domingo, 26 de abril de 2015

Los Empresarios Necios

En medio de la catástrofe provocada por las inundaciones en la región de Atacama, muchos han sacado a relucir el hecho de que algunas construcciones afectadas por los desbordes de los ríos, se hallaban a una distancia muy poco prudente o incluso bordeando el lecho de éstos, mientras otras se encontraban asentadas en zonas de declives o en laderas de cerros, lo cual las tornaba proclives a anegarse o a recibir de lleno una avalancha. Y no se trataba de auto edificaciones o barrios surgidos de manera informal, sino de complejos creados por respetables empresas inmobiliarias, en su mayoría destinadas a los subsidios estatales de vivienda, pero también casas para sectores medios y profesionales de respetables ingresos.

Más allá de una serie de factores (la especulación, el exceso de confianza respecto de cauces acuáticos que llevaban años secos, el abaratamiento de costos mediante la preferencia por terrenos ubicados en lugares de mayor riesgo), esta coyuntura hace imposible no retrotraerse a una sentencia estipulada en los evangelios, muy conocida a causa del refranero popular, que la repite para las más diversas situaciones de orden secular. Esto es, que el necio construye su casa sobre arena, mientras el sabio lo hace sobre rocas. Algo que para muchos resulta un cliché repetitivo, pero que va más allá de la simple perogrullada. Pues como imbéciles se definen una serie de actos censurados en la Biblia, acerca de los cuales en las mismas Escrituras se deja en claro que alejan a la persona del reino celestial. Así, estúpido es el empresario malintencionado, que decide construir en una zona de fácil inundación exclusivamente por motivaciones pecuniarias, sin importarle lo que suceda con sus clientes. También es el desesperado dueño de ese predio dispuesto a cualquier cosa por vender, sabiendo el destino final que tendrán esas hectáreas y las consecuencias de aquello. De igual modo es réproba (condenable a las penas del infierno) la conducta de ingenieros, arquitectos y demás gente especializada que debido a sus estudios saben lo que pasará con el proyecto en el que colaboran, y que sin embargo callan a fin de no perder el trabajo y las consiguientes remuneraciones.

Y no obstante, por otro lado, ¿qué actitud toman los predicadores y en general los hermanos cristianos, ante estos acontecimientos? ¿Serán capaces de ir donde se encuentran dichos individuos, y espetarles los pecados que han cometido y los males que a causa de ello han ocasionado? Lo hacen a cada rato en las plazas públicas y las barriadas de pueblos y ciudades, cuando denuncian a los homosexuales o a quienes están a favor de ellos, así como a quienes oyen cierto tipo de música o se regocijan en lo que se conoce como la inmoralidad. En ciertas oportunidades, no se conforman con gritarlo en las calles, sino que van a hostigar a los mismos que consideran agentes de todo lo que se opone al plan divino, casi siempre sujetos vinculados a los oficios relacionados con el espectáculo, o dirigentes políticos por quienes nunca votarían. Valentía, imitación de Jesús, le dicen. ¿Y acaso cuestiones como las descritas en el párrafo anterior, que tienen una responsabilidad indirecta en lo acaecido en el norte, no son aberrantes? ¡Desde luego que también son abominaciones! Más aún: se trata de actos cometidos por personas que se definen a sí mismos como cristianos y que mantienen una estrecha colaboración con determinadas iglesias, la mayoría con la católica, de acuerdo. Pero se presentan como creyentes al fin. Y no falta el ciudadano de fe evangélica que decide marchar junto a ellos cuando le piden ayuda para engrosar la fila de manifestantes en una protesta contra el aborto, el llamado matrimonio igualitario o el relajamiento de las costumbres. Olvidando los calificativos que espetó o al menos rezongó respecto de los romanistas cuando dialogaba con los suyos, tachándolos de idólatras que jamás se iban a salvar.

