domingo, 26 de julio de 2009

Los Devotos de Haile Selassie

Entre la multitud de ofertas religiosas que diariamente tocan nuestra puerta, existe una que en los últimos años ha llamado con especial curiosidad la atención: se trata del rastafarismo, rastafari, o simplemente rasta, movimiento surgido a mediados del siglo XX entre los descendientes de esclavos afroamericanos traídos a Jamaica, pero que ya se ha expandido a casi todo el mundo. Sus cultores han credo una serie de rasgos físicos y comunitarios propios, que conforman su imagen y su presentación al resto de los ciudadanos, como el consumo ritual de marihuana, la forma de arreglarse el pelo, o una música meditativa y a la vez bailable, fácil de explotar comercialmente. Además, y pese a plantearse como un grupo distinto al cristianismo, en apariencia no desean romper de manera radical con él, pues su doctrina incluye términos extraídos y extraíbles de la Biblia.

La primera persona que los rastas nombran es a Haile Selassie, último emperador de Etiopía, y que antes de ascender al trono -porque así son las costumbres por allá-, se llamaba Ras Tafari. El mencionado soberano, que en los setenta fue derrocado por una insurrección militar de carácter comunista, cerró una larga tradición en su país, quizá el más antiguo del mundo, mencionado innumerables veces en la Biblia, como un Estado riquísimo que sólo podía despertar admiración -y ésa era, por cierto, la inconfundible expresión que causaba Etiopía hasta más o menos 1960- Uno de los argumentos que usa esta religión para decir que tal nación será la tierra prometida para los negros enviados a América. Porque otro, asevera que los monarcas etíopes fueron descendientes de Salomón y por ende estaban emparentados con Jesús. ¿Explicaciones? Resulta que en algún momento de su mandato ( I Reyes 10:1-13), el "rey sabio" recibió la visita de su contraparte de Saba, quien lo agasajó con regalos y elogios. A diferencia de su padre y antecesor David, Salomón optó por la diplomacia antes que la conquista militar, y firmó pactos con casi todos sus vecinos. La tradición de entonces obligaba a que después de cada alianza, las partes tomaran a una noble del nuevo amigo como esposa ( la poligamia estaba aceptada, no lo olvidemos. Luego, para los rastas, establecer la conexión no es muy difícil: el rey israelí durmió con su nueva cónyuge, la embarazó y así dio inicio a una poderosa dinastía. El problema es que el pasaje bíblico habla del encuentro político entre ambos, pero nada más, y no existen motivos como para que el autor prefiera ocultar información, siendo que el Antiguo Testamento es generoso en develar las tropelías de los gobernantes hebreos. En segundo lugar, la historia etíope habla de varios casos de usurpaciones al trono, varias exitosas, por lo que la mentada heredad pudo haber desaparecido en algún punto. Y por último, Saba, en la antigüedad, no hacía mención a Etiopía, sino a un Estado que se constituyó en el sur del actual Sudán. Al país abisinio, los escritores canónicos, solían llamarlo Kus, pero no existía un tercer tópico.

Pero el rastafarianismo insiste en sus elucubraciones y basados en ellas, afirman además que Selassie fue una rencarnación de Cristo. También han adoptado términos de la Biblia, más porque desvían la atención que otra cosa. Así, a Dios ( con mayúscula, pues consideran que es el mismo de los cristianos) le llaman Jah, ( o Yah en otras versiones), que en realidad es una abreviatura empleada en los Salmos para referirse al Señor ( Jehová o Yavé; de aquí deriva: "aleluya", alabar a Dios). Al mal, lo denominan Babylon, simple traducción al inglés de Babilonia, ciudad que es empleada por los profetas y el Apocalipsis como símbolo representativo de todo lo que quiere destruir al cristiano, incluso dentro del seno del mismo cristianismo. Ocurre que el imperio babilónico pulverizó a Israel en el s.VIac y desterró a su poblacíon, que sólo pudo regresar a su territorio setenta años después. De paso, imponen normas veterotestamentarias ya superadas por el tiempo, y que los ponen a nivel de los jehovistas o los mormones, como la idea de que la mujer sólo sirve en cuanto máquina de procrear, siendo además, inmunda durante su menstruación. Pues, hay que decirlo, este movimiento es uno de los más pronunciados en cuanto a la discriminación de género.

