domingo, 28 de abril de 2013

Las Balas de la Desesperación

Es probable que el incidente protagonizado por Luigi Preiti, el ciudadano italiano que efectuó varios disparos  en las inmediaciones de la sede del gobierno de su país, de aquí a unos días más sea visto de modo definitivo como una simple anécdota. Ante todo, porque no dejó personas muertas, sólo dos policías heridos, y estuvo muy lejos de alcanzar su objetivo que era darle a un político importante en el preciso instante en que el nuevo primer ministro de la nación de la bota tomaba posesión de su cargo. Incluso, el mismo fiscal designado con el propósito de esclarecer el caso, adelantó, con una actitud que mezclaba la intención de bajarle el perfil a los hechos mostrando un cierto grado de conmiseración con el agresor, que se trataba de un tipo desesperado, que se encontraba desempleado y tramitando su divorcio, todo ello en el marco de la crisis económica europea donde uno de los territorios más castigados por las decisiones en cuanto a los ajustes y las exigencias externas respecto al pronto pago de los compromisos bancarios es precisamente Italia. 

Quisiera dirigirme en este artículo muy en particular a los hermanos europeos, quienes cuando pueden se deshacen en elogios para la canciller alemana Angela Merkel y sus políticas continentales de austeridad a las cuales ven como un mal necesario para imponer disciplina en países considerados "derrochadores" y así recién poder empezar a discutir el eventual regreso a la senda del crecimiento y la estabilidad monetaria. Aunque en realidad, tales apreciaciones de carácter positivo se dan porque la gobernante alemana es, al menos en términos formales, de fe evangélica, hija además de un pastor luterano que optó por ir a predicar el mensaje de Cristo en "épocas y lugares difíciles" ya que se mudó a una región de la desaparecida RDA a administrar una iglesia. Les encargaría solamente que se formulasen unas cuantas preguntas. ¿Es de un auténtico cristiano la insensible conducta de esta mujer, que cada día sume aún más a los ciudadanos del Viejo Mundo en el desempleo, la miseria, el hambre y la desesperanza? Sus determinaciones han llegado a horadar incluso los cimientos del Estado de bienestar, y están mostrando consecuencias catastróficas en el grueso de la sociedad y en la moralidad y la personalidad de los habitantes, pues en muchos lugares estamos siendo testigos del aumento sostenido de actividades como el crimen organizado y la prostitución, fuera de que ha crecido la cifra de niños abandonados y ancianos que claman por la eutanasia. Todas, anomalías siempre atendidas con especial dedicación de parte de los cristianos reformados, tanto en Europa como en otras partes del mundo. Claro: la mayoría se conforma con señalar que determinados presidentes están tratando de promulgar leyes que restrinjan el aborto y el comercio sexual (en este último caso, alentado por la proliferación de grupos mafiosos que se dedican a explotar a las muchachas a nivel de la esclavitud, los que han surgido, justamente, gracias a la aparición de estas chicas que quieren entrar al negocio debido a la desesperación que les genera su precaria situación económica, y que al no estar familiarizadas con el ambiente, son presa fácil) o demanden una más alta responsabilidad paterna. 

Sin embargo, claramente son paliativos que no afrontan el problema de fondo. Muy por el contrario, no sólo lo intentan evadir, sino que de modo adicional pretenden entregarle un blindaje extra a quienes han ocasionado la expansión de estas aberraciones. Lo cual estaría haciendo caer a los partidarios de la Merkel en el juego del apoyo incondicional e irreflexivo, que de paso implica un grado de insensibilidad con los semejantes que desataría la ira del mismo Jesús. Para colmo, tales "soluciones" continúan con la tendencia de castigar al pueblo raso, deteniéndose en una condena a los ciudadanos comunes y corrientes, quienes, tras ser despojados de sus beneficios públicos, ahora se ven enfrentados a acusaciones que los tachan de corruptos morales, y de ser los principales causantes del desorden personal de sus hijos, al no evitar que caigan en la delincuencia o la prostitución. Todo, con el único propósito -no declarado por motivos obvios, pero que se intuye aplicando la mínima lógica- de favorecer a los empresarios potentados y los dueños de los grandes bancos, quienes causaron esta coyuntura y que hace rato han conseguido el completo retorno de su inversión, pero que a su vez requieren de los recursos de los demás para cubrir los agujeros financieros que provocaron sus propias decisiones. De nuevo cabe enunciar la pregunta. ¿Es un cristiano de verdad quien con sus deplorables actuaciones genera tal nivel de pobreza y de consiguiente pérdida de valores? Europa es hoy un hervidero donde los procedimientos de la canciller alemana, han suscitado, al igual que en otras situaciones de crisis, que las personas regresen de manera paulatina a la fe; pero no la cristiana, sino una masa amorfa donde se destaca en especial el islam (que incluso sus variantes más extremistas, están ganando adeptos entre jóvenes de origen y formación occidental), el sincretismo relacionado con elementos de culturas orientales y la resurrección de cultos tradicionales paganos. En paralelo, pululan las pandillas de neonazis, que agreden a todo lo que les parece ajeno al estereotipo del blanco, rubio y -lo que deviene en una cruel ironía- germano. Esos tipos culpan a otras razas y pueblos de los males que sufren ellos, lo cual a la larga constituye otro bálsamo que permite desviar la atención respecto del auténtico meollo del asunto.

Como dato adicional, es interesante anotar que la falta de poder adquisitivo tanto de las personas individuales como de los Estados está provocando que remedios imprescindibles para tratar enfermedades como el cáncer, se estén alejando de modo paulatino de los ciudadanos. En la misma Biblia se dice que por los frutos se les reconocerá. Y el saldo que ha dejado hasta ahora la actitud despiadada de Merkel y sus cercanos es de una atroz desolación que está incubando situaciones de corrupción personal y social propias de la extrema misera cuyas consecuencias ulteriores siempre acaban siendo graves. Es la desesperación ante la pobreza que conduce a los individuos a realizar acciones que en circunstancias normales ni siquiera pensarían, como ejercer la prostitución o tratar de dispararle al primer ministro. Ya lo advertía Jesús con su expresión "pobres en espíritu" y lo recalca el refrán popular al asegurar que "la necesidad tiene cara de hereje". En este caso, son sujetos con nombre y apellido quienes terminan ofreciendo el maquillaje del pecado con el propósito de que el afectado oculte el rostro de la des humanización.

No hay comentarios:

Publicar un comentario