sábado, 24 de julio de 2010

La Maldición de la Soltería

El gobierno conservador que se ha instalado en Chile desde marzo nos ha ofrecido un desfile de dirigentes felizmente casados y con una cantidad de hijos que oscila entre los cuatro y los diez. Con esto, se liberan de ser tachados de inconsecuentes, ya que producto de su vinculación con los sectores más rancios de la iglesia católica -que en términos generales ya es bastante rancia-, profesan a los cuatro vientos la idea de la familia numerosa; mejor dicho, la ideología de la familia a secas. Como un anexo obligatorio, también han atacado a quienes han decidido no dejar descendencia, o que por causas atendibles -proyección personal, estrechez económica, responsabilidades laborales- se contentan con un vástago o dos, pero no más allá. Una actitud que, no podía ser de otra manera, incluye la amenaza del peor castigo divino imaginable, aunque en medio del discurso presenten argumentos de peso filosófico, ético o incluso científico, como la preservación de la especie o la escasez de la mano de obra.

Al interior del romanismo siempre ha existido un rechazo violento y poco reflexivo hacia la soltería. O más bien, a la opción de clausurar la paridera. Hay una infinidad de pruebas palpables que no es necesario detallar aquí, como la condena al uso de anticonceptivos o la condición de sacramento que se le otorga al matrimonio. Aunque a simple vista parezca lo contrario, el no casarse, incluso el no mantener una pareja siquiera fuera de algún vínculo legal, es la peor condición posible, siendo catalogada como una auténtica maldición. Por ese motivo, a quien le caiga esa mala aureola, no le queda sino recluirse en su domicilio particular, en una parroquia o un monasterio, y entregarse a una existencia de continua e interminable oración. La alternativa unitaria debe ser tomada sólo como justificación para un mejor servicio religioso, pues se supone que la divinidad remplaza al cónyuge y llena un espacio que por causas naturales permanece vacío. Ése es el motor que incentiva la ordenación sacerdotal y el "celibato consagrado", este último un eufemismo, pues dentro de los márgenes del derecho canónico, sólo es posible una clase de celibato. El accionar del soltero se reduce al cuarto trasero de un templo, y si se es mujer, a un convento donde por algo las habitaciones se denominan celdas. Ahí, alejados de la sociedad, permanecen quienes fallaron a ese arcaico mandamiento que ordenaba crecer y multiplicarse, mirando de reojo y no sin un dejo de tristeza a aquellos que cuentan con la dicha de formar una familia.

Y es que todo este proceder se fundamenta en una interpretación de la Biblia que privilegia el Antiguo Testamento, a pesar que se trata de cuestiones superadas por el mismo Jesús. En el viejo Israel la situación era así. A tal extremo que la mujer estéril era rechazada por la comunidad y se transformaba en objeto de mofa, a veces, de sus mismas criadas y empleados. Un ejemplo de esta exagerada devoción por la descendencia, se halla en la situación social de los levitas, considerados una de las doce tribus, la de Leví, un hijo de Jacob que por una desobediencia fue maldecido por su padre. El mensaje era claro: aunque se trate de la institución de los sacerdotes -que en este caso no eran célibes-, nada es más importante que engendrar para repartir la heredad. Otro hecho que apunta a favor de esta ideología, era la constitución de los nazareos: personas "consagradas", es decir que habían recibido una misión divina, que podía ir desde quitar los santuarios dedicados a los ídolos hasta liberar a los israelitas de un pueblo que les estaba haciendo la guerra. Mientras desarrollaban su tarea podían abstenerse de tomar esposa o concubina; pero una vez acabado el trabajo de inmediato debían casarse. Eso, sin contar que el más famoso de estos consagrados, Samsón, es considerado por el narrador bíblico como un símbolo del orgullo malentendido, la necedad práctica y la debilidad sexual.

Ahora, como se señaló en su momento, tales ordenanzas fueron enviadas por Jesús a los archivos de la ley. Algo que Cristo recalcó en su mismo ejemplo de vida, ya que en su paso por la tierra permaneció soltero. Pero como fue vilipendiado en varias ocasiones y terminó crucificado, entonces muchos intentan mostrar esos incidentes como una evidencia de que al Señor no vino sino a sufrir. Y la iglesia católica promueve estas interpretaciones erradas colocando siempre el cuerpo del Mesías clavado en la cruz, olvidando que requirió de alrededor de setenta horas para resucitar. Eso acontecería, luego, con los solteros: serían unos lastimeros ascetas que siempre tendrían que pedir perdón. De otro modo se trataría de unos libertinos pecaminosos. Sin embargo, pasan por alto que el Nuevo Testamento considera que el servicio a Dios sólo provoca alegría entre quienes lo eligen, y que de los infelices no es el reino de los cielos. Y un infeliz no sólo es un tipo amargado, sino alguien que además no permite que los demás sean dichosos y disfruten de las opciones que abrazaron libremente.

domingo, 18 de julio de 2010

Vicaría de la Falsedad

Entre los diversos mitos que sostienen la democracia chilena, está aquel que asegura que la iglesia católica llevó a cabo una labor épica y heroica en defensa de los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet. Es algo que se viene recalcando especialmente durante el último tiempo, en que dicha institución se encuentra atravesada por casos de pedofilia y abusos varios, no sólo sexuales. Y cuando a la par con esos escándalos, la cúpula sacerdotal viene publicando una serie sucesiva de declaraciones que recuerdan la peor época de la Inquisición, donde se condena a la homosexualidad, el empleo de métodos anticonceptivos o la libertad individual, con expresiones ofensivas e intolerantes propias de quienes creen que si no se obra de acuerdo a su paradigma particular, el mundo camina de manera inexorable hacia su destrucción (nunca sabemos si producto de un proceso de degradación progresiva, o de la aniquilación de la mayoría que se opone a la fuente de origen de los malos augurios). Como la resistencia a esos auténticos insultos ha sido, por causas obvias, masiva, los responsables de tales relatos legendarios han fortalecido la narración igual que un rumor que se acrecienta conforme va pasando de boca, a fin de estructurar un muro de contención fuerte y eficaz que contrarreste todas las críticas negativas. Por eso, se esmeran en recalcar que, al margen de las excepciones que nunca fallan -y que en atención al dicho, sólo confirmarían la regla-, la organización romanista en su conjunto se habría enfrascado en una lucha por la justicia en tiempos que tales atrevimientos podían costar la vida. Incluso, siempre se da a conocer un nombre que, a estas alturas, ya se transforma en un símbolo al estilo de los iconos de yeso: la Vicaría de la Solidaridad, esa oficina fundada por Raúl Silva Henríquez, a la sazón obispo de Santiago, allá por 1975, que se dedicó a recopilar listas de personas martirizadas durante el régimen militar.

Revisemos el orden cronológico de los acontecimientos. Éste, nos revela que la primera entidad de cuño eclesial que se estableció para combatir la dictadura y sus efectos en quienes la rechazaban, fue el Comité Pro Paz, establecido un año y algo antes que la manida Vicaría. Dicha conjunción fue convocada por dos pastores luteranos alemanes, que llevaban un buen tiempo trabajando en Chile. A ella asistieron representantes de todas las iglesias instauradas entonces, incluyendo confesiones no cristianas, como los judíos y musulmanes. La gran ausente -aunque a poco andar se fue integrando, más que nada tras palpar la conveniente relación entre costo y beneficio- fue la católica, debido a su ancestral desprecio por los que siempre ha tratado de cismáticos, herejes, incrédulos o sectarios. Sin embargo, a poco de consolidarse el citado Comité, Pinochet expulsó a los ministros germanos bajo el cargo de conspiración contra el gobierno (no retornarían hasta 1990). Fue entonces cuando Silva Henríquez se arrancó con los tarros y a su vez, y aprovechando su trono en el arzobispado de Santiago -que ipso facto lo transformaba en presidente de la Conferencia Episcopal, máxima autoridad del romanismo en un país-, fundó el organismo de marras. Cabe señalar que la deportación de los pastores no desmotivó a sus seguidores originales, quienes casi de inmediato crearon el Fondo de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), encabezado por la misma congregación luterana a la cual los teutones pertenecían. La labor de este centro no se circunscribió sólo a las víctimas de torturas y desapariciones forzadas, sino que además acogió a los millones de chilenos que iban descendiendo de manera sostenida y constante hacia la pobreza, producto de las políticas económicas de la tiranía, basadas en el capitalismo de Friedman. No obstante, no contaban con el poder mediático del papismo, por lo que su obra es poco conocida por las generaciones más recientes.

