domingo, 31 de marzo de 2013

La Última Tentación de Brian

¿Por qué "La Vida de Brian" nunca ha sido exhibida por televisión abierta en Chile? No se puede explicar esta omisión como consecuencia de su marcada heterodoxia, ya que otro filme que en su tiempo desató una violenta polémica, "La Última Tentación de Cristo", sí ha conocido las pantallas de los canales de libre recepción, y durante la Semana Santa. Quizá el meollo del asunto está en que no provocó un escándalo de proporciones como sucedió con la película de Scorcesse, que por estos pagos fue víctima de un dictamen judicial que selló se prohibición, ocho años después de su estreno internacional. Y por lo tanto, jamás ha contado con una exposición mediática, que si bien, como en la situación recién expuesta, puede resultar perjudicial en un momento, a la larga siempre termina acarreando réditos positivos.

Sin embargo, la comedia de los Monthy Python merece no sólo ser rescatada sino además conocida por un público masivo. Fuera de que observarla por estas fechas se traduce en una acertada oportunidad para compararla, no sólo con las realizaciones que suelen atiborrar los receptores de televisión desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Pascua, casi todos tan grandilocuentes como insípidos; sino además con el mensaje de los evangelios, o mejor dicho, la manera distorsionada en como tales palabras se difunden y practican por la cristiandad contemporánea. Primero, porque a pesar de aparentar lo contrario, principalmente debido a su recurso humorístico, el filme no se aleja de lo expuesto en la Biblia, siendo un incluso un grave error calificarlo de hierático o blasfemo (adjetivos que, al menos desde el punto de vista de los religiosos más conservadores, sí se le pueden aplicar a la ya mencionada producción de Martin Scorcesse). Para empezar, las burlas están dirigidas especialmente contra algunas costumbres muy arraigadas entre los israelíes del Nuevo Testamento, como la lapidación o la actuación de los celotes, que son criticadas por el mismo Jesús y más tarde son rechazadas de modo categórico por los pastores y misioneros de diversa índole. También se coloca énfasis en la conducta de los seguidores de Brian, que en ciertas ocasiones recuerda a aquellos ángeles que, al comienzo del libro de Hechos, llaman a los apóstoles a dejar de quedarse mirando al cielo y a dedicarse a propagar la palabra de salvación que para eso han aceptado ser discípulos de Cristo. Aparte de ello se hace hincapié en aspectos de la época que han sido verificados tras sucesivas investigaciones las cuales cuentan con la aprobación del grueso de los ministros, por ejemplo la enorme cantidad de personas con pretensiones mesiánicas que abundaban en la Palestina de entonces, y que tendían a confundir al pueblo más que constituir una guía. Más todavía: cosas de la creencia popular, que algunos han señalado como símbolos de lo errado que estaba entonces y aún está el culto judío -y que les ha valido a sus emisores ser tachados de antisemitas- igualmente aparecen, como aquel árbol que una turba considera que produce los frutos de la sabiduría divina.

Los detallistas de siempre -que tienen una actitud semejante a esos gafapastas que ven los filmes una y otra vez sólo para descubrir errores de ambientación o de continuidad- de seguro destacarán que esta película posee aspectos que no están acordes con la época ni el lugar históricos en los cuales desenvuelve su trama. A saber, el hecho de que jamás existió un Coliseo en Jerusalén. No obstante, es importante acotar que nos hallamos frente a una sátira, donde la rigurosidad de las reconstrucciones por definición no es un factor que deba medirse con especial celo. Además, en el marco del péplum hay un sinnúmero de obras que se presentan como serias y que empero fallan en una incontable cantidad de cuestiones puntuales. Para comenzar, la lengua, que siempre es el inglés en circunstancias que ese idioma surgió varios siglos después de acontecida la Antigüedad clásica. Luego, los decorados, que en realidad mezclan las ideas de los diseñadores de Hollywood con las convicciones populares. Enseguida, ciertas secuencias que están ausentes en la Biblia y que sólo se utilizan como relleno o en los avatares propios de la continuidad cinematográfica; mientras que otras están basadas en leyendas creadas durante el devenir de las centurias o que pertenecen a aquellos textos apócrifos sentenciados como la verdad revelada mediante la Tradición por la iglesia católica. Lo delicado de todos estos añadidos es que son exhibidos como pasajes bíblicos auténticos y por lo tanto contenidos del mensaje cristiano. Una conducta que por sus características merece mucho más el calificativo de desviada en el sentido mencionado en el párrafo anterior a propósito de "La Última Tentación de Cristo", pero de modo adicional en varios más.

El problema de "La Vida de Brian" radica en que trata las cosas de una forma humorística, lo cual algunos ven como un insulto, pues inevitablemente debe valerse del ridículo. Tal vez ahí está el germen de quienes ocasionaron esos escándalos desproporcionados cuando la aparición de "La Última Tentación de Cristo", pero que aquí optaron por la indiferencia. A lo mejor tenían miedo de ser descubiertos como sujetos de los que sólo cabe reírse, y de quedar en la misma situación de vergüenza que experimentaron Eva y Adán al tomar conciencia de su desnudez. En el filme de Scorcesse, en cambio, cabe un margen para mostrarse como un defensor de la figura de Jesús ante los ataques ofensivos de gente malintencionada. Ahí la popularidad ocasionada como consecuencia de la condena al final no es tan nociva pues la obra, con su sola exposición, respeta los cánones de la seriedad del debate. En una sátira, por el contrario, ese equilibrio se desbarata y dependiendo de lo punzante y asertivo del humor -un tipo de expresión más apetecido por la gente común, en remplazo de los tratados sesudos-, éste causará tal impacto en las masas que acabarán volcándose sobre quien se siente agredido haciendo aún más indecorosa su derrota. Y las realizaciones de los Python cumplen con ambas exigencias. Por eso lo mejor es hablar poco de ella y mantenerla bajo cuerda, que es más grave burlarse de una postura que proponer otra, incluso si se plantea en abierta confrontación con la primera.



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