domingo, 25 de diciembre de 2011

Cuando El Espíritu Navideño No Es Cristiano.

No retomaré la discusión que todos los fines de diciembre sostengo con aquellos hermanos que aborrecen la serie de tradiciones de corte comercial y pagano que distorsionan la celebración de Navidad, al extremo que incluso algunos deciden pasar por alto estas fechas. Tampoco voy a recordar que todo este cúmulo de situaciones indeseables se debe, en buena medida, a los propios cristianos evangélicos empezando por los mismos padres de la Reforma, que le dieron énfasis a una conmemoración secundaria en el calendario cristiano, con el propósito de presentarse con un rasgo distintivo frente a los católicos, quienes siempre se han jugado sus fichas en la Pascua de Resurrección. Ni siquiera pelearé por enésima vez con esa minoría que se dedica a patear pinos y a dejar a sus niños mirando las ventanas de las casas de sus amigos con cara de tristeza (y que no se circunscribe a los testigos de Jehová o a ciertos hijos del camino, porque incluso hay asociaciones de ateos empiristas al estilo de Richard Dawkins, que actúan de idéntica forma), acerca de quienes he reiterado ya bastantes veces que siguen una conducta contraproducente; y que aunque les sobre el fervor, empero además muestran una enorme cuota de desatino y una falta alarmante de sentido común, capacidad que en determinados casos, puede ayudar a comprender el rumbo que toma la creación de Dios.

Por el contrario, en esta ocasión incluso emitiré algunos comentarios comprensivos hacia su postura, lo cual no signifique que la justifique ni mucho menos que cambie de opinión en favor de ella. Pues, lo queramos o no, ese reclamo de que en estas fechas se deja absolutamente de lado a Jesús -a quien, no lo olvidemos, le estamos festejando su cumpleaños-, es completamente válido. Y sólo basta echar un vistazo a los centros comerciales abarrotados de gente, para sentir esa misma repulsión que caracteriza a los detractores de esta conmemoración. Pero además, tal distorsión la podemos observar en situaciones cotidianas y que se encuentran relacionadas con el lenguaje utilizado por estos días, como la expresión "feliz Navidad" o canciones emblemáticas como "Blanca Navidad" o "Suenan las Campanas". En ambos temas ni siquiera se menciona al Cristo, y a cambio, se ensalza la fiesta, llegando a sacralizar su nombre de manera claramente excesiva, al punto de que pareciera que es, precisamente, Navidad lo que nació en Belén y no el Salvador. Es decir, como que si la conmemoración pudiera existir por sí sola, de manera independiente, y de que su supuesta motivación original, la llegada del Mesías, en realidad sobra pareciendo más un pretexto a la hora de explicar conductas que por diversas causas no son moral o socialmente aceptables, como el consumo.

El mensaje de estas canciones y otras más, es que es la Navidad quien salva, anuncia el evangelio, provoca los sentimientos de paz y buena voluntad o trae alegría a los niños y adultos. Pero no Jesús. Quien se queda afuera, en el establo, mientras los comensales beben (no como los peces en el río precisamente) y disfrutan de sus regalos. La fiesta se transforma en un círculo, no necesariamente vicioso, pero que se abre y cierra en esas tradiciones consideradas aberrantes y paganas. Y esta conducta proviene del mundo anglosajón, el mismo que contribuyó de modo decisivo a expandir el mensaje de la Reforma y por ende las celebraciones navideñas. Quizá por su insistencia en no tomar el nombre de Dios en vano; porque estaban conscientes del origen de las mencionadas tradiciones, o porque no les agradaban las expresiones de religiosidad popular tan características del universo romanista: es que idearon un mecanismo que en lugar de insistir en llenarse la boca con Cristo (y no ser acusados de llamarlo Señor y al mismo tiempo desobedecer sus prescripciones), sirviera como una eficaz demostración de testimonio a través de las obras. El problema es que, finalmente, dichas obras acabaron siendo elevadas a las máximas alturas, quedándose el Mesías reducido por siempre a un bebé al cual es preciso hacer dormir y darle de comer porque llora demasiado.