Hay que tener la fuerza y el arrojo para enfrentar a esos individuos y recordarles que lo que están haciendo es contrario al mandato del Señor, y no sólo por pasar por alto un principio bíblico por lo demás muy conocido. Decirle sin tapujos a un empresario inmobiliario que es un necio que construye sobre arena, y que ese término engloba otros, como sinvergüenza, desalmado o abominable, y que si no se arrepiente y enmienda sus errores -retribuyendo además conforme al mal cometido, tal como hizo Zaqueo- no estará celebrando con Jesús en el paraíso. Ya existe suficiente valor en esos hermanos que cada domingo -y a veces otros días de la semana- se instalan a predicar en las calles y plazas, soportando el sol, el frío, la lluvia y las sonrisas burlescas de ciertos ciudadanos pedestres. Ahora sólo hace falta comprender que no sólo los amanerados o los fornicarios son pecadores.

domingo, 19 de abril de 2015

Henchir La Tierra Hasta Reventarla

Quienes aseguran que un cristiano de verdad debe por obligación casarse y engendrar un número mediano o alto de hijos, citan como principal fuente de sustento aquel mandato que el Señor les diera a Adán y Eva en el jardín del Edén, donde los llamó a crecer y multiplicarse, además de llenar y sojuzgar la Tierra. Hasta cierto punto, una justificación bastante eficaz, tratándose de un pasaje ubicado en el mismo inicio de la Biblia, que por otro lado es muy conocido incluso entre quienes no están familiarizados con las Escrituras.

No obstante, igual caben ciertas aprehensiones. Se trata de un mandato del Antiguo Testamento, contenido en el libro del Génesis, perteneciente a la Torá: por ende forma parte de la vieja ley, no del todo derogada, pero sí altamente superada, por el otorgamiento de la gracia a través de la resurrección de Jesucristo (soltero durante su vida terrenal, misma condición que mantuvo el apóstol Pablo, quien en sus cartas prácticamente sentó las bases de la estructura eclesiástica cristiana). Antecedentes que, en el mejor de los casos, le quitan su condición obligatoria. Luego, se trata de una afirmación pronunciada en y para el inicio de los tiempos, cuando la población planetaria era escasa, por lo que dejar una descendencia, siquiera moderada, tenía algún sentido. Y finalmente, es una exigencia establecida antes de la caída y la consecuente expulsión del paraíso, lo cual torna inevitable entenderla en el contexto en donde se emitió.

En el primer caso, basta agregar que este mandato daba origen a una serie de leyes igualmente enunciadas en el Pentateuco, en especial en el libro de Levítico, que prácticamente impedían que una persona que alcanzara el rango que en el viejo Israel determinaba la mayoría de edad, siguiera existiendo -porque caía en la sospecha de estar realizando alguna de las diversas actividades sexuales calificadas de "abominación"- sin haber contraído matrimonio, el que además era impulsado por ciertas convenciones de carácter económico, social y religioso, jamás por lo que hoy se conoce como enamoramiento. Una conducta que después Jesús les reprochó a sus contemporáneos en el marco de sus objeciones al legalismo y el ritualismo, críticas recogidas por Pablo, quien aunque recomendaba "mejor casarse que abrasarse" empero no dejó de tomar el connubio como una mera alternativa (que él no siguió). Por otra parte, en la actualidad es más que evidente la existencia de una sobre población en el mundo, que pese a los mecanismos de control de la natalidad continúa aumentando, y que de acuerdo a los expertos, en medio siglo o menos va a sobrepasar la cantidad de recursos que el planeta posee para sostener tal número de humanos. En consecuencia, la Tierra, más que sojuzgada, está siendo explotada al máximo y más allá aún, con la consiguiente provocación de un deterioro generalizado a la creación que podría derivar en el colapso total y la inmediata extinción de la vida, suceso contrario al plan divino. A lo que debe sumarse el egoísmo y la codicia individuales, defectos propios de la naturaleza caída, que invierten la bendición anunciada en el Edén, ya que la descendencia se transforma en un arma que permite hacer daño de modo familiar o colectivo.

