domingo, 30 de agosto de 2009

Los Falsos Angelitos

Hace unos días, se conmemoró el primer aniversario del accidente en la ruta Arica-Putre, donde nueve adolescentes, todas alumnas del Cumbres, el exclusivo colegio dependiente de los Legionarios de Cristo, fallecieran tras desbarrancarse el ómnibus que las traía de regreso de una gira de estudios, eufemismo conque los establecimientos de pago suelen nombrar a esos viajes a sitios remotos y distantes que sólo personas con un determinado ingreso social pueden hacer, y en los cuales, de más está decirlo, se va a cualquier cosa menos a llevar a cabo un proceso de aprendizaje. Por cierto, el recordatorio fue suntuoso, como corresponde a una instancia vinculada al catolicismo y la alta sociedad, que se debe diferenciar del resto de los ciudadanos incluso al momento de enfrentar la muerte: se inauguró un monumento en honor a los "angelitos", enclavado a un costado de la curva fatal. Para que todos quienes visiten a futuro el lago Chungará o empleen ese camino para cruzar hacia Bolivia, se den cuenta del tipo de occisos que se están remembrando. Y para que cualquier sujeto pedestre, aunque nunca tenga acceso a ese estilo de vida, forzosamente sepa que los ricos y papistas también lloran; y que producto de esas dos condiciones, tienen acceso a mejores bendiciones y privilegios: entre otras, obligar a que el resto del mundo se haga parte de sus sufrimientos.

Y a propósito que el término "angelitos" -en su versión básica e infantil propia del catolicismo medio, que está presente en todos los estratos sociales- fue mencionado, podríamos analizar algunas opiniones de los deudos de las niñas y contrastarlas con los dogmas papistas, que, producto de la relación de verticalidad propia de esta iglesia, deben ser aceptados sin chistar por curas y laicos. Para empezar, ninguna congregación cristiana admite que los fenecidos se convierten en serafines o querubines como premio a su bondad, ya que una cosa son esas creaturas y otra muy distinta son los humanos. De hecho, tales ideas provienen del animismo y de algunas de sus variantes, como el espiritismo. En la teología católica, existe la veneración a los santos porque se supone que pueden interceder por los vivos, en lo que constituye una interpretación de los capítulos 8 y 9 de la segunda carta a los Corintios. Pero los así denominados siguen siendo hombres. Y atención, porque su muerte física no significa el pase inmediato al cielo. Pues según el romanismo, las almas de los fallecidos llegan todas a un mismo destino: el purgatorio, lugar intermedio entre el infierno y el paraíso, y, según corresponda, antesala para uno o para otro. Si desean salir de allí, deben entonces ejecutar las obras de ayuda por sus similares que aún se encuentran en la tierra. Y si alguna tiene un carácter espectacular -comúnmente denominado "milagro"-, entonces el papa, gracias a facultades otorgadas, declarará beato o santo al benefactor, con lo que ahora sí se ganará el boleto que le permitirá disfrutar en plenitud del más allá. ¿ Que son escasos los devotos que ostentan estos títulos? No se preocupe: queda la resurrección, donde serán salvos los más descuidados y remolones.

Y si escudriñamos las noticias, nos enteraremos a poco andar que ninguna de estas muchachas ha sido galardonada con tales calificativos. En conclusión, se hallan en el purgatorio, compartiendo estancia con Hitler, Ted Bundy y Marcial Maciel ( el papa también puede declarar a alguien como réprobo, con lo cual lo envía al infierno). Menos aún, cobijan a sus familiares desde las alturas en condición de ángeles. Pero los padres siguen repitiendo que ganaron un ser incorpóreo encima de las nubes, casi del mismo modo, como cuando presumen de sus propiedades y su cuenta bancaria ante sus amigos. Y lo curioso, es que el arzobispo, así como varios obispos intermedios, y curas rasos que pertenecen tanto a los Legionarios como a otras órdenes, les llevan un inefable amén en todas las declaraciones seudo teológicas que emiten en la prensa. Los mismos sacerdotes que, cuando un evangélico proclama que un recién fallecido está gozando de la presencia del Señor, le lanzan toda la artillería inquisitoria encima acusándolo de blasfemo, hereje, y, para resumir ambas palabras y hacerse más entendibles al público común, de estúpido ignorante. Parece ser que cuando un devoto tiene mucho dinero, el que además suele emplear para alimentar a los curas y construir capillas y erigir monumentos, puede, en retribución, disfrutar incluso de ciertas concesiones doctrinales. El problema es que el postulado ortodoxo continúa ahí, no sólo en el cristianismo en general -lo cual ya debiera ser un motivo para enmendar la conducta-, sino también en las encíclicas papales y las constituciones de los concilios. Como verdad revelada; ergo, divina. Y ya sabemos lo que pasa con quienes no la obedecen o intentan mutilarla.

No faltará el que diga que se trata de personas que están padeciendo un dolor, y que, por muy acaudalados que sean, lo que se precisa es consolarlos y permitir que evacúen todo sin formularles objeciones. Pero cuando, en otros aspectos, y con representantes de un estamento social distinto, se dan estas situaciones, los curas no trepidan en sacar el rosario de bolsillo -porque jamás muestran la Biblia-, y a veces ya no condenan: simplemente insultan. En cuántas ocasiones nos hemos debido tragar sus palabrotas llenas de convicción en temas como el aborto o la anticoncepción, escupidas con una insufrible prepotencia sobre nuestros rostros. Contra la mujer violada que decide abortar bajo las indecorosas condiciones que ofrece la ilegalidad, y que acto seguido va a la cárcel por ello, no hay la misma misericordia ni una palabra de aliento. Es más: hasta en el deceso de un miembro del pueblo llano, el oficiante de la misa se encarga de recalcar que el finado tendrá ahora una mejor oportunidad de acercarse al cielo, pero no señala que ya está en él. Las autoridades eclesiásticas sobreprotegen a sus hijos, al vez que reniegan de Dios.

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