El rastafari es un intento por adaptar el evangelio a los afroamericanos, específicamente los del Caribe, buscando calzar sus costumbres más ancestrales, algunas de las cuales están reñidas con el cristianismo propiamente dicho. Es a ellos lo que el islam a los árabes. Grupos étnicos maltratados, marginados y olvidados por quienes acudieron prestos a entregarles el mensaje, pero que al poco rato se marcharon, creyendo que con unas frases elementales lo solucionaban todo, más encima, dejando un guardia represor a cargo. Dichos grupos, al verse excluidos de la sociedad, también se sintieron apartados del plan divino, lo cual a la larga se les transformó en una contradicción: para qué habían sido creados, si irremediablemente descenderían a los abismos de la maldición, más encima llevados por un ser misericordioso. La conclusión fue simple: entonces, los que nos predicaron estaban equivocados -no alcanzaron a recibir la última revelación- al permitir estas diferencias, cuando el de más arriba no lo hacía. Entonces, optaron por dar el siguiente paso, que para los cristianos convencionales, significa despeñarse por el precipicio. Pero a consecuencia del que nosotros no nos atrevimos a dar: tomarlos de la mano e invitarles a dar la media vuelta, para caminar por el sitio adecuado.

lunes, 20 de julio de 2009

La Farsa de la Maduración Temprana

Una de los absurdos que suelen venir contenidos en esos tratados sobre la adolescencia, llenos de lugares comunes y sentencias seudocientíficas, que en general las autoridades nos obligan a leer en el colegio, cuando frisamos los doce a catorce años, es aquel que reza que las mujeres maduran primero y que su pubertad es más temprana. Una tesis que nadie se ha tomado la molestia de confirmar o rectificar, pero que se continúa impartiéndose como verdad absoluta e incuestionable, a una edad donde todavía se pueden estampar convencionalismos. Y que determina una serie de estereotipos y supersticiones acerca de la diferencia de los géneros, que acompañan a la persona durante toda su vida adulta, como una nube de fatalidad. De hecho, sin estas elucubraciones estaríamos libres de arquetipos como la mujer civilizadora o el hombre niñato.

El primero que discurrió tales devaneos fue, quién otro, Sigmund Freud. En medio de la neurosis que le provocaba su odio a la etnia hebrea, de la cual formaba parte, porque ninguno de sus congéneres cometió la desfachatez de nombrarlo rabino, y curando sus rencores con abundantes dosis de cocaína, un buen día, tal vez producto de una aluscinación que creyó era un sueño, levantó su dedo y pronunció el dogma de la maduración temprana. Dijo que las representantes del género femenino eran las primeras en abandonar la niñez e ingresar a la pubertad, en promedio, dos a cuatro años antes que sus pares varones. Sus seguidores, tras la Segunda Guerra Mundial, aprovechando sus contactos en Norteamérica, o gracias a la condición de víctimas que los vencedores les achacaron y que ellos explotaron muy bien ( casi todos los padres de la sicología "médica" son sicoanalistas y judíos); se ganaron un lugar pese a que las enseñanzas del maestro aún no estaban suficientemente probadas y algunas bien podían compararse con supercherías de prestidigitador. Luego, los movimientos feministas aparecidos en los cincuenta y los sesenta del siglo XX ( por desgracia, el sicoanálisis impregnó la revolución de las flores, pese a que muchos de sus planteamientos son notablemente fascistas), tomaron estas ocurrencias y las presentaron como un andamio en pro de la liberación de la mujer, sobre todo en el asunto sexual. Ignorando, o mejor, pasando por alto, el hecho de que Freud era un incorregible machista, en todos las acepciones que hoy se le atribuyen a ese término. Influenciado tal vez por una rígida formación veterotestamentaria, nunca le dio el menor crédito a lo femenino, considerando que era una entidad inferior, en materia física, intelectual, afectiva y -aunque pavoneara un supuesto agnosticismo- espiritual. Para los incrédulos, y en especial las incrédulas, ahí está su majadera y a la vez risible "envidia del pene", primer eslabón de una cadena cuyo paso siguiente es el adelantamiento de la pubertad.

Porque según el doctor ( más bien matasanos) Segimundo, dicha precocidad en las niñas se manifiesta en término puramente erotómanos, pues lo único que les interesa es verse atractivas para el género opuesto, a fin de conseguir un noviazgo temprano ( no puedo aceptar esa cursilería del "primer amor") en clave de "príncipe azul". La ingenuidad que, según muchos intelectuales y expertos -estos sí, evacuando sus investigaciones con seriedad y propiedad-, siempre oculta la más supina ignorancia. Y quién, alguna vez, y sobre todo viniendo de un ambiente más conservador, no ha afirmado, aunque fuese en actitud chusca, que las féminas son una inocencia erguida, cuyo mejor modo de expresión son las exhalaciones de suspiros, porque al ser incapaces de racionalizar de manera lógica los conocimientos, luego no se les puede permitir hablar, porque cometen chambonadas más profundas que las del mismo Freud. En conclusión, la mujer jamás se valorará por sí misma y de la infancia a la vejez vivirá subordinada, primero al falo de su hermano, luego al compañerito de curso de rostro afable, y por último al macho que la mantenga, sea éste su marido, su amante o su proxeneta. Y cuando se le adelanta su desarrollo hormonal, por las características antes mencionadas, significa que renunció a las ocupaciones intelectuales y su futuro queda relegado a las "labores del sexo", como el sicoanálisis y la tradición aseveran que debe acontecer.

Por el contrario, cuestiones como el pensamiento abstracto -que aparece en la adolescencia y termina definiendo la vocación- quedan reservadas para quienes se guardan en sus pupas por un mayor tiempo. Desde luego, varones, y alguna que otra mujer que de seguro es una anormal y sufrirá un trauma que se gatillará en su etapa adulta. En todo caso, aunque con esto no pretendo darle un mínimo de favoritismo a Freud, no obstante he sigo testigo de cómo la maduración pronta acaba secando el cerebro de ciertas muchachas, quienes, después de establecer relaciones amorosas con éste y aquel -con o sin coito de por medio-, al final se casan por cansancio y sólo se dedican a los hijos y al hogar. Se trata de chicas con carencias afectivas, o que tienen padres incultos o con baja educación, que no las estimulan a continuar estudiando, aunque tampoco las obliguen a desposarse jóvenes o ha iniciar un pololeo con un mozuelo de buenos modales e intenciones. Hechos que, a la larga, refuerzan la antítesis que he desarrollado aquí, en el sentido de que el individuo moldea su conducta de acuerdo a la presión social y su predisposición a superar a aquellos que, justamente, lo están encauzando de en base a sus propios intereses. Intereses muy bien descritos a lo largo de todos los tratados elaborados sicólogos y siquiatras, y que se resumen en la búsqueda del estancamiento personal y grupal, y la negativa a que las cosas cambien o que se imponga la auténtica ciencia.

martes, 14 de julio de 2009

Los Adoradores de Bestias

Fernando Vallejo, el escritor colombiano-mexicano que despotrica contra la iglesia católica, y por extensión, contra el cristianismo en general, sin embargo no deja de tener su corazón religioso. Él profesa una amalgama de cultos hinduistas, budistas y orientalistas en general, cuya cabeza visible es la defensa de los llamados derechos de los animales. El autor de "La Puta de Babilonia", incluso ha declarado varias veces, con el desparpajo que lo caracteriza -y que mezcla con una solemnidad pretendidamente intelectual, lo cual forma un cóctel bastante nocivo- que prefiere a sus "hermanos pequeños" antes que a los pobres. Y uno de sus subterfugios más recurrentes, es que los más desposeídos procrean de manera desordenada, y luego sus engendros se instalan en el mundo con altas cuotas de irresponsabilidad y denuesto, destruyendo el hábitat natural, dejando sin espacio a miles de animales. Fuera de que, cuando tienen uno a su cargo, ya sea como mascota o fuente laboral, lo maltratan, a veces, con consecuencias fatales.