En una situación como la actual, engendrar hijos, lejos de representar el cumplimiento de un mandato del Señor, podría resultar un acto pecaminoso y no producto de los llamados tabúes sexuales. Con un planeta que se mantiene -y es mantenido- a duras penas entre la destrucción ecológica y los conflictos sociales, cargarlo con más humanos -que por sí no son malignos, pero sí tienen una propensión a hacer el mal- hasta llega a ser contraproducente con los expresado en Génesis 1:28. La gente es responsables de guerras, masacres, injusticias varias; pero por lejos, su característica más delicada es que es capaz de engendrar más gente.

domingo, 12 de abril de 2015

Oh My Fuck

Muchos medios de comunicación y portales de internet han destacado que, de acuerdo a las cajas negras recuperadas y a los llamados desde teléfonos móviles de varios pasajeros del vuelo 9525 de Germanwings, siniestrado en Francia a causa de una acción suicida del copiloto, lo que más se pronunció en esos angustiosos minutos dentro del aeroplano fue el nombre de Dios, en las más diversas lenguas y las más desesperadas frases. Incluso, se destacan las últimas palabras del piloto, quien por un menester personal debió abandonar por unos minutos la cabina, y al regresar, notando que su compañero había cerrado el acceso y se disponía a dirigir el aparato a tierra, le gritó: "¡por el amor de Dios, abre la maldita puerta!". Una serie de datos que los sitios cristianos y los creyentes en general no han dejado de recalcar, insistiendo en que las personas, cuando se hallan en una situación límite, siempre se acuerdan del Señor, el mismo que están dispuestos a negar en otras ocasiones. Más aún: no faltan -independiente de su fe o no- aquellos que recuerdan ese dicho que asevera que "todos son ateos hasta que se empieza a caer el avión".

Desconozco el nivel de espiritualidad o religiosidad que mantenían los malogrados integrantes del vuelo de Germanwings. Mucho menos si alguno se convirtió durante esos instantes en que se dio cuenta lo cerca que se hallaba de la muerte. Sin embargo, sí se puede inferir, a la luz de esa misma coyuntura mostrada con tanto sensacionalismo en los medios de prensa, que la mayoría de ellos tenía una formación centrada en los valores de la civilización occidental, que incluye, siquiera de modo vago, aspectos básicos de la Biblia, Jesús y el cristianismo, así como una, cuando menos breve, historia de las iglesias que lo conforman. Resumiendo, fueron criados en una determinada cultura, la cual echa cimientos fundamentales en los más diversos ámbitos, por cierto también el religioso. En tal sentido, muchos han (hemos) aprendido y hasta veces asimilado frases que se usan como muletillas en momentos en que la adrenalina, las emociones o la impotencia, o las tres cosas a la vez, no da tiempo siquiera a pensar un parlamento original. Y entre ellas, más de una interjección que cita al Señor. Que de acuerdo: son reservadas para instantes tan extremos como el que experimentaron los pasajeros y los tripulantes de ese avión. Pero que se emplean por su fuerza lingüística, que de acuerdo, aumenta porque el nombre de Adonay está de por medio; no obstante, no pasan de tratarse de clichés tomados cuando la situación supera lo descriptible con palabras, y que en caso alguno constituyen una prueba de arrepentimiento, bastante menos de redención.

Además, cabe recordar que todas esas expresiones están tan ancladas en la vida cotidiana, que no faltan quienes se permiten sacarlas de contexto y llevarlas a un ambiente de burla o de comedia. Así por ejemplo, la exclamación "¡oh Dios mío!" (o su versión en inglés: "¡oh my God!") es utilizada en la pornografía. Por otro lado, hay parlamentos, como el del piloto, que en este afán por buscar gente que sólo en momentos difíciles se acuerda del Señor -y enseguida, supuestamente, le clama- resulta contraproducente, pues incluye una maldición dentro de su estructura, recurso lingüístico prohibido a los creyentes por tratarse de una forma de insulto. Lo que en resumen nos lleva a concluir que estas personas, al no dimensionar la importancia del nombre que compone las interjecciones que emiten, están cometiendo el pecado de tomarlo en vano. Y aunque es bien cierto que se les puede perdonar porque de acuerdo a las circunstancias no se encontraban en condiciones para usar completa y satisfactoriamente su raciocinio, de cualquier modo estamos en presencia de aullidos espetados en medio de la desesperación, alejados de una elaboración consciente, y que por lo tanto no se deben considerar como un testimonio de conversión. Más aún: ni siquiera sirven como demostración de que tarde o temprano la persona acabará acordándose de su creador.