La gran mayoría de las canciones y casi la totalidad de los filmes que se emiten por estas épocas, se transforman en un nuevo pilar que sostiene a esa Navidad, con mayúscula inicial, en el pedestal donde todos la adoramos, consumiendo hasta lo imposible. Y lo hacemos no sólo como ofrenda a ella, sino también al prójimo, en especial al más desvalido (vaya si la televisión nos satura en estos días con reportajes conmovedores sobre niños pobres, al punto de que algunos se llegan a preguntar de dónde salieron), porque al final de la jornada la diosa no deja de pedir siquiera un mínimo de justicia. Es la fiesta la que trae felicidad, amor y bendición; en lugar de su mero subterfugio. Una distorsión que ha llevado a que se haga famosa en sitios donde el cristianismo es una minoría reducida, como Japón. No es, en cualquier caso, una conducta absolutamente reprobable (si hasta los mismos cristianos han adoptado preceptos del budismo u otras religiones orientales, en plan de "examinar todo y retener lo bueno"). La cuestión es que dejamos contentos a los demás pero sin enseñarles el camino que conduce a la dicha verdadera. Sólo porque estimamos que es prescindible.

domingo, 18 de diciembre de 2011

La Fornicación Es Interracial

Muchos hermanos se vieron sorprendidos por la noticia, divulgada hace unas semanas, de que una congregación bautista de Estados Unidos había amenazado con expulsar a una de sus integrantes luego de presentar en una reunión a su futuro esposo. ¿La causa? El prometido era de raza negra. Un cristiano de excelente testimonio y devoción inquebrantable. Pero además... de origen afroamericano. Que se paraba frente a la asamblea para que sus integrantes se enteraran de que les iba a robar a una de sus jóvenes más hermosas y virginales, de la misma forma que lo advertía D.W. Griffith en su película The Birth of a Nation. A ellos, un grupo de blancos tradicionales que desde la época de los pioneros defendían los valores más puros e imperecederos de la cristiandad. Y que de seguro aún estarán quejándose de la creciente apostasía que ha contaminado al mundo y en particular a su país, porque la corporación de la cual depende esta iglesia rechazó el acto de segregación y dictaminó que los jóvenes tenían todo el derecho a casarse y a exigir que el pastor dirigiera la ceremonia de enlace.

Cuando uno le habla de la historia de los evangélicos norteamericanos a un activista o un intelectual secular, el capítulo al cual más tiempo se le dedica es al de las comunidades negras y al Movimiento por los Derechos Civiles liderado por Martin Luther King (pastor bautista para más inri). No es para menos: se trata de un pasaje hermoso con características épicas, que a cualquier debería hinchar de orgullo. Sin embargo, dicho relato suele ocultar la parte oscura de la realidad. Aquella que recuerda que los blancos racistas (quienes no sólo sometieron a los afroamericanos a la esclavitud primero y a la servidumbre después, sino también a los indígenas, los inmigrantes, los mestizos e incluso los blancos pobres) también asistían -y aún asisten- a los templos evangélicos todos los domingos, donde los sermones eran atiborrados con citas bíblicas sacadas de contexto con el propósito de justificar la política de segregación, mientras en las oraciones se le rogaba a Dios para que mantuviera el estado de cosas. Y algunos, de seguro pensando en aquellos versículos donde el Señor insiste en que aborrece las manifestaciones formales de fe que no van acompañadas de obras contundentes, optaban por pasar de la palabra a la acción y formaban parte del tristemente célebre Ku Klux Klan, organización con pretensiones cristianas que recurría a los símbolos religiosos al momento de llevar a cabo sus ejecuciones.

He ahí una de las mayores motivaciones que tuvo Luther King. Los blancos segregacionistas a cada rato les decían a sus hermanos negros que ellos no eran dignos de la salvación y para eso se valían de doctrinas como la predestinación calvinista. Con lo cual el Movimiento por los Derechos Civiles se transformaba en una cruzada de quienes buscaban que por fin se les otorgara su legítimo espacio en el cielo. También empleaban sentencias como aquella que exigía a los fieles no unirse "en yugo desigual con los incrédulos", usada para reprobar las relaciones amorosas con no convertidos; pero que era aplicada con absoluta libertad con el propósito de censurar la posibilidad de parejas interraciales (con el agregado de que los negros o cualquier otra etnia eran por siempre considerados indignos de la salvación). Hasta el día de hoy, existen evangélicos norteamericanos que consideran la unión entre personas de distintas razas un pecado tan grave como el adulterio y la fornicación, y por ende una cuestión tan inaceptable como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Prejuicio que, por supuesto, es avalado también con la extracción de textos desde las Escrituras, como debe corresponder por lo demás.