Quise sacar a colación el ejemplo de este autor, porque me parece la muestra más conocida, y una de las más representativas, de los autodenominados defensores de los animales. Una versión, si se quiere, en clave seudo progresista, seudo liberal y con ínfulas de liviandad ( en el sentido del término anglófono "light") respecto a los "pro-vida" de la iglesia católica, que rechazan la anticoncepción y pretenden ilegalizar toda clase de aborto. En ambos casos, nos enfrentamos a auténticos fanáticos religiosos, que viven en sectores acomodados y que tratan de imponer sus principios a personas de menores recursos económicos, pues ellos, producto de la escala social, están un peldaño más cerca de los dioses y por ende están autorizados para hablar en nombre de ellos. En lo que atañe a los adoradores de bestias, obnubilados por los planteamientos de mantras y gurúes que fundaban santuarios para aves o mamíferos desvalidos, mientras recomendaban a los gobernantes de sus países masacrar a quien reclamara por sus propios derechos. Pues a la hora de despreciar a la humanidad, ambas veredas compiten denodadamente, y la lucha es sin cuartel. Hablan en favor de criaturas que no demandan un gran esfuerzo: hasta la invención de las ecografías, no sabíamos qué había dentro del vientre materno; de hecho la visión del aborto como el asesinato de un feto, sólo ganó atención hacia fines del siglo XIX; ni hablar de la situación del embrión o el cigoto. De igual modo, los animales son seres que no tienen conciencia de sí mismos ni de su sufrimiento, aunque algunos claramente lo padezcan. Pero a lo que quiero llegar es que son incapaces de manifestar su inconformidad y mucho menos de alegar cuando se ven vulnerados. Por lo que el sufrimiento humano es infinitamente mayor y más complejo, y tiene diferentes aristas, como el resentimiento o la ira, que pueden ocasionar malestares todavía mayores. A contraparte, son los homo sapiens los únicos seres capaces de expresar agradecimiento, felicidad y bondad, porque la inteligencia emocional será un fraude, pero los sentimientos no se captan mediante instintos.

Estas dos tendencias, obedecen a la falta de paradigmas guiadores y a la actitud acomodaticia que tienen quienes ocupan los cargos de avanzada, que debieran ser ocupados exclusivamente por líderes. Llámenlo resignación, injusticia social, sistema económico perverso, ausencia de utopías, o como quieran. Lo cierto en que los tiempos actuales, cuando todos, o al menos quienes mandan, tienden a dejar las cosas tal como están, una buena forma de aparentar idealismo es refugiarse en el paraguas religioso. Los cristianos más extremistas, se promueven como luchadores contra una supuesta crisis moral, cuyas consecuencias más palpables son el divorcio, el libertinaje sexual y la eutanasia. Al frente, la montonera de guardas de perros, gatos y caballos se apoya en el misticismo asiático, el único que jamás se ha relacionado con el mensaje de Jesús, que para la mayoría de ellos -porque no soportan eso de "llenar la tierra y sojuzgarla"- es un resumen de la maldad del hombre, sobre lo cual ya nada se puede hacer.

Y al final, quien padece todos estos ensayos de autoritarismo y convencionalismo religiosos, es el pobre, de quien ambas partes se han olvidado. Unos obligan a la madre que vive en un barrio marginal, a llenarse de niños hambrientos, mientras los otros insisten en dejar que los perros vagos deambulen por las calles. En el primer caso, tendremos hijos no deseados e indeseables, que al entrar a la adultez se convertirán en delincuentes; en el segundo, nos enfrentaremos a canes rabiosos que morderán a menores que forman parte de los sectores más desposeídos, y que fallecerán de hidrofobia u otras enfermedades antes siquiera de atisbar la madurez. Los extremistas suelen coincidir, aunque cada bando abrace un credo por la rivalidad ancestral que tiene con el otro. Son, los papistas a ultranza y los adoradores de bestias, vecinos adinerados que tienen tiempo para el ocio y para andar elucubrando fantasías rebuscadas y falsamente filosóficas, porque han abandonado la pelea por el bienestar de la humanidad, ya que está pasada de moda, y además atenta contra sus intereses.