Habría sido más honesto que los integrantes de este vuelo hubieran empleado lo que en lenguaje castizo se conoce como "malas palabras". Desde luego que en el caso de un cristianos se trataría de una contradicción. Pero el auténtico creyente no se desespera ante una situación así. Sino que se queda tranquilo, confiando en el Señor, con el último consuelo de que en el peor de los casos al menos tiene la certeza de que estará con Él en el paraíso. No necesita gritarlo a los cuatro vientos sin reflexionar, ni se siente impulsado a hacerlo en situaciones límites. Porque ya lo tiene en su mente y en su corazón.

domingo, 22 de marzo de 2015

Fin de Semana de Pirados

En sólo un fin de semana, cuatro jóvenes murieron intoxicados producto de sobredosis de drogas o sustancias afines. Con ello se sobrepasó la cifra de fallecidos por causas similares del año pasado. Y quizá lo más triste de todo, es que entre los decesos había muchachos que no superaban los quince años.

Lo que más llamativo lo constituyen las sustancias que estos muchachos inhalaron y que los llevaron a la muerte. Dos hermanas, por ejemplo, aspiraron gas licuado contenido en un cilindro portátil, de ésos que se usan como combustible para las cocinillas. Mientras una pareja, junto a otros dos amigos (estos últimos sobrevivieron, aunque se encuentran hospitalizados con riesgo vital) se inyectó morfina, un componente más conocido por su aplicación, irónicamente, en las faenas médicas, pero cuya estructura y efectos son parecidos a los de la cocaína y la heroína. En ambos casos confluyen una serie de factores. Primero, la desesperación de una persona que, por diversos motivos, sufre una severa crisis de ansiedad que lo impulsa a drogarse con lo que tenga a mano. Luego, la ignorancia, y en idéntica medida la falta de educación, que caracteriza a un grueso de la población chilena, la cual, queda comprobado, debe estar instruida incluso respecto de ámbitos reñidos con la legalidad. Y finalmente, las consecuencias de la carencia de oportunidades, pero también de la pobreza y la desigualdad, que padecen muchos chilenos y que terminan haciendo la diferencia hasta al momento de buscar pirarse.

En lo cual también hay parte de culpa del Estado. Los aparatos públicos prácticamente carecen de una red, al menos eficiente, que auxilie a los adictos, incluso a los que se acercan de modo voluntario a pedir ayuda. Las únicas políticas al respecto han sido represivas, como aumentar las penas por porte de sustancias prohibidas y hacer punibles situaciones que son propias del consumo privado pero jamás del tráfico, caso emblemático lo que ha venido ocurriendo con las personas encarceladas por porte de algunos gramos de marihuana. O bien medidas más sutiles -y propensas a ser elogiadas desde el punto de vista práctico- como la eliminación de los solventes volátiles del neoprén, que impulsó a los chicos que consumían ese pegamento a pasarse al tolueno, la bencina o el gas. Por otra parte, las proscripciones sin ton ni son reducen la proliferación de drogas pero a la vez encarecen su precio, lo que arrastra a los dependientes a buscar salidas alternativas. Los que poseen mayor información y cuentan con mejores recursos económicos se contactarán con conocidos en el extranjero y traerán píldoras sintéticas que legalmente no se pueden perseguir porque no se hayan registradas y las entidades encargadas además las desconocen. Pero los que pertenecen al pueblo raso -la alta mayoría- se verán obligados a adquirir un medicamento o un elemento que por distintas circunstancias circula en el ambiente. Y por lo general, esos últimos casos son los que derivarán en consecuencias más graves, porque los compuestos ingeridos no fueron diseñados para la evasión.

                                                 
Es una situación similar a lo que está acaeciendo en el norte de Europa con el cocodrilo, una droga que produce una quemazón en los músculos que puede llegar a ser fatal, y que se popularizó tras la recesión económica que afectó a esa región y las férreas medidas anti drogas que tomaron los gobiernos en cuestión. No falta quien se pregunta por qué lo hacen sabiendo que colocarán en riesgo su vida. La respuesta es simple: cuando el adicto está desesperado, o ingerirá una dosis anormal o se arrojará del piso más alto de un edificio. Es como los reos cuando, apremiados por la falta de alcohol, elaboran el pájaro verde, un brebaje que mezcla barniz con restos de comida. Es ahí donde las instituciones deben estar alerta. Y evitar conducir a la muerte a un pobre desgraciado asegurando que realizan todo lo posible para salvarlo.

domingo, 8 de marzo de 2015

Día de la Mujer: Poco Que Festejar

Muchas mujeres -y no pocos hombres, aunque algunos de ellos sólo lo hicieran impulsados por un entusiasmo ambiental- han aplaudido el anuncio de la presidente de crear un ministerio que trate los asuntos del género, aún cuando se trata de una iniciativa puramente cosmética, pues el actual servicio nacional es una de las carteras del gabinete. La propuesta ha sido lanzada en el momento propicio: durante un discurso pronunciado este ocho de marzo, día en que se conmemora la inmolación del más de centenar de trabajadoras que perecieron en el incendio de la fábrica Triangle en New York, producto de que no lograron escapar a causa de que los empleadores mantenían las puertas cerradas en el afán de evitar eventuales fugas desde el sitio laboral.

¿Hay algo más que celebrar fuera de la concreción del mencionado Ministerio de la Mujer, que al fin y al cabo es sólo un cambio burocrático? La verdad es que muy poco. Primero que nada, y recordando el incendio en la empresa neoyorquina, aún los salarios femeninos son inferiores a los que gana un equivalente varón, si bien la diferencia es escasa y se circunscribe a algunas ocupaciones. Sin embargo, lo más cuestionable surge al momento de revisar la orientación a donde ha sido dirigida la igualdad de género en las últimas décadas, la cual además, y aunque muchas y muchos no quieran o les dé vergüenza reconocerlo, ha sido supervisada y encauzada por la iglesia católica y los círculos de empresarios más acaudalados, dos grupos de entidades con bastante poder en el país. Lo cual se ha intentado enganchar con un discurso de supuestos progresistas y socialdemócratas, una mezcla escasamente verosímil en realidad, pero que ha sido presentada a la opinión pública de un modo tal que la mayoría piensa que es, si no un logro perfecto, al menos un gran avance.

Partamos por la maternidad. Se ha aumentado la cobertura en salas cuna y se ha ensalzado a la madre trabajadora, a la par que el rechazo de carácter reaccionario al embarazo adolescente ha sido reducido a una expresión insignificante. Por supuesto que son transformaciones que no se pueden dejar de elogiar. Sin embargo, la omnipresencia de la iglesia romana a su vez ha permitido que se eche pie atrás en intentos por repartir anticonceptivos e impartir clases de educación sexual en las escuelas, factores que han resultado determinantes en el aumento de la preñez entre las jóvenes secundarias. A esto se suma el bombardeo publicitario donde de modo constante se muestran imágenes de féminas acompañadas de niños pequeños -en muchas ocasiones recostadas en el tronco de un varón-, lo que constituye un claro incentivo. Ante tal situación, el progresismo ofrece un premio de consuelo y entrega míseras ayudas económicas que no alcanzan para mantener a un bebé, y luego alienta a estas personas a demandar a los padres biológicos -cuya coyuntura monetaria no es mejor- a fin de que paguen la pensión alimenticia (incluso con la opción de sacar una gran tajada). Ya no se repudia a la púber con un feto, pero las posibilidades de que acaben concibiendo son mayores, y eso no es sino una manera diferente de imponer el conservadurismo. Mientras que las más adultas deben resignarse a ingerir fármacos para aliviar su supuesta neurosis, en circunstancias que los medicamentos son la droga adictiva femenina por excelencia, a la vez que el alcohol y las sustancias prohibidas son la masculina.

No se ha visto al actual servicio nacional de la mujer, en una actitud más enérgica frente a los arbitrarios planes femeninos que ofrecen las aseguradoras y las instituciones privadas de salud, así como de las administradoras de fondos de pensiones. Tampoco suele estar presente en los casos de abuso sexual, si bien sí lo hacen en las situaciones de violencia doméstica -que son más ambiguas-. Y en cuanto a políticas de planificación, lo más cercano a eso es insistir en ampliar los derechos para el aborto, que claramente no es un método anticonceptivo. Y que no constituye sino otro triunfo del catolicismo. Porque se trata de algo que todos sabemos finalmente no se aprobará -o se conseguirá con un alto número de restricciones- y debido a que su insistencia es el resultado de la intolerancia de los curas, quienes han provocado que al otro lado surja una posición igualmente extremistas en el afán de contrarrestar. Las féminas más famosas -Violeta Parra, Gabriela Mistral- no se hicieron famosas por lo que tenían entre las piernas. Así como tampoco lo fueron las trabajadoras sacrificadas a fuego hace ya más de un siglo.

