domingo, 25 de diciembre de 2011

Cuando El Espíritu Navideño No Es Cristiano.

No retomaré la discusión que todos los fines de diciembre sostengo con aquellos hermanos que aborrecen la serie de tradiciones de corte comercial y pagano que distorsionan la celebración de Navidad, al extremo que incluso algunos deciden pasar por alto estas fechas. Tampoco voy a recordar que todo este cúmulo de situaciones indeseables se debe, en buena medida, a los propios cristianos evangélicos empezando por los mismos padres de la Reforma, que le dieron énfasis a una conmemoración secundaria en el calendario cristiano, con el propósito de presentarse con un rasgo distintivo frente a los católicos, quienes siempre se han jugado sus fichas en la Pascua de Resurrección. Ni siquiera pelearé por enésima vez con esa minoría que se dedica a patear pinos y a dejar a sus niños mirando las ventanas de las casas de sus amigos con cara de tristeza (y que no se circunscribe a los testigos de Jehová o a ciertos hijos del camino, porque incluso hay asociaciones de ateos empiristas al estilo de Richard Dawkins, que actúan de idéntica forma), acerca de quienes he reiterado ya bastantes veces que siguen una conducta contraproducente; y que aunque les sobre el fervor, empero además muestran una enorme cuota de desatino y una falta alarmante de sentido común, capacidad que en determinados casos, puede ayudar a comprender el rumbo que toma la creación de Dios.

Por el contrario, en esta ocasión incluso emitiré algunos comentarios comprensivos hacia su postura, lo cual no signifique que la justifique ni mucho menos que cambie de opinión en favor de ella. Pues, lo queramos o no, ese reclamo de que en estas fechas se deja absolutamente de lado a Jesús -a quien, no lo olvidemos, le estamos festejando su cumpleaños-, es completamente válido. Y sólo basta echar un vistazo a los centros comerciales abarrotados de gente, para sentir esa misma repulsión que caracteriza a los detractores de esta conmemoración. Pero además, tal distorsión la podemos observar en situaciones cotidianas y que se encuentran relacionadas con el lenguaje utilizado por estos días, como la expresión "feliz Navidad" o canciones emblemáticas como "Blanca Navidad" o "Suenan las Campanas". En ambos temas ni siquiera se menciona al Cristo, y a cambio, se ensalza la fiesta, llegando a sacralizar su nombre de manera claramente excesiva, al punto de que pareciera que es, precisamente, Navidad lo que nació en Belén y no el Salvador. Es decir, como que si la conmemoración pudiera existir por sí sola, de manera independiente, y de que su supuesta motivación original, la llegada del Mesías, en realidad sobra pareciendo más un pretexto a la hora de explicar conductas que por diversas causas no son moral o socialmente aceptables, como el consumo.

El mensaje de estas canciones y otras más, es que es la Navidad quien salva, anuncia el evangelio, provoca los sentimientos de paz y buena voluntad o trae alegría a los niños y adultos. Pero no Jesús. Quien se queda afuera, en el establo, mientras los comensales beben (no como los peces en el río precisamente) y disfrutan de sus regalos. La fiesta se transforma en un círculo, no necesariamente vicioso, pero que se abre y cierra en esas tradiciones consideradas aberrantes y paganas. Y esta conducta proviene del mundo anglosajón, el mismo que contribuyó de modo decisivo a expandir el mensaje de la Reforma y por ende las celebraciones navideñas. Quizá por su insistencia en no tomar el nombre de Dios en vano; porque estaban conscientes del origen de las mencionadas tradiciones, o porque no les agradaban las expresiones de religiosidad popular tan características del universo romanista: es que idearon un mecanismo que en lugar de insistir en llenarse la boca con Cristo (y no ser acusados de llamarlo Señor y al mismo tiempo desobedecer sus prescripciones), sirviera como una eficaz demostración de testimonio a través de las obras. El problema es que, finalmente, dichas obras acabaron siendo elevadas a las máximas alturas, quedándose el Mesías reducido por siempre a un bebé al cual es preciso hacer dormir y darle de comer porque llora demasiado.

La gran mayoría de las canciones y casi la totalidad de los filmes que se emiten por estas épocas, se transforman en un nuevo pilar que sostiene a esa Navidad, con mayúscula inicial, en el pedestal donde todos la adoramos, consumiendo hasta lo imposible. Y lo hacemos no sólo como ofrenda a ella, sino también al prójimo, en especial al más desvalido (vaya si la televisión nos satura en estos días con reportajes conmovedores sobre niños pobres, al punto de que algunos se llegan a preguntar de dónde salieron), porque al final de la jornada la diosa no deja de pedir siquiera un mínimo de justicia. Es la fiesta la que trae felicidad, amor y bendición; en lugar de su mero subterfugio. Una distorsión que ha llevado a que se haga famosa en sitios donde el cristianismo es una minoría reducida, como Japón. No es, en cualquier caso, una conducta absolutamente reprobable (si hasta los mismos cristianos han adoptado preceptos del budismo u otras religiones orientales, en plan de "examinar todo y retener lo bueno"). La cuestión es que dejamos contentos a los demás pero sin enseñarles el camino que conduce a la dicha verdadera. Sólo porque estimamos que es prescindible.

domingo, 18 de diciembre de 2011

La Fornicación Es Interracial

Muchos hermanos se vieron sorprendidos por la noticia, divulgada hace unas semanas, de que una congregación bautista de Estados Unidos había amenazado con expulsar a una de sus integrantes luego de presentar en una reunión a su futuro esposo. ¿La causa? El prometido era de raza negra. Un cristiano de excelente testimonio y devoción inquebrantable. Pero además... de origen afroamericano. Que se paraba frente a la asamblea para que sus integrantes se enteraran de que les iba a robar a una de sus jóvenes más hermosas y virginales, de la misma forma que lo advertía D.W. Griffith en su película The Birth of a Nation. A ellos, un grupo de blancos tradicionales que desde la época de los pioneros defendían los valores más puros e imperecederos de la cristiandad. Y que de seguro aún estarán quejándose de la creciente apostasía que ha contaminado al mundo y en particular a su país, porque la corporación de la cual depende esta iglesia rechazó el acto de segregación y dictaminó que los jóvenes tenían todo el derecho a casarse y a exigir que el pastor dirigiera la ceremonia de enlace.

Cuando uno le habla de la historia de los evangélicos norteamericanos a un activista o un intelectual secular, el capítulo al cual más tiempo se le dedica es al de las comunidades negras y al Movimiento por los Derechos Civiles liderado por Martin Luther King (pastor bautista para más inri). No es para menos: se trata de un pasaje hermoso con características épicas, que a cualquier debería hinchar de orgullo. Sin embargo, dicho relato suele ocultar la parte oscura de la realidad. Aquella que recuerda que los blancos racistas (quienes no sólo sometieron a los afroamericanos a la esclavitud primero y a la servidumbre después, sino también a los indígenas, los inmigrantes, los mestizos e incluso los blancos pobres) también asistían -y aún asisten- a los templos evangélicos todos los domingos, donde los sermones eran atiborrados con citas bíblicas sacadas de contexto con el propósito de justificar la política de segregación, mientras en las oraciones se le rogaba a Dios para que mantuviera el estado de cosas. Y algunos, de seguro pensando en aquellos versículos donde el Señor insiste en que aborrece las manifestaciones formales de fe que no van acompañadas de obras contundentes, optaban por pasar de la palabra a la acción y formaban parte del tristemente célebre Ku Klux Klan, organización con pretensiones cristianas que recurría a los símbolos religiosos al momento de llevar a cabo sus ejecuciones.

He ahí una de las mayores motivaciones que tuvo Luther King. Los blancos segregacionistas a cada rato les decían a sus hermanos negros que ellos no eran dignos de la salvación y para eso se valían de doctrinas como la predestinación calvinista. Con lo cual el Movimiento por los Derechos Civiles se transformaba en una cruzada de quienes buscaban que por fin se les otorgara su legítimo espacio en el cielo. También empleaban sentencias como aquella que exigía a los fieles no unirse "en yugo desigual con los incrédulos", usada para reprobar las relaciones amorosas con no convertidos; pero que era aplicada con absoluta libertad con el propósito de censurar la posibilidad de parejas interraciales (con el agregado de que los negros o cualquier otra etnia eran por siempre considerados indignos de la salvación). Hasta el día de hoy, existen evangélicos norteamericanos que consideran la unión entre personas de distintas razas un pecado tan grave como el adulterio y la fornicación, y por ende una cuestión tan inaceptable como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Prejuicio que, por supuesto, es avalado también con la extracción de textos desde las Escrituras, como debe corresponder por lo demás.

Uno puede esquivar el bulto aseverando que ésta es una actitud marginal y residual de hermanos que sólo han caído en un error. No es así. Es cierto que el problema del racismo ya no es tan fuerte en Estados Unidos y que por ejemplo, el Ku Klux Klan (creado precisamente con el afán de evitar que los negros proclamasen su conversión al cristianismo, declaración que para los segregacionistas constituía una auténtica profanación) desapareció hace tres décadas. Pero incidentes como el acontecido en la iglesia bautista afloran de vez en cuando en aquellas congregaciones que son conservadoras al estilo del discurso norteamericano patriotero y salpicado de moralina elemental y poco reflexiva. Los ahorcamientos de afroamericanos en medio de cruces ardientes, han sido remplazados por diatribas contra los homosexuales o el uso de anticonceptivos, así como por arengas que apoyan la invasión de países más débiles por parte de los militares estadounidenses, sólo porque dichos pueblos han adoptado de forma masiva otras religiones, como el islam. Por ello es que estas personas, en más de una ocasión, no se dan cuenta cuando ya han traspasado la barrera, porque el procedimiento es idéntico, cambiando sólo el foco de atención. La pureza y la decencia deben mostrarse en la cara, y las manchas oscuras suelen ser percibidas como señal de suciedad.

                                                                                                   

domingo, 11 de diciembre de 2011

Rolandito La Machorra

En la comunidad de los auto proclamados "miembros del tercer sexo" circula un dicho que asevera que "para matar a un gay, sólo hace falta tener un MOVILH". De ese modo es como sus propios pares le faltan el respeto al Movimiento de Liberación Homosexual, la organización gremial encabezada por su inamovible presidente Rolando Jiménez, que para muchos de ellos, debería borrar de ese pomposo nombre la palabra que explica la penúltima inicial de su sigla.

Existen diversos argumentos detrás de este rechazo, empezando por la propia imagen personal que Jiménez proyecta cada vez que se enfrenta a los micrófonos y las cámaras de televisión. Es un hombre de mediana estatura, con una mollera tendiente a la calvicie y voz grave y levemente acelerada, como preparándose para huir de un enemigo quimérico que porta las armas de la homofobia y la discriminación. Quien además siempre se muestra vestido de manera formal, con la prestancia característica del macho ganador, aunque de todas maneras no pueda disimular algunos quilos de sobrepeso. No se trata de juzgar a una persona por su aspecto, desde luego. Sin embargo, a bastantes integrantes de la comunidad gay este talante sólo les provoca sospechas. Puesto que se trata de un personaje que responde a ciertos estándares tradicionales que suelen ser admitidos en las páginas sociales y en los espacios convencionales de los medios de comunicación. Y que en determinado modo, excluye por completo aquellas figuras homosexuales que normalmente se prestan para la caricatura y el estereotipo. En conclusión: puedo ser como ustedes y caminar dentro del rebaño como uno más; y lo que haga de la puerta de mi casa hacia adentro pertenece a mi vida privada y en una masa que ha abrazado los códigos liberales ese ámbito no puede ni debe ser tocado cuando no le hace daño a nadie. No hay gestos amanerados que molesten, sino un tipo serio que es capaz de sorprender gratamente a las altas esferas demostrando que puede ser igual que ellos. Cuya facha es semejante a la de un ejecutivo o un religioso.

