domingo, 1 de diciembre de 2013

Distintas Formas de Eutanasia

Un debate de altas proporciones ha ocasionado la iniciativa de algunos parlamentarios belgas, apoyados por los informes médicos específicos, de permitir la eutanasia para menores de edad, incluso niños, si se encuentran en una situación de enfermedad terminal. Desde luego que los representantes de los principales grupos religiosos se han colgado al cuello de quienes han promovido tal idea, y cosa que no se había visto antes y tal vez no volverá a suceder al menos por un buen tiempo, clérigos católicos, reformados, judíos y hasta musulmanes se han unido en un coro contra una propuesta que lo más probable es que de ser finalmente aprobada, señale un antes y un después en las legislaciones mundiales que definen el llamado "buen morir".

En lo personal, no resisto a la tentación de comparar la actual coyuntura de Bélgica con lo que ha acaecido hace algunas semanas atrás en otros países del mundo, incluyendo casos igualmente interesantes en la propia Europa. Por ejemplo, en Estados Unidos, un matrimonio residente en una comunidad amish se resistió a que una de sus hijas, de seis años, recibiera un tratamiento contra la leucemia que la aqueja, alegando que este tipo de procedimientos no siempre resulta exitoso y que por ende su consecuencia más palpable es el sufrimiento que en esta ocasión se causaría sobre una pequeña niña. Días antes, se supo que los miembros del denominado cinturón bíblico holandés -personas que a unos cuantos kilómetros del barrio rojo de Amsterdam viven como si estuvieran en las primeras décadas de la Reforma- mediante una declaración oficial expresaban su rechazo al empleo de las vacunas, sosteniendo que a los lactantes se les inoculaban sustancias que les podrían provocar efectos colaterales, que aunque no les dejasen secuelas, de todas maneras se hallaban dentro del umbral ético por implicar dolor sobre un inocente. En ambas situaciones, a través de las redes virtuales, cristianos de distintos sitios elogiaron la valentía de unos hermanos que se estaban oponiendo a la "dictadura secular" (primero científica y luego judicial, cuando las cortes respectivas fallaron a favor de los médicos y los servicios de salud). Los mismos creyentes que ahora lanzan sus diatribas en contra de la iniciativa gestada en Bruselas, y por idénticos medios de comunicación.

Veamos. En el caso de Bélgica se citan los alegatos característicos cuando se busca atacar la eutanasia más clásica. A saber, que se está atentando contra la naturaleza y por añadidura contra el plan divino; que se está incentivando el egoísmo y la cobardía de ciudadanos que no han tenido experiencias vitales importantes porque sólo han conocido los lujos de una sociedad de bienestar; que se estimula a no enfrentar la adversidad; que se está promoviendo una cultura de la muerte donde quien aplica el suicidio asistido no toma en cuenta que es una suerte de verdugo. Sin embargo, los padres amish mostraban también la intención de evitar el dolor de su hija, pero de paso el suyo propio, que entre otras consecuencias, incluía el intermitente abandono de su comunidad en la instancia de verse obligados a visitar a la niña a un centro asistencial, donde además permanecería un largo tiempo hospitalizada (quizá sin la opción de regresar a su entorno más íntimo, si el tratamiento finalmente fracasa). La misma sensación que experimenta un habitante del centro de Europa cuando tiene que salir periódicamente de su entorno familiar para acompañar a un vástago que padece una enfermedad terminal -y que por lo mismo ya no puede volver a casa-. Aparte de que el cáncer infantil es, con o sin terapia, muy complicado en términos de padecimiento físico, a lo que se une el desgaste mental de un muchacho que debe estar postrado en un recinto clínico. En el caso de los progenitores religiosos, querían impedir tal bochorno retornando a su pequeña al hogar. Mientras que el individuo más secular desea un idéntico futuro consintiendo que su hijo acepte la muerte indolora. Independiente de la diversidad de circunstancias que se reúnen en cada coyuntura, ¿no es evidente que a la larga quedan en igualdad de condiciones?

Muy bien. Se rebatirá que la injerencia de la medicina y la mentalidad secular está llevando la situación demasiado lejos. Pero cabe recordar, en el marco del mandato cristiano del respeto a la vida, que cualquier forma, ya sea natural o artificial, que consiga preservarla, mientras no atente contra la existencia de otros -para abordar los casos polémicos de tratamientos con células madre, entre otras cosas-, no sólo es una instancia legítima sino también obligatoria. Es verdad que el mantenimiento artificial e irracional de la vida es condenado, como aquellas personas con muerte cerebral a quienes se les insiste en conectar a respiradores mecánicos. No obstante, si un padre impide que a su hijo se le aplique un procedimiento que le entrega la opción de sobrevivir, puede que incluso falle contra el mandato bíblico de proteger al niño que tiene a cargo. Y de la misma forma que quien permite que se acelere su deceso, mediante estratagemas no naturales, Dios acabará pidiéndole cuentas.

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