domingo, 29 de julio de 2012

Los Recovecos de Eros

No se puede dejar de quedar asombrado con el reportaje periodístico publicado hace una quincena por el semanario The Clinic, que habla de una lesbiana, con conductas propias de lo que en jerga vulgar se conoce como marimacho, y un travesti de circo que decidieron separarse de sus ambientes de origen y vivir en pareja, llegando incluso a tener una hija (y en el segundo intento, pues el primero devino en aborto espontáneo). El relato es bastante conmovedor, en especial porque ahonda en detalles muy íntimos de los dos involucrados, partiendo desde sus respectivas infancias hasta su situación actual, describiendo en un tono completamente realista sus biografías llenas de marginalidad y discriminación, no sólo de sus familiares y vecinos cuando éstos se dieron cuenta de su homosexualidad, sino también después, de parte de sus mismos pares, quienes tampoco se mostraron abiertos a aceptar su decisión y reaccionaron con una idéntica mezcla de sorpresa, desilusión y finalmente indignación que quienes se han criado en un ambiente que rechaza las uniones físicas entre representantes de igual género.

Lo interesante de este verídico relato, es que echa por tierra dos prejuicios que los propios colectivos gay han intentado instalar en la opinión pública con el objetivo de contrarrestar los convencionalismos que a su vez los han condenado a una segregación que se ha extendido por varios siglos. El primero, que la homosexualidad es una característica con la cual algunos individuos nacen; y el segundo, y que hasta cierto punto se desprende de lo anterior, que ya tomado este camino no cabe la más mínima posibilidad de que sea revertido. Esto último enunciado va dirigido con especial énfasis e intención en contra de los grupos cristianos, y por extensión a los de musulmanes, que mantienen la idea de que el amaneramiento es una conducta pecaminosa que debe ser superada mediante la conversión. Más aún: en los círculos más conservadores entre los seguidores de Jesús, se ha llegado a promover terapias sicológicas destinadas a cambiar esta actitud y regresar al individuo a la heterosexualidad; cuestión que en cualquier caso no constituye una novedad, pues hasta hace sólo treinta años, la siquiatría norteamericana consideraba el afeminamiento como una enfermedad mental. Sin embargo, y volviendo al tema que ha motivado este artículo, las personas que ahora nos atañen no fueron presionadas ni incitadas por un agente externo para que finalmente optasen por emparejarse, y ni en el horizonte más remoto de su determinación existieron predicadores o ministros religiosos. El rechazo obvio del que fueron objeto cuando sostuvieron sus primeros encuentros homosexuales no cuenta aquí debido a la lejanía temporal. Simplemente los tipos sintieron atracción mutua tal como les pudo haber ocurrido en su adolescencia con otros sujetos de idéntico género, y acabaron recorriendo la ruta lógica de convivir y ser padres.

Más bien cabría considerar las agresiones que recibieron de su más reciente entorno, el de los grupos homosexuales de los cuales formaban parte, que son narradas por los mismos protagonistas del reportaje con la más completa honestidad. Es curioso cómo sus antiguos amigos y compañeros experimentaron la misma reacción de repudio de un heterosexual de formación conservadora frente a la decisión de un pariente o vecino, ante una auténtica salida de armario, sólo que en sentido inverso. Las motivaciones que los arrastraron a actuar así son distintas pero tienen una finalidad similar. Si en el caso de quien confiesa que es gay, se arguye que es una contribución a la corrupción generalizada donde los buenos valores y quienes los practican van a terminar arrinconados y arriesgando la desaparición definitiva de la faz del planeta, ora por su reducción numérica, ora porque la mayoría se dirigirá contra ellos porque representan la resistencia a la modernidad: en el fenómeno que ahora nos convoca se genera un grado de miedo irracional equivalente, pues dos traidores han abandonado el redil con la consiguiente reducción de la fuerza, tanto en cantidad como en argumentos de debate. Lo peor de todo para los colectivos de amanerados es que esta revocación se da como el resultado de un proceso que justamente ellos señalan como la manera natural en la cual un individuo precisamente descubre y se concilia con su homosexualidad: el enamoramiento de pareja. Y además se ven obligados a ejercer en consecuencia y por ende a admitir la libertad de elección, aspecto que ellos siempre han citado como un derecho esencial e inalienable, al menos cuando buscan defender a quienes desean integrar su rebaño. Por la sencilla explicación de que estos dos seres han utilizado su albedrío con la más absoluta sinceridad.

Demasiados expertos han advertido que las sociedades no deben precipitarse a una opinión favorable en torno a la teoría de la homosexualidad innata, pues aquello se encuentra prácticamente en el terreno de la seudociencia. La verdad es que tal conducta surge de una necesidad de limpiar la conciencia universal de dos milenios y algo más de prejuicios y discriminación, que en muchos pasajes de la historia adquirió ribetes criminales. Sin embargo, una actitud así, que guarda bastante relación con la penitencia religiosa, sólo podría contribuir a cerrar el círculo vicioso, donde las inquietudes serían las opuestas pero las consecuencias sobre la masa de individuos serían las mismas. Hasta la fecha, en este aspecto, todo indica que la sexualidad es un proceso pausado y complejo que recién se puede definir a los dieciocho años, pero que aún así no permanece estático. Más todavía, si se considera que una alta cantidad de homosexuales en realidad son bisexuales y que varios fueron heterosexuales muy definidos en alguna parte de su existencia, y no estaban sujetos a la situación de ocultar si identidad debido al rechazo externo. El conocimiento científico no se adquiere con sodomía, y de hecho hay casos de militantes gay que llegan a ser más intolerantes e irritantes que el más a ultranza de los conservadores. Entre los que fustigaron a la pareja que incentivó este artículo, hay varios ejemplos.

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