domingo, 27 de diciembre de 2009

El Pino y el Nacimiento

Pese a que toleran su instalación en las casas, los curas jamás han mirado con buenos ojos la tradición de adornar pinos en Navidad. Consideran que es una costumbre distractora respecto a lo que celebra en esta fecha, que es la llegada a la tierra del hijo de Dios. Pero además, las circunstancias les han permitido atacar con un nuevo argumento, que por su formulación, se oye con mayor fuerza en América Latina: los abetos son una imposición extranjera, de potencias colonialistas, como Europa o Estados Unidos. Y sólo por esos aspectos enajenantes, deben o debieran ser repudiadas.

Desde luego, esa aseveración, sólo explica, si es que llega a hacerlo, una mínima parte de la realidad. Pero incluso aceptándola, tendríamos que analizar la calidad de la contrapropuesta del catolicismo. Y en tal sentido, los sacerdoten piden a sus fieles que recreen un pesebre, una cuestión que en los últimos años se ha vuelto una tendencia, a saber por la gran cantidad de nacimientos que pueden encontrarse en las plazas públicas y los paseos peatonales, lugares donde, en estas fechas, antes sólo se veían guirnaldas y bolas de color. Y la reconstrucción del establo donde María dio a luz ya está siendo adoptada por hogares que no profesan el romanismo, entre ellos, muchos habitados por familias evangélicas. Sin embargo, cabe preguntarse qué elementos pueden observarse en tales diseños, y si se ciñen a los relatos bíblicos y a los hechos históricos.

En primer lugar, es interesante hacer notar que muchos pesebres incluyen un asno, animal inexistente en la Palestina del siglo I y que, por ende, no podía ser testigo del maravilloso alumbramiento. El asunto se torna delicado cuando el grueso de los villancicos católicos mencionan que María llegó a Belén montada en un burro. Pero detengámonos en aspectos más interesentas, como el de los denominados "reyes magos": según el romanismo, son tres, cada uno tiene un nombre específico y aparecen en el mismo nacimiento junto con los pastores, los padres de Jesús y el mismo Señor bebé. Aunque, si leemos los evangelios, ellos sólo nos dan a conocer que se trataba de "magos de oriente", no de monarcas, además de no dar ningún nombre ni calcular algún número. Entre los papistas, se arguye que esos detalles forman parte de la "tradición", que para ellos es una fuente de verdad revelada. Sin embargo, la mentada tradición está constituida por una serie de textos que datan del siglo IV, de carácter estrictamente literario, no histórico, y por ende muy poco fiables. De hecho, la gran y prácticamente única explicación para la popularidad de estas supuestas certezas, es que los regalos otorgados al Mesías por estos magos justamente son tres: oro, incienso y mirra.

En realidad, todos estos pesebres datan del siglo VI, cuando los pueblos bárbaros establecen su supremacía en Europa y para los ministros, por eso mismo, se torna imperiosa su cristianización. María, José y el niño Jesús tienen los rasgos característicos de los germanos, los animales que aparecen en los nacimientos son los que habitan la zona de las Galias, y hasta los establos a escala son recreaciones de sus homónimos del Medioevo europeo. No podía ser de otra manera si consideramos que en esa época se inicia la imaginería de los íconos, también elaborada para estos pueblos. Por ende, la próxima vez que veamos un muñeco acostado en uno de estos nacimientos, debemos tener en cuenta que se trata de una interpretación particular, no de una reconstrucción auténtica. Y hay que tomarlo como lo que es: el estilo de expresión de una religión en particular.

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