Ignoro cuanto de verdad o de hipérbole habrá en este asunto de la Vicaría de la Solidaridad. Pero una cosa sí es clara: a entender por el comportamiento de la iglesia católica antes y después de la dictadura, se trató de una oficina poco deseada: una suerte de pecadillo aceptado porque era necesario aparentar que se estaba del lado de los oprimidos, a fin de mantener de conservar la credibilidad de las masas populares. El afán de sobrevivir, pues, no fue dado por la urgencia de evitar caer en las garras de las policías secretas; sino de mantener un nivel de respaldo en sectores sociales que los propios curas siempre han despreciado -empobrecidos, izquierdistas-, pero que les son imprescindibles al momento de asegurar su solvencia política, social, cultural y económica. La prueba más contundente en apoyo de tal hipótesis es que una vez ocurrido el retorno a la democracia, la Vicaría fue cerrada y el romanismo regresó a las barbaridades ya señaladas en el párrafo introductorio. Ni siquiera la salva el hecho de ser un engendro del presidente de la Conferencia Episcopal - dato interesante dada la verticalidad en el mando que caracteriza a los papistas-, pues siete años más tarde el mismo Vaticano sustituyó a Silva Henríquez por el más conservador Juan Francisco Fresno. Y a fin de cuentas, ¿quién era Silva Henríquez? Un hacendado que le tocó crecer en la época en que los curas trataban de engañar al mundo jugando a la renovación. Quien, mientras se desnucaba hablando de la "opción por los pobres", llevaba a Raúl Hasbún a Canal 13, y ya instalado el régimen militar, a Jorge Medina a la Universidad Católica: dos sacerdotes que no se caracterizaron precisamente por cuestionar a Pinochet, y que en tiempos recientes, han sido el punto de referencia para que la curia recupere su testera agresiva e intolerante. La cual jamás abandonó. Porque obispos y curas rasos condescendientes con lo que sucedió en esa tiranía abundaron, y todos tenían lazos de parentesco o de amistad con quienes se presentaban como integrantes de un bando contrario. Pues, no lo olvidemos, para ser investido, o al menos investido purpurado, se requiere pertenecer primero a una determinada clase social.

Sopesemos las cosas y entreguemos a cada cual el reconocimiento que le corresponde. Es difícil afirmar, al menos en el ámbito de la cordura racional, que una entidad que durante toda su existencia se dedicó a confeccionar fichas médicas de personas sobre quienes se desconocía su paradero, haya sido el núcleo central de la resistencia contra la dictadura. Si es cierto que hubo curas que tras el golpe ocultaron a dirigentes izquierdistas a pesar de haber manifestado abiertamente su ateísmo y haber adherido a esa frase de Marx que sentencia que "la religión es el opio de los pueblos", al revisar estos casos nos encontramos con que casi todos pertenecían al mismo estrato social del que provenían los mentados sacerdotes. Por lo que se desprende que ya se conocían, habían asistido a los mismos establecimientos educaciones, y hasta tenían relaciones de consanguinidad. Así salvaron a los socialistas del güisqui y el caviar, mientras quienes tenían extracción baja quedaron a merced de las fuerzas represoras. Los mismos socialdemócratas que ahora se arrodillan ante los dictámenes inaceptables del catolicismo, que a la postre consideran parte del estatuto legal del país. Los arremolinados que no fueron capaces de arriesgar un poco más para retener el gobierno y no entregárselo a la derecha, y que pretenden dar lecciones de democracia atacando a gobernantes como Hugo Chávez. Los que viven entre las parroquias y los negocios, que por muy progresistas y esnobistas que sean, se comportan tal como sus vecinos conservadores.

