domingo, 29 de noviembre de 2015

Javier Soto O Del Sometimiento a Las Autoridades

Una vez más el auto proclamado pastor Javier Soto protagonizó un escándalo en tribunales. Tras recibir a condena que lo obliga a firmar en forma semanal por unos meses a causa de los insultos y amenazas que profirió en plena calle a miembros de la comunidad homosexual, en la misma sala de la corte lanzó sus diatribas en contra de todos quienes se encontraban allí presentes, incluyendo al juez que lo sentenció, aseverando -lo más suave- que arderán en el infierno por utilizar el ordenamiento legal para oponerse a la auténtica justicia, que es la del Señor. Pese a que su reacción le podría haber significado ahí mismo una detención y encarcelación por desacato -delito que se halla tipificado-, el magistrado optó por no actuar, lo cual le permitió continuar acosando verbal y hasta físicamente a los dirigentes gay, ya fuera del edificio ministerial.

Durante mucho tiempo, los evangélicos latinoamericanos defendieron y siguieron de manera incondicional el principio del sometimiento a las autoridades civiles basado en una interpretación particular del capítulo trece de la carta a los Romanos. La premisa era válida para toda clase de gobernantes, también los más injustos -que han abundado en esta parte del globo-, incluso si dictaban leyes o defendían conductas que se podían interpretar como actos de persecución. Dicho proceder anulaba toda posibilidad de protesta, resistencia y en ciertos casos hasta disidencia, pues se suponía que esas personas estaban ahí por voluntad de Dios y por ende el creyente arriesgaba contradecirlo a Él, lo cual constituía una situación de desobediencia. Lo cual era muy significativo en un grupo de territorios dominados no por gente inspirada en la Reforma sino de tradición católica, quienes se escudaban en los mismos sacerdotes para cometer sus abusos (purpurados que por cierto en muchas ocasiones eran cómplices). La idea era que estas demostraciones de mansedumbre tarde o temprano iban a conmover o al menos llamar la atención de quienes tomaban las decisiones, e iban a terminar reconociendo la verdadera preeminencia del Señor.

Sin embargo, en el último tiempo esos mismos evangélicos han hecho una curiosa y a la vez notable excepción, cuando se trata de regular la situación de los homosexuales. Si una autoridad determinada habla favorablemente de ellos, de inmediato los líderes más vistosos saltan condenando la opinión y advirtiendo a tal o cual dirigente que acabará en el averno y que si continúa así podría conducir hasta a la misma sociedad que rige a la perdición. En los últimos años hemos sido testigos de cómo agrupaciones de iglesias han convocado movilizaciones masivas en contra de iniciativas que no sólo buscan el reconocimiento de las parejas gay, sino también de aquellas que buscan frenar los actos de hostilidad discriminatoria, incluso de los intentos por derogar leyes punitivas hacia esa práctica. Algunas de esas manifestaciones, de carácter muy desafiante y airado. En algunos casos, acompañados por representantes de otros credos, de quienes hace sólo unos años se decía que el auténtico cristiano no debía tener contacto a fin de no ser contaminado con falsas doctrinas. Y entre todas estas expresiones públicas aparecen lobos solitarios como el inefable Javier Soto, a quien muchos hermanos aplauden y hasta alientan a mantener su conducta, pese a que su accionar se basa en el odio, la irracionalidad y el insulto incluso -lo vimos hace unos días- contra magistrados y parlamentarios, precisamente "lo establecido por Dios".

Algunos creyentes han justificado su accionar aseverando que a veces la misma autoridad no acata el plan divino y por ende se opone a quien lo colocó ahí, lo que a la postre puede redundar en la destrucción de la comunidad. Puede tratarse de una postura honesta, pero más de alguno está expresando con ello un cambio de opinión respecto de un asunto que, porque el Señor mismo lo ordenó, debiera ser inmutable. Además hay que recordar que durante siglos los gobernantes latinoamericanos se han destacado por obrar de manera ajena a lo indicado por Jah y los evangélicos nunca han levantado la voz. Incluso en épocas actuales. ¿Por qué los homosexuales se han transformado en una piedra de tope, que lleva hasta a modificar preceptos considerados mandatos celestiales? Es una contradicción que da para reflexionar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario