domingo, 10 de noviembre de 2013

Maternidad y Moralidad Irresponsables

Un reciente informe de organismos internacionales expresa la preocupación de una gran cantidad de expertos respecto a las altas cifras de embarazo adolescente que registra casi la totalidad de los países latinoamericanos, que además en algunos lugares ha aumentado en los últimos años. Los factores que de acuerdo con los especialistas han contribuido al mantenimiento de esta tendencia son los mismos de siempre: pobreza, marginalidad, falta de información y la fuerte presencia de la iglesia católica que en la región constituye un marcado referente que adquiere características culturales y folclóricas. Causas que, aparte, se entremezclan formando un importante círculo vicioso.

Desde siempre, los curas han venido afrontando los impulsos erógenos de los adolescentes con una moralina invariable que funde -y confunde- los términos paternidad responsable y sexualidad responsable. Para ellos la única opción posible es la abstinencia y ante el atisbo de la más mínima discusión se aprestan a excluir cualquier otra. Lo cual, no es necesario agregar, descarta cualquier posibilidad siquiera de preguntar por los preservativos o los métodos anticonceptivos. Dado que cuentan con una omnipresente presencia social, que abarca especialmente a las autoridades y los círculos de poder, suelen traspasar su línea de pensamiento a la esfera y a las políticas públicas de cada país, donde las autoridades tampoco muestran un gran interés por modificar el estado de cosas. Sumemos a esto que las alternativas espirituales -los evangélicos principalmente, que detentan un crecimiento exponencial e imparable- no han sido capaces de hilvanar una propuesta diferente: porque existen puntos coincidentes, estas congregaciones están arraigadas en los círculos más desposeídos o sus integrantes -incluyendo a pastores y líderes-, más allá de la conversión y el cambio de credo, aún se hallan inmersos en parte en ese folclor latinoamericano nombrado anteriormente y debido a la manera en que se los ha inculcado creen que se trata de principios universales y bíblicos.

Con este modo de actuar, los curas -y muchos pastores- imaginan que los adolescentes controlarán sus cuerpos en base a los principios de la virginidad o la castidad. Las estadísticas demuestran que no es así. Sin embargo, entonces aparece la mano que se presume acogedora. Lo cual se expresa en discursos igualmente moralizadores que destacan la supuesta belleza de la maternidad, aún cuando se desarrolle en un contexto adverso como ocurre en el caso de una menor de dieciocho años que aún no concluye su escolaridad ni ha terminado de solidificar su personalidad, fuera de no contar con profesión u oficio y vivir en un contexto económico de insuficiencia. La idea de este predicamento es bastante delicada, pues expone al bebé como la posibilidad de redimir culpas, pero también como el resultado del pecado de sus padres -en particular de su madre-. En cierto sentido, además, el panorama poco alentador de marginalidad que le espera al niño se justifica en cuanto constituye un castigo para sus progenitores, quienes han traspasado barreras muy delicadas, como son las que se relacionan con la sexualidad. En definitiva se trata de un inocente condenado a demostrar con su futura miseria que hay límites que no se deben trasponer.

Bajo tales circunstancias cabe formularse la siguiente pregunta. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de paternidad o de sexualidad responsables? Siempre se inculca la idea de que tener un hijo es a todo evento algo maravilloso, cuando somos testigos de que no siempre acontece así. Parece ser que la actitud de responsabilidad debe ir orientada al empleo de métodos anticonceptivos y afines por el lado de los adolescentes -que varios desechan debido a la influencia mediática y formativa del catolicismo, que los considera un pecado mayor que sólo sostener coitos- y al compromiso del resto de la sociedad en base a entregar información en torno a ellos. Fuera de cambiar el objeto del desincentivo, de los preservativos, por el embarazo, acerca del que se debe insistir en que en determinadas coyunturas es un hecho negativo, horrendo y nefasto. Un chico que se acuesta con infinidad de parejas, pero que se vale de un condón cada vez, es bastante más valioso que otro que deja preñada a la única compañera con la cual disfrutó. Y los penitentes que vayan a llorar a la capilla más cercana.

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