domingo, 28 de noviembre de 2010

El Preservativo de Ratzinger

Lo único claro de las recientes declaraciones de Ratzinger acerca del uso del condón, es que han significado un triunfo mediático, tanto para la iglesia católica en general como para el papado en particular. Es obvio: si el representante máximo de una institución tan terca en lo relativo a estos asuntos, como es el romanismo, de pronto dice que el uso del preservativo es aceptable desde el punto de vista moral porque es eficaz en evitar la propagación del sida, genera de inmediato una alta expectativa cuya muestra más inmediata es el impacto en la prensa. Ya que la opinión pública tiende a creer que se ha roto una tendencia, y que el actual pontífice ha entendido que la testarudez reaccionaria no conduce a ningún lado, disponiéndose a una apertura que pretende darle una cara más amable a su organización.

Sin embargo, un simple análisis a las palabras del papa da cuenta de su escasez de contenido. Para empezar, sólo pronuncia la frase citada en el primer párrafo, de manera insustancial y como un auténtico eslogan publicitario. Si admitimos que el condón es un mecanismo eficiente a la hora de frenar el avance del sida, acto seguido se precisa especificar de qué modo ocurre finalmente esto. Lo cual se traduce en detallar minuciosamente casos y circunstancias. En qué instante hay que colocarse el profiláctico, en qué clase de relaciones resulta más imprescindible usarlo, quiénes son las personas más propensas a contraer la infección por VIH, y un extenso etcétera. Ninguna de estas consideraciones es mencionada siquiera en el discurso de Ratzinger. Es como si alguien regalara un producto sin entregar a su vez el libro de instrucciones, sólo aseverando que el artículo obsequiado va a mejorar la vida del beneficiario.

Lo único que afirma la declaración papal es que el preservativo debe emplearse dentro de los cánones de la moral sexual católica. En términos simples, coito sólo en un matrimonio heterosexual bendecido por un cura y pensando exclusivamente en la procreación. El problema es que en ese marco ya existe un método de control de la enfermedad, que es la abstinencia, capaz de asegurar la constitución de parejas donde los cónyuges pueden depositar mutua confianza, pues se supone que no han andado en las aberraciones que justamente acarrean estos males. Con la introducción del condón, la jerarquía sacerdotal reconoce que esa instancia, pilar fundamental de muchos aspectos dogmáticos romanistas, ha resultado en un completo fracaso, o al menos, no era lo tan aboluta que se imaginaba. Cuestión preocupante tratándose de cuestiones doctrinales y de fe. Pues el profiláctico se mueve en el ámbito de la promiscuidad, donde anidan quienes, por no seguir la auténtica religión, se desenvuelven en la total inseguridad. Un campo que es ajeno a la iglesia católica y por ende se torna incompatible con ésta, por lo que el fiel debe rechazar y excluir todo aquello que provenga de él. Lo contrario sería permitir el pecado.

Podríamos concluir que se trata de otro esfuerzo más por salvar a una institución como la iglesia católica, desprestigiada en todo el mundo producto de los abusos sexuales que sacerdotes han cometido con niños, así como de decisiones erradas tomadas en orientación de una ideología que nada contra la corriente científica y la lógica universal, lo cual no corresponde al verdadero cristianismo. El papado siente que la batalla se está perdiendo, y que las fuerzas divinas a las que se suele invocar, o no existen o no están de su parte, pues parecen hacer oídos sordos a las peticiones de auxilio. Cuando los golpes son violentos, el afectado, más por desesperación que otra cosa, tiende a efectuar minúsculas concesiones en los aspectos más sólidos y elementales de su pensamiento, con el afán de mantenerse a flote. Lo grave es que estas traiciones, una vez que por diversas causas o coincidencias el sujeto en cuestión consigue recuperar su estabilidad, se tornan en su contra y debido a ellas se transforma en pasto para conjeturas y reproches. Algo que en el seno del romanismo se empezará a notar tarde o temprano, y que puede dejar a esta institución con una situación todavía más precaria que la actual.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Fanáticos Buscan Dios

