lunes, 7 de enero de 2013

Los Pecados de la Seguridad

A pocos ha dejado indiferente la reciente decisión de Barack Obama, quien acaba de designar a quienes espera -porque necesita la ratificación del Congreso- sean los próximos Secretario de Defensa y director de la CIA, dos cargos muy importantes al momento de tratar la seguridad exterior de Estados Unidos. En especial, porque tanto Chuck Hagel como John Brennan cargan con sus propias controversias a cuestas. El primero es un republicano disidente que tras apoyar la invasión a Irak y las políticas de Bush en el marco de la denominada "guerra contra el terrorismo", luego se fue distanciando de manera paulatina y sostenida de esos predicamentos hasta tornarse uno de los más reconocidos objetores de ellos, al extremo de que hoy es un asesor del actual presidente. El segundo, en tanto, es sindicado como uno de los principales engranajes en la elaboración de esas aberraciones penitenciarias que los norteamericanos instalaron en Guantánamo y Abu Gharib, donde prisioneros acusados sin pruebas concluyentes de integrar grupos violentos y responsables de atentados han soportado en algunos casos hasta diez años de interminables sesiones de tortura.

Veamos cada situación de modo separado. En lo que se refiere al aspirante a Secretario de Defensa, su mayor dificultad radica en los sentimientos encontrados que se persona provoca en la oposición republicana debido a su cambio de opinión, ya que como anotamos, de gran partidario y colaborador en las acciones bélicas de Bush pasó a ser uno de sus más visibles detractores, y no conformándose con eso, además accedió a ser consejero de un mandatario que representa al partido oponente (y que en algún momento fue elegido por quienes siempre rechazaron las determinaciones de W.). Por lo tanto sus antiguos camaradas -y me parece que actuales pues aún no ha renunciado a la colectividad- lo miran como un traidor, lo cual es comprensible si estamos hablando de convicciones políticas, donde para muchos el acabar abrazando una postura completamente opuesta a la defendida al comienzo constituye una grave falta moral   -cabe recordar el significado y las connotaciones de la expresión "darse vuelta la chaqueta" muy usada en el lenguaje coloquial chileno-. Sin embargo, es interesante observar que Hagel optó por cambiar de vereda tras experimentar un proceso gradual, en donde jugó un rol muy preponderante la sensación de desengaño. Lo cual significa que no se trató de un capricho, una broma de mal gusto o una reacción ante una eventual exclusión de algún puesto deseable -que tenía de sobra por lo demás-. Sino de un acto bastante racional, de cabeza fría, donde se cotejaron una serie de antecedentes que culminaron en una conclusión formulada con total madurez. Ésa es una cuestión que en particular debe provocar prurito entre sus viejos amigos: que un miembro del círculo más íntimo sea capaz de explicar con argumentos convincentes las causas de su salida voluntaria, tanto que es difícil rebatirlo.

Por otro lado, la situación de John Brennan se nota a la legua como diferente. Él ha sido señalado como un torturador, que ejerció dicho oficio en un sistema carcelario que se encuentra a distancia sideral del más tibio acuerdo de derechos humanos. Se trata, desde luego, de un nombramiento que contradice y desdice las intenciones de Obama. No sólo en contraposición con la biografía de Hagel, sino en relación con el mismo programa político que el actual presidente presentó con la finalidad de ganar ya dos elecciones y de la idiosincrasia colectiva de sus votantes. Pero además es inexplicable en base a la circunstancias coyunturales que podrían instalarlo al mando de la CIA. Pues el director saliente se vio obligado a renunciar tras un escándalo sexual, ya que se descubrió que se había involucrado con una de sus secretarias, devaneo inaceptable para una sociedad de cultura evangélica como la norteamericana. Bien es verdad que el mencionado bochorno en torno al lío de faldas pudo haber sido agrandado con el propósito de sacar a una persona de alto rango que no era del agrado del actual gobierno, que al fin y al cabo estos subterfugios se dan también en las sociedades más puritanas. Pero eso no quita la inevitable necesidad de una reflexión. ¿Es más réproba una infidelidad matrimonial que administrar apremios ilegítimos otrosí de manera sostenida en el tiempo? ¿Una relación por fuera es peor que la tortura y el mantenimiento de presos sin juicio ni derecho a defensa? Urge que quienes aplauden una decisión que demuestra que en aquellos países donde arraigó la reforma no se tolera el menor desorden y se procede de acuerdo a cánones estrictos de disciplina, se pronuncien sobre el particular.

De las próximas deliberaciones del parlamento norteamericano, sólo espero que se confirme la designación de Hagel y en cambio se revierta la de Brennan. El primero, además, ha continuado con su acertada actitud de colocar paños fríos en materia de relación internacional y ha tomado distancia tanto de la actitud de Israel frente a los palestinos como de la obsesión de ciertos personeros de Washington por invadir Irán. Lo cual ha impulsado a algunos ha tacharlo de anti israelí y de pro iraní, calificativo este último que en la práctica equivale a pro musulmán. Dada la naturaleza de esos ataques y considerando los sectores de la sociedad norteamericana de donde provienen, significa que el tipo va por buen camino. Atributos que no se le pueden otorgar al eventual futuro director de la CIA, aunque su prontuario sea del agrado justamente de quienes desaprueban las gestiones del otro sujeto. ¿Qué busca Obama? ¿Dejar contentos a ambos extremos? Ya fue a la reelección y por lo mismo no requiere, al menos para su figura, de captar votos. Quienes podrían situarse en dicho embrollo, en cambio, son los congresistas, pues serán sometidos a sufragio popular a fines de 2014. Por ello tienen la respuesta definitiva, tras la que se podrá concluir si en dos años más el presidente se verá enfrentado a su propia era del pato cojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario