domingo, 28 de agosto de 2016

La Atajada de Girardi

Si hay algo que caracteriza a la sociedad chilena -a propósito del advenimiento de un nuevo aniversario patrio, con toda la carga de nacionalismo y búsqueda de idiosincrasia criolla que conlleva- es la obsesión de solucionar los problemas imponiendo una prohibición. Ya se trate de derechista, izquierdistas, religiosos, ateos, liberales... quien defienda una determinada idea tiene la garantía de ser oído sólo después de crear un tabú, y lograr, menos a través de argumentos racionales que de carisma y de apelación a factores netamente emocionales, que un grupo importante de ciudadanos -entre quienes debe haber algunos que ostenten un prominente poder económico y comunicacional- apoye la iniciativa, aunque no tenga muy claro por qué. Una característica que se ha vuelto a palpar tras las declaraciones del senador progresista Guido Girardi, quien anunció un proyecto de ley para proscribir el rodeo, al cual, junto a un número no menor de partidarios, acusa de maltrato animal. Por su parte, quienes han salido a defender ese deporte, en su mayoría son personas de tendencia conservadora y reaccionaria, los cuales han insistido en un aspecto que les parece inconsecuente: la decidida campaña del parlamentario por despenalizar el aborto, más allá de las tres causales que promueve el gobierno, una intervención quirúrgica que se mantiene ilegal, precisamente, a causa de la influencia conque los grupos integristas cuentan en la comunidad.

¿Qué atribuciones se toma Girardi para censurar una actividad que está considerada como inherente al folclor chileno? De partida podemos constatar que habla -y abusa- desde una supuesta posición de privilegio, establecida así únicamente por él, pero aceptada de modo inconsciente por una significativa masa de crédulos. Dicho sitial lo ha construido apelando a sus décadas de congresista, primero como diputado y ahora como senador, instancia en la que ha estado presente de modo ininterrumpido desde 1994, siempre respaldado por altas votaciones. Luego está su profesión, que al ser universitaria, genera mayores expectativas entre los menos preparados. Y que no es cualquiera, ya que este parlamentario es médico, un oficio que se halla muy ligado a la comunidad por esa atribución que se le da de salvar vidas. Justamente, Guido ha basado toda su carrera política en alentar impulsar prohibiciones que lo relacionen con el área de la salud, como lo ocurrido a principios de siglo con los fuegos artificiales individuales, o en tiempos recientes, las restricciones al tabaco, la denominada comida chatarra o la sal. Proscripciones que ha sido presentadas como medidas salvadoras, ya que serían pensadas para evitar enfermedades derivadas del consumo de ciertos alimentos que a su vez han sido patrocinados por el consumismo del nuevo liberalismo.

Ahora pretende alertar a la población acerca de una actividad que representaría la brutalidad del mundo campesino, poco instruido e históricamente vulnerable a patrones abusivos, al cual es preciso orientar, no entregando herramientas que los ayuden a mejorar su situación social o les permitan sostener una relación con sus patrones mucho más justa para ellos. Sino prohibiendo un deporte que es visto como símbolo de la dominación de los terratenientes, aunque en torno a él existan muchos integrantes del pueblo raso quienes se mantienen económicamente y hasta pueden subsistir con relativa holgura gracias a esta objetada actividad. Es que no se dan cuenta de que están siendo utilizados, por sujetos que los alientan a descargar su frustración hacia los inocentes novillos, para de ese modo no reclamar por las injusticias de que son diariamente víctimas. Pese a que la práctica del rodeo, al menos sus pruebas más visibles, están reservadas a esos mismos hacendados sobre los cuales se desea liberar a los trabajadores, empresarios que además suelen reunirse con presidentes y parlamentarios -entre ellos el mismo Girardi- para cerrar negocios sin tomar en cuenta la situación laboral de los empleados y financiar una que otra candidatura a cambio del silencio. Que entre otras cosas, incluye la falta de atrevimiento a cobrar más impuestos para arreglar la paupérrima situación de los establecimientos hospitalarios públicos, algo que afecta tanto a los chilenos de la ciudad como los del campo.