domingo, 11 de julio de 2010

Juntando Miedo Para 2012

La tesis de que el mundo se acabará el 21 de diciembre de 2012, basándose en una supuesta predicción de los indígenas mayas, es el más reciente bebé mimado de los charlatanes y la prensa sensacionalista. Diversos acontecimientos internacionales han aumentado su interés por ella, como severos catástrofes naturales o graves problemas provocados por la intervención humana -desastre ecológico, calentamiento global, crisis financiera-. Aunque, si echamos una rápida ojeada a la historia, nos daremos cuenta de inmediato que estos reveses siempre nos han acompañado, y que en determinados momentos significaron consecuencias peores. Instantes en los cuales, también han proliferado los agoreros que dicen captar el conocimiento que proporciona la iluminación divina. Siempre, eso sí, basándose en una visión absolutamente particular del concepto de dios

Para disfrutar un poco con lo absurdo y ridículo que hay detrás de estas teorías -y de paso, justificar la redacción de este escrito, ya que el tema, a excepción de unos cuantos chistes de sobremesa, no requiere de un mayor análisis-, basta recordar que, hace poco más de una década, existía a nivel global el mismo temor y la misma inquietud por un colapso terminal del planeta. En aquel entonces, las miradas no estaban puestas en las elucubraciones de un viejo imperio amerindio, sino en las interpretaciones que ciertos predicadores, patéticos e ignorantes, daban de la Biblia, en especial del Apocalipsis. Calculaban dos mil años desde la supuesta creación del mundo hasta la fundación de Israel -con la gesta de Abraham-, otros dos mil desde tal acaecimiento hasta el nacimiento de Cristo, y unos dos mil más hasta la Parusía. Con ello se acumulaban seis milenios, el número de la humanidad según el texto de Juan. Como en determinados pasajes se hacía referencia al "milenio de la paz duradera, donde el Señor iba a reinar en la Tierra" (de aquí el término "milenarismo"), concluían que siete mil años equivalían al fin de un ciclo, pues ése es el número de Dios. En definitiva, la destrucción total debía tener lugar en el 2000. Pero como debido al error de Dionisio, no sabemos si el Mesías nació entre el 4 ó el 8 a.c., finalmente hubo que ajustar las ecuaciones y se dictaminó que el plazo fatal expiraba en 1997. Dicho y hecho: nos rodeamos de películas baratas y magos cabalísticos que se ponían a temblar con la sola mención de dicho año. Eso sí: los ministros paranoicos y seudo cristianos continuaron apostando por el 2000, porque las demás fechas habían sido propuestas por la hechicería.

