lunes, 25 de diciembre de 2017

Palabra Fiel Es Ésta

Aunque han pasado dos semanas, aún conmueve entre los cristianos evangélicos el suicidio del pastor brasileño Julio César Silva, de las Asambleas de Dios de ese país, quien se colgó en su casa ubicada en un exclusivo condominio de la ciudad de Ararauma. Si bien las causas de esta decisión todavía no han sido aclaradas, todo parece indicar que la motivación del fallecido fue el excesivo tiempo que le debía dedicar al ministerio, lo cual lo limitaba sobremanera de atender a su esposa y a sus hijos, situación que estaba provocando grietas en su familia y en él mismo un sentimiento de culpabilidad. De ser confirmadas tales sospechas, la situación ya debiera a tornarse preocupante, pues ha impulsado a varios otros reverendos a auto eliminarse, todos en un periodo relativamente corto, y la frecuencia de los casos tiende a aumentar.

Así como en la iglesia católica un consagrado -sacerdote, religioso, monja- está obligado a permanecer célibe, entre las denominaciones evangélicas, con contadas excepciones, prima el consenso de exigir que un pastor, o su equivalente que esté al frente de una congregación, debe previamente haberse casado. Dicha prescripción es especialmente difícil de sortear en las instituciones de América Latina y Estados Unidos, donde incluso los diversos cargos que se ofrecen en las comunidades suelen reservarse únicamente para quienes han contraído el mencionado vínculo. El mandato así descrito acaba por transformase en un sello que distingue a los de una vereda respecto de la otra (y viceversa, cabría agregar). Y en tal sentido es bastante mejor que se reduzca a dos procedimientos en apariencia antagónicos. En especial si lo que se pretenden es llegar a un contraste tan simple como extremo con quienes están al otro lado, ya que ellos serían la opción desviada, que se aparta del plan divino aunque digan y crean que se encuentran en el camino correcto, mientras que nosotros seríamos quienes cumplimos de modo cabal con los mandatos bíblicos y por ende nos ubicamos en la vía de salvación. Y la analogía es válida para los dos sectores por igual.

Los innumerables casos en los cuales los consagrados católicos han sido descubiertos no respetando el celibato -y que es innecesario listar aquí, pues son de sobremanera conocidos-, se han vuelto la prueba irrefutable para muchos evangélicos respecto de lo equivocado que estaría el romanismo en relación al mensaje de Jesús. Y muchos predicadores no dejan de mencionarlos en la calle o en los púlpitos, cuando no se los espetan a la cara a un sacerdote cuando lo tienen delante. Sin embargo, lo que ha ocurrido en el último tiempo con diversos pastores casados, que finalmente son incapaces de compaginar el ministerio con la familia (y de los cuales los suicidios de ellos o de sus cónyuges e hijos son la punta del témpano, pues debajo de ellos hay incontables situaciones de ruptura y enseñanza disfuncional), son tornan una viga muy visible en el ojo propio. Vaya a saber uno cuántos de esos reverendos contrajeron matrimonio de modo apresurado con alguna hermana con la que los acercaba un determinado nivel de amistad, porque formaban parte de la misma generación de asistentes al templo o los padres de ambos a su vez tenían ciertos grados de cercanía. No estoy haciendo una caricatura, pues eso es algo que ocurre con bastante frecuencia en las comunidades (incluso me siento capaz de aseverar que así se resuelve gran parte de los connubios, ya que este ejercicio asegura evitar la "unión en yugo desigual").

De la misma manera que el celibato no debería ser la condición exclusiva para que un consagrado católico sea considerado como tal, también las iglesias evangélicas deben abrirse a considerar la opción de aceptar pastores solteros. Si en el primer caso vemos la incapacidad de sucumbir ante los deseos de la carne, en el otro estamos siendo testigos de un sentimiento de culpa de quien empieza a percibir que no alcanzará los frutos del espíritu. De paso, un buen consejo para los cristianos reformados sería no menospreciar en términos verbales y teológicos la opción de vivir sin cónyuge, ya que algunos tienen opiniones que van desde la probable existencia de un secreto oculto -homosexualidad, libertinaje, enfermedad mental- hasta la certeza de que es una manifestación diabólica o de rebeldía contra los planes del Señor. El mismo que acepta personas casadas o no, ya que eso no es lo relevante, sino servirle de la manera adecuada, sin presiones de ninguna organización

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