Uno puede esquivar el bulto aseverando que ésta es una actitud marginal y residual de hermanos que sólo han caído en un error. No es así. Es cierto que el problema del racismo ya no es tan fuerte en Estados Unidos y que por ejemplo, el Ku Klux Klan (creado precisamente con el afán de evitar que los negros proclamasen su conversión al cristianismo, declaración que para los segregacionistas constituía una auténtica profanación) desapareció hace tres décadas. Pero incidentes como el acontecido en la iglesia bautista afloran de vez en cuando en aquellas congregaciones que son conservadoras al estilo del discurso norteamericano patriotero y salpicado de moralina elemental y poco reflexiva. Los ahorcamientos de afroamericanos en medio de cruces ardientes, han sido remplazados por diatribas contra los homosexuales o el uso de anticonceptivos, así como por arengas que apoyan la invasión de países más débiles por parte de los militares estadounidenses, sólo porque dichos pueblos han adoptado de forma masiva otras religiones, como el islam. Por ello es que estas personas, en más de una ocasión, no se dan cuenta cuando ya han traspasado la barrera, porque el procedimiento es idéntico, cambiando sólo el foco de atención. La pureza y la decencia deben mostrarse en la cara, y las manchas oscuras suelen ser percibidas como señal de suciedad.

                                                                                                   

domingo, 11 de diciembre de 2011

Rolandito La Machorra

En la comunidad de los auto proclamados "miembros del tercer sexo" circula un dicho que asevera que "para matar a un gay, sólo hace falta tener un MOVILH". De ese modo es como sus propios pares le faltan el respeto al Movimiento de Liberación Homosexual, la organización gremial encabezada por su inamovible presidente Rolando Jiménez, que para muchos de ellos, debería borrar de ese pomposo nombre la palabra que explica la penúltima inicial de su sigla.

Existen diversos argumentos detrás de este rechazo, empezando por la propia imagen personal que Jiménez proyecta cada vez que se enfrenta a los micrófonos y las cámaras de televisión. Es un hombre de mediana estatura, con una mollera tendiente a la calvicie y voz grave y levemente acelerada, como preparándose para huir de un enemigo quimérico que porta las armas de la homofobia y la discriminación. Quien además siempre se muestra vestido de manera formal, con la prestancia característica del macho ganador, aunque de todas maneras no pueda disimular algunos quilos de sobrepeso. No se trata de juzgar a una persona por su aspecto, desde luego. Sin embargo, a bastantes integrantes de la comunidad gay este talante sólo les provoca sospechas. Puesto que se trata de un personaje que responde a ciertos estándares tradicionales que suelen ser admitidos en las páginas sociales y en los espacios convencionales de los medios de comunicación. Y que en determinado modo, excluye por completo aquellas figuras homosexuales que normalmente se prestan para la caricatura y el estereotipo. En conclusión: puedo ser como ustedes y caminar dentro del rebaño como uno más; y lo que haga de la puerta de mi casa hacia adentro pertenece a mi vida privada y en una masa que ha abrazado los códigos liberales ese ámbito no puede ni debe ser tocado cuando no le hace daño a nadie. No hay gestos amanerados que molesten, sino un tipo serio que es capaz de sorprender gratamente a las altas esferas demostrando que puede ser igual que ellos. Cuya facha es semejante a la de un ejecutivo o un religioso.

Tal presentación personal es acorde con el modo de actuar   que caracteriza al MOVILH. Es una organización que supone que los homosexuales se vestirán de terno y serán capaces de disolverse en una sociedad cuyos componentes son, más que iguales, uniformes. Donde todos se darán la mano con una sonrisa porque nadie se puede abogar el derecho de preguntar por lo que el otro hace dentro de su hogar, aunque en esas cuatro paredes golpee a su mujer y a sus hijos o debajo del piso forrado con la última alfombra importada, esconda cadáveres de jovencitas a las cuales recién violó y asesinó. De ahí que la gran prioridad para esta gremial se reduzca a pedir la aprobación de cuerpos legales como la unión civil -que de todas maneras, es un avance positivo- que se hallan más cercanos al concepto liberal del pacto social. No cabe un lugar para el gay afeminado, o el que es pobre y no está en condiciones de adquirir una vivienda. Es más: ni siquiera las lesbianas tienen voz. Cierto es que Jiménez y los suyos han formulado declaraciones donde aseguran que buscan la representación de todas estas variantes. Pero al observar la imagen que proyectan al exterior, no se puede menos que sospechar que sólo se trata de palabras de buena crianza. Ya que entre esos bien ataviados pingüinos, no se ve ni vislumbra alguien que pueda alterar el tono.