Y bien. No se acabó el mundo y la prueba es que hoy, 11 de julio de 2010, estoy escribiendo este artículo. Y ustedes lo están leyendo en un tiempo futuro. La especulación, al final, se perdió en la noche tal como sucedió con los testigos de Jehová y sus vaticinios para 1914, o con H. H. White y sus fórmulas ocultas que no anticiparon nada, pero sí nos legaron cosas como los Adventistas del Séptimo Día. Hastiados por las descabelladas invenciones de esos falsos profetas, los ciudadanos comunes comenzaron a perder el respeto por el cristianismo y a recurrir a movimientos alternativos que cuando se trata de tales asuntos, no dejan de ser menos imbéciles. Después de que el fraude del 2000 quedó al descubierto, una buena masa de gente se empecinó en cobrarle cuentas pendientes a las iglesias convencionales por todo lo que habían hecho prácticamente desde la ascensión de Jesús, y fue así como de golpe y porrazo, se expandieron como plagas aquellas visiones que consideraban que Cristo no era sino la actualización de antiguos mitos paganos, como Osiris, Zoroastro o Mitras. Por lo tanto ya no era bien visto utilizar los oráculos fundados en -hay que insistir en el tema- erróneas interpretaciones de la Biblia. Y los cabalistas de siempre (que escasa cuando no nula relación guardan con la verdadera cábala, esa forma de teología judía surgida en el seno de los sefardíes), hallaron esta tesis y se decantaron por ella, pues era la más inmediata en términos de fechas y además, elaborada por un pueblo precolombino, los mismos a quienes occidente cristiano ha pulverizado con sus ideas y sus armas. A pesar que los mayas ya no existían como unidad política para el descubrimiento y la conquista de América.

La verdad es que simplemente no estamos capacitados para descifrar lo que los sacerdotes de Yucatán quisieron comunicar a través de sus horóscopos. Para comenzar, la cultura maya había sido absorbida por la azteca para la llegada de los españoles, y sus pronósticos de tipo místico, o habían sido completamente olvidados, o habían sido adaptados por los nuevos gobernadores a su propio sistema de creencias. Quienes estaban capacitados para dar explicaciones, sencillamente no existían. Además, lo poco que se puede entender, jamás asegura un fin del mundo catastrófico al estilo de las conclusiones antojadizas extraídas del Apocalipsis -texto que los mayas además no conocieron-. En cambio, se refiere a la "detención de una rueda", la paralización de un organismo móvil de características circulares -concepción del mundo común a los pueblos amerindios-, que al parecer supone el término de un ciclo. Pero es probable que indique que, tras dicho acabamiento, se genere una renovación y ligado a lo mismo, un nuevo ciclo, o que el mismo ciclo inicie un movimiento retrógrado, o que el ciclo se detenga por lapso breve de tiempo, para en seguida volver a girar. Tal vez, incluso no trate una destrucción planetaria, sino un mero suceso astronómico, algo que los mayas dominaban muy bien. Aunque, finalmente, no sea muy verosímil creerle a unas personas que aseveraban que el cielo era sostenido por los árboles o que la noche se producía porque el Sol era tragado por espíritus malignos.

domingo, 4 de julio de 2010

La Biblia, la Patria y las Armas

Hace unos días atrás, la Corte Suprema de Estados Unidos ratificó el libre acceso a las armas de fuego para los habitantes de ese país, sepultando de paso las restricciones que algunas entidades estaduales querían imponer, a fin de disminuir el alto número de homicidios y prevenir las masacres masivas tales como Columbine y Virginia Tech, hechos que según expertos muy serios y respetables, ocurren por esa tendencia de los norteamericanos a resolver sus problemas apretando el gatillo. Cuestión que se verá acrecentada con la reciente resolución judicial, máxime si consideramos que en este lugar es posible comprar artefactos de toda calibre, con sus correspondientes municiones, hasta en los supermercados y los almacenes de barrio. Ya me imagino a la señora Yolita o la señora Juanita, yendo a la tienda de la esquina y diciendo: "déme un quilo de pan, unas torrejas de queso y una ametralladora".


