domingo, 1 de febrero de 2015

Familia Unida Para Estafar al Fisco

Entre todas las desagradables sorpresas que a diario proporcionan las investigaciones del llamado "caso Penta", está una que, entremedio de tanto dirigente político involucrado y un número no menor de empresarios acaudalados intentando evadir impuestos, ha sido poco advertida y muchos menos analizada. Se trata de la persistencia de los dueños y los principales gerentes de ese conglomerado, en colocar los nombres de sus esposas e hijos en las boletas fraudulentas que le entregaron al fisco, para de esa forma concretar su deseo de no pagar tributos o al menos evitar ser encartados en el momento en que los fiscalizadores descubriesen las triquiñuelas. Una conducta que debe llevar a la reflexión, sobre todo tratándose de hechores identificados con la derecha partidista y la moralina conservadora, obedientes a los planteamientos de la curia católica en asuntos como el aborto, el relajamiento sexual o el matrimonio homosexual, y que no pierden la oportunidad de recalcar la ideología que establece la preeminencia de la familia, en el sentido moralmente más clásico y reconocible del término.

En esto mismo, ¿qué lleva a los defensores más estrictos de "la familia" a inculpar a los integrantes de la suya en delitos, sin que éstos tengan la oportunidad de objetar esta situación, si es que se les había puesto al tanto de ella? Por ahí dicen que el dinero es capaz de cambiar -mejor dicho corromper- conciencias. Aunque en este caso quizá no se haya llegado a tal extremo. Pues para estos sujetos existen dos puntos esenciales e inquebrantables en la definición de familia que ellos aprueban. Primero, es una entidad que debe permanecer unida frente a toda clase de adversidades, incluso las surgidas en su propio seno -como violencia interna o infidelidad de un cónyuge-, cuando menos de un modo aparente. Luego, y a despecho de favorecer a tesis como la comunicación mutua o el hogar democrático, siempre hay una jerarquía establecida, donde la cabeza es el padre, seguido de la madre y finalmente por los hijos en orden cronológico decreciente. Por ende, las decisiones últimas las toma el varón y al resto de los componentes les queda acatar, porque una conducta en otro sentido puede implicar la ruptura de un vínculo sagrado. Y en conclusión, si la totalidad de los miembros de la casa están de acuerdo en una actividad, aunque ésta sea ilícita, no obstante también es aceptable desde el punto de vista ético.

Esto nos impulsa a indagar uno de los motivos por los cuales las personas de estratos sociales altos insisten hasta la majadería en la ideología de la familia. Al engendrar una buena cantidad de hijos, aseguran que éstos hereden la práctica totalidad de las propiedades posibles, no dejando espacio para quienes provienen de un origen menos acaudalado. Los conceptos de unidad e indisolubilidad, además, obligan a los miembros a conducir de forma impávida hacia el mismo destino. En tal sentido, que existan cómplices, incluso involuntarios, es una señal de triunfo, no sólo en los aspectos visibles, sino porque igualmente han imperado los llamados valores tradicionales. La esposa debe ser una sola mente con su marido, de lo contrario éste quedará vulnerable al qué dirán. Enseguida, los vástagos le deben obediencia estricta a sus padres, para que ellos sean mejor evaluados ante la opinión pública y así, a partir de sus respectivos roles, todos salgan finalmente favorecidos. Los propietarios de Penta serán defraudadores, pero cuentan con una familia ejemplar y eso es la principal fuente de su orgullo. Y después el éxito en los negocios, que en cierta medida parte de lo anterior.

Familias ejemplares y a la vez criminales abundan en la historia. Sin ir más lejos, los mafiosos le dan una gran importancia a dicha entidad, pues de ese modo consiguen acercarse a los grupos de poder y, entre otras cosas, evitar el enjuiciamiento y la cárcel. Fuera de que están en posición de efectuar alianzas matrimoniales con los más oligarcas y de esa forma, unirse en una organización de clan. Así que vayamos bajando del pedestal a ciertas ideologías, que para cuando nos demos cuenta, se apropiarán de manera tal que sólo nos quedará agachar la cabeza como hijos, pero de cuarta clase.

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