domingo, 26 de agosto de 2012

Dos Modelos de Capitalismo Evangélico

Resulta ya aburrido escuchar a esas voces, provenientes de personas declaradas cristianas y otras que confiesan no serlo, que aseguran que las iglesias evangélicas tienen la culpa de la propagación del capitalismo, con todos los males que ese sistema económico ha legado a la humanidad desde que comenzó su aplicación. Por cierto se trata de sujetos interesados, quienes esperan que los individuos comunes acaben concluyendo que de no haberse consolidado la Reforma de 1517 probablemente hoy viviríamos mejor. Sin embargo, no es menos agradable poner atención a los argumentos que algunos hermanos y predicadores utilizan para rebatir tales convencionalismos, ya que suelen recurrir, casi sin excepción, a un cúmulo de frases prefabricadas más propias del fanatismo religioso irracional, en las cuales se tacha a los interlocutores de inmorales, corruptos y finalmente diabólicos socialistas (en cualquiera de las acepciones políticas y sociales que conlleva dicho término). Con ello, aparte de rebajarse al nivel de quienes los atacan, sólo están aportando con un elemento extra para que los transformen en objeto del desprecio y el ridículo, y alimenten los discursos supuestamente liberales y progresistas que llaman a abandonar los templos pues serían muestras de anacronismo intelectual y cultural.

Es verdad que si uno se detiene en el modelo económico y social anglosajón, se pueden descubrir con facilidad las causas y los pretextos que impulsan a algunos a asociar la acumulación despiadada de capitales con las iglesias evangélicas. En efecto, la forma de capitalismo que se aplica en el Reino Unido y en Estados Unidos, además de manera parcial en otras ex colonias británicas, privilegia de forma excesiva la propiedad privada por encima del bienestar común, llegando a ser considerado como legítimo el acaparamiento. En paralelo, los defensores de aquel sistema pretenden calzar su actitud con los principios cristianos recurriendo a una moralina represiva que se termina reduciendo a la conducta sexual de la persona: de ahí que exhiban un celo tan excesivo contra el coito no marital o el reconocimiento legal a las parejas homosexuales -ni siquiera el matrimonio entre congéneres-, y busquen por todos los medios, incluyendo los judiciales, que tales cuestiones no sean permitidas. Los partidarios de esta combinación de convicciones, alegan que ella se basa en los principios más elementales de la disciplina protestante, la misma que ha permitido la prosperidad pecuniaria de los países en los que la Reforma ha arraigado. La lógica sería más o menos la siguiente: si se mantiene un fuerte control sobre la población, eliminando toda potencial incitación al vicio -no sólo erótico, aunque si se erradica éste a la postre se podrán neutralizar todos los demás- y por lo tanto no dejando otras preocupaciones que las de trabajar y asistir al templo al menos una vez por semana, en última instancia se obtendrán hombres y mujeres correctos y contribuyentes con su nación, que servirán de engranaje para conseguir el despegue monetario, el cual al concluir la ardua jornada debiera, al menos por principio, desembocar en un estado más feliz para el esforzado ciudadano.

No obstante, en Europa existe cuando menos otro modelo de capitalismo con influencia de la Reforma luterana. Es el nórdico. Que igualmente como el anterior, contempla la disciplina basada en el trabajo sistemático y constante, y una ética muy observante de los principios sostenidos por las iglesias evangélicas. Sin embargo, ello ha dado como consecuencia que en estos países, a diferencia de lo que sucede en los territorios ingleses y norteamericanos, exista una mayor preocupación social, demostrada en los aparatos de protección otorgados a la población obrera y de sectores medios. La misma rigidez moral que en el caso anglosajón sirve para revisar la cama de los individuos, aquí ha ayudado a crear el Estado de bienestar, donde los más pudientes e incluso el pueblo raso ha sido obligado a asumir responsabilidades mediante el pago de impuestos, especialmente altos entre los más acaudalados, los cuales empero no suelen quejarse. De idéntico modo que en los EUA o en el RU miembros de la estructura pública y los particulares más influyentes suelen vigilar que las personas no cometan deslices relacionados con la carnalidad o las adicciones, acá el caudal humano equivalente está orientado a impedir el acaparamiento y el atesoramiento irracional. Y no es otra causa que esa atención denodada propia de los reformados a las convicciones fundamentales la que permite que en estas naciones la gente no se sienta coartada en su libertad debido a su orientación sexual o sus opiniones referentes a los más diversos temas, ya que se obedece al mandato de evitar juzgar al hermano, y de ofrecerle ayuda antes que machacarle con lo que es correcto o incorrecto. Que finalmente esos preceptos los asimilará de acuerdo al testimonio que demos y él solo se irá dando cuenta a poco andar.

No se trata de calificar a un modelo como bueno y al otro como malo (en realidad, un cristiano debiera combinar aspectos de ambos). Sino de reflexionar y descubrir qué estamos haciendo para que los individuos seculares se queden sin subterfugios con los cuales nos puedan lanzar acusaciones que son de evidente falsedad desde el punto de vista de la doctrina, pero que en muchas ocasiones se encuentran en la conducta diaria de creyentes de alabanza más que diaria. Por supuesto que algo debemos decir sobre el relajamiento de las costumbres en la Europa nórdica -que en realidad no es tan grave como lo pintan-; pero eso no significa aceptar a pies juntillas un modelo donde ciertas personas exponen sus injusticias con total desfachatez, incluso amparándose en versículos bíblicos. Y reconociendo que naciones anglosajonas como el propio Reino Unido han alcanzado importantes cuotas de Estado de bienestar, y que en Estados Unidos el cobro de impuestos se ejecuta con absoluta rigurosidad tanto entre ricos como pobres, y que tales fondos no se disuelven en actos significativos de corrupción, no vendría nada de mal escuchar de vez en cuando a esos libertinos y apóstatas ciudadanos de Europa del norte. Que al fin y al cabo, ellos conocen algunas páginas de las Escrituras que parece que nosotros hemos arrancado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario