lunes, 13 de julio de 2015

A Mayor Restricción Más Fumadores

El control del consumo de tabaco hace rato que ya entró en el círculo vicioso, a propósito de cómo algunos consideran al hábito de fumar. Cada día los legisladores añaden más restricciones, y no obstante es una conducta que se expande de modo sostenido en el tiempo, no sólo entre las personas que ya la adquirieron, quienes la practican con mayor frecuencia a la par con el aumento de las trabas, sino entre las nuevas generaciones, que se inician a una edad cada vez más temprana, no en los albores de la adolescencia sino que en plena pubertad.

Lo que sucedió durante las últimas semanas no fue la excepción. Ante un nuevo informe, elaborado por expertos tanto locales como extranjeros, que corroboraba la situación descrita en el primer párrafo, los congresistas anunciaron una reforma a la ley anti tabaco, advirtiendo del aumento en los impuestos a los cigarros y mayores impedimentos para encenderlos en lugares públicos (no edificios donde funcionan reparticiones estatales, sino sitios como calles, plazas, universidades o recintos culturales y deportivos). Con ello pretenden corregir las supuestas fallas en el actual marco jurídico, que por cierto es considerado el cuarto más restrictivo del mundo, pero que de todas maneras no es capaz de inhibir la tendencia a echar humo. Aunque en esta ocasión los reclamos no se limitaron a unas cuantas voces disidentes siempre acalladas por los medios de comunicación debido a representar una postura contraria a la salud de las personas y por ende al bienestar social. Ya que British American Tobacco, la multinacional que controla el noventa y tres por ciento del negocio en el país, amenazó con cerrar sus fábricas y oficinas, ya que los nuevos tributos le resultarían insalvables. Un incidente que casi todos interpretaron como una bravata, incluyendo a los políticos, que para el caso de empresas que se dedican a otros rubros y proceden de idéntica manera cuando ven que les tocan el bolsillo, suelen retroceder, realizar concesiones y llamar al diálogo y el entendimiento. 

Y la verdad de las cosas es que se trató de una bravata. Por mucho que el anunciado cierre despertara en algunos el temor acerca del hecho de que al menos un centenar de trabajadores perdiera su fuente de empleo, a los cuales habría que sumar los agricultores que se dedican al cultivo del tabaco, imposibilitados ya de sobrevivir con el producto que les ha servido de sustento durante toda su existencia. Porque si la empresa actuara así, tendría que retirar la maquinaria que utiliza en la elaboración de los cigarrillos, lo cual implica un gasto que por causas obvias no se recuperará. Por otro lado, ellos, desde Chile, fabrican cigarros que exportan a diversos países de América Latina, donde no tienen las exigencia tributarias y penales que aquí, lo cual a la postre les sirve para equilibrar la balanza. Y por último, los impuestos no se los cobran a la compañía directamente, sino que se grava con un determinado porcentaje el precio de venta, siendo los consumidores quienes en definitiva llevan sobre sus hombros la sobrecarga tributaria. Lo que irónicamente transforma esta campaña de tintes moralizadores en un negocio rentable. Para el privado, porque especular con el valor final de su ofrecimiento -el que no sufre restricciones de ninguna clase-, y para el Estado, porque puede obtener recaudaciones más suculentas, haciéndose además la víctima, ya que uno de los alegatos en contra del tabaquismo son los enormes recursos que deben ser destinados a salud pública, consecuencia de la proliferación del cáncer pulmonar y otras enfermedades.

Y he aquí el meollo del asunto. Se prefiere la prohibición porque es lo más barato que existe, ya que no demanda la utilización de grandes fondos, y además genera una ganancia en imagen, al aparecer ante los medios de comunicación como un paladín preocupado por la salud de los demás. No cabe la posibilidad de educar a la población respecto a los riesgos que implica el consumo de tabaco, ni de llevar adelante estudios que expliquen las causas del imparable y porfiado aumento. En eso último es preciso recordar que se suele fumar para distender el estrés y el trajín de extenuantes jornadas de trabajo, en un país como Chile donde aquello es norma, así como la desigualdad y la inseguridad laboral y social. Pero claro: dar estos pasos requiere inversión y abrir una nueva opción a cuestionar el modelo económico. Situación que los organismos competentes no están dispuestos a que se ocasione, toda vez que lo que se busca es justamente ahorrar unos centavos en la asistencia médica, en especial en los casos de cáncer. Pero por otro lado, ¿qué pasará con los agricultores que siembran tabaco? ¿No sería prudente capacitarlos en otros cultivos? Al menos tendrían una excusa para dejar de cosechar esa odiosa planta, y hasta podrían permitir que se concretara el sueño húmedo de varios: que la British American Tobacco cumpla con sus intimidaciones y acabe haciendo las maletas.

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