domingo, 13 de diciembre de 2009

Iglesia Universal y Daño Colateral

He sido testigo de cómo algunos hermanos, al pasar frente a una dependencia de la Iglesia Universal del Reino de Dios - la del ministerio "Pare de Sufrir"-, se burlan con acentuado denuesto de esa congregación, tal como lo harían si se toparan igualmente a bocajarro, con un templo mormón, un salón del reino jehovista o una capilla católica. Lo curioso, es que ellos pertenecen a movimientos como Restauración 2000 o el Centro Cristiano, que suelen ser agrupados en la denominación "nueva alabanza": grupos que se caracterizan por montar cultos de aproximadamente dos horas de duración, en los cuales el mensaje o el estudio bíblico apenas se distinguen, cuando no desaparecen por completo, entre experiencias de éxtasis, manifestaciones apoteósicas y canciones con arreglos pop al estilo de Marcos Witt. La paradoja viene, entonces, porque la mencionada iglesia universal es una de las tantas expresiones de aquella conducta, que comenzó a masificarse a comienzos de la década de 1990, coincidiendo con el fin de la guerra fría y la irrupción de las sectas sincretistas inspiradas remota y superficialmente en las religiones orientales.

Si uno presencia una ceremonia de los "universalistas" y la compara con la de cualquier otra de las congregaciones citadas en el primer párrafo, puede llegar a concluir que se trata de celebraciones casi gemelas. Incluso, sería capaz de descubrir varias similitudes con las iglesias más tradicionales, que han incorporado elementos de la nueva alabanza en sus reuniones. El único aspecto, de hecho, que encontraría distinto, es la particular devoción que los "pare de sufrir" tienen por las reliquias, equivalente a la veneración de imágenes en el romanismo, aunque sus orígenes y justificación no resisten comparación alguna, pues en la situación que nos atañe, parece provenir de una distorsión en la lectura y la enseñanza del Antiguo Testamento. Pero volviendo al punto: no resulta difícil hallar las semejanzas entre esta institución y aquellas que surgieron de la misma raíz, pero que con el paso del tiempo, y pese a las polémicas mediante, han sido aceptadas como parte de la ortodoxia evangélica. De hecho, muchos hermanos aún no se tragan ese asunto del "disparo espiritual", popularizado por Restauración 2000. Y no obstante, están dispuestos a dialogar con los defensores de esa práctica, incluso a escuchar sus consejos. Mientras que la Universal debe permanecer en la bóveda de las doctrinas impuras y ser denunciada en los púlpitos por lo mismo.

Desde los albores de la Reforma, la praxis del cristianismo evangélico ha estado marcada por movimientos renovadores -porque no se les puede calificar de revolucionarios- que han intentado insuflar una dosis de espiritualidad a un cuerpo que consideran envejecido y falto de entusiasmo y de ideas. Para ello, han recurrido a aspectos relacionados con la emotividad, como la alabanza -ojalá efusiva- y los arrebatos místicos. La motivación de estas personas es simplificar la vida espiritual, aduciendo que demasiada intelectualidad -entendida como la alta exégesis bíblica- desvía el interés y colma el alma con datos inútiles y vanos engreimientos. Es decir, un modo de recuperar el entusiasmo, eso sí, diseñado a la medida de sus creadores. El problema es que, a despechos de los beneficios significativos que esos periodos históricos han aportado a la práctica misional, el abadono de los estudios académicos, ya sea formales o informales, ha traído como consecuencia que, en cada caso, se desprendan ramas que después constituyen un dolor de cabeza a la hora de predicar la palabra. Ya entre los disidentes de Lutero, aparecieron los unitaristas, un grupo arriano que aún tiene una membresía importante en Europa y Estados Unidos. Cuando un siglo más tarde, las iglesias rurales, como los cuáqueros, los menonitas o los moravos, declararon que las experiencias de éxtasis eran más importantes que la propia Biblia, vieron nacer a ese engendro que son los amish. Avanzando en el tiempo, en el revivalismo decimonónico, nos encontramos con el surgimiento, entre pentecostales, cuadrangulares y asambleas de Dios, de los mormones, los jehovistas y los adventistas. Después, las conversiones masivas en África y Asia tuvieron como astillas al Ejército de Resistencia del Señor o la Iglesia de la Unificación -la llamada "secta Moon"-. Y finalmente, el nuevo milenio nos ha regalado el "Pare de Sufrir".

Todas estas heterodoxias, han sido fundadas por hermanos a quienes se les insistió que el "escudriñar las Escrituras" era un mandato menor que no tenía ninguna utilidad si antes no se hablaba en lenguas irreconocibles o se lloraba mientras se saltaba. Sin un guía que les indicara el camino a seguir en caso de una duda -las que son mayores en el caso del recién converso, dada su condición de neófito- empezaron a interpretar las cuestiones en base a sus propios conocimientos, que muchas veces, no eran más que prejuicios e impulsos. El resultado fueron las conductas erráticas que al final se canalizaron en alguna de las iglesias recién nombradas. Para el hermano cuya congregación terminó siendo considerada como parte del tronco mayor - en muchas ocasiones, producto de un consenso acordado a la rápida y para salir del paso-, la discusión se termina reproduciendo la actitud descrita al inicio de este artículo: es decir, se recurre al escarnio, como un supuesto servicio a Dios. El problema es que esos comentarios sarcásticos, en más de una ocasión, tienen más bien el propósito de ocultar las similitudes que hay entre un credo y otro, junto con el miedo de ciertos cristianos, que sienten estupor al notar que obran de manera muy parecida a aquello que desprecian.

No hay comentarios:

Publicar un comentario