domingo, 30 de diciembre de 2012

El Odio de Westboro

Personas de diversas tendencias, en Estados Unidos, han llevado adelante una campaña de recolección de firmas con la finalidad de que la autocéfala Iglesia Bautista de Westboro sea declarada como un grupo de odio. Resulta que esta congregación, condenada por casi todas las demás comunidades evangélicas a causa de la actitud de sus dirigentes y miembros, se ha hecho conocida por ir a protestar a los funerales de personas conocidas de la sociedad norteamericana, levantando pancartas que los tachan de pecadores, gritando a viva voz las supuestas desviaciones que habrían cometido e insultando a sus deudos por rendir responso a sujetos que de manera inevitable acabarán en el infierno. En ese marco, piquetes de integrantes de esta congregación han llegado a estar presentes en los sepelios de soldados estadounidenses muertos en combate, aseverando que tales fenecimientos son la consecuencia de una nación que ya no restringe a los homosexuales y ha optado por el relajamiento moral y la tolerancia religiosa. No obstante, la gota que colmó el vaso se dio tras la reciente masacre estudiantil de Newtown, cuando un puñado de estos individuos irrumpió en el velatorio de los niños asesinados para señalar que Adam Lanza, el responsable de la matanza, había sido enviado por Dios como un recurso desesperado para conseguir que los gringos se arrepintiesen de sus fechorías, añadiendo que "nuevos tiroteos se producirán".

Tan sólo con mencionar el último comportamiento, uno puede darse cuenta del nivel de equivocación -rayano en lo criminal- al cual ha llegado esta comunidad bautista. Que además resulta contradictorio con su propio discurso, al menos si analizamos algunas de sus conductas anteriores. En junio de 2011, a propósito de la muerte de Ryann Dunn, actor del programa televisivo Jackass, quien sufrió un accidente de tránsito tras una juerga que incluyó grandes cantidades de alcohol, los de Westboro arribaron a su funeral para insistir en lo de siempre: que era un pecador y que ahora ardía en el infierno, y que los demás asistentes a sus exequias también se estaban condenando por recordar en términos positivos a alguien que no lo merecía. Pues bien: al parecer a estos cristianos tan observantes se les olvida que las Escrituras consideran al homicidio como una acción igualmente e incluso más despreciable que los excesos y la irresponsabilidad. Pues, en poco más de un año, escupen sobre la tumba de un disipado, pero alaban al asesino de veintiséis personas, entre ellas veinte niños -y que aparte cometió suicidio-, en circunstancias que la Palabra es bastante resistente como para que pueda ser modificada en un lapso tan pequeño de tiempo. Una opinión así recuerda esa teoría que asevera que Judas se encuentra en el cielo sentado prácticamente al lado de Jesús, pues fue pieza clave para concretar un supuesto plan divino que considera inevitable la crucifixión. O retrotrae a la película "Seven" donde un sicópata tortura y ultima de manera salvaje a unos ciudadanos que según él representaban la encarnación de los denominados "siete pecados capitales".

Ahora bien. Algunos han dicho que Dios es amor pero a la vez fuego consumidor. Es preciso aclararles a quienes han acudido a tan oportunista muletilla que se encuentran demasiado lejos de los pecados de los miembros de Westboro. Quienes, es probable que tengan las más buenas intenciones al intervenir y molestar a los asistentes a los sepelios con sus diatribas. Tal vez muestren un grado de sincera desesperación al otear a tantos sujetos llorando tras el féretro de un condenado, y felicitándolo por las acciones que efectuó en vida, porque lo más plausible es que esos acompañantes estén siguiendo el ejemplo dado por el occiso y por ende acabarán en el infierno también. Entonces, bajo esa tesis, lo que intentan es un esfuerzo extremo por llevar el mensaje de salvación y de ese modo conseguir que al menos un desviado se arrepienta, ya que después de todo ésa es una de las labores esenciales de cualquier creyente. Sin embargo, queda a la vista que se trata de una pésima determinación cuyos resultados nunca dejarán de ser contraproducentes. Con la cuestión del averno, que es más un vómito oral que una auténtica y provechosa predicación, generan el rechazo de los deudos quienes en su mayor honestidad se sienten objeto de una provocación, espetada además en el peor momento posible, cuando se está despidiendo a un ser querido fallecido. Fuera de que, en el caso específico de Newtown se están invirtiendo los destinos póstumos de cada involucrado, al acusar a las víctimas -varios de ellos niños menores de diez años- de corruptos y en cambio sindicar a su asesino como un "enviado", término que es sinónimo etimológico de ángel, ni más ni menos. ¿Suponen que se puede replicar la muerte de los primogénitos, acaecida en el Egipto faraónico, mucho antes del periodo de la gracia, y destinada a una tropa de incrédulos esclavistas y martirizadores? Leyendo la Biblia, queda claro que eso no volverá a pasar.

No obstante, y como por lo demás acontece en varios casos similares, acá el asunto no se remite a una iglesia autónoma. Los de Westboro han llegado a estas conclusiones impulsados por su formación, que de seguro comenzó en otras congregaciones y continuó con pastores y líderes que no manejaban la totalidad de la información y por ende no estaban preparados para enseñar. En cuantas comunidades hemos escuchado aquello de que "se condenó por sus pecados" cuando fallece alguien desconocido en circunstancias poco pacíficas. Ha sucedido, por ejemplo, en los asesinatos de homosexuales o de cualquier otro ciudadano víctima de los grupos de intolerancia, donde los hermanos, tras lamentar lo acaecido, empero no dejan de agregar que no importa mucho porque igual el agredido sufrirá la condenación. Como siempre, estos supuestos bautistas sólo tornan visible una conducta que se halla soterrada en el corazón de muchos cristianos y en el diario existir de las más diversas denominaciones. De idéntico modo se produce con la Iglesia Universal del Reino de Dios o Anders Behring, autor de la matanza de Noruega el año pasado. El problema es cuando tales asuntos salen a la luz, porque entonces caemos en la cuenta de que nos perjudica pues la gente común tiende a meternos a todos en el saco.

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