martes, 28 de enero de 2014

El Demonio de Mercurio

Un hecho inaceptable que involucra a ciertos legisladores y supuestos expertos en salud está acaeciendo por estos días. Hace poco la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que al menos en primera instancia prohíbe el empleo del timerosal, un compuesto del mercurio que se incluye en las vacunas como conservante. Se utiliza como argumento el que varios países del llamado primer mundo ya lo han proscrito o abandonado, y que además existirían estudios que comprueban su incidencia en los casos de autismo.

 La alarma fue encendida a partir del escándalo armado por una madre de sector acomodado, quien asegura que su hijo había tenido un desarrollo normal hasta los cuatro años, edad en que comenzó a mostrar conductas de carácter autista. Ya con la enfermedad declarada, viajó con el niño a Estados Unidos, donde le advirtieron que la aparición repentina de una anomalía que por lo general se manifiesta desde poco después del nacimiento podría ser la consecuencia de la administración de vacunas aisladas con mercurio. De regreso en Chile, aprovechando sus contactos -incluso familiares- en los medios más masivos de comunicación y en las esferas más altas de la sociedad, montó una campaña irreflexiva pero eficaz, convenciendo a un puñado de personas influyentes y a varios parlamentarios, los cuales se sintieron obnubilados y a la vez interpelados por esta ciudadana común y corriente que a consecuencia de sus ingresos pecuniarios contaba con una profesión y la capacidad de salir al extranjero a recibir y recabar información, obtenida por supuesto de fuentes válidas, ya que por su posición además tenía que haber seguido importantes estudios. Sin contar que se trataba de una abnegada mujer que luchaba por su vástago, por ende un ejemplo del concepto de familia. No repararon los congresistas en la interminable serie de investigaciones que coinciden en señalar que el autismo es una afección hereditaria que en casos puntuales puede permanecer inerte en el organismo pero siempre despierta en la primera infancia. Cómo hacerle caso a una tropa de médicos anacrónicos, ante una señora que ejercía sus derechos y más encima por su alcurnia, su preparación y su estilo de vida debía ser necesariamente un aporte para unos provincianos ignorantes e incautos.

Quizá por ello la diputada que recogió todo esto alarde y lo transformó en un proyecto de ley que está muy cerca de ser aprobado de modo definitivo, Cristina Girardi, tenía que pertenecer a la llamada izquierda progresista, ese sector que pretende solucionar los problemas de las personas con una pizca de relajamiento moral. Sus representantes se caracterizan por buscar que se derriben comportamientos relacionados con la ignorancia y el desconocimiento históricos, como la intolerancia, el maltrato animal o los prejuicios contra grupos como los homosexuales -lo que incluye su insistencia en el denominado matrimonio igualitario-. A cambio, tratan de imponer otro tipo de prohibiciones, atribuidas a la brutalidad cavernaria propia de formaciones culturales marcadas por el ensimismamiento, y que entre otras cosas impiden que fluyan las conductas nombradas primero. Así han caído el tabaquismo -ya no se puede fumar en recinto cerrado alguno, aunque sean estadios- los locales nocturnos -se ha restringido su horario de funcionamiento-, la manipulación de fuegos artificiales, del hilo de competencia o de la calificada como comida chatarra. Ahora le llegó el turno al mercurio, resabio de una época en la que el país estaba sumido en el subdesarrollo, y donde lo más importante era abarcar a la mayor población posible de manera más inmediata, en lugar de dedicar tiempo y fondos a la indagación científica, siquiera deteniéndose a leer las revistas especializadas.

Lo que ha ocurrido es muy simple de explicar. Una joven madre de ingresos económicos relativamente altos, anónima en términos de aparición pública, pero atractiva, con título universitario y la capacidad de realizar viajes al exterior, ha empleado sus influencias para dar a conocer una histeria que se ha transformado en colectiva. Y para que los medios no los tachen de ignorantes -y de que sean desprestigiados por una supuesta investigación periodística-, ciertos diputados han querido demostrar que están ahí para servir a ese pueblo que los eligió, aprobando una normativa presentada como una mejora en la salud pública, la misma que se viene depauperando de modo sistemático en las últimas cuatro décadas. De nuevo queda demostrado que en Chile los ricos, sólo por tener esa condición, son los únicos autorizados no sólo para opinar, sino también para enseñar, aunque sus conocimientos se reduzcan a supercherías.

domingo, 5 de enero de 2014

La De Las Botas Negras

Varios nos enteramos del nombre de la actual ministro del Servicio Nacional de la Mujer, Loreto Seguel, por la pataleta que la secretaria de Estado protagonizó a través de las redes sociales, donde acusó al recién estrenado single de Los Tres, "¡Hey! ¡Hey! ¡Hey!", así como a su vídeo promotor, de fomentar la violencia de género e incitar el denominado femicidio, porque describe las reacciones de un varón despechado que decide matar de un escopetazo a su pareja tras descubrir que ésta le es infiel. Una canción que en términos artísticos se halla bastante lejos de los temas más recordados de la banda de Concepción, pero que de seguro será más conocido de lo que se merece producto de esta polémica artificial, de idéntico modo a lo que está ocurriendo ahora con la autora del escándalo.