A través de internet, corre la noticia de que un grupo de activistas ateos de Estados Unidos se ha organizado en torno a un gran movimiento, que pretende ser el contrapeso de esas asociaciones cristianas y extremistas más o menos informales, como el Tea Party, que pese a su reciente formación está atrayendo adeptos en buena parte del país del norte. La iniciativa norteamericana pretende emular lo hecho en Europa por Richard Dawkins: esencialmente, realizar una especie de proselitismo invertido, en el sentido de que se intenta estimular al oyente a abandonar una determinado credo en lugar de abrazarlo. Para ello, se valen de las mismas artimañas que el científico británico: asegurar que la fe dogmática sólo ha traído masacres, supersticiones y violencia a granel, y que tales conductas son alentadas por libros como la Biblia y el Corán, menos fuentes de sabiduría que un cúmulo de declaraciones destempladas que incitan al odio y el exterminio.
Aunque ya hemos analizado en artículos anteriores a estos movimientos ateos, conviene una vez más revisar su forma de proceder. Es curioso, por decir lo menos, notar a simple vista que se comportan de la misma manera que aquellas religiones a las cuales tanto critican. Esto es, tratan de captar adeptos mediante un mensaje básico que sólo vale por sus aspectos concretos, donde se insiste en que la verdad única e irrepetible es la que pregonan ellos y que todo lo demás es de una falsedad condenable. Ahí donde el pastor de un templo de barrio asevera que los incrédulos arderán en el infierno, o el clérigo musulmán de un minarete perdido en el Medio Oriente ruega porque la guerra santa contra los infieles sea a gran escala: estos airados navegantes virtuales exigen el fin de lo que ellos califican como vulgar superchería e ignorancia. Y al igual que esos peligros a los que desean combatir, usan un lenguaje agresivo y ofensivo, donde las palabras pecador e inmundo son remplazadas por adjetivos tales como tarado o estúpido. Mientras unos temen que el enojo de su dios los termine enviando a un lago de azufre, otros miran con desesperación cómo el caudal intelectual podría mermarse por al contradecir la razón. Y cada uno lanza insultos al adversario y advierte que la decisión de éste le significará catastróficas consecuencias.

Una actitud que responde al intento de ciertos conservadores cristianos de exigir a los gobernantes que se rijan por sentencias puntuales de la Biblia, casi siempre aquellas en torno a las cuales se ha desarrollado la moralina más recalcitrante. Idéntica situación que ocurre con los clérigos islámicos y su deseo de implantar regímenes teocráticos en base a determinadas normas del Corán, también de carácter reaccionario en cuanto las sugerencias para la conducta privada. Y que en ambos casos se considera que es la única manera posible de agradar a sus respectivos dioses, excluyendo versiones algo más liberales o que introducen siquiera una porción de praxis nueva sin ninguna intención de destruir o modificar los mandamientos más esenciales, recurriendo a calificativos tales como blasfemia, herejía o apostasía. En definitiva, un factor de preocupación en el hipotético caso de que dichos paradigmas finalmente se apropien de la mayoría de las legislaturas (teniendo en cuenta que estos grupos suelen presentar sus alternativas políticas), que los ateos militantes por supuesto consideran. Y al que contestan con un fanatismo de trinchera idéntico y que poco tiene que envidiarle al de sus rivales, excepto porque la determinación de combatir el fuego el fuego, es un punto a favor de los ministros religiosos, quienes han oteado con satisfacción que su método se emplea como modelo.

La conclusión es muy sencilla. Si no es recomendable gobernar con la Biblia, el Corán, la Torá o los Vedas, tampoco es factible hacerlo con El Origen de las Especies, los tratados de sicoanálisis o los libros de Nietzche. Estos ateos militantes son en definitiva una nueva versión de los fanáticos religiosos. Y aunque no reconozcan filiación con alguno de los dioses en curso, eso no quiere decir que rechacen de plano colocar otro elemento en el pedestal. De hecho, ya han entronizado a algunos, como Darwin, la Razón (que se parece, por la forma en que se plantea, bastante al concepto de Dios cristiano, hebreo o musulmán) o a sus propios líderes, que en ciertas ocasiones se asemejan de manera amenazante a esos caudillos de sectas destructivas, como Jim Jones o David Koresh.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Perros y Fetos

Los canes de nuevo. Esta vez con saña, porque una jauría de ellos asesinó a dos mujeres en una zona rural de Peñaflor. Y si algunos aseguran que la historia se repite, entonces cabe tomar en cuenta este dato: otra vez se trataba de animales con dueño conocido, que además era vecino de las víctimas. Es más: las propias féminas salieron a defender a su mascota y pagaron con la vida ese atrevimiento.

