domingo, 4 de septiembre de 2011

Dónde Está Patricio Frez

El pueblo chileno se conmovió, hace una semana, por el cobarde crimen del joven Manuel Gutiérrez, asesinado por un policía cuando paseaba por la calle acompañado por un grupo de parientes y amigos. Al dar la noticia, muchos medios de comunicación añadieron el hecho de que el muchacho era miembro muy activo de una iglesia pentecostal, lo cual aumentó el grado de consternación entre los habitantes del país, y de algún modo, permitió que se esclareciera un delito que las propias autoridades civiles y de Carabineros en un comienzo se habían empeñado en ocultar, con el propósito de obtener ventajas políticas. Uno acepta que determinados colectivos sociales, como los mapuches o los estudiantes, se transformen en focos de polémicas o conflictos. Pero jamás se esperaría eso de los cristianos evangélicos, cuya perseverancia ha sido admirada por todas las capas y tendencias de la población, salvo quizá una poderosa pero cada vez más replegada minoría de católicos integristas.

Por desgracia, no se puede hablar con el mismo entusiasmo de los hermanos de fe. Bueno: ellos forman parte del mencionado pueblo chileno, y por lo tanto también debieron haber expresado su repudio por este homicidio, al punto que más de alguno habrá pedido orar en su respectiva congregación por la familia de este joven cristiano y por la comunidad en la cual participaba. Sin embargo, se echó de menos, a propósito que en el párrafo anterior se habló de colectivos, una actitud en bloque de las iglesias evangélicas, que se encuentran, al menos la gran mayoría, agrupadas en el Consejo de Pastores y en la Mesa Ampliada. En el sepelio de Manuel Gutiérrez, se pudo observar una importante cantidad de periodistas, e incluso organismos de derechos humanos y representantes de movimientos estudiantiles y laborales -la muerte se produjo durante la huelga nacional de dos días convocada la semana pasada, con el propósito de apoyar las protestas en favor de una mejora en la paupérrima calidad de la educación-, aparte de los demás asistentes al templo que frecuentaba (y que no eran pocos). Pero los directivos de las federaciones eclesiáticas, recién citadas, o siquiera líderes de otras entidades, brillaron por su ausencia. Y es una lástima, porque en otras instancias menos relevantes que ésta, llegan a demostrar una presteza que ya se la quisiera el más desesperado.

Como por ejemplo, ocurrió hace unas semanas atrás en una marcha convocada para expresar el rechazo a un proyecto de ley enviado por el presidente al Congreso con el propósito de extender los derechos legales conyugales a las llamadas "uniones de hecho": parejas que conviven sin haberse casado, entre las que se cuentan las conformadas por homosexuales, piedra de tope de aquellos manifestantes. Si bien no contó con el respaldo oficial -del Consejo y la Mesa recordados en el párrafo anterior-, empero consiguió una importante atracción mediática merced a que había sido planificada, entre otros, por Patricio Frez, un conocido y medianamente influyente locutor y director de radio y televisión, converso al evangelio desde hace unos años. A él lo secundó un nutrido aunque pequeño séquito de pastores con sus respectivos dirigidos, venidos de distintas denominaciones. Más aún: días más tarde, cuando el primer mandatario firmaba el mencionado despacho del proyecto, una hermana pudo colarse entre los invitados a la ceremonia y -con una libertad que ya se la quisieran otros grupos de descontentos- espetarle al jefe de gobierno que estaba autorizando el pecado. No obstante, esa ferviente chiquilla, el mismo Frez, o los líderes a quienes tanto espanto les provoca una iniciativa que parece favorecer a los sucios sodomitas, jamás se dieron cita en los funerales de Manuel Gutiérrez, como mínimo para entregar las condolencias y de paso una palabra de aliento. O en el mejor de los casos no lo anunciaron con una idéntica parafernalia. En circunstancias que este deceso era ocasionado por un pecado, bastante más grave, en el que también se hallaba involucrada la primera autoridad de la república.

Medios de comunicación nacionales y extranjeros han destacado la conducta ejemplar del círculo íntimo de Manuel Gutiérrez, en el sentido de que sólo piden que se conozcan las identidades de los asesinos y que sean conducidos a los tribunales de justicia. Entre los últimos, se cuenta el español Protestante Digital. Pero ningún dirigente de las iglesias evangélicas chilenas ha expresado cuestiones similares, menos exigir que se aclare la muerte de un hermano. Y si lo han hecho, ha sucedido de manera solapada, de tal manera que la masa de la opinión pública apenas se ha enterado. Lo cual constituye un asunto de preocupación. Porque este crimen era para salir a expresar el mayor repudio posible. O al menos así cabe esperarse de quienes observan con tanto celo la conducta individual de las personas. Es penoso que sean personas seculares las que defiendan con tanto ahínco lo que debiéramos proteger los cristianos evangélicos. Dichas personas, entre las que se pueden hallar a homosexuales y a parejas de convivientes.

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