domingo, 20 de noviembre de 2011

El Regreso de los Niños Golpeados

Hace unos días, un informe de un organismo competente revelaba que, tras varios años tendiendo a la baja, en los últimos dieciocho meses habían aumentado los casos de violencia intrafamiliar, en especial los relacionados con el maltrato infantil. Los expertos, además, advirtieron que tal fenómeno no debía ser atribuido al incremento en las denuncias, pues hace un buen tiempo que se ha creado conciencia en torno al tema. Una toma de raciocinio que, justamente, había instalado en la sociedad la idea de que el castigo físico contra los niños era una costumbre superada o que al menos se estaba batiendo en franca retirada; por lo cual ahora cabía dedicarse a erradicar agresiones hacia otros sujetos igualmente más débiles, como las mujeres o los animales.

Aunque en primera instancia parezca un ejercicio sesgado, antojadizo y poco serio, de todas formas cabe relacionar el mencionado aumento con la asunción de un gobierno conservador y de derecha, y no sólo porque el aumento de la curva coincida con el tiempo en el que esta legislatura lleva en el poder. Esta clase de administraciones suelen basar su discurso social en dos aspectos fundamentales: la recuperación de los llamados valores tradicionales y la preeminencia de la familia, entendida como un ente nuclear compuesto por padre madre e hijos -de preferencia más de uno-, aunque con una determinada extensión de los conceptos se puede incluir a los abuelos. Ambos elementos, además, se presentan relacionados de manera indisoluble, ya que ésta constituye la base de sustentación de aquéllos, que en definitiva son inevitables si se busca mejorar el estándar de vida de una comunidad. Así lo dejaron en claro los derechistas chilenos en la campaña electoral que finalmente les permitió acceder al ejecutivo; y de idéntico modo han procedido ya instalados en el palacio presidencial. De hecho, una vez adquirido el mando, varios ministros señalaron, o al menos dejaron entrever, que aquellos hogares conformados por un solo cónyuge (generalmente mujer, pues aquí es bastante común que sus parejas las abandonen tras el embarazo), eran una distorsión no muy deseable. Es verdad que han continuado con los subsidios en favor de tales casos, así como también han despachado proyectos de ley que pretenden incorporar a ciertas situaciones que los más fanáticos califican de "anti familia", como las convivencias homosexuales. Pero siempre queda la impresión de que lo tratan como un anexo, con el afán de presentarse como las autoridades que se preocupan de todos, y de ese modo ganar réditos.

Pero volvamos al punto inicial. En una administración derechista, que por lo tanto centra su preocupación en la estructura familiar, la consigna es que los problemas se resuelvan al interior de esa institución. En especial los relacionados con la conducta de los más jóvenes, cuyo nivel de disciplina o desacato se mide -mejor dicho se debe medir- de acuerdo a los parámetros fijados por los ya nombrados valores tradicionales, que por lo general coinciden con las visiones más conservadoras de la sociedad. Es la principal motivación que origina la existencia de esta clase de organización. Luego, como son los niños quienes necesitan de este encauzamiento, entonces la labor queda encargada a los padres (así en plural, porque con uno solo no sirve), los cuales reciben el mandato, teniendo libertad absoluta respecto del método que les resulte más adecuado. De ahí a aplicar castigos físicos, pues no quedan muchos pasos. En especial porque tratándose de la mejor instancia posible, todo cuanto emane desde el interior de ella es positivo y no puede ser cuestionado. Entonces, el asunto se torna un círculo vicioso respaldado por una conducta que también es de cuño conservador: la de lavar la ropa sucia en casa.

Los mayores exponentes de la prensa escrita chilena -proclives a este gobierno- han indicado que en el último tiempo se ha producido una rebrote en la consideración de la familia entre los ciudadanos, tanto a nivel de opinión como de práctica. Los administradores de esta legislatura han recalcado dicho fenómeno con expresiones de júbilo. Debería tomarse en cuenta que tal tendencia siempre trae aparejados daños colaterales como el maltrato infantil, que son consecuencia de la misma estructura familiar así como del carácter conservador y moralista que caracteriza a las legislaturas derechistas. Y que las tres cosas se hallan unidas de manera indisoluble.

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