Ahora, las autoridades políticas, al menos las del ejecutivo, no se anduvieron con rodeos y exigieron que el Congreso sancione a la brevedad una renovada ley de tenencia responsable de mascotas, se supone, para prevenir hechos horrendos como el mencionado en el primer párrafo. Aunque ya existen quienes, antes de recibir la herida, se han puesto el parche y han comenzado a tomar medidas de presión. Se trata de los inefables defensores de los derechos de los animales: nuestros poco queridos adoradores de bestias. Ya se los ha visto marchando por las calles en contra de la posible legalización de la eutanasia, por lo demás -nunca hay que dejar de insistir en ello- necesaria, pues a pesar de la controversia que desate, continúa siendo un recurso, extremo pero eficaz, a la hora de controlar las plagas. No obstante, y repitiendo la conducta de coyunturas anteriores, sus acciones no se han detenido ahí, ya que también están empezando a valerse de sus influencias sociales para frenar a los parlamentarios que han optado por esa decisión, para ellos, tan extrema. Y en su batalla han tenido la venia de otro grupo de legisladores, que se han cuadrado con sus irracionales reclamos.

Sin embargo, no se trata de los católicos a ultranza y de tendencia derechista que se oponen al aborto y la distribución gratuita de anticonceptivos (ambas cosas expuestas así, porque las consideran sinónimos), o que se escandalizan al plantearse el asunto de la eutanasia humana. En este caso, también nos referimos a fanáticos religiosos, pero vinculados a movimientos ecologistas, sincretistas y neoeristas, y que se ubican en la llamada izquierda verde. Agrupaciones que son tan intolerantes como el Opus Dei, el terrorismo islámico o el sionismo. Que cuentan con un no desdeñable poder político y económico, el que no trepidan en utilizar para imponer su verdad, que, como suele suceder, creen que es la verdad universal. Para quienes el credo perfecto y excluyente es aquel que reúne de la forma más liviana y conveniente un pedazo de todas las demás, las cuales, al presentar un aspecto parcial de la totalidad, deben ser fundidas en el nuevo orden, eliminando de pasada a los que osen mantener ideas caducas como la fe dogmática o la salvación.

Lo curioso, es que muchas de estas personas son partidarias de las prácticas que irritan al papismo más reaccionario. Así, algunos insisten en que la legalización del aborto evita el nacimiento de niños no deseados que a la larga sólo significan sufrimiento para la madre y el mismo hijo, que padece desde la cuna los efectos del rechazo social. Incluso, en ciertos países del primer mundo, la defensa desmedida de los animales crece a la par que aumenta la aceptación de la interrupción del embarazo y la eutanasia humana. Parece que se tratase de una reserva moral, a fin de que cada bando no sea tachado por el otro de asesinos de seres indefensos. No se trata de tomar partido por una u otra causa, tanto si se consideran las prescripciones y proscripciones que se proponen en cada trinchera. Pero cabe formularse la pregunta, si el animal debe ser protegido en cuanto ser desvalido propenso al abuso del más fuerte (entiéndase cualquier representante de la especie humana), ¿por qué no el feto? ¿O viceversa?. Al final sólo los más débiles acaban pagando los platos rotos de las teocracias.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Los Peripatéticos de Karadima

Al parecer, la intención de Fernando Karadima, el enésimo sacerdote hallado culpable de abusos sexuales y desfalcos monetarios a partes iguales, era conformar un reducido, selecto y hermético grupo de discípulos con el fin de tener ascendencia y dejar un legado, al menos en un puñado de personas. En consecuencia, decirle a las generaciones venideras que él existió y las pruebas de ello están aquí, en esta pléyade de seguidores que les ofrezco y que mantendrán vivo mi recuerdo. Una forma algo heterodoxa de dejar descendencia, apta para un cura, que no puede casarse ni engendrar hijos. Pero cuyos inicios pueden rastrearse ya en el pasado más remoto, ya que se trata del primer intento del hombre por establecer una educación formal. De hecho, gracias a esta práctica nació la filosofía, y se estableció un punto de partida para las ciencias y las artes, tanto en oriente como en occidente. Incluso, el mismo Jesús la empleó en la designación de sus apóstoles, que a su vez se valieron de ella, tras la resurrección del Señor, para cumplir el mandato de "ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura.

