Sin embargo, la gran novedad -que desconcertó a varios grupos de los más diversos quehaceres- fue que en esta ocasión los prelados romanistas se preocuparon de no actuar, o cuando menos, de no dar la sensación de que actúan solos. Para ello, y en un hecho sin precedentes (al menos en cuanto a imagen frente a los medios de comunicación), en la conferencia de prensa que ofrecieron, aparecieron flanqueados por los principales dirigentes de un amplio abanico de iglesias y federaciones evangélicas, incluyendo organismos con finalidad claramente aglutinante, como el Consejo de Pastores. Muchos interpretaron este fenómeno como una búsqueda desesperada de respaldo por parte de los papistas, que han perdido una significativa cuota de credibilidad debido a los múltiples escándalos de abusos sexuales que en el último tiempo han salido a la luz, situación que además parece estar muy lejos de agotarse (por estos días, se ha conocido una acusación contra el sacerdote Cristián Precht, en el pasado miembro de la sobre valorada Vicaría de la Solidaridad). Ante lo cual, han optado por recurrir a los honestos pero ingenuos "hermanos separados", olvidando que pertenecen a una herejía perniciosa, que ha engendrado un sinnúmero de sectas destructivas; pero que evidencia un crecimiento exponencial en los estratos populares, mientras la adhesión al catolicismo disminuye de manera preocupante. Después de todo, existen reformados que son igual o incluso más homofóbicos, como lo demostró el pastor Edito Espinoza en su intervención en el tedeum de septiembre.
Que los obispos deban recurrir a los cristianos evangélicos, desde cierto punto de vista puede constituir un aspecto positivo. Estarían empezando a darse cuenta del aporte que estos hermanos le están entregando a la sociedad, y no sólo en aspectos relacionados con lo espiritual o la fe. Sin embargo, este cierre de filas de parte de los líderes reformados, por usar un calificativo suave, constituye un bochorno inadmisible y hasta aberrante y vergonzoso. Sin duda, en más de una ocasión estos pastores han empleado los púlpitos para advertir a los fieles de los peligros que significaría la sola amistad con un católico, llamando de paso a romper todo lazo que podría atarlos con algún no convertido, ya que con ellos se corre el riesgo de producirse una contaminación doctrinal. Existen congregaciones que castigan con un alto nivel de severidad a aquellos integrantes que mantienen algún vínculo, por mínimo que fuese, con una persona de orientación secular. Más aún: predicadores de distintos orígenes incitan a los padres a golpear a sus hijos si detectan el menor foco de influencia de parte de un conocido que pertenece "al mundo". En varias ocasiones se exige rechazar a los teólogos romanistas, independiente de sus aportes -algunos usados de manera inconsciente por sus mismos detractores- porque se trata de simples filosofías paganas y huecas. No debe haber consideraciones ni excepciones: la iglesia católica es una gran ramera, inspirada por el diablo, regida por anticristos, capaz sólo de conducir a la perdición. Y agreguemos que, con los antecedentes históricos, como la inquisición y las masacres en contra de grupos que abrazaron la Reforma, no se puede estar sino de acuerdo con tales conclusiones. En especial, si la discriminación y el rechazo de los papistas continúa siendo fuerte también en la actualidad, como lo atestiguan las recientes referencias de Ratzinger acerca de los pentecostales.
No obstante, todas aquellas llamadas de atención, son borradas de un plumazo con el propósito de aparecer ante las cámaras como defensores de una moralidad imprescindible para el normal desarrollo de la patria. Aunque la participación se restrinja a permanecer de pie y en segundo plano, como guardaespaldas de un comunicado en el cual apenas se metió mano. Ya quedó señalado al comienzo de este artículos: muchos cristianos evangélicos son ingenuos y manejan escasa información, por lo que no discurren en imaginar que tras esta invitación de los obispos, en la que de seguro han visto una intención de los católicos en aras de enmendar el rumbo y actuar como auténticos seguidores de Jesús, en circunstancias de que sólo se trata de una utilización interesada con el propósito de mantener el pellejo a flote, la cual será desechada cuando ya no sea necesaria. Sin embargo, no se puede dejar de agregar que obraron de un modo abyecto y vergonzoso. De seguro que más de alguno de estos pastores, ha castigado a uno de sus vástagos o ha reprimido con energía a un fiel sospechoso de presentar conductas moderadas con respecto al dogma romanista o ha rescatado las labores de caridad promovidas por integrantes de dicho credo. Pero cuando quedan frente a esos sacerdotes que tanto atacan al interior de sus templos, ejercen como verdaderos bravucones cobardes, que ante una fuerza apenas intimidatoria agachan la voz. Bueno: si la finalidad de una carta conjunta, o mejor dicho consensuada, es atacar a un tercer colectivo, aún más débil y minoritario, o menos estructurado, como es el caso de los homosexuales, a veces hasta se bendicen los apretones de manos.
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