales pero más cercano al folletín turístico, está emitiendo una serie de capítulos grabados en la India, en los cuales se muestran los diversos templos y dioses que pululan por este país (y que salvo contadas excepciones, pertenecen a la misma religión: el hinduismo, practicado por tres de cada cuatro habitantes de las tierras de Gandhi). En una de esas entregas, los responsables del espacio en cuestión mostraron un recinto consagrado a las ratas, pues en la concepción hindú todas las especies animales son sagradas y cada una debe contar con un lugar donde adorarle. Y en la edificación de marras, las personas comen y beben junto a los roedores, sin importarles las enfermedades que éstos les puedan transmitir a través de sus deposiciones. Aunque, cabe señalar, los comensales están impedidos no sólo de matar, sino incluso de espantar o corretear a lauchas y guarenes.

De acuerdo: formarse prejuicios acerca de credos tan desconocidos o distintos en relación con aquél que uno practica, no es una actitud recomendable. Más aún: yo mismo he pedido comprensión con aspectos del hinduismo que pueden resultar absurdos para la mentalidad occidental, como la desmedida adoración a las vacas (que admitámoslo, es una conducta bastante cuerda, si se considera la sobrepoblación y la consiguientes escasez de alimentos). Al final, como sugiere Pablo, siempre hay que examinarlo todo y retener lo bueno. Por ello, con igual energía se debe apartar y aborrecer lo que se traduce en perjuicios y limitaciones para el ciudadano medio. Un mandato repetido en la Biblia una gran cantidad de veces, y cuya vehemencia jamás disminuye, aunque se trate de tradiciones ancestrales de un determinado pueblo, estén o no sustentadas por su religión particular. Del mismo modo, si analizamos la mentada situación de los fieles hinduistas y sus ratones consagrados, al instante nos damos cuenta que su sistema de creencias no es provechoso para su existencia por los problemas de salud que les puede acarrear. Y por ende, lo que corresponde, no a un cristiano, sino a cualquier agente externo que en algún momento tenga que enfrentarse a este tipo de penitentes, es indicarles que su comportamiento es equivocado y disuadirles de que lo abandonen.

No se trata de una actitud racista o supremacista, subterfugio que por lo demás siempre invocan quienes, independiente de su orientación política, al final acaban admitiendo la teoría del buen salvaje. Por otro lado, aquellos que en ciertas circunstancias se maravillan de peculiaridades doctrinales de las religiones del Lejano Oriente o de pueblos indígenas o aborígenes (que llaman la atención justamente por eso, la curiosidad exótica, que el obnubilado ya sabe que nunca imitará), en paralelo manifiestan su desprecio por algunos dogmas pertenecientes a los credos cristianos o afines, que califican de cavernarios porque se muestran como incompatibles con el avance científico. Así, atacan a los testigos de Jehová y su idea de que el alma está en la sangre, que proscribe las transfusiones. También se burlan de los mormones y su abstención de café. O despotrican contra el rechazo de la iglesia católica al uso del condón como mecanismo para frenar el sida. O se lanzan en picada contra los predicadores evangélicos que llaman a no aceptar la evolución de las especies. Por supuesto que algunos de esos ejemplos son igualmente despreciables e incluso risibles, y en ningún caso dignos de imitar. Pero la condena debe ser pareja hacia todo movimiento que con irracional testarudez se opone a una verdad descubierta por el más elemental de los ejercicios cognitivos. Además de que sólo basta formularse una pregunta: si negar que el preservativo evita las enfermedades venéreas es un acto estúpido, ¿cuanto más puede llegar a ser convivir con vectores de las peores plagas que han contagiado a la humanidad?

La India llama la atención por una serie de cosas. Su rica y variada cultura -aún poco conocida en Occidente-, su historia y sus prohombres más destacables, como Buda y el ya mencionado Gandhi. A estos factores, en los últimos años se ha agregado un nuevo elemento: el pujante crecimiento económico que está experimentando el país, que lo está conviertiendo en una potencia de características muy similares a las de China. Sin embargo, la acumulación de aspectos admirables, incluso los que provienen de su religión mayoritaria, no debe cegarnos ni mucho menos dejarnos indiferentes, al menos, al debate. Que esta nación también es un abanico de aspectos negativos, como su ominoso sistema de castas, la ignorancia en la cual está sumida buena parte de la masa popular o la poco agradable situación de la mujer. Cuestiones que son vistas como un retroceso cuando las adoptan esos conservadores cristianos y musulmanes que se aparecen de tarde en tarde. Y que sólo constituyen grupos aislados, no un conjunto tan cohesionado y masivo.

