domingo, 15 de noviembre de 2009

Lo Que Se Juega en Diciembre

Resulta patético escuchar a los candidatos de ambas coaliciones, hablar de los próximos cuatro años del país, recordando, o simplemente echando encima, un suceso acaecido hace ya más de dos décadas atrás. De un lado, la Concertación, claramente avejentada, insistiendo en que ellos recuperaron una democracia secuestrada por uno de los peores tiranos latinoamericanos, y que contra todos los pronósticos, han sabido gobernar desde entonces: por lo que no importa que tal demostración de autoridad se haga sobre la base del sistema que legó el mismo déspota al que aseguran haber defenestrado, con toda la carga intrínseca y extrínseca de injusticia social y atropello a los derechos humanos que contiene. Y del otro, la derecha siempre hipócrita, que se ha encarado de preservar la obra del dictador, oponiéndose a toda iniciativa legal que implique cambios en su estructura: pero que en esta pasada tiene la desfachatez de mostrarse con una careta aparentemente afable, merced a un presidenciable que asegura haber votado contra el líder espiritual de su sector, sin dejar de actuar como uno de sus discípulos más incondicionales.

Y en medio y a la vez sobre ambos, la iglesia católica, la institución que más profita de los sucesos acaecidos entre 1988 y 1989 en Chile. Ninguno de los cuatro candidatos se abstuvo de visitar al cardenal o al presidente de la conferencia episcopal, a fin de que esos gallinazos les dieran su bendición y no llamaran a los feligreses a castigarlos en el sufragio: porque les quedarán pocos seguidores, pero éstos concentran buena parte del poder económico y la influencia mediática, y si su confesor se los exige, son capaces de dejar sin recursos monetarios y de utilizar diarios, radioemisoras y televisoras en perjuicio de cualquier ciudadano odioso o díscolo. Según declararon ambas partes tras finalizar cada reunión, el abanderado expuso su programa de gobierno y el investido lo oyó atentamente aunque no sin abstenerse de hacer unas esporádicas sugerencias, que al parecer, fueron recibidas y comprendidas de la manera más amistosa, porque no se detallan al instante de posar para los gráficos. El único que habla en la conferencia posterior al encuentro, es el purpurado, que se limita a descartar que en ningún acápite se presentó " una iniciativa que atentara contra el derecho a la vida, sobre todo del que está por nacer", así como "ningún intento por dañar los valores esenciales de nuestra patria". En resumen, que no se mencionó el aborto, ni siquiera en los casos más urgentes, así como la anticoncepción y el divorcio -aunque parece que los frailes nunca salen de su cuarto, pues hace tiempo que tales cuestiones están aprobadas, a menos que busquen alentar una campaña para impedirlas de nuevo-, la igualdad para parejas de convivientes y homosexuales; e incluso, se suavizó la protección a los trabajadores, no vaya a ser que un magnate devoto acuse influencias socialistas en la sacristía. De esta forma, el inquisidor aprueba el balido de las ovejas y declara que preferir a una u otra en las urnas, no constituye amenaza de cometer pecado. Los temerosos presidenciables, entretanto, respiran aliviados, pues esta suerte de graduación los libera de todo ataque por parte de los medios de comunicación, orquestados desde las propias catedrales.

Los aspirantes a la presidencia no se han enterado, o mejor, no se quieren enterar, de que el viejo referente de nuestra política, la dictadura de Pinochet, es un cadáver retórico que está tan sepultado como el mismo jerarca. Los militares ya no asustan, menos, si en estos últimos cuatro años han sido testigos de un gobierno encabezado por una integrante de sus filas, y que ideológicamente hablando, se ubica en las antípodas del déspota golpista. Hoy, el enemigo común del pueblo tiene nombre y apellido: la iglesia católica. Los curas, como los soldados de antaño, frenan las libertades, emiten declaraciones favorables a la desigualdad social y se preocupan de excluir del tejido comunitario a quienes piensan de manera distinta. También manejan una buena cantidad de lucrativos negocios, especialmente en el campo de la educación, un factor de peso a la hora de someter a las masas a un pensamiento único o totalitario. Es contra estos nuevos monstruos que se debe luchar, pues, mientras permanezcan en la cúspide de la influencia, nadie puede aseverar que en Chile existe democracia. Sin embargo, los que optan a la primera magistratura le hacen un flaco favor a las conciencias, al sentido común y al progreso del país, al permitirse dominar por un aparato que, es probable, ya no se valga de las armas de fuego para atemorizar a la población; pero sí tiene una buena cuota de municiones en la batalla mediática, en la cual, la victoria es un hecho consumado, incluso antes de entrar en combate, si quienes son llamados a oponer resistencia, se encuentran paralizados por el miedo.

Tal vez, éste es uno de los factores por los cuales las elecciones a celebrarse en diciembre, resulten particularmente aburridas y no despierten el interés o el entusiasmo de otros comicios. Muchos votantes sienten que aquí manda una organización en las sombras, que desde abajo, alza sus manos cubiertas de títeres, que escupen diatribas en su nombre, o en el mejor de los casos, hablan bien de ella con una nerviosa o poco creíble sonrisa. A propósito, es interesante retrotraerse a casi cuatro años atrás, cuando la actual gobernante, recién electa y a un mes de asumir la legislatura, fue visitada por el arzobispo de Santiago, quien virtualmente irrumpió en su hogar para lograr que de la boca de la involuntaria anfitriona, saliera una declaración donde se comprometía a no tocar el tema del aborto. Por el tenor de las declaraciones del fariseo, dio a entender que tampoco se avanzaría en la corrección de otras anomalías, ya externas al campo de la moralina sexual. Estoy seguro que, más allá de la sorpresa inicial, un candidato que pusiera a curas y obispos en su lugar, y a despecho de la sorpresa inicial y el desagrado de algunos, llamaría más la atención e, independiente de cómo le vaya en esta pasada, podría generar un movimiento significativo que, en el corto o mediano plazo, igual podría conquistar los terrenos más vedados, y acto seguido, conseguir que el pueblo diga con orgullo que ahora sí se ha logrado la democracia en Chile.

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