domingo, 2 de octubre de 2011

La Esvástica y los Nazis

La adopción de la esvástica, o cruz gamada, por parte de los nazis, es un asunto que ha impulsado toda clase de especulaciones. Algunos aseveran que su empleo responde a un intento por representar la ideología de los nacionalsocialistas, que estaría cargada de un cierto misticismo, pues este símbolo proviene de la religión hindú. Los seguidores más incondicionales de Adolf Hitler, entretanto, afirman que constituye una prueba del supuesto alto nivel de cultura que ostentaban los jerarcas de este movimiento político, que además, y a despecho de su antisemitismo y su desprecio por los gitanos, estaba abierto a aceptar todas las etnias posibles. No es el único antecedente del que se sirven para asegurar tal situación, pues agregan que durante la Alemania inmediatamente anterior a la guerra, se construyeron un sinnúmero de monumentos y obras arquitectónicas que recordaban a las civilizaciones griega y romana, algunas de las cuales aún sobreviven en la actualidad.

La realidad es que, para todo aquel que maneja siquiera un poco de información, desde el principio estas teorías resultan tan risibles que la representación que Charles Chaplin hace de Hitler en su filme "El Gran Dictador". Para empezar, es una perogrullada confirmar que ni el máximo líder del nazismo ni sus contemporáneos fueron capaces de elaborar un tratado contundente de su ideología, que resultara aceptable desde el punto de vista crítico o cuando menos resistiera el análisis más elemental. La única obra escrita que se acerca a ello -o mejor dicho, que se ha intentado vender como tal por sus lectores más entusiastas-, el "Mein Kampf" no es más que una sarta de declaraciones puramente emotivas, absolutas, delirantes e imposibles de confirmar, propias de un fanático sectario, o de un político que intenta ganar las elecciones a costa de un discurso repleto de frases clichés. La interpretación que se hace de los textos de Friederich Nietzche es claramente superficial y antojadiza, cosa que queda al descubierto con sólo oír una conferencia de un entendido en ese filósofo, a quien parece se asieron porque querían presentarse como un grupo sustentado en un paradigma. Aparte de que los escritos del "deicida", hoy se conoce que fueron tergiversados por ciertos herederos que justamente simpatizaban con movimientos racistas y antisemitas. Por otro lado, Martin Heiddeger, si bien adhirió al nacionalsocialismo, siempre separó aguas entre su filiación y su pensamiento, al punto de que ni los devotos más extremos de Adolf han sido capaces de hallar una mención incluso lejana que pueda calzar con las diatribas de su ídolo. Muy distinto al caso de, por ejemplo, los comunistas, basados en las conclusiones de Marx y Engels, cuya importancia ha sido reconocida hasta por quienes no comparten esa forma de pensamiento, y que además han disfrutado de otros teóricos en tiempos posteriores.

El nazismo es, antes que nada, la megalomanía de un recluta austriaco que buscaba de manera afanosa ser famoso y reconocido, y que aprovechó la precaria situación en la que se encontraba Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Por mucho que algunos insistan en que no se debe caer en el recurso fácil de concluir que Hitler era un absurdo demente, la verdad es que los datos siempre acaban por inclinar la balanza hacia ese tipo de sentencias. Y todas las investigaciones que rodean este asunto de la adopción de la esvástica así lo evidencian. Aquella cruz era muy popular en la Europa del siglo XX, gracias a la divulgación que los ingleses hacían de la cultura de la India, a la sazón su colonia. Sabido es que Robert Baden-Powell, el fundador del escultismo, la colocó como emblema de esa organización junto a la flor de lis, mientras que Rudyard Kipling la utilizaba como portada para sus libros. En el viejo mundo, todavía existen edificios públicos, museos, recintos deportivos, templos y hasta sinagogas cuyos pisos, techos o paredes están adornados con motivos de la gamada. Fuera de que existen versiones de la misma en distintas partes del globo y que poseen una antigüedad ancestral. Agregado a eso, cabe señalar que en la publicidad de entonces, incluso en Chile, aparecía en una gran cantidad de anuncios. Para una ideología de aspiraciones totalitarias, liderada por un mentor que deseaba reunir a la mayor cantidad de adeptos en el tiempo más corto posible, con unos planteamientos, reiteremos, puramente emotivos, apropiarse de un símbolo que probablemente ya estaba instalado en el subconsciente de miles de personas, era una oportunidad que no debía dejarse pasar. Algo muy similar aconteció con el antisemitismo, que es un sentimiento muy extendido en las regiones centrales europeas, donde es acompañado por la superstición y la ignorancia. Le resultaba gratis a Hitler afirmar que los judíos tenían la culpa de los males del pueblo, porque ya muchos lo consideraban así.

Es cierto que la caricatura que se hace de los jerarcas nazis no corresponde a la realidad, porque efectivamente, muchos eran personas cultas. Pero una cosa es manejar información, y otras muy diferentes son la erudicción y la creatividad. Y el nacionalsocialismo jamás desarrolló esas últimas dos. Nunca hubo una abundante producción artística durante aquel periodo en Alemania, al menos incentivado desde la ideología o centrado en ella. Para la posteridad sólo han quedado unas cuantas películas de Leni Riefenstahl -excelente cineasta, hay que admitirlo- y algunos diseñadores de afiches. Sí existió un interesante número de científicos, físicos y técnicos de alta talla que trabajaron para el régimen, como Wernher von Braun, quien después dirigiría el programa espacial de la NASA. Pero hay que recordar que esas formas de conocimiento actúan sobre fórmulas probadas en desmedro de la invención desde la nada o del riesgo intelectual, al contrario de lo que ocurre con la filosofía o el arte. Además la ciencia, en cuanto trata de extraer conclusiones que sean universalmente válidas en todo tiempo o lugar, prefiere desligarse de asuntos que generen controversia, pues se supone que sus aplicaciones son infalibles. Que la Tierra es redonda o que el agua esté integrada por dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, es algo que jamás se objetará, ni siquiera se discutirá en un determinado foro. Aunque cabría acotar que los planteamientos racistas de Hitler se apoyaban en seudociencias. Tal vez por eso buscaba ser considerado merced a un misticismo discutible que en épocas posteriores ha dado pie al nacimiento de bazofias esotéricas como el Rosacruz, la Nueva Era o los insufribles libros de Miguel Serrano.

                                                                     

                                                                 

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