lunes, 19 de septiembre de 2011

Edito y los Homosexuales

Bastante polvareda ha levantado la intervención del obispo Edito Espinoza, uno de los tantos oradores del tedeum evangélico que se celebró, como corresponde al protocolo, el domingo inmediatamente anterior a fiestas patrias. En su presentación, el pastor condenó con una inusual vehemencia los proyectos de ley de acuerdo de vida en pareja, que buscan regular, para efectos legales, las relaciones estables entre personas que no han contraído matrimonio, incluyendo las de tipo homosexual. De paso se refirió a los parlamentarios, de quienes aseveró que "tal vez actúan frente a la ciudadanía, pero a espaldas de Dios", insinuando que era inaceptable elegir a congresistas que una vez en el cargo estaban dispuestos a aprobar, o siquiera a discutir, iniciativas réprobas desde el punto de vista del cristianismo más conservador. Sin embargo, las palabras que sacaron más roncha fueron las que este siervo dirigió contra quienes optan por la tendencia gay, a quienes comparó con los violadores y los abusadores sexuales de niños y de animales, sosteniendo poco menos que eran la punta de lanza de una conspiración que buscaba desterrar la fe en favor de una suerte de utopía sodomita.

Está bien. Las expresiones del pastor Espinoza poco contribuyen a la imagen de los evangélicos chilenos en el resto de la población del país, por lo que su discurso hasta podría ser considerado como un mal testimonio. En muchos momentos de su sermón, lejos de predicar, deliró. Y lo peor es que empleó el acento y el lenguaje característicos de los hermanos de las iglesias de barrio, que constituye un rasgo distintivo de los hermanos reformados en general, por lo que, aparte de las burlas y los remedos de rigor, su intervención hizo que afloraran entre la población viejos estereotipos acerca de los "canutos", que parecían desterrados o superados. Que es una religión de fanáticos ignorantes, estúpidos y de bajo nivel educacional, cerrados al universo que los rodea, violentos, intolerantes y con conductas propias de las sectas. En síntesis, el regreso de determinados prejuicios que en cierta forma son la única respuesta posible a un cúmulo de declaraciones que a su vez están basadas en convencionalismos irreflexivos, que en algún sentido se ponen de manifiesto en la malograda presentación hecha por el obispo Edito.

Sin embargo, también cabría cuestionarse el interés que los medios de comunicación han colocado en los dichos de este líder espiritual, cobertura que ha ayudado a fomentar los contraataques descritos en el párrafo anterior. En el tedeum evangélico hablan pastores de las más diversas congregaciones y tendencias, y quienes no alcanzan a intervenir, lo hacen el diecinueve de septiembre en su símil católico, que gracias a un pequeño apéndice puede arrogarse el mote de ecuménico. Todos ellos entregan sus propias opiniones acerca de la actualidad, y por lo tanto sus aportes al debate incluyen los más variados temas. Y por supuesto que este año no fue la excepción. ¿Qué intención hay, entonces, en recalcar una participación que no se extendió más allá de nueve minutos, además efectuada por un pastor de mediana influencia en el círculo eclesiástico? Los curas, en su respectiva reunión, han arrojado escupitajos muchos más virulentos sobre el particular, con el agravante de que vienen repitiendo la misma conducta desde hace un buen tiempo (aunque al parecer ahora hicieron una excepción, esencialmente porque están apremiados con la baja credibilidad que han estado experimentando, debido a los innumerables escándalos de pedofilia). La diferencia es que emplean un lenguaje rebuscado que en los oyentes incautos o poco documentados puede pasar por intelectual y teológico. Por su parte, las grandes cadenas periodísticas, que en su mayoría son dirigidas por sujetos de confesión romanista, abordan esta clase de sermones como un acontecimiento pintoresco, valiéndose del morbo que las caracteriza para entregar una imagen distorsionada de los reformados, cercana a los postulados de quienes les ofrecen la comunión.

Y conste que nadie aquí está defendiendo la poco feliz intervención del pastor Espinoza. Que amenaza, producto de la influencia de determinados sectores, pero también de la negligencia de los mismos hermanos, por transformar los viejos convencionalismos en una, si no en la voz oficial. Por otro lado, el proyecto de ley deja en claro que no se trata de crear una forma de matrimonio homosexual, ya que su principal preocupación son los bienes patrimoniales y no el establecimiento de un nuevo tipo de vínculo. Además, el acuerdo de vida pretende igualmente regular la situación de las parejas de convivientes; en especial, solucionar las precarias condiciones en que se encuentran los hijos de éstas. Por ende, no atenta contra la familia, una conducta que tanto le quita el sueño al predicador, sino que todo lo contrario: protege a una clase de hogar que en muchas ocasiones nada tiene que envidiarle a los cónyuges de papel. Incluso, se podría aseverar que es el mismo obispo Edito quien agrede con sus expresiones a estas personas, incitando de paso que tipos de origen externo, a su vez, empiecen a hablar en clave negativa del pueblo evangélico, fomentando una incipiente hostilidad. Con una actitud así, en lugar de salvar almas, hasta podríamos alejar a quienes ya hemos ganado.

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