domingo, 13 de noviembre de 2011

La Sacerdotisa Kristeva

Hace unos días, pasó por Santiago la sicoanalista búlgara Julia Kristeva, invitada por la Universidad de Chile. La verdad es que su visita habría pasado inadvertida de no ser porque le concedió una entrevista al periódico The Clinic, donde intentó, con pretensiones filosóficas, re definir el concepto de rebeldía, que ha tratado de explicar en algunos libros que ha redactado por ahí. Por supuesto, y al igual que todos los extranjeros con aires intelectuales que en el último tiempo han arribado al país, no dejó de hacerle un guiño al movimiento estudiantil local, que ha paralizado buena parte de los planteles superiores y los establecimientos secundarios por ya ocho meses. Más aún: buscó una fórmula que le permitiese hacer calzar dicho incidente con los seudo tratados que escribe y que al parecer apenas conocen ediciones en español. Y todo señala que se sintió satisfecha con sus conclusiones. No es para menos, considerando el suculento cheque que debió haberle pagado el lupanar de Bello, cuyos decanos y académicos siempre se andan quejando de que la falta de fondos les impide concretar la mayoría de los proyectos que planean: misma coyuntura por la cual se han volcado en masa en apoyar la actual huelga, que tiene a sus alumnos como los principales protagonistas.

Al respecto, y retomando la intervención en The Clinic, hay una opinión de la Kristeva que no se puede dejar de comentar, pues es una muestra de que hasta los intelectuales más, por decirlo de una forma que sea legible para el común de la gente, liberales y progresistas tienen también sus prejuicios. En un momento la periodista le pregunta por el mencionado movimiento estudiantil, y ella declara sentirse sorprendida -aunque nunca aclara si gratamente o no- de que una mujer, haciendo alusión a Camila Vallejo, aparezca como la líder natural e indiscutible de este proceso, en circunstancias que en Chile "todavía no está el derecho al aborto". Tal conclusión, aparte de que por sí ya es un insulto, refleja además una extrema parcialidad propia de quienes son incapaces de comprender la diversidad de las culturas, acusación que precisamente las personas de formación europea les hacen a las mentalidades supuestamente más provincianas del Tercer Mundo. Observándola con detalle, se torna una especie de declaración de principios, de alguien que entiende que las cosas se dan sólo siguiendo una continuidad lógica que es imposible que se dé mediante una vía alternativa. Por otro lado, se desconoce el valor de un enorme puñado de féminas que destacaron por sus méritos y su rebeldía -contra el orden establecido o la injusticia social- y jamás necesitaron recurrir a la interrupción del embarazo como eslogan, sencillamente porque existían otras prioridades que atender. Eso sin contar que se pasa por alto a todas las mujeres que han efectuado un aporte significativo a la humanidad sin raspaje de por medio.

¿En dónde estará el origen de este convencionalismo espetado por la Kristeva, sin responsabilidad alguna de su parte? Quizá haya que recordar una muy acertada definición de Jean Piaget respecto a los sicoanalistas, tendencia a la cual la entrevistada adscribe. El creador del constructivismo, quien alguna vez fue discípulo de Freud, a poco andar abandonó desilusionado aquella camarilla, pues notó que "se agrupan en capillas y tratan de herejes a todos los que no piensan como ellos". Lo cual no se encuentra muy alejado de la realidad, si se considera que su fundador invirtió conceptos de la teología judía, con el propósito de crear una corriente nueva y heterodoxa que le diera la posibilidad de sobresalir (no es raro en la religión hebrea: cabe recordar que desde siempre han existido sinagogas para ateos y que en la Edad Media en su seno se propagó la cábala, una variación tan sui géneris, que hoy se considera un credo separado. En cierto sentido -por ser una invención reciente- el sicoanálisis ha seguido el mismo camino). Ahora, que también puede ser una conducta que resida en el ello, ese espacio de la mente que de acuerdo a Sigmund esconde todas las consecuencias poco deseadas de la represión y la neurosis, que él le atribuye a todas las religiones sin distinción -menos a la que creó, por cierto-, y que puede salir a flote en cualquier momento y de las maneras más insospechadas, cambiando por completo la percepción que hasta entonces se tenía de esa persona. De lo que se trate, estamos en presencia de una actitud propia de quien acuesta a su interlocutor en un diván, dejándole con eso en una posición de inferioridad, con el de que no discuta, dialogue o siquiera converse, sino que relate su existencia que a la postre no es más que una sarta de frustraciones y concepciones delirantes que deben ser corregidas o eliminadas, pues siempre serán el escudo de un anormal.

Julia Kristeva, que en la misma entrevista insiste en reiteradas ocasiones en la reivindicación del género, acto seguido también advierte de que el feminismo puede transformarse en una opción totalitaria, como según ella ha ocurrido con todos los movimientos revolucionarios en la historia (es decir, se han tornado un círculo vicioso de represión y neurosis, que requiere con urgencia de los sicoanalistas para anularlo). Lo curioso es que su misma opinión, formulada desde la testera del terapeuta que está ahí para extraer los traumas que coartan la libertad, al final se guía por el procedimiento de la verdad absoluta, ahora avalada por una supuesta objetividad científica. La mujer que no se ha hecho un aborto, o que no ha planteado aquel "derecho", con la mayor vehemencia posible, la virgen, o la que le resta importancia al placer sexual, es presa de una anormalidad alienante. Por lo que cualquier cosa que plantee finalmente no puede ser considerada válida. Y si algún acaecimiento rompe esa lógica, si no se trata de una excepción explicable mediante los mecanismos de la sicología (que siempre acaban concluyendo que se trata de una enajenación que tarde o temprano derivará en consecuencias nefastas), entonces es una conducta que debe motivar el asombro en el peor sentido del término, porque más que una propuesta consciente, es una sucesión de reacciones emocionales ante estímulos externos que acabarán en violencia y destrucción. Bueno: por algo todos estos personajes son usados por las tiranías para controlar y disuadir a los ciudadanos.

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