Rolando Jiménez se ha hecho la víctima reiterando, cada vez que se le presenta la ocasión, que hacia 1990 fue expulsado del Partido Comunista porque dicho conglomerado no tolera a los homosexuales, que en los socialismos reales eran considerados una desviación burguesa. Hoy está afiliado al Partido Por la Democracia, de centro izquierda y componente de la Concertación, al cual le ha solicitado en innumerables oportunidades la oportunidad de inscribirlo como postulante a un cargo de elección popular. Sin embargo, todos sus intentos en ese sentido han resultado infructuosos. Cuestión que a la machorra del MOVILH no lo ha impulsado a reclamar públicamente por semejantes decisiones, quizá temiendo ser apartado de la colectividad, perdiendo un apoyo significativo para su gremial. O quizá porque el inefable PPD no es crítico del sistema, como sí lo son los socialistas científicos. Al menos este contubernio le permite aparecer como la única entidad existente o legitimada en Chile a la hora de consultar acerca del asunto de los gay, habiendo tantas otras en el país, ninguna de las cuales es excluyente de entrada.

                                                                   

                                                                     

domingo, 4 de diciembre de 2011

Pacifistas de la Cerca Para Afuera

Un tribunal de Estados Unidos ha decidido llevar a juicio a siete dirigentes de una comunidad amish por diversos abusos en contra de sus subordinados, entre los cuales se incluyen golpizas reiteradas hacia niños y jóvenes, y vejámenes sexuales en contra de mujeres. La situación, al parecer, es bastante delicada, al punto que algunos vaticinan que los acusados podrían ser condenados a presidio perpetuo. Toda vez que ha despertado una opinión más crítica de los norteamericanos respecto de este hermético grupo religioso, que se originó a partir de una reyerta en el seno de algunas iglesias menonitas ocurrida allá por el siglo dieciséis, cuando un grupo de hermanos consideró que su corporación matriz estaba comenzando a relajar sus posturas y aceptando conductas que se apartaban de los preceptos divinos.

Los amish han llamado la atención producto de un cúmulo de peculiaridades. La más notoria es su obsesión por recrear una sociedad anterior al año 1700, que es más o menos la época en que fueron fundados. Por ello, viven en comunidades rurales de mediano tamaño, en las cuales se prescinde de ciertos avances tecnológicos como la electricidad, la televisión, el teléfono, el automóvil o incluso la bicicleta. El único contacto con el exterior lo efectúan cuando salen a vender sus productos agrícolas, los cuales transportan en unas carretas que son similares a las que se empleaban en los tiempos de los "pioneers". En consecuencia, los miembros de estas poblaciones visten a la usanza de los campesinos de los siglos de las Trece Colonias, aunque adicionalmente los varones se dejan crecer la barba y las mujeres se atavían con un velo, porque así eran las cosas en el Israel bíblico. Tal repulsión hacia el resto del mundo, junto con el anhelo de mantener un ambiente tanto bucólico como integrista cristiano -ambos elementos en clave protestante-, los ha impulsado a desarrollar sus propias escuelas, en las cuales sólo se imparte enseñanza elemental. Ni hablar de educación secundaria ni superior, que esas elucubraciones son superfluas tratándose del trabajo en el campo. Todo este aparato, desde luego, ha sido construido con el afán de alejarse del pecado.

Esta lista de características, si bien al grueso de las personas les provoca sospechas, no obstante constituyen un factor de admiración entre buena parte de los evangélicos, que ven en los amish un ejemplo de pureza que ellos, por comodidad o simple cobardía, no se atreven a imitar. No reparan en el hecho de que muchas de estas conductas son sectarias, y que algunas se contradicen con el mensaje misionero y la obligación de predicar la palabra entre los no convertidos. Fuera de que en ningún pasaje del Nuevo Testamento se prescribe el uso de la barba o el transporte en carruajes -que además no corresponden a los de la época de la Palestina bíblica- como condición esencial para acceder al reino de los cielos. Sin embargo, los defensores de este estilo de vida -que jamás lo han experimentado y tampoco intentarían hacerlo-, insisten en sus alabanzas y de paso descalifican a la corte que sentó en el banquillo a los siete dirigentes antes mencionados, asegurando que se trata de un asunto de persecución religiosa que anuncia el arribo del Anticristo. A fin de darle más consistencia a sus tesis, añaden que estas personas son unos pacifistas a toda prueba, que incluso prohíben (bueno: sólo es una restricción más) el porte de armas de fuego entre sus integrantes en un país donde pistolas y rifles se venden en los supermercados; aparte de demostrar su fe cristiana en hechos puntuales: como cuando perdonaron, al punto de solicitar que no encarcelaran a un sujeto que hace un lustro más o menos, entró disparando a uno de sus territorios y asesinó a tres niños.