Es un procedimiento que no tiene nada de malo ni mucho menos de perverso. Sino todo lo contrario: es la manera más eficaz de crear varones y mujeres particularmente preparados, capaces de resolver tareas muy específicas que se dan de modo esporádico y puntual, y que tampoco suelen ser comprendidas por el común de la gente. De hecho, sin el discipulado la expansión del cristianismo hubiese sido imposible. El problema es que, como toda herramienta que luce perfecta y radiante mientras se mantiene en el ámbito de la teoría, puede tornarse oscura y siniestra si cae en las manos equivocadas. Así, nos solemos encontrar con sujetos que emplean su alto poder de convencimiento, no para enseñar, sino para obtener beneficio propio a costa de seres más débiles. O que bien, intentan subsanar una serie de carencias vitales construyendo en torno a su figura un pequeño universo, cerrado e insignificante; pero dentro del cual son emperadores y bajo sus pies sólo observan autómatas que les obedecen ciegamente. Lo cual termina arrastrándolos junto a sus víctimas hacia las alcantarillas del sectarismo, donde un líder consigue gobernar las conciencias de sus seguidores con tal nivel de despotismo, que puede quebrantar su dignidad más esencial, cometiendo una serie imparable, sistemática y sistematizada de ultrajes intelectuales, espirituales y físicos. Tales desviaciones y versiones anómalas o apócrifas de la labor del maestro, pueden ser una tentación aún más fuerte en la actualidad, cuando este sistema de enseñanza ha sido relegado a un segundo plano en favor de los sistemas de escolaridad, transformándose en una serie de rara avis exótica y por ende curiosa. Fuera de que la poca atención que por causas obvias se le da hoy a esta forma de inculcar conocimientos, le da un aura de secretismo que abre paso a la opción muy rentable de ocultar aberraciones.

Y esto fue lo que sucedió con Karadima, un falso maestro en el sentido que Juan y Judas emplean el vocablo "charlatán". Quizá no era su intención original, aunque por los antecedentes entregados lo más seguro es que sí. Tal vez se creyó un cuento elaborado por él mismo, que al final se transformó en un callejón sin salida. En una de ésas, se sentía tan solo y rechazado (porque era un inútil, porque era un cura, porque no servía para los negocios familiares o para un trabajo más "convencional"), que este modo de actual se volvió una válvula de escape a sus ansias de conquistar fama y fortuna. Pero lo que no se puede dejar pasar son los resultados repugnantes que este ejercicio arrojó, y que deben ser sancionados de manera adecuada y ejemplar a la vez, sobre la persona que los cometió e hizo sufrir a quienes depositaron toda su confianza en una supuesta sabiduría. Pues este sacerdote siempre estuvo consciente de sus fechorías, y sus procedimientos aclaran que en todo instante buscó los propósitos abyectos que se le han descubierto recientemente. Y no se trata de salvaguardar el prestigio del discipulado (hay tantos que lo ejercen de modo incuestionable), ni de repetir la monserga de que los consagrados católicos debieran casarse (ya que ésa no es la raíz del problema; de hecho se puede servir mejor a Dios permaneciendo soltero). Sino de advertir acerca de las actitudes que dan a comprender que dicha práctica se está conduciendo de mala manera.

Ahora. Muchos dirán de forma maliciosa, que cuando este estilo de enseñanza se consagró y se estructuró como lo conocemos hoy, allá por la Grecia clásica, incluía el amor pederástico, que a su vez implicaba contacto físico entre el maestro y sus discípulos. De acuerdo, sobre todo porque esa situación ha permitido que algunos utilicen el término pederastia como sinónimo de pedofilia. Pero los defensores más conspicuos del método, como Sócrates o Platón, criticaron la manera degradada como lo estaban asumiendo los griegos, limitándose, o poniendo en primer plano, las relaciones físicas. Más aún, el autor del "Banquete" estira la cuerda y condena esta simplificación que a la postre se convertía en una vulgar banalización. Luego, el propio Cristo suprimió estos detalles, lo que permitió concentrar el discipulado sólo en sus aspectos intelectuales y espirituales, a la larga los que interesan. Karadima, en cambio, se rigió por una conducta egoísta, opuesta al propósito original de un maestro, y usurpó esas funciones para construir una máquina de hacer dinero, que entretanto le permitiera satisfacer sus más ruines deseos sexuales.