Tal presentación personal es acorde con el modo de actuar   que caracteriza al MOVILH. Es una organización que supone que los homosexuales se vestirán de terno y serán capaces de disolverse en una sociedad cuyos componentes son, más que iguales, uniformes. Donde todos se darán la mano con una sonrisa porque nadie se puede abogar el derecho de preguntar por lo que el otro hace dentro de su hogar, aunque en esas cuatro paredes golpee a su mujer y a sus hijos o debajo del piso forrado con la última alfombra importada, esconda cadáveres de jovencitas a las cuales recién violó y asesinó. De ahí que la gran prioridad para esta gremial se reduzca a pedir la aprobación de cuerpos legales como la unión civil -que de todas maneras, es un avance positivo- que se hallan más cercanos al concepto liberal del pacto social. No cabe un lugar para el gay afeminado, o el que es pobre y no está en condiciones de adquirir una vivienda. Es más: ni siquiera las lesbianas tienen voz. Cierto es que Jiménez y los suyos han formulado declaraciones donde aseguran que buscan la representación de todas estas variantes. Pero al observar la imagen que proyectan al exterior, no se puede menos que sospechar que sólo se trata de palabras de buena crianza. Ya que entre esos bien ataviados pingüinos, no se ve ni vislumbra alguien que pueda alterar el tono.

Rolando Jiménez se ha hecho la víctima reiterando, cada vez que se le presenta la ocasión, que hacia 1990 fue expulsado del Partido Comunista porque dicho conglomerado no tolera a los homosexuales, que en los socialismos reales eran considerados una desviación burguesa. Hoy está afiliado al Partido Por la Democracia, de centro izquierda y componente de la Concertación, al cual le ha solicitado en innumerables oportunidades la oportunidad de inscribirlo como postulante a un cargo de elección popular. Sin embargo, todos sus intentos en ese sentido han resultado infructuosos. Cuestión que a la machorra del MOVILH no lo ha impulsado a reclamar públicamente por semejantes decisiones, quizá temiendo ser apartado de la colectividad, perdiendo un apoyo significativo para su gremial. O quizá porque el inefable PPD no es crítico del sistema, como sí lo son los socialistas científicos. Al menos este contubernio le permite aparecer como la única entidad existente o legitimada en Chile a la hora de consultar acerca del asunto de los gay, habiendo tantas otras en el país, ninguna de las cuales es excluyente de entrada.

                                                                   

                                                                     

domingo, 4 de diciembre de 2011

Pacifistas de la Cerca Para Afuera

Un tribunal de Estados Unidos ha decidido llevar a juicio a siete dirigentes de una comunidad amish por diversos abusos en contra de sus subordinados, entre los cuales se incluyen golpizas reiteradas hacia niños y jóvenes, y vejámenes sexuales en contra de mujeres. La situación, al parecer, es bastante delicada, al punto que algunos vaticinan que los acusados podrían ser condenados a presidio perpetuo. Toda vez que ha despertado una opinión más crítica de los norteamericanos respecto de este hermético grupo religioso, que se originó a partir de una reyerta en el seno de algunas iglesias menonitas ocurrida allá por el siglo dieciséis, cuando un grupo de hermanos consideró que su corporación matriz estaba comenzando a relajar sus posturas y aceptando conductas que se apartaban de los preceptos divinos.

Los amish han llamado la atención producto de un cúmulo de peculiaridades. La más notoria es su obsesión por recrear una sociedad anterior al año 1700, que es más o menos la época en que fueron fundados. Por ello, viven en comunidades rurales de mediano tamaño, en las cuales se prescinde de ciertos avances tecnológicos como la electricidad, la televisión, el teléfono, el automóvil o incluso la bicicleta. El único contacto con el exterior lo efectúan cuando salen a vender sus productos agrícolas, los cuales transportan en unas carretas que son similares a las que se empleaban en los tiempos de los "pioneers". En consecuencia, los miembros de estas poblaciones visten a la usanza de los campesinos de los siglos de las Trece Colonias, aunque adicionalmente los varones se dejan crecer la barba y las mujeres se atavían con un velo, porque así eran las cosas en el Israel bíblico. Tal repulsión hacia el resto del mundo, junto con el anhelo de mantener un ambiente tanto bucólico como integrista cristiano -ambos elementos en clave protestante-, los ha impulsado a desarrollar sus propias escuelas, en las cuales sólo se imparte enseñanza elemental. Ni hablar de educación secundaria ni superior, que esas elucubraciones son superfluas tratándose del trabajo en el campo. Todo este aparato, desde luego, ha sido construido con el afán de alejarse del pecado.

Esta lista de características, si bien al grueso de las personas les provoca sospechas, no obstante constituyen un factor de admiración entre buena parte de los evangélicos, que ven en los amish un ejemplo de pureza que ellos, por comodidad o simple cobardía, no se atreven a imitar. No reparan en el hecho de que muchas de estas conductas son sectarias, y que algunas se contradicen con el mensaje misionero y la obligación de predicar la palabra entre los no convertidos. Fuera de que en ningún pasaje del Nuevo Testamento se prescribe el uso de la barba o el transporte en carruajes -que además no corresponden a los de la época de la Palestina bíblica- como condición esencial para acceder al reino de los cielos. Sin embargo, los defensores de este estilo de vida -que jamás lo han experimentado y tampoco intentarían hacerlo-, insisten en sus alabanzas y de paso descalifican a la corte que sentó en el banquillo a los siete dirigentes antes mencionados, asegurando que se trata de un asunto de persecución religiosa que anuncia el arribo del Anticristo. A fin de darle más consistencia a sus tesis, añaden que estas personas son unos pacifistas a toda prueba, que incluso prohíben (bueno: sólo es una restricción más) el porte de armas de fuego entre sus integrantes en un país donde pistolas y rifles se venden en los supermercados; aparte de demostrar su fe cristiana en hechos puntuales: como cuando perdonaron, al punto de solicitar que no encarcelaran a un sujeto que hace un lustro más o menos, entró disparando a uno de sus territorios y asesinó a tres niños.

He observado las fotos de los acusados a través de internet, y la verdad es que ver a unos tipos empleando sendas barbas en un estilo que cruza a Charles Manson con Osama Bin Laden, genera sentimientos encontrados. Unas personas con esa clase de rostros no pueden ser consideradas pacifistas, incluso si ampliamos el sentido de las palabras dichas por Jesús en el sermón del monte, que en realidad le dio bienaventuranzas a los pacificadores: y aunque ambos términos tengan significados similares, empero no son sinónimos. De poco sirve hablar en contra de la guerra y rechazar el uso de revólveres si los que se encuentran a cargo de uno reciben de manera constante castigos, reprimendas y palizas. Y dejemos a un lado el pretexto de la corrección disciplinaria, ya que no hay cabida aquí para él (sólo recordar que ciertas guerras, especialmente algunas intervenciones de Estados Unidos desde la década de 1990, fueron promocionadas con un fin ejemplarizador). Es más: en ese contexto perdonar al asesino de los propios hijos a la larga se torna en una falta de protección para los vástagos. Si se analiza el modo de vida de los amish, a poco andar se caerá en la cuenta de que casi nada tiene que envidiarle a experimentos que por cierto trataron de seguir sus pasos, como el Templo del Pueblo, los Davidianos o la Iglesia Universal y Triunfante. Claro: el problema radica en que tales iniciativas no se quedaron en el eslogan "respeten mis creencias que yo no molesto a nadie"; muy por el contrario, se plantearon con una propuesta bastante crítica de los valores de la sociedad norteamericana. Al final, estas comunidades herméticas, justamente por eso, siempre esconden algo, que rompe el secreto en cualquier momento, expandiéndose como lava de volcán.

                                                                                                                                                         

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Beso de Judas Benetton

Bastante controversia ha provocado uno de los más recientes afiches publicitarios de Benetton, la firma de origen italiano dedicada a la distribución de ropa, en donde aparecen Joseph Ratzinger y el clérigo musulmán egipcio Ahmed al-Tayeb, dándose un apasionado beso en la boca. No se trata de un montaje aislado. Al contrario, esta empresa lleva dos años exhibiendo dicha clase de carteles, en el marco de una campaña publicitaria que según sus creadores tiene como finalidad evitar el odio y fomentar la reconciliación entre las personas, en especial los líderes mundiales. Pero que, al igual que todo lo permitido por una casa comercial, busca sobre cualquier otra cosa vender un producto. Con ambos propósitos en mente -el declarado y el real, que acaba justificando al otro-, han lanzado fotografías trucadas donde se pueden observar ósculos entre, por ejemplo, Barack Obama y el presidente chino Hu Jintao, o Hugo Chávez y George W. Bush. En ambos casos, la situación ha molestado a las autoridades norteamericanas, al punto que la fábrica responsable ha tenido que retirar las polémicas imágenes. Lo mismo ha acontecido con el póster que involucra al papa, por el cual los encargados del Vaticano han puesto el grito en el cielo -el atmosférico, no el paradisíaco-, ya que la contra parte es un sujeto que se ha expresado de manera bastante dura hacia la iglesia católica por las declaraciones que a su vez algunos representantes de ésta han emitido respecto de la actuación de los sacerdotes islámicos en la crisis política de Egipto.

Partamos por el principio. Una campaña publicitaria no es más que eso. Y su propósito prácticamente exclusivo es, como se señaló en el párrafo anterior, vender un producto. Para ello, se debe recurrir a mecanismos que ocasionen los mayores niveles posibles de impacto entre la población, con el propósito de introducir entre sus habitantes aquello que se busca comercializar. Más todavía, si se considera que estas actividades, por definición, deben desarrollarse en un periodo muy breve de tiempo o espacio -emisiones de medio minuto en radio o televisión, afiches en las calles-, donde la sorpresa de encontrarse con una imagen cautivadora como quien se topa con un desconocido que por alguna característica llama la atención, es una condición indispensable si se desea tener éxito en el proyecto. En tal sentido, debe primar el ingenio, de modo que el destinatario llegue a ser capaz de abrir de par en par sus ojos ante el asombro. Por lo mismo, es que los creativos suelen recurrir al humor frívolo, que es diferente al satírico, pues este último persigue una intención más cercana a la protesta social. El objetivo de esta clase de realizaciones no es la reflexión, sino la convicción.

Es cierto que existen campañas destinadas a fomentar la conciencia de las personas ante una situación que a sus impulsores les parece desagradable. Pero éstas necesariamente deben guiarse por el mismo parámetro que caracteriza a las anteriores. Por ejemplo, durante la navidad del 2010, un grupo de cristianos ingleses colgó numerosos afiches en contra del aborto, en los cuales aparecía una supuesta ecografía de Jesús, que provocó respuestas airadas de parte de colectivos que aceptan la interrupción del embarazo. Ahora, en Estados Unidos, bastante polvareda han levantado fotografías en donde aparecen bebés durmiendo junto a cuchillos o hachas, montadas con el propósito de que los padres no duerman con sus hijos debido al riesgo que éstos pueden correr. El hecho de que tales cosas sean comentadas ya es un punto a favor de sus creadores, quienes han constatado que el propósito principal de sus iniciativas, el generar impacto, se ha cumplido. Y si un puñado de ofuscados logra que se retire algún póster, a la larga sólo perderá, pues estamos en presencia de otra señal que denota el éxito de la publicidad. Lo cual en la actualidad es mucho más inevitable, dado el auge de internet, donde ideas censuradas pueden ser difundidas con escasas posibilidades de control.

Benetton actúa con simple hipocresía. Y lo que se debe hacer ante estas patrañas es simplemente dar la vuelta y no considerarlas. Así las campañas publicitarias pierden su valor y finalmente acaban cayendo del edificio o del aire, como bien lo mostraba un episodio de Halloween de Los Simpsons. Además, la firma italiana, como ya se señaló, lleva dos años elaborando estos afiches, y que acudan a líderes como el papa o al presidente de Estados Unidos mediante asociaciones dudosas o rebuscadas (los norteamericanos pueden tener una rivalidad económica con China, pero más allá de eso poco), demuestra que se trata de una iniciativa en fase de declinación. Estos mismos escándalos pueden contribuir a su decadencia definitiva. Enhorabuena, para que la casa comercial que porta un mensaje de paz y amor responda por las usurpaciones que le ha hecho a pueblos ancestrales respecto de su vestimenta patrimonial (y cuyas demandas, supongo, las verá como un discurso de odio).

                                                                                       

domingo, 20 de noviembre de 2011

El Regreso de los Niños Golpeados

Hace unos días, un informe de un organismo competente revelaba que, tras varios años tendiendo a la baja, en los últimos dieciocho meses habían aumentado los casos de violencia intrafamiliar, en especial los relacionados con el maltrato infantil. Los expertos, además, advirtieron que tal fenómeno no debía ser atribuido al incremento en las denuncias, pues hace un buen tiempo que se ha creado conciencia en torno al tema. Una toma de raciocinio que, justamente, había instalado en la sociedad la idea de que el castigo físico contra los niños era una costumbre superada o que al menos se estaba batiendo en franca retirada; por lo cual ahora cabía dedicarse a erradicar agresiones hacia otros sujetos igualmente más débiles, como las mujeres o los animales.

Aunque en primera instancia parezca un ejercicio sesgado, antojadizo y poco serio, de todas formas cabe relacionar el mencionado aumento con la asunción de un gobierno conservador y de derecha, y no sólo porque el aumento de la curva coincida con el tiempo en el que esta legislatura lleva en el poder. Esta clase de administraciones suelen basar su discurso social en dos aspectos fundamentales: la recuperación de los llamados valores tradicionales y la preeminencia de la familia, entendida como un ente nuclear compuesto por padre madre e hijos -de preferencia más de uno-, aunque con una determinada extensión de los conceptos se puede incluir a los abuelos. Ambos elementos, además, se presentan relacionados de manera indisoluble, ya que ésta constituye la base de sustentación de aquéllos, que en definitiva son inevitables si se busca mejorar el estándar de vida de una comunidad. Así lo dejaron en claro los derechistas chilenos en la campaña electoral que finalmente les permitió acceder al ejecutivo; y de idéntico modo han procedido ya instalados en el palacio presidencial. De hecho, una vez adquirido el mando, varios ministros señalaron, o al menos dejaron entrever, que aquellos hogares conformados por un solo cónyuge (generalmente mujer, pues aquí es bastante común que sus parejas las abandonen tras el embarazo), eran una distorsión no muy deseable. Es verdad que han continuado con los subsidios en favor de tales casos, así como también han despachado proyectos de ley que pretenden incorporar a ciertas situaciones que los más fanáticos califican de "anti familia", como las convivencias homosexuales. Pero siempre queda la impresión de que lo tratan como un anexo, con el afán de presentarse como las autoridades que se preocupan de todos, y de ese modo ganar réditos.

Pero volvamos al punto inicial. En una administración derechista, que por lo tanto centra su preocupación en la estructura familiar, la consigna es que los problemas se resuelvan al interior de esa institución. En especial los relacionados con la conducta de los más jóvenes, cuyo nivel de disciplina o desacato se mide -mejor dicho se debe medir- de acuerdo a los parámetros fijados por los ya nombrados valores tradicionales, que por lo general coinciden con las visiones más conservadoras de la sociedad. Es la principal motivación que origina la existencia de esta clase de organización. Luego, como son los niños quienes necesitan de este encauzamiento, entonces la labor queda encargada a los padres (así en plural, porque con uno solo no sirve), los cuales reciben el mandato, teniendo libertad absoluta respecto del método que les resulte más adecuado. De ahí a aplicar castigos físicos, pues no quedan muchos pasos. En especial porque tratándose de la mejor instancia posible, todo cuanto emane desde el interior de ella es positivo y no puede ser cuestionado. Entonces, el asunto se torna un círculo vicioso respaldado por una conducta que también es de cuño conservador: la de lavar la ropa sucia en casa.

Los mayores exponentes de la prensa escrita chilena -proclives a este gobierno- han indicado que en el último tiempo se ha producido una rebrote en la consideración de la familia entre los ciudadanos, tanto a nivel de opinión como de práctica. Los administradores de esta legislatura han recalcado dicho fenómeno con expresiones de júbilo. Debería tomarse en cuenta que tal tendencia siempre trae aparejados daños colaterales como el maltrato infantil, que son consecuencia de la misma estructura familiar así como del carácter conservador y moralista que caracteriza a las legislaturas derechistas. Y que las tres cosas se hallan unidas de manera indisoluble.

domingo, 13 de noviembre de 2011

La Sacerdotisa Kristeva

Hace unos días, pasó por Santiago la sicoanalista búlgara Julia Kristeva, invitada por la Universidad de Chile. La verdad es que su visita habría pasado inadvertida de no ser porque le concedió una entrevista al periódico The Clinic, donde intentó, con pretensiones filosóficas, re definir el concepto de rebeldía, que ha tratado de explicar en algunos libros que ha redactado por ahí. Por supuesto, y al igual que todos los extranjeros con aires intelectuales que en el último tiempo han arribado al país, no dejó de hacerle un guiño al movimiento estudiantil local, que ha paralizado buena parte de los planteles superiores y los establecimientos secundarios por ya ocho meses. Más aún: buscó una fórmula que le permitiese hacer calzar dicho incidente con los seudo tratados que escribe y que al parecer apenas conocen ediciones en español. Y todo señala que se sintió satisfecha con sus conclusiones. No es para menos, considerando el suculento cheque que debió haberle pagado el lupanar de Bello, cuyos decanos y académicos siempre se andan quejando de que la falta de fondos les impide concretar la mayoría de los proyectos que planean: misma coyuntura por la cual se han volcado en masa en apoyar la actual huelga, que tiene a sus alumnos como los principales protagonistas.

Al respecto, y retomando la intervención en The Clinic, hay una opinión de la Kristeva que no se puede dejar de comentar, pues es una muestra de que hasta los intelectuales más, por decirlo de una forma que sea legible para el común de la gente, liberales y progresistas tienen también sus prejuicios. En un momento la periodista le pregunta por el mencionado movimiento estudiantil, y ella declara sentirse sorprendida -aunque nunca aclara si gratamente o no- de que una mujer, haciendo alusión a Camila Vallejo, aparezca como la líder natural e indiscutible de este proceso, en circunstancias que en Chile "todavía no está el derecho al aborto". Tal conclusión, aparte de que por sí ya es un insulto, refleja además una extrema parcialidad propia de quienes son incapaces de comprender la diversidad de las culturas, acusación que precisamente las personas de formación europea les hacen a las mentalidades supuestamente más provincianas del Tercer Mundo. Observándola con detalle, se torna una especie de declaración de principios, de alguien que entiende que las cosas se dan sólo siguiendo una continuidad lógica que es imposible que se dé mediante una vía alternativa. Por otro lado, se desconoce el valor de un enorme puñado de féminas que destacaron por sus méritos y su rebeldía -contra el orden establecido o la injusticia social- y jamás necesitaron recurrir a la interrupción del embarazo como eslogan, sencillamente porque existían otras prioridades que atender. Eso sin contar que se pasa por alto a todas las mujeres que han efectuado un aporte significativo a la humanidad sin raspaje de por medio.

¿En dónde estará el origen de este convencionalismo espetado por la Kristeva, sin responsabilidad alguna de su parte? Quizá haya que recordar una muy acertada definición de Jean Piaget respecto a los sicoanalistas, tendencia a la cual la entrevistada adscribe. El creador del constructivismo, quien alguna vez fue discípulo de Freud, a poco andar abandonó desilusionado aquella camarilla, pues notó que "se agrupan en capillas y tratan de herejes a todos los que no piensan como ellos". Lo cual no se encuentra muy alejado de la realidad, si se considera que su fundador invirtió conceptos de la teología judía, con el propósito de crear una corriente nueva y heterodoxa que le diera la posibilidad de sobresalir (no es raro en la religión hebrea: cabe recordar que desde siempre han existido sinagogas para ateos y que en la Edad Media en su seno se propagó la cábala, una variación tan sui géneris, que hoy se considera un credo separado. En cierto sentido -por ser una invención reciente- el sicoanálisis ha seguido el mismo camino). Ahora, que también puede ser una conducta que resida en el ello, ese espacio de la mente que de acuerdo a Sigmund esconde todas las consecuencias poco deseadas de la represión y la neurosis, que él le atribuye a todas las religiones sin distinción -menos a la que creó, por cierto-, y que puede salir a flote en cualquier momento y de las maneras más insospechadas, cambiando por completo la percepción que hasta entonces se tenía de esa persona. De lo que se trate, estamos en presencia de una actitud propia de quien acuesta a su interlocutor en un diván, dejándole con eso en una posición de inferioridad, con el de que no discuta, dialogue o siquiera converse, sino que relate su existencia que a la postre no es más que una sarta de frustraciones y concepciones delirantes que deben ser corregidas o eliminadas, pues siempre serán el escudo de un anormal.

Julia Kristeva, que en la misma entrevista insiste en reiteradas ocasiones en la reivindicación del género, acto seguido también advierte de que el feminismo puede transformarse en una opción totalitaria, como según ella ha ocurrido con todos los movimientos revolucionarios en la historia (es decir, se han tornado un círculo vicioso de represión y neurosis, que requiere con urgencia de los sicoanalistas para anularlo). Lo curioso es que su misma opinión, formulada desde la testera del terapeuta que está ahí para extraer los traumas que coartan la libertad, al final se guía por el procedimiento de la verdad absoluta, ahora avalada por una supuesta objetividad científica. La mujer que no se ha hecho un aborto, o que no ha planteado aquel "derecho", con la mayor vehemencia posible, la virgen, o la que le resta importancia al placer sexual, es presa de una anormalidad alienante. Por lo que cualquier cosa que plantee finalmente no puede ser considerada válida. Y si algún acaecimiento rompe esa lógica, si no se trata de una excepción explicable mediante los mecanismos de la sicología (que siempre acaban concluyendo que se trata de una enajenación que tarde o temprano derivará en consecuencias nefastas), entonces es una conducta que debe motivar el asombro en el peor sentido del término, porque más que una propuesta consciente, es una sucesión de reacciones emocionales ante estímulos externos que acabarán en violencia y destrucción. Bueno: por algo todos estos personajes son usados por las tiranías para controlar y disuadir a los ciudadanos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La Engañosa Resurrección de las Religiones

Abundan los teóricos que han afirmado que el siglo XXI se caracterizará por una suerte de rebrote del espíritu religioso; cuestión que, en todo caso, parece confirmarse luego de transcurrida una década de la mencionada centuria: durante ella, y ante el declive de las ideologías políticas que determinaban el actuar de los líderes del mundo hasta hace sólo veinte años, diversos movimientos de cuño cristiano, judío, musulmán u oriental han captado la atención de la gente, proceso el cual, al menos por ahora, no muestra signos de agotamiento. Muy por el contrario, se percibe cada vez una mayor reciedumbre, alentada especialmente a partir de los ataques a las Torres Gemelas perpetrados por extremistas islámicos el once de septiembre de 2001.

