domingo, 3 de mayo de 2015

Poderosos Caballeros

A muchos les resulta irritable, e incluso a algunos deleznable, la actitud del magnate británico Richard Branson, el propietario del grupo Virgin, quien ha utilizado su enorme fortuna e influencia social en el afán de favorecer a personas y colectivos que tienen una postura más relajada en el campo de la moralina más tradicional, ya se trate de aborto, libertinaje sexual, homosexualidad o críticas a grupos religiosos o que se oponen a dichos comportamientos. De hecho, la propia imagen corporativa de ese conglomerado -fundamentada casi exclusivamente en su marca comercial- se orienta casi en su totalidad en ese sentido, y así lo atestiguan tanto la publicidad como las estrategias de venta que sus encargados emplean.

La verdad es que lo obrado por sir Benson no es diferente a, por poner un ejemplo, lo que hace unos meses atrás efectuó el dueño de la cadena de supermercados norteamericana Hobby Lobby, de confesión pentecostal, quien presentó un recurso judicial -que ganó- con el cual buscaba eximirse de subsidiar los anticonceptivos a sus empleadas, algo incluido en el plan de prestaciones de salud propuesto por el presidente Barack Obama, en el marco de la responsabilidad compartida entre empresarios y trabajadores. A su favor, esgrimió que la contra concepción, aparte de no constituir un asunto médico indispensable para la supervivencia del paciente, consistía en un hecho contraproducente con la defensa de la familia y los valores cristianos, al menos, los que el propietario del negocio en cuestión propugnaba. De igual modo, hemos visto en América Latina, a un sinnúmero de acaudalados que destacan su ligamiento con la iglesia católica -muy fuerte aún en el subcontinente- para acto seguido apoyar las posturas reaccionarias de los curas en múltiples temas. Así como a jeques de países musulmanes que con su sola presencia, a través de la adquisición de conglomerados occidentales, incentivan la adhesión a de ciudadanos comunes y corrientes a las distintas versiones del islam, también las más extremistas. Y por supuesto cabe agregar a los millonarios ecologistas, como Douglas Tompkins, o a ricos chinos e indios que han contribuido a dar una imagen positiva de sus naciones de origen, a pesar de los muchos aspectos execrables que muestran.

Lo que ocurre es muy simple. Desde la década de 1980, el nuevo liberalismo se ha venido imponiendo, no sólo en la dinámica económica, sino -y en especial desde la caída de los socialismos reales- en el mismo funcionamiento de la sociedad. Esto, acarreado por una serie de consecuencias derivadas justamente de la aplicación de este paradigma, como son el aumento de la pobreza, de la desigualdad social y la concentración de la riqueza en un grupo cada vez más reducido y apartado del resto, quienes por cierto no paran de aumentar su caudal. Toda esta combinación de factores les ha dado la posibilidad a los componentes de esos clubes exclusivos, incluso sectarios, de hablar e imponer sus visiones personales del mundo, algunas de ellas ni siquiera producto de una reflexión, sino basadas en prejuicios ancestrales, de la misma forma en como ellos y ciertos dirigentes políticos y religiosos logran que impere el actual sistema pecuniario. Ya la voz principal no la tienen los intelectuales, los círculos universitarios (instituciones venidas a menos en el último tiempo), los artistas o los deportistas. Son los empresarios más acaudalados quienes se hacen escuchar y a los cuales se les hace caso, no sólo en cuestiones propias de los rubros donde ejercen. Las declaraciones, reflexiones e incluso libros escritos con gran esmero valen la nada misma si junto a ellos no se encuentra un tipo lo suficientemente adinerado que los sustente y los aliente. En lo que se ha transformado en una especie de mecenazgo ideológico.

El problema es que, sin una estructura de exposición, discusión y debate de auténticas ideas detrás, esto se torna en falta de seriedad y manejo en temas, algunos, esenciales para el desarrollo humano. Los ricos pueden tenerlo todo, pero no tienen por qué saberlo todo. Y en varios de los casos presentados en este escrito, lo que se busca imponer no pasa de convenciones heredadas, conflictos emocionales o sentencias no comprobadas. No sólo en los aspectos de índole económica. En la actualidad, más que nunca se hace cierta la sentencia de Quevedo: "poderoso caballero es don dinero".

No hay comentarios:

Publicar un comentario