martes, 25 de diciembre de 2012

La Biblia Rosa

Opiniones encontradas ha generado la aparición de la "Queen James" ("Reina Jaime" o "Reina Jacobo") en los países anglosajones: una versión de la Biblia que pretende adaptar el mensaje de las Escrituras a la comunidad gay. En el texto, aquellos pasajes que condenan la homosexualidad sufren una suerte de re interpretación, estimulando su comprensión de acuerdo al contexto histórico y social en el cual fueron escritos. Pero la traducción pretende ir más allá y cuando el argumento del anacronismo no es del todo convincente, simplemente omite, mutila o modifica el versículo problemático. Son casos muy puntuales, hay que admitirlo; no obstante están ahí. Y por supuesto que los grupos cristianos, incluso los más moderados en estos temas, no se han resignado a guardar silencio frente a estos detalles.

Dejemos a un lado aquello de que "quien altere una coma o una tilde de la Palabra será condenado por la eternidad", ante todo porque esa actitud entre aquellos que redactaron esta "Reina Jaime" -quienes además se han mantenido en el anonimato- es más que evidente y ni siquiera es necesario acudir a las citas bíblicas para demostrarlo. Centrémonos, más bien, en un asunto que constituye parte esencial de la ética universal al momento de enfrentar a culturas distintas de la cual uno ha sido formado. Cualquiera sabe, o al menos tiene la noción, de que mutilar un libro es igual que destruirlo o quemarlo, y que ambas actitudes son atentados aberrantes al patrimonio de la humanidad. Es muy parecido al debate que se suscitó durante el siglo XX respecto de la censura cinematográfica, donde muchos consideraban que cortar escenas de una determinada película equivalía a prohibirla, inclinándose finalmente el sentido común por esta última opción. Y cuando se trata de una obra ancestral -a propósito de que el cine sólo cuenta con poco más de cien años- y que con justicia se ha ganado el respeto tanto de los ciudadanos pedestres como de los estudiosos, el crimen se torna aún más abyecto. En tal contexto, se acepte o no, la Biblia es un legado inmenso con un peso incalculable y no sólo en los aspectos religiosos -que a sus escritores en realidad son los que menos les interesan-, que por sí mismo es capaz de hundir a todo aquel que busca modificarla en favor de sus gustos personales. Es un acto tan grave como el que los musulmanes afganos efectuaron contra las estatuas de Buda allá por 2001, o los que diversos ejércitos invasores han acometido contra las estructuras de los pueblos que han tratado de someter. Algo que deberían tener en cuenta los homosexuales, que han reclamado padecer por siglos un trato represivo y silenciador de parte de colectivos que precisamente se han justificado mediante las Escrituras.

Ahora, si la controversia se reduce al ámbito de la interpretación, los problemas, aunque menores, igual no pueden dejar de considerarse. Los textos antiguos han sido objeto de estudios rigurosos y tras varios análisis científicos, se han extraído conclusiones acerca de su contenido que si bien no tienen por qué ser definitivas, cuando menos resultan consensuadas. La Biblia no ha sido la excepción, y en dicho marco no es necesario ceñirse a las conclusiones dogmáticas del magisterio católico (varias de las cuales han sido desmentidas por lo demás). Al contrario, desde hace dos siglos han proliferado las traducciones "con criterio científico" entrando algunas en abierta contradicción con las doctrinas esenciales de ciertas iglesias o hasta del cristianismo mismo, como la excelente y absolutamente recomendable "Biblia de Jerusalén". Incluso existe una disciplina del conocimiento que se dedica a estas prácticas, la exégesis, que aunque cuenta con una rama religiosa y otra secular, ambas mantienen muchos puntos en común. Pues bien: la mayoría de los analistas, también los más escépticos, coinciden en admitir que en las Escrituras la homosexualidad es rechazada de inicio a fin y que nada que pueda hacer el más hábil de los escribas logrará ocultar aquello. Además, en la historia se han dado casos de personas y hasta conspicuos eruditos que, también después de que muchos colegas han llegado a afirmaciones contundentes, no obstante prefieren la aventura individual y se lanzan a conclusiones de carácter netamente individual o antojadizo. Sus pares respetan tales opiniones, pero no dejan de agregar que representan un pensamiento heterodoxo personal alejado de la línea convencional.

Lo de "Queen James" es un nombre que parodia a "King James" una traducción de la Biblia efectuada en Inglaterra gracias a la insistencia de los reformados, y que está identificada por el rey de entonces, quien la aprobó. Se dice que dicho monarca era un observante riguroso del cristianismo, pero a la vez corre el rumor de que mantenía relaciones homosexuales en secreto. Es quizá el subterfugio de los colectivos gay para terminar afirmando que las condenas hacia su actitud fueron emitidas por maricas encubiertos, incluso dentro de la historia bíblica. No deja de ser la misma interpretación antojadiza que hemos denunciado en este artículo aunque a los creyentes les debiera ser motivo de reflexión. ¿Cuantas veces se ha aseverado, en defensa de un autor que llevaba una vida privada ajena a lo que se podía identificar leyendo sus obras, que los lectores se deben atener al contenido de éstas y no desviarse en aspectos que son más propios de la farándula vulgar? Consecuencia, señores gay. Consecuencia

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