domingo, 17 de febrero de 2013

Pistorius y Al Ghamdi

No sólo a las personas seculares les ha provocado una ingrata sorpresa la situación judicial en la cual se ha envuelto el atleta sudafricano Oscar Pistorius, otrora ejemplo de superación por llegar a competir en los Juegos Olímpicos pese a la amputación de sus dos piernas que sufrió en la infancia (por lo que debió, entre otras cosas, sostener un litigio de varios años con el Comité Internacional, quienes querían obligarlo a mantenerse en las competencias para lisiados), y quien en unas cuantas horas pasó de la gloria al abismo tras ser acusado de asesinar en forma premeditada a su novia con cuatro balazos (dicho así, porque ha confesado que en efecto le disparó, aunque ha añadido que se trató de un accidente, pues habría confundido a la mujer con un ladrón). También los cristianos se han visto conmovidos con la noticia, debido a que este deportista en reiteradas ocasiones hizo pública su condición de evangélico, aseverando de paso que antes de su esfuerzo y perseverancia lo que lo ayudó a alcanzar el éxito fue su inquebrantable fe en Dios y en Cristo.

Por aquellas coincidencias que se producen de tarde en tarde, el escándalo de Pistorius ha coincidido con la entrega de nuevas informaciones acerca del horrendo crimen de la niña saudí Lama, torturada hasta la muerte al parecer por su padre, el conocido predicador televisivo musulmán Fayhan Al Ghami. En una situación similar a la que vive hoy el sudafricano, este hombre se encuentra en prisión temporal a la espera de que los peritos reúnan los antecedentes suficientes para enjuiciarlo y eventualmente condenarlo. Si bien la encrucijada que experimenta el árabe es más compleja, pues todos los datos recopilados hasta ahora apuntan hacia su segura culpabilidad. Sin embargo, es interesante abordar la manera como los ciudadanos cristianos han abordado cada uno de estos incidentes, que es diametralmente distinta, incluso opuesta, dependiendo del credo profesado por el supuesto victimario. Con el atleta cabe una actitud de conmiseración y de benevolencia, al punto que varios le han dedicado palabras de aliento aseverando que la misericordia divina permanece con él, y que todo se trata de una prueba puesta por el Señor a su siervo para que éste demuestre su completa entereza frente al mundo, tras la cual saldrá fortalecido mientras que los enemigos de la fe serán humillados. En síntesis, a priori afirman que es inocente de los cargos que se le imputan. Moderación que se extravía por el completo al afrontar el affaire del clérigo islámico, a quien los menos agresivos lo han llamado cerdo, asesino, perro asqueroso, pidiendo acto seguido que sea ejecutado públicamente. Por supuesto que estos insultos son acompañados con epítetos de grueso calibre en contra de su religión, la que ha sido señalada como un factor que alienta tales aberraciones, ya que habría surgido en un contexto de odio y violencia.

Coloquemos las cosas en orden. Es cierto que quien asesina a un niño de cinco años -se trate o no de su hijo- merece todo el repudio posible, y quizá hasta las sugerencias de los hermanos descritas en el párrafo anterior tengan un alto grado de justificación. Más aún si el crimen fue hecho con metódica alevosía, aplicando un sufrimiento prolongado y sistemático, que en el caso de este predicador habría incluido abusos sexuales. Sin embargo, otra cosa es aseverar que producto de una determinada fe de una persona sólo saldrán actos malignos, mientras que quien profese otra -curiosamente la misma del opinante- será una fuente de pleno amor y bondad. A modo de ejemplo, Oscar Pistorius presenta en su biografía conductas que están algo alejadas de lo que sería esperable para un cristiano. Después de declarar su espiritualidad, siempre ha confesado ser un fanático de las armas de fuego, de las cuales posee una envidiable colección en su hogar. Por otro lado ya contaba con antecedentes de ataques violentos en contra de antiguas novias, en los que arrastraba una no despreciable carga de celos patológicos. Al respecto, hay hermanos que han cometido la torpeza de defenderlo, por si acaso es finalmente culpable, recalcando que la mujer ultimada no constituía un buen partido, ya que había sido modelo, actividad relacionada con el espectáculo frívolo y la farándula, oficios considerados inmorales ya que en determinadas ocasiones se suelen asociar al libertinaje moral; fuera de que nunca habría declarado su adhesión al cristianismo de modo tan exultante como el deportista. Bueno: desde el mismo punto de vista de la moralina más rancia, esa circunstancia ya condena al atleta, por buscarse una compañera de dudosa reputación, desoyendo el principio de no unirse en yugo desigual con los incrédulos o los apóstatas.

Ignoro cuál será la fe de los familiares y amigos de esta muchacha. Pero si finalmente Pistorius es hallado culpable de los cargos por los que se le ha encartado, ¿le tendremos que conceder a esas personas el derecho a objetar el cristianismo evangélico en general, de tal manera que algunos han procedido en estos días contra el islam, producto de otro hecho de sangre que involucra a seres queridos? Y si se supone que el atleta, por la fe que profesa, está llamado a sostener una conducta ejemplar -el suyo es un credo basado en el amor, mientras que el islam se sustentaría en el odio-, ¿no acaba al final siendo igual o incluso más grave su acto, al menos desde el punto de vista de la ética teológica? El problema que atañe al sudafricano es que aún si se tratara de un accidente -él lo ha afirmado así, con lo que se descarta que no haya matado a la mujer- su concreción es una consecuencia de su debilidad por las armas de fuego, que como cualquiera que opta por este pasatiempo siempre alberga la oportunidad propicia -mejor dicho que él considera propicia- para utilizarlas. Si no, observen los tiroteos que cada semestre acaecen en Estados Unidos, varios de ellos protagonizados por personas devotas de culto dominical y muy ligadas a una iglesia local. Ojalá que este deportista se librado de todos los cargos y que en el peor de los casos se clarifique que no se trató de un hecho intencional. Pero si fue ésa la verdad, deberá pedir perdón a los allegados de la occisa y luego a Dios.

domingo, 10 de febrero de 2013

Irlanda: Desinfectando las Lavanderías

Durante el transcurso de la semana se dio a conocer una declaración pública del gobierno irlandés en la cual los integrantes de éste pedían perdón en cuanto representantes del Estado, por la existencia de los asilos de las hermanas Magdalena, una de las tantas infamias cometidas por la iglesia católica en la tierra de los duendes que contó con el apoyo de las autoridades civiles, y cuya existencia fue recreada de manera extraordinaria en el filme de Peter Mullan del año 2002 (censurado en su momento por el Vaticano, con llamados de por medio del papa y los cardenales a los feligreses instándolos a que se abstengan de ver dicha película, ya que estaba basada en un cúmulo de blasfemias y mentiras que por sólo constituir ofensas a la Santa Madre era causal para enviar a sus espectadores de cabeza al infierno sin pasar por el purgatorio). Cabe agregar que ya los prelados efectuaron un acto de similares características allá por el 2009, que tuvo un revuelo mediático mayor que el de ahora, en buena parte por los esfuerzos hechos entonces por los curas con la finalidad de convocar la mayor cantidad de micrófonos.

En cada territorio de Europa en donde prevaleció el catolicismo tras la Reforma sus gobernantes procedieron de manera peculiar y diferente al resto. España, cuya monarquía fue la más incondicional a la silla papal y en paralelo se transformó en la poseedora de un vasto imperio, se encargó de asegurar la supremacía del romanismo lo más que fuera posible, no tanto en términos políticos como de moral integrista. Francia, perdida su hegemonía tras el episodio de Avignon, llevó adelante un laicismo pragmático que osciló entre la total independencia del poder pontificio y el acercamiento diplomático con éste cuando sus intereses parecían amenazados, conducta esta última que incentivó cosas como la masacre de los hugonotes y el edicto de Nantes. Los múltiples y minúsculos -tanto desde el punto de vista de la extensión como del grado de influencia- Estados de la península italiana se remitieron a prestar sus ejércitos y jueces -como en la controversia con Galileo- cuando los prelados se los exigían a los diversos reyezuelos de la zona. Portugal, subordinada a los hispánicos, se comportó de acuerdo a su realidad, aunque en algunos pasajes demostró un mínimo de autonomía que en cualquier caso fue motivado por la conveniencia de las grandes fortunas que agrupaba en su seno, quienes preferían un trato hacia los indígenas y los esclavos que no se circunscribiera al principio de "la espada y la cruz". Lo mismo ocurrió con naciones de más al norte, como Polonia, Bélgica o Croacia, insertas en medio de culturas que profesaban otros credos, ortodoxos principalmente.