domingo, 2 de enero de 2011

La Reforma y la Cuestión Social

No comprendo a quienes aseguran que la "ética protestante del trabajo", consiste en un sistema capitalista liberal aplicado a rajatabla, donde la iniciativa privada es el único motor válido para el desarrollo económico, el Estado apenas asoma la cabeza para asegurar la libre circulación de las transacciones monetarias, y la denominada red de protección social brilla por su ausencia, despreciada porque supuestamente incentiva la pereza. Una interpretación liviana y superficial que proviene de la exageración de ciertos aspectos de la doctrina reformada, relacionados con la conducta del individuo consigo mismo, con sus semejantes y con Dios. Que han sido citados o agrandados por personas que desconocen la dinámica de las iglesias evangélicas -tanto las tradicionales como las revivalistas- o que se aprovechan de la ignorancia de aquellos que los escuchan para propagar prejuicios que favorecen sus propios intereses. Convencionalismos que, en el transcurso de este artículo, descubriremos que son falsos.

Empezando por la idea de que en los países europeos de tradición evangélica no existe la intervención pública en el marco del contrato social, al menos, de una manera que ciertos polemistas puedan calificar de socialista -en el sentido más extremista de esa palabra-. Si analizamos por algunos minutos aquellos lugares europeos donde la Reforma arraigó con mayor fuerza -Dinamarca, Suecia, Islandia- además de otros que aún manteniendo un alto número de población católica fueron regidos en determinados momentos por los llamados protestantes -Suiza, Holanda-, caemos en la cuenta de que son los mejores ejemplos del denominado Estado de bienestar. Lo que en la práctica, se traduce en salud y educación gratuita para todos sus habitantes sin distinción, incluidos los extranjeros residentes y los inmigrantes legales o indocumentados. En consecuencia, un beneficio social. Que se ha podido establecer gracias al elevado costo de impuestos -que a los empresarios más acaudalados, a veces, les significa desprenderse del cuarenta por cien de sus ganancias- y a la mantención de empresas estatales, pese a que en el último tiempo algunas se hayan privatizado. Esto es, gracias a un elemento que los capitalistas más radicales consideran nocivo, y que de acuerdo a la lógica que elogia la mentalidad económica de los reformados, nunca está presente en dicha concepción de la movilidad fiduiciaria. Y cabe acotar que ni con la crisis financiera internacional en estos sitios se ha modificado tal proceder, al contrario de lo que hoy está sucediendo en las naciones del viejo mundo más proclives al romanismo.

Ahora, ¿de dónde pudo haber surgido ese mito? Lo más probable es que haya sido incentivado por la cultura anglosajona, donde efectivamente se ha practicado un capitalismo poco interesado en los más desposeídos. Pero, para colocar ejemplos, Inglaterra conoció sus periodos de mayor esplendor, incluso económico, en las épocas en las cuales los monarcas intervinieron en el tejido social, como el reinado de Elizabeth I. Entonces se produjo una expansión en todos los sentidos, también el credo evangélico conoció una etapa de auge. El desprecio de los británicos hacia las clases más bajas se comenzó a suscitar a mediados del siglo XVIII, cuando Adam Smith introdujo el capitalismo liberal, que no provenía de la Reforma sino de las teorías de la Ilustración, movimiento iniciado en la católica Francia, cuyos representantes siempre se mostraron en abierta confrontación con la doctrina cristiana. Estos planteamientos económicos, a poco andar, llegaron a Estados Unidos, que entonces aún no era una entidad independiente. Toda vez que el gigante norteamericano, si bien formó su identidad nacional al alero del presbiterianismo, es muy extenso y posee una enorme diversidad étnica y cultural como para considerar que ha sido moldeado en forma exclusiva por una sola comunidad eclesiástica.

Pese a ello, los sacerdotes siempre nos han acusado de ser mezquinos en asuntos de dinero y de constituir una suerte de antítesis de propuestas como la teología de la liberación. En realidad, si vemos el modo en que en los países católicos se protege a las grandes fortunas, al menos da para cuestionarse la sentencia recién expuesta. Pues las peores masacres contra las movilizaciones sociales se han dado en territorios romanistas, tando en América como Europa. A eso, agréguese el dato muy objetivo y comprobable, de que en esos lugares se pagan salarios más bajos e incluso la cacareada red social es más precaria, ya que al fin y al cabo se basa sólo en la entrega de limosnas. Producto de estas curiosidades, algunos han visto en el ensalzamiento del supuesto proceder económico de los evangélicos, una estratagema de los ricos papistas para evadir sus responsabilidades sociales. Podría tratarse de eso y mucho más: de una campaña orquestada por los curas para esparcir un nuevo prejuicio, que establezca que los reformados son insensibles a la temática de los pobres. Decía el fabulista -español y por lo tanto católico- que "si el sabio reprueba, malo; si el necio aplaude, peor". Sin embargo, mucho antes la Biblia ya había advertido de la astucia del enemigo.