No obstante, se trata un resurgimiento que debe llamar a la reflexión, ya que debido a sus características, no está exento de provocar aprehensiones. Si uno lo observa con un grado mínimo de detalle, notará que las estructuras eclesiásticas de aquellas religiones que se han beneficiado más con esta recuperación del entusiasmo, han tenido empero una participación muy secundaria en él, incluso experimentando una merma de adhesión a veces más significativa que la sufrida en la época de repliegue de sus respectivas feligresías. De modo paralelo, el renacer ha estado ligado más bien con iniciativas privadas e independientes, ajenas a las formas clásicas de organización, a la cual en todo caso siempre manifiestan su más honesto respeto. Así, el reciente auge del islam no ha sido sostenido por las mezquitas más ancestrales o tradicionales, sino que se ha desarrollado en torno a la creación de nuevos centros de estudio y acción, uno de los cuales es la célula terrorista de Al Qaeda. En paralelo, el catolicismo, el último tiempo, ha sido apuntalado no por sus órdenes más clásicas -formadas, se supone, por personas muy preparadas-, sino por agrupaciones que las imitan, aunque su tinglado interno es distinto, como los neo catecúmenos, el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Los evangélicos, a su vez, han vuelto a florecer gracias a las mega iglesias, los tele predicadores o sujetos como los denominados neo con de Estados Unidos, quienes les han arrebatado el protagonismo a los templos presbiterianos, bautistas y también pentecostales. Mientras que el misticismo oriental ha sido absorbido y filtrado de manera indirecta a través de sectas como el Baha'i, la Nueva Era, Silo o los ecologistas y los defensores de los derechos de los animales.

Todos estos movimientos poseen características comunes. Primero, son muy proselitistas, lo cual les ha permitido, aparte de la coyuntura mundial, ganar una importante cantidad de adeptos. En seguida, no se esmeran en construir una base teológica o intelectual fuerte, ya que su principio fundamental es que el mayor número de personas, independiente de su formación o niveles de escolaridad, asimile un mensaje que se pretende universal y único. Pero quizá lo más importante -ya que le da una justificación a las dos actitudes antes reseñadas-, es su carácter marcadamente conservador. Señalamos en el párrafo anterior que estas organizaciones no tienden a cuestionar los aspectos más elementales de sus respectivas religiones, ni sus estructuras más tradicionales ni a quienes las encabezan, ya que su deseo final no es fundar un nuevo credo -y luego ser tachado de infiel, hereje, sectario o falso profeta según corresponda- sino entregarle nuevos bríos al ya existente, porque constituye la verdad absoluta, que sólo se ha debilitado en la conciencia general porque sus custodios han equivocado el rumbo o no han querido ejercer su autoridad espiritual con mayor severidad. Entonces esta nuevas expresiones de fe se atribuyen un mandato mesiánico, y como todo proceso interesado en practicar una reforma, tratan de retornar a los orígenes, donde se halla la fuente de la pureza, de la que las sucesivas generaciones se han alejado por diversos motivos. El problema es que tratándose de religiones, ese manantial primigenio guarda una especial relación con las tradiciones, que no se circunscriben sólo a aspectos étnico culturales, sino a una amalgama cuyo rostro más identificable suelen ser los prejuicios y convencionalismos sociales, algunos de los cuales han sido superados tanto por los descubrimientos científicos como por los avances que la humanidad ha hecho en materia de derechos humanos.

Es éste el punto que ocasiona una mayor controversia. Al transformarse el pensamiento conservador y devenir en una herramienta de lucha, se torna reaccionario, así como su símil liberal o radical se se orienta a la revolución cuando adquiere un cariz violento. Y la reacción es peligrosa en el sentido de que su triunfo puede significar la pérdida de derechos ganados tras una buena cantidad de décadas. De hecho: si uno analiza  las iniciativas que han resultado como consecuencia de este renacer religioso, observará que casi todas basan sus predicamentos en una serie de restricciones y prohibiciones, que es necesario implantar para frenar el arrollador avance del mal en el mundo. Esto, además, aderezado con un rasgo que es transversal a estos movimientos, y es que su verdad es la absoluta y todas las demás son inaceptables, algo que se acrecienta cuando las organizaciones adquieren un talante más belicoso. En tal sentido, hemos visto a católicos y evangélicos insistir en erradicar costumbres consideradas libertinas, así como a fanáticos del budismo y el hinduismo proscribir ciertos pasatiempos como sucedió a mediados de año con las corridas de toros en Cataluña. Es que tales credos se valían de dichas prerrogativas en el momento mismo de su constitución, y como se trata de regresar a la fuente primigenia, ya se sabrá cuál es el camino lógico. Ahora: eso no significa que la solución sea atacar a estas iniciativas, ya que quienes lo intentan, como Richard Dawkins, acaban volviéndose lo que odian. Sí se les puede encauzar a través del diálogo y la orientación -ha acontecido en otras épocas-, entregándoles herramientas que favorezcan su tolerancia. De hecho, muchas corrientes que hoy aparecen como moderadas y equilibradas, en sus inicios eran tan agresivas como las propuestas tratadas en este artículo.

domingo, 30 de octubre de 2011

Las Brujas Alienantes

Como cristiano evangélico, tengo, o debo tener, un motivo absolutamente lapidario para rechazar la celebración de Halloween: cual es su condición de festividad pagana, donde se exaltan cuestiones que son censuradas en la Biblia, como la magia y la idolatría, además de una cierta mirada a la simpática, despreocupada y lúdica, pero a la vez falta de seriedad, de los elementos satánicos. Dicha conducta, ya que se trate de una opción voluntaria o de un aspecto lógicamente ineludible, de cualquier manera puede ser acompañada por argumentaciones de índole, digamos, más secular: puesto que la mentada fiesta tiene su origen en ancestrales ritos celtas relacionados con prácticas animistas. Sin embargo, cuento con otro factor de naturaleza completamente distinta al que acabo de explicar; pero que igualmente otorga argumentos de peso, aunque algunos sólo formen parte del cliché social: mi situación de latinoamericano, enfrentado a una costumbre importada de Estados Unidos, como es la llamada Noche de Brujas, y todas las amenazas de alienación que un contraste como ése es capaz de ofrecer.

Y son ambas causas, en especial la primera, las que al final me impulsan a observar con desprecio y poco entusiasmo dicha conmemoración. Lo relacionado con la fe cristiana, por motivos obvios acerca de los cuales ya me explayé en el párrafo anterior. Y lo otro, porque al tratarse de una tradición adquirida desde el extranjero, no puede sino constituir una amalgama de pastiches y actitudes hueras, hechos que son una alerta acerca de los niveles de vulgaridad y estupidez a los que puede llegar una determinada actividad humana. No obstante, de igual modo resulta legítimo preguntarse por qué una costumbre al cual no estamos familiarizados, por un asunto de cultura y formación, empero consigue penetrar entre los distintos pueblos al punto de erigirse como una celebración con idéntico nivel de aceptación que sus pares consideradas más autóctonas. Y la verdad es que las respuestas no se agotan en el ímpetu avasallador y dominante que muchos por estos lares le atribuyen a los norteamericanos. Para empezar, la facultad de asimilación de los individuos es algo que ha sido comprobado ya desde la Antigüedad clásica, y ha quedado demostrado que es un ejercicio imprescindible en la búsqueda de la madurez y el desarrollo intelectuales. Luego, cabe recordar que prácticamente ninguna de nuestras festividades es en estricto rigor, ancestral; surgiendo en realidad de un híbrido que mezcla viejos rituales indígenas con influencias de las potencias colonizadoras europeas que durante el Renacimiento se repartieron esta porción del mundo, principalmente los españoles. Más aún: feriados que se nos presenta como una tradición milenaria, como los componentes que se le suelen atribuir a la Navidad, en realidad comenzaron a establecerse recién hace un siglo, y producto de la permeabilidad a lo externo.

Tales ejemplos hasta pueden guardar parecidos con el Halloween. Incluso en Chile, así como supongo que en el resto de los países de América Latina, contamos con nuestra propia fiesta de hechizos, que es la Noche de San Juan. Dicha conmemoración acontece durante el solsticio de junio, que en el hemisferio sur corresponde a la llegada del invierno, y por ende al periodo de renovación de las cosechas. Para que éstas resulten satisfactorias, se acude a ciertos rituales de índole mágica, como golpear con una huasca (lazo), los árboles frutales a fin de que den buenos productos, o colocar velas sobre los terrenos cultivables, no dentro de una gran calabaza, sino sobre una bacinica; pero cuya finalidad no es otra que alejar a los espíritus negativos, de igual forma que su par celta, que además se efectúa durante el otoño boreal. En el equivalente latinoamericano, es posible llevar adelante pactos con el diablo, cuya única diferencia con la versión traída del norte es que la de acá posee los rasgos característicos propios del catolicismo hispánico, que a fin de cuentas son sólo detalles, interesantes eso sí para la atracción turística. Ahora: el asunto es que la festividad sureña se encuentra en franca declinación y sus componentes son vistos como muestras de la superchería y la ignorancia que siempre se le ha achacado a las poblaciones de este lado del globo -en síntesis, se trataría de variables alienantes-, pensamiento promovido por plataformas que han pretendido una suerte de "liberación" como los movimientos revolucionarios y reivindicativos. En cambio, lo otro ha ingresado como un paquete comercial y un bien de consumo, por lo que desde el primer instante se asume como banal. Justamente la peculiaridad que provoca reacciones de desagrado.

En México, y de modo paralelo al Halloween estadounidense, se celebra la llamada Fiesta de los Muertos. Dicha conmemoración acaece durante los días 1 y 2 de noviembre, durante la conmemoración de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, como debe corresponder a un país de raigambre católica (y en cualquier caso, ¿por qué creen que los sucesivos papas colocaron ese feriado en la misma fecha que la Noche de Brujas?). Lo interesante es que tal conmemoración, que en el último tiempo ha tomado un cariz de banalidad comercial muy parecido al de su par norteamericana -a partir, desde luego, de sus propias particularidades-, ha estado ingresando en la sociedad de Estados Unidos de una forma comparable a como el ritual de origen celta lo está haciendo en el resto del orbe, merced a la inmigración y los medios masivos de comunicación. Y si alguien no cree que los gringos también asimilan eventos de origen exótico, que tan sólo vuelva a ver "El Cadáver de la Novia". Ahora: es cierto que tal fenómeno se da bajo los rasgos que identifican a cada una de las riveras del río Bravo -y a las dos en conjunto, especialmente-. Pero es un indicio de que uno, con astucia e ingenio, es capaz de crear algo atractivo con los recursos que tiene alrededor. Y de que la alienación -real, exagerada o supuesta- tiene bastantes más recovecos de los que se suelen considerar.

domingo, 23 de octubre de 2011

Lo Que Hizo Grande Al Alma Grande

Para quienes sienten atracción por las llamadas religiones orientales -entendidas como el conjunto de doctrinas creadas hacia los siglos noveno y quinto antes de Cristo, en la región comprendida entre Afganistán y Japón, por pensadores que mezclaron aspectos de los credos folclóricos vigentes entonces en aquellos lugares, con sus propias concepciones del mundo, la mayoría de corte ateísta-, un acontecimiento bastante atractivo, al extremo de que se torna ineludible, es la figura de Mahatma Gandhi, el líder de la India que con sus tesis de la resistencia no violenta, consiguió que los británicos le concedieran la independencia a ese país, después de cien y poco más años de colonización. La opción pacifista alentada por este abogado nacido en Porbandar ha sido vista en muchas culturas occidentales como un paradigma que sólo podía surgir en el seno de una nación que apenas consigue disimular su pobreza y su desigualdad social detrás de una sarta de místicos y santones, cuyos antepasados dieron origen a tres de las corrientes espirituales mejor evaluadas hoy por la humanidad: el budismo, el jainismo y el brahmanismo.

Sin embargo, y sin dejar de considerar los méritos de Gandhi -que le debieron haber significado la obtención del Nobel de la Paz-, no resulta menos interesante revisar la biografía de este intelectual, con el propósito de lograr una información más detallada y exacta de sus vínculos con los clichés occidentales que a menudo se citan sobre la India. Primero, es preciso señalar que no profesaba ninguna de las religiones listadas al final del párrafo anterior, las cuales prácticamente se ejecutan sólo dentro de monasterios, los cuales, por un asunto doctrinal y a despecho de que los miembros de algunos de estos recintos llevan a cabo labores de beneficencia con la gente común-, suelen como medida general situarse muy alejados de las concentraciones incluso más pequeñas de población. Fuera de que todos estos credos tienen una extensión insignificante dentro del país del Mahatma, quien al igual que casi todos sus familiares y vecinos, era hindú, la corriente ampliamente más masiva y tradicional -incluso oficial-, que es comparable más bien al paganismo politeísta de Grecia, Roma o Mesopotamia. El propio líder nacionalista se ganó la antipatía de sus correligionarios tras criticar una institución considerada sagrada como era el sistema de castas, y los bajos niveles de tolerancia que exhibían hacia otros grupos, como los musulmanes, los sikh, los cristianos y las mismas tendencias que tanto obnubilan a europeos y norteamericanos. Y tal parece que sus semejantes no aceptaron con mucha convicción ese mensaje de paz, pues no olvidemos que Gandhi acabó asesinado por un feligrés fanático, justamente, del hinduismo.

En realidad, el Mahatma jamás habría desarrollado su pensamiento de no haber tomado contacto con fuentes occidentales o de raigambre cristiana. En su juventud fue un lector asiduo de Leo Tolstoi, escritor conocido, aparte de sus libros, por sus trazas de misticismo ortodoxo. De hecho existe una copiosa correspondencia que se dio entre ambos. Luego viajó a Sudáfrica, donde, aún en clave negativa, recibió una certera lección sobre segregación -fue echado a patadas de un tren que estaba reservado sólo para los blancos-. Y se estableció durante un buen tiempo en Inglaterra, ya que consideraba a sus dominadores como la cuna y el centro de la cultura mundial. Fue en la metrópoli, de hecho, donde culminó sus estudios en leyes, y donde terminó por solidificar y sintetizar las ideas en favor de su pueblo y en contra precisamente de los colonizadores. Si Gandhi expresa tales palabras de admiración por los británicos, que recordemos eran el yugo de su nación, es obvio que se dejó empapar por los aportes que el archipiélago europeo le ha entregado al conocimiento universal. Muchos de los cuales se enmarcan en una órbita eminentemente configurada por la enseñanzas de los evangelios, donde Jesús promueve la libertad de conciencia y la resistencia pacífica, conductas que se hallan en la base de la gesta del líder indio. Ni Buda, ni cualquier otro de los iniciadores de religiones que han existido en el subcontinente asiático elaboraron una propuesta semejante, ya que sus concepciones se fundamentaban más bien en la búsqueda de la perfección ascética personal, en lugar de la consideración del prójimo.

En resumen, Gandhi era una persona que profesaba una determinada religión, el hinduismo; pero que no sintió miedo de dejarse influenciar por visiones de la humanidad que eran ajenas a su credo, entre ellas las cristianas. De seguro que, como instruido que era, leyó a muchos pensadores occidentales, y como sugiere el apóstol Pablo, examinó todo y retuvo lo bueno. Hay claros elementos del Nuevo Testamento en muchos de sus discursos, los cuales jamás habrían sido de esa manera, de haberse mantenido en su formación mística tradicional. Con lo que puede afirmarse, que en cierta forma, le recordó a un puñado contundente de discípulos del camino, el significado de uno que otro versículo de la Biblia. Algo que, de acuerdo, guarda una interesante relación con eso del interés por el exotismo -el mismo que hoy ciertos europeos y americanos sienten por la cultura de la India-. Pero que ha sido recogido con eficacia por hermanos de este lado de la fe quienes también han contribuido a elevar el nivel espiritual, en este caso, de los cristianos. Como el pastor bautista Martin Luther King, quien siempre señaló haberse inspirado en el Mahatma.

domingo, 16 de octubre de 2011

En Las Manos de Jamenei

Hace unos días atrás, se conoció la noticia de que el gobierno iraní decidió dejar en manos del ayatolá Jamenei, la confirmación o rectificación acerca de la condena a muerte que un tribunal eclesiástico de aquel país le impuso al pastor evangélico Yousef Nadarkhani, acusado de apostasía por haberse convertido desde el islam, delito que por allá conlleva la pena capital. Muchos cristianos, no sólo reformados, han recibido con mesurada alegría este anuncio, pues podría ser una señal positiva, en el supuesto de que en Teherán han sentido la presión internacional frente a una determinación que, en bastantes lugares del mundo, es vista como una aberración inaceptable, y que de llevarla a efecto, les significaría a las autoridades persas un nuevo ladrillo en su ya muy amurallado aislamiento diplomático. Aunque, es necesario recordarlo, de este tipo de personas se puede esperar cualquier cosa, incluso que finalmente ejecuten al líder espiritual, tal como lo hacen esos villanos inmisericordes que tanto gusta mostrar Hollywood, varios de los cuales -más por una motivación ideológica que un intento genuino de acercarse a la realidad- justamente son musulmanes.

¿Cuál sería el propósito de remitir a la máxima autoridad religiosa un asunto que para cualquiera que haya sido formado bajo los principios de la democracia occidental, debiera circunscribirse exclusivamente a un tribunal civil? Para empezar, no olvidemos que, producto del ordenamiento jurídico y político que surgió en Irán a partir de los acontecimientos de 1979, el ayatolá no es sólo la principal representación eclesiástica del país, sino que además funge como jefe de Estado, en lo que conforma una curiosa monarquía constitucional teocrática. Bajo dicha premisa, una corte islámica tendría tantas o más competencias que una común; o cuando menos le correspondería a aquella clase de magistrados decidir sobre cuestiones que de acuerdo a los convencionalismos más tradicionales, atañen al ámbito de un credo, como por ejemplo los asuntos morales. O por ejemplo -que resulta mucho más aclarador- la actitud de cambiar de religión. Y sería esperable que si la abandonada es la oficial -es decir, la única con la facultad de emitir fallos con valor judicial-, el virtual involucrado recibirá una drástica condena. Así ha ocurrido no sólo con los países musulmanes que mantienen esta forma de legislación, sino también con budistas, cristianos de todas las estirpes -sólo recordar las hogueras, que no fueron un patrimonio exclusivo de la inquisición católica-, paganos -la pena a muerte que se le impuso a Sócrates se apoyaba en acusaciones de índole religiosa- y hasta ateos -no pensando únicamente en los comunistas, sino también en propuestas nacidas en el ámbito del escepticismo científico, como las de Richard Dawkins-.

Pero volviendo al tema inicial. Jamenei está por encima de todas las demás autoridades, que además en Irán se eligen mediante sufragio universal. Lo cual ocurre porque no es ni más ni menos que el principal nuncio de Alá en la Tierra. Detalle que le permite presentarse como un rey. Y al respecto, ya sabemos que las monarquías seculares de cualquier parte del mundo, siempre han utilizado el pretexto del mandato divino. Ventaja que siempre es confirmada por la máxima autoridad de la religión mayoritaria, que consagra al gobernante. Luego, cabe sólo imaginar el poder que ganaría quien ya no es coronado por un líder espiritual, porque él mismo ostenta ese cargo y a consecuencia de ello se debe colocar por encima de todo otro regente. En las teocracias no es la jefatura de Estado la que protege al credo oficial, sino que es dicho credo quien está llamado a cubrir a los ciudadanos. Proceso que de igual modo acaece bajo los parámetros del ordenamiento jurídico iraní. Para empezar, cabe acotar que fueron los clérigos musulmanes y no los magistrados civiles los que condenaron a este pastor a muerte, lo que convierte a la intervención del ayatolá en un camino lógico. Pues además, en otro aspecto que caracteriza a estos regímenes, el mayor emisario de los dioses cuenta con la capacidad de decidir sobre la vida o la muerte de los demás seres humanos.

En esto último también reside un cierto grado de astucia. Si Jamenei opta por obligar a cumplir la sentencia, será alabado por los musulmanes extremistas -y una buena porción de los islámicos en general- pues de seguro cumplió con los dictámenes de Alá, que como buena entidad suprema suele tomar decisiones que resultan absurdas, incomprensible o dolorosas para las personas comunes. Pero si la anula, tanto su figura como la del gobierno iraní tendrán una consideración más positiva de parte de la comunidad internacional, la cual olvidará por algún tiempo que en ese país subsisten aberraciones como ésta, que además se reproducen en otros casos que no trascienden a la prensa. El ayatolá será visto como una autoridad misericordiosa y razonable, en contraste con los mandos medios que por su inexperiencia o falta de espiritualidad suelen actuar con excesivo celo, lo que a la larga constituirá un triunfo mediático, y reforzará su condición de guía para todos los ciudadanos pedestres persas con todo lo que aquello significa. Situaciones que los cristianos, y muy a pesar de nuestros hermanos sitos en Irán, que son una minoría significativa, al final pasaremos por alto, producto del alivio que genera el analgésico de la liberación, conseguido tras un arduo sacrificio, después del cual el organismo sólo pide descanso. Y eso nunca debió haber sido así, en especial porque este pastor llevaba dos años encarcelado, tiempo en el que las distintas iglesias no hicieron mucho para revertir su situación, así como tampoco los gobiernos que dicen confiar en Dios, al menos cada vez que efectúan una transacción pecuniaria. Recién la coyuntura actual forzó a varios a levantarse de sus bancas y clamar porque este bochorno no se consume. Aunque al parecer ha dado pie para delirios incomprensibles, como los del presidente de Estados Unidos, quien aseguró que los servicios secretos de su administración descubrieron un complot para cometer atentados terroristas y asesinatos de embajadores en territorio norteamericano, tramado por el mismísimo régimen de Irán, y urdiendo una madeja que resulta más rebuscada que compleja, y sobre la cual no hay mayores datos. Jesús no está para falsedades, sino para superar las injusticias.

domingo, 9 de octubre de 2011

Marchando Detrás de la Gran Ramera

Hace algo más de una semana, la Conferencia Episcopal -asamblea que reúne a los obispados católicos-emitió una dura condena contra dos proyectos de ley ingresados un tiempo antes al Congreso y cuya discusión ha tomado vuelo no sólo entre los parlamentarios, sino en la sociedad en general: la reposición del llamado aborto terapéutico y el acuerdo de vida en pareja que le daría una existencia jurídica a las relaciones entre convivientes no casados, ya fuesen heterosexuales u homosexuales. Una acción que no debiera causar extrañeza, pues en cada oportunidad que se presenta una iniciativa que promueve un nivel mayor de igualdad o de libertad de conciencia entre las personas, las autoridades romanistas se hacen presentes, con el propósito de lanzar sus violentas y amenazantes diatribas, buscando aglutinar a sus aliados en la política y el poder económico, para que este tipo de debates sean cortados de raíz y sepultados a la brevedad, a fin de evitar que una ola de relativismo barra con la población de la misma forma que lo hizo el tsunami de 2010, que de paso arrase con sus privilegios. Y esto no sólo en el campo de la moralina: baste recordar la sarta de objeciones que le han hecho al movimiento estudiantil y sus demandas en favor de una educación menos lucrativa y más horizontal.

Sin embargo, la gran novedad -que desconcertó a varios grupos de los más diversos quehaceres- fue que en esta ocasión los prelados romanistas se preocuparon de no actuar, o cuando menos, de no dar la sensación de que actúan solos. Para ello, y en un hecho sin precedentes (al menos en cuanto a imagen frente a los medios de comunicación), en la conferencia de prensa que ofrecieron, aparecieron flanqueados por los principales dirigentes de un amplio abanico de iglesias y federaciones evangélicas, incluyendo organismos con finalidad claramente aglutinante, como el Consejo de Pastores. Muchos interpretaron este fenómeno como una búsqueda desesperada de respaldo por parte de los papistas, que han perdido una significativa cuota de credibilidad debido a los múltiples escándalos de abusos sexuales que en el último tiempo han salido a la luz, situación que además parece estar muy lejos de agotarse (por estos días, se ha conocido una acusación contra el sacerdote Cristián Precht, en el pasado miembro de la sobre valorada Vicaría de la Solidaridad). Ante lo cual, han optado por recurrir a los honestos pero ingenuos "hermanos separados", olvidando que pertenecen a una herejía perniciosa, que ha engendrado un sinnúmero de sectas destructivas; pero que evidencia un crecimiento exponencial en los estratos populares, mientras la adhesión al catolicismo disminuye de manera preocupante. Después de todo, existen reformados que son igual o incluso más homofóbicos, como lo demostró el pastor Edito Espinoza en su intervención en el tedeum de septiembre.