En los EUA, el derecho a portar armas indiscriminadamente, es alentado por los grupos más conservadores y religiosos del país. Los mismos que forman parte del cinturón bíblico, que repudian sin concesiones el aborto, la homosexualidad y el islamismo, y que proclaman a los cuatros vientos los valores patrios, morales y familiares. Y que están vinculados a las mayores congregaciones cristianas y poseen vínculos con los más recalcitrantes evangelistas. Conocen las Escrituras como la palma de su mano, y las recitan de manera mecánica cada vez que se les presenta la oportunidad, en cualquier sitio público, ya sea la plaza, la oficina, la escuela o el parlamento. Pero ignoran, o desvían la cabeza, cuando Jesús llama a sus discípulos a ser pacificadores y a evitar el uso de la violencia, en especial cuando se cuenta con un instrumento capaz de entregar ventaja. Incluso, resulta muy curioso observar, que mientras más intenso es el compromiso espiritual, crece en forma directamente proporcional la predisposición a defender el empleo de dichos instrumentos. De este modo, la figura del cristiano ideal es la de un hombre que odia la promiscuidad sexual, no se involucra en manifestaciones populares y anda siempre con su Biblia bajo el brazo y su rifle colgado en el hombro opuesto.

Lo cual ocurre porque el mensaje de Jesús choca con un aspecto tan intrínseco de la cultura de los norteamericanos, que al igual que el empleo de las Escrituras, se le considera parte de la idiosincrasia nacional de ese pueblo. El uso de las armas de fuego está ligado de manera indisoluble a la historia del país, por lo que forma parte de esa actitud chovinista que se suele denominar "el alma patria". Y su proliferación y justificación hasta fue validada, siquiera de manera indirecta, casual o inocente, recurriendo a principios de la teología cristiana evangélica. Por ejemplo, en la época de la conquista europea, el estilo práctico y la aceptación a rajatabla de la teoría calvinista de la predestinación, privó a los colonos anglosajones de enarbolar principios como ese de "la espada y la cruz", que utilizaron los españoles con los indígenas de los futuros Estados latinoamericanos. En cambio, simplemente procedieron a desalojarlos de sus tierras valiéndose de las armas de fuego. Después, a mediados del siglo XIX, tuvo lugar la Guerra de Secesión, que moldeó definitivamente al Estados Unidos moderno. En periodos posteriores, se han sucedido las invasiones y ataques militares contra Alemania, Japón, Vietnam, Granada, Yugoslavia o Irak. Todas, presentadas como un afán de salvar al mundo de las garras del mal, encarnado en gobernantes que siguen ideas que por extrañas de seguro deben estar reñidas con los valores cristianos, los más acordes a la sociedad y la humanidad. A propósito, recuérdese el intento de George W. Bush de presentar su política belicista como una cruzada de conversión.

El problema es que, como se señaló más arriba, queda la sensación, en el norteamericano raso, que disparando se pueden arreglar las fallas de la naturaleza. Así se solucionó la esclavitud de los negros en propio territorio, se ocupó el Oeste plagado de bandidos e indios incivilizados y luego, se limpió al mundo de nazis, comunistas y emperadores japoneses. Entonces, suele ocurrir que el relevo es tomado por quien nadie esperaba. Como ocurrió en las masacres estudiantiles mencionadas en el primer párrafo, concretadas por alumnos que sufrían el acoso de sus pares matones. De seguro, discurrieron que un balazo ponía las cosas en su lugar, que por lo demás es lo que debieron haber aseverado, al menos entre líneas, los textos escolares. A propósito, resulta interesante analizar las fechas en que acaecieron esos dos eventos. Columbine se dio durante la invasión gringa a la ex Yugoslavia, mientras que Virginia Tech fue desatado por un coreano (aliados comerciales y militares de los EUA), en medio de la "guerra al terrorismo". Más aún: el dúo responsable de la matanza en el plantel secundario, tenía planes muy bien urdidos para, tras concretar dicha acción, robar un avión, volar hacia New York y estrellarse contra el Empire State. Dicen algunos que el cristianismo occidental, es una buena fuente de ideas originales o emanadas del esfuerzo personal. Si es así, entonces al Islam sólo se lo puede acusar de devolver golpes con una fuerza aún mayor.