He observado las fotos de los acusados a través de internet, y la verdad es que ver a unos tipos empleando sendas barbas en un estilo que cruza a Charles Manson con Osama Bin Laden, genera sentimientos encontrados. Unas personas con esa clase de rostros no pueden ser consideradas pacifistas, incluso si ampliamos el sentido de las palabras dichas por Jesús en el sermón del monte, que en realidad le dio bienaventuranzas a los pacificadores: y aunque ambos términos tengan significados similares, empero no son sinónimos. De poco sirve hablar en contra de la guerra y rechazar el uso de revólveres si los que se encuentran a cargo de uno reciben de manera constante castigos, reprimendas y palizas. Y dejemos a un lado el pretexto de la corrección disciplinaria, ya que no hay cabida aquí para él (sólo recordar que ciertas guerras, especialmente algunas intervenciones de Estados Unidos desde la década de 1990, fueron promocionadas con un fin ejemplarizador). Es más: en ese contexto perdonar al asesino de los propios hijos a la larga se torna en una falta de protección para los vástagos. Si se analiza el modo de vida de los amish, a poco andar se caerá en la cuenta de que casi nada tiene que envidiarle a experimentos que por cierto trataron de seguir sus pasos, como el Templo del Pueblo, los Davidianos o la Iglesia Universal y Triunfante. Claro: el problema radica en que tales iniciativas no se quedaron en el eslogan "respeten mis creencias que yo no molesto a nadie"; muy por el contrario, se plantearon con una propuesta bastante crítica de los valores de la sociedad norteamericana. Al final, estas comunidades herméticas, justamente por eso, siempre esconden algo, que rompe el secreto en cualquier momento, expandiéndose como lava de volcán.

                                                                                                                                                         

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Beso de Judas Benetton

Bastante controversia ha provocado uno de los más recientes afiches publicitarios de Benetton, la firma de origen italiano dedicada a la distribución de ropa, en donde aparecen Joseph Ratzinger y el clérigo musulmán egipcio Ahmed al-Tayeb, dándose un apasionado beso en la boca. No se trata de un montaje aislado. Al contrario, esta empresa lleva dos años exhibiendo dicha clase de carteles, en el marco de una campaña publicitaria que según sus creadores tiene como finalidad evitar el odio y fomentar la reconciliación entre las personas, en especial los líderes mundiales. Pero que, al igual que todo lo permitido por una casa comercial, busca sobre cualquier otra cosa vender un producto. Con ambos propósitos en mente -el declarado y el real, que acaba justificando al otro-, han lanzado fotografías trucadas donde se pueden observar ósculos entre, por ejemplo, Barack Obama y el presidente chino Hu Jintao, o Hugo Chávez y George W. Bush. En ambos casos, la situación ha molestado a las autoridades norteamericanas, al punto que la fábrica responsable ha tenido que retirar las polémicas imágenes. Lo mismo ha acontecido con el póster que involucra al papa, por el cual los encargados del Vaticano han puesto el grito en el cielo -el atmosférico, no el paradisíaco-, ya que la contra parte es un sujeto que se ha expresado de manera bastante dura hacia la iglesia católica por las declaraciones que a su vez algunos representantes de ésta han emitido respecto de la actuación de los sacerdotes islámicos en la crisis política de Egipto.