Que los obispos deban recurrir a los cristianos evangélicos, desde cierto punto de vista puede constituir un aspecto positivo. Estarían empezando a darse cuenta del aporte que estos hermanos le están entregando a la sociedad, y no sólo en aspectos relacionados con lo espiritual o la fe. Sin embargo, este cierre de filas de parte de los líderes reformados, por usar un calificativo suave, constituye un bochorno inadmisible y hasta aberrante y vergonzoso. Sin duda, en más de una ocasión estos pastores han empleado los púlpitos para advertir a los fieles de los peligros que significaría la sola amistad con un católico, llamando de paso a romper todo lazo que podría atarlos con algún no convertido, ya que con ellos se corre el riesgo de producirse una contaminación doctrinal. Existen congregaciones que castigan con un alto nivel de severidad a aquellos integrantes que mantienen algún vínculo, por mínimo que fuese, con una persona de orientación secular. Más aún: predicadores de distintos orígenes incitan a los padres a golpear a sus hijos si detectan el menor foco de influencia de parte de un conocido que pertenece "al mundo". En varias ocasiones se exige rechazar a los teólogos romanistas, independiente de sus aportes -algunos usados de manera inconsciente por sus mismos detractores- porque se trata de simples filosofías paganas y huecas. No debe haber consideraciones ni excepciones: la iglesia católica es una gran ramera, inspirada por el diablo, regida por anticristos, capaz sólo de conducir a la perdición. Y agreguemos que, con los antecedentes históricos, como la inquisición y las masacres en contra de grupos que abrazaron la Reforma, no se puede estar sino de acuerdo con tales conclusiones. En especial, si la discriminación y el rechazo de los papistas continúa siendo fuerte también en la actualidad, como lo atestiguan las recientes referencias de Ratzinger acerca de los pentecostales.

No obstante, todas aquellas llamadas de atención, son borradas de un plumazo con el propósito de aparecer ante las cámaras como defensores de una moralidad imprescindible para el normal desarrollo de la patria. Aunque la participación se restrinja a permanecer de pie y en segundo plano, como guardaespaldas de un comunicado en el cual apenas se metió mano. Ya quedó señalado al comienzo de este artículos: muchos cristianos evangélicos son ingenuos y manejan escasa información, por lo que no discurren en imaginar que tras esta invitación de los obispos, en la que de seguro han visto una intención de los católicos en aras de enmendar el rumbo y actuar como auténticos seguidores de Jesús, en circunstancias de que sólo se trata de una utilización interesada con el propósito de mantener el pellejo a flote, la cual será desechada cuando ya no sea necesaria. Sin embargo, no se puede dejar de agregar que obraron de un modo abyecto y vergonzoso. De seguro que más de alguno de estos pastores, ha castigado a uno de sus vástagos o ha reprimido con energía a un fiel sospechoso de presentar conductas moderadas con respecto al dogma romanista o ha rescatado las labores de caridad  promovidas por integrantes de dicho credo. Pero cuando quedan frente a esos sacerdotes que tanto atacan al interior de sus templos, ejercen como verdaderos bravucones cobardes, que ante una fuerza apenas intimidatoria agachan la voz. Bueno: si la finalidad de una carta conjunta, o mejor dicho consensuada, es atacar a un tercer colectivo, aún más débil y minoritario, o menos estructurado, como es el caso de los homosexuales, a veces hasta se bendicen los apretones de manos.


domingo, 2 de octubre de 2011

La Esvástica y los Nazis

La adopción de la esvástica, o cruz gamada, por parte de los nazis, es un asunto que ha impulsado toda clase de especulaciones. Algunos aseveran que su empleo responde a un intento por representar la ideología de los nacionalsocialistas, que estaría cargada de un cierto misticismo, pues este símbolo proviene de la religión hindú. Los seguidores más incondicionales de Adolf Hitler, entretanto, afirman que constituye una prueba del supuesto alto nivel de cultura que ostentaban los jerarcas de este movimiento político, que además, y a despecho de su antisemitismo y su desprecio por los gitanos, estaba abierto a aceptar todas las etnias posibles. No es el único antecedente del que se sirven para asegurar tal situación, pues agregan que durante la Alemania inmediatamente anterior a la guerra, se construyeron un sinnúmero de monumentos y obras arquitectónicas que recordaban a las civilizaciones griega y romana, algunas de las cuales aún sobreviven en la actualidad.

La realidad es que, para todo aquel que maneja siquiera un poco de información, desde el principio estas teorías resultan tan risibles que la representación que Charles Chaplin hace de Hitler en su filme "El Gran Dictador". Para empezar, es una perogrullada confirmar que ni el máximo líder del nazismo ni sus contemporáneos fueron capaces de elaborar un tratado contundente de su ideología, que resultara aceptable desde el punto de vista crítico o cuando menos resistiera el análisis más elemental. La única obra escrita que se acerca a ello -o mejor dicho, que se ha intentado vender como tal por sus lectores más entusiastas-, el "Mein Kampf" no es más que una sarta de declaraciones puramente emotivas, absolutas, delirantes e imposibles de confirmar, propias de un fanático sectario, o de un político que intenta ganar las elecciones a costa de un discurso repleto de frases clichés. La interpretación que se hace de los textos de Friederich Nietzche es claramente superficial y antojadiza, cosa que queda al descubierto con sólo oír una conferencia de un entendido en ese filósofo, a quien parece se asieron porque querían presentarse como un grupo sustentado en un paradigma. Aparte de que los escritos del "deicida", hoy se conoce que fueron tergiversados por ciertos herederos que justamente simpatizaban con movimientos racistas y antisemitas. Por otro lado, Martin Heiddeger, si bien adhirió al nacionalsocialismo, siempre separó aguas entre su filiación y su pensamiento, al punto de que ni los devotos más extremos de Adolf han sido capaces de hallar una mención incluso lejana que pueda calzar con las diatribas de su ídolo. Muy distinto al caso de, por ejemplo, los comunistas, basados en las conclusiones de Marx y Engels, cuya importancia ha sido reconocida hasta por quienes no comparten esa forma de pensamiento, y que además han disfrutado de otros teóricos en tiempos posteriores.

El nazismo es, antes que nada, la megalomanía de un recluta austriaco que buscaba de manera afanosa ser famoso y reconocido, y que aprovechó la precaria situación en la que se encontraba Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Por mucho que algunos insistan en que no se debe caer en el recurso fácil de concluir que Hitler era un absurdo demente, la verdad es que los datos siempre acaban por inclinar la balanza hacia ese tipo de sentencias. Y todas las investigaciones que rodean este asunto de la adopción de la esvástica así lo evidencian. Aquella cruz era muy popular en la Europa del siglo XX, gracias a la divulgación que los ingleses hacían de la cultura de la India, a la sazón su colonia. Sabido es que Robert Baden-Powell, el fundador del escultismo, la colocó como emblema de esa organización junto a la flor de lis, mientras que Rudyard Kipling la utilizaba como portada para sus libros. En el viejo mundo, todavía existen edificios públicos, museos, recintos deportivos, templos y hasta sinagogas cuyos pisos, techos o paredes están adornados con motivos de la gamada. Fuera de que existen versiones de la misma en distintas partes del globo y que poseen una antigüedad ancestral. Agregado a eso, cabe señalar que en la publicidad de entonces, incluso en Chile, aparecía en una gran cantidad de anuncios. Para una ideología de aspiraciones totalitarias, liderada por un mentor que deseaba reunir a la mayor cantidad de adeptos en el tiempo más corto posible, con unos planteamientos, reiteremos, puramente emotivos, apropiarse de un símbolo que probablemente ya estaba instalado en el subconsciente de miles de personas, era una oportunidad que no debía dejarse pasar. Algo muy similar aconteció con el antisemitismo, que es un sentimiento muy extendido en las regiones centrales europeas, donde es acompañado por la superstición y la ignorancia. Le resultaba gratis a Hitler afirmar que los judíos tenían la culpa de los males del pueblo, porque ya muchos lo consideraban así.

Es cierto que la caricatura que se hace de los jerarcas nazis no corresponde a la realidad, porque efectivamente, muchos eran personas cultas. Pero una cosa es manejar información, y otras muy diferentes son la erudicción y la creatividad. Y el nacionalsocialismo jamás desarrolló esas últimas dos. Nunca hubo una abundante producción artística durante aquel periodo en Alemania, al menos incentivado desde la ideología o centrado en ella. Para la posteridad sólo han quedado unas cuantas películas de Leni Riefenstahl -excelente cineasta, hay que admitirlo- y algunos diseñadores de afiches. Sí existió un interesante número de científicos, físicos y técnicos de alta talla que trabajaron para el régimen, como Wernher von Braun, quien después dirigiría el programa espacial de la NASA. Pero hay que recordar que esas formas de conocimiento actúan sobre fórmulas probadas en desmedro de la invención desde la nada o del riesgo intelectual, al contrario de lo que ocurre con la filosofía o el arte. Además la ciencia, en cuanto trata de extraer conclusiones que sean universalmente válidas en todo tiempo o lugar, prefiere desligarse de asuntos que generen controversia, pues se supone que sus aplicaciones son infalibles. Que la Tierra es redonda o que el agua esté integrada por dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, es algo que jamás se objetará, ni siquiera se discutirá en un determinado foro. Aunque cabría acotar que los planteamientos racistas de Hitler se apoyaban en seudociencias. Tal vez por eso buscaba ser considerado merced a un misticismo discutible que en épocas posteriores ha dado pie al nacimiento de bazofias esotéricas como el Rosacruz, la Nueva Era o los insufribles libros de Miguel Serrano.

                                                                     

                                                                 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Ratzinger en Su Tierra Natal

En su reciente visita a Alemania, su país de origen, el papa Joseph Ratzinger, alias Benedicto XVI, pronunció un discurso que, si por esas cosas de la vida llega a quedar en la posteridad, de seguro lo será como un patético ejemplo del uso de la estrategia del "divide y vencerás". En la sede del antiguo convento agustino de Erfurt, donde Martín Lutero ejerció buena parte de su monacato, se deshizo en elogios para el fundador de la Reforma, declarando que era una persona completamente espiritual, cuyos planteamientos siempre estuvieron centrados en el estudio de Cristo. En resumidas cuentas, una operación perdón muy parecida a la que años atrás orquestó su antecesor, Karol Wojtyla, con el propósito de ser difundida por los medios masivos de comunicación y de esa forma recibir felicitaciones por un "gesto que ennoblece". Una farsa de la cual participó el propio pontífice ahora en ejercicio, quien en ese tiempo era segundo en el mando y el asesor de mayor confianza de su entonces superior. No obstante, acto seguido, de la misma boca desde la cual salían reconocimientos en apariencia sinceros, se espetaban epítetos de grueso calibre contra los movimientos evangélicos latinoamericanos, acusándolos de irracionales, incultos, inestables, faltos de dogmas y con baja densidad institucional.

Uno entiende que cuando se alaban ciertas características del enemigo, o a un grupo específico de contendientes, siempre se debe dejar en claro que todas maneras existe un lado oscuro que es preciso continuar combatiendo. De otra forma no tendría sentido luchar. Eso es lo que ha intentado Ratzinger en su afán por emular a Moisés y separar aguas entre las distintas iglesias evangélicas, aunque sin la ayuda de Dios de por medio. Por ende, como buen demagogo autoritario, optó por una interpretación histórica fácil de realizar y con la cual se puede convencer a un buen número de gente. Pues bien es sabido que desde siempre se ha buscado abrir una brecha entre las congregaciones reformadas que podríamos llamar "tradicionales" y los movimientos que quien no cuentan con muchos conocimientos, denomina a todo evento como "pentecostales", siendo que existen muchas variantes al interior de ellos, algunas de las cuales se acercan mucho a las reparticiones más clásicas. De más está aclarar que dicha segregación, aunque a primera vista parezca lo contrario, empero es bastante artificial y no se condice con la realidad. Ya que las comunidades que tanta cefalea le provocan a Benedicto, hunden sus raíces en organizaciones que son contemporáneas al mismo Lutero, como los presbiterianos, los metodistas, los bautistas -y no "baptistas"- o incluso los cuáqueros y los menonitas. Y todavía más: en las últimas décadas, ambos brazos del cristianismo evangélico, lejos de distanciarse, se han venido estrechando con una renovada fuerza, aceptando el uno que el otro parte de un idéntico tronco.