Debajo de todos quedó Irlanda, donde las muestras más características de la represión y la opresión del catolicismo llegaron a sus niveles más abyectos. En el contexto de un territorio en extremo pobre y atrasado, desconectado del resto de Europa debido a su condición insular y que no fue un país propiamente dicho sino hasta su independencia en 1922. Por lo que jamás existió durante el Renacimiento y por ende no pudo ejercer influencia alguna siquiera dentro de los marcos del romanismo (a pesar de que sus autoridades políticas y religiosas se encargaron de obedecer sus preceptos con un denuedo especial, comparable, si hacemos el parangón entre religiones, a los talibanes afganos respecto de la observancia del islam), lo cual a la postre se tradujo en que nadie le prestara atención a una isla poblada de campesinos que creían en ollas de oro. No había riquezas que extraer de ahí. Además de que los excesos que se producían contaban con el agrado de los pontífices, mientras que los reformados consideraban que no valía la pena gastar tanto en efectuar viajes a un lugar de escasa población donde sólo cabían agricultores supersticiosos. Bueno: no todos los reformados, pues los puritanos británicos -su metrópoli-, en especial a partir de Oliver Cromnwell, intentaron convertir a estos ciudadanos mediante el empleo de las armas y el sometimiento por hambre, lo cual al final consiguieron en la región norteña de Ulster. La influencia (nefasta) del Reino Unido sobre este pueblo, antes y después de la emancipación, se transformó en una muralla que enfatizó aún más el aislamiento, factor que a su vez contribuyó a aumentar la impunidad de unos regentes que se valieron del pretexto de la dominación primero política y luego económica de supuestos agentes externos para actuar con la más absoluta impunidad.

La iglesia católica, desde luego, es por lejos la principal responsable de las atrocidades cometidas en Irlanda, donde se aprovechó de una población pobre y un territorio sin posibilidad alguna de constituir el más mínimo peso político, y que por ende era incapaz de provocar acontecimientos noticiosos de impacto en la comunidad internacional, lo que a la larga se traducía en la total indiferencia y desinterés hacia sus habitantes. Pero de parte de los evangélicos también cupo una importante contribución a que estas aberraciones permanecieran en el tiempo ante la completa ignorancia del resto del mundo. Para comenzar, la negativa influencia de los reformados británicos, que contribuyeron a conservar el Estado de cosas. Y no sólo se trata de la reacción extremista que los sacerdotes llevaron a cabo contra su propio pueblo a causa de un subterfugio. Pues en la república irlandesa existe un puñado de congregaciones protestantes que al menos representan a la sexta parte de sus ciudadanos. ¿En alguna ocasión denunciaron estos crímenes, o se pararon frente a sus ejecutores con la finalidad de evitarlos o al menos reducirlos?

domingo, 3 de febrero de 2013

El Evangelio Por El Trasero

Justin Bieber, el juvenil cantante canadiense que se ha hecho famoso tanto por transformarse en un ídolo adolescente como por sus declaraciones en las cuales confirma que es un devoto cristiano evangélico, acaba de reventar una vez más las páginas de internet con una fotografía donde exhibe su trasero. Eso sí, a las pocas horas empezó a hacer todos los esfuerzos posibles por retirarla de los distintos sitios donde se hallaba alojada, actividad que acompañó con sus correspondientes peticiones de disculpas, dirigidas de manera casi exclusiva a sus hermanos de fe, ya que sus incondicionales seguidoras se han apresurado en responder que no tiene nada de que arrepentirse, y ellas en cambio bastante que agradecerle. De cualquier modo no es la primera muestra de contrición que se ve obligado a efectuar en lo poco que va corrido de este año a causa de sus deslices, pues unas semanas atrás circuló otra imagen donde aparecía bebiendo alcohol con el más absoluto desparpajo en medio de una fiesta, retrato donde además se incluía en segundo plano a un amigo fumando algo semejante a un cigarro de marihuana.

De seguro que varios de sus correligionarios se darán por satisfechos con el nuevo arrepentimiento público del impulsivo muchacho. Ya lo han hecho tras los incidentes anteriores que éste ha protagonizado, fuera de que han optado por pasar por alto situaciones como que este mocoso se ha venido transformando en un icono de la comunidad gay, pese a que no pierden oportunidad de recalcar que esas personas se irán de cabeza al infierno, con afirmaciones que rozan la intolerancia y la homofobia. No obstante, si continúa aseverando que persevera en los caminos del Señor y que le ha rogado a Él que le dé más sabiduría y templanza para no volver a cometer estas caídas que son producto de la tentación, entonces lo que corresponde es perdonarlo, que al fin y al cabo todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria divina, aparte de que de acuerdo con la Biblia ningún humano puede abogarse el derecho de juzgar. Por último han sido mayores los aportes que la ha ofrecido al pueblo evangélico internacional, al lograr insertarse en un medio que siempre se ha mostrado reticente a los principios y valores cristianos, como es la música pop. Y en un ambiente plagado de vanidades y placeres carnales, asegurar que mantiene su castidad, que respeta a sus padres -que por cierto también son sus representantes- y a la familia en general, y que ora tanto antes de iniciar como inmediatamente después de finalizar sus conciertos.

Por ahí dicen que cuando una celebridad obtiene triunfos importantes para un país o un colectivo cualquiera, los demás integrantes de esa masa le condonan hasta sus comportamientos más abyectos. Quizá el caso más emblemático y más cercano sea la paciencia que los argentinos le tienen a Diego Armando Maradona, campeón mundial con su seleccionado de fútbol y segundo jugador más valorado en la historia de ese deporte, quien a pesar de agredir a periodistas y ciudadanos pedestres, volcarse de tarde en tarde a su adicción a los estupefacientes y cometer fechorías a diestra y siniestra, aún cuenta con el cariño de sus connacionales quienes incluso suelen darle un sentido positivo a todas estas travesuras. Algo similar ocurre entre los cristianos evangélicos con sus componentes más famosos. Acaeció tras la muerte de Whitney Houston, cuando muchos pastores se apresuraron en destacar su permanente e incondicional pertenencia a una iglesia bautista con el propósito de desviar a la opinión pública acerca de su oscura etapa llena de vicios y de las extrañas circunstancias que rodearon su deceso (la autopsia reveló más tarde que había consumido cocaína, echando por tierra la tesis defendida por esos mismos ministros que afirmaba que había abandonado el consumo de sustancias prohibidas). Y está pasando ahora con Bieber, a quien hasta se le aceptan conductas que muchísimos hermanos han reprobado con constante denuedo, como la colocación de tatuajes en el cuerpo (si el niñato se marca la piel con una figura de Cristo, qué va: lejos de ser pecado constituye una muestra de su fe, religiosos anticuados), y además se lo aplaude cuando convoca a todos los micrófonos posibles para pedir perdón primero de Dios y después de los hombres, sin reparar en que se trata de un procedimiento sospechoso que se halla más cerca del espectáculo propagandístico que de la búsqueda de redención. Llegando incluso quienes son más severos en otras circunstancias, a recordar versículos tales como "el que esté firme, mire que no caiga" con el afán de proteger al díscolo jovenzuelo.

Sin embargo, esto puede ser visto como una versión a gran escala de lo que suele suceder en determinadas congregaciones, donde a un hermano que lleva años de recorrido, cuenta con un currículo importante dentro de la obra o sostiene contactos importantes con el exterior: se encuentra que la manga para medirlo dentro de la comunidad es más ancha y por ende a veces se siente con la licencia de efectuar acciones que de ser protagonizadas por otros miembros les significaría a éstos una grave reprimenda o sanción. Con lo cual el sujeto cuenta con margen hasta para vanagloriarse. Tal vez esto ocurra en poco tiempo más con Bieber, si no ya  le está afectando su fuero interno. Porque su arrepentimiento público pude ser comentado por sus seguidoras adolescentes, que no son cristianas, sino las fans de costumbre, y convertirse en un factor que agrandará aún más su fama, su popularidad y por qué no agregar, su ego. Todo por conservar la ilusión de que un auténtico cristiano triunfa en un medio que muchos predicadores han calificado de inmoral, corrompido y satánico.