Partamos por el principio. Una campaña publicitaria no es más que eso. Y su propósito prácticamente exclusivo es, como se señaló en el párrafo anterior, vender un producto. Para ello, se debe recurrir a mecanismos que ocasionen los mayores niveles posibles de impacto entre la población, con el propósito de introducir entre sus habitantes aquello que se busca comercializar. Más todavía, si se considera que estas actividades, por definición, deben desarrollarse en un periodo muy breve de tiempo o espacio -emisiones de medio minuto en radio o televisión, afiches en las calles-, donde la sorpresa de encontrarse con una imagen cautivadora como quien se topa con un desconocido que por alguna característica llama la atención, es una condición indispensable si se desea tener éxito en el proyecto. En tal sentido, debe primar el ingenio, de modo que el destinatario llegue a ser capaz de abrir de par en par sus ojos ante el asombro. Por lo mismo, es que los creativos suelen recurrir al humor frívolo, que es diferente al satírico, pues este último persigue una intención más cercana a la protesta social. El objetivo de esta clase de realizaciones no es la reflexión, sino la convicción.

Es cierto que existen campañas destinadas a fomentar la conciencia de las personas ante una situación que a sus impulsores les parece desagradable. Pero éstas necesariamente deben guiarse por el mismo parámetro que caracteriza a las anteriores. Por ejemplo, durante la navidad del 2010, un grupo de cristianos ingleses colgó numerosos afiches en contra del aborto, en los cuales aparecía una supuesta ecografía de Jesús, que provocó respuestas airadas de parte de colectivos que aceptan la interrupción del embarazo. Ahora, en Estados Unidos, bastante polvareda han levantado fotografías en donde aparecen bebés durmiendo junto a cuchillos o hachas, montadas con el propósito de que los padres no duerman con sus hijos debido al riesgo que éstos pueden correr. El hecho de que tales cosas sean comentadas ya es un punto a favor de sus creadores, quienes han constatado que el propósito principal de sus iniciativas, el generar impacto, se ha cumplido. Y si un puñado de ofuscados logra que se retire algún póster, a la larga sólo perderá, pues estamos en presencia de otra señal que denota el éxito de la publicidad. Lo cual en la actualidad es mucho más inevitable, dado el auge de internet, donde ideas censuradas pueden ser difundidas con escasas posibilidades de control.

Benetton actúa con simple hipocresía. Y lo que se debe hacer ante estas patrañas es simplemente dar la vuelta y no considerarlas. Así las campañas publicitarias pierden su valor y finalmente acaban cayendo del edificio o del aire, como bien lo mostraba un episodio de Halloween de Los Simpsons. Además, la firma italiana, como ya se señaló, lleva dos años elaborando estos afiches, y que acudan a líderes como el papa o al presidente de Estados Unidos mediante asociaciones dudosas o rebuscadas (los norteamericanos pueden tener una rivalidad económica con China, pero más allá de eso poco), demuestra que se trata de una iniciativa en fase de declinación. Estos mismos escándalos pueden contribuir a su decadencia definitiva. Enhorabuena, para que la casa comercial que porta un mensaje de paz y amor responda por las usurpaciones que le ha hecho a pueblos ancestrales respecto de su vestimenta patrimonial (y cuyas demandas, supongo, las verá como un discurso de odio).

                                                                                       

domingo, 20 de noviembre de 2011

El Regreso de los Niños Golpeados

Hace unos días, un informe de un organismo competente revelaba que, tras varios años tendiendo a la baja, en los últimos dieciocho meses habían aumentado los casos de violencia intrafamiliar, en especial los relacionados con el maltrato infantil. Los expertos, además, advirtieron que tal fenómeno no debía ser atribuido al incremento en las denuncias, pues hace un buen tiempo que se ha creado conciencia en torno al tema. Una toma de raciocinio que, justamente, había instalado en la sociedad la idea de que el castigo físico contra los niños era una costumbre superada o que al menos se estaba batiendo en franca retirada; por lo cual ahora cabía dedicarse a erradicar agresiones hacia otros sujetos igualmente más débiles, como las mujeres o los animales.

Aunque en primera instancia parezca un ejercicio sesgado, antojadizo y poco serio, de todas formas cabe relacionar el mencionado aumento con la asunción de un gobierno conservador y de derecha, y no sólo porque el aumento de la curva coincida con el tiempo en el que esta legislatura lleva en el poder. Esta clase de administraciones suelen basar su discurso social en dos aspectos fundamentales: la recuperación de los llamados valores tradicionales y la preeminencia de la familia, entendida como un ente nuclear compuesto por padre madre e hijos -de preferencia más de uno-, aunque con una determinada extensión de los conceptos se puede incluir a los abuelos. Ambos elementos, además, se presentan relacionados de manera indisoluble, ya que ésta constituye la base de sustentación de aquéllos, que en definitiva son inevitables si se busca mejorar el estándar de vida de una comunidad. Así lo dejaron en claro los derechistas chilenos en la campaña electoral que finalmente les permitió acceder al ejecutivo; y de idéntico modo han procedido ya instalados en el palacio presidencial. De hecho, una vez adquirido el mando, varios ministros señalaron, o al menos dejaron entrever, que aquellos hogares conformados por un solo cónyuge (generalmente mujer, pues aquí es bastante común que sus parejas las abandonen tras el embarazo), eran una distorsión no muy deseable. Es verdad que han continuado con los subsidios en favor de tales casos, así como también han despachado proyectos de ley que pretenden incorporar a ciertas situaciones que los más fanáticos califican de "anti familia", como las convivencias homosexuales. Pero siempre queda la impresión de que lo tratan como un anexo, con el afán de presentarse como las autoridades que se preocupan de todos, y de ese modo ganar réditos.

Pero volvamos al punto inicial. En una administración derechista, que por lo tanto centra su preocupación en la estructura familiar, la consigna es que los problemas se resuelvan al interior de esa institución. En especial los relacionados con la conducta de los más jóvenes, cuyo nivel de disciplina o desacato se mide -mejor dicho se debe medir- de acuerdo a los parámetros fijados por los ya nombrados valores tradicionales, que por lo general coinciden con las visiones más conservadoras de la sociedad. Es la principal motivación que origina la existencia de esta clase de organización. Luego, como son los niños quienes necesitan de este encauzamiento, entonces la labor queda encargada a los padres (así en plural, porque con uno solo no sirve), los cuales reciben el mandato, teniendo libertad absoluta respecto del método que les resulte más adecuado. De ahí a aplicar castigos físicos, pues no quedan muchos pasos. En especial porque tratándose de la mejor instancia posible, todo cuanto emane desde el interior de ella es positivo y no puede ser cuestionado. Entonces, el asunto se torna un círculo vicioso respaldado por una conducta que también es de cuño conservador: la de lavar la ropa sucia en casa.

Los mayores exponentes de la prensa escrita chilena -proclives a este gobierno- han indicado que en el último tiempo se ha producido una rebrote en la consideración de la familia entre los ciudadanos, tanto a nivel de opinión como de práctica. Los administradores de esta legislatura han recalcado dicho fenómeno con expresiones de júbilo. Debería tomarse en cuenta que tal tendencia siempre trae aparejados daños colaterales como el maltrato infantil, que son consecuencia de la misma estructura familiar así como del carácter conservador y moralista que caracteriza a las legislaturas derechistas. Y que las tres cosas se hallan unidas de manera indisoluble.

domingo, 13 de noviembre de 2011

La Sacerdotisa Kristeva

Hace unos días, pasó por Santiago la sicoanalista búlgara Julia Kristeva, invitada por la Universidad de Chile. La verdad es que su visita habría pasado inadvertida de no ser porque le concedió una entrevista al periódico The Clinic, donde intentó, con pretensiones filosóficas, re definir el concepto de rebeldía, que ha tratado de explicar en algunos libros que ha redactado por ahí. Por supuesto, y al igual que todos los extranjeros con aires intelectuales que en el último tiempo han arribado al país, no dejó de hacerle un guiño al movimiento estudiantil local, que ha paralizado buena parte de los planteles superiores y los establecimientos secundarios por ya ocho meses. Más aún: buscó una fórmula que le permitiese hacer calzar dicho incidente con los seudo tratados que escribe y que al parecer apenas conocen ediciones en español. Y todo señala que se sintió satisfecha con sus conclusiones. No es para menos, considerando el suculento cheque que debió haberle pagado el lupanar de Bello, cuyos decanos y académicos siempre se andan quejando de que la falta de fondos les impide concretar la mayoría de los proyectos que planean: misma coyuntura por la cual se han volcado en masa en apoyar la actual huelga, que tiene a sus alumnos como los principales protagonistas.