Pero en estas comparaciones antojadizas por parte del papa, se oculta un trasfondo de carácter político y económico. Para la iglesia católica, Europa es una causa perdida, ya sea producto de la influencia cultural de la Reforma -la democracia occidental y la liberación de las costumbres son fenómenos que están conectados de manera indisoluble con los postulados de la gesta iniciada por Lutero-, que se ha extendido a países que no son de mayoría evangélica, o la tendencia hacia la secularización o el agnosticismo (dato interesante para analizar: Ratzinger también aplaudió dicha conducta, aseverando que un agnóstico puede estar más cerca de Jesús que un cristiano que vive afirmándose como tal), o incluso el avance de propuestas religiosas alternativas, como el islam o los credos orientales. Es poco lo que el romanismo está en condiciones de restaurar allí, salvo por algunas naciones periféricas como España, Italia o Irlanda; pero acudiendo a un enfoque menos teológico o dogmático que moralista o sociológico. Entonces, no le queda sino volcar su mirada al tercer mundo, donde las tasas de natalidad siguen siendo altas y todavía existe un buen número de habitantes sumidos en la pobreza y la ignorancia. Cobrando especial sentido la situación de América Latina, que debido a su proceso de colonización aporta una considerable masa de fieles para el papismo. Muchos de los cuales están siendo arrebatados por los movimientos evangélicos emergentes, los que Benedicto insiste en calificar como "sectas pentecostales", y sobre quienes está tratando de forma permanente separar aplicando una versión distorsionada de la paja y el trigo mencionados por Jesús. En fin: qué más se puede esperar de un sujeto que se siente el vocero de Dios en la tierra...

Supongo que en lo de Ratzinger hay su cierta cuota de chauvinismo. Mezclado con eso que algunos llaman "expresiones de buena crianza". Él es alemán al igual que Lutero, quien además desarrolló gran parte de su labor en lo que después fue territorio de la RDA. La misma zona de la cual proviene la actual canciller, Angela Merkel, que además es hija de un pastor luterano, congregación que se opuso de manera tenaz al comunismo en el antiguo sector oriental. La mencionada Merkel, por cierto, continúa siendo evangélica, aunque su gobierno es sostenido por la conservadora CDU, partido político muy ligado al catolicismo germano, surgido a partir del socialcristianismo, ideología creada en Italia en base a la encíclica Rerum Novarum. O sea, como reza un dicho muy usado en América Latina, "al final todo queda en familia", entendida como un grupo reducido de personas que comparten estilos de pensamiento y clase social, además de ser gobernantes o sujetos muy influyentes en un determinado país. Un factor que le hace la existencia aún más fácil a Benedicto, pues lo vuelve todavía menos susceptible de recibir réplicas indignadas. Claro: es muy sencillo pedir disculpas y en seguida llamar a voltear la página a sabiendas de que la pelota del perdón cristiano se le entrega al interlocutor, y más cuando se tiene en cuenta que las atrocidades por las cuales se efectúa el acto de contrición ocurrieron hace al menos dos siglos atrás y no se han repetido en el tiempo simplemente porque no queda nada que atacar. Ahora los ojos se ponen en otros lugares y en otras congregaciones, que están haciendo lo mismo que sus hermanos de Europa llevaban a cabo en el siglo dieciséis.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Edito y los Homosexuales

Bastante polvareda ha levantado la intervención del obispo Edito Espinoza, uno de los tantos oradores del tedeum evangélico que se celebró, como corresponde al protocolo, el domingo inmediatamente anterior a fiestas patrias. En su presentación, el pastor condenó con una inusual vehemencia los proyectos de ley de acuerdo de vida en pareja, que buscan regular, para efectos legales, las relaciones estables entre personas que no han contraído matrimonio, incluyendo las de tipo homosexual. De paso se refirió a los parlamentarios, de quienes aseveró que "tal vez actúan frente a la ciudadanía, pero a espaldas de Dios", insinuando que era inaceptable elegir a congresistas que una vez en el cargo estaban dispuestos a aprobar, o siquiera a discutir, iniciativas réprobas desde el punto de vista del cristianismo más conservador. Sin embargo, las palabras que sacaron más roncha fueron las que este siervo dirigió contra quienes optan por la tendencia gay, a quienes comparó con los violadores y los abusadores sexuales de niños y de animales, sosteniendo poco menos que eran la punta de lanza de una conspiración que buscaba desterrar la fe en favor de una suerte de utopía sodomita.

Está bien. Las expresiones del pastor Espinoza poco contribuyen a la imagen de los evangélicos chilenos en el resto de la población del país, por lo que su discurso hasta podría ser considerado como un mal testimonio. En muchos momentos de su sermón, lejos de predicar, deliró. Y lo peor es que empleó el acento y el lenguaje característicos de los hermanos de las iglesias de barrio, que constituye un rasgo distintivo de los hermanos reformados en general, por lo que, aparte de las burlas y los remedos de rigor, su intervención hizo que afloraran entre la población viejos estereotipos acerca de los "canutos", que parecían desterrados o superados. Que es una religión de fanáticos ignorantes, estúpidos y de bajo nivel educacional, cerrados al universo que los rodea, violentos, intolerantes y con conductas propias de las sectas. En síntesis, el regreso de determinados prejuicios que en cierta forma son la única respuesta posible a un cúmulo de declaraciones que a su vez están basadas en convencionalismos irreflexivos, que en algún sentido se ponen de manifiesto en la malograda presentación hecha por el obispo Edito.

Sin embargo, también cabría cuestionarse el interés que los medios de comunicación han colocado en los dichos de este líder espiritual, cobertura que ha ayudado a fomentar los contraataques descritos en el párrafo anterior. En el tedeum evangélico hablan pastores de las más diversas congregaciones y tendencias, y quienes no alcanzan a intervenir, lo hacen el diecinueve de septiembre en su símil católico, que gracias a un pequeño apéndice puede arrogarse el mote de ecuménico. Todos ellos entregan sus propias opiniones acerca de la actualidad, y por lo tanto sus aportes al debate incluyen los más variados temas. Y por supuesto que este año no fue la excepción. ¿Qué intención hay, entonces, en recalcar una participación que no se extendió más allá de nueve minutos, además efectuada por un pastor de mediana influencia en el círculo eclesiástico? Los curas, en su respectiva reunión, han arrojado escupitajos muchos más virulentos sobre el particular, con el agravante de que vienen repitiendo la misma conducta desde hace un buen tiempo (aunque al parecer ahora hicieron una excepción, esencialmente porque están apremiados con la baja credibilidad que han estado experimentando, debido a los innumerables escándalos de pedofilia). La diferencia es que emplean un lenguaje rebuscado que en los oyentes incautos o poco documentados puede pasar por intelectual y teológico. Por su parte, las grandes cadenas periodísticas, que en su mayoría son dirigidas por sujetos de confesión romanista, abordan esta clase de sermones como un acontecimiento pintoresco, valiéndose del morbo que las caracteriza para entregar una imagen distorsionada de los reformados, cercana a los postulados de quienes les ofrecen la comunión.

Y conste que nadie aquí está defendiendo la poco feliz intervención del pastor Espinoza. Que amenaza, producto de la influencia de determinados sectores, pero también de la negligencia de los mismos hermanos, por transformar los viejos convencionalismos en una, si no en la voz oficial. Por otro lado, el proyecto de ley deja en claro que no se trata de crear una forma de matrimonio homosexual, ya que su principal preocupación son los bienes patrimoniales y no el establecimiento de un nuevo tipo de vínculo. Además, el acuerdo de vida pretende igualmente regular la situación de las parejas de convivientes; en especial, solucionar las precarias condiciones en que se encuentran los hijos de éstas. Por ende, no atenta contra la familia, una conducta que tanto le quita el sueño al predicador, sino que todo lo contrario: protege a una clase de hogar que en muchas ocasiones nada tiene que envidiarle a los cónyuges de papel. Incluso, se podría aseverar que es el mismo obispo Edito quien agrede con sus expresiones a estas personas, incitando de paso que tipos de origen externo, a su vez, empiecen a hablar en clave negativa del pueblo evangélico, fomentando una incipiente hostilidad. Con una actitud así, en lugar de salvar almas, hasta podríamos alejar a quienes ya hemos ganado.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Los Héroes Suicidas

A propósito de la conmemoración del décimo aniversario de los atentados del once de septiembre de 2001 en Estados Unidos, donde miembros de Al Qaeda arrojaron aviones de pasajeros contra las Torres Gemelas y el edificio del Pentágono, se me viene a la cabeza una curiosa forma de analizar el destino del vuelo 93 de la United Airlines, que al parecer estaba dirigido contra la Casa Blanca y en concreto, contra el entonces presidente norteamericano, George W. Bush. Todos sabemos que aquella nave terminó en un descampado en Pennsilvania, de acuerdo a los datos recopilados -pues al igual que ocurrió con los otros malogrados aparatos, en éste tampoco se registraron sobrevivientes-, porque los secuestrados decidieron tomar la iniciativa y frenar la acción de los terroristas, lo cual incidió en que el artefacto se precipitara a tierra.

No quiero aquí ahondar en los detalles que desencadenaron el particular siniestro de este avión. Algunos llegaron a especular que nave militar estadounidense lo habría interceptado y derribado, teoría que desde el principio se mostró como inverosímil pasando a engrosar la lista de las conspiraciones descabelladas que se han tejido en torno a estos atentados. Otros plantearon que los mismos pasajeros sacaron a los extremistas de los controles (al igual que sus camaradas que se apropiaron de los otros tres artefactos, los miembros de Al Qaeda degollaron a la tripulación antes de tomar el mando de la nave), conscientes de que ya no habría ningún piloto disponible y que por ende su acción los llevaría a una muerte segura. Ahora, de acuerdo a la información extraída de la caja negra, la hipótesis más aceptada es que uno de los terroristas, al prever el fracaso inminente de la misión, decidió conducir el aparato hacia abajo y contentarse con cargarse a los infieles que llevaba a bordo. Hoy esta última conclusión funge como una versión oficial, y así es tratada en la innumerable cantidad de telefilmes dedicados al acontecimiento que las cadenas de cable están exhibiendo por estos días.

Lo interesante es detenerse en la conducta de los pasajeros, que fue la que finalmente los llevó a la muerte. Ignoro cuántos de ellos eran cristianos, y en especial, cuántos eran evangélicos conservadores o pertenecientes a alguna de las variantes del llamado "cinturón bíblico", que por cierto es la misma corriente que profesa el ex presidente Bush, destinatario final de este atentado. Sin embargo, un aspecto que diferencia a los musulmanes fervientes de los hijos del camino fervientes, es que estos últimos descartan a todo evento la auto inmolación como forma de entregar un testimonio de fe. Bueno: en realidad es una actitud que debe ser rechazada, por un asunto de doctrina, por cualquiera que se defina como seguidor de Jesús. Y sin embargo, las personas del vuelo 93, independiente de las causas que hayan posibilitado el siniestro final del avión, llevaron a cabo una cadena de acciones que remataron en su propia eliminación. De haber logrado sacar a los terroristas del control de mandos, que al parecer era la idea original, sólo habrían sido los detonantes de que el artefacto se cayera. Y si bien los antecedentes más fidedignos dan a entender que fue un miembro de Al Qaeda el responsable postrero del accidente, de todas maneras éste obró presionado por la rebelión de sus rehenes. En definitiva, los viajeros cometieron un suicidio indirecto, necesario para evitar un desenlace aún más fatal, que es el detalle que termina instalándolos en el pedestal de los héroes.

