domingo, 13 de septiembre de 2009

El Imperialismo Religioso de España

En el artículo anterior, acotamos que uno de los argumentos más recurrentes de los curas latinoamericanos a la hora de atacar a las iglesias evangélicas coterráneas, es acusarlas de ser una consecuencia solapada del "imperialismo yanqui", que es como se le define a los múltiples intentos nocivos de la administración estadounidense para mantener bien sujetado a su patio trasero, y de esa forma satisfacer sus propios intereses. Los conversos al cristianismo reformado, según esta visión, serían una suerte de tontos útiles, que lejos de representar una muestra de la misericordia divina, resultarían de la aplicación de las sugerencias contenidas en el informe Rockefeller. Por ello, concluyen afirmando que el evangelismo hallable en esta parte del globo, es menos una muestra auténtica de fe que una simple alienación, no sólo por las ocultas y mezquinas intenciones descritas, sino también porque se trataría de imponer una cultura y una concepción de la vida y el entorno absolutamente foráneas, sin conexión alguna con la realidad geográfica e histórica de América Latina.

No es necesario agregar que, según ellos, la vereda de enfrente, es decir los atributos de autenticidad, los representa exclusivamente el catolicismo. Mejor dicho, su supuesta variante latinoamericana, concepto que más bien huele a eslogan publicitario y que no despierta ninguna credibilidad, ni siquiera en sus defensores más acérrimos, ya que es bien sabido que el romanismo siempre se ha presentado como un movimiento de decisiones unívocas emanadas desde la infalibilidad papal, que por extensión, se debe entender a su vez como infalibilidad eclesiástica. Es cierto que en el subcontinente se dan ciertas expresiones, como las fiestas religiosas populares, que pueden presentarse como pruebas serias al momento de comprobar la tesis; pero tales celebraciones se consideran manifestaciones culturales antes que demostraciones genuinas y ortodoxas del espíritu: de hecho, hay sacerdotes y teólogos que, a la hora de abordar este tema, prefieren hablar de religión popular y no de religiosidad popular, que es el término de uso más frecuente. Por otra parte, también se puede contrargumentar recordando que la iglesia católica no es parte del folclor ancestral lationamericano, ya que fue impuesta a espada por los conquistadores.

Pero en fin. No es del saqueo histórico de españoles y portugueses, amparado por Roma, de lo que deseo discutir en este artículo, pues ese tema daría para un ensayo bastante más extenso y es probable que se reiteren acotaciones señaladas un número incontable de veces. Lo que busco anotar aquí, es que, mientras los curas se lavan la boca con esto del imperialismo yanqui, durante todo el siglo XX y en paralelo a esos supuestos sucesos, ellos han alentado una suerte de imperialismo ibérico. Esta situación queda demostrada al observar la inmensa cantidad de clérigos traído a América Latina desde España, algunos de los cuales han definido de manera categórica el pensamiento de los feligreses. Varios de ellos, trasladados luego de descubrírseles un caso de pedofilia o una relación impropia con una mujer -que a veces, suelen causar mayor escándalo en los círculos eclesiásticos- y que por estos lares acaban participando de comunidades de base, convirtiéndose en curas obreros e incluso formando parte de grupos insurgentes. Estos casos aumentaron exponencialmente desde 1939, cuando Francisco Franco se hace con el poder en la península, con lo cual los ordenados debieron empezar a considerar una nueva posibilidad de pecado: la disidencia ideológica. Y si bien es cierto que muchos sacerdotes fueron exiliados por criticar al régimen, todos habían sido formados en los mismos seminarios que sus pares más conformistas, por lo que al final habían aprendido el mismo modo de procedimiento. Cabe señalar, además, que esa dictadura fortaleció los lazos entre España y América Latina, como una reminiscencia irredentista por el antiguo imperio colonial hispánico. Y este acercamiento se realizó mediante mecanismos que eran del gusto del autoritario generalísmo, como la uniformidad de la lengua - por la década de 1950, la RAE definitivamente censuró las propuestas ortográficas de Andrés Bello y obligó mediante presiones diplomáticas a los países que aún las usaban, a dejar de hacerlo- y la penetración de la iglesia católica, lo cual, por ejemplo, redujo considerablemente la influencia que la masonería tenía en las administraciones de varios Estados.

No nos dejemos engañar. América Latina siempre ha sido un conejillo de indias para las propuestas externas, y éstas no son patrimonio de un credo a de una determinada civilización. Si hasta nuestros pueblos aborígenes eran oriundos del Asia o de la Polinesia. Y si como dicen algunos curas, la irrupción del evanagelismo es ante todo un logro de un estudio elaborado por un multimillonario tacaño y rastrero con los afanes expansionistas de su país: la verdad es que habrían caducado como le sucedió a las tiranías militares de la década de 1970. Por último, nadie es inmune a las ideas extranjeras, ni siquiera a las extranjerizantes; y examinarlas puede ser más beneficioso que reivindicar una supuesta autarquía que, al igual que como ocurre con las pandillas de neonazis, habla de respetar lo nacional vestida con casacas de cuero importadas y canciones hechas en un idioma que ni sus mayores apologistas entienden.

1 comentario:

  1. Tienes razón en lo que dices: existe una doble vara de medir incluso entre la progesía hispanistana.

    Pero no sólo afecta al fenómeno religioso: en España siguen negándose a aceptar que han sido (en lo que atañe a la exportación) el mayor imperio esclavista de la Historia, apenas superados por Portugal. El imperio español exportó tantos esclavos africanos como la Corona británica y EEUU (ya independizada) juntas. Decir esto me valió a mí fuertes tirones de orejas durante la lectura de mi tesis hace dos meses en la Complutense de Madrid.

    Bien, amigo, como veo que esto acaba de echar a andar, te invito (no sé si impertinentemente) a http://maquisville.blogpost.com/, pequeña covacha acrática donde el disidente es bien recibido y no hay compromisos de fechas.

    Salud y acracia.

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