domingo, 22 de febrero de 2015

Frambuesa Cameron

Kirk Cameron acaba de arrasar en los premios Razzie, ésos que pocos días antes de la ceremonia del Oscar se entregar a los peores filmes del año anterior. El actor y productor, convertido hace unos años a la fe evangélica, y objeto de repudio de parte de la comunidad gay por ciertas declaraciones que han sido tildadas de homofóbicas, fue nominado por "Saving Christmas", una película navideña que, como lo sugiere su título, retoma los tópicos característicos de tales realizaciones, pero dándoles un enfoque "cristiano".

No pretendo aquí cuestionar la honestidad de Cameron, que por lo demás parece un convertido sincero, aunque poco instruido en una amplia variedad de temas, lo que por cierto se deja notar al momento de hablar de asuntos delicados, entre los cuales se cuenta la mencionada cuestión homosexual. Es verdad que los colectivos gay han reaccionado de un modo tan exagerado que roza la mala intención, además en contra de una persona que tiene una participación muy marginal y puntual en los círculos del espectáculo. Sin embargo, sus reclamos son hasta determinado punto legítimos, pues hay que reconocer que Kirk ha emitido comentarios ofensivos, alejados del amor predicado por Jesús, que no se justifican ni siquiera en el ámbito del cristianismo más observante. Es más: parece que sus opiniones, prácticamente imposibles de encontrar entre sus compañeros de profesión, están destinadas a constituir la base de una minúscula vigencia, frente a la innumerable cantidad de filmes mediocres, cuando no derechamente malos, que ha protagonizado en épocas recientes, justamente el lapso en el cual ha intentado demostrar los aspectos positivos que habría depositado en él su nueva fe.

Una seguidilla de producciones que por fin halló una adecuada recompensa en las recientes Frambuesas de Oro. Y que son la muestra culminante de una falta de talento, una demostración permanente de mal gusto y un escaso interés por progresar en el trabajo interpretativo, factores que ni la piedad más remota es capaz de remediar, ni el más poderoso de los seres superiores hacer frente (menos en el cristianismo, si se considera que Jesús insistió en que la ayuda divina debe ir acompañada de un esfuerzo personal si se quiere que surta efecto). Cameron se inició en la década de 1980, no en el cine propiamente tal, sino en una serie televisiva del montón, donde tenía una plaza asegurada gracias a su rostro más que a sus capacidades. Luego de años de oscuridad y adicciones, cuando el envejecimiento lo terminó apartando de la pantalla chica, apareció dando testimonio de su nueva vida, con declaraciones llamativas como cuando afirmó que no sólo rechazaba las escenas de sexo sino que también aquellos papeles en donde el personaje tenía que besar a una chica, pues no era su esposa (está casado y tiene seis hijos). Por lo mismo se ha visto obligado a refugiarse en el doblaje -donde lo hace con bastante decencia, hay que reconocer-, fuera de sus actividades fílmicas con fines proselitistas. Al menos en lo que respecta a los asuntos puramente profesionales, no ha experimentado un cambio ni mucho menos ha nacido de nuevo.

Quizá si Cameron se hubiese reducido al mencionado doblaje -donde además se gana lo suficiente para vivir- su evaluación como actor hoy estaría bastantes peldaños más arriba que los Razzie, y muchas personas ligadas a la industria cinematográfica escucharían su testimonio de fe sin prejuicios o sospechas de fanatismo irracional. Pero Kirk tenía que convencerse de que había sido llamado para algo mayor, que de seguro no era la calidad artística. Lástima. Porque si lo llegan a recordar será por los "galardones" que obtuvo su película navideña, y las críticas negativas de cada filme que protagoniza o produce. Sin embargo, dudo que su condición de evangelista de celuloide alguna vez sea reconocida, en especial porque es muy difícil que algún colega se convierta tras observar uno de sus bodrios, y tampoco un número incluso aceptable de gente común lo hará. Otro como Ed Wood, nada más, en el sentido de crear obras insufribles creyendo que definirán el futuro. Bueno: después de todo, "Plan 9" era una realización cristiana, financiada por una congregación bautista.