¿Es admisible, bajo el punto de vista del dogma cristiano, la conducta de los pasajeros del vuelo 93? Desde luego que sí, ya que un mandato esencial para todos los hijos del camino, es evitar la propagación del mal; y si éste se ha desatado, impedir que su daño sea aún mayor. Para lo cual es legítimo valerse de todas las estratagemas posibles, salvo aquellas cuya ejecución a su vez genere nuevas variantes del mal. Excepción que claramente no se daba en el caso que nos atañe, ya que las únicas víctimas colaterales iban a ser precisamente los terroristas islámicos, quienes ya habían decidido morir. Pero lo curioso es que, finalmente, una acción no sólo heroica, sino también gloriosa, pueda emerger desde una conducta que en el marco teórico es unívocamente tildada de reprochable. Que además, era una característica esencial de los villanos de este cuento, que fueron humillados en su misma ley. Es a lo que pretendo llegar. La doctrina, por mucho que abunde en sentencias teológicas que deben ser acatadas en tanto verdad revelada -a nadie se le ocurriría cuestionar a estas alturas, por ejemplo, la Trinidad-, adquiere su razón de ser cuando es aplicada al contexto ambiental en el que cada ser humano vive. De ahí que en la Biblia se insista que más importante que las cualidades son los frutos y que aunque las buenas obras no constituyen un boleto de salvación, de igual modo la fe sin obras es insípida. Eso es algo que debiera considerar la gente que pertenece al llamado cinturón bíblico o que profese cualquier versión conservadora o estática del evangelio, que tiene una opinión fija sobre asuntos morales o culturales. A veces las sacudidas fuertes hacen que el espíritu se mueva, y amplíe su radio de influencia, tornándose atractivo para personas que pertenecen a distintas etnias o tienen diversas orientaciones sociales y políticas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Dónde Está Patricio Frez

El pueblo chileno se conmovió, hace una semana, por el cobarde crimen del joven Manuel Gutiérrez, asesinado por un policía cuando paseaba por la calle acompañado por un grupo de parientes y amigos. Al dar la noticia, muchos medios de comunicación añadieron el hecho de que el muchacho era miembro muy activo de una iglesia pentecostal, lo cual aumentó el grado de consternación entre los habitantes del país, y de algún modo, permitió que se esclareciera un delito que las propias autoridades civiles y de Carabineros en un comienzo se habían empeñado en ocultar, con el propósito de obtener ventajas políticas. Uno acepta que determinados colectivos sociales, como los mapuches o los estudiantes, se transformen en focos de polémicas o conflictos. Pero jamás se esperaría eso de los cristianos evangélicos, cuya perseverancia ha sido admirada por todas las capas y tendencias de la población, salvo quizá una poderosa pero cada vez más replegada minoría de católicos integristas.

Por desgracia, no se puede hablar con el mismo entusiasmo de los hermanos de fe. Bueno: ellos forman parte del mencionado pueblo chileno, y por lo tanto también debieron haber expresado su repudio por este homicidio, al punto que más de alguno habrá pedido orar en su respectiva congregación por la familia de este joven cristiano y por la comunidad en la cual participaba. Sin embargo, se echó de menos, a propósito que en el párrafo anterior se habló de colectivos, una actitud en bloque de las iglesias evangélicas, que se encuentran, al menos la gran mayoría, agrupadas en el Consejo de Pastores y en la Mesa Ampliada. En el sepelio de Manuel Gutiérrez, se pudo observar una importante cantidad de periodistas, e incluso organismos de derechos humanos y representantes de movimientos estudiantiles y laborales -la muerte se produjo durante la huelga nacional de dos días convocada la semana pasada, con el propósito de apoyar las protestas en favor de una mejora en la paupérrima calidad de la educación-, aparte de los demás asistentes al templo que frecuentaba (y que no eran pocos). Pero los directivos de las federaciones eclesiáticas, recién citadas, o siquiera líderes de otras entidades, brillaron por su ausencia. Y es una lástima, porque en otras instancias menos relevantes que ésta, llegan a demostrar una presteza que ya se la quisiera el más desesperado.

Como por ejemplo, ocurrió hace unas semanas atrás en una marcha convocada para expresar el rechazo a un proyecto de ley enviado por el presidente al Congreso con el propósito de extender los derechos legales conyugales a las llamadas "uniones de hecho": parejas que conviven sin haberse casado, entre las que se cuentan las conformadas por homosexuales, piedra de tope de aquellos manifestantes. Si bien no contó con el respaldo oficial -del Consejo y la Mesa recordados en el párrafo anterior-, empero consiguió una importante atracción mediática merced a que había sido planificada, entre otros, por Patricio Frez, un conocido y medianamente influyente locutor y director de radio y televisión, converso al evangelio desde hace unos años. A él lo secundó un nutrido aunque pequeño séquito de pastores con sus respectivos dirigidos, venidos de distintas denominaciones. Más aún: días más tarde, cuando el primer mandatario firmaba el mencionado despacho del proyecto, una hermana pudo colarse entre los invitados a la ceremonia y -con una libertad que ya se la quisieran otros grupos de descontentos- espetarle al jefe de gobierno que estaba autorizando el pecado. No obstante, esa ferviente chiquilla, el mismo Frez, o los líderes a quienes tanto espanto les provoca una iniciativa que parece favorecer a los sucios sodomitas, jamás se dieron cita en los funerales de Manuel Gutiérrez, como mínimo para entregar las condolencias y de paso una palabra de aliento. O en el mejor de los casos no lo anunciaron con una idéntica parafernalia. En circunstancias que este deceso era ocasionado por un pecado, bastante más grave, en el que también se hallaba involucrada la primera autoridad de la república.

Medios de comunicación nacionales y extranjeros han destacado la conducta ejemplar del círculo íntimo de Manuel Gutiérrez, en el sentido de que sólo piden que se conozcan las identidades de los asesinos y que sean conducidos a los tribunales de justicia. Entre los últimos, se cuenta el español Protestante Digital. Pero ningún dirigente de las iglesias evangélicas chilenas ha expresado cuestiones similares, menos exigir que se aclare la muerte de un hermano. Y si lo han hecho, ha sucedido de manera solapada, de tal manera que la masa de la opinión pública apenas se ha enterado. Lo cual constituye un asunto de preocupación. Porque este crimen era para salir a expresar el mayor repudio posible. O al menos así cabe esperarse de quienes observan con tanto celo la conducta individual de las personas. Es penoso que sean personas seculares las que defiendan con tanto ahínco lo que debiéramos proteger los cristianos evangélicos. Dichas personas, entre las que se pueden hallar a homosexuales y a parejas de convivientes.

domingo, 28 de agosto de 2011

Si Es Cristiano No Lo Elija

Siempre me han causado sospechas estas personas que buscan ganar un cargo público de elección popular apelando a su condición de cristianos e insistiendo de manera majadera en su fe. No sólo porque Cristo insistiera en que la política, si bien no debe estar vedada para los creyentes, empero es terreno del César. Tampoco, por el hecho de que estos individuos suelan ser de cuño conservador; y que deseen transformarse en autoridades con el propósito de imponer los llamados "valores bíblicos" o bien sus distintas formas de reciclaje -valores familiares, patrióticos, morales, etcétera-, ante lo que ven como una degradación progresiva y peligrosa de aquello que los rodea. Más aún: ni siquiera constituye el principal factor de mi indignación, la hipocresía y la actitud de doble rasero que estos personajes suelen aplicar, muchas veces atendiendo intereses personales, eso sí escondidos tras un muy hilvanado y convincente discurso. Aunque, observándolo mejor, las tres características recién mencionadas son parte de una amalgama donde cabe una variedad de elementos, cuya interacción -imprescindible para que el engranaje funciones- es precisamente lo que provoca el recelo.

 Normalmente, y retomando uno de los puntos citados en el párrafo anterior, los candidatos que se definen como creyentes en realidad están expresando una visión específica del cristianismo, que en la mayoría de los casos, se relaciona con una tendencia conservadora que se pretende nacida desde el ámbito espiritual de donde se proyectaría a otros campos, como el político, social y el cultural. Justamente es en el traspaso a esas y demás áreas, en lo cual dicha conducta se solidifica, adquiere fuerza y llega a esbozar, digamos, un sucedáneo de paradigma. No es para menos, si estamos hablando de personas que intentan adaptar sus convicciones religiosas con el propósito de ganar comicios y así gobernar de manera universal. Por lo que se puede concluir que el mencionado conservadurismo, o cualquier otra concepción de la existencia, es algo de lo cual se toma conciencia e incluso razón cabales sólo cuando atraviesa el círculo de la fe para tornarse ideología. Que es en el sitio donde se juega su utilidad, pues en su supuesto origen no conforma más que un pensamiento personal o bien reducido al grupo de desenvolvimiento de quien lo profesa, que en este caso es la comunidad eclesiástica. Y como ya acotamos, quien desea que su sentimiento interno sirva de guía del resto, está obligado a presentarlo y  a defenderlo en un estilo de arenga política.

He aquí el problema. Quien aboga por una suerte de partido cristiano, en realidad lo que está difundiendo es una visión parcial de la fe, que incluso puede reducirse a su concepción individual del tema, que tal vez no esté presente ni siquiera en el resto de los seguidores de Jesús. El defensor de los valores bíblicos, o de la teología de la liberación, del diálogo liberal o del ecumenismo sincrético, lo que hace, al insistir más allá del hartazgo en que pertenece a tal o cual iglesia, es imponer su concepción de las cosas a quienes no la comparten. Y que no tienen deber alguno de consentir, porque no es en estos aspectos donde se genera la polémica del dogma del camino con cualquier otro credo religioso. Simplemente, al pretender una expansión con esta clase de universalidad de su fe, el tipo en cuestión está manifestando una actitud totalitaria. Porque trata de ampliar situaciones que cuando mucho debieran ser tratadas en el marco de la doctrina -y casi siempre, en el mecanismo de la propia convicción-, y que al ser sacadas de contexto, sencillamente se degeneran. Es por ello que el mismo Cristo sentenció que al César lo que es del César, y que la teocracia es una versión corrupta tanto del cristianismo como de la administración pública.

Cuando alguien asciende a un poder político apelando a supuestos valores cristianos, y ya instalado en él, decide poner en práctica tales valores, no faltará el momento en que entrará en contradicción, incluso en conflicto, con otros hermanos de fe. Esto es más visibles en los denominados cinturones bíblicos, depositarios de un conservadurismo recalcitrante y en muchos casos vulgar y puramente emotivo. Pero ocurre en todas las probables variantes de "cristianismo político" ya sea que se ubiquen a la derecha o a la izquierda. Al final, como está en juego nada menos que la salvación, el que piensa distinto no es un cristiano auténtico y por lo tanto se lo debe señalar como anatema. Lo cual arrastra a los conversos al peligro de caer en la emisión de juicios, práctica condenada casi en la totalidad del Nuevo Testamento. La consecuencia terminal de todo esto es una erosión profunda entre los seguidores del camino, donde bandos opuestos e irreconciliables lleguen a los extremos de la intolerancia mutua, como cometer crímenes. Así pasó en Estados Unidos en la época de la segregación racial, cuando los discípulos negros eran linchados por sus pares blancos. Por lo mismo, un consejo de cristiano responsable que puedo dar, es que si escucha a un hermano que basa su campaña partidista en la fe y los presuntos valores para la vida cotidiana que contiene, no se deje obnubilar y evite votar por él. En palabras simples, porque viene con otro evangelio, que está sustentado por el verdadero, pero que a la vez conforma una visión distorsionada acomodada a una conveniencia individual.