Al respecto, y retomando la intervención en The Clinic, hay una opinión de la Kristeva que no se puede dejar de comentar, pues es una muestra de que hasta los intelectuales más, por decirlo de una forma que sea legible para el común de la gente, liberales y progresistas tienen también sus prejuicios. En un momento la periodista le pregunta por el mencionado movimiento estudiantil, y ella declara sentirse sorprendida -aunque nunca aclara si gratamente o no- de que una mujer, haciendo alusión a Camila Vallejo, aparezca como la líder natural e indiscutible de este proceso, en circunstancias que en Chile "todavía no está el derecho al aborto". Tal conclusión, aparte de que por sí ya es un insulto, refleja además una extrema parcialidad propia de quienes son incapaces de comprender la diversidad de las culturas, acusación que precisamente las personas de formación europea les hacen a las mentalidades supuestamente más provincianas del Tercer Mundo. Observándola con detalle, se torna una especie de declaración de principios, de alguien que entiende que las cosas se dan sólo siguiendo una continuidad lógica que es imposible que se dé mediante una vía alternativa. Por otro lado, se desconoce el valor de un enorme puñado de féminas que destacaron por sus méritos y su rebeldía -contra el orden establecido o la injusticia social- y jamás necesitaron recurrir a la interrupción del embarazo como eslogan, sencillamente porque existían otras prioridades que atender. Eso sin contar que se pasa por alto a todas las mujeres que han efectuado un aporte significativo a la humanidad sin raspaje de por medio.

¿En dónde estará el origen de este convencionalismo espetado por la Kristeva, sin responsabilidad alguna de su parte? Quizá haya que recordar una muy acertada definición de Jean Piaget respecto a los sicoanalistas, tendencia a la cual la entrevistada adscribe. El creador del constructivismo, quien alguna vez fue discípulo de Freud, a poco andar abandonó desilusionado aquella camarilla, pues notó que "se agrupan en capillas y tratan de herejes a todos los que no piensan como ellos". Lo cual no se encuentra muy alejado de la realidad, si se considera que su fundador invirtió conceptos de la teología judía, con el propósito de crear una corriente nueva y heterodoxa que le diera la posibilidad de sobresalir (no es raro en la religión hebrea: cabe recordar que desde siempre han existido sinagogas para ateos y que en la Edad Media en su seno se propagó la cábala, una variación tan sui géneris, que hoy se considera un credo separado. En cierto sentido -por ser una invención reciente- el sicoanálisis ha seguido el mismo camino). Ahora, que también puede ser una conducta que resida en el ello, ese espacio de la mente que de acuerdo a Sigmund esconde todas las consecuencias poco deseadas de la represión y la neurosis, que él le atribuye a todas las religiones sin distinción -menos a la que creó, por cierto-, y que puede salir a flote en cualquier momento y de las maneras más insospechadas, cambiando por completo la percepción que hasta entonces se tenía de esa persona. De lo que se trate, estamos en presencia de una actitud propia de quien acuesta a su interlocutor en un diván, dejándole con eso en una posición de inferioridad, con el de que no discuta, dialogue o siquiera converse, sino que relate su existencia que a la postre no es más que una sarta de frustraciones y concepciones delirantes que deben ser corregidas o eliminadas, pues siempre serán el escudo de un anormal.

Julia Kristeva, que en la misma entrevista insiste en reiteradas ocasiones en la reivindicación del género, acto seguido también advierte de que el feminismo puede transformarse en una opción totalitaria, como según ella ha ocurrido con todos los movimientos revolucionarios en la historia (es decir, se han tornado un círculo vicioso de represión y neurosis, que requiere con urgencia de los sicoanalistas para anularlo). Lo curioso es que su misma opinión, formulada desde la testera del terapeuta que está ahí para extraer los traumas que coartan la libertad, al final se guía por el procedimiento de la verdad absoluta, ahora avalada por una supuesta objetividad científica. La mujer que no se ha hecho un aborto, o que no ha planteado aquel "derecho", con la mayor vehemencia posible, la virgen, o la que le resta importancia al placer sexual, es presa de una anormalidad alienante. Por lo que cualquier cosa que plantee finalmente no puede ser considerada válida. Y si algún acaecimiento rompe esa lógica, si no se trata de una excepción explicable mediante los mecanismos de la sicología (que siempre acaban concluyendo que se trata de una enajenación que tarde o temprano derivará en consecuencias nefastas), entonces es una conducta que debe motivar el asombro en el peor sentido del término, porque más que una propuesta consciente, es una sucesión de reacciones emocionales ante estímulos externos que acabarán en violencia y destrucción. Bueno: por algo todos estos personajes son usados por las tiranías para controlar y disuadir a los ciudadanos.