domingo, 1 de febrero de 2015

Familia Unida Para Estafar al Fisco

Entre todas las desagradables sorpresas que a diario proporcionan las investigaciones del llamado "caso Penta", está una que, entremedio de tanto dirigente político involucrado y un número no menor de empresarios acaudalados intentando evadir impuestos, ha sido poco advertida y muchos menos analizada. Se trata de la persistencia de los dueños y los principales gerentes de ese conglomerado, en colocar los nombres de sus esposas e hijos en las boletas fraudulentas que le entregaron al fisco, para de esa forma concretar su deseo de no pagar tributos o al menos evitar ser encartados en el momento en que los fiscalizadores descubriesen las triquiñuelas. Una conducta que debe llevar a la reflexión, sobre todo tratándose de hechores identificados con la derecha partidista y la moralina conservadora, obedientes a los planteamientos de la curia católica en asuntos como el aborto, el relajamiento sexual o el matrimonio homosexual, y que no pierden la oportunidad de recalcar la ideología que establece la preeminencia de la familia, en el sentido moralmente más clásico y reconocible del término.

En esto mismo, ¿qué lleva a los defensores más estrictos de "la familia" a inculpar a los integrantes de la suya en delitos, sin que éstos tengan la oportunidad de objetar esta situación, si es que se les había puesto al tanto de ella? Por ahí dicen que el dinero es capaz de cambiar -mejor dicho corromper- conciencias. Aunque en este caso quizá no se haya llegado a tal extremo. Pues para estos sujetos existen dos puntos esenciales e inquebrantables en la definición de familia que ellos aprueban. Primero, es una entidad que debe permanecer unida frente a toda clase de adversidades, incluso las surgidas en su propio seno -como violencia interna o infidelidad de un cónyuge-, cuando menos de un modo aparente. Luego, y a despecho de favorecer a tesis como la comunicación mutua o el hogar democrático, siempre hay una jerarquía establecida, donde la cabeza es el padre, seguido de la madre y finalmente por los hijos en orden cronológico decreciente. Por ende, las decisiones últimas las toma el varón y al resto de los componentes les queda acatar, porque una conducta en otro sentido puede implicar la ruptura de un vínculo sagrado. Y en conclusión, si la totalidad de los miembros de la casa están de acuerdo en una actividad, aunque ésta sea ilícita, no obstante también es aceptable desde el punto de vista ético.

Esto nos impulsa a indagar uno de los motivos por los cuales las personas de estratos sociales altos insisten hasta la majadería en la ideología de la familia. Al engendrar una buena cantidad de hijos, aseguran que éstos hereden la práctica totalidad de las propiedades posibles, no dejando espacio para quienes provienen de un origen menos acaudalado. Los conceptos de unidad e indisolubilidad, además, obligan a los miembros a conducir de forma impávida hacia el mismo destino. En tal sentido, que existan cómplices, incluso involuntarios, es una señal de triunfo, no sólo en los aspectos visibles, sino porque igualmente han imperado los llamados valores tradicionales. La esposa debe ser una sola mente con su marido, de lo contrario éste quedará vulnerable al qué dirán. Enseguida, los vástagos le deben obediencia estricta a sus padres, para que ellos sean mejor evaluados ante la opinión pública y así, a partir de sus respectivos roles, todos salgan finalmente favorecidos. Los propietarios de Penta serán defraudadores, pero cuentan con una familia ejemplar y eso es la principal fuente de su orgullo. Y después el éxito en los negocios, que en cierta medida parte de lo anterior.

Familias ejemplares y a la vez criminales abundan en la historia. Sin ir más lejos, los mafiosos le dan una gran importancia a dicha entidad, pues de ese modo consiguen acercarse a los grupos de poder y, entre otras cosas, evitar el enjuiciamiento y la cárcel. Fuera de que están en posición de efectuar alianzas matrimoniales con los más oligarcas y de esa forma, unirse en una organización de clan. Así que vayamos bajando del pedestal a ciertas ideologías, que para cuando nos demos cuenta, se apropiarán de manera tal que sólo nos quedará agachar la cabeza como hijos, pero de cuarta clase.