Muchas mujeres se preguntan por qué su género, aún en el siglo XXI, cuenta con tan pocos representantes en las más diversas áreas del arte, la ciencia y el conocimiento en general. Reclaman, además, porque en las más diversas expresiones los varones explayan sus inquietudes llegando en ciertas ocasiones a fustigar con el mayor desparpajo conductas atribuidas a las féminas que para ellos resultan incomprensibles. Convengamos, de todas maneras, que ejemplos de esa clase de conductas abundan a lo largo de la historia. Sin embargo, ¿constituye un real aporte, el hecho de que se ataque a una obra artística usando argumentos que no guardan relación alguna con lo estético, que para más inri se acercan a la moralina, elemento usado durante todos los tiempos para justificar la censura? Se rebatirá que la canción en cuestión es de mediana calidad y que se puede interpretar más como un arrebato con características insultantes antes que como un discurso elaborado. No obstante, la prohibición de una creación, aunque sea de tono menor, en términos sociales siempre resultará la peor opción imaginable. Fuera de que quien sugiere la proscripción quedará como un primitivo ignorante que desconoce la dinámica del proceso creativo. Algo que por cierto no favorece en nada al universo femenino, al contrario de lo que la ministro Seguel pretende obtener con su berrinche. Más aún: la imagen que gana es la de una troglodita cavernaria, mismo sello que se le intenta colocar a esos brutos que si no golpean a las mujeres sólo las consideran de modo consciente o inconsciente como objeto sexual.

Una situación que en el mundo de los grupos de música rock y en las expresiones de arte pop en general adquiere significados bastante delicados. Cabe recordar que muchos creadores de esta clase de expresiones -Jim Morrison, Roger Waters, John Lennon- tuvieron madres obsesivas, sobre protectoras y amargadas respecto de quienes sintieron que los ahogaban y frenaban en su despliegue creativo y acto seguido en su libertad personal. Varios de estos artistas usaron sus talentos para dar a conocer tales situaciones, legando un estigma que hasta le fecha esta clase de demostraciones artísticas poseen. Para colmo, algunos conocieron parejas amorosas cuya conducta les ayudó a afianzar todavía más sus convicciones ("The Wall" es un ejemplo muy simbólico de todos estos casos). Eran progenitoras que se sentían insatisfechas con su vida marital -con su vida a secas más bien- y que parecían estar culpando constantemente a sus hijos por contar con las mismas gónadas de quienes las habían despreciado. La señora Seguel, que tiene una contextura física muy similar a la caricatura tradicional de ese modelo de mujeres, va camino a ser considerada como un ejemplo emblemático de dicho paradigma. Para evitar la existencia de varones golpeadores busca tomar una medida preventiva eliminando todas sus particularidades masculinas, en el supuesto de que la testosterona es sinónimo de violencia (aunque sea ella misma la autora de la agresión mayor). El problema es que la castración intelectual se relaciona con una impotencia cuya metáfora más recurrente es el "colocar vagina". Con lo cual, un prejuicio ancestral atribuido a los varones alienta una convención de similares consecuencias destinada a las féminas, lo que a la larga acaba por mantener los roles clásicos asignados a cada género. Y todos entendemos cual de las dos partes sale más perjudicada con aquello.

Es deber informarle a la ministro que Los Tres han publicado otros temas que han tratado la violencia de género en el tono de la canción de la discordia, como "Hágalo Usted Mismo". Incidentes de esta clase han sido protagonizados por otras bandas de rock como Los Prisioneros, y no fijemos la mirada en "Corazones Rojos", sino que basta con observar el vídeo de "Estrechez de Corazón" donde Jorge González le propina un puñetazo a una modelo en el marco de una ruptura amorosa. Pero no solamente atañen a este tipo de música. Cabe citar en tal sentido lo acaecido con "El De Las Botas Negras", esa ranchera muy común, a través de sus diferentes interpretaciones, en todas las emisoras que propagan esos ritmos. O a Ricardo Arjona, por lo demás un conocido mano de piedra quien es grito y plata entre las trabajadoras de las reparticiones públicas, también en el Servicio Nacional. O "La Edad de la Mujer", tema del folclor recopilado por Víctor Jara. O cánticos en ese tono de la mismísima Violeta Parra, de Los Quincheros, además de las más variadas piezas doctas... En fin: señora Seguel, no mate la música.