domingo, 8 de marzo de 2015

Día de la Mujer: Poco Que Festejar

Muchas mujeres -y no pocos hombres, aunque algunos de ellos sólo lo hicieran impulsados por un entusiasmo ambiental- han aplaudido el anuncio de la presidente de crear un ministerio que trate los asuntos del género, aún cuando se trata de una iniciativa puramente cosmética, pues el actual servicio nacional es una de las carteras del gabinete. La propuesta ha sido lanzada en el momento propicio: durante un discurso pronunciado este ocho de marzo, día en que se conmemora la inmolación del más de centenar de trabajadoras que perecieron en el incendio de la fábrica Triangle en New York, producto de que no lograron escapar a causa de que los empleadores mantenían las puertas cerradas en el afán de evitar eventuales fugas desde el sitio laboral.

¿Hay algo más que celebrar fuera de la concreción del mencionado Ministerio de la Mujer, que al fin y al cabo es sólo un cambio burocrático? La verdad es que muy poco. Primero que nada, y recordando el incendio en la empresa neoyorquina, aún los salarios femeninos son inferiores a los que gana un equivalente varón, si bien la diferencia es escasa y se circunscribe a algunas ocupaciones. Sin embargo, lo más cuestionable surge al momento de revisar la orientación a donde ha sido dirigida la igualdad de género en las últimas décadas, la cual además, y aunque muchas y muchos no quieran o les dé vergüenza reconocerlo, ha sido supervisada y encauzada por la iglesia católica y los círculos de empresarios más acaudalados, dos grupos de entidades con bastante poder en el país. Lo cual se ha intentado enganchar con un discurso de supuestos progresistas y socialdemócratas, una mezcla escasamente verosímil en realidad, pero que ha sido presentada a la opinión pública de un modo tal que la mayoría piensa que es, si no un logro perfecto, al menos un gran avance.

Partamos por la maternidad. Se ha aumentado la cobertura en salas cuna y se ha ensalzado a la madre trabajadora, a la par que el rechazo de carácter reaccionario al embarazo adolescente ha sido reducido a una expresión insignificante. Por supuesto que son transformaciones que no se pueden dejar de elogiar. Sin embargo, la omnipresencia de la iglesia romana a su vez ha permitido que se eche pie atrás en intentos por repartir anticonceptivos e impartir clases de educación sexual en las escuelas, factores que han resultado determinantes en el aumento de la preñez entre las jóvenes secundarias. A esto se suma el bombardeo publicitario donde de modo constante se muestran imágenes de féminas acompañadas de niños pequeños -en muchas ocasiones recostadas en el tronco de un varón-, lo que constituye un claro incentivo. Ante tal situación, el progresismo ofrece un premio de consuelo y entrega míseras ayudas económicas que no alcanzan para mantener a un bebé, y luego alienta a estas personas a demandar a los padres biológicos -cuya coyuntura monetaria no es mejor- a fin de que paguen la pensión alimenticia (incluso con la opción de sacar una gran tajada). Ya no se repudia a la púber con un feto, pero las posibilidades de que acaben concibiendo son mayores, y eso no es sino una manera diferente de imponer el conservadurismo. Mientras que las más adultas deben resignarse a ingerir fármacos para aliviar su supuesta neurosis, en circunstancias que los medicamentos son la droga adictiva femenina por excelencia, a la vez que el alcohol y las sustancias prohibidas son la masculina.

No se ha visto al actual servicio nacional de la mujer, en una actitud más enérgica frente a los arbitrarios planes femeninos que ofrecen las aseguradoras y las instituciones privadas de salud, así como de las administradoras de fondos de pensiones. Tampoco suele estar presente en los casos de abuso sexual, si bien sí lo hacen en las situaciones de violencia doméstica -que son más ambiguas-. Y en cuanto a políticas de planificación, lo más cercano a eso es insistir en ampliar los derechos para el aborto, que claramente no es un método anticonceptivo. Y que no constituye sino otro triunfo del catolicismo. Porque se trata de algo que todos sabemos finalmente no se aprobará -o se conseguirá con un alto número de restricciones- y debido a que su insistencia es el resultado de la intolerancia de los curas, quienes han provocado que al otro lado surja una posición igualmente extremistas en el afán de contrarrestar. Las féminas más famosas -Violeta Parra, Gabriela Mistral- no se hicieron famosas por lo que tenían entre las piernas. Así como tampoco lo fueron las trabajadoras sacrificadas a fuego hace ya más de un siglo.

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