domingo, 6 de noviembre de 2011

La Engañosa Resurrección de las Religiones

Abundan los teóricos que han afirmado que el siglo XXI se caracterizará por una suerte de rebrote del espíritu religioso; cuestión que, en todo caso, parece confirmarse luego de transcurrida una década de la mencionada centuria: durante ella, y ante el declive de las ideologías políticas que determinaban el actuar de los líderes del mundo hasta hace sólo veinte años, diversos movimientos de cuño cristiano, judío, musulmán u oriental han captado la atención de la gente, proceso el cual, al menos por ahora, no muestra signos de agotamiento. Muy por el contrario, se percibe cada vez una mayor reciedumbre, alentada especialmente a partir de los ataques a las Torres Gemelas perpetrados por extremistas islámicos el once de septiembre de 2001.

No obstante, se trata un resurgimiento que debe llamar a la reflexión, ya que debido a sus características, no está exento de provocar aprehensiones. Si uno lo observa con un grado mínimo de detalle, notará que las estructuras eclesiásticas de aquellas religiones que se han beneficiado más con esta recuperación del entusiasmo, han tenido empero una participación muy secundaria en él, incluso experimentando una merma de adhesión a veces más significativa que la sufrida en la época de repliegue de sus respectivas feligresías. De modo paralelo, el renacer ha estado ligado más bien con iniciativas privadas e independientes, ajenas a las formas clásicas de organización, a la cual en todo caso siempre manifiestan su más honesto respeto. Así, el reciente auge del islam no ha sido sostenido por las mezquitas más ancestrales o tradicionales, sino que se ha desarrollado en torno a la creación de nuevos centros de estudio y acción, uno de los cuales es la célula terrorista de Al Qaeda. En paralelo, el catolicismo, el último tiempo, ha sido apuntalado no por sus órdenes más clásicas -formadas, se supone, por personas muy preparadas-, sino por agrupaciones que las imitan, aunque su tinglado interno es distinto, como los neo catecúmenos, el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Los evangélicos, a su vez, han vuelto a florecer gracias a las mega iglesias, los tele predicadores o sujetos como los denominados neo con de Estados Unidos, quienes les han arrebatado el protagonismo a los templos presbiterianos, bautistas y también pentecostales. Mientras que el misticismo oriental ha sido absorbido y filtrado de manera indirecta a través de sectas como el Baha'i, la Nueva Era, Silo o los ecologistas y los defensores de los derechos de los animales.

Todos estos movimientos poseen características comunes. Primero, son muy proselitistas, lo cual les ha permitido, aparte de la coyuntura mundial, ganar una importante cantidad de adeptos. En seguida, no se esmeran en construir una base teológica o intelectual fuerte, ya que su principio fundamental es que el mayor número de personas, independiente de su formación o niveles de escolaridad, asimile un mensaje que se pretende universal y único. Pero quizá lo más importante -ya que le da una justificación a las dos actitudes antes reseñadas-, es su carácter marcadamente conservador. Señalamos en el párrafo anterior que estas organizaciones no tienden a cuestionar los aspectos más elementales de sus respectivas religiones, ni sus estructuras más tradicionales ni a quienes las encabezan, ya que su deseo final no es fundar un nuevo credo -y luego ser tachado de infiel, hereje, sectario o falso profeta según corresponda- sino entregarle nuevos bríos al ya existente, porque constituye la verdad absoluta, que sólo se ha debilitado en la conciencia general porque sus custodios han equivocado el rumbo o no han querido ejercer su autoridad espiritual con mayor severidad. Entonces esta nuevas expresiones de fe se atribuyen un mandato mesiánico, y como todo proceso interesado en practicar una reforma, tratan de retornar a los orígenes, donde se halla la fuente de la pureza, de la que las sucesivas generaciones se han alejado por diversos motivos. El problema es que tratándose de religiones, ese manantial primigenio guarda una especial relación con las tradiciones, que no se circunscriben sólo a aspectos étnico culturales, sino a una amalgama cuyo rostro más identificable suelen ser los prejuicios y convencionalismos sociales, algunos de los cuales han sido superados tanto por los descubrimientos científicos como por los avances que la humanidad ha hecho en materia de derechos humanos.

Es éste el punto que ocasiona una mayor controversia. Al transformarse el pensamiento conservador y devenir en una herramienta de lucha, se torna reaccionario, así como su símil liberal o radical se se orienta a la revolución cuando adquiere un cariz violento. Y la reacción es peligrosa en el sentido de que su triunfo puede significar la pérdida de derechos ganados tras una buena cantidad de décadas. De hecho: si uno analiza  las iniciativas que han resultado como consecuencia de este renacer religioso, observará que casi todas basan sus predicamentos en una serie de restricciones y prohibiciones, que es necesario implantar para frenar el arrollador avance del mal en el mundo. Esto, además, aderezado con un rasgo que es transversal a estos movimientos, y es que su verdad es la absoluta y todas las demás son inaceptables, algo que se acrecienta cuando las organizaciones adquieren un talante más belicoso. En tal sentido, hemos visto a católicos y evangélicos insistir en erradicar costumbres consideradas libertinas, así como a fanáticos del budismo y el hinduismo proscribir ciertos pasatiempos como sucedió a mediados de año con las corridas de toros en Cataluña. Es que tales credos se valían de dichas prerrogativas en el momento mismo de su constitución, y como se trata de regresar a la fuente primigenia, ya se sabrá cuál es el camino lógico. Ahora: eso no significa que la solución sea atacar a estas iniciativas, ya que quienes lo intentan, como Richard Dawkins, acaban volviéndose lo que odian. Sí se les puede encauzar a través del diálogo y la orientación -ha acontecido en otras épocas-, entregándoles herramientas que favorezcan su tolerancia. De hecho, muchas corrientes que hoy aparecen como moderadas y equilibradas, en sus inicios eran tan agresivas como las propuestas tratadas en este artículo.

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