Girardi no es poseedor de la verdad y si él o alguien más lo considera así, estamos en presencia de un fanático religioso. Hay que tener en cuenta que un médico puede ser excelente en su profesión, pero no por tener un título universitario está garantizado que sea un intelectual o domine a carta cabal disciplinas y áreas que se encuentran fuera de su jurisdicción. Ni mucho menos por haber ganado sucesivas elecciones (bueno: la calidad de debate que ofrecen ciertos parlamentarios, a veces deja todo que desear). El tipo ni siquiera debe haber leído el reglamento del rodeo (qué se va a esforzar en atender "brutalidades"), y lo más probable es que no sea capaz de abrir la boca ante una pregunta de veterinaria o biología. Es más: sería interesante indagar si conoce algo de la historia de las leyes y de la implantación del derecho en Chile. Es simplemente otro de los tantos populistas mojigatos que pululan en el país, y que en base a su posición social y poder de influencias se las dan de mesías. Como los obispos que atacan incluso el uso de los anticonceptivos o los divulgadores de teorías conspirativas.

lunes, 15 de agosto de 2016

Ideologías

Dentro de algunos círculos cristianos reaccionarios, en especial católicos, ha venido siendo usada con bastante frecuencia la expresión "ideología de género" para agrupar todas esas actitudes contemporáneas que están provocando debate -y a veces tirria- en la sociedad occidental en general y al interior de las iglesias en particular, como el aborto, el matrimonio homosexual o la sostenida -y según algunos excesiva- adquisición de derechos por parte de las mujeres, que en ciertas ocasiones rozan la línea de los privilegios. La definición tras el mencionado término intenta denunciar la idea, amparada en la interpretación de determinados datos científicos (y también seudocientíficos), de que la identidad tanto masculina como femenina son una construcción puramente cultural e histórica, sin sustento biológico, y por ende imposible de atribuir, como lo pretenden varios grupos religiosos, a un ser superior o una planificación divina.

Cuando uno analiza los alcances de esta definición, y más aún, los extrapola a las posibles maneras de darlos a conocer por parte de los grupos interesados, queda claro que ante todo se trata de un ejercicio publicitario con pretensiones mesiánicas, de carácter evidentemente alarmista. Se acuña un término no con el afán de efectuar un discurso serio y sistematizado en torno a él, sino para provocar una reacción únicamente emotiva en el oyente, a fin de que éste adhiera de modo instantáneo a las advertencias del emisor y acto seguido las difunda con idéntica convicción en otros potenciales escuchas. Proselitismo en su estado más elemental. Y basta poner atención en los componentes del vocablo para caer en la cuenta. La palabra "ideología", si bien se trata de una evidente reducción de su significado fundada en el desconocimiento, en la actualidad posee connotaciones negativas, que remiten a ensayos políticos totalitarios como el nazismo o el comunismo soviético, o en el mejor de los casos, a prácticas "pasadas de moda". Mientras que "género" hoy es usada de manera muy cotidiana y con excesiva liviandad, en especial en relación a lo masculino y femenino, en remplazo de "sexo", que en estas materias puede oler a vieja guardia, pero que al mismo tiempo ha quedado reservada al acto carnal, que ya no es una unión exclusiva entre un varón y una mujer, ni mucho menos un privilegio del matrimonio clásico.

Entonces, se emplea una palabra en boga a la que se le han dado atribuciones, si no positivas, cuando menos neutras. Pero antecedida de otra de connotación abiertamente negativa. El resultado es que la simpatía que la sociedad actual demuestra hacia el vocablo "género" en esta situación particular se invierte, pasando a adquirir los defectos propios de la reducción ideológica. Una reversión que les interesa a quienes acuñan el término para denunciar las supuestas características (negativas) que contiene, por su capacidad de ocasionar una sensación inmediata en el oyente. Eso sin contar que definir ciertas actitudes utilizando un concepto que engloba a lo "pasado de moda" da pie para insistir en que se trata de concepciones añejas de la realidad, surgidas en una época en que el conocimiento humano de estas materias no se encontraba tan acabado, por ende alejadas de la verdad (que en este caso no es científica, sino religiosa y teológica), al extremo de poder aseverar que quien las defiende es un cavernario cerrado a los nuevos descubrimientos. Cosas respecto de las cuales no sé si estarán conscientes quienes emplean la expresión de marras, pero que al menos les permiten al menos tener la sensación de colocarse a la altura de sus potenciales contendientes, en una pelea donde, si caben algunos grados de racionalidad, sin duda son los más básicos, apenas suficientes para descubrir el punto donde se puede asestar con más eficacia el siguiente golpe. Mientras el debate brilla por su ausencia.

Eso es finalmente la denominada ideología de género. Un grito desesperado de ciertos grupos que intentan presentarse como los buenos porque a la vez están señalando a los malos. Consistente en un listado apenas encadenado y concatenado de frases repetitivas y memorizadas. De hecho, los aludidos perfectamente podrían contraatacar imputando a sus adversarios la ideología de la familia, institución que por cierto siempre sacan a colación los cristianos reaccionarios cuando se topan con las irregularidades mencionadas en el primer párrafo. Pese a que es una organización de origen pagano a la que ni el mismo Jesús le dio mayor relevancia.