domingo, 5 de julio de 2009

El Rostro Oculto de la Preñez

Todas los credos, casi sin excepción, así como un sinnúmero de ideologías del más diverso orden, señalan, o en último caso apuntan al pasar, que no hay nada más hermoso, o más importante, en la vida que tener hijos y presevarse a través de ellos como un legado. Parece que fuera una declaración que justifica moralmente incluso a la más disparatada de las ocurrencias, y que incluso, la legitima en la sociedad. Será tal vez, porque la reproducción es una práctica tan antigua como la religión. O porque en todos los lugares, al menos hasta el siglo XIX, los sacerdotes dependían de los nobles y los acuadalados para subsistir, y éstos solían contar con una extensa prole, ora por la escasez de métodos anticonceptivos, ora debido a que tras su muerte sus bienes debían ser traspasados a alguien que tuviera su sangre, y de ese modo, impedir que personas menos afortunadas subieran en el escalafón social.

Aunque habría que decirlo, no en toda la Antigüedad ha sido así. El cristianismo, por ejemplo, fue el primero en establecer que el matrimonio y la descendencia no eran condiciones indispensables para ganarse el favor de Dios; es más, podían ni siquiera estar en la lista de méritos exigidos para ganarse el cielo. Por desgracia, la iglesia católica, motivada por la protección de sus conversos más adinerados -que luego retribuían muy bien a los curas-, no lo interpretó así y arrinconó la soltería al oscuro confesionario sacerdotal, en donde, a futuro sólo se le podría observar con un dejo de compasión. La Reforma no lo hizo mejor, sobre todo, al percatarse Lutero y sus seguidores, de los desmadres cometidos detrás del celibato consagrado; y remató en un error aún más grave: obligar a sus feligreses a casarse, a más tardar alrededor de los vente años, pues no hacerlo constituía un pecado; así como la incapacidad -externa o voluntaria- de engendrar hijos debía considerarse una maldición producto de una maldad no enmendada por los padres o nunca redimida a un antepasado. Antes incluso, el budismo planteaba tímidamente algunas circunstancias en las cuales se podía vivir no emparejado, aún cuando éstas cayeron en desuso con el tiempo.

Pero lo interesante, es que ya en el pasado, y en el mismo seno religioso, existían voces disidentes que planteaban que el engendramiento podía incluso llegar a ser nocivo. En la actualidad, la ciencia, la filosofía y la sociología han reforzado dichas tesis. El parir está repleto de acontecimientos que lo pueden transformar en algo funesto y peligroso. Primero, tenemos el problema de la sobrepoblación, y la consiguiente falta de alimentos y de espacio. Luego está la desigualdad social, pues son las mujeres más pobres e incultas quienes se embarazan más seguido. Como consecuencia de esos dos factores, está la incapacidad de mantener a niños que a la larga serán víctimas de malnutrición y baja escolaridad. Esto repercute en los padres, quienes acaban frustrándose y culpando de todo a sus vástagos, que se transforman en no deseados o en víctimas de un autoritarismo sostenido por el maltrato. Por último, cuando estos chicos lleguen a adultos, delinquirán y entonces la misma sociedad que incentivó su nacimiento, pedirá que dejen de existir.

Sin embargo, cuando se quiere orientar a los jóvenes y adolescentes, se insiste en utilizar clichés de buena crianza para referirse a la procreación, dejando en claro que es lo más bello posible. Si se informa de los puntos detallados en el párrafo anterior, se hace de tapadillo, velozmente, como si fueran un apéndice que, si llega a inflamarse, puede ser fácilmente extirpado. A quien expone los elementos negativos que puede acarrear una maternidad, con la seriedad que requiere el caso, se lo tacha de enemigo de la vida, de insensible al amor divino, o de -para que parezca más racional y científico- inadaptado y víctima de un trauma infantil. Pero ya es hora de decir basta a los buenos deseos, e inculcar desde la cuna, que la paridera tiene su lado negro, muy negro; y que si a la posteridad los receptores desean participar de ella, sepan que se meten en un territorio minado, en un abismo insufrible del cual es imposible salir.